La Sensación
Conferencia 3:
Un axioma del análisis bioenergético es que la persona solo puede sentir su cuerpo. Uno no es capaz de sentir el entorno excepto a través de su efecto en el cuerpo. En realidad, uno siente cómo su cuerpo reacciona al entorno o a los objetos externos y proyecta la percepción de esta sensación sobre el estímulo. Así, cuando siento que tu mano es cálida al posarla en mi brazo, lo que estoy sintiendo es el calor de mi cuerpo al ser afectado por tu mano. Todas nuestras sensaciones son percepciones corporales. Cuánto sentimos y con qué profundidad lo hacemos depende de la percepción que tengamos de nosotros mismos.
La percepción de uno mismo significa una percepción del cuerpo. El individuo que tiene percepción de sí mismo está en contacto con su cuerpo.
Siente lo que ocurre en cada parte de él; está, en otras palabras, en contacto consigo mismo. Siente el flujo de la sensación en su cuerpo asociada con la respiración, es decir, tiene una corriente de sensaciones que lo recorre. Pero también siente sus tensiones y constricciones, porque nadie está libre de sentirlas. La persona que carece de autopercepción se siente cohibida porque también ella es vagamente consciente de que se le escapa algo que no entiende.
Se siente torpe e inquieta y su autocontrol tiende a disminuir aunque quizá haga todos los esfuerzos conscientes a su alcance para ocultar esta vaga percepción de sí misma.
En el individuo que se ignora hay áreas del cuerpo que no siente, y que, por tanto, no existen en su conciencia. Por ejemplo, la gente suele no ser consciente de la expresión de su rostro. No saben si parecen tristes, enfadados o hastiados. Algunas caras tienen una expresión de dolor tan evidente que al observador le sorprende que la persona no se dé cuenta. Otras zonas del cuerpo de las que la gente no suele ser consciente son las piernas, las nalgas, la espalda y los hombros. Todo el mundo sabe que tiene piernas, nalgas, espalda y hombros, pero no los siente como partes vivas del cuerpo.
No puede decir si sus piernas y sus nalgas están relajadas o contraídas, si su espalda está erguida o doblada, o si sus hombros están alzados o caídos.
Esta falta de conciencia significa que la persona ha perdido el pleno alcance de la función de esas partes del cuerpo que faltan en su conciencia.
Quien no siente las piernas carece de la sensación de seguridad, porque no tiene la íntima convicción de que sus piernas le sostendrán. No se siente emocionalmente seguro sobre sus pies y siente la necesidad de alguien o de algo en lo que apoyarse. Las nalgas funcionan como contrapesos para mantener la postura normal, erguida. Cuando están metidas hacia delante, la parte superior del cuerpo tiende a hundirse. Esto solo puede impedirse sacando el pecho y tensando la espalda. Las nalgas apretadas recuerdan a la postura de un perro con el rabo entre las patas. El individuo que adopta esta postura ha perdido su arrogancia natural y para compensarlo adopta una pose exagerada del ego basada en la rigidez. Por otro lado, si las nalgas están retraídas, la persona pierde la capacidad de girar la pelvis hacia delante de una manera sexualmente agresiva. Su cuerpo presenta una lordosis, que es un hundimiento exagerado de la zona lumbar. Sufre de insuficiencia sexual debido a su incapacidad para descargar su sentimiento sexual.
Normalmente, la pelvis cuelga libre y bascula de manera espontánea adelante y atrás con la respiración. Durante la relación sexual este movimiento se intensifica y produce los movimientos involuntarios del orgasmo.
El movimiento hacia atrás carga la pelvis de sensación y sentimiento mientras que el movimiento hacia delante descarga el sentimiento a los órganos genitales. Las tensiones pélvicas crónicas que restringen la motilidad pélvica reducen la potencia orgásmica del individuo. El problema de estas tensiones es que disminuyen su conciencia, de manera que no sabe lo que falla en su
función sexual. Puede culparse a sí mismo o a su pareja sin comprender en absoluto la causa de sus dificultades.
