Descodificando la Vivencia Profunda
“Todo nuestro conocimiento nos viene de las sensaciones.”
Leonardo Da Vinci
Desde el momento en que la persona vive un determinado evento en su día a día, le da un sentido. No hay circunstancias que tengan un sentido por sí mismas, sino que es el sentido que le da tanto la parte consciente como el inconsciente de la persona lo que hace que se clasifique esa vivencia. Esa clasificación asigna a la vivencia la categoría de agradable o desagradable, buena o mala, plácida o estresante y tantas otras formas más al uso de cada ser humano.
Hemos de recordar que nuestro inconsciente biológico aún vive en la caverna por lo que cualquier conflicto biológico es una situación de altísimo peligro al punto de considerarla de vida o muerte. Por eso ansiamos y buscamos activamente las situaciones de placer o bienestar.
Ante un conflicto biológico que provoca una intensa emoción, las personas reaccionamos cada una de una manera muy diferente según nuestra historia y la de nuestros ancestros. La circunstancia vivida es una experiencia psicofísica que se inserta en alguna parte de la historia del individuo por resonancia y similitud. Se activa así un programa oculto y reacciona materializando esa activación. El resultado es un sentir biológico profundo, que es la clave de la Descodificación Biológica Original. Ahí tenemos que dirigirnos si queremos desactivar una forma de funcionar en la vida, un síntoma o un problema de comportamiento.
Si algo nos ha de distinguir de otras psicoterapias es el acceso a las sensaciones corporales asociadas a una emoción intensa para poder vivirlas de forma modulada hasta que desaparezca el impacto que tenían.
La Emoción Visceral o Sentir Profundo
Demos ahora un paso más en la explicación de cómo se entiende el síntoma en Descodificación Biológica Original con un concepto tan interesante como es el sentir profundo o emoción visceral, que no debemos confundir con emoción. Como dice el Dr. Hamer, al hablar de lo que atañe a la situación de shock, la persona resuena con una carga emotiva que le lleva a descargar mediante el llanto u otro tipo de reacciones.
Esa forma intensa de sentir es lo que aparece en el instante del conflicto biológico. Vayamos por partes y empecemos con un ejemplo.
María observa que se está quemando un matorral cerca de su casa. Teme que el incendio llegue a su casa y por eso llama a los bomberos. Aunque sabe que no tardarán en llegar, los minutos de espera se le hacen eternos y María siente en su interior algunas
sensaciones que no puede describir. Por ejemplo, su respiración se acelera, nota presión en la espalda, debilidad en los brazos, se le encoje el estómago, tiene temblores por todos lados y un dolor intenso en el pecho.
Ella no lo sabe, pero todas estas reacciones que sufre podrían estar relacionadas con la historia de su bisabuelo paterno, quien murió de un paro cardíaco después de intentar apagar un incendio en su casa. La vida de toda la familia cambió a partir de ese momento, ya que se quedaron sin los recursos a los que estaban acostumbrados. Una vida cambiada a partir de un instante.
Esta información se transmite y la tenemos almacenada en el interior de nuestras células. Y la pregunta podría ser: “si ella no
conoció a su bisabuelo que murió en el incendio, ¿cómo tiene esa información?” .
La epigenética ha estudiado cómo todo lo vivido a nivel ambiental queda registrado en la memoria celular que se transmite de generación en generación.
Por ejemplo, para tomar una decisión determinada en relación a un acontecimiento, el sujeto tiene que sentir en sí mismo las consecuencias de lo que hace. Podemos suponer que María no le pide el dinero a su tía por miedo a las represalias y a un posible abandono o porque se siente culpable por todos los años que vivió fuera y su tía le extrañaba. Son solo suposiciones. Lo que cuenta es que sentimos y guardamos en nosotros todo lo vivido.
