Conferencia: El Movimiento
Hace varios años se publicó un libro titulado The Myth of Mental Illness (El mito de la enfermedad mental). ¡Por fin!, pensé, la profesión psiquiátrica estaba empezando a comprender que la expresión «enfermedad mental» es una equivocación. Pedí el libro y esperé impaciente su llegada. Para mi sorpresa, la tesis de su autor, un eminente psiquiatra, era que estos pacientes no están en absoluto enfermos. Intentaba demostrar que los pacientes histéricos a partir de los cuales Freud creó sus conceptos psicoanalíticos eran enfermos fingidos. Aseguraba que fingían o que estaban jugando a un juego que tenía reglas distintas de las que regían las vidas de la gente
normal.
Recientemente otro libro, titulado Games People Play (Los juegos a los que jugamos), ha alcanzado una gran popularidad. La idea central del libro es que la gente juega a juegos para evitar la intimidad. En él se analizan los distintos juegos para mostrar los motivos del ego que los impulsan.
Esta idea de los juegos no es nueva. Aparece con más claridad en la expresión «estar por encima del otro». La persona que analiza el juego, como es el caso del psiquiatra, está por encima del que lo juega. Pero analizar juegos se vuelve otro juego y de esta manera no se consigue nada.
Es interesante especular sobre por qué la psiquiatría ha tomado este cariz. Creo que refleja el profundo desencanto del público general y de los psiquiatras en relación con el pensamiento psicoanalítico, que no ha conseguido proporcionar a la gente el conocimiento y la ayuda que con tanta urgencia necesitaba. Presa de la desesperación, la gente busca en cualquier lado las respuestas, sin darse cuenta de que se está agarrando a un clavo ardiendo. El que está desesperado no tiene ni el tiempo ni la paciencia para analizar cuidadosamente sus problemas. Corre con la muchedumbre como alguien presa del pánico.
Es verdad que las personas juegan a juegos en el sentido de que han adoptado ciertos papeles en la vida que intentan cumplir. Esto es cierto en todos mis pacientes. Estos papeles no son conscientes. Están condicionados por las actitudes que desarrollaron en la infancia como una manera de satisfacer las exigencias de sus padres. Pero un papel no es un juego en el sentido original de la palabra «juego». Un juego es una actividad limitada, mientras que un papel inconsciente continúa sin cesar. Ese papel es una limitación de la libertad, un patrón fijo de comportamiento que se le impone a la personalidad. El papel se manifiesta en el porte y en el movimiento del cuerpo. Para salirse de un papel uno debe cambiar la manera en que se mueve y respira.
«Enfermedad mental» es una expresión equivocada. La gente padece perturbaciones emocionales. La palabra «emoción» está compuesta del prefijo «e» y la raíz «moción». Emoción significa moverse hacia fuera. Una perturbación emocional es una incapacidad de moverse hacia fuera, hacia la gente y hacia el mundo. Por definición, uno puede decir que los conflictos emocionales distorsionan o limitan la motilidad del cuerpo. Bloquean el movimiento hacia el exterior. Del mismo modo, cualquier perturbación de la capacidad de un organismo para moverse denota un conflicto emocional.
Por consiguiente, uno puede determinar los conflictos emocionales de alguien por la forma en que se mueve.
La cualidad del movimiento de una persona se estudia desde dos puntos de vista: la espontaneidad y el control. La espontaneidad responde a la autoexpresión. Cuanto más viva está una persona, más espontáneos son sus movimientos. El cuerpo es expresivo por naturaleza; está cambiando constantemente para reflejar sus sentimientos interiores. En este sentido es como una llama que nunca es igual en dos momentos. Aunque el cuerpo está más estructurado que una llama, no es tan rígido como una máquina. Tiene una cualidad fluida y responde a la acción de las fuerzas interiores.
Normalmente el control representa el freno del ego sobre la espontaneidad, y su objetivo es producir una acción más eficiente. A través del control del ego la motilidad espontánea del cuerpo se encauza y se integra para alcanzar el objetivo deseado. Un control saludable del ego no disminuye la espontaneidad del cuerpo. Cuando el control y la espontaneidad están integrados en el movimiento corporal, el resultado es la coordinación. La coordinación refleja el grado en el que el ego se identifica con el cuerpo y aun así controla sus movimientos. Una persona sana tiene buena coordinación de movimientos, es espontánea y sin embargo se controla.
