El Comportamiento Psicopático y la Personalidad Psicopática
La Personalidad
Durante mucho tiempo la dinámica subyacente, tanto psicológica como física, de la personalidad psicopática ha supuesto un desafío para mi comprensión. En The Physical Dynamics of Character Structure, publicado en 1958, hice referencia a este carácter y afirmé que algún día lo examinaría de un modo más extenso. Me ha llevado todos estos años llegar a entender ligeramente este problema. En mi libro La bioenergética se reconoce la personalidad psicopática como uno de los principales tipos de carácter y se esbozan la dinámica de la energía y la etiología básicas. Pero eso no es suficiente.
Hay una gran necesidad de entender la psicopatía en profundidad y de poner de manifiesto el conocimiento a nuestro alcance sobre ella. Nos enfrentamos a un número creciente de pacientes con personalidades psicopáticas o que manifiestan un comportamiento psicopático y suponen una dificultad inusual para el terapeuta.
Lamentablemente, el término «psicopático» conlleva una nota de oprobio que hace que nos resulte difícil tratar el problema con franqueza.
Lleva mucho tiempo asociándose en la mente colectiva con un comportamiento antisocial, y este aspecto ha llegado a dominar el contexto clínico.
Así, la Asociación Psiquiátrica Norteamericana ha abandonado la designación psicópata a favor de sociópata para describir a una persona que actúa irracionalmente contra la sociedad. Pero esto deja muchos aspectos del comportamiento psicopático fuera del concepto de enfermedad emocional.
Ese comportamiento, como veremos enseguida, es una perturbación evidente del funcionamiento mental, que es lo que la palabra «psicopático» denota.
Por tanto, mantendré el término «psicopático» para ese comportamiento y usaré «sociópata» solo para describir el comportamiento que es claramente antisocial.
¿Qué es comportamiento psicopático? Hay algunos aspectos bien conocidos de ese comportamiento, como por ejemplo cuando una persona miente continuamente, sin mostrar ningún respeto por la diferencia entre verdad y falsedad. Podemos llamarla mentirosa psicópata, en el sentido de que se cree sus propias mentiras y no puede distinguir la diferencia entre una verdad y una mentira. Para ella la verdad y la mentira son lo mismo, lo que, de hecho, significa que todo es mentira. No hay verdad y por tanto no es consciente de estar contando una mentira. Otra manera de decir esto es que el mentiroso psicopático cree en lo que dice sin cuestionárselo.
Otro aspecto del comportamiento psicopático es la casi total indiferencia hacia los sentimientos o sensibilidades de otra persona. Puede hacer o decir cosas que hieran a otro y sin embargo no ser consciente del efecto de sus acciones o de sus palabras. La hostilidad no es deliberada y es probable que por eso la persona psicopática no vea ninguna hostilidad en su modo de comportarse. Podría, con razón, negar esa intención, pero va más lejos y niega su significado obvio.
También estamos familiarizados con la idea de que un psicópata no tiene conciencia. No establece distinciones entre correcto e incorrecto, entre bueno y malo. Obviamente, por tanto, no tiene sentimientos de culpa. Así, en casos extremos, el psicópata puede robar o defraudar con la actitud de que es lo más natural del mundo. Por supuesto, sabe que robar está mal pero no ve su propio comportamiento desde esa perspectiva.
Por estas características de su personalidad los psicópatas son notoriamente hábiles para timar a la gente. Pueden hacerte creer que lo que dicen es verdad, quizá porque se lo creen ellos mismos o porque no creen nada.
Pueden convencerte de su inocencia incluso cuando has sido testigo personalmente de su mala acción. Y pueden conquistarte con su increíble franqueza.
De manera que te engañan. Un día te das cuenta de que te han tomado el pelo y comprendes que ese tipo es un fraude, un ladrón o un psicópata.
Estás furioso, tanto contigo como con él, porque nunca pensaste que podías ser tan tonto.
¿Es frecuente este comportamiento? En su forma extrema es bastante normal. Hemos sido testigos del espectáculo de un presidente que mintió en público, y de una forma tan convincente que mucha gente lo creyó. Es incuestionable que Nixon mostró todas las características descritas anteriormente.
Pero no era el único. Muchos de sus cómplices se comportaron exactamente como él.
Cuando analizamos la dinámica que hace posible este comportamiento, descubrimos que está bastante extendida en nuestra cultura. No todo el mundo es un psicópata pero la tendencia a comportarse así existe en mucha gente. La mentira se produce continuamente con tan poco respeto por la verdad que uno se pregunta si la gente es consciente de estar mintiendo. La indiferencia y la insensibilidad hacia la ética son habituales en muchos miembros de nuestra sociedad. ¿Os molesta vuestra conciencia? ¡Ja! ¡Ja! El lema es que si puedes salirte con la tuya, eso es todo lo que cuenta. Y hacer teatro para influenciar a la gente es la estrategia aceptada para tener éxito.
Comportamiento
Si queremos entender el comportamiento psicopático, debemos mirar a sus manifestaciones extremas, sencillamente porque es ahí donde el problema se presenta con mayor claridad. Volvamos al asunto de la mentira. ¿No parece extraño que una persona pueda creer su propia mentira incluso cuando obviamente es falsa? He escuchado a este tipo de gente contar un rumor sin ninguna prueba que lo demostrara. ¿No eran conscientes de esto? ¿Dónde estaba su sentido común? La respuesta podría ser que lo perdieron. Sin embargo, por mi experiencia con este tipo de personas, sé que no es así.
Alguien que pierde el sentido común es un esquizofrénico, no un psicópata.
Solo podemos llegar a la conclusión de que el psicópata no cree en su sentido común o en lo que este le dice.
La única explicación que tiene «sentido» es que el individuo psicópata implícitamente cree en sus ideas pero niega la validez del sentido común.
Vamos a ponerlo de esta manera: lo que piensa es realidad, lo que sucede fuera de su cabeza es irreal. Esto es justo lo contrario de la manera en que funciona la gente normal. La realidad externa es lo que corrobora nuestras ideas, no al revés.
Si les damos a las ideas la validez de la realidad, eso significa que no existen las mentiras porque no hay una verdad objetiva. Uno no tiene forma de saber qué es una mentira y qué es la verdad.
Decimos que no tiene escrúpulos ni conciencia. Pero estos términos no tienen significado en su manera de actuar. Si tu conciencia te molesta, esto indica que una voz más profunda desde tu interior te está haciendo rendir cuentas. En el psicópata no hay una voz más profunda. Ha sido rechazada y negada; ahora está callada. No tiene escrúpulos porque no hay nada en él que se rebele contra sus ideas; ningún sentimiento le molesta, ninguna opinión le perturba.
Si es indiferente o insensible contigo, es porque en su realidad tú no existes. Es consciente de ti como una imagen en su mente y reacciona ante esa imagen, no ante una persona sintiente, encarnada en un cuerpo. Puede destruirte impunemente porque lo único que está haciendo es borrar una imagen de su mente. Un psicópata es inhumano de la manera en que concebimos la humanidad, y por esa razón es un personaje que da bastante miedo.
Por supuesto, él tampoco existe para sí mismo, excepto como una imagen de su mente. Esta imagen es muy importante para él, porque toda su energía vital se centra en ella y todos sus esfuerzos se dirigen a realzarla.
Está plenamente identificado con su imagen y cuando la imagen se derrumba, como sucedió con Nixon, todo lo que queda son las ruinas de una persona.
