La Naturaleza de la Experiencia Orgásmica
Revisemos brevemente los puntos establecidos en las dos conferencias anteriores. En la primera describí la hipótesis de que tanto la sexualidad como la personalidad son productos del proceso de desarrollo orgánico que hemos llamado individuación. Esto significa que, durante el curso de la historia de la evolución, cuando los organismos se desarrollaron, incrementando su estructura y su complejidad, sus características sexuales se volvieron más claramente definidas. Al mismo tiempo, la individualidad única de cada organismo se volvió claramente evidente.
Igualmente encontramos que en el crecimiento y en el desarrollo del individuo, la personalidad emergente viene determinada y condicionada por la fuerza y la integración del impulso sexual. Para apoyar esta hipótesis intenté demostrar que el sexo y el amor están estrechamente relacionados, en concreto que el sexo es una expresión del amor y que el sentimiento de amor es una derivación del impulso sexual. Esto es importante porque es difícil negar la conexión íntima entre personalidad y amor.
También traté de demostrar que el impulso sexual se creó por la tendencia de los organismos vivos a producir un exceso de energía que deben descargar. La descarga de este exceso de energía a través del modo sexual de reproducción cumple la función de mantener la estructura y la integridad del organismo individual. Como el exceso de energía del organismo es el factor cuantitativo de la personalidad, es decir, como mide la vitalidad del organismo, podemos decir que la sexualidad y la personalidad son iguales cuantitativamente.
En la segunda conferencia, al comentar la diferencia entre la homosexualidad y la heterosexualidad, describí mi perspectiva de que la sexualidad y la personalidad son también iguales a un nivel cualitativo. El concepto de un espectro de potencia sexual me permitió sostener la identidad de la heterosexualidad con, primero, el desarrollo del sentido del yo o la individualidad, segundo, una identificación positiva con el cuerpo, tercero, una estructura de la personalidad integrada y eficaz y cuarto, la potencia orgásmica. La homosexualidad, que está situada al final del lado opuesto de la escala, estaba relacionada con la ausencia de estos aspectos positivos de la personalidad, es decir, con la falta de sentido del yo, una identificación excesiva con el otro, tendencias a representar patrones de conducta sádica o masoquista y una personalidad dirigida por la idea de «servicio».
El concepto de la potencia sexual tiene un carácter doble. Puede referirse por un lado a la fuerza del deseo o impulso sexuales, y por el otro a la intensidad y la totalidad de la descarga sexual. Es más adecuado llamar a esto último potencia sexual, que es justo el tema de esta tercera conferencia: la naturaleza y el sentimiento subjetivo de la experiencia orgásmica.
Sin embargo, antes de plantearnos la cuestión del orgasmo, creo que es necesario decir unas cuantas palabras sobre la naturaleza del placer. A pesar de lo importante que es esta sensación en la vida y en la salud de la gente, la naturaleza y las dinámicas del placer no se comentan en ninguno de los textos estándar de psicología. De hecho, los fisiólogos y los bioquímicos ignoran por completo el placer como fuerza motivacional del comportamiento.
Solo en la escritura y el pensamiento analíticos encontramos algún intento de comprender lo que es el placer. Freud propuso la idea de que el placer surgía de la descarga de la tensión.
Por ejemplo, uno encuentra placer y satisfacción en el hambre. El hambre representa un estado de tensión que se descarga en el proceso de su satisfacción o se satisface en el proceso de su descarga. Si consideramos el placer derivado de la evacuación satisfactoria producida por un movimiento intestinal, podemos ver que también se deriva de la descarga de un estado de tensión. Incluso el placer de alcanzar una meta difícil puede estar relacionado con la descarga de una tensión que surge de la confrontación y del desafío de la meta.
El mismo principio es aplicable al placer sexual. El exceso de energía al que previamente me he referido crea un estado de tensión que, cuando se descarga a través de una práctica sexual satisfactoria, produce una experiencia de placer significativa.
Pero hay otra clase de placer que no encaja en el concepto de Freud y que no ha provocado ninguna modificación de sus teorías. Según Freud, el placer se debe a la descarga de tensión. Esto se ha interpretado como una declaración de que el hombre busca alcanzar el nirvana, es decir, un estado sin tensión. En realidad uno puede sentir cierto grado de placer en el estado mismo de tensión. Es lo que podríamos llamar «placer anticipado». Por eso se produce placer al enfrentarse a una tarea difícil, del mismo modo que se produce placer al completarla. Igualmente, la expectativa de una buena comida, incluso cuando uno se encuentra en un estado de hambre-tensión,
se experimenta como placer.
