La Importancia de hacerse la pregunta adecuada
Con frecuencia, todos buscamos respuestas sin establecer unos parámetros adecuados. Hacemos cuanto podemos para salir del laberinto, pero no siempre acertamos en la manera en que formulamos las preguntas para eliminar dudas y encontrar respuestas que iluminen el camino. ¿Y cómo encontrar la respuesta correcta si uno no se formula la pregunta adecuada?
En demasiadas ocasiones, la inmediatez se impone y los padres apenas tienen tiempo para reflexionar. Intentan encontrar soluciones lo más rápido posible, y dan palos de ciego. Pararse unos instantes a reflexionar, pensar o hablar con la pareja o con uno mismo sobre lo que está pasando no es perder el tiempo. Es ser muy práctico para resolver un problema. No es de extrañar, por tanto, que muchos padres se frustren, se sientan decepcionados, por no saber resolver sus problemas inmediatamente. Así, se repiten situaciones que resultan ingratas.
El punto de partida en un proceso de Coaching es hacer un planteamiento adecuado para aquello que buscamos o necesitamos. Veamos primero, algunos ejemplos de preguntas mal formuladas:
1.¿ Por qué mi hijo no se da cuenta de que me estresa?
2.¿ Por qué a mi hijo no le da la gana de colaborar?
3.¿Por qué mi hijo está empeñado en hacernos la vida imposible?
4.¿Por qué a mi hijo le da igual que yo llegue tarde al trabajo?
5.¿ Por qué a mi hijo no le da la gana de escucharme?
6.¿Cómo puedo imponerme a mi hijo?
7. ¿Por qué mis hijos se empeñan en sacarme de quicio?
8. Si su infancia es así, ¿ su adolescencia será un infierno?
Es necesario formular las preguntas adecuadas, y formularlas en voz alta, para poder dar con el camino correcto. Y el coach ayuda a reformular las preguntas de una manera operativa. El primer paso para encontrar la dirección correcta. Muchos pensadores señalan que el lenguaje no es, simplemente una forma de describir la realidad. El lenguaje también crea la realidad. Ahora, veamos preguntas bien formuladas:
1. ¿ Qué puedo cambiar de mí o hacer de manera diferente para sentirme mejor y educar mejor a mis hijos?
2. ¿ Qué otras cosas podemos hacer con mi hijo para obtener otros resultados?
3. ¿Qué puedo hacer para que mi hijo no sea tan rebelde?
4. ¿ Por qué no he logrado hacerle entender a mi hijo que su lentitud por la mañana nos hace llegar tarde a la escuela y a mi trabajo ?
5. ¿Qué puedo hacer para conversar mejor con mi hijo?
6. ¿ Cómo puedo aprender a decirle no ” a mi hijo y mantenerme firme en esa decisión?
7. ¿ Cómo puedo mantener la serenidad que aportará seguridad a mis hijos cuando estoy rodeado de pensamientos negativos?
8. ¿ Cómo puedo mejorar la relación con mi hijo ahora, en su infancia, para que la adolescencia sea más sencilla?
¿Un punto de partida muy diferente, no? Una realidad bien diferente, menos turbulenta y más manejable.
Como bien sabemos, el simple deseo de generar cambios no basta para que estos se hagan realidad. Hay que seguir la estrategia adecuada. El problema que tienen muchos padres para resolver conflictos en la educación de sus hijos es lograr la distancia necesaria para observarlos desde un punto de vista diferente. Algo complicado cuando uno mismo está en el centro del conflicto. el coach ayuda a lograr ese punto de vista diferente.
A menudo es preciso concederse la oportunidad de observar y descubrir otra forma de verse uno mismo. Pero también de pedir otros puntos de vista en el entorno familiar, laboral o social. Nuevos puntos de vista de las personas que nos conocen para ver con más perspectiva, para contrastar observaciones, para intercambiar opiniones sin debilitarnos. Incluso para mejorar nuestra autoestima, ya que a través de la técnica llegamos a conocernos mejor, a tener más conciencia de nosotros mismos y a disfrutar de una vida equilibrada.
Coaching para no Sentirse superados como padres
A menudo se pone de manifiesto, a través de las sesiones de coaching con los padres, que muchos de ellos tienen poca autoestima para ejercer como tales. Por tanto, se hace necesario que trabajen su autoestima e identidad como padres para poder educar asus hijos con seguridad. Sentir que una persona tiene derecho a ejercer la autoridad como padre, y que debe hacerlo, facilita la educación de los hijos en variadas situaciones que se presentan a lo largo de la vida. Y evita sentirse superado como padre.
