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LAS BORDADORAS


A la mañana, María tocó a mi puerta para traer un tazón de leche tibia, queso de cabra, pan caliente, mantequilla casera y dulce de higos. -Repón tus fuerzas – me dijo sonriendo. Sabrá de mis últimas andanzas, pensé, indagando con la mirada. Se quedó sentada en el borde de mi cama, sin hablar, mirando fijamente hacia las montañas a través de una pequeña ventana redonda. Su presencia era reconfortante y me trataba como si yo hubiera vivido toda la vida en la aldea. De su persona emanaba una fuerza interior tan poderosa que su simple cercanía proporcionaba un bienestar total.

Ven a bordar con nosotras esta mañana dijo de pronto- enseñaremos los significados de los dibujos y la magia de las agujas. Te espero en media hora en la puerta de la casa; ponte algo de las ropas que hay allí -sugirió, señalando un antiguo ropero. Mucho después de haber dejado la aldea, un maestro me explicó que sacarse la ropa vieja con la que uno había llegado es, en toda peregrinación, un símbolo de abandono del viejo yo. Se estaba preparando algo extremadamente fuerte y yo lo presentía. La nueva ropa era una especie de vestido de hilo, con un cordón para la cintura y una mantilla bordada para colocar sobe lo hombros.
-Recoge tus cabellos y ven descalza -había dicho al pasar- La Cofradía de las bordadoras te sorprenderá. – Mi estado de sorpresa ya es permanente -contesté.

María me miro con infinita ternura. Se dirigía a mi como si lo hiciera a una niña pequeña, Mi corazón se derrite con ese trato. – Acostúmbrate a él cuanto antes! -murmuró, quizás adivinando mis pensamientos. No añores la vieja vida repetida y previsible, esa nostalgia es una trampa, Al salir dejó un no sé qué en el aire… Como un perfume a rosas. Como un abrazo de madre que da seguridad. Como la fuerza que da tener los pies bien plantados en la tierra. -Las mujeres estarán vestidas de blanco, atuendo especial para hacer volar el alma -me había dicho con naturalidad antes de
abandonar la habitación.
Me vestí velozmente y descendí las escaleras de madera en unos segundos. En la puerta ya estaban reunidas las aldeanas. Me ubicaron en una silla de paja que habían reservado para mi en la vereda. Éramos siete. Tenían rostros de montañesas, de piel cetrina, quemada por el sol. Eran herméticas, silenciosas, indescifrables. pero no me inquietaban en absoluto. María me ubicó a su lado, las demás parecen saber algo de mi porque no preguntaron nada. Después de comprobar que nadie faltaba, cerraron los ojos por un instante y murmuraron algo indescifrable.

Es una oración -susurró María-. Está por comenzar el bordado. Se están concentrando. Había puesto en mis manos un rectángulo de lino con una
serie de líneas geométricas dibujadas con lápiz y una aguja ya enhebrada con un hilo blanco, larguísimo. No se debe cortar el hilo -advirtió María-. Por eso es tan largo. Por qué? -pregunté asombrada. -Una vez que comienzas a bordar, nada debe distraerte. Ésa fue toda la explicación. De pronto, las mujeres comenzaron a mover las agujas, entrando en una especie de trance. Sus miradas aparentemente seguían los dibujos pero se notaba que ellas ya no estaban allí. No sabría explicar exactamente lo que sucedió después, sólo recuerdo el latido de mi corazón desbocado y la voz de María viniendo desde lejos.