La enfermedad emocional se caracteriza por una pérdida de la espontaneidad, por una deficiencia del control del ego o por ambas cosas. En un sentido amplio, la persona perturbada emocionalmente se mueve compulsiva o impulsivamente. La persona compulsiva es rígida, las restricciones de su ego son tan importantes que sus movimientos adquieren una cualidad mecánica y estereotipada, y desaparece la espontaneidad. En la persona impulsiva el control del ego está debilitado y los impulsos se manifiestan de una manera histérica. El impulsivo es hiperactivo; no puede sentarse tranquilo ni canalizar su energía en actividades constructivas. Su ego inadecuado está constantemente desbordado por sus sentimientos. Al mismo tiempo está constantemente frustrado porque sus sentimientos se explayan sin conseguir nada.
El compulsivo tiene miedo de soltar su control rígido; el impulsivo es incapaz de mantener el control. De hecho, este último descarga su energía ferozmente para evitar los sentimientos de su cuerpo. Se vuelve irritable para evitar sentir su ira, histérico para evitar sentir su tristeza y promiscuo para evitar sus sentimientos sexuales. Corre antes de tener miedo, llora antes de que le hagan daño y ataca antes de que lo amenacen. Se comporta como un niño pequeño en sus movimientos, que como los de un bebé, son descoordinados e ineficaces.
La rigidez caracterológica se manifiesta tanto en el nivel psíquico como en el físico, pero siempre se expresa en términos corporales. Describimos a una persona diciendo que tiene el cuello rígido, la cara de póker, que mantiene la boca cerrada, que es inflexible, que tiene la lengua suelta, etc.
La rigidez surge de contener los sentimientos. Una persona se vuelve rígida para guardarse la ira, saca la barbilla para no sentir miedo y tensa el abdomen para no llorar. Para suprimir el sentimiento se desarrollan tensiones musculares crónicas que le imprimen una rigidez al cuerpo.
La persona impulsiva tampoco está libre de tensiones. En la persona compulsiva las tensiones musculares son predominantemente longitudinales, lo cual atiesa el cuerpo. En la impulsiva, son anulares u horizontales, lo cual fragmenta el cuerpo. Sin embargo, estas distinciones son una cuestión de grado. En toda la gente perturbada se dan tensiones de ambos tipos.
La pérdida de la espontaneidad y del control también produce un estado de flacidez física y psíquica. Describimos a este tipo de persona como floja o blandengue. Podemos decir de alguien que no lleva la cabeza bien alta. La flacidez indica la negación del sentimiento. La rendición o la negativa a sentir producen una caída de la musculatura periférica. En cambio, la persona compulsiva se guarda los sentimientos (los contiene), mientras que la impulsiva «los pone en acción» irresponsablemente. La naturaleza histérica del comportamiento impulsivo deriva del hecho de que mientras parte del cuerpo libera un impulso otra parte se resiste a esa liberación.
Las expresiones emocionalmente saludables nunca toman la forma de arrebatos histéricos. Son egosintónicas, es decir, el sentimiento se expresa con todo el apoyo del ego. Como resultado, el movimiento que expresa el sentimiento es unificado y total. A la inversa también es cierto. Cuando un movimiento abarca todo el cuerpo de una forma unificada, el resultado es una expresión emocional que la persona siente. Este principio fundamenta la terapia bioenergética.
El objetivo de la terapia bioenergética es la restauración de la espontaneidad natural del cuerpo y el desarrollo del control adecuado del ego. Empieza con la respiración, ya que la restricción de la respiración limita la energía requerida para el movimiento e impone una limitación mayor a la motilidad del cuerpo. Las ondas respiratorias (inspirar y espirar) son los movimientos pulsátiles básicos del organismo. Cuando estas ondas pasan a través de él, activan todo el sistema muscular. La espontaneidad del cuerpo está garantizada por el libre movimiento de estas ondas. Esto significa que en tanto que la respiración sea desinhibida y profunda no habrá bloqueos funcionales al flujo de la sensación. Sin embargo, la descarga de la tensión no puede alcanzarse únicamente respirando.
En todas las personas, a medida que la respiración se hace más profunda, aparecen vibraciones en el cuerpo. Normalmente empiezan por las piernas pero si se vuelven lo suficientemente fuertes, pueden extenderse y abarcar el cuerpo entero. Las vibraciones pueden parecer tan fuertes que el paciente siente que se va a «caer en pedazos». El miedo a «caerse en pedazos » es la contrapartida física del miedo a soltarse. Nadie se cae en pedazos literalmente ni sus defensas se desmoronan aunque sean sacudidas por la experiencia. A través de la vibración la persona se vuelve consciente de las poderosas fuerzas que están inmovilizadas en su cuerpo por la tensión muscular.
