La Sombra del árbol se manifiesta a través del sistema “espejo invertido”
Nuestros padres nos programan para solucionar sus propias carencias y errores, y es ahí donde después se encuentran con la sombra de su propia propuesta.
Los hijos absorben esta programación y resuelven viendo en su predecesor todo aquello que “no les corresponde”, porque ya han tomado un derrotero diferente. Sin embargo, la sombra de mil formas les persigue porque es común: Está repartida entre ambos y muchas veces actúa polarizada.
Todo lo que me pasa o me deja de pasar, está relacionado con eso y hasta que no lo identifique en mí, o bien lo haga mío, los programas continuarán expresándose en mi realidad con entera solvencia y libertad.
Si veo que mi madre es una mentirosa, mi padre un autoritario y mi hermana es antipática, por ejemplo; yo miento o me engaño a diario, soy autoritario de muchas formas y la antipatía vive en mi como un invisible compañero de viaje. Esta es la parte más complicada de interceptar, porque nos acostumbraron a “delegar fuera”; porque nuestras máscaras del ego solo proyectan al exterior y porque, ver eso en nosotros, supondría tener que responsabilizarnos de nosotros de una manera que jamás hemos hecho.
De hecho, hemos visto como el mundo ha hecho todo lo contrario, siguiendo la norma social imperante establecida, de modo que hasta hace bien poco, no hemos tenido ninguna razón para pensar en “semejante locura”.
Obviamente, la locura, proviene precisamente de haber estado funcionando así, completamente ajenos a esa sombra que, en primera instancia y en toda su magnitud, veremos reflejada en nuestro entorno más cercano. (Acto seguido vendrán las parejas,
en cuanto salgamos del núcleo familiar, para enfrentarnos con más de lo mismo pero con diferente traje).
Todas las peleas, los malos entendidos, las rencillas ocultas, los resentires encubiertos y los rechazos ante los unos o con los otros, son el resultado de continuar mirando lo que tenemos enfrente sin hacerlo nuestro.
Lo peor, cuando además se encubre, se disimula o se calla.
Cuando se sufre en silencio y se maquilla la realidad.
Ha sido como una obligación asignada y, al no comprender esto, las peleas expresadas han sido reparadoras en sí mismas, las verdades personales dichas, los enfados manifiestos:
Esto ha sido expresar la sombra desde la inconsciencia.
Cediendo nuestro vehículo emocional cual monigotes del juego, ausentes, nos hemos prestado a desempeñar el guión preestablecido, con un fin propio que nunca llegamos siguiera a imaginar o comprender. La enfermedad, mientras todo se exprese, se encuentra a raya porque el inconsciente se está manifestando así, a través de ese medio.
Es cuando se sostiene, se retiene o se calla, cuando aparece el recurso milagroso que habrá de expresar lo insostenible a través del vehículo físico. (La enfermedad).
Podemos gritar para liberar nuestro rencor, nuestra rabia o nuestra ira, enfadarnos y estar toda la vida enfadados; podemos callarla y vivir nuestra salud en precario; o podemos cambiar nuestra percepción con inteligencia emocional aplicada, para establecer un nuevo dialogo interior, que hará que toda nuestra realidad cambie; las relaciones con los demás se transformen y nuestra vida comience a dar un vertiginoso giro de 180º.
Nuestros padres, hijos o hermanos, representan ese diálogo permanente con nosotros mismos y nos hablan de nuestra situación real, cada vez que nos sentimos afectados. Sin embargo, cualquier situación que nos provoque ternura, alegría o simple indiferencia, se encuentra fuera del rango de las frecuencias que necesitan equilibrarse en nosotros.
La sombra, actúa a lo largo de la vida manifestándose en forma de vivencias de todo tipo y la urgencia codificada se expresará siempre como algo incómodo, que nos desestabiliza o nos provoca cualquier tipo de molestia. Eso, nos está dando el dato preciso, de todo aquello que nos separa de nuestra posibilidad de estabilidad real.
Vivimos en un mundo de ilusión porque todo aquello que se distancia de la estabilidad emocional es ilusorio, ya que solo lo estable es real.
Solo lo pleno es real.
Solo en la zona intermedia se halla la verdad.
El resto, todos los excesos, sufrimientos, cargas y temores, forman parte de un mundo artificial creado por la mente, y al margen de la Ley universal más elemental.