Calma. Susurró en mi oído viendo mi inquietud- Comienza a seguir los dibujos con el hilo; simplemente marca cruces, una atrás de la otra, en forma de equis. Esta actividad antiquísima como verás, no es lo que parece. La aparente sumisión y quietud de las mujeres es sólo una forma de tapar su magia natural. Toda mujer es potencialmente una maga y el bordado es una forma de iniciación femenina. Llevamos en nuestro cuerpo el secreto y la capacidad de generar vida. Y, además, de parirla, Acaso este hecho no es perturbador en si mismo?
Un grupo de chiquillos nos habían rodeado con juegos y gritos propios de su edad, sin embargo nadie les dio importancia: la bordadoras no levantaban la vista, aparentemente concentradas en su rutinario trabajo.
En ese taro estado, comencé yo también a recorrer el dibujo con la aguja, marcando pequeñas cruces que rellenaban triángulos, estrellas y círculos, tratando de seguir los dibujos. Cada vez me concentraba más en la manera de pasar el hilo, cruzarlo con una puntada, volver a pasarlo, sacar la aguja por debajo y suavemente deslizar hacia arriba. Nada extraño sucedió. Sólo estaba bordando… bordando… bordand…

Empecé entonces a sentir un zumbido en mis oídos, intenté levantar la vista pero ya no pude hacerlo: una fuerza hipnótica evitaba que me distrajera. Una cruz, una estrella, una cruz estrella. El zumbido aumentó, tapando las risas y los gritos de los niños. Unacruzunaestrellaunacruzunaestrella.
Me siento bien, muy bien, unacruzunaestrellaunacruzunaestreIla extraordinariamentebienplantadaenlatierrayvolando..extraordinariamente bien, sólo el momento presente, poderoso instante. La aguja estaba saliendo y entrando del bordado, las estrellas se iban dibujando sobre el lino… las estrellas… estrellas… las estrellas. Me siento tan bien… tan bien. tan bien que bienmeestoysintiendounacruzunaestrellanuncapenséque-bordareraestolosancestrossabíanloqueestabanhaciendobordaren actomágicomuypoderosoquiénlohubieradichodijeamariasigue
bordandonotedistraigas.
En medio del ensueño, resonó un suave zumbido: eran las bordadoras  emitiendo al unísono un sonido, monótono y constante: -M mmm …

Levanté la vista del bordado. Una extraña niebla nos rodeaba. María percibió el leve movimiento de mis ojos y me hizo una seña, indicándome que volviera a bordar. -Sigue, sigue, sigue.. -creo que me dijo- Las letras tienen poder. La m, o mem en el alfabeto hebreo, utilizada por los alquimistas, despierta el tremendo poder femenino Momen ” … el tremendo poder femenino… sigue sigue. La voz de María se perdía entre la niebla, el zumbido iba aumentando de intensidad.
-Los hombres de la aldea están labrando la tierra, ésa es la iniciación masculina. Siembra la simiente, colocan la semilla en el vientre de la madre tierra… Mmmm m mmmm.… Las mujeres se quedan en las puertas de sus casas, enhebrando con el bordado los dos mundos, el espiritual y el material… unacruzunaestrellaunacruzunaestrelIa. La aguja pasa por debajo, pasa por arriba.. El hilo liga todos los estados de la existencia. La infancia, la adolescencia, la adultez. Mmmmmmmmmmmmmmmm

María hablaba con voz monocorde: -También liga a todos los seres al cielo, como bien lo sabes, a través del cordón de la gracia que nos une a Dios. Antes de que tú bajaras hicimos el enhebrado ritual de las agujas. – Qué significa eso? -dije sin dejar de bordar. Seguía en un extraño estado..
Enhebrareselsímbolodelpasoporunapuertamágicaquetellevaunestadodeconcienciaalterado.. Mmmmmmmmmmmmmmmm- Es la salida del tiempo y la entrada a un nivel de conciencia más elevado. – la voz de María sonó lejana – muy lejana …

Mmmmmmmmmmmmmmmmmm ….

Unacruzotracruzunalíneadecrucesluegootramascortasobreellaunamáspequeña.

-Mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm…
Untriánguloseuneporelvérticeaotrotriángulo.
-Respira-escuché la voz de María murmurando lejos, cada vez más y más lejos. Respira profundo tres veces.. -dijo un eco en mi oído.
Sentí un soplo fresco entrando en mi cuerpo era una sensación extraña, respiraba tomando aire de mi cielo interno. Me sentí más lúcida, como saliendo de un sueño.
Mmmmmmmnntimmmmmmmmmmmm.. -invocan las bordadoras.Al soltar el aire… se iban volando bandadas de pájaros negros -Son tristezas que se van para siempre -escuché a María muy muy lejos.
– Mmm repetí con ellas. Mmmmn El murmullo de las bordadoras desapareció de repente. Al abrir los ojos, lo primero que vi fue a los chiquillos revolotear a nuestro alrededor.

