Los científicos consideran que el sistema nervioso entérico (nuestro segundo cerebro) puede memorizar ciertas emociones y sufrir de estrés. Entonces las neuronas intestinales no solo controlan la digestión; ellas también producen sustancias psicoactivas que influyen en el estado anímico y además sintetizan benzodiazepinas, que tienen efecto tranquilizante.
Todo indica que el síndrome de colon irritable se origina en el cerebro intestinal o bien que este se halla implicado de manera fundamental. Los síntomas intestinales traslucen la personalidad y los conflictos psíquicos. La inseguridad, el miedo, la rabia, el control y otros factores similares producen retención y el consiguiente estreñimiento, úlceras intestinales o colon espástico.
En el intestino, donde se conectan las realidades interna y externa, se pueden retener aspectos de la propia personalidad que da miedo liberar.
N., una mujer joven pero muy herida emocionalmente y poco feliz, no podía ver nada positivo ni salida alguna a sus problemas. La muchacha sufría con una tremenda hinchazón, dolores abdominales, estreñimiento que alternaba con episodios de diarreas, le costaba mucho hacer las digestiones y tolerar los alimentos. Todo esto era compatible con un colon irritable. Después de cada pelea o situación de frustración con su pareja, su intestino neurótico casi la discapacitaba; comenzaba con intensos dolores espásticos y bloqueos digestivos.
Le costó volver a cuidarse y recuperar sus funciones digestivas, ha sido un camino largo con muchos desvíos, pero lo ha conseguido. En el caso de N. ha sido especialmente eficaz organizar un trabajo médico y terapéutico de Diálogos con el Cuerpo , que le ayudaron a reconectarse con su ser interno, reconocer su propia personalidad y necesidad. Es como si ella, por fin, hubiera aprendido a escuchar a sus tripas, a su segundo cerebro. Recuperó las fuerzas y la confianza, se llenó con luz y positivismo y cumplió todos los tratamientos de desintoxicación y nutrición. Su sistema digestivo, todavía frágil y sensible, se recuperó y su colon irritable ya se encuentra bajo control.
Las emociones desempeñan un papel fundamental en los trastornos entéricos. Casi todos los pacientes con síndrome de colon irritable presentan problemas mentales y emocionales, como ansiedad, fatiga, agresividad, depresión o alteraciones del sueño.
Una diarrea puede ser resultado del miedo, que multiplica los estímulos sobre los circuitos productores de serotonina.
Una paciente mía con síndrome de colon irritable me habla sobre un brote de las diarreas agudas porque está atravesando un proceso de divorcio.
Otro, un hombre joven, suelta todo de su tripa con dolor y «espumas» después de comer cada domingo con su madre. El muchacho tiene impresos en sus dos cerebros recuerdos muy traumáticos de su infancia y la relación con su madre le produce mucho dolor y rabia.
Una teoría sostiene que los afectados -en sus cerebros digestivos- aprendieron durante la infancia a desarrollar molestias para hacer frente a situaciones de estrés. Digamos que provocaban un cambio de escenario: de esa manera conseguían que la preocupación por el síntoma físico dejase en segundo plano cualquier otro problema o dificultad.
En una entrevista detallada, el paciente con Sil recupera habitualmente los recuerdos lejanos sobre algunas situaciones emocionales difíciles y repetitivas y donde su único escape era «el dolor abdominal». Por lo tanto, las molestias intestinales pueden revelar una dificultad para afrontar los retos que presenta la vida. El poder ayudarles es un trabajo desafiante.
Volvamos al tema de los cerebros hermanos que se influyen entre sí y pueden alterar las funciones de uno o de otro.
Ya hemos visto que las consecuencias intestinales de las emociones fuertes no son esotéricas o representan conceptos meramente teóricos; para la mayoría de las personas son problemas reales de la vida cotidiana. El cerebro, por lo tanto, se presenta como un autor obvio del dolor intestinal. La ansiedad, una pelea con palabras duras, un enfrentamiento emocional, una decepción pueden estar acompañados con diarrea y retortijones intestinales. Algunas personas ya están tan acostumbradas a la música de sus intestinos, que si no se presentan, no pueden llegar a reconocer siquiera que se encuentran ansiosos o estresados.
