El abuso y el surgimiento de las heridas
A lo largo de su infancia, el pequeño empieza a acumular heridas emocionales, de las cuales no tiene idea de su origen ni trascendencia, ya que en su condición de
niño, es intrínsecamente un ser vulnerable e indefenso que no puede poner límites ni detener el abuso que está sufriendo.
Es más, ni siquiera sabe qué cosa es el abuso. Por eso le es imposible reconocer cuando está siendo víctima de éste. Veamos cómo lo define la Real Academia de la Lengua: Abuso: El acto que comete un superior que se excede en el ejercicio de sus atribuciones con perjuicio de un inferior.
Al respecto, la psicoterapeuta jungiana Jean Shinoda Bolen menciona “El niño que sufre de abuso piensa: “debo merecer este trato” (sufriendo así doblemente, primero por el maltrato y luego por asumir la culpa)”.(7)
Cuando uno lee cifras como las que siguen, toma conciencia de la proporción del problema: Se estima que 275 millones de niños son maltratados en el mundo, es
decir, 532 menores sufren alguna manera de agresión cada minuto. ¡Hay tal cantidad y variedad de abusos perpetrados en los menores, aún en nombre del amor y de su mayor beneficio!
Abuso sexual
Me da mucha pena saber del abuso sexual que sufriste cuando eras una pequeñita. Es inmensa la cantidad de niños que sufren esta desgracia. Mucho mayor de lo que uno pudiese imaginar.
La edad preescolar (cuatro-seis años) es la etapa en la que se producen las situaciones más complejas, debido a que el pequeño siente auténtico terror ante la posibilidad de perder el afecto y la protección de su familia por lo cual tiene fuertes sentimientos de culpa ante los hechos acaecidos, justamente en la etapa en que se está formando su autoconcepto, como lo veremos más adelante, y éste será contaminado, de origen, con una tremenda carga de culpa, vergüenza y confusión, por lo que generalmente callará lo ocurrido. Obviamente, él solo no tiene recursos internos para entender y procesar lo que sufrió. Lo cargará por años, por décadas, quizá por toda su vida. Siempre se culpará por el incidente, ya que debemos recordar que el niño a esa edad tiene —como una de sus características psicológicas — el ser egocéntrico. Es decir, explica lo que sucede en su entorno con relación a sí mismo. Por ejemplo, ¿recuerdas pensar que la luna te iba siguiendo, — particularmente a ti— cuando ibas en movimiento?
Por ello, a un menor se le hace un terrible daño al ser abusado sexualmente, pues un abuso de este tipo puede dejar huellas, muchas veces, irreparables para toda la vida, si no se trabajan terapéuticamente y cuanto antes, mejor. La persona pierde, de entrada, la posibilidad de disfrutar plena y sanamente de su sexualidad como adulto, sufriendo muchas veces frigidez o desviaciones que hubieran sido inexistentes de no haber padecido estos ataques.
Además, la mayoría de las veces la gente guarda estos terribles incidentes como un penoso secreto por décadas, arrastrando culpas que en su fantasía le hacen pensar que quizá él, o ella, lo provocaron o que tuvieran que haberlo impedido. Y, si el que abusó era el padre o alguien muy cercano e importante, es aún mucho peor, pues se mezcla la rabia con el amor, generando un mar de culpa y confusión.
Es necesario un trabajo terapéutico profundo y gentil, donde la persona esté dispuesta a ir al fondo de este profundo dolor, para ir sanando amorosamente estas
hondas heridas. Si no has trabajado éste o algún otro incidente de abuso sexual en tu vida, te invito a que lo hagas. Es indispensable sanar específicamente esa herida. No lo olvides. Quizá te atemorice enfrentarlo, revivirlo, y pienses que es mejor dejar todo en el olvido. ¡¡No!! No lo hagas. El abuso sexual nunca se puede olvidar hasta que se trabaja en terapia, sólo así se puede “desactivar la bomba de tiempo”. La recompensa será recuperar o reencontrar un significado diferente a tu sexualidad, y eso vale la pena hacerlo. Retomar algo maravilloso que te fue arrebatado impunemente en los inicios de tu vida. Disfrutar a plenitud tu sexualidad es tu derecho, ve por él.
A mí me aterra saber cómo en años recientes ha aumentado en proporciones gigantescas la pedofilia y el tráfico sexual de menores. ¡Es algo monstruoso, pues se
deforma la integración de la personalidad de un ser humano, en su origen y formación! Ojalá en los años por venir, esta absurda pesadilla vaya descendiendo.
Cada gente de bien tiene que hacer algo al respecto, lo que esté a su alcance, pero no podemos dejar que las nuevas generaciones sean vulnerables a recibir este golpe mortal en sus primeros años.
