Oír el Cuerpo.. Centrarse en la Casa que nos Habita
Celebro un espacio que no explique los problemas humanos, sin caer en la necesidad de explicar la mente por una parte y el cuerpo por otra. ¿Qué intento transmitir con esta afirmación?: nuestro cerebro “zanjado” por la cisura interhemisférica, se halla dividido en el hemisferio derecho e izquierdo. Es esta misma división que parece dicotomizara todo: polarizamos bien y mal, alto y bajo, mucho poco, cuerpo y mente. Nos quedamos limitados por este análisis particional que parcializa al objeto de estudio y más cuando este objeto es un ser humano. Estamos demasiado habituados en vivir en una sociocultura que enaltece a la racionalidad e intelectualidad y que ha descalificado a las emociones, hemos usado y otorgado preeminencia al hemisferio izquierdo, que como tal es lógico y brega por la descomposición de partes y que analiza sumativamente para dar cuenta del todo.
Ángeles Wolder Helling a través de su obra, tiene la capacidad de describir un modelo de trabajo terapéutico complejo -como lo es la Descodificación Biológica Original- pero con un lenguaje divulgativo, didáctico y claro que hace grata la lectura y el aprendizaje de un modelo efectivo en esta área profesional que motiva a mejorar la calidad de vida. No voy a dedicarme en este prólogo (con el que la autora me ha honrado) a “explicar lo explicado” sino a hacer mención a algunos conceptos que el lector encontrará y que a mi me han generado una concordancia bienvenida. Uno de los nodos centrales de este Tratado es la concepción de síntoma. El síntoma es un fenómeno de alta complejidad que ha sido por muchos modelos terapéuticos “simplicizado”, es decir, reducido a una simpleza lineal causa-efecto, en el anhelo de buscar un origen psicológico y dejando de lado la multiplicidad de variables que lo componen.
El síntoma puede entenderse como un comportamiento que sale de los canales esperables y funcionales de respuesta frente a las situaciones. Puede interpretarse como una denuncia y constituirse en una explicitación, una señal de alarma de que algún tramo del circuito comunicacional se halla disfuncionando. (Selvini Pallasoli 1975, 1988, Abuín, M. R., & Rivera, L. D. 2014; Church et al. 2013). El síntoma se define como “alostático”. La alostasis es un concepto que se aparea al de homeodinamia. Según Sterling (1988) y McEwen (2006) la alostasis es el nivel de actividad al que se somete el organismo en toda su fisiología y psicología para mantener la estabilidad y el equilibrio en circunstancias medioambientales en constante cambio. Por lo tanto, la alostasis es indispensable para la supervivencia, y complementa a la homeodinamia de la vida humana. Tal lo señala J. Bonet (2003), La alostasis es el nivel de actividad requerido por el organismo para mantener la
estabilidad en ambientes constantemente cambiantes. Es decir, la actividad necesaria para mantener la estabilidad a través de situaciones de cambio. En otras palabras, la alostasis es un proceso activo que sirve para mantener la homeostasis; o sea, que la alostasis permite mantener la homeostasis.
Aquí el concepto de homeostasis debe entenderse como homeodinamia: la homeostasis es un equilibrio estático y no hay nada más interaccionante con el ambiente y con más variables en sinergia que el organismo humano. Es la alostasis, esa tendencia del organismo a construir una respuesta adaptativa de cara a una situación que altera su normal funcionamiento y desestructura su equilibrio. Es un proceso activo, que implica lograr un nuevo equilibrio, puesto que cada vez que en los sistemas se introduce información nueva (que sucede frente a la situación crítica que produce un agente estresor), el organismo aprende. En este sentido, la anunciación del síntoma es la posibilidad de restaurar el equilibrio. Gracias a la fiebre podemos evaluar si existe en el organismo una infección, mediante un dolor abdominal diagnosticar apendicitis o cualquier trastorno gastrointestinal.
Con los síntomas en los sistemas humanos sucede el mismo fenómeno. El síntoma bien interpretado puede conducirnos a la restauración de la funcionalidad. El síntoma como fenómeno complejo es producto de una sinergia entre factores interaccionales, inconscientes, comunicacionales, experienciales, históricos, bioquímicos, orgánicos, endocrinos, neurofisiológicos, cognitivos y emocionales, que convergen para constituir un cáncer, un trastorno bulímico, de pánico, anoréxico, depresivos, de obesidad, de drogadicción, una colitis ulcerosa, cualquier patología autoinmune, psicótico, obsesivo compulsivo, anginas a repetición, gastritis, familiar de pareja, etc. Cada uno de estos factores influencia al resto, potenciando y bloqueando alternativamente los resultados.
En este sentido hablar de patologías psicosomáticas es afirmar que hay puramente psicógenas y puramente orgánicas. Hoy lejos se encuentra esta afirmación. Absolutamente todos los trastornos, síntomas o enfermedades, son el resultado de un entrelazado que observa al contexto, las emociones y
pensamientos y todo el universo neuroinmunoendocrino.