Debido a las tensiones crónicas, la mayoría de la gente apenas siente su espalda. Solemos encontrarnos con que la espalda o está tan rígida que no puede doblarse o tan flexible que no ofrece ningún soporte al cuerpo. En ambos casos, la persona pierde la capacidad de «respaldar sus sentimientos» o de contenerlos. Un exceso de rigidez lleva a la compulsión; una flacidez excesiva, a la impulsividad. Al faltarle sensibilidad en la espalda, no puede movilizar su ira para superar sus frustraciones. En un animal como el perro o el gato, uno puede ver cómo la espalda se arquea hacia arriba cuando el animal está enojado. Incluso el pelo se eriza a lo largo de su espalda a medida que esta se carga de sentimiento. Los seres humanos perturbados se vuelven irritables o iracundos pero carecen de la habilidad animal de expresar la ira de una manera directa.
Normalmente la tensión en la espalda está asociada con tensiones que inmovilizan los hombros y que afectan a dos funciones importantes. Una es la capacidad de extender los brazos para alcanzar y la otra es la capacidad de golpear. Cuando los hombros están fijos en una posición alzada, la persona está «colgada» como si estuviera suspendida de una percha de la ropa. Los hombros levantados son una expresión de miedo. Cuando tenemos miedo, levantamos los hombros. Quien tiene los hombros levantados está colgado de su miedo y es incapaz de soltarse. También está colgado de su incapacidad de extender los brazos para alcanzar o para golpear.
Quien no es consciente de sí mismo también está aturdido. Su imagen de sí mismo no coincide con la que presenta a los demás y su aceptación ingenua de esta imagen le deja expuesto a reacciones inesperadas. A quien cree presentar una apariencia varonil, porque su pecho está henchido, le sorprende enterarse de que otros puedan ver esto como una pose. Del mismo modo, se deja engañar fácilmente por las poses y fachadas que adoptan quienes le rodean. Uno solo conoce a los demás en la medida en que se conoce a sí mismo, y únicamente en la medida en que uno se siente a sí mismo como persona puede preocuparse por los demás.
La tensión muscular crónica da lugar a la pérdida de la percepción de sí mismo. Esta tensión difiere de las tensiones normales de la vida en el hecho de que es una espasticidad muscular inconsciente, persistente, que se ha vuelto parte de la estructura corporal o forma de ser. Debido a esto la persona no se da cuenta de que tiene esas tensiones crónicas hasta que empiezan a causarle dolor. Cuando esto sucede puede que sienta la tensión subyacente pero no es consciente de lo que significa ni de por qué se desarrolló.
Y es completamente incapaz de hacer algo que alivie la tensión. Sin embargo, en la ausencia de dolor, la mayoría de la gente ignora por completo su postura corporal o su forma de moverse. Se siente cómoda en sus actitudes estructuradas sin ser consciente de las limitaciones que estas actitudes le imponen a su potencial de vivir.
Un músculo solo se tensa bajo el estrés. Cuando está suelto, el cuerpo no siente la tensión. Hay dos tipos de estrés: físico y emocional. Cargar un peso pesado es un estrés físico, como lo es la continuación de un movimiento o actividad cuando el músculo está cansado. La persona siente el dolor de la tensión y detiene la actividad o suelta el peso. Sin embargo, si no hay ninguna manera de eliminar el estrés, el músculo sufrirá un espasmo. El estrés emocional es exactamente igual que el físico: los músculos se cargan de un sentimiento que no pueden soltar. Se contraen para sujetar o contener el sentimiento igual que hacen para cargar un peso y si el sentimiento persiste lo suficiente, el músculo sufrirá un espasmo al no poder librarse de la tensión.
Cualquier emoción que no puede liberarse es un estrés para la musculatura.
Esto es cierto porque una emoción es una carga que pugna por salir para soltarse. Unos cuantos ejemplos ilustrarán estas ideas. La tristeza o los sentimientos de dolor se descargan a través del llanto. Si el llanto se inhibe debido a las objeciones paternales o a otras razones, los músculos que normalmente reaccionan al llorar se ponen tensos. Estos músculos son los de la boca, la garganta, el pecho y el abdomen. Si el sentimiento que no puede soltarse es de ira, los músculos de la espalda y de los hombros se tensan.