Una personalidad sana es una personalidad vibrante, y un cuerpo sano es un cuerpo palpitante y vibrante. En un estado de salud las vibraciones son relativamente finas y constantes, como el ronroneo de un coche que corre sin dificultades. Cuando todas las vibraciones de un cuerpo cesan, se muere, como un coche cuando se para el motor. Los individuos cuyos cuerpos no vibran están emocionalmente muertos. Por otro lado, un cuerpo que tiembla muy violentamente es semejante a un coche con las bujías sucias, las válvulas corroídas y la suspensión en mal estado. Cuando estas averías del coche son reparadas, su vibración se convierte en un ronroneo. Cuando el cuerpo de un ser humano ronronea, tiene la libertad de movimiento de un animal.
Las «averías» en el cuerpo de una persona son tensiones musculares crónicas. Se desarrollan como inhibiciones del movimiento y solo pueden descargarse mediante la liberación del movimiento. Cada músculo tenso es un músculo contraído que tiene que ser estirado para activar su potencial de movimiento. Como el músculo es un tejido elástico, con frecuencia el estiramiento activo de los músculos espásticos los pondrá en movimiento con una amplitud de vibración que puede ir desde las fibrilaciones finas hasta las sacudidas fuertes. La vibración, independientemente de su cualidad, sirve para aflojar la espasticidad crónica del músculo.
¿Has notado cómo la barbilla de un bebé tiembla justo antes de que empiece a llorar? Este temblor es el principio de una vibración mayor que es el llanto. A veces sucede con los pacientes que cuando la vibración corporal llega hasta el pecho y la garganta, comienzan a sollozar. Otra reacción que he visto es que cuando el paciente estaba boca abajo con las piernas extendidas hacia arriba, las vibraciones de las piernas se transformaban en movimientos espontáneos de patadas.
La posición en la que se hace vibrar fácilmente las piernas puede verse
en la figura 3.
La persona se acuesta sobre una cama con las piernas extendidas hacia arriba, las rodillas ligeramente dobladas y los pies en flexión extrema. Si se mantienen los talones empujando hacia arriba, con la pelvis descansando sobre la cama, las piernas empezarán a temblar involuntariamente.
A partir de esta posición se desarrollan a veces movimientos espontáneos de pataleo. Los pies están separados entre sí unos quince centímetros.
Además de los movimientos involuntarios que forman la base del trabajo con el cuerpo, se usan varios movimientos expresivos para movilizar y liberar los sentimientos reprimidos. Estos empiezan como movimientos voluntarios pero se vuelven involuntarios hasta cierto punto si la emoción suscitada se vuelve lo suficientemente fuerte como para tomar el control del
movimiento.
Uno de los ejercicios más sencillos que se usan para este propósito es dar patadas en la cama acostados sobre ella. Las piernas se mantienen extendidas y se patalea de arriba abajo de una manera rítmica. Si el cuerpo está suelto, la respiración de la persona se sincronizará con el pataleo. Esto no ocurrirá si la mitad superior del cuerpo se mantiene rígida. En este ejercicio la cabeza se sacudirá arriba y abajo con cada patada mientras el cuerpo se entrega a los movimientos. Si la coordinación se interrumpe, la cabeza no se
moverá en absoluto o se moverá de un lado a otro mientras las piernas lo hacen arriba y abajo.
Patear es un movimiento expresivo. Significa protestar, y todos tenemos algo por lo que protestar o patalear. Por tanto, es un movimiento que todo el mundo debería ser capaz de hacer con sentimiento. Si la autoexpresión de una persona ha sido bloqueada por sus padres, su pataleo tendrá una cualidad de impotencia. Normalmente el trabajo continuado con este y otros ejercicios libera los bloqueos y permite la expresión de movimientos convincentes.
Para hacer que el pataleo tenga más sentido, se indica a la persona que exprese con palabras un sentimiento apropiado. Puede decir «no» o «no lo haré» o, lo que tiene todavía más sentido, «déjame en paz». Estas palabras deberían pronunciarse en un tono alto y contundente mientras las piernas patalean violentamente en la cama. El uso del sonido y las palabras con este movimiento integra la actitud del ego con la expresión corporal y así promueve la coordinación y el control. Cuando una persona se deja llevar totalmente
por su sentimiento en sonido y en movimiento, el pataleo se vuelve más rápido y la voz puede elevarse a la altura del grito. En este punto la emoción abarca la totalidad de su cuerpo y se siente con intensidad. Sin embargo, por más intenso que sea el sentimiento la persona permanece absolutamente consciente de lo que está haciendo y puede interrumpir la expresión a voluntad.