De pronto, me asaltó la rara sensación de tener una mirada penetrante clavada en mi. Era tan fuerte que me obligó a levantar
la vista. Entonces la vi.. Entre varios niños de cabellos y ojos negros, parada a corta distancia, una niña rubia de grandes ojos celestes me contemplaba. Estaba esperando mi reacción; al ver que la había visto de inmediato hasta quedar frente a mí. Apenas se encontraron nuestras miradas, sonrió tímidamente y se le formaron de hoyuelos en las mejillas. Entonces puso sus manitos tibias sobre mi falda y con los enormes ojos claros brillando como dos aguamarinas, dijo simplemente: -Te acuerdas de mi? Su voz me era tan conocida.. –Quién eres? -le pregunté ya totalmente respuesta del mareo.

-Soy alguien que has abandonado hace ya mucho tiempo dijo sin sombra de tristeza-. Tanto, que ni recuerdo casi. Pero sé que un día dejaste de verme y de escucharme. -Quién eres? -repetí desconcertada. -Mirame! -dijo dando una vuelta en redondo-. Tengo cinco años. Me gusta trepar a los árboles y descubrir los escondites de las gnomos. Me gusta hablar con los pájaros y espiar a las hadas cuando hacen esas extraordinarias fiestas en el atardecer
-No, no e-c-es posible -balbuceé. -Sí, lo es -dijo risueña Anapequeña-. Ven, acompáñame, vengo a invitarte a una fiesta. -Toma mi mano y tiró con fuerza.
Yo no quise seguir su juego. -Te volviste lenta, miedosa, indecisa…-dijo, desilusionada, al sentir mi resistencia a seguirla-. ¿Qué te pasa? Dejé el bordado sobre la silla y luego de alejarme unos pasos me di vuelta. Sólo habían quedado dos bordadoras. María había desaparecido: sobre las otras cinco sillas se veían los lienzos de hilo y las agujas apoyadas sobre ellos como testigos de que algo extraño estaba pasando.

Caminamos cuesta abajo Anapequeña y yo, por la callecita de La aldea. El movimiento parecía normal. Un grupo de turistas pasó a nuestro lado a toda velocidad siguiendo obedientemente a un guía que hacía ondear una banderita roja mientras gritaba: Todos por aquí -Nadie osaba desobedecer la orden, ni se les hubiera ocurrido. Con el guía iban protegidos, sabían lo que les esperaba y que los horarios previstos se cumplirían con seguridad. Habían pagado y programado todo, hasta las sorpresas y las emociones. Estaban amparados, en el grupo podían seguir hablando los mismos temas de siempre, incluso las comidas eran ni más ni menos que las de su pais. No corrían riesgos, nada inesperado podía sucederles. En cambio, yo, la aprendiz de alquimista, caminaba vestida a la manera griega. Descalza por las calles de piedra, de la mano de una pequeña niña tan parecida a mi. Pensé que el Camino de los Misterios no figura en ninguna ruta turística y se ignora cuál es su recorrido; me causó gracia cuando me di cuenta de que ni siquiera lo sabemos los mismos peregrinos.