Obviamente, llegar a ese nivel de sublimación existencial donde estaremos “inmaculados”, será una meta por el momento muy alejada de nuestras posibilidades, pero el simple hecho de enfocar la intención en esa dirección, ya nos alinea con la expectativa; y ésta, a partir de aquí comienza a ser una verdadera posibilidad.
La Sombra de la Maternidad
Por más que nos separemos del “más allá”, el embarazo continúa siendo una etapa en la que la mujer se encuentra especialmente
conectada con el universo.
En esta situación, es tan latente la posibilidad de conexión, que evitarla puede suponer evitar tener consciencia del propio embarazo.
El feto, conecta a la madre con el universo hasta el punto de hacerlos
Uno, porque es el feto “representante oficial de la manifestación de la vida en sí misma”, en la mujer, y a través de la mujer.
(Notas).
Hablar de la sombra de la maternidad o del proyecto sentido, es hablar de aquel vestigio de información emocional que queda grabado de por vida en cada nacido.
Durante un periodo determinado, todo lo no-resuelto por la mujer portadora de vida, será absorbido por la “extensión de conciencia” representada por el hijo.
El recién llegado absorberá aquellas improntas vividas por la madre durante el embarazo que, nueve meses antes del momento de la gestación y hasta los 3 años de edad, quedarán como conflictos sin resolver, o enclaves emocionales –no confrontados– en la vida de la madre durante este periodo.
– Toda situación no resuelta vivida como un conflicto inconsciente.
– Toda rabia contenida.
– Toda percepción de desprotección, de miedo o des-amor.
– Todo rastro de sensaciones de abandono.
Un periodo de nueve meses antes del momento de la gestación, comienza a contar desde el inconsciente como una etapa activa para el futuro embrión.
Contamos la fecha de 9 meses antes de la concepción, que llamaremos “momento de inmersión”, por ser el primer paso en todo el proceso que ocupa lo que llamamos etapa de embarazo.
Inmersión: “Entrada de un astro en el cono de sombra que proyecta otro”.
El proceso de gestación total, también está dividido, como todo acto evolutivo en el universo, en tres grandes momentos claves:
Momento de inmersión. (9 meses antes de la gestación). Donde se fragua la gestación a niveles cuánticos en ondas de información.
Momento de la gestación. (9 meses después de la inmersión). Donde se colapsa la información y se inicia el proceso corpuscular de la misma”. (fecundación del óvulo por el espermatozoide).
Momento del nacimiento, alumbramiento o parto. (9 meses después de la gestación). Donde toma contacto por vez primera el nuevo Ser con el plano físico o “mundo de la materia”.
Como si de un fractal se tratase, desde el momento de la inmersión hasta la gestación, (representando este periodo una contraparte de igual duración que el propio tiempo del embarazo), toda la experiencia de la futura madre será grabada en el Quantum, como datos a implementar en el niño que ha de venir.
La madre, nunca es consciente de este proceso de inmersión de 9 meses de duración antes de la gestación, y su vida transcurre completamente ajena a su inmediato embarazo, pero su “hijo inconsciente” ya está recogiendo datos operativos desde su percepción álmica sobre ella misma y su mundo, sobre su situación familiar, territorial, sexual o amorosa.
Son datos emocionales, cadencias e improntas que, contenidas, no-reconocidas y por lo tanto no-expresadas, encontrarán una “vía de escape”, siendo implementadas en el niño que habrá de venir.
Es también durante este proceso de 9 meses de inmersión, cuando el inconsciente del clan familiar está “preparando el terreno” para la llegada de un nuevo miembro.
Todo se gesta desde el inconsciente, nadie sabe que va a venir un niño, pero la situación general tras el telón se encuentra muy activa, moviendo las piezas que, desde la codificación y la necesidad de reproducción, (luego de reparación), gobiernan y se organizan con certera precisión en la trastienda.
La esencia que empuja con su fuerza incontenible es pura, pero el inconsciente transgeneracional a través de la madre se encuentra en plena ebullición, asignando encargos, repartiendo tareas, balanceando el cosmos psíquico, de todas las emociones que vienen a expresarse al mundo a través de un nuevo nacimiento.
Es un baile o una danza, como lo es la organización del polvo estelar entre las fuerzas vacuas de la creación…
Todo está sincronizado, cada cosa encuentra su lugar como si siempre hubiese estado ahí; cada elemento esencial está encajando con el otro; como se posa la arena del desierto sobre la arena después de la tormenta… precisa, causal y exacta.