Otro movimiento de una expresividad parecida es el que puede hacerse con los brazos. En este ejercicio la persona se recuesta también en una cama pero tiene las rodillas flexionadas y las plantas de los pies apoyadas. Con los puños cerrados, se elevan ambos brazos sobre la cabeza y se dejan caer con fuerza a los costados de un golpe. Se indica a la persona que al mismo tiempo diga «no» o «no lo haré». El movimiento se repite varias veces mientras la persona intenta lograr un tono convincente de voz y un golpe eficaz con los brazos. Es sorprendente lo difícil que resulta conseguirlo. La voz a menudo tiene un tono suplicante, lloroso o asustadizo, mientras que los golpes son mecánicos o sin fuerza. Con frecuencia si alguien desafía al paciente mientras está haciendo este ejercicio diciéndole «lo harás», la intensidad del sentimiento expresado puede incrementarse. Algunos pacientes se detienen y otros indican «lo haré». Algunos aceptan el desafío y se enfrentan al terapeuta diciendo con fuerza redoblada «no lo haré».
Estos movimientos no solo despiertan el sentimiento sino que estimulan la respiración y hacen vibrar al cuerpo. Esto sucede en la medida en que el paciente puede permitirse a sí mismo sentir y expresar un pensamiento negativo y hostil. Cualquier retención del sentimiento se manifestará en la descoordinación o falta de gracia de los movimientos. Esto resulta especialmente evidente cuando el paciente intenta representar un berrinche. En este ejercicio las piernas golpean en el colchón con las rodillas dobladas mientras los brazos azotan el colchón alternativamente. Cuando este movimiento se ejecuta de forma correcta, el brazo y la pierna derechos se mueven en sincronía y alternan con el brazo y la pierna izquierdos. La cabeza gira al lado que está golpeando. Cuando el movimiento es descoordinado, el ritmo
de los movimientos de la pierna difieren de los movimientos del brazo o se produce un fenómeno de cruce —el brazo izquierdo desciende con la pierna derecha y el brazo derecho se mueve con la pierna izquierda—, no es infrecuente que la cabeza gire en la dirección contraria al movimiento. Los movimientos descoordinados dejan a la persona con una sensación de insatisfacción.
Otro procedimiento de la terapia es hacer que el paciente, de pie, golpee el colchón con los puños o con una raqueta de tenis. El movimiento expresa ira pero la mayoría de los pacientes que realizan este ejercicio al principio de la terapia no sienten nada mientras ejecutan los movimientos.
Las mujeres incluso dicen: «Es una tontería». Se observa que el sentido de «absurdo» acompaña a un movimiento torpe. Uno se siente tonto haciendo un movimiento torpe. Del mismo modo, un movimiento que se hace mecánicamente no suscita ningún sentimiento. Sin embargo, tan pronto como la totalidad del cuerpo participa en la actividad con movimientos coordinados, surge el sentimiento de ira.
No se puede recalcar lo suficiente que la expresión emocional responde al movimiento unificado y coordinado. Cuando un paciente desarrolla la coordinación, adquiere control sobre su comportamiento. No es un individuo inhibido como la persona compulsiva ni un individuo impulsivo que no puede adaptar su comportamiento a la situación. Al mismo tiempo es espontáneo, porque la motilidad de su cuerpo no está restringida.
En los ejercicios anteriores he descrito cómo funciona la terapia bioenergética con los movimientos agresivos que expresan negatividad, hostilidad e ira. Es igualmente importante desarrollar la misma unidad y coordinación en la expresión de la ternura, el afecto y el deseo. Esto se hace usando movimientos de acercamiento con la boca y los brazos. En la mayoría de la gente estos movimientos expresivos están constreñidos por las espasticidades musculares de la barbilla, la garganta y los hombros. En presencia de estas tensiones los movimientos expresivos son torpes y vacilantes.
La persona se siente insegura y dubitativa cuando intenta realizarlos Y como un movimiento torpe suele provocar una reacción ambigua, la persona que hace este movimiento descoordinado se siente inadecuada y rechazada.
Lo que llamamos confianza en uno mismo es la conciencia de un individuo de que puede expresarse plena y libremente en cualquier situación con movimientos apropiados y gráciles.
La persona cuyos movimientos no están restringidos por tensiones musculares crónicas tiene una gracia natural. La gracia surge cuando la espontaneidad y el control están completamente integrados. La rigidez y la torpeza son los signos de la tensión que interfiere en la motilidad natural del cuerpo. Para eliminar estas tensiones uno debe ser consciente de ellas y entender lo que significan.