A lo largo de todo el proceso de crecimiento de tus hijos, ¿Cuántas veces has dudado de tu comportamiento como padre?, ¿cuántos momentos de soledad has vivido antes de tomar una decisión? Estas dudas y este sentimiento de soledad suelen ser especialmente complicados en el caso de los padres que educan en solitario a sus hijos, ya sea por elección o por las dificultades para conciliar vida laboral y familiar, lo que no siempre permite que ambos padres participen en la educación de sus hijos con la misma intensidad.
Muchas veces, el principal enemigo de la autoestima son los pensamientos negativos. Hay personas que tienden a criticarse excesivamente un comportamiento perfecto, algo que es imposible, y cayendo en la culpa por no conseguirlo. No es posible actuar perfectamente en ningún ámbito de la vida. Y menos en el de la educación de los hijos. Y esa ansiedad por la perfección y la consiguiente culpabilidad puede destruir la autoestima de muchas personas y causar serios problemas psicológicos. Así que una de las principales lecciones que se pueden extraer en un proceso de coaching es que no se puede pretender acertar siempre en la educación de los hijos. es absolutamente normal equivocarse de vez en cuando. Y no por ello los hijos van a quedar traumatizados el resto de sus vidas.
Cuando se trabaja la autoestima de los padres en un proceso de coaching, hay dos posturas peligrosas. Por un lado hay personas que quieren respuestas rápidas y soluciones sin esfuerzos. Algo, que como ya he comentado, no es posible. Por otro lado, hay personas que se entregan a una suerte de fatalismo o determinismo según el cual uno es como es. ” Y punto,¿ qué se le va a hacer?”, se lamentan. Y el peligro de ambas posturas es que fomentan la pasividad.
Deberíamos pensar en esta pregunta: ¿Cómo nos posicionamos como padres?
Cuando aparece la desmotivación, cuando estamos desorientados por no haber definido un camino, cuando nuestros hijos nos parecen egocéntricos, cuando nos expresamos en tiempo pasado ( en el deberíamos haber hecho o dicho tal cosa u otra) .. Es decir, sintiéndonos víctimas y cansados por determinadas situaciones vividas, cuando ellos no responden con la motivación o la ilusión que esperamos a nuestras expectativas.
Saber y no hacer es no saber hacer.
Coaching es el arte de saber acompañar a las personas para que logren sus objetivos potenciando sus fortalezas y mejorando sus habilidades desde el reconocimiento de su propia identidad. Las personas necesitamos intercambiar y contrastar vivencias que nos hacen crecer y mejorar actitudes y comportamientos para conseguir mejorar nuestra situación.
Este hábito de los padres brillantes contribuye a desarrollar en sus hijos: conciencia crítica, capacidad de pensar antes de reaccionar; fidelidad, honestidad, capacidad de cuestionar y responsabilidad social.
Los buenos padres corrigen las fallas; los padres brillantes enseñan a sus hijos a pensar. Hay mucho más de fondo en corregir errores y enseñar a pensar de lo que podría soñarse en nuestra psicología.
No sea un experto en criticar una conducta inadecuada, sino más bien en hacer que sus hijos reflexionen. El regaño y la reprimenda, definitivamente, no funcionan, solo causan fricciones en la relación.
Cuando usted abre la boca para repetir las mismas cosas, desencadena ciertos archivos de la memoria inconsciente que contienen añejas críticas. Sus hijos sabrán lo que usted va a decir y estarán preparados para defenderse. Por lo tanto, nada de lo que usted diga hará eco en su interior y no generará un momento educacional. Este es un proceso inconsciente.
Cuando su hijo comete un error, espera una reacción de su parte. Si lo que usted diga no causa un impacto emocional en él, el fenómeno RAM no producirá un registro inteligente y, por ende, no habrá crecimiento, habrá sufrimiento. No insista en repetir las mismas cosas por los mismos errores y la misma necedad.
A veces insistimos en decir las mismas cosas año tras año, y los jóvenes siguen repitiendo los mismos errores. Ellos son necios y nosotros somos estúpidos. Educar no es repetir palabras, sino crear ideas y encantamiento. Los mismos errores merecen nuevas actitudes.
