El Impacto de nuestra Presencia
El poder de la presencia es el poder vivir el momento, de ser tú y de tener impacto a tu alrededor. Cuando estás presente eres consciente, estás alerta y atento. Observas: ves lo visible y sientes lo invisible. Estás conectado y tienes empatía. Estás conectado contigo, con el otro y con el universo, es decir, con el campo que creamos colectivamente.
Cuando eres y estás presente te sientes pleno. Tu ser rebosa de energía positiva. Eres como un faro de luz. Por donde vas, a cada paso, infundes confianza, alegría y esperanza.
Tu impacto se amplía cuando estás presente en la realidad sin perderte en ella. Hay personas que están presentes únicamente en el mundo de su mente y, por lo tanto, viven desconectadas de la realidad que las rodea. Se pierden, absortas en sus elucubraciones mentales. Otras están presentes en el mundo de la realidad, pero viven desconectadas de su mente y de su ser. No son conscientes ni de lo que piensan. Funcionan con el piloto automático. Dependen del exterior para ser, sentir y estar.
La realidad ¿inunda o transforma tu mente? ¿O acaso es tu mente la que transforma la realidad? Con tu presencia, ¿transformas la realidad? ¿O vives en la mente y en tu mundo creado por ella? Si estás centrado en tu conciencia, puedes desde ahí llevar el timón para que tu mente no te despiste. Así vives en UNA realidad.
Estar presente es no perderte en tu mente ni en las situaciones que te rodean. Es ser como un nenúfar: su tallo está arraigado a la tierra bajo las aguas estancadas, pero la flor vive y está por encima del barro; no permite que el barro la cubra. Si estás arraigado en tu conciencia, el barro de las situaciones no te cubre ni te confunde.
Tus creencias acerca de lo que es real pueden confundirte y llevarte a creer que lo que es falso es real y que lo real es falso. No todo lo que reluce es oro. ¡Este es un tema para otro espacio! Por ejemplo, lo que crees que es la persona que tienes delante, no es más que la imagen que has interiorizado en tu mente y que proyectas en la realidad del otro.
Lo que Dios es posiblemente no coincida con la imagen que tienes de Dios en tu mente. Una cosa es lo que son Pedro o María y otra es la imagen que tienes interiorizada de quién es Pedro o de quién es María. Son realidades diferentes. ¿En cuál estás presente? ¿Con cuál te relacionas? ¿Con quién te relacionas, con la persona real o con la imagen que has interiorizado de ella en tu mente? ¿Estás abierto al cambio de imagen y, por lo tanto, a dejarte sorprender por una nueva realidad “más real”?
Tu presencia se intensifica al liberarte de estos espejismos.
Te fortaleces cuando estás libre de los condicionamientos del mundo. Disuelves las tensiones. Te permites ser transparente sin fingir. No emites juicios y aceptas. Desde la aceptación abrazas el momento y a las personas tal como son y tal como están.
Aunque no estés de acuerdo con algo, aceptarlo te ayuda a no resistirte en contra de lo que es. De esta manera, tu presencia es transformadora. Transformas desde la aceptación y el amor.
Por el contrario, desde la resistencia, la violencia o la irritación confrontas pero no transformas. Suscitas actitudes defensivas que dificultan el diálogo y la comprensión.
Sin comprensión hay enfrentamiento. En el enfrentamiento gastamos mucha energía, nos agotamos y la realidad parece descomponerse en separaciones, disgustos y penas. En entornos así, la rabia se dispara y la vivencia de las relaciones se vuelve cada vez más
dura. No nos entendemos.