Hay muchas imágenes en el repertorio del psicópata. La más habitual es la imagen del poder. Tiene que verse a sí mismo como poderoso y si no se engaña a sí mismo, luchará con todo su ser y con todos los medios disponibles para amasar poder. A menudo tendrá éxito en su empeño, como podemos ver en los ejemplos de Nixon y Hitler. O su imagen puede ser de juventud, de belleza o de sexualidad. Sea lo que sea esta imagen, el instinto que impulsa la vida del psicópata será darle toda la apariencia de realidad.
Todo esto parece una locura, y, en mi opinión, hay una tendencia a la locura en la personalidad psicopática. Pero de esto hablaré más adelante.
Ahora estamos intentando comprender las dinámicas de este comportamiento.
La realidad que rechaza el psicópata no desaparece por más que la rechace.
Puede vivir completamente en su cabeza, pero tiene un cuerpo.
¿Qué sucede con su cuerpo? Conociendo la imagen a la que se aferra, podemos describir su cuerpo. Si es una imagen de poder, tendrá un cuerpo de aspecto poderoso. Si es una imagen de juventud, tendrá un cuerpo de aspecto juvenil. O si es una imagen de sexo, su cuerpo parecerá el epítome de la sexualidad. Es consciente de su cuerpo; sabe que está ahí, pero tiene validez solo como un instrumento de su mente o como una manifestación de su imagen.
Hay además imágenes secretas que no están manifestadas directamente en la forma expresiva del cuerpo. No todo individuo con una fijación en una imagen de poder tiene un cuerpo de aspecto poderoso. Puede ser justo lo contrario. La figura de Napoleón viene enseguida a la mente. Era también llamado «El pequeño cabo» por su baja estatura, y sin embargo hubo una época en la que fue el hombre más poderoso de Europa. Recuerdo a un joven de solo un metro cincuenta de altura que conducía el coche más grande de Europa en un momento en el que la gasolina estaba racionada. Y era solo un estudiante. En su mente se veía a sí mismo como grande. Cuando la mayoría de nosotros decía «seis de uno, media docena de otro» para indicar igualdad de elección, él siempre decía «doce de uno, una docena de otro». Si su apariencia física va contra su imagen, el psicópata simplemente niega la realidad del cuerpo. En realidad solo cuenta la imagen.
Lo que le falta a la personalidad psicopática son sentimientos. No siente los sentimientos normales que dan significado y dirección a las vidas de la mayoría de la gente. No siente ningún anhelo ni necesidad de otros y, por tanto, no se siente rechazado ni traicionado. No se siente triste, y por eso no puede sentir ninguna ira auténtica. Y no admitirá que tiene miedo. Como el psicópata niega que tenga miedo, con frecuencia emprende aventuras imprudentes o peligrosas, quizá para probarse a sí mismo que no tiene miedo.
Lo que lo hace inhumano es la ausencia de sentimiento. En la medida en que hay una falta de sentimientos, hay una correspondiente falta de «humanidad ».
No obstante, el psicópata puede mostrar un sentimiento que pasa por ser auténtico. Puede enfadarse cuando atacan su imagen o cuando se frustra su intento de proyectarla. Puede parecer triste cuando rechazan su imagen, pero trata de hacerle llorar y descubrirás que su tristeza es solo superficial.
Las emociones más profundas que vienen del corazón de un ser humano, como esa voz interna en la que reconocemos a la conciencia, están separadas de su conocimiento.
No es incapaz de sentir pero es incapaz de reconocer o de expresar el sentimiento. La diferencia es sutil pero importante. En la terapia se observa que su cuerpo responde con movimientos que se pueden identificar como sentimientos en potencia. A veces parece que va a llorar o a enfadarse, y luego niega que haya sentido nada. El bloqueo debe de estar en la conexión entre la cabeza y el resto del cuerpo. La cabeza se niega a admitir que el cuerpo tenga una vida propia. Solo reconocerá un cuerpo que se corresponda con su imagen. Rehúsa, rechaza y suprime todo lo demás.
¿Qué le lleva a la terapia?
Terapia
Un individuo cien por cien psicópata nunca acude a terapia. No confía en nadie lo suficientemente como para pedirle ayuda. No siente afinidad con otros y esto le hace asocial. El psicópata puro es en realidad un sociópata. Se ha separado de cualquier relación significativa con los demás y se sitúa en contra de la gente y de la sociedad. Incluso cuando le ofrecen ayuda subvierte esta ayuda para que encaje en sus propósitos psicopáticos. Un buen estudio de esta personalidad aparece en The Mask of Sanity (La máscara de cordura), de Cleckley. Para él esta gente está realmente trastornada pero su fachada, o máscara, es tan convincente que no se puede demostrar su locura.
En terapia no vemos a los psicópatas puros. Vemos a pacientes en cuyo carácter la dinámica psicopática es el elemento dominante, pero no el cuadro general. Y vemos a muchos pacientes en cuyo carácter hay tendencias psicopáticas fuertes. Como no son psicópatas puros, son vulnerables a la ansiedad y a la depresión. Su ansiedad surge del conflicto entre imagen y sentimiento. Deben de tener algunos sentimientos, de lo contrario no habría ansiedad. La depresión es la consecuencia directa del derrumbamiento de la imagen o la ilusión, pero esto solo puede ocurrir cuando la imagen no domina la personalidad total. Otra queja habitual es la falta de sentimiento. Sin embargo, con frecuencia esta se menciona en lugar de presentarla como el problema serio que realmente es. Después de todo, el deseo de sentir en sí mismo es un sentimiento y por eso en quienes carecen por completo de sentimiento no hay ningún deseo de sentir.
La gente viene a la terapia con distintos grados de psicopatía en su personalidad. Hay un amplio espectro. Aquí muestro un ejemplo de un psicópata bastante puro que atendí hace muchos años. Era vicepresidente de una gran agencia de publicidad y vino a mí por recomendación de un socio suyo a quien yo había ayudado. Quería escribir una novela pero era incapaz de hacerlo y pensó que podría ayudarle. Lo primero que hizo cuando llegó a mi consulta fue poner los pies sobre mi mesa y reclinarse en la silla como si estuviera en su casa. Le dejé hacerlo mientras hablábamos. Por supuesto, no pude ayudarle. Creo que le hice ver con claridad que por lo general si uno no puede escribir un libro es porque no tiene nada que decir. Creo que estaba fascinado conmigo porque vino a tres sesiones. Como ya me imaginaba, no me pagó los honorarios cuando se los mandé. Pero sabiendo cómo era le envié una carta una semana más tarde diciéndole que si no pagaba en cuatro días, le enviaría la factura a mi abogado para que la cobrara. Me llegó un cheque a vuelta de correo con la nota: «¿Cómo lo hiciste?».
He dicho que la gente viene a terapia no solo a ponerse bien, sino a que la ayudemos a tener éxito con su patrón neurótico de comportamiento.
Quieren hacer realidad su imagen secreta, que es una expresión del elemento psicopático de su personalidad. Pero ¿te lo dicen? ¡Por supuesto que no! En la superficie se muestran de acuerdo con tus ideas sobre la salud emocional mientras por dentro se resisten. Si les señalas esa resistencia, lo niegan; sin embargo, la terapia no avanza. ¿Están mintiendo o engañándote? Conscientemente no están mintiendo ni engañando, pero se puede decir lo mismo de los psicópatas. Solo que en este caso no hay un medio objetivo de comprobar
la verdad de su declaración de intenciones y solo cuando sacamos a la luz la imagen secreta resulta evidente la manipulación.