Los impulsos inhibidos de morder provocan tensiones en la mandíbula; los impulsos inhibidos de dar patadas, tensiones en las piernas. La correlación entre la tensión y la inhibición del músculo es tan exacta que es posible señalar qué impulsos o sentimientos están inhibidos en una persona a partir del estudio de sus tensiones musculares.
En lo que respecta a la musculatura, hay poca diferencia entre estrés interno y externo. Ambos ponen al músculo en tensión. El estrés físico es generalmente consciente y tiende a ser de duración más corta que el emocional, que a menudo es inconsciente y tiende a persistir.
Cuando un músculo sufre un espasmo, se contrae y permanece contraído hasta que desaparece el estrés. Descubrirás que esto es así en el caso de un calambre en la pierna, por ejemplo. Para que el calambre desaparezca, tienes que cambiar de posición y mover el músculo afectado. Sin embargo, un calambre es una tensión muy aguda que no permite alternativas. Las tensiones que surgen a través de la inhibición son tensiones crónicas que se desarrollan lentamente, mediante experiencias repetidas, y de una forma tan disimulada que uno no suele ser consciente de su existencia. Y aunque lo fuera, no sabría cómo liberarlas. Tiene que aguantarlas, y la única manera de
aguantar una tensión es olvidarla.
Como la mente y el cuerpo son uno, el inconsciente debe tener un significado físico. El inconsciente es esa parte del cuerpo que no se percibe. Es importante saber que un nervio y su músculo forman una unidad fundamental.
Cuando un músculo está crónicamente contraído, su nervio efector se aísla del sistema nervioso global en lo que concierne a los movimientos voluntarios.
La represión de un sentimiento se produce cuando el músculo cargado con ese sentimiento es apartado de la conciencia por la tensión crónica y el nervio que pertenece a ese músculo se aísla de la red nerviosa. Por ejemplo, se reprimen las experiencias traumáticas de aprendizaje del control de esfínteres en aquellos que no son conscientes de sus tensiones anales.
Para traer estos recuerdos desde el inconsciente, la persona tiene que entrar en contacto con los músculos de su suelo pélvico.
La percepción de uno mismo depende del movimiento. Percibimos lo que se mueve; lo que no se mueve se desvanece de la conciencia. Así, cualquier parte del cuerpo que está inmóvil debido a la tensión crónica desaparece de la percepción. El individuo ni siquiera es consciente de la tensión. El primer paso para restaurar la percepción de uno mismo es ser consciente de la tensión. Esto se logra poniendo a alguien en posiciones en las que sienta sus tensiones. También se le pide que ejecute ciertos movimientos en los que se pone a prueba su coordinación. Cuando una persona ha establecido algún contacto con las áreas entumecidas de su cuerpo, está en posición de liberar las tensiones crónicas que subyacen bajo ese entumecimiento.
Un músculo relajado es un músculo cargado de energía. Es como un arma cargada lista para disparar. El gatillo que descarga el músculo es un impulso de su nervio efector, que produce una contracción que se traduce en movimiento. Un músculo contraído no puede moverse hasta que se recargue de nueva energía. Esta energía llega al músculo en forma de oxígeno y azúcar.
Sin un suministro de energía adicional, es imposible soltar los músculos contraídos. El factor importante en este proceso es el oxígeno, ya que sin el suficiente oxígeno, el proceso metabólico del músculo se detiene. Este hecho señala la importancia de la respiración para la relajación y para eliminar la represión. Cuando la respiración de un paciente se vuelve más profunda, sus músculos tensos entran en vibración espontánea como un muelle soltado tras estar en tensión.
En algunos pacientes, las vibraciones pueden convertirse en movimientos expresivos espontáneos cuando el propio cuerpo libera sus impulsos reprimidos. Por lo general, los movimientos se inician conscientemente y, cuando asumen una cualidad integral, se evocan los impulsos reprimidos.
Un paciente puede empezar a patalear en el colchón como un ejercicio, pero cuando le permite al movimiento dejarse ir, este arrastra al cuerpo entero, produciendo una descarga emocional. Los músculos tensos solo pueden relajarse con movimientos expresivos, es decir, movimientos en los que la actividad expresa el sentimiento. Siempre que un movimiento se realiza mecánicamente, se frenan los impulsos reprimidos.
