Arquetipo Paterno – Duelo con el padre
En casos de orfandad o abandono por parte del padre desde la infancia, el duelo a se habrá de resolver antes que nada con la figura paterna que tuvimos por omisión, teniendo en cuenta los datos o ausencia de datos sobre la misma. Si carecemos de imagen o representación consciente de nuestro padre biológico, podrá estar representado a través de una “energía imaginaria” que de alguna manera lo simbolice.
Solo después haremos, también, el duelo correspondiente con aquel padre de sustitución (si lo hay), que tuvimos como referencia o sentimos que pudo haber hecho de alguna manera esta función, bien sea nuestro abuelo, nuestro hermano
o la pareja de nuestra madre.
Resentires con El Padre
Centramos toda nuestra atención en nuestro padre situado frente a nosotros, sentado en una silla y a la izquierda.
Comenzamos directamente usando una palabra “gruesa” para dirigirnos a él: «Pedazo de maltratador», (por poner un ejemplo).
Usamos lo que hasta ahora hemos considerado «insultos impronunciables»: «Hijo de p…», «mal nacido», «flojo» o «calzonazos»
(según el argot propio de cada cultura), «putero», «cobarde», «psicópata de mierd…» «Manipulador», borracho, tacaño, mediocre, reprimido…Etc.
En estos momentos, y partiendo de la información conocida de primera mano por nosotros con respecto a nuestro padre, «ya se está produciendo ese enlace que necesitamos con el inconsciente».
Lo decimos todo «de dentro hacia fuera», de forma neutral, como mediadores de esta representación: ¡Recuerden!
—Estamos siendo los terapeutas del clan— y usamos siempre la segunda persona en este caso. (Esto es tan importante como trascendental, pues nos estamos disociando de la carga en primera persona). El mensaje subliminal que le enviamos a este inconsciente es que, de alguna manera, estamos siendo ahora «El Observador» y por lo tanto nos encontramos operando desde una entidad atemporal, capaz de ver las cosas sin los juicios propios del ego sufriente, que solo puede percibir su papel distorsionado en primera persona.
«Has sido un maltratador con tus hijos» (o tu hijo/hija): Con tu mujer, con tus padres, con tu hija Alejandra (caso de ser nosotros Alejandra).
La tendencia general sin este aviso consistiría en soltar los resentires desde la primera persona: «Fuiste un maltratador conmigo», o «te odio».
Por eso tendremos que estar muy atentos a esta parte del ejercicio. Recordemos, siempre “de nosotros hacia afuera”: «fuiste un maltratador con tu hijo o hija fulanito o menganita».
Estamos en neutro, permitiendo que fluya la información.
Aquí pueden comenzar a salir frases, palabras o calificativos desconocidos hasta el momento por el practicante.
Comenzamos por nuestro umbral consciente y vamos dando “rienda suelta” a todo lo contenido y lo no-dicho, en forma de palabras
especialmente «malsonantes», (abrimos así un canal codificado que conecta con nuestro inconsciente). Estamos en un estado de neutralidad, procurando que las palabras fluyan a través de nosotros y atentos a lo que acontece.
En algún momento pueden aparecer términos aparentemente desvinculados, que forman parte de una información reservada y
escondida por mucho tiempo en el inconsciente.
Una chica mexicana de unos 40 años de edad, separada con dos hijos, físicamente agraciada; estilosa, inteligente y muy dispuesta, (con todas las características para ser una “mujer exitosa”), no entiende por qué su vida se muestra condenada por una cadena incesante de eventos contradictorios, sintomatologías a veces graves y otras veces crónicas.
Sus relaciones y su vida laboral, parecen estar dirigidas por un inconsciente imprevisible y traicionero.
La historia que ella relata en consulta según sus limitadas informaciones, sustenta una narrativa con grandes lagunas y silencios blindados.
Vivió junto con sus padres en un pueblo apartado de un estado de México, hasta los tres años de edad, momento en que su madre abandona de súbito a su marido, a su casa y al resto de la familia con la que convivía por parte de su marido,
desapareciendo con sus dos hijos de la noche a la mañana y trasladándose a otro estado, justo al extremo más lejano del extenso territorio mexicano.
