La Culpa
Casi obligado comenzar con este factor mencionando el dicho de “con la iglesia hemos topado”, ya que si bien la procedencia de culpabilizar o sentirse culpable, (que ya sabemos que para el inconsciente será lo mismo), se encuentra en los albores de nuestros principios como seres desconectados (de la fuente original), ha sido a través de la iglesia católica, en concreto, desde donde se ha enfatizado, programado y propagado su nefasta y malversa codificación.
Recordemos aquel rezo, establecido en forma de letanía en las tradicionales misas (por fin omitido recientemente por la iglesia), que repetía, por tres veces, el acto de inculparse de todos los pecados, con el supuesto fin de “ser expiados a través del espíritu”, que si bien contenía una intención de “toma de conciencia” a través del – “yo confieso” o “yo pecador”–, se trampeaba una y otra vez el verdadero ejercicio
de conciencia, extrapolando el supuesto acto de identificación consciente (confesión de los pecados o acto penitencial ante dios), derivando su enmienda a los “Santos”, que pedirían por la “salvación” del alma pecaminosa.
La culpa y el pecado, vuelven a representar una dualidad de fondo unitario, pues una cosa no puede funcionar sin la otra:
Si siento culpa es porque, de alguna u otra manera, lo sepa o no, he pecado.
Llámesele “pecado”, hoy, a cualquier situación emocional cuya inestable manifestación nos lleve a un “cargo en la conciencia”; a una carga, consciente o inconsciente, que aparece por hacer o no hacer aquello que se espera de nosotros, o aquello con lo que “nos cargamos” como tal, debido a cualquier tipo de conflicto vivido desde la ilusión de la separación.
Atentos a la contundencia de las palabras: “mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa” (por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa, mientras la persona que lo dice golpea su pecho tres veces, como un gesto de dolor y penitencia ante el pecado). Este gesto del arrepentimiento se puede encontrar también en Las Escrituras –véase el Jer. 31:19: “siempre que me redimo… golpeo mi pecho”.
Nadie nos lo dijo, pero nos encontramos ante uno de los “venenos” más potentes jamás ideados para destrozar y desorientar a la conciencia humana.
Independientemente del trasfondo exacerbado y reconducido de la procedencia de este “estigma”, tengamos en cuenta que un ritual, donde nos golpeamos el pecho a la vez que pronunciamos determinado “mantra”, genera una energía “casi sólida” en nuestro campo vibracional, y es emitida a la vez, con igual intensidad al campo mórfico al completo.
Ya que estamos, podemos cambiar el ejercicio golpeándonos el pecho por igual y repitiendo las palabras:
“Por mi inconsciencia, por mi inconsciencia, por mi total inconsciencia….”
O bien, “Por mi elección, por mi elección, por mí sagrada elección…”
Ahora si, comenzaremos a tener verdaderas opciones de cambiar este potencial.
Desde los “inicios” de nuestra desconexión, (hablando en términos de tiempo lineal), hicimos cosas que atentaban contra nuestra evolución y contra nosotros mismos; el inconsciente nos daba señales de que algo no iba bien, y al ver el resultado de nuestros actos, (muchas veces evidenciados por todo tipo de circunstancias muy disonantes), la mente captora de información entraba en un conflicto de tipo “irresoluble”:
“He obrado mal, he causado un daño y no puedo desandar el camino para remediarlo”. El individuo desconectado del ser, perdido y en estado de abandono, encontró en las religiones una forma precisa donde poder “volcar” su energía tóxica acumulada.
Allí, reconocía sus pecados ante un “ente externo”, del cual dependería a partir de entonces para la sanación de su alma, mientras los “agentes de ese diostodopoderoso”, gestionarían sus dolencias espirituales hasta el último momento.
Es decir, peco, confieso mis pecados, me son perdonados, y ya estoy preparado para seguir pecando porque siempre seré perdonado, haga lo que haga, y haga lo que haga pecaré, porque haga lo que haga será pecado.
Ya tenemos la rueda alimentaria en marcha. La factoría inagotable, fuente de energía de la sombra, que también hoy, domina al mundo desde ese inconsciente al cual todos estamos conectados.