Abuso físico
Quedan también las huellas profundas del abuso físico sufrido en la infancia cuando el niño ha sido golpeado y maltratado desde los extremos más crueles (he escuchado relatos estremecedores de las cosas que “amorosos padres” hacían a sus hijos, como encerrarlos en un ropero húmedo y oscuro, con ratas hambrientas mordisqueándolos cuando “se portaban mal” o tallarles el cuerpo con una fibra para limpiar estufas, para que aprendan a bañarse bien) hasta la simple nalgada, el jalón de cabello, el manazo, el pellizco o el famoso “cinturonazo”, todos ellos considerados como correctivos menores y sin mayor trascendencia. Es necesario comprender que todo tipo de atropello físico, por más leve que sea, es profundamente agresivo y completamente innecesario en la educación de los niños. Educar con golpes es simplemente repetir el mismo patrón de abuso con que el padre fue criado, perpetuando así la creación de heridas emocionales importantes en las nuevas generaciones. Es sólo una equivocada manera de sacar el enojo, la ansiedad y la frustración de los “Niños Internos” de los adultos que no conocen una mejor forma de manejar sus emociones negativas ni de guiar con mayor sabiduría la formación de sus hijos. Todo eso lo iremos aprendiendo aquí. Pero es importante sembrar para siempre esta idea en nuestra mente: De ninguna manera, nunca, bajo ninguna circunstancia, es admisible ni justificable el maltrato físico hacia un niño.
Abuso verbal
Es necesario detenernos un momento también para reflexionar sobre el abuso verbal. Mucha gente piensa que eso no es un abuso, que es simplemente una manera de actuar cuando se está molesto o estresado, y que no tiene mayores consecuencias, pero el estar escuchando gritos, voces destempladas, insultos y referencias despectivas o burlonas es algo profundamente desagradable, humillante y muy doloroso de padecer, que va formando huellas de severas consecuencias en nuestro autoconcepto y que merma sobremanera la autoestima. Es enormemente perturbador, aún cuando no sea dirigido específicamente al niño… Eso es lo que te pasó, querida
Perla, al sufrir por años los gritos e insultos que tu padre profería a tu madre y luego cuando venían de regreso, y tu madre te repetía, con lujo de detalles, todo aquello que le había dicho él. Y el gélido silencio durante días, posterior a cada trifulca, no era menos agresivo y doloroso. Las palabras pueden herir más que los golpes.
La agresión verbal hace que uno crea, como verdadero, algo negativo sobre sí mismo. Es un acto de violencia psicológica que usa las palabras como armas.
Según Patricia Evans, (9) psicóloga especialista en el tema, las características de la agresión verbal son las siguientes:
Es dolorosa, sobre todo cuando el atacante la niega.
Ataca la naturaleza y las capacidades del agredido.
Puede ser abierta o solapada.
Es manipuladora y controladora.
Es insidiosa y busca devaluar.
Es impredecible.
Generalmente expresa un doble mensaje.
Suele ir en aumento, creciendo en frecuencia, intensidad y variedad.
Al ir creciendo, suele desembocar en agresión física.
Las categorías, formas o estilos de aplicar la agresión verbal son muy variados:
Retraimiento, castigar con el silencio.
Llevar la contra sistemáticamente.
Rebajar.
Hostilidad disfrazada de broma inocente.
Bloquear y distraer.
Acusar y culpar.
Juzgar y criticar.
Minimizar, ridiculizar, hacerlo pueril.
Socavar, minar la confianza.
Amenazar y ordenar.
Insultar.
Olvidar y/o negar.
Explosiones de cólera agresiva.
Abuso emocional
Algo similar ocurre respecto al abuso emocional. Este tipo de abuso es precisamente el que sufriste al vivir en medio de ese campo de batalla que era la relación de tus padres. Cuando uno de los progenitores (generalmente el más débil) busca al hijo como aliado y le cuenta al niño los pormenores de los insultos, vejaciones o infidelidades del otro cónyuge o le comparte sus más íntimas confidencias y temores, ¿qué se supone que el pequeño tiene que hacer con esta información?, ¿Para qué le sirve? Sólo lo envenena, lo confunde, lo hace sufrir, y eso es un abuso sobre su frágil mundo emocional, que apenas se está formando. En realidad, cuando pensamos en un hogar disfuncional, conformado por adultos y menores de edad, podemos darnos cuenta de que generalmente sólo existen niños heridos, los menores de edad y los que moran dentro de los padres, la familia es, pues, sólo un grupo de niños profundamente heridos interactuando, sin importar su edad cronológica. La única diferencia es que algunos de ellos (los padres) son niños heridos, con poder. Otro abuso emocional usual es también cuando a un niño, porque es el mayor, le cargan todo el trabajo y la responsabilidad (como si fuera un pequeño adulto) de vigilar y cuidar a los hermanos menores. Esto es abuso porque se le roba de alguna manera su infancia, y se le hace sentir culpable si falla al no cumplir todos los roles y tareas asignadas
Gritarle a los seres vivientes puede matarles el espíritu. Los garrotes y las piedras nos pueden fracturar los huesos, pero las palabras nos destrozan el corazón…