Toda la información que ha llegado al cuerpo o al cerebro a través de los sentidos se registra y codifica mediante conexiones sinápticas. Ese sentir a nivel físico, esas sensaciones que notamos, podrán ser recordadas después y revividas de manera idéntica en las situaciones que nuestro inconsciente percibe como similares. Es como si todo lo que notáramos en un instante de estrés quedara grabado y a la espera para decirnos: “¡Ojo! ¡Peligro! Se acerca algo que puede producirte dolor”. Cuando nuestro inconsciente percibe una situación similar, vuelve a poner el play, y revivimos el evento como si estuviera ocurriendo en ese instante e incluso se activan una vez más los sentidos con toda la memoria guardada. Es lo que le pasa a María cuando revive el momento en que su bisabuelo murió sin tener conciencia de lo que está ocurriendo. Bessel van der Kolk (1994) junto con otros autores ya nos reportaban en los años 70-80 del siglo pasado la relación entre el trauma y el recuerdo anclado en el cuerpo mediante sensaciones viscerales e imágenes visuales que
tienen la peculiaridad de reaparecer como flashes cuando nos exponemos a algún factor que nos lo recuerda de manera inconsciente. Es la base del raíl sensitivo que buscamos rescatar para liberar el recuerdo asociado. No solo el recuerdo sensorial puede actuar de raíl sino también las propias sensaciones corporales del instante del conflicto biológico, como el ritmo cardíaco o respiratorio, la sudoración o las reacciones de temperatura, entre otras.
Una vivencia emocional también puede expresarse, liberarse, se puede sacar afuera la tensión y la persona lo puede hacer solo o acompañado. De este modo, en el instante en que se revive en una práctica terapéutica, produce un alivio casi inmediato. El problema es que muchos de nosotros, sobre todo los occidentales, hemos separado el cuerpo de la mente como si fuesen dos cosas desconectadas y hubiésemos olvidado la unión de nuestro ser. Es imprescindible reconectar lo físico con lo emocional para conseguir la descarga de energía acumulada tras el shock y, de esa manera, desactivar el síntoma que puede provocarnos la enfermedad. Debemos entender que este proceso debe hacerse a través del cuerpo y no se conseguirá nada a través del intelecto.
¿Pero qué es el sentir profundo o vivencia emocional profunda?
Es un movimiento vivido en el interior del cuerpo que incumbe a las células y que ocurre de forma simultánea en el momento del conflicto
biológico, provoca una modificación de la forma de pensar y activa unas emociones. Se graba mediante sensaciones corporales que permanecen mientras no se desactive el programa y queda oculto a nivel inconsciente.
Recuerden que la sede de las emociones está en el cerebro límbico, que actúa como un disco duro que guarda los archivos en imágenes asociadas a la emoción y al afecto donde guardamos recuerdos por si algún día revivimos algo similar, ya que el recuerdo nos permite evaluar si lo que estamos viviendo es bueno o no en ese instante. El cerebro límbico vive todo en presente y une la vivencia del momento con algo que la persona vivió en el pasado, por lo que, ante la asociación, la persona reacciona.
Nos convertimos en seres reactivos cada vez que una experiencia toca un botón del pasado que se ha guardado con la información de “¡peligro! ¡alerta!”. Esa reactividad es lo que hace que la persona tenga respuestas negativas con reacciones como gritos, golpes, insultos, que rompa cosas, agreda, etc. ¡y qué mala prensa se le ha dado a algo tanto fisiológico como cultural, como son las emociones!
En el libro Usar el cerebro, Facundo Manes y Mateo Niro (2014) dicen sobre las emociones: “La emoción es un mecanismo adaptativo que tiene como objetivo la supervivencia del individuo. La emoción es un proceso por el cual sentimos que algo importante para nuestro bienestar está ocurriendo, a partir de lo que se desata un conjunto de cambios fisiológicos y del comportamiento. La memoria emocional es la capacidad de adquirir, almacenar y recuperar información relacionada con la emoción.”
Podemos decir además que el sentir profundo está tanto en el interior de la persona de forma invisible e inconsciente, como en el exterior, ya que busca manifestarse, aunque el individuo no lo sepa.