Cuando hablamos de este tipo de programas, hemos de tener en cuenta que nos referimos, también, a lo que desde el esoterismo se llamo “egrégores”; por lo que hablamos de “entes vivos” conscientes de sí mismos; habitantes energéticos de nuestro mundo inconsciente y, por lo tanto, capaces de “colarse” a la primera de cambio en cualquier “receptáculo de conciencia independiente” o “persona”, según se encuentre la vibración que “abre la puerta” a través de la glándula pineal al compuesto en sí. En este caso llámese “Culpa”, aunque bien podemos hablar igualmente de “Pecado”.
La culpa, funciona entonces como un resorte del inconsciente que invade, en mayor o menor medida, nuestro espectro de conciencia haciendo vibrar nuestro “huevo áurico”, con esa precisa información psíquica o codificación cuantificada.
Conocer esto nos ayudará a identificar este factor desde una perspectiva nueva, ya que poco o nada hemos oído sobre la forma en la que actúa y cómo se transfiere la información en un campo de energía codificada.
Desde los umbrales donde fluctúan las “ondas” en estado gravitacional, vamos conectando, a modo de dial, en bandas de frecuencias con aquellas frecuencias codificadas que, por resonancia vibracional, se “cuelan en nuestro espectro”, ahí donde se puede manifestar y realimentar esa energía emocional de su misma característica.
La culpa, es un programa arcaico y potente, –recordemos que procede de las Escrituras–, y si lo identificamos como tal, nos resultará más fácil localizarlo y ponerlo “en cuarentena”.
A ver qué tal nos va algo más disociados de su presencia…
Es un programa implantado, ilusorio y sin utilidad para la evolución del alma, ya que sentirse culpable ni soluciona, ni nos prepara, ni nos aporta nada que no sea su propia cualidad esencial codificada;
Es un egrégor en toda regla que actúa a modo de implante y así se sirve para “succionar” nuestra energía emocional, con el fin, tanto de “manifestarse” como de, a través de su expresión, alimentarse y sobrevivir.
Una vez más y teniendo en cuenta que “todo está dentro de nuestra conciencia”, individual y por lo tanto colectiva, veremos que cada programa o egrégor tiene “vida propia”, ya que de conciencia está confeccionado y conciencia por lo tanto, “Es”. Sentirse culpable uno mismo o hacer culpables a otros, forma parte de la misma moneda estacionaria y bi-polarizada; No se puede culpar a otros sin sentirse uno
culpable, ni se puede uno sentir culpable sin hacer culpables a los demás; Este “programa estigma” es “uno”, y se manifiesta polarizado como todos los demás.
Este “programa/egregor” , engloba un tipo de recurso que podemos catalogar como “infra-humano”, y tiene una función precisa, completamente al margen de las posibilidades de nuestra evolución:
Sirve para inmovilizar, castrar, paralizar, detener, bloquear, agarrotar, anquilosar, fijar o estancar, cualquier posibilidad de verdadera redención, que por otro lado estará situada justo en el polo opuesto de todo lo mencionado.
Repasemos el mismo tipo de dinámica vista con anterioridad aplicada a los puntos citados:
– Si te culpabilizaron te marcaron con este “gen”, y lo más normal es que tiendas a hacer lo propio inconscientemente con los demás.
– Cuando te sientes culpable solo es porque estás vibrando, también inconscientemente, en la frecuencia malsana de hacer culpables a los demás.
– La Culpa, ha sido y continúa siendo una creación artificial, sin relación con ningún tipo de ley universal, ni física, ni biológica, ni primordial, ni nada que se le parezca.
La culpa es una programación meramente social y cultural, y se ha ido desarrollando, alimentando y manifestando a través de los clanes familiares y proyectándose de padres a hijos.
Cada vez que pronuncias esta palabra, para tu propia causa o para otras, se está expresando el programa-egrégor al completo.
No eres tú quien utiliza la palabra, es la palabra la que te utiliza a ti, pues si alguna palabra conserva el poder de crear su propia realidad, es esta.
Para desactivar semejante compuesto, tendremos que omitir y dar por cancelados los “servicios especiales” prestados por este término con todo lo que contiene, y en una pirueta de este destino que estamos interceptando ahora, podemos dejarla de utilizar, por siempre jamás, canjeándola por “Causa”.
Dejamos de usar la culpa para incorporar la Causa, pues cada causa tiene un efecto, y es ahí donde podemos implementar todo tipo de cambios, reparaciones, recuperaciones y enmiendas:
A través del uso de la causa
Siempre somos Causa y en ningún caso culpa, porque culpabilizarnos es un acto programado que responde a un programa ficticio que solo nos mantiene inmovilizados, “dentro de ese mundo de ficción”, y hacernos causantes sin embargo nos responsabiliza, y por lo tanto nos permite movernos en cualquier dirección.
