La Causalidad Formativa
“El campo es la única realidad”
Albert Einstein
La hipótesis de la causalidad formativa (“formative causation”) propuesta por Rupert Sheldrake en 1981 https://www.sheldrake.org/espanol/biografia-de-rupert-sheldrake postula que los campos morfogenéticos juegan un rol causal en el desarrollo y el mantenimiento de las formas de los sistemas en todos los niveles de complejidad. Afirma que la naturaleza se rige por hábitos, que los animales y las plantas extraen y contribuyen a una memoria colectiva de sus especies. El autor sugiere que las regularidades de la naturaleza no son impuestas por un poder trascendental sino que evolucionan dentro del universo.
Lo que sucede actualmente depende de lo que ha ocurrido anteriormente. La hipótesis se ocupa de la repetición de las formas, las conductas y los patrones de organización, pero no del origen de esas formas, conductas y patrones.
La noción de causación formativa no energética resulta más fácil de entender con la ayuda de una analogía procedente del campo de la arquitectura. Para construir una casa necesitamos ladrillos y otros materiales, así como trabajadores que organicen adecuadamente los materiales y un plano que especifique la forma final de la casa. Los mismos trabajadores haciendo la misma cantidad total de trabajo y utilizando la misma cantidad de materiales podrían erigir, empleando un plano diferente, una casa de forma distinta. Podríamos considerar que el plano es la causa de la forma concreta de la casa, aunque es evidente que no es la única causa, porque no podría haberse construido sin los materiales y sin el trabajo de los obre- ros. De manera parecida, un campo morfogenético específico es una causa de la forma específica que adopta un sistema, aunque no puede actuar sin los “ladrillos” y la energía necesarios para ubicarlos en el lugar que les corresponde. Esta analogía no pretende sugerir que el papel causativo de los campos morogenéticos dependa de un diseño consciente, sino tan sólo subrayar que no toda causalidad es energética. El plano de una casa no es, en sí mismo, ningún tipo de energía, sino un tipo de información. La forma de la casa no pesa ni posee energía. Y, cuando el dibujo se quema o la casa se derriba, no se produce ningún cambio cuantificable en la cantidad total de masa y de energía y lo que desaparece no es más que la organización. Del mismo modo, según la hipótesis de la causación formativa, los campos morfogenéticos no son, en sí mismos, energéticos, aunque desempeñan, en cualquiera de los casos, un papel causal en la determinación de las formas de los sistemas a los que van asociados.
Podemos considerar los campos morfogenéticos análogos a los campos conocidos de la física en la medida en que, aunque no puedan observarse directamente, son capaces de provocar cambios físicos. Los campos gravitacionales y electro- magnéticos son estructuras espaciales invisibles, intangibles, inaudibles, inodoras e insípidas y sólo pueden detectarse a través de sus efectos gravitatorios y electromagnéticos. Para explicar el hecho de que la influencia a distancia de los sistemas físicos sin contacto aparente entre los mismos, se otorga a estos campos hipotéticos la facultad de atravesar el espacio vacío y hasta de constituirlo. En cierto sentido, pues, podemos decir que son inmateriales pero, en otro, son aspectos de la materia, porque únicamente pueden conocerse a través de sus efectos sobre ella. De hecho, hemos llegado a ampliar incluso la definición científica de materia para poder tenerlos en cuenta. Los campos morfogenéticos, de modo parecido, son estructuras espaciales exclusivamente detectables a través de sus efectos morfogenéticos sobre los sistemas materiales y, si ampliamos la definición de materia, también podríamos considerarlos como tales. La hipótesis de la causación formativa puede aplicarse, sea cual sea su nivel de complejidad, a todos los sistemas físicos y biológicos. Y, como cada tipo de sistema posee su forma característica, debe tener igualmente una clase concreta de campo morfogenético. Así pues, debe haber una clase concreta de campo morfogenético para los protones, otra para los átomos de nitrógeno, otra para las moléculas de agua, otra para los cristales de cloruro de sodio, otra para las células musculares de las lombrices, otra para los riñones de la oveja, otra para los elefantes, otra para las hayas, etc. Según la teoría organicista, los sistemas u “organismos” se hallan, a todos los niveles de complejidad, organizados jerárquicamente.²⁴ En esta discusión, utilizaremos el término “unidad mórfica” para referirnos a estos sistemas.
El adjetivo mórfico (de la raíz griega morphe = forma) subraya el aspecto estructural y el término “unidad” subraya la unidad o integridad del sistema. En este sentido, los sistemas químicos y biológicos están formados por jerarquías de unidades mórficas: un cristal, por ejemplo, contiene moléculas que, a su vez, contienen átomos que, a su vez, contienen partículas subatómicas. Los cristales, las moléculas, los átomos y las partículas subatómicas son unidades mórficas, como también lo son los animales, las plantas, los órganos, los tejidos, las células y los orgánulos. En este sentido, podríamos representar el tipo jerárquico de organización mediante un diagrama en “árbol” o como una serie de “cajas chinas”.
