Principios Básicos del Aprendizaje de la Asertividad
Como hemos dicho ya, las conductas asertivas y, en general, todas las conductas, no se heredan, sino que se aprenden.
Si bajo conducta se entiende hacer, sentir y pensar, también se aprenderán;
a) Las emociones, como el miedo, la vergüenza, la ira ..
b) Las conductas problemáticas como la desobediencia, la agresividad, la timidez, etc.
¿Cómo se aprende todo esto?
Un niño se va desarrollando en estrecha interrelación con el ambiente que le rodea. Dependiendo de cómo sea el ambiente (familia, escuela, sociedad ) que rodea al niño, éste aprenderá a comportarse de una manera u otra:
Todos buscamos, por encima de todo, llamar la atención y sentirnos valorados (ser ” alguien ” para los demás ). Desde niños, la principal motivación que nos mueve por la vida importancia, ya que en eso se basará su autoestima. El niño que se haya sentido adecuadamente querido y respaldado, desarrollará una sana autoestima y una seguridad en sí mismo. Más adelante, deberá de estar pendiente la opinión de los demás para dejar paso a sus propios criterios. Por desgracia, hay muchos adultos que todavía continúan esperando obtener la ” recompensa ” a sus acciones por parte de los demás.
Para conseguir sentirse valorado, el niño (¡ y también el adulto !) utilizará todos los sentidos que estén a su alcance, independientemente de su valor moral. Según como él responda al ambiente, continuará exhibiendo un comportamiento y abandonará otro. Por ejemplo, si un niño consigue llamar la atención portándose bien, atendiendo en clase y siendo buen compañero, y esta conducta es valorada por el profesor y/o sus padres y compañeros, continuará con ella, ya que le aporta benefcios.
Si, por el contrario, otro niño ve que consigue llamar la atención molestando, haciendo reir o mostrando conductas agresivas, también continuará comportándose de esta manera. En este caso, sus profesores y padres seguramente no le abalarán, pero él puede sentirse valorado por ellos: es ” alguien ” para los demás, los compañeros seguramente le reirán las gracias y ser regañado es una forma de llamar la atención y ser importante. Seguramente, si nadie le muestra que existen otras conductas con las que puede obtener igual beneficio, este niño continuará con su conducta disruptiva.
El mecanismo que están siguiendo los niños es el mismo en ambos casos.
¿De qué depende el aprendizaje de la Asertividad ?
El que un niño aprenda una conducta u otra y concluya que ésta puede serle más beneficiosa que aquella depende principalmente de tres factores : de lo que ocurra inmediatamente después de exhibir esa conducta ( simplificando mucho: si es premiado o castigado), de lo que pase antes ( los llamados ” estímulos discriminativos”) y de los modelos que tenga el niño para imitar. Vamos a describir los dos que más nos interesan: los consecuentes y los modelos a imitar.
1. Consecuentes :
(lo que ocurre inmediatamente después de una conducta )
Cualquier comportamiento va siempre seguido de una reacción del exterior. Muchas veces las reacciones son tan mínimas que no son dignas de resaltar, pero otras, y sobre todo para un niño que está muy pendiente de lo que le llegue de fuera, son completamente marcantes. Obviamente, si alabamos o mostramos satisfacción ante una conducta solo una vez, no servirá de nada. El niño llegará a la conclusión de que vale la pena continuar con esa conducta después de que se le haya valorado varias veces y, si es posible, por varias personas importantes para él.
Existen dos tipos básicos de consecuencias o reacciones ante una conducta:
A: Refuerzo Positivo
El llamado refuerzo positivo es cualquier respuesta agradable que nos llegue del exterior y que nos haga pensar que la conducta que acabamos de emitir es deseable.
Los refuerzos pueden ser materiales: premios; sociales: elogios, miradas, atención; simbólicos: dinero, puntos; y, en el adulto, pueden se sus propios pensamientos y automensajes los que le refuercen (autorrefuerzos). El refuerzo social, es decir, la atención y valoración verbal y no verbal que recibamos, es el más poderoso y tiene un efecto mucho mayor que cualquier premio material que demos a la persona.
