“Empieza a perfilarse una nueva visión del cuerpo. Lejos de estar compuesto de órganos mudos, se puede decir que las diversas partes del cuerpo piensan de un modo inconsciente – si queremos seguir sosteniendo que el hemisferio cerebral derecho también piensa. Más aún, es posible influir conscientemente en el funcionamiento de muchos de ellos ( tal vez de todos )”.
Larry Dossey
En los talleres que hemos realizado para facilitar el contacto y la relación de las personas, especialmente terapeutas – con su cuerpo, se descubren las más increíbles negaciones, eso que Perls llamó ” huecos ” de la personalidad.
Hemos ideado varias experiencias para poder reposeer nuestro cuerpo y atrevernos a “trabajar” y permitir a las personas que nos consultan que se encuentren con sus propios cuerpos.
Tal vez lo más enriquecedor ha sido el poder identificarnos con nuestros órganos, caracterizarlos, dramatizar en grupo los diferentes sistemas. Los diferentes grupos con los que he trabajado los últimos años han llegado a un grado de creatividad y eficiencia que impacta. Nadie que haya visto una de esas representaciones podría olvidar lo esencial de esos sistemas. De igual manera trabajando individualmente con la persona es una experiencia inolvidable y profundamente sanadora.
Personalmente, nunca tuve tan claro lo complejo y dinámico del sistema inmunológico como después de una de estas dramatizaciones.
En los talleres todos hemos tenido que personificar diferentes órganos. Así empezamos a sentir la relatividad de todo. Por ejemplo, la maravilla de dejarnos ser una blanda e informe cosa, la médula ósea, que trabaja permanentemente y hace todo lo que le toca sin tener que cuidarse a sí misma, porque para eso está el hueso que la contiene. Fue lo que me sucedió a mí, que pude cerrar una gestalt inconclusa después de deambular por una sala tejiendo incansablemente, protegida por una colega que era un hueso largo. En medio del caos y el verdadero delirio que puede parecer la conversación del Señor Hígado, con la Señora Vesícula, o el discurso de los señores Uréteres frente a la Señora Vejiga, el hueso representado por mi colega me cuidaba delicada y firmemente, no he permitido que nadie me tocara o interrumpiera mi silencioso y efectivo trabajo.
Al terminar el ejercicio sentí una gran angustia y me dije a mí misma lo que en ese momento le estaba diciendo a los demás: dense cuenta de lo que sienten; dense cuenta si pueden ser plenamente ustedes mismos en relación con el órgano que acaban de ser. ¿ Se dan cuenta qué sensación o sentimiento los sorprendió, o surgió en ustedes de un modo que no es habitual? ¿ Experimentaron alguna dificultad para representar o vivenciar el personaje que tenía las características del órgano que habían elegido?.
Con frecuencia aquellos órganos cuyas características causan rechazo desde la definición, son los mismos que han estado causando problemas y tienen una amenaza siempre pendiente sobre ellos: la de ser eliminados.
Frente a la primera señal de disconformidad que da un órgano, con gran facilidad las personas lo declaran “no indispensable” ; así es como este órgano queda severamente amenazado y más tarde amenaza a la totalidad. Si hay órganos que no son indispensables y producen tantos trastornos, ¿ acaso no es más fácil eliminarlos de una vez ? La pregunta es : ¿ Y cualquiera de nosotros es acaso indispensable, en algún grado, para la marcha de la humanidad, o aún siquiera para el pequeño grupo al cual pertenecemos? ¿Tenemos, acaso, funciones tan claras y bien organizadas como las que pueden tener las glándulas salivales o el estómago? Sería interesante hacer un estudio de la incidencia del cáncer en un órgano antes y después de que fuera declarado no indispensable. No cabe duda de que esto afecta a órganos como el útero o las mamas, pero ahí la medicina tiene ya demasiado ” claras ” las cosas, al igual que con la próstata. Y hay preguntas que la medicina no se hace.
No ha sido ni será fácil esta tarea de vivenciarnos, de aprender a escuchar los mensajes de nuestro cuerpo y empezar a salirnos del atrape divisionista que viene desde la mirada médica y se extiende hasta aquellos que más nos aman cada vez que nos quejamos de algo.
Durante siglos hemos sido inducidos a la ignorancia. El mundo que nos rodea se ha llenado cada vez más de ruidos destinados a hacernos más sordos a nuestros propios mensajes, y nuestro cuerpo ha perdido la capacidad de darse cuenta hasta de lo más elemental.
Aquí empieza el drama, si las enfermedades son nuestro enemigo, jamás sabremos si tienen un mensaje positivo para nosotros. ¿ Quién escucha al enemigo? ¿ Quién piensa siquiera que el enemigo puede decir algo medianamente razonable?
Lo que la persona descubre ” puede – a veces – ” detener el proceso cuando todavía no ha entrado en una fase irreversible. El que tiene la clave definitiva de su propia enfermedad es el enfermo. Y esta clave está tan escondida para él como para quienes quieren tratarlo. La persona, la parte de la persona que cree padecer la enfermedad, no sabe que es justamente ahí donde está el verdadero mensaje que no fue escuchado…