Si observamos la situación mundial, nos damos cuenta de que hay una necesidad urgente de cambios drásticos que nos lleven a un mundo de relaciones en armonía. Hay muchas presencias que propagan las resistencias, el odio, el desamor, los deseos
adictivos y las dependencias a la industria del entretenimiento (el fútbol, el cine, el juego, etcétera). Presencias que nos inducen a seguir dormidos, o a ser espectadores que necesitan ser estimulados para distraerse. A ser consumidores pasivos activados únicamente por lo que se les vende. Es el efecto N.T.D., como explica María Novo: Nos Tienen Distraídos. La industria del entretenimiento, el seguimiento masivo de espectáculos deportivos, por ejemplo –y eso no quiere decir que nos deje de gustar el fútbol–, hace que nos mantengamos distraídos y no participemos activamente en transformar la realidad.
Como para muchas personas la experiencia de la realidad es dura, encontramos un terreno abonado para plantar adicciones al consumo y la dependencia del entretenimiento con el fin de que las personas se distraigan y “desconecten” de sus realidades. De esta manera se atrofia la creatividad personal, la individualidad brillante y la aportación constructiva de cada uno al mundo.
Hay muchos negocios que se nutren de mantener a las personas distraídas y dormidas.
Viven del N.T.D. Las mantienen en el ruido de la estimulación, lejos del silencio que permite la reflexión profunda y la creatividad auténtica.
Cuando uno se emociona porque la pelota entra en la portería, se angustia porque fulano ha corrido menos, se enoja porque mengano ha caído y se divierte cuando alguien ha saltado, y se pierde en esa emoción olvidándose de sí mismo, es señal de que está dormido. Su estado de ánimo depende completamente de lo que está consumiendo, es decir, de lo que está viendo o escuchando. No es dueño de sus emociones y ha cedido su poder personal a la industria del entretenimiento y las distracciones.
No hay nada más grande ni más necesario en la vida que despertar del profundo sueño en que está sumido el ser humano, afirma Graf Dürckheim. Incluso cuando estamos despiertos y somos conscientes del mundo que nos rodea, es como si estuviéramos dormidos e imposibilitados de ver el mundo tal cual es, incapaces de ver a los demás como realmente son y los acontecimientos bajo su verdadera luz.
Vemos, percibimos e interpretamos la realidad desde nuestras convicciones erróneas, desde nuestra dependencia de los estímulos externos y desde nuestro apego a identidades falsas.
Tenemos los ojos cerrados a la verdad; por eso transitamos dormidos por la vida y ni siquiera lo sabemos. A raíz de convicciones erróneas, crearemos alguna forma de sufrimiento o dolor en algún nivel íntimo, pero soportaremos ese dolor creyendo que debe ser algo normal. Esperamos que venga algún salvador que nos rescate de ese sufrimiento y nos ofrezca el verdadero amor mostrándonos el camino que hay que seguir para vivir en el placer y el bienestar. Solo cuando el sufrimiento se vuelve muy intenso reconocemos que tenemos que hacer algo y que es nuestra responsabilidad salir de ahí.
Cada uno tenemos que salvarnos a nosotros mismos. Es cierto que podemos acompañarnos unos a otros para dejar de ser consumidores y espectadores y pasar a ser actores cuya presencia cambie el mundo. Para ello debemos darnos cuenta de que los pasos tenemos que darlos cada uno de nosotros. El hecho de darnos cuenta es un gran avance. Mientras uno está dormido no ve lo que pasa y, en cambio, si uno se da cuenta, es como si despertase. En ese darse cuenta radica la posibilidad del cambio: de un cambio de actitud, de conciencia y de motivación en la acción. Ya no actúas por el rencor provocado por el dolor, por la rabia provocada por la decepción, sino basándote en los valores que están en el corazón de tu ser. Actúas desde la sabiduría que brota de la comprensión. Ya no quieres sembrar más rencor ni rabia en el mundo.
En definitiva, pasas de ser un mendigo que pide, necesita y desea a ser un donador que otorga, dona y colabora. Empiezas a ser creador de tu realidad y de una realidad más sostenible para todos. Cuando actúas movido por el amor, transmites una energía sanadora, porque el amor sana. En casi cada corazón humano encontramos dolor, rabia, pena o tristeza. Cuando actúas en función de tus debilidades sintiéndote víctima estás pidiendo: cuando sientes miedo, en realidad buscas protección; con la avaricia anhelas siempre tener más; con el egoísmo lo que estás pidiendo es atención, quieres poder y privilegios.
