Cronicidad
Cuando un conflicto permanece indefinidamente en el tiempo con una mínima actividad o cuando hay una interminable sucesión de fases activas y de resolución (conflicto inestable) o el proceso de reparación no se puede completar, el síntoma se transforma en crónico. Cuanto mayor sea la intensidad del conflicto, más durará el mismo, del mismo modo que ante una dinámica psíquica potente, mayor será el proceso inflamatorio reactivo. En el terreno de la persona se crea un proceso degenerativo como si la naturaleza entendiera que no hay que reparar más si al mismo tiempo se está desgastando.
En la enfermedad crónica se observa que la resolución es insuficiente o que aparecen pequeños conflictos en relación a la propia enfermedad. Esos síntomas ponen a la persona en situación de estrés por lo que el propio miedo a no curarse impide la curación.
La madre de María fue diagnosticada de colitis ulcerosa en el intestino grueso. Es un síntoma de un órgano del endodermo, 1ª etapa de la biología que desarrolla una inflamación (colitis) en fase de resolución de un conflicto de no digerir un bocado muy sucio, una mala jugada, algo indigesto que provoca ira o rabia, algo “imperdonable”. Seguramente en fase fría o de estrés su intestino grueso desarrolló más células para hacer más función con el objetivo de eliminar el bocado indigesto rápidamente y podría haber tenido diarreas, que cumplen la función de sacar del interior aquello que el inconsciente biológico considera nocivo para el organismo. Pero, ¿qué es la colitis ulcerosa? Un síntoma crónico del conflicto antes mencionado al que se suma un conflicto de túbulos colectores renales o de sentirse sola, abandonada, sin referentes y con miedo por su existencia. La historia conflictual es la siguiente:
Después de intentar volver a hablar con su familia sin obtener un buen resultado para lo que ella esperaba, decidió enviarles una carta
donde explicaba sus sentimientos y la necesidad de volver a verles. Al cabo de unos días recibió un sobre con su carta sin abrir y una
nota que decía: “Tú decidiste irte con la escoria. Quédate con ella.
Ya no somos tu familia”.
Esta mujer hizo un fuerte conflicto indigesto que solucionó pasado un tiempo, pero cada vez que se activaba un recuerdo de su familia, éste actuaba de raíl y despertaba la misma tonalidad conflictual en su interior. Junto a la tonalidad de indigestión vivió el conflicto antes mencionado de túbulos colectores renales, cuya reacción sintomática es el cierre del túbulo que impide la eliminación de líquidos y por lo tanto aumenta el edema tanto en el cuerpo como en el cerebro.
Conflicto activo de dosis mínima
Es un tipo de conflicto bastante frecuente en los casos de patologías musculoesqueléticas en individuos que han sentido desvalorización desde pequeños y viven casi de manera natural que se les insulte, desprecie, desdeñe o minusvalore o que ellos mismos se aplican esta regla y se dicen, “no soy capaz”, “no lo sé hacer”, “soy inútil en…”. No les parece fuera de lugar tratarse o que les traten mal. Probablemente, se extrañarían si fuera de otra manera. La tonalidad del conflicto es la misma siempre, “desvalorizado/a por no llegar al rendimiento” con una intensidad mínima sostenida en el tiempo. El resultado es una activación pequeña del estrés y corta vagotonía,
pero sostenida en el tiempo, lo que lleva al desgaste de las partes implicadas, en este caso el sistema osteoarticular. Disminuye la intensidad del conflicto con lo que es soportable y así la persona por lo menos sobrevive.
Antes comentábamos que María oía a su madre quejarse de dolores de espalda y, a pesar de los analgésicos y antiinflamatorios, las molestias persistían. Es probable que la madre de María se hubiera sentido sin apoyo, desvalorizada y que no hubiera sido capaz de llegar al rendimiento muchas veces en su vida, hasta el punto que, en una época en la que se hubiera sentido más sobrecargada, ese conflicto se hubiera activado. Sus padres dejaron de hablarle, toda su familia hizo lo mismo haciéndole sentir que no era nadie, le apartaron de todo lo conocido e incluso, si se cruzaba a algún familiar o amigo de casualidad, le giraban la cara y no le saludaban. Sentía que era un cero a la izquierda. No valía nada para nadie. Sin darse cuenta, al cabo de unos días de haber pasado por ese tipo de situaciones, volvía a tener los dolores de espalda que nunca fueron muy agudos.
