El Niño Interior
Me parece muy interesante tu pregunta sobre qué es eso del Niño Interior. Creo que es fundamental aclarártelo en este punto, porque toda la estructura de mi método parte de sanar y rescatar a este Niño Interno. Hacer esto es ir a la conquista de la verdadera autoestima.
El Niño Interior es el núcleo de nuestro ser emocional que comenzó a gestarse en la infancia, en los primeros siete u ocho años de vida. Ir a su rescate es cambiar nuestra programación emocional, es sanar las heridas que se generaron en nuestra niñez y que se han quedado allí hasta el día de hoy, ocasionándonos problemas en
nuestro mundo de adulto y que no relacionamos con nuestra infancia. Por ejemplo: “Los problemas que tengo con mi pareja es porque él (o ella) es… necio, ignorante, desconsiderado, celoso, impulsivo, etcétera. Y porque yo soy..”. Pero en realidad, esa es la forma, lo que se ve a simple vista. El fondo, en ambos, está en sus heridas emocionales de infancia. Lo mismo pasa con los otros problemas inter o intra personales: si no puedo conservar ningún empleo, si estoy siempre enfermo y me accidento constantemente, si no me hablo con mis hermanos, si odio mi trabajo, si tengo problemas con mis hijos, con mis compañeros de trabajo, si vivo en la depresión o en el resentimiento, etcétera.
La mayor parte de los problemas que tenemos como adultos están fuertemente conectados con las heridas generadas durante los primeros años de nuestra vida. Uno piensa que ante las dificultades, ese señor de cuarenta años está reaccionando, esa abogada con maestría… sin embargo, quien está llevando el control de la tormenta emocional es ese niño lastimado que habita dentro del cuerpo del adulto.
Si recuperamos en amor a este Niño que fuimos y que habita en nosotros, y lo “re-parentamos” o sea, nos convertimos en nuestra propia madre y nuestro propio padre, este pequeñito lastimado florecerá, lo que significa que nuestra esencia emocional sanará. Entonces, la manera de ver el mundo cambiará y por ende, la
manera de interactuar con él.
Cada individuo puede avanzar enormemente en su evolución interna si se ocupa
de sanar las heridas emocionales que tuvo en su infancia, ya que verdaderamente dentro de cada persona existe aún aquella criatura vulnerable que se fue y que se supone quedó en el pasado. Descubrirla, recuperarla y nutrirla en amor es sin duda una de las mejo res cosas que podemos hacer por nosotros mismos; a partir de este punto, el manejo emocional de nuestra vida puede transformarse enormemente para bien.
Todos, absolutamente todos, en algún momento de nuestra infancia fuimos vulnerados en menor o mayor medida… y lo triste es que un gran porcentaje, usualmente ha sido en mayor medida… El niño herido crece, pasa por una adolescencia difícil y se convierte en otro adulto angustiado, estresado, lleno de miedos, de culpa, de violencia hacia él y/o hacia los demás, triste, solo en su interior, viviendo la vida en blanco y negro y haciendo con sus hijos lo mismo que sus padres hicieron con él. Así se va perpetuando el ciclo, con los tristes resultados
que hoy vemos reflejados en nuestra sociedad, llena de familias disfuncionales, de aumento de violencia, indiferencia y caos.
¿Cómo parar esta locura? Solamente enfrentando lo que dolió y echando fuera toda esa “basura emocional”, para que podamos ver la vida a todo color, disfrutar con agradecimiento de lo hermoso, aprender de las episodios difíciles y amarnos más a nosotros mismos y por lo tanto al prójimo.
Nadie puede ser un adulto feliz y completo sin traer al Niño Interior a la superficie, reconociéndolo, recuperándolo y sanándolo, porque: el Niño Interior ES nuestro ser emocional. El Niño Interior es esa parte de nosotros que SIENTE como niño. Está al centro de nuestro ser, al centro de nuestros sentimientos. Es lo que nos da entusiasmo y energía, lo que nos guía con intuición y sensibilidad.
¿Cómo curamos al Niño Interior? Lo primero es reconocerlo. Es entonces cuando nos vamos a dar cuenta de que nuestras necesidades como niños no fueron cubiertas; necesidades de amor, seguridad, confianza, respeto y guía. La ausencia de esto nos pudo haber llevado a estados crónicos de ansiedad, miedo, vergüenza,
culpa, enojo y desesperanza durante nuestra niñez… y adolescencia… y adultez…
Conflictos emocionales frecuentes e incluso problemas físicos actuales, son señales de que ese Niño Interior quiere ser escuchado… Como individuos, ¿cómo vamos a crear nuestro mundo adulto sobre los cimientos enclenques de un niño aislado y asustado? Simplemente no se puede.
Cuando uno rescata y sana a este niño herido, a este Niño Interior, es posible transformarlo en lo que he llamado “El Niño de la Guarda”, nuestra parte sabia, noble, intuitiva y más conectada con la Energía Superior, o sea, nuestra mejor parte.
Podemos impulsar nuestra evolución para Ser Mejor Ser, transformándonos en la mejor versión de nosotros mismos. En conciencia, podemos curarnos de nuestras heridas de la infancia. Así que cuando nos abrimos para conectarnos con el Niño
Interior, abrimos nuestro corazón a todo lo que es valioso en la existencia. Es así como encontramos la fuente de nuestro verdadero poder: el amor y el respeto profundo a uno mismo.
Me gustaría detenerme aquí un momento, para explicar un poco más el funcionamiento del cerebro,
de acuerdo a lo que se conoce actualmente respecto a la neurofisiología. Particularmente quisiera referirme al estudio del doctor John Mac Lean acerca del Cerebro Triuno . Es necesario entender esto para comprender por qué las heridas emocionales de la infancia son las que nos marcan para el resto de nuestra vida hasta que nos ocupemos de sanarlas.
El doctor Mac Lean afirma que en realidad tenemos tres cerebros en uno: el primero es lo que él ha llamado el Sistema Reptiliano, donde radican las funciones básicas: respiración, digestión, circulación, etcétera, hasta allí, somos bastante parecidos a las lagartijas. En la capa superior del cerebro radica el neo córtex o corteza cerebral donde tienen lugar las funciones más sofisticadas de raciocinio: razonamiento lógico, deducciones, memoria de datos, inferencias, hipótesis, etcétera
y, finalmente, entre estos dos ámbitos está el Sistema Límbico, el cual está formado fundamentalmente por la amígdala y el hipocampo. Digamos que en este sitio se graba el “disco duro de la memoria emocional”. Aquí quedan impresas —en nuestros primeros siete u ocho años de vida— la forma como vamos a reaccionar ante las emociones básicas durante nuestra vida, cómo actuaremos en el manejo de lo que la doctora Miriam Muñoz ha llamado M.A.T.E.A: Miedo, Alegría, Tristeza, Enojo y Amor. De tal suerte que si sufrimos abuso y una buena cantidad de heridas se generaron en nuestros primeros años, la manera como a lo largo de nuestra adolescencia y adultez reaccionamos ante estas emociones tiene su origen en cómo aprendimos a reaccionar de niños. De allí la fundamental importancia de sanar a ese Niño Herido que mora en nuestro interior.