La descodificación biológica, señala Ángeles, interpreta los síntomas como “la solución inequívoca” al estrés de una situación, como una señal de alarma. El terapeuta no tiene una escucha psicológica sino biológica acerca del síntoma, en el intento de comprender su aparición. En este sentido se alinea con la complejidad que acabo de plantear.
También resulta muy interesante la noción de “conflicto biológico”. Es claro que es tentador emparentar los conflictos con la mente, sin embargo, en descodificación se habla de una alteración biológica. Es el impacto del trauma en nuestras células, perturbando nuestro funcionamiento biológico.
Un factor de importancia que deja ver el texto, es la noción de contexto.
El contexto es un gran marco categorizante de las acciones que se desarrollan en él. La importancia del contexto fue uno de los elementos más valiosos de los aportes batesonianos (1972, 1979, 1984) entendiéndolo como una matriz de significados por sobre las acciones que desarrollan los miembros que interaccionan en él. Si bien Bateson aplicó este concepto a las ciencias sociales, la biología se encargó de observar la influencia del ambiente en las funciones de los genes. La epigenética (del griego epi, en o sobre, y genética) hace referencia, en un sentido amplio, al estudio de todos aquellos factores no genéticos que intervienen en la determinación de la ontogenia. Es la rama de la biología que estudia las interacciones causales entre los genes y sus productos que dan lugar al fenotipo. La definición más comúnmente encontrada del término epigenética es “el estudio de cambios heredables en la función génica que se producen sin un cambio en la secuencia del ADN”. El término fue acuñado por C. Waddington en 1953, para referirse al estudio de las interacciones entre genes y ambiente que se producen en los organismos.
El campo de la epigenética ha surgido como un puente entre las influencias genéticas y ambientales. Es la herencia de patrones de expresión de genes que no vienen determinados por la secuencia genética (la cadena de pares de bases del ADN de cada individuo). Los genes se expresan o no dependiendo de ciertas condiciones bioquímicas, como la metilación del ADN o de las histonas, la forma de la cromatina, y otras que se van conociendo. O sea, se modifica la función de los genes sin modificar los genes. Por lo tanto, el epigenoma es el perfil de expresión génica en respuesta al estímulo del contexto. Las experiencias contextuales se traducen en reacciones químicas y actúan en el genoma resultando cambios a largo plazo en la actividad y función de los genes y esto producirá consecuencias
fisiológicas y comportamentales.
El contexto lleva a construir desde una red social hasta una manera de alimentarse y relacionarse y para esto hace falta el desarrollo de funciones más elevadas y con ello un cerebro más evolucionado. Es esta evolución de la especie la que también se estructura como un efecto que tiene su efecto sobre la causa que lo origina. Por lo tanto, de manera recursiva, la influencia del hombre sobre el medio ambiente, transforma al medio ambiente que influencia al hombre. Y esta es la historia de la humanidad.
En la descodificación, Ángeles contextualiza al síntoma. Le otorga sentido en relación al lugar y al tiempo en donde se produjo el impacto traumático y el impacto que sufre el organismo. Pero también no deja de contemplarse en todo el texto, la relevancia del estrés que se encuentra presente en las situaciones perturbadoras. El estrés como una puerta y sostén del enfermar.
Otro concepto ampliamente explorado en el texto son las emociones. El territorio de las emociones se constituye en un puente que desarrollan entre factores conductuales-interaccionales, cognitivos y neurofisiológicos. Todos los humanos poseemos una forma de emocionar, un estilo de expresar las emociones y sentimientos. También son diferentes los contenidos que nos sirven como estímulos para nuestras reacciones emocionales. No solo es la emoción del otro la que me contagia la emoción, sino que también me proyecto en la emoción del otro, y además emociono por mis propios contenidos que me emocionan. Las emociones poseen un tono determinado y son predominantes en la personalidad de acuerdo a las situaciones. Esta predominancia hace que nos identifiquemos con ellas. En este sentido, las emociones son identitarias, es decir, su persistencia hace que nos sintamos que somos nosotros y hasta nos produce una disonancia cuando nos asaltan emociones que no pertenecen a nuestra categoría emocional.
Las emociones ejercen funciones biológicas fundamentales que son el resultado de la evolución y de lo que ya hemos desarrollado como factores epigenéticos. Estas funciones permiten al organismo sobrevivir en entornos hostiles y peligrosos, razón por la que se han conservado prácticamente intactas a través de la historia evolutiva (Le Doux. 1999). Siempre se ha relacionado las emociones con el cerebro antiguo, lo que se llama arquicortex o el cerebro primitivo: el sistema límbico. Este sistema está formado por diversas estructuras cerebrales (tálamo, hipotálamo, amígdala, hipocampo, séptum, mesencéfalo y cuerpo calloso) que provocan respuestas orgánicas y fisiológicas ante la presencia de estímulos emocionales. El sistema límbico interacciona muy velozmente con el sistema endocrino y el sistema nervioso autónomo y en general no median estructuras cerebrales superiores de la neocorteza. Está relacionado con la memoria, atención, conducta, instintos sexuales, emociones. La autora, hábilmente relaciona el mundo emocional, el estrés y el enfermar como resultado de un proceso: un conflicto biológico.
