Presencia de Plenitud
Cuando estás en un estado de plenitud, tu presencia influye. Estás conectado con tus raíces: con tu esencia. Vives los valores que te mueven y dan sentido a tu existir. Vives con una actitud de cuidado y de servir, sin deseo de imponer sino de compartir. Mantienes las creencias que te permiten ser y fluir. Cuestionas y descartas aquellas creencias que te limitan y te impiden brillar. Brillas cuando te sientes pleno.
El estado de plenitud te lleva a un estado de gozo, de dicha, de tranquilidad, de armonía, de bienestar y de amor; es un estado en el que estás liviano, fluyes y te sientes libre internamente. No sientes cargas, agobio ni estrés. Al contrario, te sientes etéreo como la luz, luminoso como un ángel y con una actitud positiva que te lleva a un compromiso con la realidad.
Tapar las fugas
Para sentirte completo debes dejar de buscar fuera lo que está en tu interior desde siempre. Naciste con ello, pero no te enseñaron a mirar hacia dentro y te pasaste la vida buscando en el exterior. Esto provocó desencuentros en el camino, decepciones e insatisfacción.
La insatisfacción surge de un vacío interior que quieres llenar. «La búsqueda en el plano de las apariencias no aplaca la sed de ese “algo” que no puede definirse con precisión. Mientras no se descubra el “ser” y no se viva desde ese “centro”, falta lo más importante. Se sufre. Las personas buscan el “agua de vida” que aplaque definitivamente su sed. Pero la buscan en el lugar equivocado. La plenitud no puede alcanzarse con cosas.»
Cuando eres como un cubo agujereado, no importa cuánta agua eches, el cubo nunca se llena. Corres tras los deseos provocados por la insatisfacción y dejas de estar presente.
Estás pendiente de conseguir algo, y cuando lo consigues se disuelve en unos instantes como el azúcar en la boca. Permaneces en un estado de deseo continuo. Y la insatisfacción parece insuperable.
Otras fugas de energía que te vacían son los miedos, la inseguridad, el apego y la dependencia. Bloquean la experiencia de amor, paz, libertad y felicidad, o te alejan de ella. Afrontar y superar esos estados es necesario para que en tu vida haya más armonía y plenitud.
Para tapar los agujeros del cubo, a nivel personal has de detener los pensamientos inútiles, dejar de crear sentimientos negativos y fortalecer las actitudes positivas. En la relación con los demás se trata de no mantener conversaciones inútiles ni recrearse en la queja, en la crítica ni en las culpas. Es cuestión de cuidar lo que piensas, lo que sientes y lo que compartes.
Se trata de darte cuenta y ser consciente de que eres el creador de tus pensamientos y sentimientos; que un pensamiento puede bloquear tu capacidad de sentirte pleno y realizado, y que un pensamiento te puede llevar a la tristeza o a estar irritado. Un solo pensamiento puede ser la llave de la puerta que se abre a los valores del ser. Ha de ser un pensamiento puro, potente, claro y concentrado. Has de creer en ese pensamiento. Creas lo que crees.
Fortalecerte
Para superar los estados que llevan a vaciarse es imprescindible cultivar los valores propios, nutrir el alma y así fortalecerse. Una vez fortalecida, el alma alcanza un estado de plenitud en el que la vida tiene sentido: uno ama su vida y lo que hace. Te fortaleces conociéndote y aprendiendo a gobernar tus energías internas. Cuando comprendes de dónde surge lo que piensas, lo que sientes y hacia dónde te lleva lo que estás pensando, aprendes a dominar tu mundo interior.
Fortalecer tu capacidad de respetarte y de amarte te ayudará a crear y a mantener tu plenitud. Cuando mejoras tu autoestima, te resulta más fácil superar los miedos y recuperas tu poder interno.
Ante lo imprevisto
Siempre puede ocurrir cualquier cosa en el instante siguiente al que estás viviendo, pero preocupándote por lo que pueda pasar, se te escapará la plenitud de ese momento. Lo mismo te ocurre si te lamentas por lo que ya pasó o te quejas por lo que sucede ahora. Cuando ocurre algo que no esperas, abrazar lo imprevisto y aceptar el cambio te ayuda a seguir brillando en la plenitud de ese instante. Para ello hay que tolerar el contratiempo, el cambio, la situación o las personas. Tolerar, entendido no como aguantar y cargar con algo que no deseas, sino como aceptación y plena comprensión, desde la cual hay apertura al diálogo y al cambio. A veces, en vez de tolerar aguantamos porque no sabemos poner límites, y sin darnos cuenta dejamos de brillar. Al asumir cargas que no nos corresponden perdemos capacidad de diálogo y el cambio se vuelve brusco y difícil.
Cuando toleras desde la comprensión y la seguridad personal, sabes poner límites respetándote a ti mismo. Entonces tienes capacidad de afrontar lo que la vida te depara. La combinación de la tolerancia con la capacidad de afrontar te da la confianza y la convicción de que podrás conseguirlo, de que avanzarás y alcanzarás tu objetivo.
Una mente tranquila puede encontrar en su silencio las soluciones creativas necesarias para tolerar, afrontar y cambiar. Desde el silencio, la mente crea con plenitud. Desde el estrés, la presión o la confusión, la mente piensa mucho, pero no llega a las soluciones creativas que te permiten sentirte pleno en tus decisiones y en tus acciones, ni valorar las repercusiones de estas en tu vida.
Cultivar y ejercer tu capacidad de reflexión te ayudará a no reaccionar de una forma inmediata desde el temor y la inseguridad, sino a responder desde los valores, como son el amor, la paz, el respeto, la escucha, la tolerancia, la creatividad y la fuerza interna. Se trata de respuestas que surgen de la plenitud de tu ser. Son respuestas no violentas que generan armonía en tu entorno. Son respuestas de una presencia plena.
Vivir la plenitud
Para vivir la plenitud, lo que piensas y lo que sientes han de estar alineados. El diálogo entre la mente y el corazón ha de fluir. Cuando tu razonamiento dice una cosa pero sientes otra, puedes estar en un malestar interior que te aleja de la plenitud. El diálogo interior es importante para aclararte. Date un tiempo para comprender de dónde proviene cada voz que te habla interiormente. Una persona que vive en plenitud experimenta el equilibrio entre su mente y su corazón.
Los valores son el eje de tu vida, y para vivir en plenitud los has de sentir. No es suficiente creer en ellos. Cuando pasen a formar parte de tu vivencia diaria te sentirás pleno. Para ello has de gestionar las emociones que te alejan de tus valores, como pueden ser la rabia o el miedo. Empieza observando qué es lo que disminuye tu presencia de plenitud, por ejemplo: la confusión mental, los pensamientos negativos, el culpabilizarte, las preocupaciones, las proyecciones y el compararte. Una vez reconoces de qué estás cojeando, busca cómo contrarrestar, neutralizar, eliminar o dejar de alimentar esa vivencia que te aleja de tu plenitud.
La inteligencia emocional te ayuda a gestionar tus emociones. También es importante mantener la mente calmada para que no se precipite en demasiados pensamientos descontrolados. Además, para desarrollar tu soberanía personal necesitas fortalecer los poderes que te ayudarán a afrontar los obstáculos, a resolver los problemas y a lidiar con las influencias negativas para no sucumbir a ellas.