La mayoría de la gente cree en la honestidad; no quiere manipular; quiere ser directa. No son psicópatas. Pero cuando tienen tanto estrés que se sienten atrapados, se activa la tendencia psicopática de su personalidad. Entonces mienten para defender su imagen sin ningún escrúpulo porque creen que están diciendo la verdad. Su imagen es más real que la expresión manifiesta de su cuerpo. En ese momento también serán insensibles contigo porque no te ven. La imagen los ciega. Si el estrés es menos amenazador, manipularán la situación para evitar quedar atrapados. Es extraño cómo la voz de la conciencia desaparece cuando uno se siente amenazado, con razón o sin ella.
Un comentario aparentemente crítico puede hacer brotar la tendencia psicopática. El individuo defenderá su conducta antes de evaluar la validez de tu observación. Y si es más psicopático, se declarará inocente y te acusará de hostigarlo.
Psicopatía y Demencia
La tendencia de la personalidad psicopática es negar y proyectar, haciéndole a uno sospechar que existe un componente paranoide en su constitución; y yo, personalmente, no tengo la menor duda de que está presente.
Este componente, en mi opinión, es su demencia, que acecha bajo la superficie amenazando siempre con traspasar la máscara de la cordura. Lo hace en el caso del asesino psicópata cuya acción es demencial pero cuya conducta tras esa acción es extraordinariamente razonable. Subyace bajo la acción del estafador o del malversador que están profundamente convencidos de haber sido engañados y estafados. Veremos luego lo cierto que es esto. Y es un mecanismo paranoide que motiva las acciones antisociales del psicópata.
Al darse algo de demencia subyacente, el psicópata debe usar su inteligencia todo el tiempo para mantenerla bajo control. Esto significa que su mente está siempre funcionando. Pedirle a una persona así que salga de su cabeza para permitir que surja algún sentimiento equivale a exigirle que se permita a sí mismo volverse loco, convertirse en un demente. Con relación a esto podemos recordar que R. D. Laing cree que una persona puede tener que llegar a permitirse a sí misma volverse loca para que emerja su verdadero yo. Esto es aterrador. El miedo a la demencia subyacente forzará al individuo a adoptar una actitud psicopática como defensa.
No se puede entender este concepto de la actitud psicopática como defensa contra la demencia sin conocer los elementos dinámicos del brote psicótico.
Hay dos factores importantes: uno es un ego que es débil o inseguro porque no está identificado con el cuerpo o el cuerpo del ego y no está integrado con los sentimientos. La vulnerabilidad a un ataque semejante se describe en The Betrayal of the Body. El otro factor es un flujo de sentimiento que no puede ser integrado por el ego. El sentimiento puede ser miedo, ira, sexualidad o anhelo. Lo importante es que es abrumador, inunda la mente perceptiva y erradica los límites del yo. Cualquier situación que debilita y vuelve inseguro al ego mientras se suscitan fuertes sentimientos puede producir un brote.
El episodio psicótico aparece por un estado de confusión, que lleva a una sensación de enajenamiento. La realidad se vuelve nebulosa, la persona está como en un trance. En esta condición el individuo puede expresar el sentimiento, es decir, manifestarlo. Puede matar a alguien o a sí mismo, encerrarse en un armario, arrancarse los cabellos por la aflicción o quedarse como muerto para detener el sentimiento, en cuyo caso se vuelve catatónico.
En todos los casos su mente ya no está conectada con sus acciones; se ha disociado o separado de su cuerpo y de sus sentimientos.
La defensa psicopática es asegurarse de que los sentimientos nunca alcanzan una intensidad que pueda amenazar o apabullar al ego. Una manera de hacerlo es cortar cualquier impulso para que no se desarrolle ninguna carga. Una segunda manera es amortiguar el sentimiento mediante el alcohol o las drogas. Y la tercera manera es negar cualquier significado a las relaciones, impidiendo por tanto la posibilidad de sentir. El psicópata usa todos estos medios y otros para impedirse a sí mismo sentir. Puede abstraer el sentimiento a un nivel cósmico convirtiéndose en un místico. A este nivel puede hablar sobre sentimiento, pero está hablando sobre abstracciones o espíritus, no sobre los sentimientos normales y cotidianos de los seres humanos cuyas vidas son una lucha por los placeres sencillos y la alegría de vivir.
Esto se suma al hecho de que el psicópata carece de un sentido de humanidad. En la medida en que es psicópata, es inhumano. No puede rendirse a su naturaleza de ser humano, y si pudiera, no se atrevería.
¿Qué significa ser humano? Significa básicamente estar indefenso y necesitado. En los aspectos más importantes de la vida un ser humano está indefenso. No pidió nacer y no tiene control sobre cuándo morirá. No puede elegir de quién se va a enamorar. No es el dueño de su propio destino. Su desamparo es tolerable porque todos los seres humanos están en el mismo barco, todos comparten un destino común. Y cada uno necesita del otro para contrarrestar la oscuridad, para alejar el frío, para encontrar un significado a la existencia. Cada uno necesita que los demás le proporcionen la luz, la calidez, el entusiasmo y el desafío de una comunidad humana. Solo dentro de la comunidad humana nos atrevemos a enfrentarnos al miedo de lo desconocido.
El psicópata no es una excepción a esta necesidad humana. También necesita a la gente. Pero no es capaz de reconocer esta necesidad. Es muy peligroso. En un momento nos plantearemos por qué es así. Ahora vamos a examinar cómo afronta el problema.
Casi invariablemente nos encontramos con que el psicópata está rodeado de seguidores. Necesita seguidores y usará todos los trucos a su alcance para conseguirlos. Cautivará, encantará, seducirá, atraerá a los demás para que le necesiten. Conoce sus miedos y sus debilidades, ya que son los suyos, y anunciará, prometerá y proclamará que él va a ser su luz, su calor, su entusiasmo y su desafío. Se tiene a sí mismo por superior, ya que no necesita a nadie. Y da la impresión de ser superior porque las ansiedades humanas no le afectan. La gente desesperada, asustada y perdida acudirá a él como salvador. ¿Acaso no ha manifestado ya que puede elevarse por encima de la lucha existencial?
Se podría preguntar: ¿no hay psicópatas entre los seguidores? La respuesta es «no». Debe tener al menos un seguidor, un devoto, un esclavo: podría ser su mujer, su prostituta, su amante homosexual. Pero debe tener a alguien que le necesite. No puede estar solo. El otro le proporciona el contacto humano que debe tener, pero en sus términos: necesitándole, dependiendo de él, adorándole.
Por supuesto, el juego se acabaría en el momento en que el seguidor confrontara a su «líder» con: «Tú me necesitas tanto como yo te necesito, si no más. Les tienes tanto miedo a la vida y a la muerte como yo, si no más.
Estás tan asustado que no te atreves a admitir tu necesidad». No estoy garantizando que el psicópata vaya a entrar en razón al enfrentarse a él. Sin embargo, esto podría hacer mella en su capacidad de hechizar a otra gente indefensa que está asustada de su indefensión.
¿Cómo llegó a ser así el psicópata? ¿Por qué tiene tanto miedo de necesitar? ¿Qué circunstancias torcieron su mente?