¿Qué papel juega el análisis en la terapia bioenergética? En esta exposición he resaltado los aspectos físicos de esta terapia, y eso podría dar a algún lector la impresión de que la comprensión analítica del carácter desempeña un papel secundario. Por supuesto, esto no es cierto. Para un paciente es tan importante conocer el origen de sus conflictos como tomar conciencia de sí mismo mediante la actividad corporal. Debe existir una armonía entre ambos enfoques para lograr una terapia eficaz. En la terapia bioenergética se usan todas las modalidades de psicoterapia y psicoanálisis para incrementar la comprensión de sí mismo y la autoexpresión. Aquí se incluyen la interpretación de los sueños y el trabajo con la situación transferencial.
En contraste con otras formas de terapia, el cuerpo es la base sobre la que se construyen las funciones del ego de comprensión de sí mismo y de autoexpresión.
El concepto bioenergético básico es que cada patrón de tensión muscular crónica debe tratarse en tres niveles: su historia u origen en situaciones de la primera infancia o niñez, su significado actual en términos del carácter del individuo y su efecto sobre el funcionamiento corporal. Solo esta visión holística del fenómeno de la tensión muscular puede producir en la personalidad cambios de un valor duradero. Esto lleva a dos proposiciones importantes:
1- Cada grupo muscular con una tensión crónica representa un conflicto emocional sin resolver y probablemente reprimido. La tensión es el resultado de un impulso que busca expresarse y se enfrenta a un control basado en el miedo. Una tensión en la mandíbula puede representar el conflicto entre un impulso de morder y el miedo de que tal acción conlleve medidas punitivas de los padres. La misma tensión podría relacionarse también con un impulso de llorar y el miedo a que esto provoque el enfado o el rechazo de los padres. Las tensiones tienen múltiples determinantes, ya que en toda expresión emocional están implicadas todas las partes del cuerpo. Esto significa
que cada tensión debe trabajarse en términos de todos los movimientos en los que el músculo tenso puede participar. Si fuera posible, los
conflictos específicos que involucran al grupo muscular en tensión deberían volverse conscientes en lo referente al impulso retenido y al miedo que denota.
2- Cada músculo crónicamente tenso representa una actitud negativa. Cada inhibición se percibe como una limitación que genera un sentimiento de hostilidad provocado por la pérdida de libertad. Por consiguiente, antes de que el impulso encerrado en el músculo contraído pueda soltarse, el sentimiento negativo debe expresarse como una actitud general. Los sentimientos que tienen que ser inhibidos son principalmente los negativos, hostiles o sexuales. Los padres no alientan la expresión de sentimientos hostiles y, en la mayoría de los casos, prohíben tales expresiones. Por tanto, normalmente se suelen reprimir estos sentimientos.
La actitud negativa generalizada expresada en la acción de retención de los músculos tensos se extiende, e incluye, al terapeuta y a la situación terapéutica. Está escondida bajo una fachada de cortesía y cooperación. Uno puede atravesar esta fachada por el análisis esmerado de la transferencia o avanzar rápidamente haciendo de la expresión de la negatividad la prioridad de la terapia. Cada paciente en terapia bioenergética confronta su negatividad disimulada trabajando a nivel físico y vocal con la expresión de la hostilidad
y de la negatividad.
El aspecto biológico de la tensión muscular es su relación con la respiración, movimiento y sentimiento. Estos temas se han tratado anteriormente.
Puesto que todas las tensiones disminuyen el sentimiento sexual, los pacientes se dan cuenta de cómo afectan estas tensiones a su funcionamiento sexual.
La percepción de sí mismo o el sentido de identidad dependen de la capacidad de decir «¡no!». La expresión del no separa al individuo de su entorno y afirma su individualidad respecto a los demás. Quien puede decir «no» puede decir «sí». Quien no puede decir «no» es sumiso y resentido. La capacidad de decir «no» depende de ser interiormente libre de limitaciones o de tensiones musculares crónicas. Cada tensión muscular crónica es una limitación en la autoafirmación y la percepción de sí mismo. Estos conceptos se exploran más exhaustivamente en mi libro The Betrayal of the Body.
