Liberación de la Memoria Celular
Cuando sentimos ansiedad liberamos gradualmente el temor de una manera civilizada, ” decorosa”. Con el correr del tiempo, el proceso se fue profundizando y también se profundizó la aceptación de mí mismo. Me di cuenta de que, a pesar de haber estudiado y practicado por casi dos décadas, no conocía la función del dolor en la vida humana. En realidad no sabía nada acerca del dolor. Era tragicómico: toda una vida peleando contra algo que no conocía y que en realidad era lo que me iba a dar una nueva vida! Entrenado para aliviar o desterrar lo doloroso e incómodo, había combatido, resistido, rechazado, evitado y negado el dolor en otros y en mí mismo. Todo lo que había aprendido era que había que sacárselo de encima a toda costa: “Si hay dolor, hay error. Si hay dolor, hay un culpable. Si no encuentro al culpable afuera, la culpa es mía”. No se me había ocurrido permitir el dolor ni hacerme su amigo, no conocía esa milagrosa puerta. Y el estado de presencia es el que hace posible ese milagro, y lo hace y penetrando la delgada frontera donde algo en nosotros se para a contemplar lo que pasa en el mundo que llamamos realidad.
La muerte de Adriana ( es la experiencia de Luis Ángel Diaz que perdió a su esposa por una aneurisma cerebral ) me reveló el mapa de mi interior y me enseñó como viajar a través de ese territorio. Casi sin darme cuenta, me fui acostumbrando a estar presente en lo que fuera que suceder y a aceptar lo que se me presentaba. Supe que tenía todo lo que necesitaba y que todo estaba potencialmente dentro de mí, esperando ser reconocido. Me di cuenta de que mi mayor aliado es el cuerpo, y que hay una increíble y vasta inteligencia que que tuviera lo impregna y que se activa cada vez que conscientemente tomo presencia en el