Todo ser humano empieza la vida en un estado de indefensión y necesidad.
La misma existencia de un niño pequeño no es distinta de las crías de las aves y los mamíferos. Sin la protección, la seguridad, el cuidado y el aliento de los padres, las crías no sobrevivirían. Es un camino de un sol sentido: los padres dan, el niño recibe o toma. Así es como debería ser, porque en la siguiente generación el niño hará lo mismo por sus hijos. Y así el río de la vida corre siempre cuesta abajo.
¿No dudarías de tus sentidos si vieras el agua corriendo cuesta arriba?
Dirías: «Es una locura, no puede ser». En la vida hay un orden natural. ¿Qué puede pensar un niño si se da cuenta de que los papeles se han invertido, de que la madre está buscando al niño para que le sirva de madre y le llene?
Cuántas veces habré oído decir a mis pacientes: «Yo hacía de madre con mi madre».
Invertir el orden natural causa un estrago increíble en la personalidad del niño. La personalidad en desarrollo de un niño pasa por mucho estrés y tensión antes de volverse lo bastante fuerte como para lidiar con la realidad de una manera madura y adulta. Una de las principales causas de estrés es la situación edípica. Todos los niños sienten una atracción sexual hacia el progenitor del sexo contrario. Experimentan un florecimiento precoz de la sexualidad entre las edades de tres y seis años. Esto va en línea con el desarrollo de los primeros dientes, o dientes de leche, otra expresión de madurez precoz. Estos dientes se caen y empiezan a surgir los permanentes. Igualmente,
el primer florecimiento sexual retrocede para prepararle el camino a la sexualidad permanente de la pubertad.
Estas experiencias iniciales, sexuales y de otro tipo, son estresantes para un niño, pero este se encuentra equipado biológicamente para lidiar con ellas. Lo que no puede manejar es la sexualidad adulta. Sus sentimientos sexuales hacia uno de sus progenitores son un fenómeno natural, mientras que el sentimiento sexual de los padres hacia un niño son antinaturales como el agua fluyendo corriente arriba. Esto también puede producirse. Podemos bombear el agua cuesta arriba pero sabemos que es el trabajo del hombre, no de la naturaleza. ¿Cómo puede lidiar el niño con los sentimientos sexuales de uno de sus progenitores dirigidos hacia él? ¿Cómo lo hace?
Esto es lo que llamamos «comportamiento seductor» por parte de los padres.
No le puede decir a uno de los progenitores: «Un momento. Esta no es la manera en que deberían ser las cosas. Se supone que tus sentimientos sexuales deberían dirigirse hacia tu pareja, no hacia tu hijo». No le puede decir esto porque, en primer lugar, al principio el niño no es consciente de lo que está ocurriendo —normalmente la seducción empieza bastante pronto, con frecuencia antes de los tres años— y, en segundo lugar, el niño responde instintivamente a la seducción con interés y excitación. Después de todo, es una expresión de amor, aunque sea equivocada y destructiva. Y, en la mayoría de los casos, si no en todos, el niño había sufrido con anterioridad alguna privación del cuidado y el aliento que necesitaba, y, hambriento de atención y de afecto, responde a la invitación seductora.
Esta respuesta por parte del niño cambia repentinamente la situación, haciéndola pasar de una experiencia imaginaria a una real. Ya no es una idea en la mente del niño; se ha transformado en una relación sexual real aunque no se lleve a cabo. Esa posibilidad no puede ser negada por el niño, para quien sentimiento y acción están asociados estrechamente. La situación real crea un triángulo real. Ahora existe la amenaza del padre del mismo sexo, que se ve como un competidor.
El niño está atrapado. No puede pedirle ayuda al progenitor de su mismo sexo, porque siente, y tiene razón, que podrían culparle. Ceder a la seducción es demencial. Es biológicamente incapaz de integrar la sexualidad adulta.
Y no puede rechazar al padre o la madre seductores, a quienes ahora está unido. La única posibilidad es aceptar la situación y aprender a jugar el juego.
El primer paso es cortar el sentimiento sexual para que no pueda tentarle la locura del incesto a la edad de seis años, por ejemplo, ni atormentarle un deseo que no es posible satisfacer. Esto lo hace tensando el vientre y alejando la energía y las sensaciones de la parte inferior del cuerpo. Esto crea la típica estructura psicópata del cuerpo con su mitad superior extremadamente desarrollada y su mitad inferior relativamente subdesarrollada.
Estando aún sujeto a la excitación seductora, debe encontrar una manera de descargar esta excitación. Esto se logra a través de la actividad hipercinética y de tareas compulsivas. El doctor John Bellis señaló la hipermotilidad de la personalidad psicopática.
Estas defensas corporales unidas para responder a la seducción se superan negando cualquier sentimiento sexual por parte del progenitor del sexo opuesto. La negación es amplia; no solo cubre la reacción prohibida sino también los sentimientos naturales, inocentes y dulces del niño. Al negar estos sentimientos, también niega cualquier necesidad del progenitor del sexo opuesto. Fue la necesidad de estar cerca de este progenitor lo que en un principio le hizo vulnerable.
La negación es una defensa física, pero para ser eficaz y segura debe integrarse en el cuerpo. Se estructura alrededor de la base de la cabeza como un anillo de tensión que impide a cualquier excitación corporal llegar hasta ella. De hecho, la cabeza está separada perceptivamente del cuerpo, y así la persona puede decir: «No siento nada». Además, esta tensión interrumpe el flujo de energía a los ojos, por lo que la persona puede decir: «No veo nada ». No ver niega la realidad objetiva y le deja al individuo como única realidad sus ideas y sus imágenes.
Quienes estén familiarizados con mis ideas sobre la esquizofrenia y la enfermedad esquizoide como las presenté en The Betrayal of the Body recordarán que describí un anillo de tensión en cierto modo semejante en ese estado. Hay semejanzas y diferencias entre ambos trastornos. En la personalidad psicopática el anillo de tensión corta las funciones expresivas pero deja relativamente intacta la función motriz.
La diferencia entre el trastorno esquizoide y el psicopático se explica mejor por la distinción entre terror y horror. Consideramos el trastorno esquizoide como estar paralizado de terror. El terror es el miedo a la aniquilación si el individuo afirma su derecho a ser. Representa una experiencia de rechazo, generalmente a una edad muy temprana. Por otro lado, el psicópata no está amenazado con la aniquilación sino con la castración por su receptividad sexual. Primero se le seduce, luego se le culpa. Está atrapado en una pesadilla de horror. La situación es increíble; no tiene sentido en términos de sus sentimientos originales de amor y del deseo de cercanía. Tiene un aire de irrealidad y el niño intenta sacarla de su mente como a una pesadilla.
Recomiendo encarecidamente la lectura del capítulo sobre el horror para la comprensión de estas distinciones.
Hay otros factores que entran en la etiología de la psicopatía. El niño está sujeto a una manipulación considerable, que con frecuencia llega hasta el lavado de cerebro, ya que los padres o uno de ellos intenta instalar en su mente una imagen de cómo quieren que sea. A menudo en el hogar se produce una lucha de poder de la que el niño es consciente y en la que uno de los progenitores lo usa contra el otro. Frecuentemente una madre utilizará a su hijo para denigrar a su marido, por ejemplo con el comentario: «Espero que no termines siendo como tu padre». ¿Como quién se supone que debe ser, como su madre? O un padre que se siente fracasado en casa recabará la
compasión de su hija y por tanto sutilmente la volverá contra su madre. En otro contexto expondré los factores sociales que corroen y socavan la armonía y la estabilidad de las relaciones familiares para preparar el caldo de cultivo que genera la psicopatía y la esquizofrenia.