Autoexpresión: nuevos avances en la terapia bioenergética
Conferencia 1: Autoexpresión y Espontaneidad
El anuncio de la serie de conferencias públicas de 1968 las describía como «Nuevos avances en la terapia bioenergética». Entre estos nuevos avances estaba el especial énfasis dado al movimiento, la voz y los ojos. Me resultó evidente durante el transcurso de las conferencias que cada una de ellas trataba sobre una modalidad principal de la autoexpresión. La persona se expresa en gran medida a través de sus movimientos, su voz y sus ojos.
La función de la autoexpresión, pese a no haberse tratado expresamente durante las conferencias, es sin embargo el tema que subyace bajo estos nuevos avances de la terapia bioenergética.
La autoexpresión denota la actividad de un yo y es, como la autoconservación, una cualidad inherente a todos los organismos vivientes. Estar vivo es ser expresivo en forma, movimiento, color, voz, etc. Un destacado biólogo, Adolf Portmann, hace en su fascinante libro New Paths in Biology
(Las nuevas sendas de la biología), la siguiente declaración: «Una vida interna rica […] depende en gran medida de […] ese grado de independencia interna, ese grado de individualidad, que va mano a mano con una manera rica de autoexpresión». Para mí esto significa que el sentido de identidad o el grado de individualidad pueden estar relacionados con el alcance y la variedad, la riqueza de nuestra autoexpresión.
Un ser humano se expresa de forma consciente e inconsciente. Cada aspecto del cuerpo es una expresión inconsciente del tamaño, la forma, el tono, el porte, el color de la piel, el pelo y los ojos de la persona. Todo esto, más otras manifestaciones corporales, nos proporciona una imagen del individuo que lo define en el momento en nuestras mentes. No son manifestaciones estáticas, porque los cuerpos cambian constantemente. Aparte de eso, una persona se expresa a través de un sinfín de movimientos espontáneos, palabras y miradas. Y superpuestas a estos dos niveles están las acciones intencionadas: los movimientos voluntarios, las declaraciones verbales y las miradas específicas que expresan el yo.
En esta exposición me centraré en el nivel de las expresiones espontáneas, ya que son las que están más directamente conectadas con los sentimientos.
En su ensayo «La actitud creativa», Abraham Maslow dice: «Una espontaneidad total es garantía de una expresión sincera de la naturaleza y del estilo del organismo que funciona libremente y de forma original. Ambas palabras, espontaneidad y expresividad, implican honestidad, naturalidad, sinceridad, ausencia de falsedad, de imitación, etc., porque también implican un carácter no instrumental del comportamiento, una ausencia de ‘‘intento’’ premeditado, de esfuerzo o afán laboriosos, de interferencia con el flujo de los impulsos y con la libre expresión ‘‘radiactiva’’ de la persona profunda».
Si comparamos el comportamiento espontáneo con el aprendido, está clara su relación con la autoexpresión. El comportamiento aprendido generalmente refleja lo que nos han enseñado, y, por tanto, debe considerarse como una expresión del maestro y no del yo. Un gesto espontáneo es una expresión directa de un impulso, y debido a ello, una manifestación directa del ser interno.
El énfasis actual en la autoexpresión y en la espontaneidad es parte del movimiento anti intelectual y antirracional que estamos viviendo ahora. Entre los jóvenes de este movimiento se manifiesta en una identificación con la violencia como forma de autoexpresión, en el rechazo de los modelos establecidos de indumentaria y conducta, y en una libertad sexual nueva. Entre la gente más madura se expresa en la importancia que se le da a la experiencia y al aprendizaje en oposición a la enseñanza y la lógica, en el reconocimiento del sentimiento como un determinante de la conducta, y en el respeto conferido a los animales y, por extensión, a la naturaleza animal del hombre.
Durante más de dos mil años el hombre ha luchado por suprimir su naturaleza animal, reprimir sus instintos y controlar sus sentimientos. Ha desarrollado una civilización cuyos logros tecnológicos son un tributo al poder de su mente. Pero en el proceso ha socavado su identidad y perdido su sentido del yo. Ha sido encadenado al engranaje económico y reducido a ser como una máquina. Ha dedicado su energía a conquistar la naturaleza pero ha destruido su propia alma. Y ha perdido su capacidad de sentir alegría.