No obstante, la expectativa de una situación difícil solo puede producir placer siempre que uno pueda anticipar la resolución satisfactoria de la situación de tensión. El placer en un estado de tensión depende de que en la mente de la persona exista la expectativa de descargar la tensión. Si desaparece esa expectativa, toda la tensión o excitación se volvería desagradable y frustrante. De hecho, la frustración no es más que un estado de excitación o tensión sin expectativa de descarga. Al haber una expectativa de descarga, podemos tolerar la tensión hasta que se produzca la posibilidad de que la descarga ocurra.
El placer tiene una naturaleza dual, como la potencia sexual. Primero está el placer de la excitación, siempre que uno pueda anticipar su descarga, y luego el placer de la descarga de la tensión o la descarga de la excitación.
En términos de excitación, esto puede expresarse como el placer del aumento de la excitación, la anticipación y el placer de la descarga de la excitación y la satisfacción.
Desde esta perspectiva el placer no es la experiencia de un estado estático, sino de uno dinámico. El organismo no busca descargar la tensión como un fin en sí mismo, ni busca producir tensión como un fin en sí mismo.
Si un estado de excitación no se descargara, el organismo no podría volver a excitarse. Más bien, si busca algo, sería el movimiento de un estado a otro.
El movimiento es, quizá, la función más básica del organismo vivo.
El organismo está vivo porque se mueve y se mueve porque está vivo. Su placer se deriva de sus movimientos, tanto acercándose al mundo como alejándose de él. La frustración es la incapacidad de salir de un estado de excitación. La depresión es la incapacidad de pasar a un estado de excitación.
He indicado que el movimiento se produce por el aumento y la disminución de la excitación. Un aumento mueve el organismo hacia el objeto
excitante, mientras que una disminución de la excitación lo aleja del objeto.
Para entender la experiencia orgásmica es importante saber que la meta de la actividad sexual no es la presencia o la ausencia de un estado de tensión sino el proceso de incremento y disminución del estado de excitación. El resultado es un movimiento acelerado y una mayor sensación de viveza; ambos producen una sensación de placer al organismo. El movimiento, la viveza y el placer contribuyen todos a una percepción exaltada del yo.
Vemos ahora cómo se aplican estos conceptos a la función sexual.
Primero debo subrayar que el impulso sexual depende de la existencia de exceso de energía en el organismo, es decir, de la disponibilidad de mucha más energía de la necesaria para mantener la supervivencia biológica. Como la producción del exceso de energía es una función natural de la vida, su cantidad es una medida de viveza o de vitalidad. Lo que esto implica es evidente. En los muertos no existe impulso sexual ni tampoco pueden excitarse, por más estímulos que se les apliquen. Todo lo que agota la energía del organismo reduce el impulso sexual. La enfermedad, la fatiga, la falta de sueño y las tensiones neuróticas están entre las causas que actúan en esta dirección. Los factores que actúan en la dirección opuesta son los que promueven la salud y la vitalidad naturales del organismo. No conozco estimulantes
artificiales del impulso sexual. El alcohol puede incrementar el deseo, pero disminuye la función.
Este exceso de energía se propaga por todo el organismo. O puede decirse que existe en un estado de excitación latente. En el curso normal de los acontecimientos, con o sin estimulación externa, esta energía fluirá hacia su válvula de escape natural, que es el aparato genital. Una vez que la energía se concentra en los genitales, nos volvemos conscientes del sentimiento de excitación sexual. La excitación no es un proceso de poner sensación o vida en una persona; la sensación general o la vida deben estar ya ahí. La excitación es el resultado de la concentración. La concentración sobre el aparato genital puede desarrollarse espontáneamente o a través de un estímulo exterior si el individuo tiene disponible algún exceso de energía, alguna excitación latente o una sensación generalizada de bienestar. Una vez que se produce la concentración, cualquier contacto con un miembro del sexo opuesto funcionará para incrementar la concentración, es decir, elevar el nivel de la excitación sexual y aumentar el deseo de llevar a cabo la unión sexual. Esta es la función de esas actividades que podríamos llamar de «preplacer».
El preplacer tiene dos propósitos relacionados con la función sexual: el primero, movilizar mediante el contacto de los cuerpos el exceso disponible de energía normalmente bloqueado en diferentes partes del cuerpo; y el segundo, incrementar el nivel de excitación. La energía se moviliza desde la boca o las zonas orales, desde el pecho, el cuello y la espalda, la piel, etc., y se concentra en los órganos genitales. Cuando sucede esto, el estado excitativo del organismo se incrementa de manera que se siente una mayor urgencia de unión y de descarga sexual. El aumento de la excitación sexual a través de los mecanismos de los juegos preliminares se experimenta de forma placentera como una fuerza vital positiva siempre y cuando sea posible anticipar la descarga de la tensión.
