En el instante del amor,
el pasado y el futuro no existen.
El amor te abre al infinito,
a la eternidad de la existencia.
Ser hombre o mujer es un milagro permanente ya que provenimos de hechos en verdad asombrosos. El primero es resultado de la aparición de la vida en el universo infinito, callado, silencioso, moviéndose armónicamente con una cadencia permanente dentro del orden cósmico que nos dio origen. El segundo, más sorprendente aún, es la existencia de vida inteligente que, por lo que se sabe, solamente se da en el planeta Tierra. El tercero
es el fenómeno siempre maravilloso de una humanización siempre en constante ascenso, consecuencia de este largo proceso que nos conduce a una conciencia cada vez más elevada. En verdad, la nuestra es una historia de racionalidad vuelta sobre sí misma.
Consciencia de la conciencia que se multiplica como si habitáramos una selva de espejos infinitos, de todos tamaños y colores; reverberación incesante que conduce por caminos ascendentes. Pocos se dan cuenta del milagro. Fenómeno que se torna aún más difícil de entender cuando nuestras vidas experimentan algo más encumbrado aún: el amor. Esto
nos conduce a pensar que la vida y sus expresiones, como la creación y el amor mismo, son milagrosas, si por milagro entendemos algo que todavía escapa a nuestra comprensión.
DELEITES ETERNOS
El universo es un horno de luz estelar, saturado, consumido por el tiempo. Las cosas arden, cambian, se degradan y mueren. La vida que nuestros ancestros detectaron en cada ente animado, terrenal o celestial, es una rareza cósmica. Y lo es en el sentido más fundamental: toda forma de vida, terrestre o extraterrestre, antigua o moderna, únicamente es concebible como un fenómeno de flujo de energía, de intercambio material en un cosmos bañado por la vasta energía estelar. Las estrellas —nuestro Sol en el caso de la vida terrestre—proporcionan la energía para el funcionamiento de la vida. La operación básica de la vida consiste en atrapar, almacenar y convertir la luz estelar en energía utilizable. En la fotosíntesis se incorporan fotones para la construcción de cuerpos y la producción de alimento; son la principal fuente de energía para los dos placeres más básicos y naturales, el sexo y la comida. La vida sensible se siente atraída por el sexo y la comida porque a base de amar y devorar se mantiene y se multiplica. No todas las especies, sin embargo, necesitan del sexo para reproducirse. En aquéllas que dependen de él, el sexo es una parte crucial del proceso de transformación de energía mediante el cual, y de forma placentera, mantienen y multiplican sus complejidades en este universo saturado de energía. Es más, la inevitabilidad de la muerte era algo ajeno a los primeros cuerpos vivos, que en origen eran inmortales. La muerte que temerosamente contemplamos como el fin de nuestra existencia individual está, como veremos, íntimamente relacionada con la evolución, hace alrededor de mil millones de años, de organismos con reproducción sexual.
A pesar de la mortalidad que recibimos en herencia por nuestra
condición de criaturas que se reproducen sexualmente, el sexo es
magnífico. Nos da placer y produce niños —el futuro de la humanidad—.
Sin el acto sexual de nuestros padres, ninguno de nosotros estaría aquí. En
virtud del sexo, cada uno de nosotros es una entidad que no sólo vive,
respira y piensa, sino que constituye una mezcla única de genes
provenientes de fuentes separadas; en pocas palabras, un individuo único.
La evolución del sexo fue la mayor contribución a la individualidad que el
mundo ha contemplado. Aunque no representa lo mismo para todos los
organismos, a los animales el sexo nos liga a lugares y tiempos remotos.
¿Qué es el sexo?
Es algo que nos confunde no sólo porque tiene que ver literalmente con la confusión de dos seres diferentes, que se revelan así el uno al otro de la manera más profunda, sino también porque tendemos a hacer extrapolaciones erróneas acerca de la importancia de la sexualidad.
¿Qué es ese fenómeno? No lo conocemos realmente.
Sabemos muchas cosas acerca del sexo, cosas que nos
han trasmitido. Tal vez hemos experimentado el acto sexual,
pero con remordimientos, con una actitud supresora, con urgencia,
con prisas; como un desahogo. Entonces el acto sexual no
es un acto amoroso, no te quedas realmente satisfecho, pero
tampoco puedes prescindir de él. Cuanto más tratas de vivir sin
ello, más te atrae; cuanto más lo condenas, más te tienta.
No puedes suprimirlo, y esta actitud negativa, destructiva,
destruye la mente, la consciencia, la sensibilidad que se precisa
para entenderlo; y el sexo continúa, pero sin sensibilidad y por
eso no puedes comprenderlo. Solamente una sensibilidad profunda
puede hacerlo; una experiencia y un sentir profundos,
pueden hacerte entender todo. Podrás entender el sexo si te
acercas a él como un poeta se mueve entre las flores —sólo entonces.