Así, cada periodo de gestación, vendrá formateado con los requisitos del inconsciente transgeneracional para cada caso de nacimiento.
Nada es casual; todo responde a las necesidades que se manifiestan en forma de metáfora.
Conciencia del bebé y conciencia materna son uno, por lo que podemos decir que el bebé carece por completo de conciencia propia: Un Alma, Espíritu, Ser o “Entidad Independiente de Conciencia”, representa al soplo divino o esencia en su versión, (usando términos informáticos), más “reseteada”: El bebé, el niño, viene como conciencia inmaculada pues conciencia inmaculada es, y la conexión con la
conciencia materna, (en cuanto a datos emocionales en esa primera etapa se refiere), lo será todo para él.
Dicen que el niño no diferencia entre la madre y él mismo, pero aún podemos decir que la conciencia del niño, como tal, todavía no existe.
Existe una conciencia esencial, extensible a la conciencia materna que vendrá condicionada por la experiencia de la madre hasta el punto de “serlo todo”, o casi todo para el niño hasta los 3 años de edad.
Hablamos prácticamente de un 100% del grueso de estas impresiones y muchas preguntas afloran sobre la herencia de la energía emocional del padre en este caso.
Causa extrañeza el hecho de que, el padre, poco o nada aporte para esa esencia en este periodo concreto que tratamos.
El niño está en la madre, vive y crece dentro de la madre y participa de su misma aura; de su mismo “huevo energético”… Directamente, nada puede haber que le vincule con el padre, ni con nada que se encuentre fuera de esta esfera original.
A partir del momento del alumbramiento y a través del niño, la conciencia materna se desdobla y expande; se proyecta en la materia como un paso más allá de sí misma; como una extensión energética de su propia estructura a modo de “conciencia extendida operativa”.
Hasta los tres primeros años de vida del niño, el vínculo originario con la madre prevalece prácticamente en su totalidad.
El padre cuenta en la medida en que para la madre cuenta lo que le rodea: El padre es importante para la mujer, y la relevancia de su percepción estará condicionada por ello: Todo lo que le afecte a la madre le afecta a su “conciencia expandida” (el niño), y el padre entonces adquiere una relevancia fundamental, (para ella), por ser el elemento equilibrador y sostenedor durante todo el proceso.
La situación emocional de la madre con respecto al padre estará, ahora sí, directamente vinculada con su mundo emocional, y por lo tanto este afectará al bebé en la medida en que la madre se vea afectada por su pareja; sea el padre biológico o no.
Ya que el programa biológico se encuentra muy activo en situación de embarazo, todo lo relativo a la seguridad del entorno, protección y supervivencia, estará muy operativo en el inconsciente. Por eso, biológicamente hablando, “padre puede ser cualquiera”.
La hembra humana puede cambiar de macho a discreción, siempre y cuando sus necesidades así lo requieran.
Es por eso que muchas abuelas solo reconocerán como a “sus verdaderos nietos”, a aquellos hijos nacidos de una mujer, hija suya, mientras que a los hijos de los varones, también hijos suyos, le resultará algo más “dificultoso”, ya que los hijos de sus hijos son, seguro, “hijos de la otra” (es decir, de la esposa del hijo), pero no con seguridad hijos de sus hijos: ¡“Padre” puede ser cualquiera!
Aquí la cuestión no será tanto una “duda de carácter racional”, sino una información latente del inconsciente biológico; por lo tanto por más que se parezcan los nietos de una abuela a su hijo, (padre de los mismos), el inconsciente seguirá contando con una mayor proporción de “herencia transgeneracional” volcada a través de la línea de la mujer, (entre otras cosas por la gravante carga de la sombra de la maternidad o proyecto sentido), y por lo tanto esos hijos son más “hijos de la otra familia”, que de la suya propia.
Así se explica que, en algunas culturas actuales de Iberoamérica, se consideren primos hermanos solo a los hijos nacidos por parte de hermanas entre sí, mientras que los nacidos de hermanos, serán considerado simplemente “primos”, y se comprende que, hace no más de un par de generaciones, los hijos nacidos de hombres no fuesen reconocidos por las abuelas como “nietos auténticos”, considerando a estos más propios del “otro clan”. (Aquel perteneciente a la familia de la esposa).
Ejemplos de cómo se llega a manifestar esta tendencia en la realidad:
– Un matrimonio con diez hijos vive en casa de los suegros de ella, (padres del esposo), y el marido muere a los 30 años de un infarto al corazón.