Todo el texto es descripto desde la Psicoinmunoneuroendocrinología (PINE), estudiando los vínculos entre sistemas: sistema mente, el sistema inmunológico, el sistema nervioso central y el endocrinológico. Según Robert Ader, hay una infinidad de modos en que el sistema nervioso central y sistema inmunológico se comunican: sendas biológicas que hacen que la mente, las emociones y el cuerpo no están separados sino íntimamente interrelacionados. Mensajeros químicos que operan más ampliamente en el cerebro y en el sistema inmunológico, son aquellos que son más densos en las zonas nerviosas que regulan la emoción. Las hormonas del estrés (adrenalina, noradrenalina y cortisol) en relación a las emociones y el sistema inmunitario, mostrando como estas hormonas bloquean la función de las células inmunológicas, disminuyendo las defensas. Por tal razón nos enfermamos desde un simple resfrío hasta un cáncer, a posteriori de una situación de alto voltaje emocional. Basándose en este hecho las emociones negativas cómo se las considera a la ira, la ansiedad y la depresión, podían ser las causales de ciertas enfermedades. Las investigaciones no han arrojado datos clínicos suficientemente categóricos como para establecer una relación causal directa, pero sí se reconoce que las personas poseen un grado de vulnerabilidad mayor a posteriori de un hecho traumático.
Hay investigaciones que han establecido la relación entre el enojo y la ira con los ataques cardíacos (Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford). Han observado que los pacientes que habían sufrido al menos un ataque cardíaco lo habían desarrollado después de cuando se sentían furiosos.
Incluso si se conectaban con el recuerdo de estas imágenes se producía una disminución de la eficacia de bombeo de su corazón acompañado de ansiedad. (Goleman, 1996). Por ejemplo, la ansiedad influye principalmente en contagiarse enfermedades infecciosas tales como herpes, alergias, resfríos, gripes y herpes, entre otras. Si bien estamos expuestos permanentemente a esos virus, normalmente nuestro sistema inmunológico los combate, sin embargo, las defensas fallan. Cuantas más ansiedades existan, mayor será la incidencia de patologías infecciosas. Contrariamente a las emociones negativas, encontramos otro tipo de emociones: la risa y el buen humor. La capacidad de estar de buen humor permite observar los problemas desde una perspectiva positiva y con buen pronóstico.
Una actitud optimista hace que se construyan situaciones positivas, puesto que al final de cuentas, más allá de la suerte, la realidad personal es una construcción personal. Una persona que posee esperanzas de que su futuro sea promisorio, tiene mayor resistencia frente a los obstáculos que puedan aparecerle en el trayecto hacia sus objetivos. Mientras que alguien piense negativamente y de manera pesimista, conlleva a generarle baja autoestima, abandono personal y estas formas minan casi indefectiblemente su sistema inmunológico. Toda esta interconexión entre sistemas fue investigada en los años ochenta por la neurocientífica Candace Pert (2007) y su equipo del Instituto Nacional de Salud Mental de Maryland, en USA, que descubrieron que un grupo de moléculas, llamadas péptidos, son los mensajeros moleculares e intermediarios entre tres sistemas distintos que hasta ese momento se estudiaron de manera independiente: nervioso, inmunológico y endocrino.
El recorrido al que nos invita Ángeles Wolder Helling desestructura la imagen tradicional de sistemas que están separados y que tienen funciones diferentes. El sistema nervioso, constituido por el cerebro y una red de células nerviosas que abarca todo el cuerpo, es la sede de la memoria, el pensamiento y la emoción. El sistema endocrino, constituido por las glándulas y las hormonas, es el sistema regulador principal del cuerpo, el cual controla e integra varias funciones corporales. El sistema inmunológico, constituido por el bazo, la médula ósea, los nodos linfáticos y las células inmunológicas que circulan a través del cuerpo, es el sistema de defensa del cuerpo, responsable de la integridad de los tejidos y de controlar los mecanismos de curación de heridas y reparación de tejidos. La autora propone mediante su modelo de la descodificación biológica original, basándose en las premisas de Hamer, entender no solo la enfermedad desde otra perspectiva sino lo que implica la curación.
Vivimos y morimos en sistemas y en sistemas de sistemas ad infinitum. Somos un todo y urge que naturalmente las ciencias biológicas con la Medicina y la Psicología a la cabeza, decidan abandonar la dicotomía cartesiana y puedan ver el fenómeno del enfermar como un proceso policausal y complejo. Felicito a la autora por su publicación y por difundir un conocimiento que alienta a la felicidad y a “tender puentes” hacia la salud del ser humano.