En su dilema, está descubriendo que las terapias racionales como el psicoanálisis son de escasa ayuda. Las terapias puramente verbales han demostrado ser impotentes para restaurarle su sentido del yo y su libertad de autoexpresión. El aspecto no racional de la vida está en el cuerpo, no en la mente. Es a través del cuerpo como una persona puede recuperar la libertad de autoexpresión, que es la experiencia consciente del yo.
Movimiento y Sentimiento
Un sentimiento es una percepción de un movimiento dentro del cuerpo.
Si no se mueve nada en este, no hay sentimiento. Así, un muerto no tiene sentimientos porque todo el movimiento interno ha cesado en su cuerpo.
Del mismo modo, el desplazamiento de un cuerpo en el espacio no crea ningún sentimiento a menos que provoque algún movimiento interno. A los niños les encanta nadar por las sensaciones internas placenteras que produce este movimiento. Si un movimiento interno no se percibe, no hay sentimiento.
Uno no siente normalmente el latir de su corazón. Sin embargo, si la acción del corazón es infrecuente y llega a la conciencia, se tendrá un sentimiento.
En realidad, si no se perturba la percepción de uno mismo, se puede sentir cómo el corazón brinca de alegría o se abre de amor o cómo se contrae con el miedo.
Sentimos emociones solo cuando los movimientos internos abarcan la totalidad del cuerpo. Un movimiento limitado o restringido carece de cualidad emocional. En un acto reflejo, como la sacudida de la rodilla, uno siente el movimiento pero le falta tonalidad emocional. Decimos que algo nos ha conmovido hasta hacernos llorar, nos ha enfadado, o nos ha hecho reír, etc.
No podemos provocar estas emociones intencionadamente. No están sujetas a nuestra voluntad. Son estados de posesión. Estamos poseídos por una fuerza de nuestro interior que nos empuja a llorar, a reír, a enojarnos o tener miedo. La palabra «emoción» significa moverse hacia fuera, de una manera expresiva, no bajo la dirección de la mente sino como una acción del yo.
Un cuerpo vivo nunca está completamente quieto. Hay movimientos internos constantes que varían en calidad e intensidad según el estado de excitación. Estos movimientos internos constituyen la motilidad de un organismo.
Cuanto mayor es la motilidad, mayor es la expresividad. Cuando su motilidad es reducida, su grado de autoexpresión es limitado.
La motilidad de un cuerpo está directamente afectada por el nivel de energía de este. Se necesita energía para mantener un estado de movimiento.
Cuando la energía de un cuerpo es baja o está agotada, su motilidad forzosamente disminuye. Por tanto, están directamente conectadas.
Energía – Motilidad – Sentimiento – Espontaneidad – Autoexpresión
Esta secuencia también funciona a la inversa. Si la autoexpresión de un individuo está bloqueada, su espontaneidad se ve reducida. Esta reducción de la espontaneidad debilita la tonalidad emocional que, a su vez, disminuye la motilidad del cuerpo y deprime su nivel de energía. Expondré cada una de estas funciones en orden empezando por la energía.
Energía, motilidad y sentimiento
Albert Szent-Gyorgi, fisiólogo ganador del Premio Nobel, afirmó que se requiere energía para mover las ruedas de la vida. Esta energía la proporcionan los procesos metabólicos corporales. Parte del alimento que comemos, especialmente los azúcares y las grasas, es oxidado por el cuerpo para producir energía. Este proceso implica el consumo de oxígeno. Se ha seguido la práctica de medir la tasa metabólica basal a través del consumo de oxígeno en un estado de reposo. La respiración es un criterio válido para calibrar el nivel de energía de una persona. La respiración más profunda va unida a más energía. La experiencia indica que al aumentar el tiro de una chimenea se incrementa la intensidad del fuego y se produce más energía.
La conexión entre la respiración, la energía y el sentimiento puede describirse de esta manera: cuando uno se excita, respira más profundamente; cuando uno respira más profundamente, se excita. La profundidad del sentimiento es aproximadamente proporcional a la profundidad de la respiración.
En la terapia bioenergética empezamos con la función de la respiración porque esta es la manera más directa de incrementar el nivel de energía del organismo. Intentamos conseguir que un paciente respire torácica, diafragmática y abdominalmente para que la onda respiratoria se mueva a través de su cuerpo de la cabeza a los pies.