Desde los tres años de edad, solo recuerda la parte de su vida que comienza con su madre y su hermano menor, (de apenas dos años de edad), en el nuevo estado de ese país, donde crece y reproduce su vida sin la más mínima noción de la razón sobre las causas de semejante huida, careciendo de cualquier referencia sobre la silenciada ausencia de información, con respecto a su padre.
La madre se muestra inflexible en cuanto a la prohibición expresa de mencionar, cualquier dato relacionado con su pasado y el padre de sus hijos, borrando todo recuerdo sobre ese periodo y sellando esta información en una tumba.
Ella nada supo desde entonces sobre su padre.
Sin embargo, afortunadamente en el inconsciente se encuentra guardada la
información completa del clan.
Siguiendo las instrucciones de los duelos relatados en este libro, se recuesta en su cama, hace su relajación, se proyecta mentalmente en ese espacio o habitación cuántica-virtual, pone a su figurado padre delante a su izquierda y a su madre delante a la derecha, (ambos sentados como hemos explicado con antelación), y se dispone a “tirar de ese hilo simbólico” comenzando por la desdibujada figura paterna que le muestra su imaginación.
«Parricida», es la palabra que brota de forma tan sorprendente como inesperada de sus propios labios, subiendo el tono de sus gritos interiores mientras lo repite, una y otra vez:
¡Parricida!, ¡Parricida!, ¡Parricida!
Curiosamente, ¡Ni ella misma conocía conscientemente con exactitud el significado del citado término!
Cotejamos nuevamente después su árbol en consulta, llegando a la certeza como conclusión de que «su padre mató a sus propios padres», posiblemente incluso en presencia de ella misma o de su madre.
Este descubrimiento representa uno de esos paradójicos y extraños casos en los que, enterarte de que tu padre asesinó a tus abuelos, puede suponer el alivio y el descanso que estábamos necesitando.
Es el secreto la fuerza más activa y devastadora que existe en los clanes familiares, llegando a generar todo tipo de situaciones incomprensibles para la vida del afectado, incluyendo enfermedades y trastornos sin explicación aparente.
Es mil veces preferible conocer «lo abominable de situaciones vividas con antelación», que pervivir perdidos entre secretos de información, pues el secreto carga con todo el horror, la culpa y el sentimiento de drama de lo retenido y noexpresado; lo no-dicho y por lo tanto no-resuelto.
Esta potente energía marcará, como una constante, la expresión de la vida de cualquier afectado vinculado en esta categoría.
Como dato adicional, siempre serán insuficientes las llamadas de atención sobre la importancia de liberar los secretos de información, por penoso que nos pueda parecer, antes de guardar determinada información en forma de un oscuro silencio.
Todo tuvo sentido en un momento:
– La misteriosa desaparición de la madre con los niños.
– La huida hacia un lejano y anónimo territorio donde perderse para intentar olvidar.
– La prohibición por su madre siquiera de preguntar por su padre o mencionar la historia con su padre. la prohibición de hacer cualquier mención de esa etapa encriptada.
Una vida entera condicionada por relaciones dirigidas desde un inconsciente programado, gestado desde la madre en el proyecto sentido de una niña de tres años, cuya información, inevitablemente contiene improntas inequívocas sobre
la supervivencia y la adaptación codificada:
«Los padres matan».
«Los hombres matan».
«De los hombres se huye».
«Los hijos son mi carga».
«Los hijos son los herederos de la muerte y la incomprensión».
Toda esta programación inconsciente condensada en una sola palabra; condensada en un código secreto capaz de hacer de una vida una tortura o una causa de liberación
«Parricida»
Lo que está oculto en ese Inconsciente Transgeneracional encuentra o puede encontrar ahora, en este ritual, un medio para ser extraído de forma consciente; ya que la información ha estado expresándose todo el tiempo, usando vías alternativas en forma de circunstancias sufrientes, rasgos de carácter incomprensibles, limitaciones en general; fobias, o muy diversos tipos de sintomatologías.