La segunda fase de la actividad sexual abarca esas acciones que provocan la descarga. Se trata de mecanismos de placer final, cuyo objetivo no es elevar la tensión sino descargarla. El placer de la descarga difiere del placer de la excitación. Esta diferencia puede solo describirse como la sensación de plenitud y de satisfacción, opuesta a la excitación y a la anticipación.
El placer final de la descarga puede ser solo tan intenso como la excitación que la precede. Sin embargo, no quisiera dar la impresión de que el acto sexual puede ser fácilmente dividido en periodos arbitrarios. El proceso de excitación continúa durante el acto del coito hasta que se producen los movimientos involuntarios de descarga. Así, se puede entrar en una relación sexual sin un alto grado de excitación consciente y, sin embargo, alcanzar un clímax fuerte y satisfactorio. En este caso, la excitación se acumula en el acto del coito. Los movimientos sexuales voluntarios crean una excitación considerable además de la provocada por el contacto sexual.
Ningún aspecto de la sexualidad se presta a una mayor confusión o malentendidos que el fenómeno del orgasmo. El mismo término se usa en dos sentidos diferentes que deberían distinguirse el uno del otro. Normalmente se utiliza como sinónimo de clímax; todo clímax es un orgasmo. En otro sentido, el empleado por W. Reich, el orgasmo está limitado al tipo de clímax, o descarga, que es total, pleno y completamente satisfactorio. Según este significado, un clímax no es un orgasmo a menos que alcance el apogeo del placer. Lo que implica esta visión del concepto del orgasmo como éxtasis es la culminación suprema del deseo, la plenitud total.
Para evitar la confusión inherente en los dos conceptos opuestos deberíamos reconocer que la experiencia orgásmica puede variar desde cualquier sensación de clímax hasta la realización sublime del yo. El orgasmo varía entre los distintos individuos, dependiendo de la personalidad de su estructura, como veremos, pero también varía en el mismo individuo según la intensidad de la respuesta sexual en cualquier relación particular.
Antes de profundizar en la naturaleza del orgasmo, sería interesante conocer por qué Reich formuló un concepto dinámico de la potencia orgásmica.
En su intento de entender los factores que determinaban el éxito o el fracaso de la terapia analítica, Reich hizo dos descubrimientos. Primero descubrió que solo hasta el punto en que la función sexual del paciente mejoraba como resultado de la terapia era capaz de mantener y desarrollar los frutos de la terapia. En segundo lugar, halló una correlación positiva entre la perturbación neurótica y la ausencia de plenitud sexual. Esto significaba que no podría haber neurosis cuando existía una vida sexual plenamente satisfactoria. La respuesta de los analistas a esta postura fue que habían tenido muchos pacientes neuróticos que eran capaces de experimentar la satisfacción sexual. Esta contradicción necesitaba una definición de «satisfacción » en el sexo. Se hizo evidente para Reich que para los analistas clímax
era lo mismo que plenitud total. Entre ambos, sin embargo, puede haber una enorme diferencia.
El orgasmo, como lo definió Reich y en el sentido en que lo emplearé en esta conferencia, supone una descarga placentera involuntaria y total de todo el exceso de energía del organismo. Por exceso de energía me refiero a la energía que no se necesita inmediatamente para el mantenimiento de las funciones biológicas básicas. Si esto ocurriera, teóricamente no quedaría energía para mantener un síntoma neurótico ni una estructura neurótica de carácter. El síntoma neurótico colapsaría cuando la energía necesaria para mantenerlo se agotara en la descarga orgásmica.
Ahora bien, esto puede ocurrir, y ocurre. Cuando alguien alcanza la potencia orgásmica en el sentido de una respuesta sexual total a nivel corporal y de la personalidad, se libera de sus síntomas neuróticos mientras pueda mantener ese nivel de funcionamiento sexual. Por desgracia, los hábitos neuróticos están incrustados muy profundamente en la personalidad, y sin resolverlos analíticamente el viejo patrón se reafirma y socava la función sexual. Esto se debe a que el patrón neurótico determina el comportamiento en todas las actividades y en todas las relaciones. El neurótico, enfrentado a las vicisitudes de la vida diaria, vuelve a echar mano de sus defensas y sus compensaciones.
Es necesario, por tanto, solucionar los problemas neuróticos en dos niveles. En el de la personalidad hay que analizar la neurosis según los procedimientos del análisis del carácter. Pero mientras se lleva a cabo este trabajo es preciso mejorar la función sexual. Sin un concepto dinámico de la potencia orgásmica como guía de la función sexual es difícil saber por qué los pacientes no muestran el progreso que su comprensión intelectual parece garantizar.
Terminada esta explicación preliminar, podemos preguntar: ¿cuál es la naturaleza del fenómeno (orgasmo) que lo convierte en un deseo tan imperioso para todas las criaturas vivas? ¿Cómo puede funcionar para descargar todo el exceso de energía del organismo?