Si sientes remordimientos acerca de las flores, quizá pases
a través de un jardín, pero lo cruzarás con los ojos cerrados,
con prisas, con una urgencia desquiciada —tienes que salir de
ahí. ¿Cómo puedes percibir, ser consciente, de ese modo?
Por eso el Tantra ( conocerse a uno mismo a través de la sexualidad ) dice: acéptate comoquiera que seas —un gran misterio de energías multidimensionales. Acéptalo, y experimenta cada energía con profunda sensibilidad, con consciencia, con amor, con entendimiento. Experimenta con ello… entonces, cada deseo se convierte en un vehículo para ir más allá
de él. Cada energía se convierte en una ayuda; entonces, este mundo es el nirvana,( estado supremo de felicidad y plenitud ) y este cuerpo un templo, algo sagrado.
Lo que ves como enemigo -la codicia, la ira, el odio, el sexo o cualquier otra cosa—, tu actitud de abordarlo así es lo que lo convierte como tal. Recíbelo
como un regalo divino, abórdalo con gratitud en tu corazón. Por ejemplo, el Tantra ha desarrollado muchas técnicas para transformar la energía sexual: aborda el acto sexual como si entrases en un templo divino, como si fuera una plegaria o una meditación; siente lo sagrado que ello contiene. Por eso, en Khajuraho, en Puri y en Konarak, cada templo tiene esculturas maithun. Las esculturas de actos sexuales en los muros del templo parecen ilógicas, especialmente para el cristianismo, el islam, el jainismo. Parece inconcebible, contradictorio, que estos templos tengan imágenes maithun. En el exterior de los templos de Khajuraho hay imágenes de todos los actos sexuales posibles. ¿Por qué? Para nuestra mente esas imágenes no tienen cabida en un templo. El cristianismo no puede concebir una iglesia
con las imágenes de Khajuraho. ¡Imposible!
El Tantra dice: aborda el acto sexual como si entrases en un
templo sagrado; por eso sus templos sagrados contienen imágenes
de actos sexuales. Para que en tu mente permanezcan asociados
y sientas que entre lo terreno y lo divino no hay conflicto,
que son una unidad. No se contradicen, son polos
opuestos que se ayudan mutuamente. Y pueden existir únicamente
debido a esta polaridad; si ésta desaparece, se pierde todo
este mundo. Así que percibe la profunda unidad subyacente; no
percibas sólo los polos opuestos, sino el interior subyacente que
los hace uno.
Mientras eres amada, dulce princesa, entra en el amor como en la vida eterna.
Cuando amas a alguien, ¿estás ahí como amante? Si estás ahí, te hallas en la dimensión del tiempo, y el amor es falso, pseudo; si todavía estás ahí y puedes decir «soy», quizá podrás estar cerca físicamente pero espiritualmente estarás separado.
Cuando estás enamorado, no eres: eres sólo amor; te vuelves
amor. Acariciando a tu amada, a tu amado, vuélvete la caricia;
besando, no seas el que besa, ni el que recibe el beso, sé el
beso. Olvida el ego completamente, disuélvelo en el acto; entra
en el acto tan profundamente que el actor desaparezca.
Si no puedes entrar en el amor, te será difícil entrar en el andar
o en el comer. Te resultará muy difícil porque el amor es la
forma más fácil de disolver el ego; por eso los egoístas no pueden
amar. Pueden hablar, cantar, escribir, acerca de ello, pero no
amar; el ego no puede amar.
Shiva ( Trinidad Hinduista ) dice: «Vuélvete amor. Cuando estás abrazando, vuélvete el abrazo, vuélvete el beso. Olvídate a ti mismo completamente,
de forma que puedas decir: «He dejado de ser; sólo el amor existe». Entonces ya no es el corazón el que late, es el amor; ya no circula la sangre sino el amor; ya no son los ojos los que ven, el amor ve; las manos ya no se mueven para tocar, el amor las mueve».
¡Vuélvete amor!, y entra en la eternidad. El amor, de repente, te cambia de dimensión; te saca de la dimensión del tiempo y te coloca frente a lo eterno.
El amor, para Shiva, es la gran puerta. Y para él el sexo no es algo condenable; es la semilla, y el amor, su florecimiento. Si condenas la semilla, condenas la flor. El sexo puede volverse amor; si nunca se transforma en amor es porque está lisiado.