Si soy “culpable”, me ha caído una sentencia que “no me corresponde”, porque es un cargo ajeno a mí y a mi naturaleza. La culpa, me encierra con los barrotes invisibles de su cárcel-prisión, impidiendo que pueda hacer nada por mi mismo ni contra eso.
Al ser un programa implantado que actúa en mi inconsciente, me invalida y me somete al yugo impuesto de su peso ancestral, con denominación de origen y sentido propio; La culpa nunca fue mía ni es de nadie, por lo tanto nadie puede hacer nada para negociar con eso.
Si soy “causante”, ya puedo comenzar a adentrarme en un “nuevo universo” y tengo todas las posibilidades a mi alcance, pues soy yo y solo yo quien, a través de responsabilizarme de mis actos, puedo hacerles frente asumiéndolos como propios; siendo causa soy efecto y siempre será así, por lo tanto cambiando la causa modifico el efecto, y cambiando las otras causas modifico los otros efectos, y así sucesivamente.
Siempre fui causa y hasta la fecha no responsable, porque era totalmente inconsciente de mi mismo, (porque el implante de la culpa dominaba mi psique), y por lo tanto he sido “inocente de todos mis actos”. Ahora, me hago consciente para atender mis asuntos “Reales” y poder así modificar mi realidad; ergo la realidad en su totalidad. (¡Ya que ahora toda realidad es mía!).
Volvemos a la clave citada con anterioridad: “Si quieres cambiar el efecto, conviértete en la causa”.
Aunque creas que la causa no es tuya. Aunque no puedas reconocer, ni de lejos, una relación entre lo que te ocurre y tú, la causa es tuya, seguro, porque todo cuanto te ocurra a partir de ahora tuyo es.
Antes no fue así. Antes podía ser culpa de la culpa, de la fatalidad o del destino, y mientras fuimos culpables no supimos que hacer con eso, porque en realidad, “no era nuestro”.
Cuando alguien te lastima o lastimas a otro, es algo que te está ocurriendo a ti y solo a ti. Es “tu ocurrencia”, y no la de ningún otro.
Es la creación inconsciente de una determinada situación; tuya y solo tuya: Ni es culpa tuya ni culpa del otro, es causa tuya, porque de ti nace, aunque no lo puedas reconocer, y hasta ahora no lo has podido reconocer porque ha sido algo desconocido para ti, ya que esta información fue vetada con antelación para tu inteligencia emocional.
¿Cómo puedes hacer algo “tuyo” si no lo reconoces?
–Sabiendo que lo es–.
Es por eso la frase de que “el conocimiento te libera”, que bien podríamos permutar por “la información consciente te dota de la capacidad de elegir”, y aún más allá, “la información consciente te hace dueño de la realidad”.
Ejemplo:
Una profesora de educación primaria es muy recta en su trabajo. Aboga permanentemente por el respeto y la educación entre compañeros. Es amable y educada con los otros profesores y no entiende que, uno de ellos, un profesor compañero de trabajo le grite y la menosprecie delante de los demás.
Vive esa situación aterrada, completamente frustrada por no saber qué hacer, y no entiende absolutamente nada:
¿Cómo es posible que siendo ella, como profesora, la primera convencida en mantener las premisas de colaboración, educación y respeto en las reuniones y en el trato general entre compañeros, cuando menos lo espera le aparezca “ese energúmeno” que le grita y la trata de la peor de las maneras?
En el trabajo no, pero en su casa actúa con sus hijos de forma equivalente.
Es inconsciente, solo tiene las mejores intenciones; es profesora y sus hijos estudian en el mismo colegio donde ella trabaja dando clases. Les exige el máximo con los estudios y se descompone cuando de deberes se trata. Les grita constantemente y, sin saberlo, les falta al respeto y al amor que siente por ellos cada día, cada vez que por las tardes hace con ellos los deberes del cole.
Es precisamente en el colegio donde el inconsciente se expresa y encuentra el espejo perfecto que le hace descubrir, (en consulta), la sensación de fondo que arrastran sus hijos con la situación: Su sentimiento de “falta de respeto” para con ellos.