Estás en la conciencia del “necesito”, “quiero” y “pido”.
En cambio, cuando te llenas espiritualmente actúas en función de tus valores. Desde la plenitud ofreces amor, paz, tranquilidad, serenidad, felicidad y alegría. Pasas de ser el que pide a ser el que ofrece y da. Dejas de ser el consumidor-espectador para ser el actor-donador, servidor y transformador. Desde el amor auténtico y la entrega haces fluir una energía sanadora y revitalizadora que es necesaria. El mundo necesita presencias amorosas y consoladoras.
Puedes preguntarte si al morir te gustaría haber dejado el mundo un poco mejor de lo que lo encontraste al nacer, o bien dejarlo igual o peor. Seguramente te gustaría dejarlo en mejores condiciones, por eso estás leyendo este libro. Así que plantéate qué tipo de
presencia quieres tener en el mundo.
Las personas cuya presencia mejora el mundo provocan cambios. No temen la opinión de los demás. Su mera presencia provoca reflexión y apertura de conciencia. Plantean más preguntas que soluciones. No temen ser diferentes ni quedarse solos. Es decir, no temen quedarse “sin seguidores” por tomar decisiones provocadoras. Aman el mundo y quieren lo mejor para todos. Si nos domina el miedo, no podemos ser creativos ni provocadores. Mahatma Gandhi proponía que al tomar una decisión, nos planteáramos si esta beneficiaría también al más pobre. Sus palabras fueron: «trae a tu mente la cara de la persona más pobre o débil que hayas visto, y pregúntate si el paso que piensas dar va a serle de alguna utilidad». Para Gandhi, la piedra de toque de cualquier acción propuesta era ver cómo afectaría al individuo más vulnerable. Por tanto, no era una cuestión
ideológica y general, sino humana y particular. De momento, los ricos son cada vez más
ricos y los pobres cada vez más pobres. Si siguiéramos este consejo de Gandhi, nuestras
acciones tendrían un mejor impacto y contribuiríamos a reducir esta diferencia.
Ela Gandhi nos recuerda las palabras de su abuelo: «el objetivo supremo es acabar con
la línea divisoria entre riqueza y pobreza. Para conseguirlo hay que terminar con este
consumismo feroz. Mi abuelo siempre decía que en el mundo hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no la avidez de todos». Podemos elegir ser parte del problema o de la solución. Para formar parte de la solución has de atreverte a dejar ciertos estilos de vida insostenibles y a provocar cambios en tu vida que te lleven a vivir el respeto por la vida y por la no violencia. Sin pesadez, sin cargas y con ligereza florecerá tu capacidad creadora de espacios de gozo sano.
¿Qué tipo de presencias necesitamos en el mundo para cambiar esta espiral de pobreza, violencia y desarmonía?
Necesitamos líderes inspiradores, que entusiasmen desde la confianza, la visión y la integridad en sus vidas. Que vivan lo que predican. Tú puedes ser un líder inspirador.
Puedes empezar inspirándote. Ya que solo quien está inspirado podrá inspirar a los demás. Al inspirar no fuerzas ni impones.
Hay personas que cuando se cruzan en nuestro camino nos inspiran. Su presencia nos abre la mirada a otra forma de ver, su ejemplo nos da la esperanza de que el cambio positivo es posible y sus palabras nos dan fuerzas para no tirar la toalla. En esos momentos, esa persona se ha convertido en una fuente de inspiración que despierta nuestra creatividad para ser quienes realmente somos y para atrevernos a decidir, hablar y actuar. Dejamos de ser víctimas de nuestras circunstancias y pasamos a ser responsables y creadores de nuestra realidad. Tú puedes ser una de esas personas que a tu paso inspiras a los demás.