Por aquí! -ordenó el guía, doblando hacia la izquierda.
Por aquí.
Todos giraron en tropel, esforzándose por mantener la masa compacta del grupo, que podía llegar a desarmarse ante la inesperada orden.
-¡Nosotras vamos por aquí! -dijo Anapequeña señalando la derecha.
Atravesamos una arcada y, al llegar al fondo de la callecita abrimos una pesada puerta de madera incrustada en un muro de piedra. Del otro lado apareció repentinamente un camino que serpenteaba entre árboles frutales y pinos gigantes.
-Recuerdo este lugar vagamente -dije¿ Dónde estamos? En la casa de nuestra infancia -me dijo la pequeña, como si se tratara de algo obvio-, aquella que estaba rodeada por el gran parque y la huerta. ¿Recuerdas?
Sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas.¡ Era verdad! Un olor a pan caliente recién horneado impregnaba el aire. De la casa paterna venía un aroma a té, a caramelos de leche, a guardapolvos blancos, al dulce de ciruelas que mi madre hacía todos los veranos Mi corazón se derretía lentamente. La fragancia de los pinos de mi infancia, de las flores frescas, de mi casa, me atravesaba el alma -Ven -dijo Anapequeña, sentándose en el pasto y señalándome un lugar a su lado. Ya vendrán las otras, les avisé que por fin pude encontrarte.

Al sentarnos, comenzamos a sentir un rumor de pasos apurados que pisaban la hierba. Entonces, una a una fueron apareciendo ante mis asombrados ojos las AnasFelices. A medida que llegaban, como conociendo la consigna, se sentaban formando un círculo perfecto. Vino una pequeña Ana Feliz, de regreso de un hermoso día en la escuela, con su guardapolvo y sus ojos asombrados por alguna sorpresa. Vino la que leía los libros de cuentos, horas y horas en la vieja biblioteca. Pero no venía sola: llegó acompañada por varios gnomos y algunos personajes de sus historias, que salían ordenadamente de los libros y se quedaban con ella, acomodándose a su lado felices y contentos. Allí estaba Heidi, la pequeña montañesa, la de
mi amado cuento. También vinieron Peter Pan, Cenicienta, Blancanieves. Los personajes siguieron apareciendo hasta que Anafeliz se dió cuenta de lo que pasaba y cerró apresuradamente los libros. Llegó la adolescente, la de los ojos brillantes. deslumbrada porque su primer amor le había tomado la mano esa misma tarde. La soñadora y rebelde de los primeros años de la facultad. Vino convencida de que el mundo era maravilloso y que debía desenmascarar a quienes pretendían imponernos sus viejas y pestilentes ideas de restricción y de opresión; estaba feliz, el mundo podía ser cambiado, no había dudas.

Llegó mi parte embriagada con la vida, a los veintitantos, mirando el futuro con el corazón lleno de sueños reflejados en sus ojos claros.
Y así, una a una, mis partes felices vinieron a la reunión sin demorarse un minuto, cada una con su propia dicha. -Se va a tratar un tema importante -decía una Ana vestida con un largo traje blanco y un ramo de flores del campo asomando entre sus manos. ¿Te adelantaron algo?
Pero yo no podía contestarle: me había quedado sin habla observando el blanco velo de novia que cubría su rostro, -Recuerdan la misteriosa ceremonia en el templo ortodoxo? -indagó esa Infeliz del día de mi casamiento dirigiéndose al extraño grupo. De pronto se produjo un extraño silencio. Una Ana que era casi idéntica a mi misma en el momento presente apareció entre los pinos, tratando de pasar desapercibida.
Era igual a mi y no lo era. Tenía la mirada intensa, caminaba deslizándose graciosamente por el pasto y sus cabellos ondeaban con el viento. Irradiaba algo difícil de describir. Era absolutamente feliz. Llevaba en su mano un objeto que brilla con reflejos intermitentes. Después supe que era un rosario. -Viene del futuro -dijo en voz baja Anapequeña, que se había sentado a mi lado. -Además está acompañada -susurré. Lo reconocí enseguida era el mismo ángel alto, sereno, dulce que había conocido en Varsovia, en la reconstrucción de la casi de Amir.
Se sentaron en el círculo uno al lado del otro. Ana del futuro y su ángel de la guarda, es decir, mi ángel de la guarda. Tan pronto como me di cuenta, sentí un estremecimiento.
Al lado de cada Ana, sentado o parado a sus espaldas, el mismo ángel se repetía en una sorprendente escena. -Y bien.!-dijo Ana Pequeña- Las convoqué a este encuentro, como ustedes saben, porque ya ha llegado el tiempo de juntar nuestras fuerzas. La alegría, la esperanza, la certeza, la fe a toda prueba, el deslumbramiento, la frescura, la inocencia, la audacia, el valor, la pasión. Al hablar, iba mirando a cada una a medida que nombraba las fuerzas que identifican los instantes más plenos, los momentos más intensos de mi vida.