Respirar está también directamente relacionado con la motilidad del cuerpo. Uno no puede respirar libremente si las tensiones musculares crónicas bloquean el movimiento de la onda. Si el pecho permanece inflexible, la respiración se vuelve diafragmática. Si el abdomen está contraído, la respiración tiende a limitarse a la parte superior del cuerpo. Cuando el paciente respira más profundamente, el cuerpo se llena de energía y la onda respiratoria gana intensidad y atraviesa las tensiones. Un efecto inmediato de la respiración profunda es poner al cuerpo en un estado vibratorio.
La vibración suele empezar en las piernas pero se puede extender hacia arriba para abarcar todo el cuerpo. Al principio el paciente quizá se sorprenda, se desconcierte o se asuste, pero tiene tal efecto liberador que pronto llegará a desearla. Las vibraciones pueden ser débiles o intensas, dependiendo del grado de carga y de la cantidad de tensión del cuerpo.
Cuando la tensión es aguda, la respiración profunda producirá unas vibraciones tan fuertes que el paciente podría llegar a sentir que el temblor lo va a destruir. Las vibraciones tienen el efecto de hacer temblar el cuerpo hasta liberarlo de sus tensiones crónicas e incrementar así su motilidad. Cuando las tensiones disminuyen, las vibraciones se vuelven más suaves y coordinadas hasta que el cuerpo ronronea como una máquina que funciona sin problemas. Uno no puede tener una personalidad vibrante en un cuerpo que no vibra.
Cuando un cuerpo empieza a vibrar, la respiración se ahonda espontáneamente y se mantiene a un nivel profundo mientras continúan las vibraciones.
Estas sientan las bases para la expresión espontánea del sentimiento.
Frecuentemente, cuando las vibraciones alcanzan el pecho y la laringe, el paciente rompe a llorar. He visto vibrar las piernas de un paciente con tanta fuerza que el movimiento se transformaba espontáneamente en patadas. La vibración también sirve para liberar la pelvis y ponerla en movimiento.
Cuando los movimientos pélvicos espontáneos se vuelven coordinados con la onda respiratoria, aparece el reflejo orgásmico, es decir, la pelvis bascula hacia delante y hacia atrás con cada respiración.
Respirar es en sí mismo un acto de autoexpresión que depende de la motilidad del organismo. La inspiración es acercarse agresivamente al entorno para absorber la atmósfera. Hay un flujo ascendente de excitación hacia la cabeza y una succión activa de aire en la que participan la boca, la faringe y la laringe. Durante la espiración, la excitación fluye en dirección descendente mientras el aire se exhala pasivamente. En una espiración completa puede sentirse cómo la onda de excitación llega hasta los genitales o los pies, a través de los cuales se conecta con la tierra. Esta pulsación longitudinal asociada con la respiración (el flujo ascendente de excitación durante la inspiración y el flujo descendente durante la espiración) es el movimiento interno básico a partir del cual surge todo acto de autoexpresión.
El flujo ascendente de excitación tiene relación con absorber o cargar.
Todos los movimientos que están dirigidos hacia arriba, por ejemplo hacia la cabeza, tienen como objetivo incrementar la carga del organismo. Contactamos con los ojos, los oídos, las manos y la boca para absorber impresiones, sustancias y afecto, todo lo cual estimula o carga al organismo. Los movimientos que están dirigidos hacia abajo son acciones de descarga o de liberación. En esta categoría entran actos tan expresivos como el llorar, el reír, el sexo, el dar patadas y el correr. Normalmente los dos procesos son iguales. Podemos descargar solo tanto como hemos absorbido o cargar solo tanto como podemos descargar. Al trabajar con la respiración podemos elevar el nivel de la carga, y por tanto el de la descarga.
Como la respiración es un movimiento que implica a todo el cuerpo, cada acción que está completamente coordinada con la onda respiratoria tiene una tonalidad emocional. Si no está coordinada con la respiración, tiene una cualidad mecánica. Uno puede decir que cuando la respiración de la vida imbuye una acción, la dota de sentimiento.
