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La preocupación no elimina el dolor del mañana sino la fuerza del hoy.

Corrieten Boom

Ya desde tiempos inmemoriales las personas han querido dar respuesta a sus malestares y encontrar sentido a sus síntomas, saber dónde está el origen para correr a eliminarlo. Cada época ha ofrecido respuestas distintas a esas inquietudes y en cada ocasión se han tomado como verdades absolutas, por mucho que difirieran entre unas y otras. El objetivo consistía en encontrar un factor que pudiera dar con la causa de una enfermedad, que coincidiera con el cuadro médico, para dar respuesta a la necesidad de saber. Cuando se encontraba un elemento originario de la enfermedad y se daba por válido, se aplicaba a todos los casos que coincidían con sus mismas características para tratar de unificar y agrupar en problemáticas, factores de riesgo y posibles curas o métodos de sanación. De este modo, se han ido repitiendo teorías en las escuelas de Medicina hasta nuestros días, postulados que han ido cambiando según el ojo del observador.
En los orígenes de la historia del ser humano se decía que podía ser cuestión de espíritus, un castigo, el pago de una condena, una fatalidad provocada por el destino, una desgracia, un fallo en la estructura corporal, la mala estrella, una maldición, etc.
En otra época fueron los chamanes los especialistas mágico-religiosos encargados de ayudar a las personas a “extirpar” el mal y a recuperar el alma perdida de la persona enferma arrebatándosela a algún espíritu maligno o sacando del cuerpo algún elemento dañino.
Luego fue cambiando la perspectiva y, entre otros, aparecieron la teoría de los humores u otras explicaciones que no daban con los argumentos suficientes para dar una respuesta definitiva.
De ahí en adelante, miles de explicaciones han intentado encontrar el origen del llamado mal hasta llegar a lo que se conoce como Medicina moderna u “oficial”, que se hace eco de las estadísticas de lo que ocurre en lugares dispares del mundo, convoca a atacar, luchar, cortar, recortar, infiltrar, irradiar o medicar la zona que no funciona y se mantiene en el determinismo lineal, causa-efecto, para describir la aparición de la enfermedad. Esta visión mecanicista no siempre consigue dar una respuesta.

El estrés como causa
¿Alguna vez se han  preguntado por qué cuando estamos sintiendo miedo o ansiedad parece que nos enfermamos más? O cuando pasamos por una época de
estrés, ¿no tenemos la impresión que de un achaque se pasa a otro? Eso mismo quiso investigar un científico estadounidense, Walter Cannon, a principios del siglo XX, cuyo interés se centraba en conocer cómo afectaban las emociones al sistema nervioso autónomo. Este sistema está compuesto de un grupo de nervios llamado sistema simpático y otro que es el nervio vago o parasimpático. Examinó la reacción de los animales ante situaciones de estrés, ansiedad o rabia y concluyó que había una tendencia innata a mantener el equilibrio y la estabilidad internos ante estas situaciones. Esa tendencia la bautizó con el nombre de Homeostasis (del griego Homoios, que significa similar o igual, y stasis, que significa posición o quietud) y dejó referencia de ello en su libro The Wisdom of the Body (La sabiduría del cuerpo), publicado en 1932.
De estas mismas investigaciones surgió otra teoría importantísima para comprender cómo nos afecta el estrés: es el Síndrome de adaptación general o estrés, una reacción que se da en todos los animales y en los humanos. Ante una amenaza o una agresión, los animales o los seres humanos reciben una descarga general del sistema nervioso simpático que los prepara para huir o para defenderse y combatir por su vida. Se trata de preparar el cuerpo para la acción posterior. Son un conjunto de síntomas tanto psicológicos como físicos que se producen en el cuerpo ante una situación de ansiedad.
El investigador que desarrolló la teoría, Hans Selye, nacido en el imperio austrohúngaro y nacionalizado canadiense, fue quien en los años 40 se dio
cuenta de que algunas personas presentaban síntomas físicos que no estaban causados por la enfermedad que padecían o por su condición médica. Su debía ser otra y probablemente el origen estuviera en haberse expuesto a una situación estresante o de ansiedad.
Debemos detenernos un momento para explicar con un poco más de profundidad en qué consiste este síndrome, ya que es fundamental para entender la Descodificación Biológica Original. Lo principal es definir que se presenta en tres fases: la de alarma, la de resistencia y la de agotamiento. Pero vayamos por pasos y adentrémonos un poco más en cada una de ellas.

