Una Pequeña Historia
Es una tarde tranquila, te apetece salir a manejar un rato por la carretera, pues esto te relaja, así que tomas tu automóvil e invitas al paseo a un pequeño, él (o ella) se acomoda en el asiento del copiloto; se ponen los cinturones de seguridad… y parten. Tú vas tranquilo y relajado. Sin embargo, mientras sales de la ciudad y comienza a caer la noche, te das cuenta que unos grandes nubarrones se empiezan a formar en el cielo, y en un breve lapso comienza a caer una tremenda tormenta… ¡Nunca te esperaste esto! ¡La tormenta arrecia cada vez más! No ves ya el camino… difícilmente distingues si hay curva o recta frente a ti, los faros de los vehículos que vienen del otro lado te enceguecen, el agua cae a raudales, tu auto patina en el suelo mojado… vas más nervioso y tenso a cada momento, sientes como tus puños van crispados sobre el volante, quisieras no estar allí, sientes un hueco en el estómago, sabes que la situación es delicada y requiere un gran control… De tal modo, que sin pensarlo más, te detienes a un lado del camino y le dices al pequeño(a) que te acompaña:
—“Mira querido(a), esta situación se está poniendo muy fea, ¡así es que te voy a pedir que por favor ahora te pases al volante y seas tú el que maneje!”.
Esta actitud que nos podría parecer tan ridícula y absurda de parte de un adulto, desafortunadamente ES la actitud que generalmente se toma cuando se tiene que manejar una “tormenta emocional”. El adulto se siente abrumado, copado con la situación emocional desagradable, y entonces, imperceptiblemente y de modo automático e inconsciente, le cede el manejo de ésta al Niño Interior Herido, con los resultados que generalmente se experimentan: “no debería haberlo hecho, cómo lo permití, debí haber actuado diferente”, etcétera. Claro, uno no puede hacer algo distinto mientras no se sabe qué es lo que está sucediendo. De ahí la importancia de ir al rescate de este pequeñito que ha sufrido muchas heridas y que ahí sigue, tan desatendido e ignorado. Tocar esas heridas es algo que duele, ¡por supuesto que sí! pero es necesario pasar por ese dolor para sanarlo.
Ir al encuentro de este niño implica ir a buscarlo al fondo de uno mismo, como si en nuestro interior hubiese un cuarto oscuro, un calabozo húmedo y lúgubre, donde hubiéramos confinado a vivir, desde hace muchos años, a este pequeñito o pequeñita que fuimos y que seguimos siendo. Tenemos que entender que cada vez que no nos escuchamos, cada ocasión que olvidamos nuestras propias necesidades y deseos, cada vez que nos tratamos con grosería y somos despectivos hacia nosotros mismos, reafirmamos el sitio de ese niño en el calabozo oscuro. ¿Y queremos vivir plenos y felices teniendo a esta criaturita en una mazmorra interna? Tenemos que abrir la puerta de bisagras herrumbradas, permitir que la luz de la conciencia entre en ese sitio oscuro y olvidado, extenderle la mano a nuestro niñito y pedirle que nos permita restablecer un diálogo con él (o ella). Sólo así encontraremos una vía de rescate emocional que nos permita el reencuentro con la mejor, y más dañada, parte de nuestro Niño Interior. Si logramos hacer este rescate, entonces nos encontraremos en la vía justa para nuestra reconstrucción interna. Sólo así podremos darnos a luz a nosotros mismos, para comenzar a ser realmente un mejor ser… Sólo así.
Cuando se rescata al Niño, y no te permites olvidarlo nunca más, es para siempre. Para el resto de tu vida te acompañará y estará contigo hasta tu último aliento. Lo cual es maravilloso, porque te das cuenta de que nunca más volverás a estar solo. Donde quiera que estés, y sobre todo, cuando más triste, rechazado o
deprimido te encuentres, allí será maravilloso estar en mutua compañía… tú con tu Niño y tu Niño contigo.
