Bienvenidos a este espacio de reflexiones de los días domingo !
“Yo no creería más que en un dios que supiese bailar”, decía Nietzsche, condensando lo más importante de su mensaje a la humanidad. Lo que quiso decir fue que lo más grande, lo más sagrado de la existencia no se encontraba en esos ídolos religiosos que nos esclavizan, nos ponen en guerra con nosotros mismos, con los otros y con la tierra; sino en esa sublime capacidad humana de valorar, agradecer, participar y afirmar el ser y la existencia: en la celebración.
Otro que comprendió esta idea fue el poeta Walt Whitman, quien decía: “me celebro y me canto a mí mismo”, en un libro que no habla de otra cosa que de esta realidad del celebrar, como la actitud más sublime del alma humana. Quisiera atender esa importante invitación del filósofo y del poeta y profundizar un poco en esta idea del celebrar.
Empecemos por decir que la celebración no es un acto. No es lo mismo que esos acartonados ritos que hacemos un par de veces al año para compensar la gran tragedia de una vida sin celebración. Lo cierto es que vivimos dando tumbos entre cotidianidades sin vida e intentos fallidos de encontrar lo que nos falta ?celebrar la vida? en el desenfreno de los fines de semana o de fin de año. Pero esas fiestas obligadas no son verdaderas celebraciones y por eso nos dejan tan vacíos como antes.
¿Pero si celebrar no es un acto, entonces qué es? Es una actitud que afirma y valora el ser y la vida. Por eso no necesitamos condiciones especiales para celebrar. Uno no tiene que estar feliz, Messi no tiene que haber metido un gol, Cristo no tiene que estar de cumpleaños, ni tiene que ser el último día de un año miserable. Para celebrar solo necesitamos experimentar con plenitud el ser y abrirnos amorosamente a la vida.
Es famosa la envidia del filósofo Bertrand Russell cuando atestiguó la forma en que celebraban unas tribus aborígenes del África: “Era como si todos fueran emperadores. No tenían coronas, pero habían confeccionado coronas con hojas y flores. Bailaron toda la noche y entonces cayeron dormidos allí mismo, en el sitio en que habían bailado. Por la mañana volvieron de nuevo a trabajar. Trabajaron durante todo el día y otra vez, por la noche, estaban preparados para celebrar, para bailar”, escribió Russel. “Ese día, sentí verdaderos celos. Yo no puedo hacerlo”, prosiguió. Lo que lo sobrecogió, sin duda, fue el contraste entre la “muerte en vida” de los occidentales como él, incapaces de celebrar, y la vitalidad de estas personas conectadas con una existencia vibrante a través de la celebración.
Y no me cabe duda de que nuestra incapacidad para celebrar viene de nuestra incapacidad de valorar los dones de la vida. Hace dos semanas un gran terapeuta me enseñó a respirar bien. Y cabalgando entre inhalaciones y exhalaciones entendí que la respiración es un don. Me di cuenta de que solo el día en que la siguiente inhalación me falte estaré en verdaderos problemas. Y, aunque les suene extraño, no creo que alguien pueda celebrar hasta que no pueda respirar, como el que agradece un don preciado: con amplitud, sin afán, con consciencia y belleza.
Y así sucede con el cuerpo: no sabemos cuánto gozo, cuánta alegría puede darnos un cuerpo querido, consciente, libre, osado, juguetón y gozoso. Y también con las emociones: una vez que dejamos de pararlas y evadirlas, y nos soltamos con coraje a esa danza del sentir, una vez que el corazón se abre y la devoción nos arrebata, sentimos la profundidad de la vida. Hasta las ideas mismas pueden dejar de ser cárceles y volverse celebración: eso se llama creatividad. Los encuentros, las despedidas, los rostros, ese hermoso baile de la vida que sucede sin nuestro esfuerzo, todos son la celebración; incluso la tristeza y el rigor.
Osho decía que “cuando eres total en algo, hay celebración”. Y es que la celebración y la entrega están juntas. Cuando no hay pasado ni futuro, cuando no hay más allá, cuando no hay distracciones, cuando somos totalmente en lo que sea que estemos, aquí y ahora, hay celebración.
La celebración no es el resultado de un camino de desarrollo y automejoramiento, es nuestro estado natural. Celebramos espontáneamente, desde los poros hasta la coronilla, cuando somos nosotros mismos. Por eso sin el coraje de una autenticidad profunda y radical no es posible celebrar nada. Uno puede fingir que celebra, emborracharse, ponerse los calzoncillos en la cabeza, pero hasta que no encuentre la libertad para ser, más allá de las cárceles y convenciones sociales, solo estará fingiendo que celebra. La celebración es lo que se ve en la humedad de los ojos de aquel que ve por primera vez más allá de sus velos.