Reich ha mostrado que el orgasmo ocurre como una reacción convulsiva en la que participa todo el cuerpo, una reacción que llamó el reflejo
orgásmico y que consiste en una serie de movimientos pélvicos involuntarios que abarcan la totalidad del cuerpo en una sucesión de olas que se mueven de abajo arriba. Para entender estos movimientos debemos saber algo sobre los mecanismos del flujo de energía en el organismo. Específicamente es importante comprender por qué la función sexual está localizada en el extremo posterior del organismo
El pez es interesante porque a la vez que se mueve literalmente a través de su entorno el entorno se mueve a través de él. El pez no sólo atraviesa el agua, sino que el agua atraviesa el pez, una interacción en los dos sentidos. El extremo anterior, la cabeza del pez, es el punto por el que el entorno entra en él : agua, alimento, impresiones sensoriales .. em la cabeza están localizadas las funciones que controlan o cargan el organismo .En el extremo posterior, el pez muestra una polaridad en su función dinámica. Cuando avanza hacia el frente, la energía se mueve hacia atrás a través de su cuerpo para descargarse en el movimiento de la cola. Los movimientos del acto sexual y del orgasmo son también movimientos de la cola o del extremo posterior del organismo.
El pez moviéndose en su entorno líquido es un individuo aislado. No importa lo mucho que se sienta parte de su ambiente; su individualidad está determinada biológicamente por el hecho de que es un sistema cerrado. Su motilidad depende de una energía libre contenida en un cuerpo cerrado. he sugerido previamente que todo organismo animal necesita rendir su individualidad, superar su sensación de soledad y separación, para volverse parte del todo, que además se que además se siente como plenitud. Sugiero además que lo consigue
a través de la sexualidad, por medio de la cual se une con otro organismo y pierde su sensación de soledad y de estar incompleto. Pero es
mucho más que esto. La misma cualidad de sus movimientos que son inherentes en la individualidad tiene que cambiar. Debe moverse
de una forma distinta, una clase de movimiento que es parte de un movimiento mayor que se remonta a su origen y creación.
Uno puede superar la sensación de soledad y de estar incompleto mediante determinados procedimientos pasivos. Algunos de los medios empleados son la meditación, el retiro religioso, la comunión con uno mismo y el misticismo. Sin embargo, la pasividad no es la manera natural de vivir.
Por medio de la unión con otro organismo se establece una excitación que es capaz de conmover al organismo. En la sensación de ser conmovidos nos sentimos a nosotros mismos como parte de lo universal. Precisamente porque la religión puede conmovernos (en el sentido emocional), la vivimos como una válida expresión de nuestra conexión con Dios. El acto sexual hace esto de una manera directa y física.
La siguiente declaración es la experiencia de este fenómeno contada por una mujer. su descripción es concisa reveladora:
Una vez tuve una experiencia durante el coito que fue tan distinta de todo lo demás que no creo que vuelva a estar satisfecha hasta que la sienta otra vez. Durante esta experiencia, sin ningún esfuerzo ni intento por mi parte, mi cuerpo se movía desde dentro, por así decirlo,
y todo era perfecto. Experimenté un movimiento rítmico y un sentimiento de éxtasis por ser parte de algo mucho más grande que yo misma, y finalmente de recompensa, de verdadera satisfacción y paz.
a) Dos animales se aproximan uno al otro, b) asumiendo que hay una atracción entre ellos, se colocarán en fila, c) La posición en fila es seguida por lo que Reich llamó superimposición. el animal dominante monta al otro, normalmente el macho montaq a la hembra y la penetra, d) como resultado de los movimientos sexuales, tanto voluntarios como involuntarios, se crea un giro.
En el momento en el que se produce el giro ya no se distinguen el macho y la hembra. Las corrientes de energía de ambos organismos forman un proceso rotatorio. Cuando el fenómeno de la rotación es libre y desinhibido, en el clímax sexual u orgasmo, el resultado es una experiencia de iluminación o irradiación en ambos organismos. La irradiación surge primero en la pelvis, alrededor de los órganos genitales, como una fase elevada del «ardor» de la pasión sexual. Dependiendo de la intensidad y la extensión de la sensación orgásmica, la irradiación puede extenderse por todo el cuerpo cuando se experimenta como un encendimiento. La manifestación externa de la iluminación aparece como un brillo que es la expresión natural de alguien que está enamorado.
Cuando uno mira la última fase de la figura 8, puede notar su semejanza con el giro de las nebulosas espirales. Esta semejanza fue señalada por Reich como una ilustración de las raíces del hombre en la naturaleza.