En términos de estos conceptos de energía y de pulsación, se pueden describir cuatro estados patológicos:
1- Energía baja: pulsación y sentimiento reducidos.
2- Colgado: la persona que está colgada no puede descargar ni aliviar su excitación.
3- Deprimido: la persona deprimida no puede cargarse ni incrementar su nivel de excitación.
4- Ansiedad: miedo de los movimientos o pulsaciones internos.
Autoexpresión en movimiento
Las modalidades de la expresión consciente son el movimiento físico, las expresiones vocales y la expresión de los ojos. Podemos expresar lo que sentimos a través de estos tres canales de comunicación, que se corresponden aproximadamente con los canales principales de la impresión sensorial, la piel (el tacto el gusto y el olfato), los oídos y los ojos. En la persona sana los tres canales de comunicación están simultáneamente implicados en toda la expresión del sentimiento. Si nos sentimos tristes, por ejemplo, nos lloran los ojos, la voz emite un sonido especial de sollozo y el cuerpo se convulsiona en un llanto. La ira, del mismo modo, se expresa en movimientos, sonidos y expresiones apropiados. Cuando alguno de estos canales está bloqueado, la emoción se debilita o se divide.
La terapia bioenergética emplea varios movimientos expresivos en su afán de restaurar la motilidad del paciente. Estos son movimientos que normalmente los padres se encargan de suprimir durante la educación del niño.
Los movimientos concretos que usamos son patalear, dar puñetazos (contra el colchón), estirar los brazos, chupar, morder, etc. Es sorprendente qué poca gente puede ejecutar estos movimientos airosamente o con sentimiento.
En terapia estos movimientos están generalmente combinados con varias expresiones vocales para hacerlos más expresivos y suscitar más sentimiento.
Dar patadas es un buen ejemplo de un movimiento expresivo. Dar patadas significa protestar. Como al niño se le suele negar el derecho a protestar contra sus padres, la mayoría de la gente no puede dar patadas con ningún sentimiento de convicción o efecto. Dar patadas es un movimiento de sacudida en el que, si se hace bien, participa todo el cuerpo. La tensión en cualquier parte del organismo interfiere en esta acción de sacudir, haciendo que el movimiento de las piernas sea forzado y constreñido. Un trabajo continuado con las patadas suelta el cuerpo, profundiza su respiración e integra sus partes. Esto mismo se puede aplicar al resto de los movimientos expresivos.
Son expresivos cuando se trata de acciones que implican a todo el cuerpo.
Hay varios trastornos psicológicos que perturban seriamente el ritmo y la coordinación del movimiento expresivo. Son los siguientes:
Rigidez: la rigidez general del cuerpo impide el flujo de la excitación y del impulso. En un cuerpo rígido, los movimientos expresivos se vuelven mecánicos y se experimentan como ejercicios. El paciente no siente placer ni satisfacción en el movimiento. Los cuerpos rígidos pueden ser duros como el acero, acartonados, macizos como piedras o helados como el hielo.
Hundimiento: los cuerpos hundidos con poco tono muscular y sin integración tienen una dificultad considerable para ejecutar movimientos expresivos.
Sus movimientos parecen gestos que no pueden mantenerse o que se desmoronan ante la presión.
Fragmentación: las partes del cuerpo no están unificadas. Cada parte se mueve de algún modo independientemente del conjunto. La fragmentación se debe a tensiones circulares profundas que rodean las articulaciones principales y dividen el cuerpo en segmentos. Estas tensiones se encuentran en la base de la cabeza y disocian la cabeza del cuerpo, alrededor de los hombros, de manera que los brazos cuelgan como apéndices, a través de la región diafragmática, dividiendo el cuerpo en mitades aparentemente separadas, en la ingle haciendo que las piernas parezcan palos o pilares, etc.
Combinación de rigidez y hundimiento o de rigidez y fragmentación: para que una persona sea completamente autoexpresiva, deben eliminarse todas sus tensiones musculares crónicas. Cuando esto se consigue, la respiración se vuelve plena y libre, el nivel de energía del organismo se eleva y el sentimiento se convierte en el determinante del comportamiento. La persona que es autoexpresiva tiene la mirada limpia, los ojos brillantes o chispeantes, una voz rica y melodiosa, y movimientos gráciles y sueltos.