Los sonidos de las campanas atravesaron el crepúsculo y ascendieron hasta las nubes. Siguieron subiendo más alto… Más y más alto.. Hasta llegar a oídos de los ángeles, que escucharon el llamado y comenzaron su descenso. También los que estaban en misión especial en la tierra reconocieron la consigna: los estaban convocando… Los ángeles de la guarda, por su parte, dependían de sus protegidos para poder presentarse en la ceremonia de la misa. Sus movimientos estaban
condicionados por la decisión que tomaran el humano al cual habían unido sus destinos. Esto es bien sabido… los ángeles de la guarda jamás se alejan de sus protegidos.
María de Chipre ya estaba del todo lista cuando bajé apresuradamente por la escalera. Me había puesto el clásico vestido negro de las aldeanas y un pañuelo en la cabeza, al igual que hizo ella.
Caminamos despacio por las callecitas de piedra. El aroma de cedros, rosas y olivos, las casas tenuemente iluminadas y los sonidos de las campanas creaban un clima apacible y tranquilo. Los aldeanos iban subiendo cuesta en pequeños grupos. Los hombres recién llegaban del campo
-En tiempo de siembra no se descansa ni los domingos -aclaró María.
Las mujeres, de rostros impenetrables, conversaban animadamente, con decenas de niños colgados de sus polleras, en brazos o corriendo alrededor.
La capilla era del más puro estilo bizantino, con cúpulas y anchos muros de piedra. Sólida, segura, terrestre, tan bien plantada sobre la cumbre de la montaña.
-Ojalá yo pudiera ser tan firme como esa humilde capilla sobre la cumbre de la montaña… -musité emocionada-. Ojalá aprendiera a ser como esas aldeanas, que pasan silenciosamente del misterio a la cocina, del misterio al bordado, del vuelo al abrazo simple del niño. Ojala el cielo no me maree sin remedio con inmensidad y desmesura.. …
Ojalá pueda aprender, paso por paso, a ser una alquimista. Ojalá mis pies caminen bien apoyados sobre la tierra. Ojalá mi cabeza pueda llegar hasta el cielo y mi corazón sea un atanor, lugar de transformación y cambios.
Dije en voz baja esa oración espontánea, sintiendo que jamás olvidaría aquel momento.
Nos acercamos a la pequeña capilla. Me llamó la atención ver que los aldeanos se despedían emocionados en la puerta antes de entrar.
El interior de la capilla estaba en una penumbra apenas iluminada por cirios de pura cera amarilla. Las paredes y las cúpulas brillaban íntegramente revestidas con láminas de oro. Increíbles columnas labradas sostenían sin esfuerzo la estructura. Los iconos cubrían los muros. ¡En la austeridad de la aldea apareció de la nada una explosión inesperada de riqueza!
-El altar de las iglesias ortodoxas separa lo profano de lo sacro con una especie de pantalla ornamentada en oro y pinturas y sagradas
-dijo María en un susurro-. Tiene tres puertas. El sacerdote entra y sale por ellas todo el tiempo, simbolizando su rol de nexo entre lo secreto y lo develado. El altar propiamente dicho, lugar de transmutación y consagración, está del lado secreto de la pantalla. Allí sólo entra el sacerdote, vestido con increíbles ropajes bordados en oro y piedras agregó, colocándose la mantilla en la cabeza al modo antiguo.
Hice lo mismo sin saber por qué. Entonces, como leyendo mis pensamientos, me dijo: -El velo nos separa de la existencia cotidiana, cubrirse con él es una manera de entrar en intimidad con Dios.
Al levantar la mirada vi una enorme cúpula central pintada, pintada de azul y dorado. Representaba la bóveda del cielo y tenia grabado un gran triangulo que contenía el ojo de Dios.
Señala el este susurro María- El Oriente, el lugar donde nace el sol, el despertar espiritual.
Enormes incensarios de bronce se balanceaban, pendían de algún lugar invisible franqueando el altar secreto y perfumando el ambiente.
