Lejos de significar la gran ventaja que nos inundará de percepciones y grandes sensaciones, constituirán también las “cinco puertas” que nos cierran el acceso al verdadero mundo real, (el mundo cuántico o mundo espiritual), en el que los sentidos pueden ser infinitamente ilimitados, sin barreras que traducir ni superar. De manera que los ojos nos sirven más para “no ver”, que para ver, y el tacto más para “no sentir”, que para sentir… Esto no quiere decir que no nos sirvan para “creer ver” lo que limitadamente, (mente–limitada), acostumbramos a ver ahora, sino que su función principal será más bien restringir o acotar; reducir nuestros parámetros o vehículos de percepción y aprendizaje a un sistema básico en el que centrarnos para poder desarrollarnos. (Comparable esto con el entorno de una guardería, todo cubos elementales y formas básicas). Resulta curioso comprobar el éxito de la inducción mental que nos llevó a creer, en un ilusorio paradigma hipnótico, (la matrix), que este reducido grupo de sentidos era todo cuanto nos conectaba con el mundo conocido; mientras el mayor de los sentidos, el más importante y significativo, el que le da sentido y valor a todos los demás y el que, además, será el que vaya determinando el propio escenario en el que estos se desenvuelven, resultase omitido y “desaparecido” del panorama mental global durante milenios. Este sentido corresponde, nada más y nada menos, a lo que podríamos denominar: “Reino de las Emociones”.
Por más que nos empeñemos en esquivar la unicidad, hagamos lo que hagamos,es lo único que siempre prevalece.
Proyector, proyección y proyectado, forman parte de una fusión donde la emoción, domina la situación al completo.
Sirviendo como parábola el ejemplo expuesto a continuación, dispongámonos, por un momento, a encarnar ese “ser uno” en cualquiera de sus posibles orígenes; ese que habita “sólo en el fondo del universo”: Una mañana cualquiera al despertar, nos debatimos entre la idea de quedarnos cómodamente disfrutando de la relajación de ese momento en nuestra cama, o la posibilidad de darnos un buen baño en la cercana playa. Optamos entonces por quedarnos en la cama, mientras nos proyectamos, mentalmente hacia la playa. Viviendo la situación como si se estuviese produciendo. Sintiendo el proceso en nuestra vivida imaginación de cada pisada, del aire cálido de la mañana y del incipiente olor a mar que inunda nuestros sentidos… (Recordemos el principio de emocionalidad donde, en el fondo, no podemos diferenciar entre la creación de lo vivido o la sensación de lo imaginado). Mientras caminamos hacia la playa, en ese ritual imaginario, –pues recordemos que al tiempo estamos cómodamente semi-durmientes en la cama–, se nos ocurre ir a comer unos frutos de los árboles cercanos, y mientras seguimos virtualmente camino de la playa, imaginamos que nos dirigimos al frutal, pero a mitad del recorrido, decidimos proyectarnos hacia la idea de caminar a través de la montaña, y de camino a la montaña nuevamente nos proyectamos hacia el valle, y así, sucesivamente hasta que, el décimo personaje, pierde la noción de que, en realidad, somos aquel que todavía permanece tumbado imaginando en una cama. Nada fue real, todo se vivió como una creación de una experiencia imaginaria, aunque estos personajes vivirán su práctica de forma tan independiente como certera, y generarán todo tipo de circunstancias paralelas, multiplicando esto por cien, resultará imposible que el personaje número 100 reconozca al 27, y mucho menos al segundo, (aquel que fue a darse un buen baño en la cercana playa…) Todos son el mismo ser, que aún permanece tumbado en esa cama. (De nuevo tú). Supongamos, que estos personajes creados por nuestra mente imaginaria (todo lo imaginado, –ya es–), viven su experiencia exponencial en realidades paralelas, pudiéndose encontrarse, pasado el tiempo, los unos con los otros sin llegar a reconocerse. Multipliquemos ahora esta posibilidad por 7.000 millones de variables, sumando todas las generaciones de todas las especies pasadas y futuras, más el resto de las especies que habitan el universo al completo, y obtendremos idéntico resultado : El Ser Uno.
Si solo tú creas la realidad y los demás son creación tuya, también son tu “Yo desdoblado e independiente” en otra dimensión existencial paralela. Por lo tanto, si son “ellos” Tú, de nuevo, y ellos también crean la realidad, mientras continúan siendo tú, todo el tiempo…