Poema
Canto a mí mismo, del poeta Walt Whitman. Fragmento.
“Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también”.
EL PODER DE LOS ELEMENTOS
En los albores de la Civilización, los primeros seres humanos sólo tenían que mirar a su alrededor para darse cuenta de hasta qué punto sus vidas dependían de su capacidad para comprender las fuerzas que formaban parte de la naturaleza. Algo más tarde, los filósofos griegos concretaron estas observaciones en una teoría que consideraba que el mundo estaba formado por cuatro elementos básicos que, además, solían actuar interrelacionados: el aire depositaba en la tierra las semillas que se convertirían en las plantas que los alimentarían, siempre y cuando recibiesen suficiente agua de lluvia y calor del sol. Para Maimónides, uno de los sabios más célebres de la Edad Media; La tierra, el agua, el aire y el fuego son los fundamentos de todos los seres creados que se hallan debajo del firmamento.
Cuando somos niños disfrutamos de estas energías esenciales de forma natural, pero, con la edad, no sólo acostumbramos volvernos ciegos a su belleza, sino que llegamos a olvidar que una parte importante de nuestro bienestar depende de ellas. Por suerte es fácil recuperar la capacidad de gozar de los elementos. Vamos a ello !
EL AIRE : EL PRINCIPIO DE LA VIDA
Como tantas otras cosas esenciales que damos por sentadas, el aire es poco reverenciado. Demasiado a menudo nos olvidamos de que el aire es brisa, el olor, y, lo más importante, es respiración. Vivimos porque respiramos y únicamente cuando nos paramos a reflexionar sobre lo que respiramos, percibimos no sólo la importancia del aire sino la manera en que refleja la intimidad de nuestra conexión con las otras formas de vida de este planeta.
Su importancia fundamental para la vida antigua puede verse en palabras como espíritu, aspirar, inspirar( llevar el aire a otros), expirar y todas las derivadas del latín “spirare ” ( respirar ).
El aire es el protagonista invisible de una simbiosis mágica: las plantas emiten el oxígeno que inhalamos, un regalo que es agradecido justo a continuación, cuando se exhala el dióxido de carbono que tan fundamental es a su vez para las plantas. En este ciclo aéreo sagrado los seres vivos encontramos nuestro sustento.
Una forma de apreciar el aire es prestando más atención a nuestro aliento. Si, por ejemplo aprendemos alguna serie de Pranayama , los ejercicios respiratorios del Yoga, seremos capaces de concentrar la energía que nos aporta la inspiración dentro del cuerpo. Prana quiere decir respiración en sánscrito, pero también el aire de la vida y el principio del alma. Puedes sentarte en una silla con la espalda bien recta y coloca las dos manos sobre la barriga. Relaja los músculos de la panza e inhala y exhala profunda y lentamente para que las manos sientan el vaivén del movimiento.
Quienes prefieran métodos más simbólicos pueden sentirse inspirados por la forma en que Bob Verschueren expresaba su amor por el aire a través de sus pinturas de viento. Este artista autodidacta nacido en Bélgica en 1945 empezó pintando cuadros, pero de pronto de sintió asfixiado por los límites del lienzo y decidió dibujar directamente en el paisaje. Así que iba a prados, playas, tierras yermas y superficies nevadas cargado con tarros de carbón triturado, óxido de hierro, polvo de ocre y tizas desmenuzadas y se dedicaba a trazar con ellos líneas en el suelo. Entonces, sentado sobre la hierba, esperaba a que el aire esparciera los pigmentos sobre el paisaje. Luego, se levantaba y observaba el resultado. Éste siempre lo sorprendía , y no sólo porque dependía de variables tan impredecibles como la dirección y la fuerza del viento o los relieves del terreno, sino porque, ante estas obras Verschueren tenía la extraordinaria sensación de vivir el arte en vez de crearlo: los dibujos estaban, literalmente, en movimiento.
Una forma tradicional de celebrar el viento es recurrir a un divertido y antiguo pasatiempo. Desde que las cometas se inventaron en Asia, hace más de dos mil años, se llevan organizando fiestas rituales alrededor de un juego que nos permite subir al cielo mientras mantenemos los pies firmemente apoyados sobre la tierra. Tal vez por este motivo el Chong Yang sea una de las celebraciones del poder del aire que más gustan Se festeja en China el noveno día del noveno mes de su calendario, y , con ella se recuerda un acontecimiento que tuvo lugar hace mucho tiempo. Según la leyenda , un sabio clarividente avisó de que un gran desastre se avecinaba, pero sólo un hombre hizo caso a su advertencia. Junto a su familia, se dirigió hacia la cima de una montaña e hizo volar unas cometas con las que pudieron alzarse sobre el suelo. Sobrevivieron gracias a ellas y desde entonces, los chinos dedican un día al año a subir montañas, jugar con cometas y mirar el paso de las nubes por el cielo, agrupando en un solo festival tres de las estrategias más clásicas de apreciar y celebrar el viento.