Mirra, estoraque, incienso -aclaró la aldeana (aunque.. ¿sería una aldeana?) Los lugareños entraban silenciosamente… y permanecían de pie. -Estar de pie es un gesto de realeza -musitó María a mi lado, de conciencia despierta, de verticalidad. Permanecer de pie, con pleno conocimiento de lo que se está haciendo, es un gesto de poder. Así se entra en la casa de Dios. ¡Así entran los hijos en la casa del Padre!
De pronto, un canto coral que provenía de algún lugar recóndito de la iglesia estremeció las llamas de las velas, que comenzaron a crepitar.
-En las ceremonias ortodoxas el coro está oculto -dijo María, emocionada-. Conocemos bien el misterio del canto y su efecto inmediato de comunicación con lo divino. La Iglesia Ortodoxa conserva maravillosamente la distinción entre el Kairós y el Cronos.
Pasando el umbral, sólo hay Kairós, espacio sin tiempo, símbolos, puertas que comunican dos realidades graciosamente unidas. Francamente no habla como una aldeana, pensé.
Había un no sé qué mágico y deslumbrante en esa capilla ortodoxa perdida en las montañas de Chipre. Algo así como un recato, un pudor ante lo sagrado, que me hizo sentir la presencia del cielo y hablar en susurros.
En ese momento el coro elevó sus voces, las campanas sonaron tres veces y apareció el oficiante atravesando majestuosamente una de las misteriosas puertas del altar. – ¡ Gabriel ! -exclamé casi gritando, tapándome la boca.
María sonrió con disimulo.
Gabriel estaba magnífico, vestía de blanco y oro y sus ojos negros brillaban más que las piedras preciosas que recubrían íntegramente la túnica enteramente bordada.
Comenzó la ceremonia litúrgica … Gabriel entraba por la puerta izquierda hacia el misterioso altar y salía por la derecha.
– Está uniendo los opuestos – aclaró María. La puerta izquierda es lo femenino. La puerta derecha lo masculino. En la cabalah o árbol de la vida de la tradición judía, la izquierda es la puerta de la madre y es llamada rigor. La derecha, puerta de la energía o puerta del padre es llamada misericordia.
<< Definitivamente no es una aldeana, pensé.>>
Nuestra vida fluctúa entre etapas donde predominan el rigor, la disciplina, las leyes de la forma; y entre etapas donde todo es misericordia, fluidez, liviandad y energía. Entre estos dos estados hay un camino diferente: el camino del medio, la puerta central tiene el secreto alquímico de este camino. Es la puerta de la gracia.
El Coro calló repentinamente.
Los incensarios se balancearon movidos por manos invisibles .. cerré los ojos, aspirando el dulce aroma del incienso.
En ese preciso momento, una aldeana comenzó a repartir velas entre los presentes. No sé si fue mi imaginación, pero podría jurar que en el instante en que recibí mi vela ví una capa dorada cubriendo sus hombros. ¿ Sería él ?, me pregunté entre el humo del incienso .. algo estaba por suceder. Esa señal y el silencio siempre anticipaban algún acontecimiento. Busqué al aldeano de las velas tratando de divisarlo en la bruma, pero ya había desaparecido.
Entonces Gabriel comenzó un relato … a la manera en que me había contado la historia de los dioses a orillas del mar. Con su voz profunda e intensa habló de Nazareth, una aldea pequeña dijo, sin importancia alguna para el imperio romano.
Allí nació María Virgen, la elegida para llevar a cabo la primera hora alquímica: dar a luz al niño divino… No era una reina, ni una emperatriz, ni siquiera una sacerdotiza. Era, si, la más pura, la más diáfana materia prima de la tierra. La más transparente a la luz, siendo totalmente humana. La más fuerte, tanto como para poder contener en sí el germen del cielo. María Virgen era, sobre todas las cosas, inocente .. La inocencia, aliada al cielo se vuelve poderosa. ¿ Por qué este poder es revolucionario, tanto para aquellos días como para hoy mismo? ! Porque la inocencia desconoce el miedo! Esto es lo más perturbador. Por eso es un poder absoluto. Y les diré que este poder es también llamado Pureza.