Es en el colegio donde alguien le grita y le exhorta por igual, de forma equivalente, sin ella tener la más mínima posibilidad de descubrir que todo es suyo, que es ella quien hace lo mismo, cada día, fuera del cole pero relacionado con el cole.
(El inconsciente siempre busca una forma metafórica de expresarlo todo.
Recordemos que es como el agua y busca el camino más fácil).
Esta profesora de primaria toma conciencia de la situación; se vuelve causa e interviene ahí, en ese enclave fundamental.
Comienza a sentirse liberada con las expectativas y las notas del cole con respecto a sus hijos; deja de exigirles aceptando incluso que puedan sacar notas menores, y les trata con cariño de la noche a la mañana. Este proceso, que puede durar 10 minutos o un mes, en su caso es rápido, lo ve todo a la primera.
Durante el transcurso de esa misma semana el profesor compañero que le gritaba es trasladado de improvisto a otro colegio.
No había que hacer nada con el profesor gritón: Se intervino la causa y el efecto
“mágicamente” desapareció.
Es normal que una chica, doblando a su abuelo, viaje a los 18 años a España procedente de un país sudamericano. Es normal que, fortuitamente, arribe en Cádiz y viva allí una temporada.
Todo normal hasta que un buen día, (en consulta), se da cuenta de que su abuelo emigró desde España viviendo toda su vida “casualmente en Cádiz”, lugar por cierto desde donde partió este hombre hacia Sudamérica.
Ella nada decidió con respecto a ese viaje, todo fue “fortuito”, pero el inconsciente le llevó al sitió que añoró su abuelo durante toda su vida. Esa pulsión, lleva a la nieta a Cádiz, sin tener la más mínima conciencia de la verdadera razón de su viaje.
Lógicamente, vendrá justificado de muchas formas, todas etiquetas para el consciente porque, de haberlo sabido, es muy posible que hubiese incurrido en un cambio de trayectoria. (O no).
Una abuela cualquiera canta, durante toda su vida y cuando nadie la escucha, consciente de hacerlo muy bien, aunque no se atrevería jamás a hacerlo en público.
– La nieta se dedica a la farándula como cantante profesional.
El abuelito X, pinta buenos cuadros en sus ratos libres, mientras trabaja toda su vida en la función pública.
Por miedo a la inestabilidad económica que supondría dedicarse a la pintura como profesional, relega su creatividad a los ratos libres, pintando de vez en cuando como aficionado, mientras escucha de otros la pérdida que supone para el mundo del arte su falta de implicación con la pintura.
Ya saben a qué se dedicará alguno de sus nietos.
Imagínense ahora qué tal le irá con las ganancias en su carrera profesional como pintor. (Vivirá toda la inestabilidad y precariedad económica que su abuelo temió y argumentó para no-dedicarse a la pintura).
– Los informáticos quieren reprogramar la cabeza de algún abuelo conflictivo, los ingenieros al clan al completo.
– Las costureras reparan la separación y las vendedoras de ropa quieren “vestir al clan”.
– Los médicos reparar la enfermedad y la falta de atención facultativa de sus ancestros.
– Los empresarios corrigen a los ancestros asalariados o repiten con la empresa.
– Los fontaneros reparan la fuga emocional y reconducen los circuitos para encauzar las emociones desbordadas.
– Los músicos expresan la contención y los silencios.
– Todas las profesiones relacionadas con las ciencias reparan la falta de nivel intelectual que acomplejaron a los ancestros.
– Todas las profesiones relacionadas con la docencia reparan la ausencia de nivel cultural “formativo”.
– Los emprendedores reparan a los pasivos y al contrario.
– Psicólogos y terapeutas quieren destapar los conflictos escondidos o acumulados de su vida y de su familia.
– Los cristaleros quieren preservar que entre la luz en la oscuridad del clan.
– Los cerrajeros velan por los robos acontecidos en el transgeneracional o abren las “estancias cerradas”.
– Los bomberos apagan los incendios que supusieron pérdidas para la familia o bien controlan el “fuego metafórico” que consumió parte de su clan.
Según Sellám sobre yacientes:
– Las bailarinas mueven al “muerto” que las ocupa.
– Los aviadores lo quieren “llevar al cielo”.
– Los actores se encuentran vivos cuando hacen algún “personaje”, porque en su vida normal prácticamente “no-existen”. (súper-yaciente).
(Los funerarios no hace falta comentar).
