Nacemos cuando venimos y nacemos cuando morimos, porque nada se va.
Todo permanece porque “Todo ya Es”, ahora.
Lo creado, creado está, y a nosotros nos toca decidir qué hacer
con ello.
Si alguien piensa que la muerte representará algún tipo de solución, le durará
muy poco. Hasta que comprenda que nunca murió y que todo continúa
conforme está, ya que la muerte, por sí misma, no puede suponer ningún tipo
de “salto en la evolución”.
Todas las posibilidades están Aquí y Ahora:
«Jamás hubo ni habrá ningún otro momento
que no sea éste»
Resulta habitual coexistir durante generaciones con situaciones de desconsuelo, angustia y aflicción que perviven de forma activa a través del inconsciente generacional, como si de alguna manera “algo indetectable” conviviese con nosotros a modo de compañía fantasmagórica y, de muchas formas, dominase nuestro ánimo y nuestra presencia vital.
Estos estados de «dolor», —vivir con dolor—, (angustia existencial, tristeza insondable, inmovilidad o frustración), nos acompañan como un profundo estigma que condiciona de forma inconsciente nuestra experiencia, sin ser debidamente entendido ni atendido.
Nuestros sistemas educacionales y sociales, han estado y están dirigidos de forma expresa a evitar un contacto cercano con esta realidad, catapultando nuestro entendimiento hacia un mundo alternativo; creando vidas paralelas y recreando enormes lagunas en nuestra percepción.
Hacer un Duelo Cuántico supone “finiquitar el lastre”; terminar el periodo de luto y re-comenzar o continuar con nuestra vida de alguna forma “recuperada”;
Intervenidas las cargas del legado delegado, por primera vez asumido e integrado desde una visión soberana y respetuosa; resolutiva y equilibrada.
Estos duelos están argumentados en la transferencia de información de nuestro clan, teniendo muy en cuenta nuestro árbol generacional. Es necesario comprender que un duelo solo tiene sentido cuando se conocen las causas del dolor; los programas activos que perduran como encargos o tendencias enquistadas; las energías encapsuladas de antepasados que están o pueden estar en líneas de posesión; los familiares dobles, las mochilas impuestas por la sombra de la maternidad…
¿Qué duelo vamos a realizar desconociendo las improntas activas que portamos
de nuestros ancestros?
¿Qué, o cuáles programas, estigmas, sistemas codificados y organizados de información emocional, (equivalentes a implantes psíquicos, larvas energéticas, parásitos energéticos o egregores), vamos a poder comprender y transformar, partiendo de un total desconocimiento de las causas, las claves de nuestro inconsciente y las razones que sustentan la existencia de estas improntas?
Como en todos los casos, la consciencia de quienes somos con respecto al clan, argumenta tanto el sentido de nuestra situación como de nuestras posibles soluciones.
Este espacio de duelos está concebido para aquellos que, conociendo en profundidad su programación transgeneracional, están dispuestos a trascenderla.
Por lo tanto resulta del todo imprescindible realizar con antelación un estudio del árbol en detalle, teniendo en cuenta aspectos destacados en el libro anterior de la DQ. “Introducción y Transgeneracional”.
Estos duelos se hacen bajo la estricta responsabilidad de cada cual y por decisión propia, resultando cualquier manifestación colateral sintomatológica normal, por un lado, e igualmente propia del
proceso en que cada cual, usando su albedrío, se compromete a resolver desde su sagrada intención, «consciente», en este caso.
Adicionalmente y en casos de persistencia o resistencia extrema se recomienda ayuda profesional y guía, especialmente implementada por personas capacitadas, versadas en los procesos propios de esta metodología.
Habitualmente, los duelos propuestos ajenos a la DQ, se han centrado en procesos donde se valora la posibilidad de hacer un ritual con este fin, y se enfocan en alguna o algunas personas concretas del clan, limitándose a lo que se considera su vinculación más relevante con lo unos o con los otros.
Los duelos propuestos en este libro, sin embargo, incluyen no solo a todos nuestros ancestros comenzando por nuestros padres y llegando a la cuarta generación, sino a los abortos, los hijos, las relaciones de pareja en curso o vividas con antelación, y un recorrido completo de nuestra vida coyuntural, desde los primeros recuerdos de nuestra infancia hasta el potencial de nuestro momento presente, donde trataremos en el último apartado las desvalorizaciones y “traumas” de forma muy especial, intercambiando aquellos potenciales que todavía operan en nuestra vida como activos disparadores desde el inconsciente.
Es así como, incluyendo al clan al completo, podemos hablar de una revisión profunda y de actualización de la información del clan en su conjunto, pues habremos de tener en cuenta determinada información, que aún repartida en “muchas porciones de la tarta familiar” nos afecta seguro en mayor o menor medida englobando múltiples posibilidades.
Los duelos planteados a través de este libro suponen un «ejercicio nuevo»: Un Gran Ritual para “ese y desde ese inconsciente”, que solo puede hacer lecturas reales sobre aquello que es representado a través de nuestra sentida imaginación, ya que es a través del trance y lo que conocemos por imaginación como se habrán de realizar.