“Vayamos ahora a ese momento decisivo, cuando el cielo mandó un mensajero a la tierra… ¡Qué extraordinaria humildad, la del poderoso cielo! Hacer una pregunta y esperar la respuesta.
Los aldeanos estaban de pie con los rostros iluminados suavemente… transfigurados. Sus ojos brillaban y de sus cuerpos se desprendía un suave resplandor que seguramente no se debía a las velas encendidas que sostenían sus manos.
– El mensajero era un ángel, continuó Gabriel- . Maravillas de maravillas… Lo más bello de los cielos desciende humildemente a la tierra para hacer una pregunta y esperar la respuesta. Jamás me había detenido a meditar en este hecho. El cielo, el Dios Todopoderoso, ¿no tiene acaso todas las respuestas?
Dios envía a su ángel para proponerle a María una historia nueva continuó Gabriel. Es para ella y para toda la humanidad, algo audaz, extraordinario, algo nunca visto.
Gabriel me miró intensamente al decir estas palabras. ¿ o me había parecido?
-El cielo envía a su ángel a la única persona capaz de tomar una decisión fuerte y absoluta. María de Nazareth es, hasta ese momento, sólo una posibilidad. Es posibilidad de cambio, es territorio libre y disponible para que en ella entre Dios. Todos somos potencialmente ese territorio. María de Nazareth … ¿Estaría en su casa? ¿Estaría observando el cielo y, en ese preciso instante que cambiaría su destino, recibió la señal del ángel? ¿ Estaría sola, y posiblemente en algún lugar aislado? Muy parecido a un atanor, silencioso, secreto … hermético.
Gabriel lograba crear la imagen perfecta con sus palabras, a tal punto que casi era posible visualizar la escena.
-María de Nazaret estaría orando, Se sabe, por referencias concretas, que era una joven extraordinariamente apasionada por el mundo espiritual. Quizá estuviera contemplando un crepúsculo que es de por sí un momento misterioso y revelador. ¡ Momento propicio para que desciendan los ángeles y desembarquen los dioses! Está rodeada de naturaleza, árboles, flores y pájaros. Este es el atanor más perfecto y hermético que existe.
Un canto de pájaros y una fresca brisa recorrió el templo en ese preciso instante. Sin embargo, ya había anochecido, la luna nueva estaba oculta en el cielo y los pájaros hacía largo rato habían callado en el Léfkara.
Seducida por el misterio yo escuchaba con atención las palabras de un joven monje griego de ojos oscuros, en una capilla perdida en medio de una capilla perdida en medio de las montañas de Chipre, en tierra de antiguos dioses y en un lugar de encuentro de alquimistas, desde hacía mucho, mucho tiempo. Estaba rodeada de aldeanos .. y todos los presentes, al igual que yo, llevaban vestidos a la usanza del lugar. Sin embargo, yo no soy una aldeana, pensé mirando a mi alrededor, Y ellos,¿ quiénes eran entonces?
El joven monje hizo una pausa, y pasó el fuego a las velas de los feligreses, quienes las fueron prendiendo una a una a medida que recibían la llama que estaba a su lado.
Gabriel continuó el fascinante relato, y me pareció que lo escuchaba por primera vez en mi vida.
-María, la Virgen, permanecía en un estado de contemplación y bienaventuranza. Estaba en un momento de intensa intimidad con Dios. Seguramente por eso el ángel descendió y pudo acercarse a ella sin reparos. Los ángeles raramente se presentan en forma visible y es mucho menos habitual que comiencen a hablar. Pero María, la joven de Nazaret, había sido preparada desde niña para este momento por aquel que la custodiaba, su ángel de la guarda. Es probable que los coros angélicos en pleno estuvieran siempre a su lado. Los serafines, los querubines, los arcángeles sabiendo lo que ella todavía no sabía.