Si queréis observar un retrato claro de la relación perversa entre una madre y un hijo, ved la película Alicia ya no vive aquí. Creo que os quedaréis sin palabras ante el comportamiento, evidentemente seductor, de la madre.
Curiosamente, a la mayoría de la gente que ve la película le parece tierno, algo que va más allá de mi comprensión.
La Maniobra Psicópata
El primer paso del proceso defensivo es bloquear los sentimientos sexuales, no necesariamente los genitales, llevarse hacia arriba la propia energía, sobre todo al interior de la cabeza, y negar el sentimiento. Si parara aquí, el niño se encontraría aislado, porque ha perdido la conexión vital que tenía con sus padres. El aislamiento lleva a la retirada, a replegarse en sí mismo y crearse una vida de fantasía que reemplace la realidad insoportable e increíble. El resultado final sería un estado autista que bordea la esquizofrenia.
Hay que restablecer alguna relación con una figura parental. Esto se puede conseguir de dos maneras: volviéndose sumiso al progenitor seductor pero sin sentimiento — por ejemplo, dejar que lo usen a uno— o bien volviéndose dominante. El psicópata auténtico sigue este último camino y es el que investigaré aquí.
El psicópata auténtico regresa a su progenitor pero revirtiendo los papeles.
Se convierte en el seductor, prometiendo satisfacerlo pero reteniendo la satisfacción. Es una maniobra astuta. Al haber negado y bloqueado el sentimiento de necesidad, el cariño se vuelve objetivo. Ahora puede ver la necesidad de su progenitor, que intenta seducirle y utilizar esto en su propio beneficio. Lo mismo que él estaba atrapado por su necesidad, ahora es su progenitor el que puede estar atrapado por esa necesidad. Lo mismo se aplica a las relaciones entre una niña y su padre. Puedes prometer cualquier cosa porque la satisfacción es imposible. Es importante entender esto. La promesa es un señuelo irresistible en la medida en que su satisfacción es imposible.
Esta es la deducción lógica que surge de la naturaleza de la situación.
Cuando uno de los progenitores es seductor con su hijo, en realidad no quiere ningún contacto sexual con él. El padre o la madre negarían esa intención, y tendrían razón. En estas personas el tabú contra el incesto es muy fuerte.
Si el niño hiciera un avance sexual claro hacia alguno de sus progenitores, sería severamente rechazado. Incluso la cercanía física normal se vuelve sospechosa. Lo que el progenitor quiere es la excitación, desgraciadamente a costa de la integridad, tanto moral como física, de su hijo. Si la satisfacción fuera el resultado natural de la relación, la excitación desaparecería.
El niño se vuelve un psicópata a base de seguir este juego. Promete ser el hijo ideal, el predilecto de su madre o de su padre, y termina decepcionándolos.
Por supuesto, tan pronto como el progenitor está decepcionado vuelve a prometer, lo que engancha a este con más fuerza todavía por la decepción previa. Manteniendo la promesa y la amenaza de decepción sobre su progenitor, puede obtener de él todo lo que quiera. Lo tiene en su poder.
Mientras lo tenga en su poder con esta maniobra, estará protegido del doble daño: aislamiento y retirada a la depresión y la locura, por un lado, y rendirse al impulso prohibido que lleva al incesto y a la locura, por el otro.
Al mismo tiempo, la necesidad de cercanía y relevancia se satisface en cierto modo aunque de una manera perversa. Los dos individuos de esta relación no están comprometidos entre sí por un sentimiento de uno hacia el otro sino implicados el uno con el otro por su necesidad de jugar el juego.
La promesa que hace el niño raramente se expresa en palabras. Está contenida en la imagen que puede o no manifestarse en la forma del cuerpo.
Se expresa en los modales, en el porte de la persona, en su actitud y en su tono de voz. Parte de la personalidad del niño intenta hacer honor a su imagen, parte de la personalidad se rebela. La intensidad de cada una de estas dos fuerzas varía en diferentes individuos. En algunos la rebelión es muy fuerte y la persona seguirá sus sentimientos negativos para negar la imagen.
En otros la rebelión es sojuzgada. Los factores cuantitativos de cada caso son únicos y tienen que ser determinados a través de un análisis cuidadoso de la historia de la persona. Y el grado de psicopatía en cada personalidad también varía de acuerdo con los incentivos y presiones a los que ha sido sometido el niño.
Hay psicópatas que alcanzan posiciones de prestigio en el gobierno y la industria mientras que otros se vuelven matones, criminales y asesinos.
Algunos tienen éxito, pero la mayoría son fracasados, miserables, estafadores, jugadores, chulos, aventureros, etc. Por supuesto, tenemos tendencia a centrarnos en los ejemplos más notorios porque son los más interesantes para estudiar y leer, pero sería un grave error contemplar el problema de la psicopatía como limitado a sus manifestaciones más evidentes. En todas las esferas de trabajo y actividad humanas pueden encontrarse individuos que son psicópatas o que tienen fuertes tendencias psicópatas. Y nuestra propia profesión de la psiquiatría o de la psicoterapia no es inmune a ellos.
¿Cómo reconocer a un psicópata o un comportamiento psicópata? Esta pregunta se merece algún comentario. Asociada con ella, hay otra dirigida al crédulo, la víctima, el seguidor del psicópata. ¿Quién se deja embaucar por el psicópata? ¿Y por qué la gente es tan vulnerable?
El Impostor y el Incauto
He caracterizado al psicópata como una persona que hace una promesa que no está dispuesto a cumplir. Eso significa que le falta integridad. Ese es un buen término, pero hace falta definirlo. Solo podemos entender lo que es integridad examinando bioenergéticamente la personalidad psicopáta.
Observé que el problema básico no es una incapacidad para sentir o percibir sino una negación del cuerpo, de la sensibilidad y de los sentidos.
Por supuesto, la negación por parte del ego en su función perceptiva crea una carencia de sensibilidad al nivel de la percepción, pero no es la misma que la que se da en el estado esquizoide. La negación del ego es un trastorno patológico del aparato psíquico que justifica el término «psicópata». En la esquizofrenia estamos tratando con una división o disociación. No se niega la sensibilidad; sin embargo, no está conectada. El individuo esquizofrénico también carece de integridad, pero podemos disculparle porque no considera esta carencia una virtud como hace el psicópata. Volveré a esa afirmación un poco más adelante.
La falta de integridad en la estructura psicopática está causada por la mente volviéndose contra el cuerpo, o mejor dicho, por el pensamiento que niega el sentir. La falta de integridad se manifiesta físicamente a nivel corporal.
La cabeza no está conectada energéticamente al resto del cuerpo. A veces no encaja con él. En ocasiones vemos la cabeza de un niño en un cuerpo maduro o la cabeza de un adulto en un cuerpo de apariencia infantil, una cabeza pequeña en un cuerpo grande o viceversa. La causa de esta perturbación es el anillo de tensión en la base del cráneo.
Otra característica física es la tracción ascendente que levanta al cuerpo del suelo de manera que los pies no están conectados con el suelo energéticamente.