– Anestesistas quieren resucitar a los muertos (para eso antes hay que dormir a los vivos).
– Fisioterapeutas, intentan desbloquear la inmovilidad del cuerpo inerte.
Nunca existieron las “vocaciones”, sino los encargos de reparación.
¿Qué alma liberada en su “sano juicio”, dedicaría 10 horas cada día de su vida a tal o cual específica dedicación?
¿No hay otras?
Quizá en casos donde se disfrute la situación, (en un mundo donde las alternativas de cambio profesional son limitadas), disfrutar del trabajo o la profesión sea un gran logro!
Tener una profesión u ocupación específica y no otra, nos ha parecido “lo normal” por ser la norma; porque la sugestión procedente de un dislocado “pilar programático social”, nos ha hecho creer, firmemente, en aquello tan reverenciado de “la vocación”. Así, cada cual se ha esforzado en encontrar su vocación, aquella actividad que “le realice”, incluso “como persona”: Aquella profesión, arte o especialidad, que sin embargo le convertirá a menudo en un ser meramente reparador: Quizá un personaje programado, reducido su espectro de posibilidades a una dedicación limitante o limitada al programa específico que “tiene que realizar”, y que le evitará, por otra parte, especular con todas aquellas otras actividades alternativas, creativas o geniales, que de muchas formas también le serían propias.
Así, con esto de la vocación, se han conseguido desactivar las posibilidades que nos acercarían, de muchas formas, a una realidad muy diferente de lo acostumbrado.
Como era de esperar, gran parte de este compuesto social, ha sido propiciatorio para generar ingentes cantidades de toxicidad emocional y sufrimiento, tan encubierto como lastrante en términos generales, y ha abocado a “penar”, en muchos casos, a una parte muy significativa de la masa social durante generaciones.
Los hospitales, están llenos de historias que, de forma indirecta, están relacionadas con esta parte desintegrada de nuestras vidas.
No hablemos de la jubilación, que produce el mayor número de casos de cáncer de toda la población; en especial de próstata, pues los hombres se sienten inservibles, sin un metafórico territorio activo que marcar, llevándose este cáncer, por ejemplo, la palma de las cifras recogidas por el SEOM (Sociedad Española de Oncología Médica), y doblando a los casos de cáncer en la mujer, no solo de mamá, sino
sumando todos los cánceres de todos los tipo en la mujer: La próstata gana por goleada.
Casi salta a la vista que nuestro sistema de vida está confeccionado de forma que sea “la enfermedad”, un requisito imprescindible que acuda a solucionar los estados en los que, por desconocimiento y programación, nos sumimos y representamos como robots legislados; sufriendo los efectos sin conocer las causas y, lo que es peor, investidos de los programas vivos que son la causa a la vez.
“Cuando consigues hacer de tu tiempo ocio, y ya no diferencias entre esa dualidad –trabajo-ocio/ocio-trabajo–, todo el tiempo estás implicado en tus actos, estés donde estés y haciendo lo que hagas, todo puede ser ocio; todo puede ser implicación consciente en el Ahora.
Entonces, no habrá nada de qué jubilarse, porque no habrá “trabajo” sino dedicación.
¡El mundo necesita de nuestra implicación hasta el último momento!
(Notas).
La Sombra y su manifestación a través del Espejo en el Clan
No puede haber nada fuera que no refleje el interior, ni nada dentro que no tenga un reflejo externo.
Todo lo que acontece proviene “de atrás”; luego aquello a lo que llamamos pasado se torna forzosamente en nuestro futuro.
A no ser que decidamos salir del bucle milenario donde nos encontramos.
(Notas).
La sombra actúa como entidad independiente cohabitando en cada uno de nosotros.
Una gran parte de lo que somos, está conformado por este “Gran Ente”, formado a su vez por diferentes “entes”, que nos dirigen desde una zona de percepción desintegrada, llevando el control de un elevado porcentaje de lo que opera en el escenario que, día tras día, se expresa, representa y manifiesta a través de nuestros sentidos en forma de olores, sonidos, sabores, contactos y visiones; representaciones de una línea temporal confeccionada de relaciones y acontecimientos; “pasados, presentes y futuros”, que desfilan ante nosotros con toda la carga de su impronta enquistada, de su ignorado propósito e incontenible fuerza de expresión.
Visto desde la perspectiva de nuestra línea temporal, el pasado es algo que está “antes de”.
En este caso, “antes de”, nuestro “supuesto presente”.
Si está antes en el tiempo, solo puede ser porque “todavía no ha sucedido”, por lo tanto lo que llamamos “pasado”, solo es algo que aún tiene que suceder.
Repetimos: Si está “antes de”, es solo porque es algo que aún tiene que suceder.
¿Cómo?… Pero si lo que está antes lo está porque “ya ha sucedido”.
¿No?
O al menos, eso es lo que hasta ahora nos habían contado…
Resulta sorprendente comprobar cómo la mente nos engaña, pero la matemática del lenguaje nos muestra la realidad:
Estando en una cola de espera, si digo, “estoy antes de ti”, o “antes que tú”, estoy diciendo que “aún no he llegado”.
Si digo “Ayer”, me estoy refiriendo a “antes de hoy”, y por lo tanto estoy hablando de algo que… ¿”todavía no ha sucedido”
Si digo que “estoy antes que tú”, te estoy diciendo que “a mí me toca primero”.
Si digo que ayer es “antes que hoy”, estoy diciendo que “al ayer” le toca primero, lógicamente porque está “antes que hoy”, y por lo tanto “ayer”, llegará antes que hoy. De donde se deduce que, ayer, ¡todavía no ha sucedido!
Podríamos intervenir diciendo que ayer “ya pasó”, ¡Pero es incierto!
Será por eso que, cuando hablamos de avanzar, solo nos referimos a revisar nuestro pasado, de modo que lo podemos decir también así:
“Nuestro verdadero avance está hacia el pasado”, porque es lo que está por venir.
“Lo que nos queda por andar…”
Y… ¿Qué es el futuro entonces?
Aquello que está “después de”… ¿Qué cosa?
El futuro entonces se convierte en la línea ilusoria de los momentos de encuentro con “ese pasado”, que vamos generando de manera alternativa. Cambian los personajes, el escenario, el mes o el año, pero seguimos posicionados en un viaje por el momento retrospectivo, generando la realidad, en bucle, en un encuentro “siempre retrospectivo”, con cada movimiento nuestro.
Vivimos el tiempo al revés, puesto que vamos directos hacia un encuentro con “ese pasado”, hacia atrás, que es, en cualquier caso, nuestra irremediable y por lo tanto verdadera dirección.
Ese encuentro a menudo nos repele y huimos. Creamos así “futuros alternativos” que crean y recrean los escenarios que, a su vez, representan entonces nuestra huida. (“Nuestro futuro”).
De hecho, cada vez que estamos desplazados en otro lugar, hablamos de volver… de ¡regresar!
Un tiempo alternativo, es un espacio virtual inexistente donde al final, nos encontraremos con nuestro pasado hagamos lo que hagamos.
“No importa lo lejos que vayas ni el tiempo que tardes en volver…
–Hagas lo que hagas te acabarás encontrando–”z
(Notas).
Podemos “avanzar” en un permanente encuentro en forma de ausencia propia o “sombra desplegada desde el inconsciente” (nuestro pasado), o bien podemos optar por enfocar nuestra conciencia a modo de estado presencial.
En esta situación, el futuro queda anulado y deja de existir, convirtiéndose entonces nuestra existencia en eterna, (¡que es como realmente es!).
Sólo tenemos un momento para estar, y es este.
Este momento, es el mismo momento en que aprendiste a montar en bicicleta o te diste el primer baño en la playa.
Este instante que estás usando para leer estas líneas, es el mismo instante en el que diste tu primer beso; todas las posibilidades de tu pasado y de tu futuro están aquí y ahora, flotando en el éter, a tu alrededor, al alcance de tu propia mano mental, y siempre mental, pues lo que crees que es “tu mano”, es tan solo una parte del holograma que te representa.
¿Es posible que nos sugestionásemos con el “programa tiempo” hasta el punto de hacernos creer que viajamos hacia algo llamado “futuro”, partiendo de tu inexistente pasado donde está todo por hacer, hacia algún lugar de la mente que no-sea este?
Los relojes hacen tic-tac en un sentido único y creemos que es “hacia adelante” pero…
¿Y si lo que creímos era hacia adelante es realmente hacia atrás?
¿Es posible que “nos hayamos condicionado” para alejarnos, cada vez más, de la misión de cada cual, de forma que nos hallemos perdidos en un mundo cada vez más extraño y alternativo?
¿Más alejado de la realidad?
La vida es una ilusión en si misma pero nos alejamos de la ilusión de vivir, para adentrarnos en la dureza existencial de una propuesta física y mortal, aislada del
Centro Superior mismo y nuestro, que a su vez está representado por el Universo, y este Centro Superior representa al universo en sí mismo y al completo.
Concluyendo:
“Nuestro futuro no es nuestro futuro, es nuestro pasado en una versión trampeada por nosotros para maquillar la realidad”.
“Solo avanzando hacia el encuentro con lo que llamamos <pasado> podremos salir del atolladero donde estamos, porque ahí se encuentra la verdadera misión de cada uno de nosotros, y por lo tanto la única misión de todo Ser Humano”.
La sombra del árbol está relacionada con la sombra del mundo, y contiene la historia del mundo a su vez, pues no existe árbol genealógico desvinculado del campo
cuántico al cual todos estamos conectados.
Esta sombra, es la que ha estado obligando las circunstancias vitales de cada uno de los miembros del clan, y se ha mostrado implacable marcando pautas, modelos y sistemas de confrontación.
Organizando vidas y reestructurándose una y otra vez, con la función de mantener la biología en un estado aceptable de conservación.
Es por eso la insistencia del inconsciente en la repetición; la correlativa confrontación de aquellas situaciones en conflicto, cambiando los personajes una y otra vez, abriéndose camino por donde puede, proponiendo nuevas opciones de resolución…
Una y otra vez, lo único que puede hacer esa parte del inconsciente donde se encuentra nuestro “Centro Superior Sano”, (que no tiene ni idea de lo que es “la toxicidad”), es expresar por repetición aquello que le sobra, lo que está de más, lo que se encuentra fuera de los registros de su Ley, impoluta, precisa, sagrada y eterna.
Quizás sea esa fuerza la que mueve el universo.
Quizás de esa fricción, de esos chispazos entre los polos, surja la energía activa que la vida necesita para manifestarse en cualquiera de sus formas Quizás todo sea una rueda cíclica, infinita e inabarcable, y ahora nos toque mudar de posición para cambiar el paso: Para aliviar el exceso de equipaje en un encuentro con la levedad de la materia; en un abrazo con la pérdida de gravedad y la disolución del tiempo a través de la integración de todos los tiempos.
Y si, es cierto que cada uno elije su experiencia, como también es verdad que nos podemos pasar la vida entera “dándonos contra las paredes”.
Lo expuesto en esta metodología está dirigido a aquellos que están por la labor de “salir de sus rutinas de experiencia”, porque ya han comprendido que, en el mejor de los casos, sus rutinas representan un proceso lento y sufriente.
La sombra se reproduce sobre todo creando espejos entre padres, hijos y hermanos, porque son los que están coincidiendo en el mismo tránsito generacional. Un nieto, difícilmente encontrará un espejo conflictual en su abuelo, porque es precisamente a quién repara. Cuando el inconsciente del clan detecta que un abuelo ya no va a hacer nada por solucionar su situación, comienzan a traspasarse, cuánticamente hablando, los códigos de información que “el inconsciente ya conoce como pendientes” en el niño de 14, 16 o 40 años…
Teniendo en cuenta que el niño repara al abuelo, el padre que queda posicionado entre ambas generaciones, (nieto y abuelo), se irá encontrando, a lo largo de su trayectoria como padre, con la impronta necesaria para equilibrar sus desavenencias
inconscientes con su propio padre a través de su hijo: Si su hijo repara al padre de su padre, esto resultará del todo inevitable.
Los espejos más fuertes, ya que los hermanos reparan al mismo tiempo a los abuelos y a los bisabuelos, se encontrarán en estas dos generaciones, padres e hijos, relacionados entre sí por resonancia mórfica del campo al cual todos están vinculados.
Todo lo que ven de tóxico o de inapropiado los hijos y las hijas en las madres o en los padres y al contrario, está en ellos como la repetición compartida de los residuos a equilibrar.
La norma, hasta ahora, ha sido la reparación de cualquier situación desde el inconsciente, con lo que cada trifulca, enmienda o encomienda se ha vivido con toda la intensidad de ese papel asignado y, por lo tanto, con toda la carga de su contenido;
Toda conquista fue reparada en grandes periodos de penosos sufrimientos, desavenencias manifiestas, cambios de territorio, relaciones forzosas, rechazos de todos los tipos y un extensísimo etc.