Loa refuerzos positivos aumentarán la probabilidad de que se vuelva a producir la conducta, De esta forma, se puede afirmar que si algo está ocurriendo regularmente, lo más seguro es que esté siendo reforzado, y eso vale para las conductas correctas y las incorrectas.
Una conducta que no reciba una respuesta valiosa durante un tiempo prolongado, se irá debilitando hasta desaparecer: si no alabamos nunca a un niño por portarse bien, buscará otras formas de llamar la atención; si no hacemos caso a un niño que llora, terminará por buscar otras formas de conseguir lo que quiere. Como vemos, este mecanismo, que se denomina extinción, puede ser beneficioso o perjudicial para la persona.
B. Castigo
Como castigo entendemos cualquier respuesta no gratificante, desde regañinas hasta castigo físico, pasando por el desprecio, la burla, la agresión verbal.
En contra de lo que se pueda pensar, este método puede ser muy efectivo en un primer momento, pero a la larga no hace que se cambie la conducta de raíz. Puede cambiarla conducta respecto a la persona que dispensa el castigo (se la evita ” no se deja pillar), pero no la actitud de la persona castigada. Suele :
– Provocar la imitación (un niño pegado, pegará con mayor frecuencia )
– Distanciar al castigador del castigado.
– Crear sentimientos de depresión y baja autoestima en la persona que recibe castigo sistemáticamente.
Por desgracia, hay un tipo de castigo que, aplicado regularmente, si tiene efecto a largo plazo: el castigo es subjetivo: unos se sienten castigados por algo que a otros no les significa nada.
Existen otros tipos de consecuentes, aunque el refuerzo y el castigo sean los principales. para nuestro tema de la asertividad interesa conocer el llamado refuerzo negativo. Esto significa que la consecuencia que la persona recibe tras su conducta no es algo positivo ni negativo, sino que es el cese de una situación desagradable. Este concepto, algo difícil de entender es, sin embargo, la explicación a muchas conductas o huida o evitación de situaciones. Una actitud callada, apocada puede ser una búsqueda de este tipo de refuerzo. La persona piensa: si no llamo la atención, si no digo nada, me dejarán en paz, cesará una situación desagradable para mí en la que me siento muy mal porque no sé cómo comportarme. De forma mucho más clara, el niño que no se atreve a enfrentarse a otro y sale huyendo, se está rigiendo por la búsqueda de un refuerzo negativo. Este mecanismo habrá que tenerlo muy en cuenta a la hora de ayudar a un niño que tenga algún problema de asertividad. A veces, se resistirá a cambiar o aprender otra conducta, ya que el beneficio que obtiene con su huida es mucho mejor que un posible refuerzo positivo que le estamos proponiendo (sentirse bien por haber conseguido enfrentarse adecuadamente a otro), pero que no conoce.
¿Cómo se pueden formar, a partir de lo dicho, conductas agresivas, sumisas, problemáticas en general?
Refuerzo de conductas inadecuadas: a la persona se le dispensa atención por una conducta no correcta, que hace que la persona se sienta importante: regañar y no reforzar otra conducta a cambio; ” ¡reír las gracias! (” niños payasos “), atender a quejas, atender sólo a conductas agresivas, alabar mucho una conducta callada, cuando en realidad puede ser una falta de asertividad, etc.
Si sólo prestamos atención a las conductas inadecuadas y nos callamos las adecuadas, dándolas por hecho, éstas se extinguirán y continuarán las inadecuadas.
Actitud impaciente : Hacer algo que debería de hacer la otra persona, para acelerar el ritmo, en el caso de la asertividad, se trataría de la madre que va a hablar con los ” malos ” compañeros de su hijo para disuadirles de que le maltraten. El niño jamás aprenderá a defenderse por sí solo y tendrá la impresión de que tiene que depender de alguien que le ayude.
Consecuencias contradictorias: Si bien nunca se puede dar una regularidad completa, sí se puede confundir mucho al niño si, por ejemplo actuamos con él según estemos de humor, o los padres y maestros que no se ponen de acuerdo y cada uno actúa de forma distinta ante mismas situaciones, o si pretendemos que el niño haga una cosa y luego no la hacemos nosotros mismos.