Para un terapeuta experto en Descodificación Biológica que esté en la escucha activa y que establezca una buena relación terapéutica se hace muy visible, ya que una de las tareas es conseguir liberar esa emoción visceral o sentir profundo para que continúe el programa de supervivencia o enfermedad con la fase y los síntomas previstos hasta su extinción. En pocos minutos se agota la carga química asociada al evento cuando se ha llegado a la emoción visceral.
El acceso a la emoción visceral se logra también observando las reacciones fisiológicas corporales (respiración, circulación, enrojecimiento o palidez…), viendo cómo la persona mueve el cuerpo, las palabras que usa e incluso lo que lleva consigo, como su ropa o un libro. Todo habla, expresamos nuestro momento interior con la totalidad de nuestros comportamientos y no podemos no comunicar. En el acompañamiento de Descodificación Biológica Original la escucha debe ser completa, global, holística.
Comunicamos con cada gesto, cada palabra, cada elemento que nos acompaña.
Acceder a esta zona es permitir a una zona de dolor y a menudo una zona de oscuridad de la persona que aparezca mediante las sensaciones corporales en cualquier lugar del cuerpo. Se recomienda escuchar las sensaciones sin intentar modificarlas, ni amplificarlas ni reducirlas, sino dándoles el lugar que se merecen y que nunca tuvieron, como es la vivencia desde la consciencia para que solas se desactiven. Se trata de poner atención en lo que estamos viviendo cuando revisitamos un espacio temporal, otro momento en el que algo doloroso nos ocurrió y aparecen sensaciones corporales y emociones.
Para practicarlo se puede comenzar con el siguiente ejercicio:
• Colócate en un espacio en el que estés en la posición que te sea cómoda para permanecer unos minutos en ella y comienza por respirar
profundamente y soltar todo lo que ya no te sirve para luego notar cómo estás en la posición en que te encuentras. Eres el observador de tus propias sensaciones, las escuchas, las dejas pasar, les das cabida en tu interior, te haces uno/a con ellas. Observas los apoyos de tu cuerpo, la descarga de tu peso, las zonas que tienen más presión y las que tienen menos… solo observas y sientes lo que viene de forma espontánea. Notas la temperatura de tu cuerpo. ¿Varía en alguna zona? ¿Cambia cuando la observas?
Continúa con tu recorrido y observas tu ritmo cardíaco. ¿Qué sientes a nivel emocional cuando notas tu ritmo cardíaco? ¿Notas las pulsaciones? ¿Notas la circulación en tus manos? ¿En tus pies? ¿En alguna zona la percibes más y en otras menos? Escucha el movimiento de la sangre, puedes percibir un ligero cosquilleo en tus manos… en tus pies… Observa tu respiración. El ritmo, la profundidad… ¿Hasta dónde llega? ¿Qué pausas realizas? ¿Sientes la respiración en las células? ¿Cómo se sientes el abdomen cuando respiras? ¿Cómo se siente la pelvis y el periné cuando respiras? Vuelve a observar hasta donde llega la respiración, ¿qué sientes a nivel emocional cuando notas tu respiración?
• Ahora te invito a que estés presente poniendo la atención en tu cuerpo a nivel global, que observes tu posición corporal. ¿Cómo estas ubicado?
Notas la presencia de la columna vertebral, de tus brazos, tus manos, tus piernas, tus pies… ¿Puedes sentir algún hueso? ¿Alguna articulación se nota más que otras? ¿Sientes la tensión de alguna parte? ¿La relajación de otras? ¿Cómo están los distintos músculos? ¿Sientes alguna intención de movimiento? ¿Qué sientes a nivel emocional cuando notas tu cuerpo a nivel óseo o muscular?
• Sigues en contacto con las sensaciones. Te invito a que visualices un instante de malestar que hubieras vivido en un momento pasado y a que agudices los sentidos para percibir los cambios que se van produciendo en tu interior a medida en que viajas más y más al interior de la experiencia de malestar. Dejas que las sensaciones aparezcan y hagan su curso natural sin intentar modificarlas. Suben a la superficie y dejas que se transformen… solas hacen su camino. Las dejas evolucionar. Cuando hayan desaparecido te invito a que accedas a un recuerdo que haya sido muy agradable y conectes con las sensaciones corporales que surgen en contacto con la imagen del recuerdo. Dejas que las sensaciones florezcan, afloren a la superficie y las vives en ti estando a la escucha de lo que ocurre y permitiendo que sean vividas por tu propio cuerpo.
• Cuando todo ha pasado, regresas a tu respiración, notas cómo el cuerpo se mueve con el ritmo respiratorio, dejas que el aire entre y salga suavemente y te vas haciendo uno con ese ritmo tranquilo, relajado, suave, completo…
• A partir del momento en que sea suficiente para ti, te invito a que regreses a tu aquí y ahora y des la bienvenida a este maravilloso proyecto llamado cuerpo.
Con este pequeño ejercicio, que puedes practicar regularmente para familiarizarte con la escucha biológica de tus órganos y con las sensaciones, conseguirás ver cómo en el fondo todos los movimientos internos de nuestro cuerpo son la forma de protección y aviso que ha encontrado la naturaleza.
Solo tenemos que aprender a escucharlas y despertar nuestro contacto con la base somática de la emoción.
¿Qué es la emoción?
La emoción es una etiqueta intelectual. Es una forma de llamar, de ponerle un nombre sobre algo que estamos sintiendo. Sin embargo, cada uno puede vivir todo lo relacionado con la emoción de una forma muy distinta a pesar de nombrar la misma emoción.
Por ejemplo, siento un malestar en la zona del plexo solar, cercano al ombligo, y un escalofrío por todo el cuerpo cada vez que me marcho de casa para hacer un viaje y es una sensación de turbación que creo está en relación a la emoción de miedo. Si respiro e intento hacer como que no pasa nada, voy ocultando más y más la sensación hasta que un día me habré acostumbrado y al salir de casa ya no sentiré el malestar. Pero, ¿está desactivado? No, está escondido, reprimido, aislado, domesticado, pero no sanado. Podría ser que sintiera un miedo profundo en relación a perder los referentes y que esa sensación estuviera ligada a mí porque mis ancestros tuvieron que emigrar, dejar sus casas, partir para no volver y encontrarse en lugares que desconocían. Yo regreso cada vez, pero una parte de mi inconsciente no sabe que regresaré, no se siente segura y sigue viviendo en el pasado de mi familia informándome de lo que puede ocurrir. Puedo alejarme del dolor o puedo, en el instante en que aparezca la emoción (expresión del sentir profundo o parte visible del sentir profundo) junto con las sensaciones corporales asociadas, quedarme en ellas y revivir el dolor dejándome atravesar hasta el agotamiento de las mismas. El proceso de revivir las sensaciones hasta agotarlas puede durar de 2 a 3 minutos.
A María le da pánico hablar en público. Tiene que presentar la tesis del Máster en Psicología que ha realizado y lleva meses en
tensión, durmiendo mal, comiendo poco, todo el tiempo con el mismo pensamiento en el que se imagina lo peor, es decir, en
simpaticotonía o fase fría.
Hay personas a las que les provoca un gran estrés hablar en público. Antes de hacerlo respiran, hacen visualizaciones, se encomiendan a algo o alguien, se llevan algún objeto mágico para sentirse seguros, practican solos o acompañados, repiten lo que dirán e innumerables fórmulas más que cada uno conoce y siente que le hacen bien o le dan seguridad para afrontar el hecho. Con el tiempo acaban por disminuir los síntomas de estrés y hacen aquello que antes les provocaba tanto temor. Pero los miedos ¿están desactivados? Quizás sí, pero me temo que la respuesta más acertada es que no porque no se ha visitado el origen del problema o síntoma.
Cuando María tenía 4 años un día su madre le llevó a un casting para un anuncio publicitario. Esperaba que la niña fuera un
prodigio y repitiera delante de tres personas, las cámaras, los fotógrafos y la maquilladora lo mismo que recitaba con alegría y desparpajo en la soledad de su cocina. Triste se quedó ella cuando las palabras no podían salir de su boca y todos se reían como si no estuviera ahí. La reprimenda de su madre a la salida fue peor que las risas. Ella quería hacer feliz a su madre y ese día no lo había conseguido. Tristeza, rabia, temor, escalofríos, temblores, apretón de estómago fueron un cóctel que su cuerpo no olvidó. Esta historia podría ser el origen de un malestar que se manifiesta muchos años más tarde.
Muchas películas se hacen eco de la programación de síntomas y miedos como el de hablar en público en la infancia. Una de ellas, El discurso del rey, muestra como un niño con miedo a un padre rígido, tirano, dominante, inexpresivo emocionalmente hablando y las situaciones de estrés biológico que vive en su familia están en la programación de la tartamudez que padece y que brillantemente un logopeda le ayuda a trascender a pesar de la negativa inicial de hacer el tratamiento, ya que no encontraba solución a su problema.
Un extracto de un diálogo con el terapeuta dice así:
– Siempre he sido así -afirma el príncipe.
– Dudo de eso.
– ¡No me diga cómo he vivido!
– Eso creo… ¿Cuándo empezó?
– Cuando tenía 4 ó 5 años.
– Es típico
– Eso me han dicho, no puedo recordarlo, me lo han dicho…”
A menudo cuando las sensaciones o emociones desbordan a la persona se suele usar estrategias para alejarse de lo que duele o molesta. Respirar profundo y soltar el aire con fuerza, movernos, sacudirnos, cerrar los ojos y aislarnos, rascarnos, retenernos en un gesto u otras formas de irse del punto de dolor son solo estrategias cuando no podemos o no queremos acercarnos al dolor.
En lo que concierne al conflicto biológico, podemos decir que en toda historia o situación estresante hay un pensamiento o una narrativa. Es el discurso que nos permite explicar lo que vivimos. Debajo del componente intelectual hay un sentimiento, una emoción, unas sensaciones corporales y una vivencia o sentir profundo. Lo que necesitamos expresar en
Descodificación Biológica Original es la vivencia profunda.
Hay factores culturales, sociales, personales o familiares, así como creencias o tabúes, que nos impiden o dificultan que podamos expresar lo que hemos sentido y a los que les ponemos etiquetas socialmente aceptables. A esto que se ha sentido y descrito con una etiqueta socialmente aceptable se le llama emoción secundaria.
Por ejemplo, una persona siente miedo al salir de casa cuando se marcha de viaje tal como describíamos en el ejemplo anterior y dice: “estoy preocupada y me enfada irme”. Lo justifica diciendo que le molesta no estar cuidando a sus gatos, regando las plantas o vigilando que no se marche la electricidad por si la nevera se queda sin luz. Justificaciones. La preocupación es una etiqueta de un sentimiento y la vivencia “enfado” está alejada de lo que siente la persona, ya que está ocultando un miedo verdadero. Nos resulta difícil expresar lo que tenemos en el interior de las “tripas”, en lo profundo de nuestro verdadero ser, y lo cubrimos con palabras formales que no resuenan con la vivencia recóndita y por eso nada cambia.
Otro caso es el de comportamientos que la persona tiene tendencia a repetir y se explica con un “yo soy así”, “siempre he actuado de la misma manera y no voy a cambiar” y se esconden detrás de emociones secundarias reaccionando siempre desde el enfado o desde la tristeza.
Como dice Joe Dispenza (2012), “por lo visto, está en la naturaleza humana evitar cambiar hasta que las cosas se ponen tan feas y nos sentimos tan mal que ya no podemos seguir como de costumbre”. ¿Para qué esperar a que ocurra algo grave para empezar a mirar la vida de manera saludable?