Automáticamente la difunta esposa con toda su prole es expulsada de la vivienda familiar.
– En una situación de separación matrimonial, la madre solo puede dejar sus hijos al cuidado de su madre, (o miembros de su propio clan), Incluso tendrá que contratar una niñera o canguro en caso de necesidad, estando los abuelos paternos del niño disponibles.
Hasta ahora, el desconocimiento de nuestra imbricación inconsciente con el programa biológico, se ha venido manifestando muy activa y, al ser gestionado casi exclusivamente desde y por el consciente, su resultado se ha venido implementando, mayoritariamente, en forma de sintomatología.
Una madre soltera en situación de embarazo, biológicamente hablando, se encuentra en situación de “precariedad potencial” (en cuanto a su umbral de protección), porque carece de “macho que la pueda defender”.
–Volvemos a los programas arcaicos que funcionan en automático–.
Esto puede no grabar ningún cargo. Puede que esa mujer se encuentre tranquila y relajada; puede que se sienta acogida por su entorno de muchas formas y, desde su percepción, puede no existir ningún tipo de alarma; razón por la cual, a ese inconsciente, no estará llegando ningún tipo de información que indique “conflicto”.
Recordemos que la biología no es un “patrón en sí” que determine nada por sí mismo, sino un programa que se activa en función de “cómo se está percibiendo determinada situación”; es entonces cuando acude como recurso de sostén, refuerzo o solución: El inconsciente materno, que no diferencia entre madre e hijo, gestionará el conflicto en la sombra en forma de sintomatología en el niño.
De ahí la totalidad de la enfermedad en la primera infancia, que muchas veces acudirá como doble recurso; por un lado el síntoma expresa el conflicto y al ser expresado entra en proceso de solución, y por otro provoca que la madre se centre de forma especial en el niño, consiguiendo que el conflicto emocional original sea atendido por “otros medios”.
Ejemplo:
Si una madre se encuentra ahogada en su vida cotidiana por un exceso de tareas, con varios niños a su cargo, su conflicto aparecerá en forma de asma en el niño más vinculado y su dedicación a este, hará que el inconsciente encuentre algún tipo de solución, quizá transitoria, pues su propio conflicto quedará en parte mitigado.
El conflicto que tiene la madre lo tiene delante; el niño tiene asma, no puede respirar… Ella lo atiende (se atiende), lo lleva al médico (mueve su conflicto) y está pendiente del niño. Esto no soluciona el conflicto de la madre pero representa una solución biológica.
El inconsciente la libera a ella del asma pero lo tiene enfrente; todo su conflicto existencial lo vive a través del ahogo del niño.
Si esta madre acciona, reconoce su conflicto y cambia su situación o su percepción de la situación, el asma del niño desaparece.
Una madre es “maniaco depresiva”; vive envuelta en una constante tristeza insondable y carece de alegrías y de sentido del humor, (posesión).
Esta mujer tiene una niña y, desde su nacimiento, la niña sonríe y ríe con gran facilidad, es insospechadamente risueña y simpática.
Esto también es la sombra de la madre.
Recordemos, todo lo no resuelto o no vivido; lo no exteriorizado o expresado, se expresará en el niño por efecto de “extensión de la madre”; efecto polarizado y siempre polarizado, porque en la vida en el universo todo es dual y tiende a la dualidad.
La madre no puede entender que su hija esté siempre tan contenta y tenga ese carácter tan diferente al suyo:
Es porque están polarizadas, toda la alegría reprimida y contenida por su inconsciente se deriva, desde su sombra, hacia el espectro de su propia hija.
Esto también coincidirá, como es natural, con un encargo asignado; la niña, al ser la extensión materna, se torna entonces “la encargada”: Digamos que representa la parte de su madre que se desdobla, para encontrar una ayuda o una solución como recurso de supervivencia: Es así como los hijos se convierten en “recursos humanos”, completamente inconscientes de su función, y que a menudo sentenciarán sus vidas de no contar con esta portentosa información.
La madre quiso traer a la niña para que le alegrase la vida y encontrar en esa niña una motivación para vivir: La niña se convierte por automatismo en el sostén inconsciente de la madre durante toda su vida.
Esa niña crecerá con esa “mochila a cuestas” en su inconsciente y su asignación programada será muy activa, sin ella tener, más adelante, ninguna noción de “a qué se debe su inercia compulsiva con respecto a esa tarea”: Alegrar la vida de su madre y ser quizá su bastón y su sostén.