Estas actitudes crean en el niño sentimientos de inseguridad y pueden llevarle a realizar conductas extrañas, sin orden ni regularidad o a guiarse exclusivamente según su propio criterio, cosa que en un niño no siempre es lo más adecuado.
2-Modelos a Imitar
De todos es sabido que los niños imitan constantemente a los adultos. Lo que no suele estar tan claro es que esta conducta imitativa puede ser causante tanto de conductas correctas y socialmente deseables como al revés.
Nos solemos fijar más en aquello que vemos u oímos que en aquello que nos dicen o leemos. Si vemos a una persona recibir una recompensa por una acción que a nosotros nos parece importante, tenderemos a querer imitarla.
Es importante saber que un niño no imita indiscriminadamente a cualquier adulto o compañero, sino que se tienen que dar una serie de requisitos que hagan que, para ese niño, la persona sea ” digna de ser imitada “. Estos son :
– Que la persona ” a imitar ” esté recibiendo un refuerzo por su conducta que sea deseable para el niño.
– Que, por lo que sea, la persona ” a imitar ” le llame la atención al niño.
– Que sea un modelo válido para el niño ( el ” empollón ” de la clase o la ” cursi” no suelen serlo).
Resumiendo todo lo dicho: los padres y los profesores son importantísimos para el niño como reforzadores y como modelos a imitar. Ellos son los que van a hacer que el niño se vea a sí mismo como competente-incompetente, indigno de cariño-estimable,etc.
Educar para la Asertividad
Actitudes Generales a tener en cuenta con nuestros Niños
Hay algunas actitudes generales a tener en cuenta a la hora de educar a un niño para la asertividad. Por supuesto, son normas que no solamente tiene cabida para el tema de la asertividad, sino que cumplen numerosas otras funciones educativas, sobre todo, la de desarrollar la autoestima. Incluso pueden sonar a perogrullo, pero hemos preferido exponerlas antes que pasarlas por alto.
Regla N° 1 ¡ Cuidado con las Proyecciones !
Muchas veces tendemos a proyectar nuestros propios temores y experiencias negativas en nuestros hijos. El padre del que se han burlado mucho de pequeño, tenderá a “proteger” a su hijo de esta experiencia, insistiéndole en la desconfianza hacia los demás en intentando que se anticipe a los ” ataques ” de los otros, atacando él antes. No siempre expresará todo esto con palabras, pero basta que el niño vea en su padre esta actitud o que se fije en pequeños comentarios del padre para que llegue a la conclusión: ” parece que el mundo es peligroso. ” Tendré que ir con mucho cuidado “.
La madre que está continuamente pendiente de lo que piensen los demás de ella. que tras haber con su hija en casa de unos amigos le acribilla a preguntas sobre su comportamiento, sobre si se portó bien para que los otros se hayan llevado una buena opinión de la niña, está proyectando su temor en ésta y logrará pronto que la hija esté igualmente pendiente de lo que los demás opinen de ella.
Es difícil, pero hay que intentar de todas las formas que el hijo o alumno no se vea ” predestinado ” a cumplir las expectativas que tienen sus padres respecto a él, a curar sus frustraciones o a cumplir sus esperanzas.
Por supuesto que todo educador que lea esto, pensará: ” Pero yo quiero lo mejor para el niño” y la actitud que proponemos, que es la de aceptar al niño con sus ideas y actitudes y dejarle tener las experiencias a él, es igualmente sabida como difícil de realizar. Nuestra propuesta es: analizar las propias ideas y temores y reflexionar si hay alguna que pueda ser ” irracional “, fruto de alguna experiencia dolorosa que el niño no tiene por qué pasar. Esa idea es la que no tenemos derecho a intentar “colar” al niño sin que él nos lo haya pedido ni sus experiencias nos lo hayan hecho necesario transmitir. Sí podemos, por supuesto, darle consejos o contarle nuestras experiencias, pero nunca de forma categórica ni estableciendo reglas (“todo el mundo es así”, ” nadie te va a ayudar”, ” no te fies de nadie”, etc)
Regla N°2 : No confundir un error puntual con una característica de la personalidad.