Si de veinte personas hacemos dos grupos de control de diez individuos cada uno, y al grupo 1 lo sometemos a un programa de acondicionamiento físico, en un gimnasio de pesas, con un monitor especializado; realizando distintos ejercicios, con series y repeticiones estudiadas para generar tono muscular, y mejoras en los niveles generales de sangre y regeneración celular y articular…
Y al grupo 2, lo sentamos en una silla o camilla, realizando los mismos ejercicios a través de su imaginación, guiados por un inductor de trance y empleando el mismo tiempo que el grupo anterior; recreando idéntica actividad con la salvedad de que, en esta situación, operaremos sin mover un solo músculo; (tan solo empleando la visión interior y la recreación simbólica imaginaria de los mismos ejercicios), con las mismas series y repeticiones estudiadas para generar tono muscular, y mejoras en los niveles generales de sangre, regeneración celular y articular…
Una vez finalizado el experimento, no solo serán similares los avances físicos en ambos grupos, sino que aquellos que hicieron su acondicionamiento sin mover un solo músculo, aún superaron en resultados a los del grupo 1 de control, que hicieron todos los ejercicios sudando en el gimnasio.
Este relato corresponde a un experimento real, como tantos otros realizados en el campo de la neurociencia, que demuestran la clara particularidad de nuestro cerebro consistente en funcionar por igual, produciendo de forma indistinta los mismos neurotransmisores, péptidos, cadenas de aminoácidos, neurohormonas y neuropéptidos, y resto de reacciones eléctricas y sustancias químicas que afectarán, de forma indistinta al cuerpo físico y al emocional, cuando hacemos algo o cuando imaginamos que lo hacemos con la suficiente concentración:
«Más aún, cuando de evocar emociones se trata». Joe Dispenza, bioquímico y doctor en medicina, John Hagelin, profesor de física y director del instituto para la ciencia de la Universidad Maharishi; Candance Pert, profesora en la universidad de medicina de Georgetown, el Instituto Tecnológico de Massachussets, o incluso el científico japonés Massaru Emoto, son solo algunas referencias sobre las enormes argumentaciones de este hecho.
Sin embargo, hasta ahora, no existe ningún tipo de registro ni constancia científica que haya conseguido representar, medir o analizar en laboratorio al «pensamiento».
Mucho menos representar, medir o analizar a la Conciencia.
A través de instrumentos tecnológicos de medición, conocemos la repercusión gráfica experimental de los pensamientos o las emociones, pero jamás se ha podido medir, ni registrar, nada que tenga que ver con el fundamento esencial que rige nuestra realidad en lo conocido como “mundo físico”.
«No se puede detectar, ya que no está en ninguna parte y está en todas partes a la vez».
La dualidad onda-partícula, continúa siendo el enclave fundamental, que hace que todo cuanto percibamos o manifestemos genere lo que llamamos “la creación de la realidad”, que estamos dando por válida a cada instante.
Vivimos, creemos que vivimos.
Soñamos, creemos que vivimos.
Pensamos, creemos que vivimos.
Sentimos, creemos que vivimos.
Nos emocionamos, «Vivimos».
Todo cuanto se despliega desde el umbral emocional, en los duelos que vamos a realizar, puede ser tan real como la máxima sensación de estar vivos en cualquier momento de nuestra existencia.
La efectividad de estos duelos, radica en esa incapacidad de diferenciar por parte de nuestro inconsciente entre realidad y ficción; razón por la cual los resultados equivalen a tener una experiencia, tan constatable, como si lo que vamos a realizar lo estuviésemos viviendo.
El inconsciente que da valor al resto de los acontecimientos de nuestra vida, — ese compendio estructural de pensamientos, sentimientos y emociones— es reprogramable y maleable hasta extremos no racionalizados hasta el momento.
Si el pasado no existe como tal, es porque está vivo en este instante atemporal, perfectamente activo y dirigiendo nuestra vida desde esa «zona oculta del inconsciente» (la sombra), donde se encuentran grabados y acumulados los programas negados con antelación.
Todo lo que llamamos futuro, por ende, depende de esta información, porque volveremos a tener de nuevo “presente”, cada vez, y ese presente se genera una y otra vez desde esa impronta activa que llamamos “pasado”.
¿En qué momento del tiempo nos encontramos ahora?
En el presente.
Hagamos una pequeña prueba:
Vamos a hacer un viaje a un futuro cercano, a ver qué nos encontramos allí…
Contemos hasta 5:
Uno.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Cinco…
—Ya estamos en el futuro—
¿Qué tenemos en este futuro?
—Presente—
Viajemos hacia el futuro y contemos ahora cinco años…
¿Qué tenemos en ese futuro dentro de cinco años?
—¡Presente otra vez!—
Ahora. Ahora…
Todo el tiempo es Ahora.
«Lo único que podemos hacer, estemos donde estemos,
es cambiar el potencial atemporal “Aquí y Ahora”».