El desarrollo de la informática convencional no puede sino ser un reflejo de nosotros mismos. Como todo lo demás, ideamos sistemas a partir de aquello que nace de, y desde nuestro complejo estructural de información más básico y elemental. La información codificada en el campo informático, encuentra un nuevo medio de expresión “al margen“, formando un campo específico partiendo de los mismos principios por los que, de alguna manera, se rige nuestro organigrama conceptual: En informática, solo hay “ceros y unos”, combinaciones de dos elementos básicos que forman a su vez sistemas más y más complejos. Tenemos un “software” que delimita nuestras capacidades cognitivas y determina al procesador; así, una persona religiosa procesará su percepción en atención a los códigos implícitos relativos a determinado “programa-religión”, sea este el software católico, protestante, musulmán, budista o judío. Un economista, un abogado o un bailarín, tendrán un procesador adaptado a sus diferentes requerimientos, necesidades y demandas; Un comunista radical, estará formateado con datos específicos del “programa comunismo”, y un monárquico estará regido por los patrones propios de su lenguaje programático. Un potente programa biológico subyace, priorizando su cualidad por encima de todos los demás, de modo que el programa “macho” o “hembra”, también serán determinantes. En definitiva y aprovechando esta curiosa analogía, que deviene de la comparación entre la informática y cómo estamos funcionando nosotros, podemos reconocernos en más de un modo como auténticos ordenadores biológicos; que se colapsan y se reinician; que cuentan también con el compuesto “obsolescencia programada”(envejecimiento y muerte), y que se rigen por los impulsos propios de una programación genérica, que determina muchos de los factores a través de los cuales, lo que entendemos por “vida”, se manifiesta y representa a través del “mundo físico”,o situación dimensional de la expresión de la conciencia en la que nos encontramos. Partiendo de una esencia común, vivimos posibles asumibles como reales, a través de programas de especulación donde podemos inter-actuar, a la vez que gozar de la ilusión “super-sugestiva” del gran “programa materia”, en nuestro caso particular. Si somos un programa o una suma de programas, y hasta ahora hemos funcionado como tal, para entendernos, será necesario conocer cómo funciona nuestra programación: