La Evolución de los Seres Vivos: su Impacto en el Ser Humano y en la Enfermedad
“Mira profundamente en la naturaleza y entonces comprenderás todo mejor.” Albert Einstein.
Queridos lectores, permitidme comenzar este capítulo con una pregunta que creo que nos tenemos que hacer para comprender la enfermedad como una solución: ¿hay algo en la naturaleza que sea inútil, discrepante con el todo, poco armónico o incluso dañino per se?
Por mucho que me esfuerce, no consigo encontrar ningún elemento que no sea útil para ese todo. Según el Diccionario de la Lengua Española una de las definiciones de naturaleza es el “conjunto de todo lo que existe y que está determinado y armonizado en sus propias leyes.” ¡Qué maravilla! “… armonizado en sus propias leyes”. La naturaleza viva de un vegetal, animal o ser humano tiene por lo tanto que estar en armonía dentro de sus propias leyes. Como dice Albert Einstein, podrás comprender todo mejor si miras la naturaleza.
Ésta siempre ha estado bien preparada, cuenta con los recursos necesarios y sabe cuáles son las acciones correctas para cada instante. Además, es precisa e inteligente, ya que aporta a cualquier ser vivo la solución de supervivencia interior a los problemas que se plantean en el exterior. Un simple ejemplo son los temblores cuando la persona está expuesta al frío.
Esos micromovimientos facilitan el calentamiento corporal. Si lo prevé para el frío, ¿por qué no para otras situaciones? Cuando aparece una dificultad (factor externo) habrá una respuesta orgánica que ayudará a pasar mejor el momento. Esta relación es la que el Dr. Hamer descubrió como sede de la aparición de una enfermedad que llamó Programa Biológico de Supervivencia (PBS).
Todo este paradigma comenzó en los años 80 del siglo pasado cuando el Dr. Hamer vio en las tomografías sin contraste que, cuando una zona específica del cerebro presentaba una alteración visible en forma de diana en la imagen, ésta se acompañaba siempre de una alteración orgánica y que, a cada zona cerebral, le correspondía una parte del cuerpo en particular. A esa zona del cerebro en forma de diana le llamamos ahora Foco de Hamer.
Observó también que la enfermedad responde a un conflicto no solucionado en otro nivel, a nivel de la psique, y que es la tonalidad emocional del conflicto la que determina el órgano afectado porque existe este mecanismo de traspaso de la información y de descarga de la tensión. Supone comprender que la enfermedad tiene un rol en la supervivencia de la persona y por lo tanto de la humanidad, y que ocurre lo mismo en los animales. Más adelante se dará cuenta de que también pasa en el mundo de los vegetales, es decir, que la enfermedad tiene un rol en la evolución de la persona igual que lo ha tenido en la evolución de otros seres vivos. Son las leyes de la
supervivencia de las especies, individuos, animales o vegetales las que se aplican en el campo de la salud. La única diferencia que hay entre los humanos y el resto de seres vivos es que los primeros pueden agravar los procesos naturales con algo llamado miedo que pueden crear mediante pensamientos, o sea, imaginando algo también entraremos en conflicto biológico.
Es interesante saber que podemos experimentar conflictos biológicos de la misma forma en que le pasaría a un animal, es decir, de manera real. Es más, los humanos los podemos crear con la imaginación o de forma simbólica. Los animales no. Los seres vivos se adaptan a las necesidades del momento. Las personas tenemos la posibilidad de adaptarnos, pero no siempre nos gusta cambiar de vida o nos da miedo hacerlo. Veamos unos ejemplos. Ciertos investigadores afirman que la polilla del abedul que habita en las islas de
británicas ha oscurecido sus alas para pasar más desapercibida en un ambiente más contaminado que hace 100 años y evitar así la muerte por agresión. Los animales que necesitan conservar la reserva alimenticia durante el invierno porque en esa época no encontrarán comida, tendrán la necesidad de hibernar. Por ello, cuando hay más comida, hibernan menos, del mismo modo que si falta el alimento, hibernan más. Los cactus que necesitan sombra tendrán aristas y espinas más blanquecinas para reflejar los rayos solares.
Además, cuando necesitan más protección, usan otro mecanismo: hacen que su carne sea rígida como una piedra. Se cree que en tan solo los últimos 10.000 años el ser humano que habita la zona del norte de Europa ha aclarado su color de piel con el objetivo de absorber mejor la vitamina D en los momentos de menor exposición solar. En todo caso son adaptaciones al medio cuando se ha presentado un conflicto biológico y la modificación es la respuesta orgánica posible en el momento. Quizás otras puedan surgir en otros instantes. La sabiduría intrínseca del Universo natural responde de la manera en que lo ha hecho desde tiempos inmemoriales.
En este capítulo veremos el valor adaptativo de la enfermedad y hasta qué punto esta solución es la mejor solución a nivel biológico para permitir la supervivencia. Hemos de comprender que es la mejor solución para el cerebro arcaico que aún está recordando los peligros de la época primitiva y que se coloca en posición de alerta cada vez que hay algo diferente en la vida que le deja unas necesidades descubiertas. Para entenderlo revisaremos el desarrollo evolutivo de la vida.
Desarrollo Evolutivo de la Vida
Numerosas teorías explican el origen de la vida en la Tierra y la evolución de la misma. No nos haremos eco de ninguna en concreto, pero sí que podemos hacer un viaje y tratar de imaginar cómo pudo ser.
La vida comienza hace más de 3.000 millones de años a partir del encuentro de rocas, cometas, y otros residuos del Universo, como el polvo de estrellas con moléculas químicas –entre otros, el carbono–, que dan lugar a un espacio nuevo en el que se aloja la vida en la que están desde el más pequeño microbio a los organismos más evolucionados en la actualidad. Otro modelo, el del Big Bang (Gran Explosión), nos cuenta que el Universo se encontraba en un estado de muy alta densidad. Se expandió de la misma manera que a partir del encuentro de dos cigotos, un espermatozoide y un óvulo, surge una nueva célula: una nueva vida que se expande hasta crear un
ser desarrollado. Después de la primera explosión, hace unos 13.000 millones de años, justo antes del inicio del espacio tiempo, el Universo se enfrió para formar otros planetas y facilitar la vida. Es el momento en que aparece la materia y la energía. Millones de años después aparecen las estrellas, así como la luz y el agua.
La primera forma de vida surgió hace unos 3.500 millones de años y fue la bacteria. En un principio era anaeróbica porque no existía el oxígeno en la atmósfera y se alimentaba de otras formas (heterótrofos) como azúcares, hasta que más adelante pasó a ser aeróbica. Lo consiguió cuando, después de digerir otras moléculas, la bacteria temprana empezó a producir metano y dióxido de carbono como producto de desecho que se convirtió en parte del medio natural. La aparición del oxígeno permitió la existencia de otras vidas para las que éste es indispensable y, con el paso del tiempo, se desarrollaron nuevas formas de obtención de energía, entre otras, el Sol. Los organismos que pueden elaborar su alimento mediante la energía del Sol se denominan autótrofos. La fotosíntesis es el proceso en el que se usa la energía del Sol para alimentarse, lo que les dio independencia, ya que no tenían limitado el suministro y pudieron multiplicarse rápidamente. Al principio lo hicieron manteniendo su identidad y siendo eternamente ellos, ya que se clonaban a sí mismos de forma indefinida dividiéndose en dos y guardando el volumen original. “¡No se puede perder la identidad!”
La vida pudo comenzar entonces o con una gran explosión de adentro hacia afuera o uniéndose muchas partículas desde afuera hacia adentro. En cualquier caso, de alguna forma se generó este maravilloso lugar en el que como seres humanos podemos experimentar un tiempo-espacio a través de nuestro cuerpo.
Esto es posible gracias a la creación de la célula, ya que es la unidad básica principal para los organismos unicelulares, que posteriormente pasarán a ser organismos pluricelulares mediante la especialización. Las células a su vez están compuestas por moléculas -como por ejemplo ácidos grasos que conforman las membranas celulares-, por azúcares -que son la reserva energética-, por proteínas -encargadas de realizar las funciones metabólicas de la célula, como transportar oxígeno, introducir nutrientes, degradar sustancias, eliminar desechos fuera de la célula, reparar la membrana celular o construir la estructura de la célula-, y por los ácidos nucleicos que contienen la información genética. Las proteínas son los “obreros celulares” y los ácidos nucleicos son los “informantes celulares” por lo que la relación entre ambos tiene que ser muy estrecha y se necesitan mutuamente para poder realizar sus funciones. Uno sin el otro no puede sobrevivir. De la célula se pasó al organismo pluricelular y, como el todo es superior a la suma de partes, se convirtió en un proceso que tiene ventajas adaptativas, como la economización de energía, una mayor fortaleza y un óptimo resultado en términos de rendimiento. Los organismos pluricelulares pasaron a formar tejidos cada uno con una función.
En la medida en que los seres vivos se multiplican y tienen éxito en su descendencia, surge un problema: comienza a disminuir la cantidad de alimentos existentes y por lo tanto aumenta el estrés. Es el momento en que se necesitan nuevas estrategias para encontrar el alimento o para generar nuevas fuentes de nutrición. Cada necesidad descubierta generará reacciones para poder satisfacerlas.
Desde un período en el que aparece el espacio llamado hoy Tierra, en el que no había vida, a la explosión de vida de la actualidad pasan muchas etapas que van en resumen desde la Era Arcaica al período Holoceno. En todas ellas hay un elemento común: la presión del medio con incontables situaciones desestabilizantes. Son los conflictos biológicos naturales. Los cambios se presentan y la naturaleza de las fuerzas exige adaptación, cambio y evolución constante. Una vez más, hay momentos en los que quedan necesidades descubiertas que requieren una reacción.
Gracias a la existencia del agua aparecen formas rudimentarias de vida.
Estas formas captan clorofila y aparecen las algas. Más adelante se desarrollan progresivamente los gusanos, los moluscos, los crustáceos, los primeros peces, los peces acorazados gigantes y entre zonas de aguas como pantanos comienzan a aparecer las primeras plantas terrestres. De este modo, los anfibios y los escorpiones se encuentran con un espacio para crecer a sus anchas. Muchas formas de vida han perdido la capacidad de producir su propio alimento a través del Sol por lo que necesitan de otros seres vivos para sobrevivir. En esta etapa nos encontramos con la necesidad de matar a otro ser para sobrevivir, cosa que acaba naturalizándose.
En el período carbonífero, hace 360 millones de años, aparecen los reptiles, la Tierra se cubre de musgo y helechos. Más plantas, más oxígeno, salen las primeras coníferas y en espacios cercanos a ellas habitan los dinosaurios, del mismo modo que en los mares grandes viven reptiles marinos. Cierto tiempo después, hace 245 millones de años, llegamos a la etapa de la aparición de los primeros mamíferos y aves. La vida sigue en expansión hasta que unos 100 millones de años más tarde aparecen las flores y lo hacen porque en ese periodo se extinguen tanto los dinosaurios como otros grandes mamíferos y pueden existir sin temor a ser devorados. Simios y homínidos hacen su irrupción hace 25 millones de años hasta que un enfriamiento de la Tierra junto con una glaciación hace 5 millones de años provoca la extinción de muchos mamíferos grandes, pero facilita a su vez el desplazamiento de los homínidos que abundan en ese momento. Es en la era cuaternaria, hace 1 millón de años, cuando el hombre hace su aparición: el Homo Neanderthalensis y el Homo Sapiens. Hace unos 25.000 años comienza el período Holoceno en el que el hombre evoluciona hasta su estado actual y esta única especie consigue dominar a las otras, así como a gran parte de lo que hay en el planeta.
Tanto es el cambio que ha producido en la Tierra que hoy numerosos científicos como Paul Crutzen (Premio Nobel de Química en 1995), Eugene Stoermer, Erle C. Ellis entre muchos otros que creen que el período Holoceno ha finalizado y ahora nos encontramos en el período Antropoceno. El hombre ha modificado de forma irreversible gran parte del hábitat en el que reside y ha conseguido manipular sus elementos o cambiar la geografía e incluso el clima, a pesar de que el tiempo de existencia en la Tierra no es más que una pequeña parcela si tenemos en cuenta el inicio de la vida en el momento del Big Bang. Si tomamos como ejemplo que un año significa toda la existencia en la Tierra, al hombre se le pueden asignar un par de horas del último día del año. ¿Y aun así nos creemos experimentados?
Teniendo en cuenta que el ser humano apareció de forma repentina y ha ocupado un brevísimo espacio de tiempo en el planeta Tierra, en el que aún no acaba de tomar conciencia del valor de la vida, del respeto por el espacio que nos han cedido para habitar, del valor de los ecosistemas y de la importancia de todas las formas de vida por muy pequeñas que sean, es probable que desaparezca también de forma rápida y abrupta. Es como si el cerebro arcaico nos hiciera creer que aún estamos en la caverna y que necesitamos dominar para sobrevivir. Podemos comprender que una araña tiene tanta importancia en el nivel del ecosistema como un mamífero superior o el hombre mismo, pero quizás no podamos resistirnos y la matemos inocentemente si aparece cerca de nosotros. Imaginad el peligro que supone la extinción de las abejas y otros insectos para la polinización y las consecuencias que tendría esa desaparición en la Tierra.
Desde épocas remotas, la principal actividad diaria fue sobrevivir a los conflictos biológicos naturales y luchar para conseguirlo era la tarea más importante. Cuando parecía que todo estaba estable, de repente llegaba un nuevo elemento que desestabilizaba y alteraba la tranquilidad del momento forzando a las especies a cambiar y modificar los hábitos para seguir con vida. Esos han sido los estímulos para la evolución, pero también los condicionantes sobre los que nos estructuramos. Es como la vida misma.
Cuando creemos que todo está tranquilo sucede alguna cuestión que altera la normalidad. En ese momento toda la intención está puesta en regresar a lo conocido, lo rutinario y lo establecido como “normal” por la persona y su grupo de referencia. Cambiar, hacer algo diferente, no suele ser fácil para una gran parte de las personas. La estabilidad da seguridad. El cambio, aunque sea enriquecedor, puede ser vivido como inseguro.