Conflicto en curación pendiente
La curación se produce cuando el conflicto se puede resolver por completo. A veces se transforma, y nos encontramos con un problema sin solución que da lugar a lo que se llama un conflicto pendiente o en equilibrio: no hay una actividad aguda ni una solución plena. Supone estar en continua resolución sin poder completar la fase de reparación debido a las repetidas recaídas que, por lo general, pueden darse por miedo o por presentarse algún componente que recuerde al momento de conflicto biológico.
Este tipo de resolución de la enfermedad podría presentarse cuando la persona soluciona el conflicto, sea en el exterior o en el interior, al cambiar el sentido de la vivencia dramática y comienza la fase de reparación con los síntomas agudos que hemos descrito antes. La aparición de los síntomas le pone en alerta, se angustia, se preocupa y esto hace que se vuelva a activar el proceso de estrés o simpaticotonía transformando el proceso en un conflicto inestable que no acaba de llegar a la normotonía. Son muchos los motivos
que pueden provocar la recaída. A nivel cerebral continuará habiendo edema peri e intrafocal, tal y como sucederá en el órgano, por lo que no se podrá llegar a la curación.
Un ejemplo de esto es el caso de un hombre que presenta un tumor en bronquios (de células caliciformes o células glandulares secretoras, corresponde al endodermo o 1ª etapa de la biología) después de vivir un conflicto de miedo a ahogarse sofocado. Trabajaba en un taller de pintura, en el que un día vivió una mala experiencia cuando hubo una fuga y él no llevaba la mascarilla de seguridad colocada.
El tumor o adenocarcinoma secretor crece en fase de estrés y provoca más moco con el objetivo de hacer pasar mejor el aire y sacar lo que molesta en el aparato respiratorio. En fase de resolución se reduce mediante caseificación por gérmenes. Esta persona presentaba recaídas debido a que el moco que se secretaba le dificultaba la respiración y se reactivaba el conflicto de miedo a ahogarse, en este caso por la presencia de la mucosidad. En todo caso la vivencia conflictual es la misma.
Alergia
En las alergias también se produce una reactivación del síntoma cada
cierto tiempo En este caso, se activa cuando aparece un raíl o huella, que será tan importante en la terapia como el conflicto mismo. En la mayor parte de las alergias que permanecen en el tiempo ocurre esta situación de alerta o aviso ante lo que el inconsciente considera un riesgo. Un raíl es el recuerdo de un componente que estaba presente en el momento del conflicto grabado por los órganos de los sentidos. Cuando se vuelve a entrar en contacto con el elemento, puede desencadenarse el síntoma relacionado o tener una recaída
sin tener que vivir un conflicto activo. Es una forma de protección a nivel inconsciente, un recordatorio de la situación estresante, peligrosa y dramática: un buen aviso para no pasar por lo mismo.
También es el caso de una mujer que de niña tuvo alergia al pelo del gato solo cuando lo acariciaba. De pequeña tenía un gato y su
madre le había prohibido tocarlo para evitar “infecciones”. Cuando jugaba con su gatito y lo acariciaba sin darse cuenta, su madre se enfadaba, la enviaba a su habitación (separación) al tiempo que ella se marchaba a casa de una vecina para castigarla dejándola sola en la casa. Unos días después del incidente, le aparecía un eccema en las manos y en los ojos que antes habían estado irritados y llorosos,
y entonces la madre insistía en que no era bueno tocar a los animales. Era la fase de reparación de un conflicto de separación.
Esta mujer se acostumbró a la fuerza a no tocar al gato y por extensión a ningún animal. Ya de adulta, cuando veía algo con piel y pelo y lo tocaba (un abrigo, un bolso, una ropa…), volvía a tener los mismos síntomas pasadas algunas horas. Desactivar el raíl (pelo = separación) le permitió traspasar el cuadro de alergia que se repetía regularmente.
Recordem que, para sanar, los tejidos necesitan atravesar el edema cerebral y el edema en el órgano correspondiente. A la unión de dos conflictos, uno activo de Túbulos colectores renales y uno de cualquier actividad conflictual en fase de reparación, el Dr. Hamer le llamó Síndrome de túbulos colectores renales. Este tipo de unión de conflictos provoca la detención del proceso de reparación debido a la imposibilidad de eliminar los distintos edemas.
El síndrome de túbulos colectores renales
Es un proceso que bloquea la fase de vagotonía o de reparación de los tejidos impidiendo la finalización del proceso, ya que al edema de la fase activa de un colector renal se le suma el edema de reparación en el foco correspondiente en el cerebro y órgano afectado. Es importante pensar en las situaciones vividas con sensación de soledad, abandono o miedo por la existencia para poder desactivar el conflicto renal y así facilitar la resolución de ambos conflictos.