Brevemente, eso es el Niño Interior. Espero que te haya quedado más claro. Ahora, tenemos que detenernos aquí un momento para comentar que estas heridas emocionales a veces comienzan a generarse desde mucho tiempo atrás, tan lejos como la fase embrionaria, según algunas teorías como la de la doctora Stephanie Mines, PhD, en su libro We are All in Shock.(3)
Cuando se da la fecundación del óvulo por el espermatozoide, esas dos células rápidamente pasan a ser a cuatro, ocho, dieciséis… así hasta formar una pequeña esfera de tejido que se alarga y se abre para volverse hacia su interior (como una tortilla) creando un surco muy protegido donde de inmediato, antes que cualquier otra cosa, se implanta el cable que surge y que será la médula espinal, al tiempo que se empieza a desarrollar la computadora más sofisticada llamada cerebro, creando en conjunto el sistema maestro o sistema nervioso central. ¡Es lo primero que la Madre Naturaleza establece!
Esta agrupación celular creciente, aparentemente sin forma clara aún, se organiza de tal modo que a tan sólo 27 días de iniciado el exótico proceso, dicho grupo de células forman un embrión de aspecto humano apenas distinguible, más pequeño que el tamaño de un frijol y que, sin embargo, TIENE YA UN CANAL NEURONAL Y UN CEREBRO QUE EMPIEZA A TRABAJAR…
Este cerebro básico será el cerebro reptiliano (tallo y cerebelo),
la parte instintiva y de SUPERVIVENCIA, como ya hemos mencionado… para sobrevivir y perpetuar la especie. Esa es su función reguladora, por lo tanto, antes del mes de ser apenas el inicio de un simple embrión… empieza a percibir.
Si la situación o el ambiente de la madre es triste o violento, el cerebro reptiliano siente la amenaza de no ser bien recibido, de que su vida peligra en ese ambiente donde está, recibiendo además a través de la sangre que lo recorre, descargas de adrenalina o de cortisol de la madre que lo hacen entrar en estrés. Por supuesto, pasarán muchos años antes de tener idea del self o autoconciencia… ahora es sólo un grupo cada vez mayor de células inteligentes que pueden PERCIBIR… y
sienten la amenaza a su sobrevivencia… ESA HUELLA QUEDARÁ EN LO MÁS PROFUNDO
DE LA MENTE DE ESE SER, desde el inicio de su existencia y en los años por venir.
¡Este conocimiento es revolucionario! Hoy en día se reconoce más y más la importancia de la epigenética en el ser humano, esto es, la interacción entre los genes y el medio ambiente en los organismos. “La epigenética es el estudio de modificaciones en la expresión de genes que no se encuentran en la secuencia
del ADN y estas modificaciones son heredables. Una de las fuentes de mayores modificaciones de los genes es el factor ambiental y puede afectar a uno o varios genes con múltiples funciones”.
Reforzando lo anterior, el Dr. Bruce Lipton, en su fascinante libro The Biology of Belief – La Biología de las Creencias – nos dice que la epigenética es la nueva ciencia del auto-empoderamiento… epigenética literalmente significa: “control por encima de la genética”. Este nuevo y vanguardista campo de la biología surge apenas hace unos años con el desarrollo del Proyecto del Genoma Humano; siendo sumamente crucial lo que plantean los epigenetistas: ¡Destruyen la creencia del Determinismo Genético! Entendamos que esto es tan revolucionario como cuando Copérnico dió a conocer que la Tierra giraba alrededor del Sol y que no era el centro del Universo… De tal modo que en la última década apenas, los científicos están concluyendo que ¡¡los genes no determinan nuestro destino!!
Actualmente se empieza a reconocer científicamente, que por ejemplo, sólo el 5% de los pacientes de cáncer y trastornos cardiovasculares pueden atribuir su enfermedad a causas genéticas. El otro 95% sus males se deben a alteraciones epigenéticas atribuibles al entorno y NO a genes defectuosos. Por lo tanto, el ADN no es definido sólo por la biología, sino también por el ambiente en el cual se vive. Concluyendo, hoy se sabe que durante nuestra vida las influencias ambientales, incluyendo nutrición, estrés y emociones pueden ir modificando los genes .