No obstante, el sistema nervioso entérico, por cuenta propia, puede causar la disfunción intestinal sin la participación o la influencia del cerebro principal. El dolor o la sensación de malestar en sus abdómenes que los pacientes mencionan puede ser real y estar desencadenado por anormalidades físicas o químicas de sus intestinos. Y como consecuencia de este malestar inicial les cambia el humor y les influye en la personalidad.
Existe una palabra argentina, «entripado», puede aludir a unas molestias fuertes de la tripa o a un enfado extremo o a un agotamiento emocional. Y que el estómago «se cierre» en una situación estresante o que parezca poblado de mariposas ante el amor también tiene una explicación científica que se refiere a la alteración de su segundo cerebro, el sistema nervioso entérico.
«Irritable» significa que las terminaciones nerviosas de la cubierta del intestino están inusualmente sensitivas, que los nervios que controlan la musculatura del intestino están inusualmente hiperactivos y que las neuronas del sistema nervioso entérico producen cantidades excesivas de neurotransmisores. El resultado es que el intestino responde exageradamente a un suceso que puede ser totalmente normal, como es el paso de ciertas comidas, gas o líquidos por el mismo, que le lleva a una actividad muscular inapropiada, que puede detener momentáneamente el movimiento intestinal o desembocar en la necesidad imperiosa de expulsar material del intestino en un momento inadecuado.
La distensión abdominal es el síntoma dominante y puede resultar notorio en la persona afectada. Nunca es constante y puede aparecer y desaparecer en un corto periodo. Es típico que empeore durante el día y rara vez por la noche. Se dice que es un trastorno que deja dormir.
El SII empeora y da nuevos brotes también en las situaciones de cansancio, fatiga, falta de sueño, también con las comidas picantes, el alcohol y con determinados medicamentos.
Durante muchos años, a las personas que tenían dolor abdominal crónico se les ha dicho que sus problemas eran imaginarios o emocionales… Los pacientes que se presentan en la consulta con problemas que no se pueden resolver ni diagnosticar claramente son clasificados con frecuencia de mentalmente inestables. En la práctica médica diaria, desgraciadamente, muchos médicos piensan que los pacientes con desórdenes funcionales gastrointestinales, como por ejemplo el síndrome de colon irritable, están muy preocupados y centrados en sus intestinos y que en realidad todos esos trastornos son menores y que el dolor es mínimo. ¿Cómo podemos saber de verdad que el dolor que mencionan los pacientes es mínimo? Al no encontrar evidencias que a nuestros ojos justifiquen aquello referido por los pacientes, terminamos clasificando estas afecciones como de origen psicógeno y no ofrecemos ayuda alguna.
Es evidente que las características evitadas o no reconocidas de la función de un órgano, son la clave de un conflicto que la persona está negando o eludiendo, o no aceptando por algún motivo.
En ocasiones, no es lo negado lo que aparece como motivo central del malentendido, sino las características que la persona le atribuye al órgano y a la exigencia de que la cumpla, frente a la rebeldía del ” acusado “, al que no se le acepta como es. Esta situación se da con llamativa frecuencia en el aparato digestivo, especialmente en el estómago y en el colon.
En los diálogos se hace patente el sentido que puede tener esa enfermedad para esa determinada persona. Por supuesto, es obvio que si ya se ha iniciado un proceso que la medicina conoce y puede ayudar a revertir adecuadamente, debe continuar, siempre que la persona se dé cuenta de que la medicina está ayudándola solo en un aspecto de su cura. La cura radical ocurrirá en la medida en que la persona sea capaz de ir dándose cuenta de que este cuerpo y esta vida que lo anima son algo más que su propia casa: son un universo en sí, que contiene todas las preguntas y las respuestas de todo aquello que buscamos afuera.