En este fenómeno del giro y la irradiación que acontece durante el orgasmo el individuo experimenta una identificación cósmica. Las sensaciones experimentadas en el orgasmo son frecuentemente descritas como sensaciones de volar o de girar en espiral. En una de sus novelas Hemingway describió el orgasmo como la sensación de que «la Tierra se movía». El orgasmo satisface el anhelo del animal de ir más allá de los límites del yo, para trascender los estrechos confines de la individualidad.
El movimiento en el orgasmo difiere de los movimientos normales de una manera significativa. Estos últimos están dirigidos por el ego, es decir, están producidos por el flujo de excitación desde la cabeza hasta el extremo final. En el orgasmo algo toma posesión del cuerpo. La excitación fluye desde el extremo final hasta la cabeza. Es como si el patrón normal del perro que mueve el rabo estuviera invertido, de manera que ahora fuera el rabo el que moviera al perro. En el orgasmo, cuando una fuerza vital más profunda toma el control, el ego desaparece. Se alcanza la realización del yo, no del ego, a su nivel más profundo.
La experiencia orgásmica tiene otros significados. Se experimenta como un renacimiento, una renovación. Esto encuentra alguna explicación en las sensaciones de derretirse y fluir que preceden a la convulsión orgásmica.
Como la estructura corporal está compuesta en parte de agua cristalina (incluso en la temperatura normal del cuerpo, como demuestran las
investigaciones actuales), las sensaciones de derretimiento y de fluir pueden interpretarse como la descongelación de estas estructuras cristalinas de agua. La estructura, al ser lo contrario de la motilidad, es la antítesis de la vida. La vida empieza con muy poca estructura y termina cuando la energía del organismo es incapaz de mover las estructuras acumuladas que crea la experiencia de vivir. Por eso cuando la estructura se disuelve en el orgasmo, renacemos realmente, como nos dice nuestra percepción de la experiencia.
El orgasmo también se experimenta como un fenómeno creativo. A veces realmente da lugar a la creación de un individuo nuevo. Pero en todos los casos da lugar a la creación de una visión nueva y fresca de la vida.
Si la sexualidad se orienta hacia la satisfacción y la plenitud de la descarga orgásmica, la sensualidad tiene como objetivo incrementar el estado de la excitación sexual. Normalmente la sensualidad es parte del proceso sexual. La estimulación de todos los sentidos juega un papel importante en la fase preliminar de la excitación sexual. Ayuda a movilizar el aparato genital y eleva el estado excitativo. El preplacer es una experiencia predominantemente sensual. Pero la sensualidad puede volverse opuesta a la sexualidad si la búsqueda de la excitación se convierte en un fin en sí. Una persona sensual difiere de una sexual en que está menos interesada en el placer final de la descarga que en la excitación del preplacer y la estimulación.
¿Qué factores de la personalidad del individuo lo predisponen a un enfoque sensual de la vida en lugar de uno sexual? La experiencia clínica ha demostrado que una actitud sensual viene determinada por dos rasgos en la estructura de la personalidad. Uno es la falta de exceso de energía o viveza; el otro es el miedo al clímax sexual, el orgasmo. Analicemos cada uno de ellos.
La búsqueda de la excitación caracteriza a los individuos que no se sienten vivos, que están deprimidos y debilitados moral y físicamente. Al faltarles las sensaciones internas de excitación, la vida les resulta aburrida.
El sexo, como cualquier otro estimulante fuerte, les da una sensación temporal de excitación o viveza. Usan el sexo igual que un alcohólico usa la bebida. Como la estimulación es solo temporal, la búsqueda de la excitación va cada vez más lejos. El preplacer se extiende hasta un grado en el que se convierte en una perversión, como apuntó Freud. Si esto no fuera suficiente, el sensualista busca la excitación creando situaciones externas de tensión. Realiza la actividad sexual en lugares expuestos o en presencia de terceras personas y delante de espejos para que la excitación visual pueda aumentar la sensación. Se utilizan técnicas especiales que estimulen al otro para poder alcanzar de nuevo alguna excitación indirecta mediante la excitación de su pareja.
Ahora bien, no soy un moralista sexual y mi intención no es condenar estas prácticas. El sensualista las necesita para excitarse suficientemente y poder realizar la función sexual. Necesita la sexualidad, lo mismo que la necesitamos todos, para superar su aislamiento y su soledad. Pero el uso desmedido de la sensualidad, como el del alcohol, termina en decepción y en una sensación de resaca. Al día siguiente el sensualista se despierta sin ninguna sensación de pureza o plenitud, sin sentirse renovado ni renacido.
Y esta actividad no le ha servido para superar su estado caracterológico de falta de vida y aburrimiento.