Tener siempre la misma reacción ante situaciones de tonalidades distintas es un signo de que se trata de una máscara y no de lo que verdaderamente siente la persona en ese instante. Es decir, ante cualquier evento reaccionan con la misma actividad emocional, impávidos y sin cambios. Son también comportamientos adaptados que remplazan lo que realmente siente la persona. Las emociones quedan escondidas, una tapa a la otra y, a fuerza de ser tapadas, ya no buscan emerger. Por ejemplo, digo estar triste cuando estoy
enfadado y tener enfado cuando vivo tristeza y la adaptación es a la situación.
Un ejemplo es el de una saga de las llamadas “mujeres impecables de arrugas”. Bisabuela, abuela, madre y nieta llegaron a ancianas sin tener arrugas en la cara y otra nieta decía, “yo las tengo todas, las mías y las de ellas”. Revisando su historia se dio cuenta de que en su familia estaba prohibidísimo mostrar las emociones, se tenía que estar impecable, no decir nunca cuando se estaba mal y mucho menos dejarlo salir. La programación de estas mujeres estuvo en la experiencia de castigo que vivía si mostraban una reacción con descarga emocional. El mencionado escarmiento era quedarse dos días sin comer hasta “domesticar” la forma de comportarse ante los otros. Todos estaban adaptados y usaban la emoción secundaria, excepto esta nieta que llevaba la historia marcada en su cara, tal y como sucede en las personas que las dejan salir.
¿Por qué tenemos los mismos pensamientos, sentimientos y emociones?
Repetir es aburrido, pero al fin y al cabo es algo conocido. En diversas situaciones aparecen como mecanismo automático los mismos pensamientos, sentimientos y emociones, que sólo podrán generar la misma energía y por lo tanto atraerán el mismo tipo de situación con exactos resultados. Luego diremos que no nos gustan y que los queremos cambiar, ya que nos han generado un tipo de emoción que no es agradable. Sin embargo, son conocidas y lo conocido da seguridad, por lo que seguimos condicionados en las reacciones y sintiendo lo mismo.
Una y otra vez repetimos sin saber ni cómo ni por qué y es lo que nos lleva a ser adictos a una manera de funcionar. La parte consciente y la parte inconsciente están en lucha. Quiero una cosa y vivo otra. Repetimos lo conocido tanto por nosotros como por nuestros ancestros que también pasaron por dificultades y tuvieron que reaccionar para poder superarlas. Si seguimos pensando en lo que no funciona eso será lo que atraeremos a nuestra vida para continuar experimentando hasta que la lección se haya trascendido. ¿Para qué generamos las mismas situaciones una y otra vez?
Para aprender.
Y ¿por qué de esta manera? Porque el cuerpo está tan acostumbrado a la química de las experiencias que se encuentra en el caldo de cultivo ideal.
Aunque sean experiencias que generan una química desagradable estamos apegados a esas emociones y sensaciones. Esto nos lleva a entrar en un proceso de adicción emocional y a un destino completamente previsible a tal punto que nuestra genética crea las mismas condiciones del pasado (copiar) y las proyectará al futuro (pegar) sin crear nada nuevo.
He aquí unas preguntas que pueden ayudar a centrar la vivencia profunda:
• Ante esa situación (referencia al conflicto biológico), ¿qué sientes?
• En ese instante (referencia al conflicto biológico), ¿qué sientes?
• Si hubiera una parte de tu cuerpo que lo siente, ¿dónde sería?
• ¿Qué forma tiene esto que sientes?
• ¿Qué hay detrás de esa emoción que sientes?
• Tener esta emoción te permite no sentir algunas cosas. Intentemos averiguar qué cosas son.
• ¿Qué más hay detrás de esta emoción?
• Y si miramos más atrás… o más adentro… ¿qué encontrarías?
• Te sientes enfadado, pero ¿qué tristeza hay detrás de ese enfado?
• O detrás de esa tristeza, ¿qué enfado encontraríamos?
• ¿Cómo sabes en tu cuerpo que estás X? (enfadado, triste, angustiado, etc.)
• ¿Cómo se viven esas sensaciones en tu cuerpo? Describe las sensaciones.
¡Acógelas, recíbelas, déjate sentir y que evolucionen!