Condena la alteración, no el sexo. El amor debe florecer; el
sexo debe convertirse en amor. Si no evoluciona, no es un fallo del sexo; es tu fallo. El sexo no debe permanecer como tal —ésa es la enseñanza
del Tantra—, debe transformarse en amor; y éste, no debe permanecer
amor, debe transformarse en luz, en una experiencia
meditativa, en la suprema experiencia mística. ¿Cómo transformar
el amor? Sé el «acto» y olvida el «actor». Cuando ames, sé
amor, simplemente amor. Entonces no es tu amor, ni el mío, ni
el de ningún otro: es simplemente amor. Cuando no estás ahí,
estás en manos de una fuente suprema, de una corriente, estás
enamorado. No eres tú el que está enamorado; es el amor el que
te ha engullido, tú has desaparecido. Te has convertido en una
energía que fluye.
El sexo es una energía inocente, la vida fluyendo dentro de ti, la existencia viva en ti. No la mutiles; permítela que se eleve. El sexo debe volverse amor. ¿Cuál es la diferencia?
Cuando tu mente es sexual estás explotando al otro, que es entonces
nada más que un instrumento para usar y tirar; cuando
el sexo se vuelve amor, el otro no es un instrumento, no es explotado.
El otro no es realmente el otro. Cuando amas, no estás
centrado en ti mismo. Al contrario: el otro se vuelve significativo,
único. No lo estás explotando, no. Al contrario, ambos os unís en
una profunda experiencia. Son compañeros en esa vivencia, no
un explotador y un explotado. Se están ayudando el uno al otro
a entrar en un mundo diferente, de amor. El sexo es explotación.
El amor es avanzar juntos hacia un mundo diferente.
Si este acercamiento no es momentáneo; si se vuelve meditativo;
si puedes olvidarte de ti mismo completamente, el amado y la amada desaparecen, y sólo queda el amor fluyendo.
Shiva dice: «La vida eterna es tuya».
El sexo transferido a la cabeza es sexualidad;
pensar acerca del sexo es sexualidad.
Vivirlo es algo muy distinto.
Cualquier cosa vivida totalmente te lleva más allá.
…no le tengas miedo a nada. ¡Vívelo!
Cuando estamos con otra persona, la sociedad está presente porque el otro está ahí, y es muy difícil estar tan profundamente enamorado que puedas
sentir como si el otro no estuviera. Sólo en el amor, en una profunda
intimidad, es posible estar con tu amado o con tu amada como si él o ella no estuviera.
Eso es la intimidad: estar con tu amado o con tu amada en una
habitación como si estuvieras solo, sin ningún temor hacia el otro;
entonces puedes adentrarte en el sexo totalmente. De otro modo,
el otro es una presencia inhibidora, te está mirando: «¿Qué pensará
ella? ¿Qué pensará él? ¿Qué estás haciendo, comportándote
como un animal?»
Si hay verdadero amor, entonces puedes comportarte como si
estuvieras solo. Y cuando dos cuerpos se vuelven uno, tienen un
solo ritmo; desaparece la dualidad y el sexo puede liberarse completamente.
Algunas veces es la cosa más hermosa, pero sólo algunas
veces. Cuando el encuentro es perfecto; cuando los dos se
vuelven un solo ritmo; cuando su respiración se ha vuelto una y su
prana fluye en círculo; cuando los dos han desaparecido completamente
y los dos cuerpos se han vuelto una unidad; cuando lo negativo
y lo positivo, lo masculino y lo femenino, dejan de existir,
entonces el sexo es el fenómeno más hermoso. Pero ese no es
siempre el caso.
¡Olvida la civilización!
Como si nunca hubiera existido. Regresa al jardín del Edén.
¡Arroja la manzana, el fruto del árbol del conocimiento! Sed
Adán y Eva antes de ser expulsados del jardín del Edén. ¡Regresa
al jardín del Edén! Sé inocente como los animales y permite
la expresión total de tu sexualidad, y nunca volverás a ser
el mismo.
Sucederán dos cosas: la sexualidad desaparecerá y el sexo permanecerá;
pero la sexualidad desaparecerá completamente. Y
cuando no hay sexualidad, el sexo es divino. Cuando no hay ansiedad
mental, cuando no piensas acerca de ello, cuando se convierte
en una simple implicación —un acto total, un movimiento
de todo tu ser—, es divino. Primero desaparecerá la sexualidad, y
tal vez luego el sexo. Porque una vez que conozcas la esencia profunda
de ello, puedes penetrar en la esencia sin sexo.
¿Cómo esperas entonces alcanzar la esencia?