El segundo rasgo de la actitud sensual es el miedo de la descarga orgásmica, con sus movimientos fuertes, involuntarios y convulsivos. Reich llamó a este miedo «ansiedad del orgasmo». Podría parecer extraño que alguien le tenga miedo al placer, pero la ansiedad relacionada con el placer es habitual en los neuróticos. El placer, especialmente el sexual, se asocia en el nivel inconsciente o consciente con el pecado y la culpa. Aunque la culpa sexual ha disminuido considerablemente desde los tiempos victorianos, no ha sido ni mucho menos eliminada. Bajo la superficie de nuestra moderna sofisticación sexual es posible encontrar en la mayoría de los individuos capas profundas de culpa sexual. Por las razones que se expondrán a continuación, esta culpa está más conectada a la sexualidad orgásmica que
a la sensual. Mi experiencia es que nuestra sofisticación sexual ha bajado las barreras de la sensualidad sin afectar ni aliviar significativamente la ansiedad del orgasmo. Para apreciar esta anomalía debemos entender por completo los movimientos que provocan el orgasmo sexual.
Los movimientos normales que realiza el individuo en estado de vigilia están controlados por el ego. Nuestras actividades tienen un propósito y se dirigen hacia una meta. La persona media camina para llegar a un destino.
Sin embargo, cuando uno observa a la gente caminar, a menudo se sorprende por la cualidad mecánica del movimiento. Tanto en nosotros
mismos como en los demás notamos una ausencia de placer al caminar; solo somos conscientes de la urgencia de llegar a algún sitio. Por supuesto, tan pronto como alcanzamos el objetivo, concebimos otro. Un ejemplo de esto se ve a nivel cultural en nuestro concepto del progreso. El placer del movimiento, la alegría de la coordinación y la elegancia al moverse están ausentes de nuestras actividades cotidianas. Nos hemos vuelto tan conscientes del ego que hemos perdido la conciencia del yo representada por el cuerpo en movimiento. Pero en ese sentido no tenemos unas estructuras del ego fuertes ni seguras.
Los movimientos corporales de la gente menos civilizada muestran una cualidad distinta. Cuando uno observa el caminar de una mujer antillana, por ejemplo, es consciente de la soltura y la libertad de su cuerpo. Las caderas se bambolean relajadamente, las piernas se mueven sin esfuerzo, mientras la mitad superior del cuerpo va montada grácilmente sobre esta carroza. La mujer nativa no tiene la presión de llegar puntualmente a ningún sitio. Pero lo que nos sorprende más sobre esta manera de caminar es su cualidad sexual. Es sexual no porque sea provocativa sino porque parece enérgica, viva y animal. Es sexual porque la mujer es consciente de sus movimientos y se identifica con la naturaleza sexual de su cuerpo.
La sexualidad es nuestra conexión más fuerte con nuestra naturaleza animal. El animal no conoce más objetivos que la satisfacción de sus necesidades inmediatas. No actúa bajo la obsesión de progresar. Encuentra placer en la actividad del momento. ¿Cuál es el objetivo de la sexualidad aparte del placer que provoca? Uno no «va» a ningún sitio con los movimientos sexuales. En la sexualidad se permite que los movimientos dirijan a la persona, no al revés. Es como un perro siguiendo su nariz, no dirigiéndola.
Al mirar a un perro vagabundear, se tiene la impresión de que es su cuerpo el que lo mueve, en lugar de mover él al cuerpo. Esta capacidad del cuerpo para mover a la persona es la capacidad de tener una experiencia orgásmica.
La potencia orgásmica representa la capacidad de dejar que el cuerpo controle el movimiento. Pero uno no puede permitir que esto suceda a menos que esté seguro en su cuerpo e identificado con él. Si el cuerpo se subordina al ego por un lado, por el otro está vinculado con el suelo. Esto último proporciona la sensación de arraigo y suple la seguridad por la pérdida del control del ego en el clímax orgásmico. Sentirse arraigado significa también estar enraizado en la tierra y en la sexualidad. Es sinónimo de tener la capacidad de mantenerse de pie por sí mismo (ser independiente) y de sentir los pies, identificarse con la mitad inferior del cuerpo en sus funciones animales básicas.
He dicho que el movimiento sexual difiere de los movimientos normales en su dirección. Se trata de un movimiento del suelo hacia arriba más que de la cabeza hacia abajo. Pero esta distinción no es completamente válida en este caso, porque hasta cierto punto todo movimiento debería participar de esta cualidad sexual. En la persona sana, el movimiento mostrará una relación dual, animal, sexual y enraizada por abajo al mismo tiempo que equilibrada, dirigida a un objetivo y controlada por arriba. La sexualidad no es una actividad a tiempo parcial o reservada para el tiempo libre; es una manera de funcionar. La sexualidad significa estar en contacto con la tierra y el cuerpo al mismo tiempo que se está en contacto con la mente y el mundo exterior. La sexualidad significa ser una persona pensante y un organismo animal en movimiento al mismo tiempo.