Así que las heridas emocionales de la infancia empiezan a veces antes del nacimiento. Las heridas iniciales pueden ser tan tempranas como desde el primer mes de la concepción, aún antes de ser un feto, apenas como embrión humano. El cerebro reptiliano puede empezar a recibir percepciones inconscientes de amenaza y miedo. Se revela entonces la vital importancia de sanar estas heridas en nuestra vida adulta, para además de ayudarnos emocionalmente, evitar enfermedades degenerativas debido a los genes afectados por lo vivido en el ambiente externo.
Finalmente, hay un punto importante que quiero resaltar de lo que me has platicado en tu carta, y tiene que ver con el abuso. Sin duda, a través de la difícil
relación que tenían tus papás, fuiste arrastrada a una situación de claro abuso emocional. Ese terror de la pequeñita al escuchar los gritos, al sentirte responsable de aminorar las peleas, o pensarte desleal o culpable al no defender a uno o formar bando con otro, fue generando heridas emocionales profundas en tus primeros años
de vida. Es necesario que entiendas que tú no eres responsable de ello, tú fuiste víctima de un abuso perpetrado por adultos lastimados, enfermos en sus emociones, demasiado atrapados en su propia confusión y desolación para poder entender que lastimaban y herían a los pequeños seres que procrearon, a quienes les tocó ser
mudos testigos de su inconsciencia. Pero este tema del abuso tiene tantas facetas y es tan crucial para entender las heridas que se hacen en el alma del pequeño, que lo volveré a abordar más extensamente en mi siguiente carta.
Bien, querida Perla. Basta por hoy. Espero haberte reflejado con claridad sobre diversos puntos que pude ver a través de tu carta. Ojalá que lo que te he compartido, te haga reflexionar y, sobre todo, te haga empezar a ACTUAR de modo diferente. Será posible cuando hayas recuperado en amor a tu Niña Interna. Esto es, a mi parecer, una condición sine qua non, es decir, indispensable. Es fundamental. Rescatar al Niño Interior del sitio oscuro y olvidado dentro de uno mismo es la puerta de entrada a una nueva manera de vivir la vida, el punto de inicio de la sanación emocional. Y una vez que se establece este contacto y que se empieza a tener una comunicación constante con esta criaturita, viene aquí la primera herramienta del Método Ser
Mejor Ser: Apapachar a tu Niña Interna. Apapachar viene del náhuatl y quiere decir acariciar suavemente; en México se usa de modo ampliado refiriéndose al cuidado amoroso, presente y constante al ser amado. Recuperarla en amor y decirle que ya llegaste, que de ahora en adelante estás ahí para ella. Ahora, la pregunta que te estarás haciendo seguramente será. “Muy bien, y ahora que sé todo esto, ¿cómo lo rescato?” Como en todas las cosas, hay diferentes alternativas. La más ligera y sencilla, aunque menos profunda, es dedicar un tiempo especial, sin distracciones ni interrupciones, a tomar conciencia de que dentro de ti existe un pequeñito lastimado… trata de evocar cómo eras, cómo vivías, qué te gustaba, qué te atemorizaba, qué te emocionaba, qué te entristecía… busca y observa fotografías de ti como niño… pon música suave y empieza a mantener un diálogo con tu niño y tú como adulto, escribiendo con ambas manos: la dominante, desde tu adulto y la no dominante, desde tu Niño, según la técnica desarrollada por Lucía Capacchione.
Ve preguntándole todo esto y escribe con tu mano, no dominante, todas sus respuestas. Esto te hará sentir su presencia y abrirás la puerta a una nueva comunicación con esta frágil criaturita que mora en ti.
La opción más profunda y completa, que sería la ideal, es tomar el taller que doy. Vale la pena ser guiado a lo largo de un fin de semana para aterrizar todo lo que trato de comunicarte a través de esto que escribo.