Un líder inspirador crea espacios en los que las personas pueden explorar, experimentar, ampliar sus capacidades e improvisar. Son personas creadoras de culturas de aprendizaje apreciativo. Son individuos que colaboran genuinamente. Cuando un líder consigue inspirar una labor de cooperación alegre, efectiva y plena, logra resultados transformadores. Para alcanzar este nivel de cooperación debe respetar a las personas, involucrarlas y escucharlas. Debe plantearles desafíos para que piensen y vean más allá de sus autolimitaciones. Y no hay que olvidar la importancia de recompensarlas con apreciación y agradecimiento.
Además, en estos momentos, tanto las personas, sean líderes o no, como los grupos y las organizaciones nos vemos en la necesidad de innovar. No podemos seguir creando lo mismo desde el mismo paradigma del consumismo imparable. Se trata de innovar nuestra forma de ganar dinero, de gastarlo y ahorrarlo. Nuestras maneras de hacer negocios. Innovar en la relación personal significa descubrir la complicidad en las relaciones amorosas, amistosas y de cooperación.
El esfuerzo de innovación exige un tipo de aprendizaje diferente, que no sea un mero adaptarse a los retos y la resolución de problemas. Por el contrario, este tipo de aprendizaje se centra en imaginar posibilidades e idear nuevas formas de mirar el mundo. La innovación exige estar dispuesto a pensar de forma alternativa. Conlleva un enfoque apreciativo, la habilidad de vislumbrar posibilidades radicales y la disposición a ir más allá de los límites de los problemas.
El mundo necesita a personas que vislumbren esas posibilidades radicales y cuya presencia sea inspiradora. Serán personas cuya presencia es conductora, facilitadora, mentora, una presencia que acompaña, sirve, integra y armoniza. Una persona así se conoce a sí misma. Desde el autoconocimiento genera espacios de comprensión que son como un espejo donde cada uno se ve reflejado y se comprende sin sentirse juzgado ni atemorizado por lo que ve. Más bien se siente alentado a aportar su grano de arena y mejorar el mundo que le rodea.
Necesitamos visión, compromiso e inspiración, especialmente ahora que estamos presenciando como se desmorona el sistema. Las estructuras económicas basadas en la codicia y el miedo ya no funcionan. Estamos asistiendo a la necesidad imperante de poner fin al consumo desorbitado, al individualismo irrespetuoso con el otro y con el medio ambiente, a las culturas patriarcales y a la opresión de unos sobre otros. Podemos centrarnos en las pérdidas que aparentemente hay y seguir siendo espectadores. O reconocer que está reventando el sistema basado en la especulación y en una burbuja insostenible, y que tenemos frente a nosotros la oportunidad de reinventar la manera de liderar y de vivir nuestras vidas siendo actores que inciden activamente en crear una realidad mejor.
¿Qué valores sustentarán esta reinvención necesaria? La generosidad, la solidaridad, el respeto y, sobre todo, el valor de la vida humana. Además necesitamos atrevimiento. Debemos reinventarnos con visión y no tanta planificación, ya que los planes de ayer ya no sirven para el mañana. Con inspiración, ya que sin ella una ejecución pierde el impulso necesario para ser efectiva. Con atrevimiento, para superar el miedo, la inseguridad y la tendencia al control que impera aún en muchos entornos y que nos impide aceptar y asumir la responsabilidad del cambio. Para inspirarnos debemos entusiasmarnos. La palabra entusiasmo proviene del griego “en Theos” (en Zeus). Estar entusiasmado es estar impulsado por la energía de Dios.
Desde este espacio de entusiasmo observamos la realidad material, pero estamos conectados con los valores intangibles, con la realidad espiritual. Desde la experiencia trascendente mantenemos las fuerzas positivas aliadas a nuestro ser y no nos hundimos en los mares agitados de las situaciones caóticas de un mundo en transición.
Una persona con presencia reconoce a los demás, es decir, los ve. Su presencia ama, influye e impacta. Es una presencia transformadora. Su impacto en la realidad es que la transforma: construye un presente y un futuro mejores.