LA ESENCIA DEL SER HUMANO
A menos que estemos tratando con la enfermedad mental, no es propio que una persona juzgue la normalidad de otra, ni que establezca ciertos criterios privados
para determinar lo que es normal. Ningún terapeuta puede saber lo que está sucediendo en el cuerpo y el cerebro de alguien. Hace algunas décadas, Abraham
Maslow trató de establecer criterios para definir lo normal. En lo alto de su lista colocó la autorrealización y las experiencias “pico”, cuya existencia es dudosa
pero es una posibilidad para la mente liberal de Maslow. De hecho, muchos de nosotros elevamos nuestros problemas personales, nuestros impulsos, valores y
déficits al nivel de principios, y los llamamos “normales”. Por ejemplo, los freudianos creen que la habilidad de diferir el placer es un signo de normalidad, pero muchos neuróticos suelen retrasar el placer porque suelen tenerle miedo y creen que si disfrutan mucho, algo malo les puede pasar. Algunas escuelas holísticas creen que es normal el “ve a buscarlo”, pero “ir por ello” puede ser una señal de espontaneidad o de impulsividad neurótica.
Lo que agrava más allá el problema de la normalidad, es que cada sistema terapéutico tiene sus propios criterios sobre lo normal. Para algunos es la
habilidad de analizar nuestros sueños; para otros, la facilidad de llegar a la toma de conciencia; para algunos más es el ajuste social: permanecer casados, mantenerse en un trabajo, estar en un lugar. Ésa es la dictadura de la terapia. Los terapeutas deciden lo que es normal para alguien más, aunque lo que deciden y
cómo lo deciden puede depender de sus propias desviaciones psicofisiológicas.
Yo he notado que los pensamientos y creencias de la gente siguen el camino de lo que esa gente es. Un terapeuta que no reconozca sus propios sentimientos, no va a plantear la capacidad de “sentir” como una condición para la normalidad.
Lo que es normal significa, entonces, que todos los sistemas están trabajando normalmente. Eso se parece a una lógica circular, pero el dolor impreso tiende a
dislocar el funcionamiento en cada nivel del organismo humano. Así, el sistema compensa cuerpo y mente en un esfuerzo para ser normal o establecer el
equilibrio. Esta compensación puede tomar la forma de una teoría elaborada acerca de lo normal y lo desviado.
Casi todo comportamiento neurótico es una tentativa de normalizar o “corregir” al sistema. Una persona puede tomar cinco tazas de café al día porque
sus huellas tempranas han producido una “baja en su sistema” con una baja energía y una tendencia a la depresión. El café ayuda, y eso nos parece normal.
Esa persona se siente mejor después de tomar mucho café, se siente “él mismo”.
Sólo comienza a descubrir la anormalidad de su práctica después de que ha sentido su prototipo temprano parasimpático.
Tomar cinco tazas de café no es normal, porque ningún sistema normal puede tolerar una estimulación artificial tan abundante. La estimulación artificial crónica —en la forma de cosas como el café, el whisky y los cigarros— no es anormal sólo porque alguien decide llamarle así. Es anormal porque un sistema total no permite tal abuso. Los bebedores de whisky deciden que la mariguana es anormal y hacen leyes contra ella: ¿que es normal, su vicio o el que ellos condenan? Los que toman LSD, ¡han visto la “luz”! y creen que el resto de nosotros somos unas pobres almas ignorantes. Sienten y creen que es muy normal sentir una conciencia cosmológica o que ellos están en contacto con vidas pasadas. Quienes han sentido su dolor nunca tienen esas nociones. Los que han hecho abreacción y permanecen desconectados sí lo hacen.