La integración consciente de esta información, supondrá comprender nuestra implicación más allá del personaje, y activará la actualización de la misma moviéndose desde nuestra intención no-consciente o inconsciente hacia la intención consciente, de manera que podremos operar creando puentes y atajos fundamentales en la reparación transgeneracional, sabiendo que somos pieza obligada y partícipes
activos de esa necesidad “no-satisfecha de reparación”.
Muchos han llegado a pensar que poco o nada les importa lo que hicieron o dejaron de hacer sus abuelos o bisabuelos, y en un nuevo intento de huida hacia adelante, se han enfocado hacia métodos de “sanación espontánea” de tipo energético, búdico, álmico, meditativo y
cosas por el estilo, aduciendo que “lo importante es que ellos estén bien pretendiendo liberarse así de la “carga transgeneracional”, por considerarla accesoria y sin fundamento:
Nada más lejos de la realidad; Si bien es cierto que a través de tomas de conciencia y rectificaciones, consigues equilibrar o enmendar determinado compuesto, también queda restablecida esa parte del árbol que tuvo que ver con algún ancestro, (pues es justo lo que se precisa), aunque el resto de la información inconsciente quedará intacta y “tu contrato” (pues todos firmamos un contrato virtual para encomendarnos con esa misión), continuará en vigor sin ser atendido, con todas sus consecuencias sin tocar
¿Qué sentido tiene entonces tu nacimiento en ese preciso clan y no en otro?
¿Acaso naciste en un mundo puro e inmaculado de clanes sin toxicidad?
Esa “sombra” ya no es la del abuelo o del bisabuelo, es la nuestra por herencia adquirida y, lo sepamos o no, esa adquisición, con su obligada “tarea de transmutación”, representa el primer gran sentido de nuestra existencia en nuestro paso por el mundo.
Esa sombra tiene que ver con el abuelo o el bisabuelo tanto como con nosotros, porque ahora somos nosotros esa parte del abuelo o el bisabuelo.
El interés por la vida de nuestros antepasados reside en la posibilidad de escudriñar las claves que están dirigiendo nuestra vida.
Mucho se habla de descubrir la misión que tiene cada uno en esta vida y se dice que, hasta que no encuentres tu verdadera misión, no tendrás un verdadero propósito en la vida.
Nos enfocamos generalmente en el exterior pensando que nuestra misión está relacionada con algún logro externo, o con tal o cual dedicación o empleo.
Volvemos así a caer en la trampa de la huida y la separación, pues trasladamos la “idea de la misión” hacia una quimera intervenida por la programación cultural en curso, que conseguirá que enfoques todos tus esfuerzos en vano, relegando los residuos a las siguientes generaciones, o bien, finiquitando tus deudas en vida si no tienes hijos, entendiendo el inconsciente que “otros lo harán por ti”.
Una adulteración de esta verdad ha conseguido que nadie, jamás, consiga conectarse con su misión, porque todo el mundo cree que es algo externo; quizá una dedicación humanitaria, quizá algún tipo de vocación o empleo; quizá alguna meta física o material, o algún
designio que, en definitiva, solo tendrá que ver con una huida trampeada y ególatra, bien sea hacerse misionero, sacerdote, musulmán,
budista o cristiano: “Misiones” todas, que solo nos alejarán del verdadero sentido por el que estamos aquí.
Todos tenemos una misión, una razón urgente por la que estamos aquí, y esta es sanar al mundo, porque hasta que esto no se produzca continuaremos “tan enfermos”, como enfermo interpretamos nuestro reflejo en el mundo: “Lo exterior”, “lo ajeno”, que solo vive dentro de
cada uno de nosotros.
Si todos conectamos con nuestra misión, haciendo la parte que a cada uno corresponde, el mundo “sana” en su totalidad, si o si, porque solo es el reflejo de nuestra mente.
Esa es la razón por la que se han gastado todos los recursos para evitar ese “tipo de conexión”, que haría que todos encontrasen el verdadero sentido de sus vidas, por un lado, y conseguiría que el mundo cambiase en una sola generación, por otro lado.
Es por eso que, sin esa conexión, todo el mundo pierde y por lo tanto el mundo pierde; ganando la sombra usurpadora y tramposa que impera desde su “enfermiza desconexión radical”, en el mundo, y por lo tanto en cada uno de nosotros.
(Notas).