La salud emocional representa la capacidad de estar en dos sitios al mismo tiempo, es decir, significa que uno tiene la fuerza para tolerar la
tensión en una situación polar. Mientras estoy aquí, frente a vosotros, dando esta conferencia, tengo que ser consciente de vosotros y consciente de mí.
Tengo que estar en contacto con vosotros y en contacto conmigo. Sin embargo, un momento de introspección mostrará que uno no puede estar en dos lugares al mismo tiempo. No obstante, es posible hacer que la atención fluctúe de un punto a otro tan rápidamente que no se produzca una brecha apreciable en el doble enfoque de la conciencia. Así, durante un momento vuelvo a mí mientras estoy dando la conferencia, miro mis notas y me siento a mí mismo; luego me vuelvo a vosotros. Si esto se hace bien, no notaréis que se interrumpe el contacto con vosotros ni yo tampoco seré consciente de ninguna interrupción en mi contacto conmigo mismo.
Igualmente podemos estar en contacto con el cuerpo y el suelo y en contacto con el yo pensante y sintiente, no de forma simultánea sino alternativamente, y sin embargo con tal rapidez de oscilación que somos conscientes de ambos. Cuando estas experiencias forman parte de nuestra manera de vivir, la transición desde el control del ego y el movimiento voluntario a los movimientos fuertes e involuntarios del orgasmo se vuelve más fácil y no inspira miedo. De lo contrario el orgasmo sería como la amenaza de ser lanzado al espacio girando en la punta de un cohete. Reich, en The Function of the Orgasm (La función del orgasmo), describió lo que en su opinión era la curva de la excitación sexual y el orgasmo.
Esta curva se describe a continuación como base para un examen más detenido de este tema.
Como afirmé antes en esta conferencia, se puede llamar orgasmo a cualquier clímax o restringir el término «orgasmo» al significado que le
daba Reich. Solo este último significado nos permite entender las diferentes perturbaciones de la potencia sexual.
Gráfico
Durante la fase de P a A, los movimientos sexuales están bajo el control del ego. Los movimientos son lentos, suaves y relajados. Pueden ser interrumpidos para permitir el ajuste de la posición o durante cortos periodos de tiempo de descanso. La interrupción en este momento no interfiere en el curso de la excitación. Normalmente los movimientos del hombre y de la mujer no están sincronizados en esta fase. Esto se consigue lentamente a medida que uno va sintiendo la pasión del otro. Los movimientos voluntarios también sirven para unificar el cuerpo con movimientos para que el ritmo de la respiración y el de los empujes se vuelva uno solo. Gradualmente la dirección del movimiento cambia, de manera que se empuja cada vez más desde el suelo o los pies.
En A se incrementa el ritmo de los movimientos sexuales. Este es un acto voluntario del hombre, que realiza tras sentir que los movimientos de su pareja se han vuelto sincronizados con los suyos y que ambos están listos para ascender al clímax. Durante el curso del ritmo creciente los movimientos se vuelven de repente involuntarios. Al final de esta fase aparecen fuertes sensaciones de derretimiento como preámbulo al inicio de la descarga.
En B la totalidad del cuerpo participa en la reacción convulsiva. La excitación sigue acumulándose en el hombre cuando empieza la eyaculación, y permanece en la cumbre durante unos cuantos momentos. Durante la fase B a D, puede decirse que el organismo está «girando». Es durante esta fase cuando se experimentan las sensaciones de identificación e iluminación cósmicas.
En D la excitación comienza a declinar rápidamente cuando la energía y la sensación regresan al cuerpo. Los movimientos involuntarios persisten hasta E, cuando la relajación, a menudo acompañada de un deseo de dormir, se apodera del cuerpo.
El placer se experimenta tanto durante el curso del aumento de la excitación como en el de la disminución de la excitación. Sin embargo, la
primera tiene una cualidad anticipatoria. La última produce satisfacción si la descarga de la tensión es total, es decir, si todo el exceso de energía del organismo se moviliza en la sensación sexual. Tanto en al como en a2 la incapacidad de alcanzar la cumbre en C significa que no ha habido una movilización total. Ni en al ni en a2 se tiene una verdadera sensación de satisfacción.
Es más, la intensidad de la experiencia del placer responde al cambio del nivel de excitación durante un periodo de tiempo determinado.
Cuanto mayor sea la cantidad de excitación o de tensión descargada en una unidad de tiempo, mayor el placer. En un nivel de tensión al el nivel de tensión o de excitación baja gradualmente. Se siente muy poco placer. En a2, donde la tensión se descarga más rápidamente, la experiencia es más agradable. Cualquier descarga que ocurra tras B es intensamente placentera y satisfactoria.