Con frecuencia esta tracción ascendente aumenta el volumen de la mitad superior del cuerpo, de manera que esta se halla claramente desproporcionada con respecto a la mitad inferior. Sea este el caso o no, el carácter psicópata no está conectado a sus pies. La función de estar arraigado en la realidad y a la tierra se encuentra gravemente perturbada.
Hay otras dos funciones que están perturbadas de una manera característica.
La primera es genitalmente. No está conectado a la sexualidad del cuerpo, ni mucho menos a algún sentimiento amoroso. Por esto el psicópata no conoce la diferencia entre practicar el sexo y amar, lo mismo que no conoce la diferencia entre mentir y decir la verdad. Alegará que no hay diferencia porque realmente no puede percibir ninguna. No estoy reprendiendo a alguien que tiene sexo sin amor más de lo que condenaría a una persona por mentir. Lo que quiero decir es que no reconocer ni sentir la diferencia es psicopático.
Físicamente el bloqueo entre la «genitalidad» y la sexualidad está causado por un anillo de tensión alrededor de la raíz del pene. Stanley Keleman me hizo describir este anillo de tensión. No recuerdo si lo vinculó con el problema psicopático. En realidad es una forma psicológica de castración relacionada con la situación edípica. El mismo anillo de tensión existe en las mujeres. El niño saca sus sensaciones sexuales del vientre, no de los genitales, para superar la seducción incestuosa. Al trabajar físicamente en esta área, uno puede palpar la tensión y suscitar una grave ansiedad. Es el talón de Aquiles de la estructura psicopática.
La segunda función que está perturbada en esta estructura es la de ver. Mencioné antes que el psicópata no te ve. Eres solo una imagen en su mente. Su visión está intacta, de manera que ve tu imagen en su retina. Pero ver es más que grabar una imagen. Es una función de la percepción, lo que significa que te percibe. Implica reconocimiento. A este respecto es interesante observar que algunos pueblos primitivos de Africa usan la expresión «te veo» como forma de saludo. De hecho, significa «te reconozco como persona ».
Aquí también es importante comparar el trastorno ocular esquizofrénico con el psicopático. En La traición del cuerpo, señalé que el individuo esquizoide ve pero no mira. Mirar es un proceso activo que conlleva centrar los ojos para captar la imagen. Normalmente cuando una persona te mira te
toca energéticamente con sus ojos. Establece un contacto ocular. En la estructura esquizoide esta función está bloqueada. El individuo psicópata te mira, puede incluso fijar sus ojos en ti, pero el contacto es limitado porque la mirada es desconfiada o controladora. En la personalidad paranoide, la mirada de desconfianza tiene una actitud de búsqueda. Pero por más que el psicópata te mire, no te ve. Su mente niega la realidad de su percepción, no puede renunciar a sus imágenes preconcebidas.
Estas características físicas de la falta de integridad en la personalidad psicópata son infalibles. Por desgracia, se requiere una considerable experiencia para reconocerlas. Debemos confiar necesariamente en un análisis de su conducta y actitud que coincida con nuestras impresiones.
En el nivel psicológico la falta de integridad se refleja en una falta de principios morales. Para nuestra cultura actual, una expresión como «principios morales» puede parecer anticuada y autoritaria. En nuestra rebelión contra los principios impuestos pasamos por alto el hecho de que hay principios naturales. La sinceridad es uno de ellos. Los niños pequeños son naturalmente sinceros. Nadie les enseñó a serlo. Más tarde aprenderán a decir mentiras, pero con suerte no perderán su capacidad de reconocer la diferencia entre una verdad y una mentira. Y con suerte se mantendrán fieles al principio de que la honestidad es la mejor manera de obrar.
Comenté la naturaleza de los principios en el último capítulo de La bioenergética. Afirmé que los principios se desarrollan cuando el sentimiento y el pensamiento están integrados. Esta integración falta en la estructura psicópata porque en ella se niega cualquier sentimiento que no fomente la imagen o no esté de acuerdo con el pensamiento. Por tanto, se puede decir que el psicópata es una persona sin principios. Esto constituye la naturaleza esencial de su estructura de carácter. La conclusión lógica de esta propuesta es que cualquier individuo cuyo comportamiento no esté gobernado por principios morales internos es un psicópata.
En lugar de principios, el psicópata tiene el poder como guía y objetivo de su conducta. Este concepto no es nuevo en nuestro pensamiento. Sabemos, desde hace ya mucho tiempo, que el psicópata se caracteriza por un ansia de poder. Con frecuencia es algo que reconoce abiertamente; sin embargo, en muchos casos, se camufla astutamente bajo una fachada de justicia, rectitud, moralidad, etc. No olvidemos que el psicópata es un gran farsante. Sabe jugar bien al juego y fingir. Entonces, ¿cómo puede uno distinguir entre la farsa y lo auténtico, entre una mera declaración de principios y un comportamiento basado en principios?
Hay varios criterios importantes que se pueden usar para hacer una distinción. Un hombre de principios evitará el poder o puede incluso rechazarlo cuando se le ofrezca. El poder corrompe el alma y socava fácilmente nuestros principios. Sin embargo, un psicópata acepta el poder en nombre de sus principios. ¿Hasta qué punto puede ser deshonesto? Podría extenderme sobre esta idea pero me saldría del ámbito de esta conferencia.
Otro criterio es el uso de cualquier medio para alcanzar un fin. El dicho de que «el fin justifica los medios» es un proverbio psicópata. Los revolucionarios políticos proclaman este dicho y a menudo cometen acciones extremadamente inhumanas amparándose en él. Muchos ejecutivos lo defienden en secreto y participan en actividades que si no son ilegales, son falaces y deshonestas. Es una doctrina perniciosa. Cualquiera que la siga se comportará de manera psicopática. Un rápido análisis expondrá la naturaleza psicopática de este concepto.
El fin es siempre una idea preconcebida. Es una imagen de un estado futuro, un objetivo que aún no se ha realizado. No estoy en contra de las metas, fines o imágenes. Tener una meta no es psicopático. Usar cualquier medio para alcanzarla, sí. Significa que uno debe sacrificar sus principios y negar sus sentimientos. Esa es la actitud psicopática.
Yo igualaría el fin con la cabeza, porque la cabeza es el fin del cuerpo.
Los medios serían el resto del cuerpo. ¿El cuerpo está para servir a la cabeza o es esta la que está al servicio de aquel? Creo que a estas alturas ya sabéis qué orden consideraría psicopático.
Un tercer criterio para reconocer el comportamiento psicopático es la ausencia de humanidad. Mencioné esto antes pero vale la pena comentarlo.
Cualquier persona decente sabe lo difícil que es en nuestra cultura ser abierto, recto y honesto. Siempre es una lucha ser fiel a los propios principios en una cultura que ha abandonado esa visión del hombre. Sabe también que los seres humanos no somos criaturas perfectas. Es normal que una persona recta se exija mucho a sí misma pero sea tolerante y comprensiva con las debilidades y faltas humanas ordinarias. A los psicópatas les falta esta cualidad humana. No solo carecen de ella, sino que la desprecian. Están por encima de las debilidades humanas comunes, son especiales. Esta sensación de ser especial lleva consigo una arrogancia que ofende a la sensibilidad humana.
Esta, en mi opinión, es la cualidad característica del psicópata.
Ahora bien, ¿qué sucede con los embaucados, los ingenuos, las víctimas?
