Emociones primarias y secundarias: lo bueno para rescatar y lo malo para suprimir
Las emociones primarias son aquellas con las que nacemos. Son naturales, no aprendidas, cumplen una función adaptativa, son de corta duración y se agotan a sí mismas. Solamente duran lo indispensable para cumplir su misión: dolor, miedo, tristeza, ira y alegría, son algunas de las más importantes. Ellas forman parte de la persona y cumplen un papel vital para que podamos sobrevivir y adaptarnos al mundo.
Si se reprimen sistemáticamente y se interrumpen con frecuencia, afectan gravemente la salud física y mental. Hay que Convivir con todas, integrarlas a nuestra vida y aprender de su funcionamiento. La sabiduría natural se expresa a través de ellas.
Las emociones secundarias son aprendidas, mentales, y aunque algunas de ellas, bien administradas, puedan llegar a ser útiles, no parecen cumplir una función biológica adaptativa. Son defensivas o manifestaciones de un problema no resuelto, y casi siempre implican debilitamiento del yo: sufrimiento, ansiedad, depresión, ira y restricción-apego, son algunas de las más significativas. A diferencia de las primarias, no se agotan a sí mismas y pueden permanecer por años o toda la vida. Si las dejamos actuar libremente y no las controlamos o eliminamos, nos enfermamos. Hay que tratar de reducirlas al máximo o quitarlas de nuestra vida y aprender de ellas lo que podamos. Son expresiones de la mente.
Las emociones secundarias pueden considerarse prolongaciones mentales de las emociones primarias. El dolor, la información corporal que nos permite saber cuándo un órgano anda mal, se extendió a supuestos “órganos mentales” y nació el sufrimiento. El miedo, el encargado de protegernos ante el peligro, se trasladó anticipatoriamente y se creó la ansiedad. La tristeza, que permite desactivar el organismo para su posterior recuperación, se generalizó en un sentido autodestructivo en lo que se conoce como depresión psicológica. La ira, la principal fuerza interior para vencer obstáculos, se almacenó en forma de rencor y resentimiento. La alegría, la más poderosa e importante de las emociones, fue duramente restringida o convertida en apego al placer. El aparato mental humano creó una dimensión artificial paralela a la realidad fisiológica, invadió los terrenos de lo natural y se apropió indebidamente de siglos de evolución. Posiblemente ése sea el origen de la enfermedad mental.
La estructura psicológica humana gira alrededor del tiempo. Si observamos por un momento cómo funciona la mente, descubriremos algo sorprendente. Nunca está quieta. Siempre hay una sensación de movimiento interior; una impresión de ir y venir; un desplazamiento de lo que uno “es”, a lo que uno “va a ser”. Poseemos el don de transitar a través del tiempo mental como nos dé la gana. Podemos resucitar el pasado más remoto, crear el futuro con siglos de anticipación, congelar los momentos y, lo que es más importante, repetir el viaje cuantas veces queramos. Como un péndulo incapaz de detenerse, la mente humana se balancea incesantemente entre pasado y futuro, postergación y esperanza, culpa y amenaza, nostalgia y desilusión. El aquí y el ahora, la parada donde supuestamente reposa la verdadera tranquilidad, se reduce a una estación de paso para seguir fluctuando. El “llegar a ser”, el “yo ideal” y los famosos “debería”, son productos de esta extraña habilidad de proyectarse en el tiempo. Tal como reza un proverbio Zen: “La mente insensata no se detiene, si se detiene es iluminación”. Hay que tratar de disminuir las fluctuaciones de la mente hasta donde podamos, para estar más atentos al momento presente.
Les dejo esta lectura para empezar a practicar ..
Conferencia desarrollo de las emociones primarias y secundarias el lunes 31/ 08. Los espero !!😊