¿Qué determina la capacidad de un individuo para tener un orgasmo como el descrito? Antes he indicado algunos de los atributos. Subrayé que una persona debe estar bien arraigada, que es solo una manera de decir que debe sentirse segura de sí misma. Añadí que debe mantenerse en pie por sí misma, que significa que ha de ser independiente. Sin estas cualidades no puede moverse de una manera sexual, es decir, desde la tierra. Pero además se puede añadir que debe identificarse con su cuerpo en su naturaleza sexual y ser libre de cualquier culpa o inhibición sexuales. Estos atributos pueden expresarse en tres palabras: seguridad, independencia y orgullo.
El individuo que posee estos atributos tendrá forzosamente un ego fuerte y bien desarrollado. La estructura de su ego sería similar a sus fuertes sensaciones sexuales, que reflejaría. Y debería tener una estructura del ego fuerte para tolerar y mantener el incremento de la tensión y de la excitación conforme los movimientos sexuales aumentan en frecuencia e intensidad y tienden a volverse involuntarios. Los individuos neuróticos con egos débiles y subdesarrollados no podrían aguantar la tensión necesaria para alcanzar la cumbre donde se produce el orgasmo. Por eso, si el ego está abrumado en la descarga orgásmica, se presupone que uno tiene un ego que puede abrumarse. Para perder el yo, se ha de tener un yo. Pero solo si uno pierde su yo gana un yo.
Se requieren ciertos atributos físicos para experimentar el orgasmo. El individuo debe ser una persona vital y activa, tener un exceso de energía para que la excitación sexual se viva de una manera significativa. El cuerpo debería mostrar una armonía de sus partes, una sensación de unidad en sus movimientos, que deberían ser gráciles y coordinados. Si parece que es mucho pedir, tened en cuenta que el orgasmo es el resultado de un movimiento unitario del cuerpo de arriba abajo. Pero esto no sería posible si la unidad estuviera ausente de los movimientos corporales normales. Todo lo que estoy diciendo es una ampliación del tema del sexo y la personalidad.
El orgasmo, que es la forma más elevada de respuesta sexual, caracteriza el comportamiento sexual de la personalidad madura, integrada y eficiente.
Podemos alcanzar las mismas conclusiones de la propia naturaleza del orgasmo como experiencia satisfactoria. La satisfacción en cualquier actividad solo puede obtenerse si uno dedica toda su energía a dicha actividad.
Si la entrega no es total, no se puede obtener una sensación física de satisfacción.
Esto es válido tanto si se está jugando a algún juego, haciéndose cargo de un proyecto de trabajo o realizando el acto sexual. Gane o pierda, cuando uno se entrega por completo, se sentirá satisfecho de su esfuerzo.
¿En qué consiste la entrega total en el sexo? Ciertamente cualquier división de la atención, como fumarse un cigarrillo o leer un libro mientras se está teniendo una relación sexual, es una evidente falta de entrega. Las fantasías sexuales indican una incapacidad de entregarse totalmente a la pareja sexual. Pero ese freno puede ser inconsciente. Por tanto, una entrega total solo puede medirse por la totalidad y la unidad del movimiento sexual.
Solo si el movimiento sexual abarca la totalidad del cuerpo o del ser experimentará uno la satisfacción plena de la descarga orgásmica.
No obstante, la experiencia orgásmica puede variar incluso en la misma persona. Si la satisfacción depende de la extensión de la implicación o entrega, la intensidad del orgasmo debe depender de la profundidad de los sentimientos implicados. En sus profundidades más recónditas la respuesta sexual implica activamente al corazón. Cuando el corazón responde en el clímax sexual, se han alcanzado los sentimientos más profundos y completos de apertura y liberación. Estos sentimientos se experimentan en el centro mismo del ser, es decir, en el corazón. Entonces uno conoce el significado más profundo del amor.
En la primera conferencia hablé de la relación del sexo con el amor.
Al analizar esa relación señalé la conexión entre el corazón y los genitales a través de la sangre. El sexo aparecía como una expresión de amor. Y lo es, pero solo hasta el punto de que el individuo siente placer y satisfacción en el sexo. Es decir, si el sexo es una expresión de amor, como yo creo, expresa ese amor de forma más completa en la respuesta del orgasmo.
He usado el término «satisfacción» para describir el placer de la experiencia orgásmica. Es verdaderamente satisfactorio, pero este término parece inadecuado para indicar la verdadera naturaleza de este placer. Este orgasmo no es solo placentero, es una experiencia jubilosa. Jubilosa porque es libre, desenfrenada, ilimitada e involuntaria. Tiene la misma cualidad que las reacciones emocionales de los niños: viene del corazón. Por esa razón es la expresión más alta de júbilo al alcance de los adultos.
Si las actividades del sensualista están marcadas por la búsqueda de la excitación y la diversión, la persona verdaderamente sexual se caracteriza por su júbilo.