Uno de mis pacientes los llamaba los «mamones». Obviamente, abundan por todas partes.
Empleando el término de mi paciente, diré que el mamón es una persona que va por el señuelo, la promesa, y se queda atrapada. La palabra «mamón» denota un elemento oral en la personalidad, una falta de entereza.
Esta falta está ampliamente extendida en nuestra cultura; por ejemplo, la lactancia es un fenómeno poco habitual. Sin embargo, no explica la ingenuidad del mamón. Esa ingenuidad se deriva de la exposición a un progenitor psicopático que promete, no cumple y luego vuelve a prometer.
«Si eres una niña buena, mamá te querrá». De manera que lo intentas, pero no funciona. El amor no es sincero. Estás frustrado, te vuelves agitado e irritable. Hay una lucha, te echan la culpa, lloras y vuelven a prometerte lo mismo: «Si eres una niña buena, mamá te querrá». ¿Qué elecciones tiene el niño? Debe creer en la promesa porque es indefenso y dependiente. Debe creer en la posibilidad del amor. El niño no sabe que el amor condicional no es amor en absoluto, que una promesa de amor es un gesto vacío. Uno no debería prometer para sentir porque los sentimientos no están sujetos al control consciente. Es el tipo de promesa que no puede ser cumplida. Por tanto es una maniobra psicopática.
Las maniobras psicopáticas por parte de uno de los progenitores da lugar finalmente a una respuesta psicopática por parte del niño. Es imposible para un niño ser lo que sus padres quieren que sea. Nadie puede cambiar su naturaleza esencial. Ningún niño puede ser totalmente bueno, porque la sumisión a los deseos de los padres suscita una rebelión contra ellos. El esfuerzo por ser bueno crea lo malo. Siempre que a una persona se le permite ser quien de manera natural es no hay bueno ni malo, ni sumisión ni rebelión.
El problema de la psicopatía no es cómo o por qué se desarrolló sino que persiste. ¿Cuáles son los factores de la personalidad que mantienen la actitud de ingenuidad en la edad adulta? ¿Por qué la persona no recapacita tras dejar las situaciones de seducción y rechazo de su infancia?
El tratamiento de la psicopatía
Todos habréis oído que el carácter psicopático es muy difícil de tratar.
Eso no debería ser una sorpresa. Como sabemos que el individuo no cree en nada, es irracional por nuestra parte asumir que crea en la terapia o que tenga alguna confianza en el terapeuta. Sin embargo, si realmente acude a la terapia, esto significa que está desesperado, que necesita ayuda tanto si lo reconoce como si no. También significa que tiene alguna sensación de que hay algo que no va bien en él, algún sentimiento de infelicidad.
Lo peor que un terapeuta puede hacer es prometerle que puede ayudarle. Tan pronto como le extraiga una promesa, se activará su defensa psicopática. Conoce bien ese juego y puede jugarlo mejor que el terapeuta. Sabe que no puede cumplir lo que promete y por eso ve al terapeuta como a alguien que es igual que él. En ese caso cuestiona si tiene algo que ofrecerle, y abandonará la terapia tan pronto como se aburra de su juego terapéutico. O puede quedarse para aprender las reglas de este nuevo juego, que puede hacer que el terapeuta se sienta superior a todas las almas desesperadas que acudan a él necesitando ayuda. Se puede usar fácilmente el papel terapéutico para servir a la posición psicopática.
Como en nuestra cultura la mayoría de la gente tiene algún grado de psicopatía en su personalidad, una regla de sentido común en la terapia es no hacer ninguna promesa. Uno de mis principios es no exigirle a quien acude a mí pidiendo ayuda que se comprometa con el proceso. Tiene plena libertad para abandonar y yo tengo libertad para terminar con la terapia si me siento insatisfecho con la relación. Por supuesto, comentaremos nuestras dudas y nuestra desconfianza del uno hacia el otro, pero estoy seguro de que si siente que la terapia no ayuda o no le ofrece nada real, se quedará. Desde esta perspectiva, si se siente que el paciente tiene algunas tendencias psicopáticas claras, es conveniente expresar inmediatamente las dudas sobre lo que puede hacer la terapia. Simplemente aceptar a una persona así para el tratamiento sin expresar esta duda puede ser interpretado como una promesa implícita de ayuda. Eso es bastante delicado.
Evitamos este asunto centrándonos en los problemas del paciente, tanto físicos como psicológicos. Podemos señalarle las perturbaciones a un nivel corporal e intentar ayudarle a tomar contacto con ellas. Pero cambiar a alguien, eso no lo podemos hacer. Una declaración honesta es: «Se trata de tu cuerpo y yo no puedo hacerlo por ti». Esto es absolutamente cierto. No podemos respirar por él ni sentir por él. Y no podemos enderezar su personalidad torcida. Solo señalarle la torsión y explicarle cómo llegó a producirse, pero no hacerle aceptar nuestra explicación.
Al ayudar a una persona a entender su manera de ser, es importante conocer lo que llamamos ganancias secundarias del trastorno. A un nivel psicológico estas supuestas ganancias mantienen a una persona encerrada en su funcionamiento neurótico. Al final de la última sección pregunté: ¿cuáles son los factores de la personalidad que mantienen la actitud de ingenuidad en la edad adulta? Deberíamos empezar con esta pregunta: ¿qué mantiene a un psicópata comprometido con su manera de ser, teniendo en cuenta que con frecuencia reconoce, como nosotros, que es una forma de vida frustrante, contraproducente y vacía? La respuesta es ser especial. Para la persona ingenua, es el deseo de ser especial, generalmente también junto con la imagen secreta de ser especial.
El psicópata es una persona que cree que es especial. La situación seductora que creó el problema le convenció de que verdaderamente lo era.
Era especial para el progenitor seductor, que le necesitaba y usaba tanto emocional como sexualmente. Y esto le transmitió que tenía el poder de satisfacer a ese progenitor. ¡Qué posición para un niño! Despierta y refuerza su sentido infantil de omnipotencia en un momento de la vida en el que debería estar moviéndose hacia la independencia, la separación y la realidad.
No exagero al decir que en esta situación se contempla al niño como a un pequeño dios. Y puede que incluso uno de sus padres lo adore. Al mismo tiempo puede que lo usen y abusen de él. También hacemos esto con nuestros dioses.
La perspectiva del psicópata puede sorprenderos, pero mirad los paralelismos.
Un dios no puede hacer el mal, no tiene conciencia, no cree en nada excepto en sí mismo. Un dios está por encima de las consideraciones humanas de bueno y malo, verdadero y falso. Además, está por encima de las debilidades y vulnerabilidades humanas, que es la posición del psicópata.
No necesita a los demás, ellos le necesitan. Es omnipotente como el psicópata cree ser.
Llegados a este punto sería interesante examinar la historia de algunos psicópatas notorios como Manson y Hitler. Creo que se descubrirá que en el fondo de su ser se ven a sí mismos como dioses. Lo que nosotros vemos es el diablo que llevan dentro. Sin embargo, habrá que dejar ese análisis para otra ocasión.
No he trabajado con este tipo de individuo psicópata. Mis pacientes pueden considerarse personas normales que respetan las leyes. No obstante, en casi todos ellos he descubierto una imagen y un deseo secretos de ser especial. Y me pregunto a quién no le sucede esto mismo en nuestra cultura.
