Gestionar las Emociones
¿Existen las emociones? ¿Sabemos gestionarlas ? Estas son preguntas que formulo a veces con carácter provocador y que tienen mucho que ver con la manera de afrontar un tema tan apasionante como profundo. Educar en el plano emocional, conocer el propio autocontrol, la paciencia que se tiene para explicar, pedir y sugerir antes de imponer. Todo ello influye de forma poderosa en cómo los padres van a dirigir las vidas de esas criaturas frágiles que son sus hijos y cómo van a proporcionarles el camino adecuado para su crecimiento y desarrollo. De hecho, la palabra ” emoción ” proviene de la palabra latina ” movere “, que significa, ” moverse hacia “. Así que la finalidad de las emociones es llevarnos hacia la acción. Y, muy a menudo, esta acción consiste en arrojar el cubo de las emociones reactivas hacia los demás. Ahí se nos presenta otro de los grandes conflictos comunicacionales. ¿Qué hacer con las emociones?
Cuando los padres acuden a un proceso de Coaching, suelo hacerles preguntas para que exploren cómo gestionan sus propias emociones.
-¿Claudican con facilidad o se sienten desbordados ante una situación compleja cuando las emociones ganan terreno?- ¿Tienen tendencia a la tolerancia o a la impaciencia?
– ¿Saben distanciarse de lo que les preocupa?
-¿A veces optan por una bofetada en lugar de por una explicación ?
-¿Saben cuándo es necesario dedicar toda su atención a sus hijos ?
– Saben decir: Ahora no, más tarde?
Desde la neurociencia, se afirma que las emociones activan nuestros deseos, algo fundamental para mantener la motivación siempre alta. Y que configuram las conexiones entre nuestras neuronas. En ocasiones, las emociones nos ayudan. En otras, nos hacen perder la calma. Y llevan a muchos padres a actuar de forma poco conveniente en la conducción de esa pequeña empresa que son sus hijos. ¿Cuántas veces te has sentido traicionado por ti mismo, por no haber sabido gestionar tus emociones de rabia, ira o frustración?. A veces, las emociones traicionan, pues no siempre somos conscientes de aquello que nos altera.
Cuando vamos conduciendo y se nos cruza otro coche de forma inesperada y tenemos que frenar o desviarnos de nuestro carril, ¿qué podemos hacer? Enfadarnos, insultar al otro conductor o, simplemente, respirar hondo y seguir nuestro camino, pues, por suerte, nada malo ha sucedido. Es que en la vida vivimos de forma frecuente emociones de todo tipo, que influyen en nuestra conducta. Y hay personas que, aunque estén mentalmente sanas, actúan de forma impulsiva, sin meditar.
Tenemos tendencia a expresar nuestras emociones cuando las vivimos, ya sea verbalmente o no (por ejemplo, nuestro rostro transmite casi inmediatamente nuestra emociones). Pero, volviendo al tema de la paternidad, cuando los padres detectan que les invade una emoción negativa que puede perjudicar a sus hijos, tienen otra opción en lugar de dejarse llevar por ella: contar hasta diez. Esta es una manera de cultivar la flexibilidad mental y de observarse a uno mismo. De este modo, se rompe la conexión directa entre la emoción y la conducta. Y se permite que la conducta esté mediada por la razón Uno de los aspectos más importantes de un proceso de coaching es que ayuda a mejorar la autogestión emocional, un factor básico para educar a los hijos. Los coachs ayudamos a los padres a que viajen a su interior para que observen su forma de sentir y de actuar. De este modo, reflexionan sobre sus emociones, sobre cómo reaccionan ante ellas, y descubren los beneficios del autocontrol y los inconvenientes de la impulsividad en sus relaciones con los hijos.