En la primera fase, la de alarma, el cuerpo se activa frente a una situación potencial de estrés, produciéndose automáticamente una serie de cambios orgánicos que nos preparan para hacer frente a la situación de alerta que detectamos.
¿Qué quiere decir esto? Pues que nuestro sistema nervioso autónomo simpático, que se encuentra en reposo o con poca actividad según lo que estemos realizando, se activa y se pone a trabajar con más intensidad en función de lo aguda que sea la situación de estrés: aparece ansiedad o inquietud, se dilatan las pupilas, aumenta la circulación de la sangre que va hacia los músculos para tener más fuerza, aumenta la frecuencia respiratoria y la frecuencia de los latidos del corazón, disminuyen las contracciones estomacales y todas las funciones que no son absolutamente necesarias para la supervivencia.
En el caso de un animal que es perseguido por un depredador, el cuerpo de ambos se preparará para estar en la posición de “hacer más” y por lo tanto
de estar más cerca del objetivo de cada uno, sea escapar de uno o atrapar al otro, respectivamente.
En todo caso, en fase de simpaticotonía o alerta las funciones de la acción están aumentadas y el sujeto se prepara para enfrentarse a la situación estresante. Retomemos el ejemplo de María, la persona de nuestro primer caso.
Supongamos que estaba muy tranquila, haciendo planes de futuro, contando con algo seguro y que se presenta ante su tía para hablar con ella de sus proyectos.
En el mismo instante en que le dice que ha habido un cambio, que ya no puede disponer del dinero que supuestamente seguía ahorrado, siente una serie de reacciones corporales que le indican que su cuerpo ya no está tranquilo, sino que se encuentra en una posición emocionalmente desagradable para ella. Entendamos desagradable como “me quiero alejar rápidamente de ella”. Se siente inquieta, incomoda y tiene dificultad para pensar con claridad.

Una vez el cuerpo ya está en tensión, se presenta la segunda fase, la de resistencia o de adaptación al evento estresante. Podríamos decir que en este momento el cuerpo ya está preparado y actúa frente a la situación de estrés.
Lo puede hacer de múltiples maneras, ya que se ponen en marcha diversos mecanismos de defensa, como por ejemplo la huida, el ataque o la parálisis. En nuestro organismo se activan procesos tanto fisiológicos, físicos y químicos, como cognitivos, que nos ayudan a tomar decisiones para enfrentarnos a la situación. Reaccionamos ante aquello que nos causa estrés, miedo o ansiedad. Las respuestas que tenemos sirven para sobrevivir a una amenaza a corto plazo. Aunque puede ocurrir que esta segunda fase perdure durante cierto tiempo, no podemos mantenernos en este estado de tensión indefinidamente.
Si sucede, si la persona se adapta a la situación de estrés, lo hace con algún coste asociado. ¿Qué quiere decir esto? Que puede ser que su resistencia general se vea afectada y disminuya; o que mengüe su tolerancia a la frustración; o que aparezcan trastornos psicosomáticos o fisiológicos temporales o permanentes, es decir, que enferme o que disminuya la inmunidad de la persona.
Esto provocaría la llegada a la tercera fase del síndrome, la fase de agotamiento. Si fracasa la resistencia o adaptación, los daños para la persona pueden convertirse en crónicos o irreversibles. Éste es el caso de las personas que viven expuestas a un estrés sostenido cuando en la familia se vive una situación de estrés traumático como, por ejemplo, en momentos de guerra, inseguridad constante, violencia, agresión o maltrato, es decir, cuando no pueden bajar la guardia y permanecen en un estado de estrés constante. Al cabo de un tiempo la persona que ha pasado a la fase de agotamiento comenzará a padecer ligeros trastornos y puede ser que aparezcan patologías que se cronifiquen. Más adelante trabajaremos en mayor detalle este estado. Comprendiendo el largo proceso de evolución de las especies, podemos entender mejor la teoría a la que nos estamos refiriendo, ya que, mediante el desarrollo evolutivo, de forma continua, cada especie ha tenido que producir adaptaciones para sobrevivir al estrés imperante en el medioambiente. Y si no ha sido capaz de ajustarse a estos cambios, la especie ha desaparecido. Esto supone que, o la especie se adapta mediante cambios externos o internos, o muere. Asimismo, los seres humanos nos hemos tenido que adaptar a alteraciones del medio externo o interno.
Todos hemos vivido momentos en los que nos hemos visto expuestos a situaciones que nos han desequilibrado, ante los que hemos tenido que reaccionar para reajustarnos, y a los que hemos sobrevivido. Son ocasiones que nos permiten aprender, pero que también pueden causar enfermedades.

¿Qué necesitarías para convertir tu agobio en algo manejable ?

Describe tres situaciones en las que te preocupaste innecesariamente solo para darte cuenta de que el resultado distaba de lo trágico. En retrospectiva, ¿cuál fue tu miedo más grande (rechazo, dolor físico, perder tu hogar, humillación social, reprobación)? Trata de desenmascarar el miedo que se presenta con más frecuencia en tu vida. ¿Dónde se pudo haber originado ese miedo? ¿De qué manera lo puedes replantear ahora que ha perdido su poder para generar tanta ansiedad?