El aire o el viento tuvo fuerte influencia en las creencias de Mesoamérica, siendo la Deidad del Viento más conocida Ehécatl o Quetzalcóatl. Para esta cultura la música es muy importante, porque pertenece al aire, pues, esencialmente es la forma acústica del mismo elemento. También los aromas, como el dulce perfume de las flores o el penetrante del incienso.
También podemos apreciar el aire aprovechando su poder para navegar con él. En un velero se tiene mayor conciencia de dos de las características más interesantes del viento: que su nombre no lo define hacia el sentido hacia el que va, sino de dónde viene, y que, aunque vemos sus efectos, nunca lo vemos a él, pero podemos leerlo ! la velocidad de las nubes o el vuelo de las gaviotas y poder valorar así mejor los cambios en su dirección y su fuerza.
RELACIÓN ENTRE LA DISPOSICIÓN DE FLEXIBILIDAD Y EL ELEMENTO AIRE
Corporalmente presentamos los ojos muy abiertos, la inspiración corta por la naríz, el tono muscular medio, la disposición del cuerpo hacia arriba, y una dinámica de movimiento explosiva y conducida, con sonido agudo y exagerado.
Los estados de ánimo y emociones que más frecuentemente transitamos en ésta disposición son la alegría, el optimismo, la creatividad, la liviandad, la diversión, la dispersión, la trivialidad y la locura. La sensibilidad se abre a la armonía y belleza del mundo, brota la capacidad de soñar, crear y reinventar. Predomina también la aceptación hacia los sucesos externos y las personas, peros a diferencia de la apertura, le flexibilidad nos permite rediseñar el mundo y nos conecta con el futuro. En desarmonía hay incapacidad de amar, de rediseñar y de sostener relaciones y compromisos.
En cuanto a la conversación y disposición para la acción, es indispensable en tiempos de cambio. Nos facilita soltar apegos, creencias y explicaciones. Desde aquí nos lanzamos a explorar y aprender nuevos caminos. Reivindica nuestro derecho a equivocarnos. En desarmonía, no nos permite cumplir con nuestras ofertas, pedidos y promesas, dado a que en el momento de cumplir se manifiesta la liviandad.
El lado negativo : Puede ocurrir también que en un exceso de flexibilidad aflojemos en las primeras dificultades de un proceso, la atención se centre en lo novedoso y esto nos lleve a cambiar de rumbo rápidamente y se convierte en un círculo vicioso.
En carencia de flexibilidad, es muy difícil abrirse al aprendizaje y crear en cualquier dominio de nuestras vidas. El miedo y el enojo son emociones muy marcadas cuando la flexibilidad está baja.
El elemento aire es el encargado de la declaración en la palabra; nos inspira, aconseja y agudiza nuestra mente. Evocan en nuestros recuerdos ancestrales y nos llevan a encontrar nuevas realidades, interpretaciones. Todo cuanto existe tuvo que ser declarado primero en el lenguaje para cobrar una vida posterior. Representa una declaración elocuente hacia metas concretas, la comunicación verbal y escrita. Cuando despertamos a los seres elementales del aire en nuestro interior, estamos creando un espacio abierto para escuchar y ser escuchados; es el eco de la cima de una montaña que nos revitaliza e inspira con su aire fresco. Trabajar con el elemento aire nos invita a aclarar nuestros pensamientos, declarar las ideas como compromisos y soñar despiertos.
Origen cosmogónico y simbolismo general
Algunas cosmogonías proponen al fuego como origen de todas las cosas, pero es más generalizada la creencia de que fue el aire el elemento de partida. Su concentración produce ignición de la que derivan todas las formas de vida.
El aire se relaciona esencialmente con tres factores : el hálito vital creador, el viento de la tempestad, que muchas mitologías vinculan a la idea de creación y el espacio, como ámbito de movimiento y de producción de procesos vitales.
En el simbolismo elemental se asocian al aire : La luz, el vuelo, la ligereza, el perfume, el olor. El francés Gaston Bachelard, citando a Nietzsche reescribía que ” el aire es un especie de materia superada, adelgazada, como la materia misma de nuestra libertad “.
Espero lo hayan disfrutado tanto como yo y los espero el próximo domingo para compartir y celebrar el elemento fuego ..