Algunos lo reconocen abiertamente. Quieren que los trate como «especiales ». Se resienten si los trato como al resto de mis pacientes. Otros no lo reconocen, pero estoy seguro de que está ahí.
En el musical The Fantastiks, el ingenuo canta una canción pidiendo ser especial. Ese es su deseo más profundo. Ser especial, qué imagen. Casi justifica todo el dolor que haya sufrido uno. Desgraciadamente, nos falta entender que esa es también la causa de nuestro sufrimiento. Sí, claro. Nos gustaría estar libres de dolor y de sufrimiento, pero no queremos desprendernos de la imagen de ser especiales.
Hace algunos años el doctor George Greenberg dio una conferencia en nuestro instituto acerca de la familia en la que señaló que el papel de la familia era hacer sentir especial al niño. Nunca olvidaré esa afirmación. En ese momento me impresionó la sagacidad de su observación y pensé: «Claro, es que ese es el aspecto positivo del papel de la familia». Supongo que estaba identificado con mi propia imagen de ser especial. Y eso, aprendí, se convirtió en mi propia fijación. Hoy veo «ser especial» desde una perspectiva diferente, como el mayor obstáculo a la salud emocional.
Para superar este problema con mis pacientes, les pregunto qué significa ser especial. Cada uno tiene una concepción única. Una mujer dijo:
—Siempre pensé que era especial. Me enseñaron que podía conseguir cualquier cosa que me propusiera si me esforzaba lo suficiente, y lo creí.
¿No es ese el sueño americano? Logré muchas cosas pero esta filosofía no me funcionó en las áreas importantes del amor y el sexo.
Un psiquiatra dijo:
—Para mí, ser especial significa conocer todos los secretos de la vida de la gente. Me siento tras el escenario, como si fuera el director o el productor, sabiendo todo lo que va a pasar.
Una paciente esquizofrénica identificaba ser especial con estar enfermo.
Trabajando con ella descubrí que era una persona bastante competente pero para sentirse especial tenía que negar su fuerza y su capacidad. Las mantuvo ocultas probablemente para otra persona especial que la necesitaba y la amaba. Esta negación no había causado su enfermedad. No estaba haciéndose la enferma, estaba enferma. La negación le impidió ponerse bien.
Miremos el otro lado de la cuestión. ¿Qu é significa no ser especial, ser normal, es decir, como todo el mundo? Comparo estas dos actitudes con mis pacientes y a menudo se sorprenden bastante con la comparación.
Lo que todo el mundo tiene en común es el cuerpo. Todos los cuerpos son similares, lo mismo que sus funciones. La persona «especial» debe negar esta identificación con su cuerpo porque eso la convertiría en una más.
Debe asimismo negar sus sentimientos, porque también son comunes. Todos amamos, odiamos, nos enfadamos, nos entristecemos, sentimos miedo, etc.
La persona especial está identificada con su pensamiento y sus imágenes, que son únicas. Algo que toda la humanidad, e incluso los animales, tiene en común, es la sexualidad. Ser especial requiere que uno renuncie a su sexualidad.
Ser especial lo deja a uno a un lado, porque nos referimos a la gente normal y corriente como la gente «común». No es un término peyorativo excepto para quienes consideran una virtud el hecho de ser especiales. La gente normal y corriente se apoya entre sí, pertenece a la raza humana, comparte una lucha común, no está sola. La persona especial está obligada o atada a quien la hizo sentir especial. Esto se ve muy claramente en el curso del análisis. El niño que no era especial es libre. La persona especial no solo está apartada, está por encima de quienes la rodean. Mencioné este aspecto de la psicología anteriormente. La gente normal está arraigada en la realidad de la vida. Y mientras que está abocada a vivir un destino especial, la gente normal se ríe y llora, siente dolor y placer, conoce la tristeza y la alegría. En pocas palabras, vive su vida, mientras que la persona especial imagina su vida.
Hay una característica que asociamos con «común» de la que la persona especial carece, y es el sentido común. Es la falta de sentido común lo que hace a alguien ingenuo, lo mismo que es la negación del sentido común lo que fuerza al psicópata a invertir su vida y su energía en un intento fútil por realizar una quimera.
Recuerdo la historia de Jonathan Livingston Seagull (Juan Salvador Gaviota). Era un ave «especial». No estaba interesado en el graznar y en las disputas de las otras gaviotas. No quería tomar parte en su lucha por un trozo de pescado podrido. Estaba por encima de todo eso. Mientras las otras aves se sentían contentas con permanecer dentro de los límites de la vida corriente de una gaviota, él estaba obsesionado con la idea de trascender esos límites. Por eso se fue solo para volverse puro espíritu, interesado en el amor puro, sin sexo, advierto.
¿Qué elegiríais vosotros? El psicópata no eligió ser especial. Se vio forzado a abandonar su sexualidad y en su lugar se le ofreció la imagen de ser especial. Fue un mal negocio, pero no tenía elección. Tras haber hecho un trato, es reacio a renunciar a él, ya que nadie puede devolverle su sexualidad.
Pero si no renuncia a su imagen de ser especial, no tendrá la oportunidad de recobrar su sexualidad.
No puedo dejar este tema de sentirse especial sin reconocer que la gente tiene dones especiales. Todos somos únicos, con capacidades y talentos diferentes de los de los demás. Pero esto no nos hace sentir especiales ya que reconocemos que ser único y tener determinados talentos es algo que todos tenemos en común. Y no buscamos nuestra identidad en nuestro carácter especial sino en las características comunes. ¿Puedes decir «soy un hombre» o «soy una mujer» o «soy español»? Si puedes, y lo dices, te sorprenderá descubrir que la identidad de uno deriva de la herencia común.
Para mucha gente es una ayuda ver el problema claramente expresado de esta manera. La salud que hay en una persona luchará por el sentimiento y la sexualidad. Terapéuticamente el problema de la psicopatía tiene que ser tratado a dos niveles. A través del trabajo físico con el cuerpo se ayuda a la persona a entrar en contacto con sus sentimientos y su sexualidad. Esto requiere una concentración en la ansiedad sexual subyacente, en concreto el miedo a la castración. Por otro lado, el trabajo psicológico le ayuda a ver el engaño al que fue sometida y las quimeras a las que dio lugar.
Se sabe que el psicópata es un manipulador. Todas sus manipulaciones y maniobras están diseñadas para hacer que los demás lo reconozcan como especial. Todos los que manipulamos a los demás tenemos este fin en mente.
Y todos los que asumimos una imagen secreta de ser especiales somos manipuladores.
Hacer promesas que uno no puede cumplir es manipulación. Hoy en día el terreno de la política está lleno de esa gente. Pero el campo de la terapia también tiene su elemento psicópata. Métodos que prometen salvarte,
satisfacer tus expectativas, realizarte, etc., son manipulaciones diseñadas para hacer ver al promotor como alguien especial. Tiene las respuestas. Conoce el camino. Puede decirte o mostrarte cómo hacerlo. Y muchos se dejan engañar por esas promesas porque están perdidos y desesperados. Pero se dejan llevar también porque en el fondo de sus corazones se ven como seres especiales. No importa que a otros no les sucediera. Nos negamos a ver los fallos. Me ocurrirá a mí porque soy especial.
No sé si la bioenergética entra en esta categoría. Espero que no. Esta noche no os he prometido nada. Simplemente he intentado compartir con vosotros mi conocimiento de los problemas que tenemos en común.