La dulce tarea a realizar, una vez que has recuperado al Niño Interno, es escucharlo frecuentemente, tomarlo en cuenta, jugar con él, consentirlo, mimarlo, protegerlo, defenderlo y amarlo como quizá nunca lo fue por sus padres reales en sus primeros añitos. No olvidarlo nunca más, no dejarlo, no abandonarlo jamás.
Convertirlo en prioritario cada día de tu vida. Amarlo con pasión y devoción, exactamente como se ama a un hijo.
Estaré pendiente de tu siguiente carta, y mientras tanto, vive en tu aquí y en tu ahora. Recuerda que —hayas vivido lo que hayas vivido— ESO YA PASÓ… ya sobreviviste. Ahora empieza el tiempo de retomar tu poder, de usar tus vivencias no para lamentarte sino como peldaños para elevarte y desarrollar tu mayor potencial.
No olvides que eres hoy como eres, debido justamente a todas y cada una de las experiencias que te ha tocado vivir, si las viviste y te sucedieron, es porque así correspondía, para poder llegar a donde hoy estás emergiendo. Confía… ya llegaste.
Un abrazo muy afectuoso,
Margarita
—Wow!— Dijo Perla cuando finalmente terminó de leer la amplia respuesta de Margarita.
—Me hacen sentido muchas cosas que dice, pero ¡hay tanto que asimilar, que comprender! Siento un hueco en el estómago.
—Sin duda, “me caen muchos veintes”… esto del abuso emocional, me duele mucho pero es muy cierto.
Y al decir esto, comenzaron a agolparse en su mente una imagen tras otra de situaciones y eventos de su infancia que muy bien podrían enmarcarse dentro del concepto de ABUSO.
—Nunca lo había pensado así… Yo siempre me he sentido la culpable, la inadecuada, dijo mientras sentía un nudo en la garganta y los ojos se le llenaron de lágrimas.
—A ver… entonces… si entendí bien, la primera herramienta —y al parecer la fundamental— que tengo que empezar a aplicar es:
1) Apapachar a mi Niña Interna . ¡Claro, primero tengo que ir a su rescate! Esta noche lo haré. Lo prometo. ¡Qué interesante! ¡Qué bueno que le escribí a Margarita y que respondió, ¡gracias a la Energía Superior por este regalo! El resto del día estuvo muy pensativa, mientras crecía más y más el deseo de ir a rescatar a esa famosa pequeñita que, parecía ser, moraba en algún lugar dentro de ella…
Esa misma noche, reunió sus fotografías de niña, y por largo rato estuvo contemplándolas… sentía una mezcla de ternura, de nostalgia, de alegría, de honda tristeza… recordaba, evocaba, mientras su vista se perdía en las copas de los árboles que veía desde su ventana. Decidió que iría a rescatarla para recuperarla en amor. Desconectó teléfonos, apagó la computadora, y cuando tuvo todo listo, puso la grabación que Margarita le daba e inició el camino para ir al encuentro de su niña, de la pequeña Perlita…
—¡Ana! ¡Lo que te diga yo es poco! Es realmente mágico. ¡Me quedé ayer en el asunto del famoso ejercicio del “rescate” como tres horas y me acabé una caja de kleenex! Dormí como no lo había hecho en años! De veras que como dice Margarita, ¡esto es una “cirugía del alma”! ¡Ya quiero que lo experimentes tú, amiga! ¡Con toda la historia de abandono que traes de tus papás!
—¡Sí, yo sé! Pronto, muy pronto…pero primero vas tú, encanto. Tú eres la “conejillo de Indias” para probar el método a distancia.
—¡Estoy feliz! ¡De verdad que rescaté a mi Niña, y vaya que me necesitaba! — Perlita, ¡ya llegué! le dije amorosamente esta mañana en cuanto abrí los ojos…y ciertamente, se siente diferente empezar el día así…y le mandó a Margarita un sencillo mail que decía solamente: GRACIAS.