Las velas crepitaban; los pájaros seguían cantando y se escuchaba un rumor de ramas movidas por una brisa misteriosa. Sin embargo, todas las ventanas de la Iglesia estaban cerradas. El ángel, bellísimo, hincó su rodilla en la tierra en señal de respeto. María, extasiada, no sintió ningún temor, sólo una gran turbación ante esta inesperada presencia enviada por Dios. El ángel le explicó entonces el motivo de su visita y la propuesta que venía a hacerle: ” Dios decidió hacerse niño” susurró el ángel de ojos perfectos. ” Vengo a darte esta noticia. El cielo, lo inmenso, lo poderoso se hará pequeño. Dios niño necesita ser recibido, cobijado, acunado, querido. ¿Aceptas María cobijar al cielo? ¿Aceptas gestar al Niño Divino y darle nacimiento?”. Las palabras de un ángel son poderosas. Todas las criaturas de la tierra hicieron silencio… La creación entera contuvo el aliento; callaron las aves, los ríos se detuvieron.
En este punto del relato, los aldeanos se arrodillaron y .colocaron las velas en el suelo. Apoyando las cabezas entre sus rodillas, se encogieron sobre sí mismos como niños en el vientre materno. Los pájaros habían callado y la extraña brisa cesó repentinamente en la Iglesia de Chipre.
Sentí que regresaba a una estado latente y pacífico. Recordaba esta sensación. era muy antigua: la había experimentado en el vientre materno.
La creación entera,- susurró Gabriel – esperaba este momento decisivo desde hacía mucho, mucho tiempo. La respuesta de María podía cambiar el destino de la humanidad. Ovillada como un bebé, sentí desde mi corazón que debía decidir. ¿Aceptaría ser semilla en un nuevo vientre, sin reservas, con audacia? ¿Aceptaría nacer de nuevo? -El sí de María llenó de luz la tierra y llegó hasta el mismo cielo! -dijo Gabriel, emocionado hasta las lágrimas. ¡Hasta los ángeles se estremecieron!
En la capilla de esa pequeña aldea de Chipre, los aldeanos, al igual que María de Nazaret, supieron que era momento de tomar una decisión. En el instante mágico en que Gabriel reproducía con sus palabras la anunciación de la Virgen María, entre la penumbra de las velas y el incienso, las voces de los ángeles musitaron en el oído de cada uno de los aldeanos, la pregunta decisiva:
-¿Aceptas anidar al cielo en tu alma?
con énfasis:
Cada uno eligió la respuesta que su corazón le dictaba. Sin dudar, con una alegría incontenible, dije -Sí, acepto. Acepto ser lo nuevo, acepto lo espléndido. Sentí que la Virgen me estaba sosteniendo, porque todos somos sus niños cuando renacemos.
Entonces Gabriel comenzó la oración que inicia la obra en blanco, la Albedo. La oración que gesta la nueva vida sólo con pronunciarla intensamente. Yo conocería ahora, por primera vez su poderoso efecto.
Los aldeanos se pusieron de pie, también María la alquimista y yo, la peregrina del camino de los misterios.
-«Dios te salve María. Llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres. Bendito es el fruto de tu vientre Jesús. Santa María, Madre de Dios. Ruega por nosotros, pecadores. Ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén
María de Varsovia, de pie en el oratorio, terminó de pronunciar la oración a la Virgen y observó el fuego del atanor.
-El primer umbral de la obra en blanco está cumplido… gracias a Dios –dijo mirando a Marysia; ambas tenían los ojos brillantes, noté que estaban muy emocionadas-. El primer si es el si de la Concepción. Hay momentos de decisión en nuestra vida, donde se nos da la oportunidad para hacer cambios absolutos. Éste es uno de ellos. Podemos aceptarlos… y decir sí. También podemos pasarlos por alto y decir que no.
-Y los peregrinos de las otras tradiciones, qué oraciones pronuncian? -preguntó Jurek, visiblemente emocionado, aunque tratara de disimularlo.
-Hay tres salmos que tienen el mismo, mismísimo efecto… La voz de María resonó en el laboratorio de Varsovia. ” Tu visitarás la tierra, tu la riegas, tu la colmas de riquezas .. ” Al pronunciarlos, la Shekinah de los hebreos responde al llamado y recibe a los peregrinos. También los musulmanes, en sus Ramaderviche, oran con poseías muy bellas a la Madre Divina: ” Entrad vosotros y vuestras esposas en el jardín de las delicias ”