Esto, muchas veces se repara a base de muchos movimientos inconscientes, otras veces se siente como una carga aplastante, y si aplicamos esta información, descodificando tal o cual compuesto, daremos un salto formidable en la mejor resolución de estos encargos, que muchas veces dominan la vida, y otras, alguna parte de la salud de casi la totalidad de la población en mayor o menor medida.
Todos portamos “sombra de la maternidad”, porque todos hemos venido a este mundo a través del vientre de una mujer, con su programación propia y circunstancias especiales.
Son incontables las posibilidades de estas circunstancias:
Como en el transgeneracional, toda programación especialmente activa y no resuelta durante el embarazo será implementada de forma inevitable. Por descontado, cada detalle de este periodo de inmersión, gestación, embarazo, lactancia y primera infancia, estará influenciado “desde atrás”, por el transgeneracional o inconsciente del clan, puesto en funciones de forma especial en cada caso, sirviendo a su vez en bandeja aquellas necesidades que, a través de la madre, continuarán su camino inexorable.
Si la madre grita, llora, actúa, se enfada o suelta su rabia durante este proceso, libera al niño en la justa medida en que su conflicto es expresado. Muchas de las “delicadezas” en cuanto a reposo o “recetas de tranquilidad”, aconsejadas desde lo social e incluso desde el propio paradigma médico en casos de embarazo, atienden tan solo a razones que, desde esta “nueva visión”, nada tendrán que ver con la salud real ni de la madre ni del feto.
Hiendo un paso más allá, una expresión contundente de un resentir puede llegar a salvar un embarazo: Tengamos en cuenta que “lo contenido”, se manifiesta en forma de “sombra” con respecto al feto y, precisamente por tragar, reprimir o contener, la contraparte del inconsciente se puede manifestar en síntoma, y este síntoma bien podría manifestarse en forma de “riesgo de aborto”, por poner un ejemplo cercano según los casos.
Obligado insistir en que “el ideal”, siempre será tener un embarazo pacífico y liberado de conflictos, más en los casos en que los conflictos se puedan presentar, será mejor soltar, expresar, llorar, gritar, o hacer cambios sobre la marcha antes que derivar la emoción reprimida al inconsciente, ya en forma de toxicidad, puesto que una emoción se vuelve “toxica” solo si no es liberada.
Existen curiosas sintomatologías no comprendidas por la medicina relacionada con el momento del nacimiento.
Muchas enfermedades transgeneracionales pueden desarrollarse a través del tiempo, pero cuando un síntoma es de nacimiento, tendremos un altísimo número de posibilidades de encontrarnos ante algún tipo de compuesto relacionado con la
sombra de la maternidad.
Tras el escape nuclear de Chernobyl en 1986, muchas mujeres embarazadas durante la exposición radioactiva parieron después bebés con tremendas deformaciones.
Lo curioso del caso es que, de las mujeres embarazadas expuestas al escape radioactivo, la mitad tuvieron hijos con deformaciones, pero la otra mitad, tan expuestas o más que muchas de las anteriores, tuvieron hijos normales, perfectos y sanos.
Todas esas mujeres estuvieron expuestas por igual, luego el resultado achacado a la radiación carece de todo sentido: No puede afectar la radiación a unos fetos si y a otros no. Queda claro que hubo factores que determinaron la diferencia en los resultados.
Esto puede ser una prueba de hasta qué punto el miedo potenciado y procesado en forma de pánico o de terror, pudo llegar a afectar al feto en mujeres que vivieron su embarazo con la creencia de que, la radiación, iba a causar estragos durante su embarazo.
Sirva este ejemplo representativo sobre cómo la creencia, (que siempre es aquello que está dirigiendo nuestro mundo conceptual), determina y marca nuestra realidad con rotunda precisión.
Casos más básicos donde la biología puede intervenir durante el embarazo:
Situación “Sin Territorio”
Una mujer embarazada que siente que carece de un territorio propio, suficientemente cómodo y seguro como para criar con solvencia al bebé.