La vivencia conflictual de sentirse solo/a, abandonado/a, sin referentes y con miedo por la existencia aparece a menudo ante un diagnóstico grave, un pronóstico negativo (“no podemos hacer nada más por Ud.”), una hospitalización, un ingreso para la realización de pruebas, etc. Cuanto más aislada esté la persona (por ejemplo, en el área de cuidados intensivos donde las visitas son restringidas y tienen horarios muy escasos), menos referentes tenga (los hospitales son todos bastantes similares y se pierden las referencias), más abandonada o sola se sentirá y mayores posibilidades tendrá la persona de temer por su existencia. Esta es la actividad conflictual a nivel mental que hace activar los túbulos colectores del riñón. La mejor manera de entenderlo es con un ejemplo.
Un niño de cinco años, al que llamaremos Daniel, es hospitalizado con múltiples contusiones después de haber caído por un barranco durante una excursión del colegio. Pasa ocho días ingresado en la UCI, un tiempo en el que tan sólo puede ver a sus padres y familiares durante unos momentos al día. El tercer día de ingreso, el personal de enfermería se preocupa por su evolución, ya que no orina. Sin embargo, este síntoma remite curiosamente cuando lo pasan a planta, en el momento en que Daniel ya puede estar con los “suyos” todo el rato. Sus padres le miman, le acarician y besan, le escuchan y están por él, contentos de que haya salido del peligro.
En realidad, ni los padres ni el niño conocen lo que es la Descodificación Biológica Original. Sin embargo, las etapas por las que ha pasado el estado del pequeño se pueden entender muy bien con la DBO. Su cuerpo ha puesto en marcha un programa biológico de supervivencia para permitir su recuperación. Es importante señalar que Daniel no sólo estaba luchando para curarse de las heridas provocadas por la caída, sino que lo hacía en un medio inhóspito, la sala de la UCI, desconocida para él, sin la presencia de sus seres queridos, lo que le producía una gran sensación de miedo. Este hecho, el estar a solas en un lugar que le generaba terror, es el que indujo al cuerpo del pequeño a poner en marcha mecanismos de supervivencia, en resumen, a iniciar cambios biológicos como la retención de líquidos. Cuando el momento pasó y volvió a estar en una zona de confort, estos mecanismos dejaron de ser necesarios, por lo que dejó de presentar el síntoma.
Podemos decir que los riñones del niño, específicamente una parte de ellos que son los túbulos colectores renales, cuya función es la gestión del agua y de la orina, se van a activar ante el conflicto biológico de sentirse solo/a, abandonado/a, con miedo por la propia existencia o ante la pérdida de referentes. Se activa esta parte del riñón porque tiene la función específica de liberar o retener agua, según sean las condiciones del medio.
Ante un medio en el que las condiciones son seguras, el riñón trabaja de forma normal y libera entre 2 l y 2.5 l al día. Cuando las condiciones ya no son seguras y en función de las vivencias descritas anteriormente, el túbulo colector renal se cierra impidiendo la salida de agua en un intento de asegurar a la persona su supervivencia como cuando estábamos en el medio líquido, primer referente de nuestra existencia.
Asistir a un paciente, hablarle, acariciarle para que sienta físicamente que le acompañan, permanecer en una presencia activa escuchándole, mirándole, es decir, estar por la persona que está atravesando un proceso de enfermedad, le ayuda a pasar de manera más ágil y natural la vagotonía. En algunas tribus menos invadidas culturalmente o “menos deformadas”, cuando hay un enfermo, siempre hay alguien a su lado para que el “mal” no se atreva a entrar en el cuerpo. Esa vigilancia ayuda a la persona a sentirse en conexión con el resto, tener seguridad, saber que hay un contacto y que no lo han abandonado.
Esto mismo se puede aplicar a las personas mayores o con una discapacidad que van a vivir a un centro residencial o que están ingresadas en un lugar que desconocen y que reciben con el paso del tiempo cada vez menos visitas. La sensación de soledad y de haber sido abandonado provoca la activación renal mencionada y por este motivo estas personas presentan retención de líquidos o edema. El personal sanitario suele decir que es por falta de movimiento o porque están comiendo con mucha sal. Probad el acercamiento y el contacto para ver cómo la persona comienza a orinar con mayor frecuencia, signo de que los túbulos colectores han vuelto a su funcionamiento normal.