Un método muy poderoso para no permitir que se desarrolle la autoestima es tachar al niño de “malo, vago o desobediente “, cuando ha hecho algo mal. En este caso, se está confundiendo una conducta con toda la personalidad del niño. Aunque el adulto tenga claro que el niño no es malo, estrictamente hablando, por el hecho de haber pegado a un compañero, el propio niño no lo tiene tan claro. SI oye una y otra vez ” eres malo” ante cada acto agresivo que cometa, llegará a la conclusión de que él es efectivamente una mala persona, y sobre todo, que no tiene remedio. Una persona que desde siempre piense que es mala, no podrá desarrollar una sana autoestima, porque está convencida de que eso es inamovible y de que no hay nada que hacer con eĺ. Todos sus actos estarán marcados por el hecho de “ser malo”. Sabiendo que todos los niños quieren, en el fondo, ser ” buenos” ¿Qué hará el niño al que se le ha hecho sentir que es intrínsecamente malo? Tiene varias opciones, pero ninguna encaminada a desarrollar una autoestima sana ni, por supuesto, una conducta asertiva correcta.
Lo mismo ocurre con un niño que una y otra vez oye que es “cobarde” o “tonto”. Todo el mundo te toma el pelo”. Seguramente además este niño comenzará a actuar según le están diciendo que es, y de forma cada vez más sistemática. Lejos de enseñarle conductas concretas que podría modificar, se le seguirá tachando fr # tonto”, entrando así en un círculo vicioso del que es difícil salir y que al niño no le aporta ningún beneficio.
Regla N°3: Asegurarse de que las expectativas que se tienen respecto al niño son razonables y adecuadas a su nivel y edad.
Un niño no es igual de asertivo a los 5 que a los 9 años, lo mismo que tampoco es igual de sociable o creativo. A cada edad le corresponden unas pautas de conducta que, antes o después, estarían desafiadas.
El problema que tienen muchos niños es que se les exigen cosas para las que todavía no están preparados. Así, a veces se les pueden ciertas responsabilidades” cuando el niño todavía no es lo suficientemente maduro como para captar la situación en su totalidad. Pedirle a un niño de 10 años que estudie porque es bueno para su futuro seguramente no servirá más que para que odie la asignatura. Todavía no se da cuenta de la importancia del estudio y habrá que encontrar otros elementos que le motiven a estudiar.
Lo mismo ocurre con la asertividad: muchas veces se espera que un niño pequeño reaccione de forma mucho más ” valiente” ante ataques de lo que todavía es capaz. Estas expectativas se traducen luego en grandes regaños si el niño no se ha comportado como ” debería”. Un ejemplo son los niños ” llorones “, (hablamos de un margen de edad de entre los 5 y los 8 años) que ante un ataque o una situación que los ponga inseguros rompen a llorar o se refugian en el adulto que más confianza les dé. Si a este niño se le tacha de “cobarde”, se le recuerda que debe de sentir ” vergüenza” ante los demás o se le regaña porque debería e haberse enfrentado a la situación, no se hace más que agravar el problema: el niño tendrá cada vez más ansiedad porque nadie le está explicando realmente cuál es la conducta adecuada y, además, no se le deja tiempo para que pueda experimentar otras conductas. Hemos visto en consulta muchos niños completamente aterrorizados ante lo que puedan decirles sus padres después de haber ” vuelto a llorar en el cole “.
Otro ejemplo sería la tendencia, por suerte cada vez menos extendida, de no permitir que un niño (varón) llore o se muestre débil, ya que ” los hombres no lloran “.
Para este tema no se pueden establecer reglas generales: no hay una edad en la que el niño ya no ” debería ” de ser cobarde o débil. Cada niño madura a su ritmo y en su momento y tenemos que permitir que nuestro hijo o alumno se tome el tiempo que él necesita para aprender a ser asertivo. Porsupuesto que podemos ayudarle, pero de ninguna forma coartarle en su desarrollo a base de meterle miedo o someterle a presión.