El primer vislumbre llega a través del sexo total; una vez que lo has conocido, el camino puede recorrerse de diversas formas: simplemente mirando una flor puedes vivir el mismo éxtasis que cuando te fundes con tu
amada o con tu amado; o simplemente mirando las estrellas.
Una vez que conoces el camino, sabes que está en ti. La esposa o el esposo solamente te ayuda a conocerlo, y tú le ayudas a él. ¡Está dentro de ti! El otro solamente lo provoca: es un estímulo, una ayuda para que conozcas algo que siempre ha estado en ti. Y eso es lo que ocurre entre un Maestro y un discípulo: el Maestro puede convertirse en un estímulo porque puede mostrarte lo que siempre ha estado oculto en ti, él no te va a dar nada. No te
puede dar porque no hay nada que dar. Todo lo que puede darse
carece de valor, porque solamente es una cosa.
Lo que no puede darse —sino solamente provocarse— es valioso.
Un Maestro simplemente te provoca, te estimula para ayudarte a que llegues al punto en que puedas reconocer algo que ya estaba ahí. Una vez conocido, no hay necesidad de un Maestro.
El sexo puede desaparecer, pero primero desaparece la sexualidad.
Entonces el sexo se vuelve un acto puro e inocente, hasta que también desaparece. Entonces eres brahmacharya; que no es lo opuesto al sexo sino sólo su ausencia. Recuerda esta diferencia, no eres consciente de ella.
Las religiones antiguas condenan la ira y el sexo como si ambos
perteneciesen a la misma categoría. ¡No pertenecen a la
misma categoría! La ira es destructiva, el sexo es creativo. Las religiones
antiguas condenan ambas cosas de la misma forma, como
si la ira y el sexo, la codicia y el sexo, la envidia y el sexo, fueran
similares. ¡No lo son! La envidia es destructiva, ¡siempre! Nunca
es creativa; no puede aportar nada. La ira es siempre destructiva,
¡pero el sexo no!
El sexo es la fuente de la creatividad. La divinidad lo utiliza
para la creación. La sexualidad es como la envidia, como la ira,
como la codicia: siempre es destructiva. El sexo no lo es, pero no
conocemos el sexo puro; solamente conocemos la sexualidad.
Cuando en el abrazo se agiten tus sentidos, cual hojas de un árbol,
adéntrate en ese estremecimiento.
Sopla un fuerte viento y el árbol se agita, incluso las raíces
se estremecen; cada hoja se agita. ¡Sé como un árbol! Sopla un fuerte viento…; el sexo es un viento poderoso, una energía fluyendo a través de ti. ¡Estremécete! ¡Vibra! Deja que cada célula de tu cuerpo dance. Así debería ser para ambos. Tu amante también está danzando, cada célula vibrando; sólo entonces os fundiréis. Y ese encuentro no será mental, será una fusión de vuestras bioenergías.
Adéntrate en este estremecimiento, y cuando te estremezcas
no permanezcas separado, no seas un espectador, porque la
mente es el espectador. ¡No te alejes! Sé la vibración, vuélvete la vibración; olvídate de todo y vuélvete la vibración. No es tu cuerpo el qué está vibrando, eres tú, todo tu ser. Te has vuelto la propia vibración. Entonces no hay dos cuerpos ni dos mentes. Al principio había dos energías vibrando… al final, solamente un círculo, no dos.
¿Qué ocurrirá en este círculo? Serás parte de una energía
existencial —no una mente social, sino una energía existencial.
Serás una parte de la totalidad, del cosmos; en ese vibrar formarás
parte de la totalidad del cosmos. Es un momento de inmensa
creación: se disuelven como cuerpos sólidos; se vuelven líquidos,
fluyendo el uno en el otro. La mente ha desaparecido. La
división ha desaparecido: son una unidad.
Esto es adwaita: «no-dualidad». Y si no puedes sentir esta
no-dualidad, todas tus filosofías no-dualistas son fútiles; son solamente
palabras. Una vez hayas conocido un instante existencial no-dualístico, podrás a entender Los Upanishads, sólo entonces podrás entender a los místicos cuando hablan de la unidad cósmica, de la totalidad. Entonces dejas de estar separado del mundo, de ser un extraño en él y la existencia se
vuelve tu hogar. Y con esa sensación de «ahora la existencia es mi hogar»,
todas las preocupaciones desaparecen; ya no hay angustia, lucha
ni conflicto. Lao Tse lo llama Tao, Shankara lo llama adwaita, puedes elegir tu propia palabra “Amor “… Y podrás sentirlo en un profundo abrazo amoroso. ¡Vive, vibra, vuélvete la vibración!
No hay dos cuerpos y dos mentes…al final solamente un circulo ,no lo había visto de esta amorosamente manera
Gracias Adri !!!