Si nuestros hijos fueran computadoras, podríamos repetir la misma reacción para corregir el mismo defecto, pero ellos tienen una inteligencia compleja. Cuando menos cuatro fenómenos leen diariamente la memoria y, entre billones de opciones, producen miles de cadenas de pensamientos e incontables transformaciones de energía emocional. El propósito de este libro no es analizar estos cuatro fenómenos lectores de la memoria, así que únicamente los mencionaré: el activador de memoria, la ventana de memoria, el autoflujo y el “yo”, que representa la voluntad consciente.
La personalidad de los niños y de los jóvenes esta en ebullición constante porque la generación de pensamientos nunca se interrumpe. Es imposible dejar de pensar; incluso intentar la interrupción de los pensamientos es un pensamiento en sí mismo. Ni siquiera cuando dormimos interrumpimos los pensamientos, por eso soñamos. Pensar es inevitable, pero pensar demasiado, como veremos, genera un violento desperdicio de energía cerebral que pone drásticamente en riesgo la calidad de vida.
Las computadoras son pobres artilugios comparadas con la inteligencia de cualquier niño, incluso de aquellos con capacidades especiales. Pero insistimos en educar a nuestros hijos como si fueran artefactos lógicos que sólo necesitan seguir un manual de reglas. Cada joven es un mundo por explorar.
Las reglas sirven para arreglar las computadoras. Decir “haz esto” o “no hagas eso”, sin explicar las causas, sin estimular el arte de pensar, produce robots y no jóvenes pensantes.
Creo que el 99% de las críticas y correcciones de los padres es inútil, pues no influyen en las personalidades de los niños. Además de no educar, generan más agresividad y distancia. ¿Qué podemos hacer entonces? ¡Sorprenderlos!
Los padres brillantes entienden el funcionamiento de la mente para educar mejor a sus hijos. Están conscientes de que primero necesitan ganar el territorio de la emoción para poder ganar el anfiteatro de los pensamientos y, finalmente, conquistar el campo consciente e inconsciente de la memoria, que es la caja secreta de la personalidad. Los padres brillantes sorprenden a la emoción con gestos únicos, generando así fantásticos momentos educacionales.
Los padres pueden leer mi teoría, las ideas de Piaget, el psicoanálisis de Freud, las inteligencias múltiples de Gardner y la filosofía de Platón durante décadas, pero si no encantan, no enseñan a pensar ni conquistan los depósitos de memoria de sus hijos, ningún estudio será aplicable ni válido.
Sorprender a tus hijos es decir cosas que no esperan, reaccionar en forma diferente ante sus errores y superar sus expectativas. Por ejemplo, tu hijo te alza la voz. ¿Qué debes hacer ? ¡Él espera que le grites y lo castigues! Pero en vez de eso, permaneces en silencio, relajado, y dices algo que le sorprende: “Nunca esperé que me ofendieras de esta forma. A pesar del dolor que me has causado, te amo y te respeto mucho”. Después de decir estas palabras, te vas y dejas que tu hijo reflexione. De esta manera, tu respuesta sacudirá los fundamentos de la agresividad de tu hijo.
Si deseas causar un gran impacto en el universo emocional y racional de tus hijos, se creativo y sincero. Así conquistarás lo inconquistable. Si aplicas estos principios en tu trabajo, puedes tener la seguridad de que involucrarás incluso a sus compañeros más problemáticos. Sin embargo, no podrás garantizar la conquista sólo con un gesto, sino a través de un libreto permanente.
Si educas la inteligencia emocional de tus hijos con cumplidos cuando ellos esperan un regaño (Goleman, 1996), con palabras de aliento cuando esperan una reacción agresiva, con una actitud afectuosa cuando esperan un ataque iracundo, quedarán encantados y lo registrarán con grandeza. Así, los padres se convierten en agentes del cambio.
Los buenos padres les dicen a sus hijos: “Estás mal”; los padres brillantes les preguntan: “¿Qué piensas de tu comportamiento?” Los buenos padres dicen: “Has fallado otra vez”, los padres brillantes aconsejan: “Piensa antes de reaccionar”. Los buenos padres castigan a sus hijos cuando fallan; los padres brillantes los estimulan para convertir cada lágrima en una oportunidad de crecimiento.