Las etapas no resueltas
Cuando mi hija Marcia tenía 12 años era verdaderamente difícil para mí aceptarla; si bien es una edad en la que es complicado lidiar con los jóvenes en su plena transformación física y psicológica, lo mío era aún más complicado, pues había muchos aspectos de ella que realmente me desagradaban: su forma de hablar, de gesticular, sus rabietas de púber, su apariencia física, sus cambios de humor; ¡todo me recordaba a mí cuando tenía esa edad!
Estos sentimientos hacia mi hija eran muy nuevos para mí, aparecieron de pronto y me dolía reconocer que los sentía; me preguntaba dónde se había ido aquella mu-chachita que tanto me gustaba antes.
Esa adorable muchachita seguía ahí, pero yo no podía verla; había un enorme muro que me obstaculizaba: mi propia pubertad con todos los conflictos no resueltos que dejé en ella. Una etapa en la que viví un gran rechazo hacia mí misma y por parte de personas significativas para mí: nada de mí me gustaba, mis necesidades emocionales eran inmensas y no encontraba caminos para satisfacerlas. Pasaron los años, crecí, dejé la pubertad y con esa etapa de su vida y con los terribles eventos que vivió, para que pudiera sanar las viejas heridas y sentirse de nuevo emocional y físicamente conectada con su hija.
En cada etapa del desarrollo de nuestros propios hijos, se advierten nuestras propias necesidades no satisfechas de desarrollo infantil. A menudo, el resultado es una desastrosa actuación como padre. Cuando los sentimientos se reprimen, especialmente la ira y el dolor, ese pequeño se convertirá físicamente en un adulto, pero en su interior permanecerá ese niño airado y herido. Ese niño interno contaminará espontáneamente la conducta de la persona adulta.
Afortunadamente podemos hacer algo al respecto: curar a nuestro niño interior herido. Una de las hermosas ventajas de ser adulto es que ya no dependeremos de nadie que nos proporcione los medios para sanarnos; los podemos buscar nosotros mismos y existen alternativas realmente efectivas, que te llevan de la mano en este proceso que bien vale la pena iniciar.
Recuperar a su niño interior implica retroceder a sus etapas de desarrollo y concluir los asuntos pendientes Nuestros hijos pueden ser verdaderos maestros si estamos dispuestos a reconocer nuestra parte de responsabilidad en lo que nos sucede con ellos o a través de ellos, que son nuestro espejo.
Y si no se logra Ser Mejor Ser al final del camino…
¿habrá sido tanto sufrir en vano?
Como decían los ancestros:
¿Solo así he de irme
como las flores que perecieron?
¿Nada quedará en mi nombre?
¿Nada de mi paso aquí en la tierra?
¡Al menos flores, al menos cantos!
Cantos de Huexotzingo
¡Eres un bueno para nada!
¡Aprende de tu hermano, él sí es ordenado!
¡Sus juguetes le duran más porque los cuida!
¡No puedo creer que seas capaz de hacerme sufrir tanto a mí, que soy tu madre!
¡Ya no te quiero por chiflado!
Si verdaderamente supiéramos el impacto que éstas palabras tienen en la vida de cada uno de nosotros, aplicaríamos inmediatamente la prudencia, la paciencia y el entendimiento en todo lo que decimos y hacemos.
Desafortunadamente no es así y vemos la triste realidad que impera en los millones de Niños Heridos disfrazados de adultos, con sus roles de padres, madres, profesionistas, estudiantes y demás.
En la desesperación por querer que los hijos sean como deseamos, expresamos palabras hirientes pensando que al paso del tiempo se olvidarán, y creemos que como son niños no importa. Pasamos por alto el hecho de que esas ofensas quedan guardadas en el subconsciente, y dolorosamente causan estragos al paso del tiempo ya que como adultos expresamos todo aquello que no sanamos en su momento, a través de miedos, culpas, agresividad, indiferencia y problemas para entablar relaciones sanas con los demás.
Reconocer y aceptar que el 99 % de los adultos somos Niños Heridos que aún no hacemos las paces con
nuestro pasado es un paso fundamental en la vida de nuestros hijos.
Cuando a un niño se le restringe el afecto que merece y no le expresamos palabras de reconocimiento y aprobación, se torna tímido, llorón, enfermizo, agresivo o rebelde y lo peor es que crece triste, inseguro o sintiéndose indigno de ser tratado respetuosamente y con amabilidad.
Pero si en cambio los padres le demostramos amor incondicional, lo tratamos con respeto y evitamos reprimendas constantes con la gran cantidad de veces que decimos no! ¡no! ¡no!¡ y utilizamos el diálogo, la paciencia y la prudencia para explicar el porqué no, el niño crecerá con una autoestima alta, sólida y sintiéndose
merecedor del amor de los demás, porque se ama a sí mismo; todo esto se verá reflejado en el logro de sus objetivos.
Te pido que en éste momento hagas un alto y recuerdes momentos dramáticos de tu infancia e identifiques la forma en que esto puedo haberte afectado. Momentos que creíste haber olvidado y que con el solo hecho de hacer una introspección, afloran en tu mente.
Gracias a este maravilloso espacio, especialmente dedicado a ti niño padre/madre podrás hacer las paces con tu Niño Interior. Lo podrás reconocer e identificar, le hablarás con cariño y le recordarás cuán valioso
es. Maravillosas técnicas técnicas nos guiarán para el encuentro con ese Niño y sanarás esas viejas heridas para sentirte más pleno y feliz.
Hace tiempo leí que el segundo regalo más grande que podemos darle a un hijo es la disciplina, pero el primer regalo mas grande es el amor.