-Y por último, el misterio.. -dijo, finalizando la presentación
observando a AnaFutura, quien sonrió casi imperceptiblemente -El encuentro es en el tiempo presente -continuó la pequeña con ojos sabios, porque aquí nos quedaremos desde ahora. -Es lo que corresponde: somos tus fuerzas más poderosas y estamos dispuestas a acompañarte en este momento trascendente! -Jamás nos separaremos -dijo sorpresivamente Anafutura-, ni por un instante. -Sonrió, y la sonrisa movió las ramas de los pinos como si una fuerte brisa las acariciara.
Todas sonrieron con ella.
-¿Estás de acuerdo? preguntó AnaPequeña, mirándome. Hoy puede pasar algo tan importante que marcará una línea divisoria en tu vida. Habrá un antes y un después.. ¿Qué dices?: ¡Aceptas a todas tus fuerzas?
Todas me miraron. También lo hicieron los ángeles, los gnomos, las hadas, los personajes de los cuentos y no sé que otras misteriosas presencias que intuí mirando la escena a través de los pinos. El momento era decisivo.
Cómo nos cuesta aceptar a todas nuestras partes poderosas. A las fuertes, a las confiadas, a las decididas, a las creativas, a las espléndidas.. a las felices. Las miré con gran ternura y asombro. Habían venido a ofrecer su presencia, sus muchas ganas de vivir.
Algo estaba por suceder y quizá por eso habían venido en un momento crucial. Podía decir no y retroceder a un lugar más lógico y conocido, al lugar del razonamiento. Decirles que ya no existían, que las cosas ahora eran diferentes, que ellas no eran más que una alucinación Pero también podía decir sí, y aceptar el desafío. Entonces iría con ellas a un lugar absolutamente nuevo. Sería el ser auténtico que vino a cumplir su destino. Renacería.. sería yo misma. Quizá parecida a mi alma, a esa mujer vestida de fiesta que vi reflejada en los espejos? Los pájaros callaron… El ángel de la guarda se deslizó suavemente hasta quedar muy cerca de mí. Me miró directamente a los ojos, esperando la respuesta.

Finalmente asentí con un tímido gesto. La emoción me impedía hablar, un estremecimiento recorrió mi cuerpo, AnaPequeña fue la primera en acercarse y fundirse en un abrazo conmigo. Luego, una a una me envolvieron con su cariño balbuceando palabras de felicidad y aliento. – Nunca, nunca más nos separaremos.-Llorábamos confundidas en un estrecho abrazo que nos reúne a través del tiempo. Los ángeles se unieron felices al festejo, es bien sabido cómo aman la alegría y los reencuentros. Mientras tanto, el crepúsculo había avanzado oscureciendo el cielo poco a poco. La luminosidad de los ángeles daba una tonalidad dorada a todas las siluetas, haciendo todavía más mágica la maravillosa reunión.
-¡Debemos regresar a la aldea antes de la noche! -dijo de pronto el ángel de la guarda-. Es preciso encontrar la misma puerta que abrimos al venir aquí. De lo contrario, no podríamos volver. El camino es desandar nuestros pasos. Las leyes de los reinos sutiles son muy precisas: sólo es posible regresar a la realidad por el mismo camino pero en el orden inverso. Éste es también el secreto de los espejos.