La unidad mórfica debe coordinar de algún modo, a nivel superior, la composición de las partes o módulos que la constituyen. Se supone que esta coordinación se efectúa a través de la influencia que su campo morfogenético ejerce sobre los campos morfogenéticos de unidades mórficas infraordenadas. La organización de los campos morfogenéticos es, pues, como las mismas unidades mórficas, esencialmente jerárquica.
La morfogénesis no tiene lugar en el vacío. Sólo puede originarse en un sistema organizado que cumpla con la función de germen morfogenético. Es en torno a ese germen que, bajo la influencia de un determinado campo morfogenético, la morfogénesis acaba dando lugar a una nueva unidad mórfica supraordenada. Pero ¿qué vínculos son, para empezar, los que unen este campo con el germen morfogenético? Es posible que, del mismo modo que la vinculación existente entre los sistemas materiales con los campos gravitatorios y electromagnéticos depende, respectivamente, de su masa y de su carga eléctrica, la vinculación entre los sistemas y los campos morfogenéticos dependa de su forma. Quizás sea, pues, la forma concreta de un determinado germen morfogenético la que le lleve a rodearse de un determinado campo morfogenético. El germen morfogenético forma parte del futuro sistema. Parte del campo morfogenético del sistema corresponde, por tanto, al germen morfogenético. Sin embargo, el resto del campo todavía no está “ocupado” ni “lleno” y, si bien contiene la forma virtual del sistema final, sólo se actualiza cuando todas sus partes mate- riales ocupan el lugar que les corresponde. El campo morfogenético coincide, pues, con la forma real del sistema.
FIGURA 11. A: representación esquemática del desarrollo de un sistema a partir de un germen morfogenético (triángulo) a través de la creoda normal; B: representa una vía morfogenética alternativa; C: representa la regulación, y D: representa la regeneración. La forma virtual del campo morfogenético se indica mediante el área punteada
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La figura 11 A representa gráficamente estos procesos. Las áreas punteadas representan la forma virtual y los trazos continuos indican la forma real del sistema. Podría pensarse, en este sentido, en el campo morfogenético como una estructura que rodea o impregna el germen morfogenético y contiene la forma virtual final. Este campo ordena luego los sucesos que quedan bajo su radio de acción de modo que se actualiza la forma virtual. En ausencia de las unidades que constituyen las partes del sistema final, este campo es indetectable y sólo se manifiesta a través de su efecto sobre dichas partes cuando éstas quedan bajo su esfera de in- fluencia. Las “líneas de fuerza” que se establecen en un campo magnético en torno a un imán constituyen, en este sentido, una analogía aproximada. Esas estructuras espaciales sólo se manifiestan cuando se introducen en su proximidad partículas tales como limaduras de hierro, susceptibles de ser imantadas. Pero lo cierto es que el campo magnético existe aun en ausencia de limaduras de hierro. Del mismo modo, el campo morfogenético que se forma en torno a un germen morfogenético existe, en tanto que estructura espacial, aun cuando todavía no se haya actualizado, dotando al sistema de su forma final. Sin embargo, los campos morfogenéticos difieren radicalmente de los campos electromagnéticos en el sentido de que estos últimos dependen del estado real del sistema, de la distribución y del movimiento de partículas cargadas, mientras que los campos morfogenéticos dependen del estado potencial de un sistema en proceso de desarrollo y están presentes antes incluso de que éste adquiera su forma final.¹ La figura 11 A muestra varios estados intermedios entre el germen morfogenético y la forma final. La forma final también podría alcanzarse, como ilustra la fi- gura 11 B, a través de un camino morfogenético diferente. Pero, si habitualmente se sigue un determinado camino, éste podría ser considerado como un cauce para el cambio, es decir, como una creoda (véase figura 5) .
Aun cuando el sistema en proceso de desarrollo se vea dañado por la eliminación de una de sus partes, todavía será capaz de alcanzar la forma final (figura 11 C). De ello se ocupa, precisamente, el proceso de regulación. Una vez que la forma final se ha actualizado, la continua asociación entre el campo morfogenético y el sistema a cuya forma corresponde tiende a estabilizar a éste. Cualquier desviación que aleje al sistema de esta forma tiende a verse corregida, debido a la atracción que, hacia ella, experimenta el sistema. Y si se elimina una parte del sistema, la forma final tiende a actualizarse de nuevo (figura 11 D). De ello, precisamente, se ocupa la regeneración. El tipo de morfogénesis que presentamos en la figura 11 es básicamente agregativa, en el sentido de que, en ella, unidades anteriormente separadas acaban uniéndose y dando lugar a una unidad mórfica de nivel superior. Existe otro tipo de morfogénesis que tiene lugar cuando la unidad mórfica que sirve de germen morfogenético forma parte de una unidad mórfica supraordenada. En tal caso, la influencia del nuevo campo morfogenético conduce a una transformación en la que la forma de la unidad de orden superior original acaba viéndose reemplazada por la forma de la nueva unidad supraordenada. Y conviene señalar, en este punto, que la mayor parte de las morfogénesis químicas son de tipo agregativo, mientras que las morfogénesis biológicas, por su parte, suelen estar compuestas por una combinación de procesos agregativos y transformadores. En las siguientes secciones veremos algunos ejemplos en este sentido.