Situación de “Territorio Ocupado”
El territorio está ocupado por alguien que no le permite organizarse. (Lógicamente todo dependerá de la percepción de la realidad con respecto a las personas implicadas): Puede ser una suegra, una madre, o cualquier situación que sea percibida como una amenaza: Vivir en casa de la suegra o la madre en estado de embarazo, por ejemplo, ya presupone una situación potencial de “territorio ocupado” (desde el inconsciente biológico), puesto que la suegra o la madre ya dominan ese territorio, y su tendencia inconsciente podrá ser competir con “cualquier hembra” que se encuentre dentro de su territorio. Así mismo la embarazada se encontrará bajo presión, por posible “pérdida de control sobre el bebé”.
Situación de “Macho Ausente”
El marido trabaja lejos, pasa semanas enteras sin visitar la casa familiar.
No existe un hombre que acompañe a la mujer durante el proceso de embarazo y primera infancia. (madre soltera).
Fallecimiento del marido o acompañante durante el embarazo.
Abandono por parte del padre o ruptura de la relación.
Situación de Desprotección
Todas las situaciones que coincidan con “macho ausente”. Marido que tiene a una ex-novia o ex-esposa “activa”, que aún reclama
su atención. Marido absorbido por su madre. (La embarazada detecta que estará más por su madre que por ella).
Casos de fuerte contrariedad de género en el marido, zurdo contrariado. (Latente energía femenina).
Si una mujer vive en casa de su suegra (se encuentra sin territorio), tiene al marido trabajando lejos de casa (macho ausente), y además, se encuentra desvalorizada en esta situación, biológicamente hablando equivale a una hembra preñada dominada por el miedo, pues no tiene un territorio marcado por un macho que la defienda durante el parto, ha de parir “a toda prisa” porque su vida y la del bebé están en peligro, y ha de huir de inmediato hasta “encontrar refugio”, o una solución para poder “cazar o conseguir alimento” a riesgo de dejar solo al recién nacido.
No es lo habitual en el mundo natural, desde luego, pero puede pasar.
Sin embargo, en el panorama humano es una circunstancia más habitual de lo que podamos recabar de un análisis a primera vista.
En la naturaleza, los hijos de numerosas especies se independizan y pierden todo contacto con los padres; mientras tanto su territorio normalmente está asegurado y son excepcionales los casos de desprotección o de abandono.
En nuestra cultura, (muy alejada de la biología), son normales las circunstancias familiares donde la hija, siente la presencia de la madre o de la suegra como una amenaza; o donde ser madre soltera o tener al marido viajando durante el embarazo resulta bastante habitual.
Recordemos: No será tanto la circunstancia en si el factor determinante, sino la percepción y respuesta emocional de cada cual con respecto a determinada situación.
Cualquier mujer embarazada que se descubra, (conociendo todo esto), en una situación de “precariedad biológica” durante su embarazo, ya puede hacer una valoración consciente de su situación, porque la toma de conciencia puede desactivar el programa biológico; tal cual sucede cada vez que alguien, desde su práctica consciente, descubre el programa y adapta su percepción, “sanando, o evitando la enfermedad”.
En una conversación distendida durante una velada en la terraza de un hotel, un compañero me relata su sintomatología; tiene el pulso acelerado desde su nacimiento, (o desde que él se recordaba con consciencia de sí mismo): 80 pulsaciones es su pulso en estado de reposo, y todos sus compañeros, médicos y cardiólogos, (él, enfermero), tras todo tipo de pruebas durante el transcurso de su vida profesional, concluyeron que “simplemente su pulso era así”.
Aluden al hecho que “cada persona tiene sus constantes particulares”, “no todos tienen porqué tener el mismo pulso” etc.
Al relatar las condiciones de su madre durante su embarazo, vimos que ésta se encontraba viviendo en casa de la suegra, (una mujer dominante y autoritaria), el marido ausente (trabajando durante meses en otra comunidad), y el parto fue, –cito textualmente– “corriendo escaleras abajo”; un parto fulminante, a toda velocidad.
En ese mismo momento, hicimos una regresión al útero materno durante su embarazo y, este señor, pudo sentir las sensaciones de su madre durante el embarazo y el parto; su sensación de desprotección, sus tensiones acumuladas en aquella situación…
Se emocionó durante un minuto en aquella mesa frente a la piscina y, mientras secaba alguna lágrima, bebió un trago de su consumición.
Una vez más tranquilo, se tomo el pulso.
60 pulsaciones.
El tiempo, para el inconsciente jamás pasó.
Por primera vez en su vida aquel hombre de más de 50 años tuvo el pulso normal. A veces, las cosas se producen así: solo es necesario un “chispazo de la conciencia” y todo el programa biológico deja de tener sentido en ese mismo instante.