Partimos de inmediato en una larga caravana, siguiendo la luz del ángel. No sé cómo pasó, pero al atravesar la pesada puerta de madera que comunicaba con la aldea sólo quedamos visibles el ángel y yo Llegamos en el momento exacto para retomar el bordado, Antes de sentarme en mi silla, el ángel susurró en mi oído rápidamente:
-Cuando necesites una respuesta, mira el cielo. Si ves esta estrella, la primera del crepúsculo, parpadeando, la respuesta es SÍ!-y diciendo esto, desapareció.
Retomé el lienzo y la aguja. Eramos nuevamente siete. Una cruz, dos, tres, cuatro, cinco Mi corazón latía desbocado mientras mis manos bordaban pacíficamente.

Mmmmmm… escuchéotravezelzumbidonuevamenteelzumbido… Mmmmmmmmmm..unacruzunaestrellaunacruzunaestrellayyaestoyvolviendo- unacruzyunaestrellametraenderegreso…
De repente todo retomó a la normalidad, vamos, es hora de tomar algo caliente, entremos en la casa porque está refrescando -dijo María, levantando la vista como si nada hubiera sucedido.
Las bordadoras también interrumpieron la tarea y se saludaron. Llevándose cada una de su silla, desaparecieron tan misteriosamente como habían llegado. El sol se había ocultado en el horizonte. Las Anas no estaban visibles pero yo podía percibir su presencia. Por alguna risa demasiado fuerte… o por mis ganas de saltar como una niña… O por ese
calor repentino que me quema el cuerpo, o por esa emoción
tremenda que hacía estremecer a mi alma. María tomó su banco, yo el mío, y entramos en la casa. Nos esperaba una mesa servida. –El café caliente con pasas de uva, nueces y pan -me explicó María- tiene el efecto instantáneo de conectar el alma a la tierra. Aún después de las más increíbles experiencias.
Me reí de repente, con una alegría incontenible.

¿Te gustó bordar con nosotras? -preguntó María, inmutable, tomando su café. -¿Qué sucedió? -pregunté con entusiasmo.
-Pasamos a otro nivel de conciencia.
-Por qué se quedaron dos de las bordadoras? -Para asegurar el regreso de las otras. Si alguna se demorara más de la cuenta, saldrían a buscarla. La cofradía de las bordadoras es antiquísima y tiene reglas muy estrictas. El riguroso secreto sólo es compartido por los niños y está protegido por la lealtad entre las integrantes del sexo femenino. La innata libertad de la mujer y su poder debió ser ocultado. Sólo fue revelado a los alquimistas, quienes tienen una visión respetuosa de lo femenino totalmente diferente de la de los no iniciados. La Conspiración de la Gracia está
develando estos conocimientos. ¿Encontraste tus partes felices y
poderosas?

Si, a todas -dije, y me pregunté cómo se había enterado María de lo sucedido. Lo que viste en Petra Tou Romiou te preparó para este encuentro con las bordadoras de la cofradía. Todo está encadenado, tiene su secuencia. La reunión de todas tus fuerzas se preparó para que pudieras abrir la primera puerta de la ALBEDO.

-Cuál es esa puerta -La de María, la Virgen. La Shekinah para los judios. La Madre Universal para todos los credos. Hoy es domingo. En poco más de media hora, cuando salga la primera estrella en esta noche de luna nueva, se oficiará una misa en la capilla de la aldea, Ven a la ceremonia, es todo lo que puedo decirte por ahora. Quería preguntarle a María tantas cosas… y no me animaba: la aldeana parece ser de pocas palabras, una mujer de experiencias directas. Creo que no se andaba con vueltas. Al rato me recosté y me dediqué a observar el cielo de Chipré a través de la pequeña ventana. Las partes felices de uno mismo, reflexioné mirando la oscura noche de luna nueva, parecen tener el poder de perpetuarse en el tiempo. Será que cuando vivimos alguna situación especialmente feliz, esa parte nuestra se
plasma en el éter con vida propia? Disponemos, sin saberlo, del poder de llamar una a una nuestras partes espléndidas y recobrarlas en el presente?
Una estrella comenzó a parpadear. Primero, ínfimamente.. y luego con fuertes destellos. Es la primera de la noche. Me estaba dando una clara respuesta…

Pacha Pulai

A mi hija .. con amor ..