Si abrimos una “vía directa” —un canal apropiado para que se revele esta información—, (ya que su tendencia es “salir”), tendremos entonces una oportunidad única.
En estos duelos muchas personas han podido conocer y comprender, de primera mano, los misterios ocultos que operan en un inconsciente grabado a fuego, con improntas capaces de argumentar los designios de una vida al completo.
En estos duelos, Natalia descubrió cómo su abuela se sintió violada por su marido (su abuelo) durante toda su vida; Amanda descubrió que su bisabuelo era homosexual, Nuria que su abuela fue prostituta en una etapa oscura y vergonzosa de su vida, (desde que huyó de la casa-cárcel donde vivía junto a sus hermanos adoptados); Amelia “sintió” cómo su abuelo en realidad se ahorcó usando una cuerda en el granero…
Se descubre que la abuela fue abusada por su padre (el bisabuelo) durante su infancia.
Se descubre que la abuela era bruja e impartió durante su vida todo tipo de hechizos, amarres y rituales. Así se entienden las fuertes sensaciones durante la vida de la nieta (que realiza estos duelos): Su “mal de ojo” y su fuerte sensación de “brujería”, sacudida por la constante impresión de vivir bajo hechizos, mientras «le hacen todo tipo de vudú».
Se descubre (en forma de imágenes presenciales a través de este ritual) que de los doce embarazos y partos de la bisabuela materna, donde solo seis hijos varones prosperaron, las seis niñas restantes no murieron recién nacidas por causas desconocidas, (como rezaba la versión familiar), sino porque ella misma las ahogaba con la almohada.
La lista sería interminable y sobra decir que »la realidad siempre supera todo lo que conocemos por ficción”.
La ficción, en realidad, solo es una forma refinada de contar la verdad».
Generalmente, los mayores resentires aparecen con el arquetipo mejor integrado en apariencia hasta el momento.
Por ejemplo:
“No puedo soportar a mi madre porque me odió y maltrató durante mi infancia, pero mi padre conmigo fue un santo”.
Los mayores resentires aparecerán entonces en el duelo con el padre.
“Mi padre fue un mujeriego borracho y abusó de mí, y mi mamá me dio su cariño durante toda su vida”.
Los mayores resentires aparecerán entonces en el duelo con la madre.
Como ilustración, vamos a enumerar algunos casos de consulta donde los participantes hicieron su propia lista con respecto a resentires “contra su padre”:
Caso 1.– (Argentina). «Abandono».
Familia que vivió en la precariedad y la austeridad, donde la chica que hizo los duelos se sintió, de niña, humillada por ir al cole con su ropa rota, representando este recuerdo tan solo “la punta de un iceberg”.
Resentires con el padre:
—«Desvalorizado, víctima, calzonudo (calzonazos), pobre infeliz,
huérfano, sumiso, sometido, manejable, manso, rendido, avasallado,
subordinado, oprimido, humillado, atropellado y mediocre».
Caso 2.– (Galicia-España). «Padre psicópata»:
A la hermana de la persona implicada y en su presencia el padre la llevaba a la vía del tren donde la amarraba para asustarla, representando esto una pequeña muestra de su comportamiento habitual para con las niñas,
Resentires con el padre:
—«Cruel, déspota, ser sin alma, mal padre, mal marido, abusador, enfermo, psicópata, animal, mujeriego, infiel, frio, padre ausente,
irresponsable, sádico, egoísta, maltratador, despreciable, repugnante, depravado, insignificante, desvalorizado, rastrero e innoble».
Caso 3.– (México). «Padre abusador».
El padre abusaba de su hija desde pequeña llegando a dejarla embarazada y dando a luz a una niña fruto de esa “relación”.
Resentires con el padre:
—«Agresivo, padre ausente, desgraciado, perro, “pinche cabrón”, malparido, mal-padre, maldito, egoísta, mentiroso, avaro, enfermo, psicópata, asqueroso, cerdo, infeliz, desgraciado, dictador, prepotente, maltratador, ególatra, manipulador, irresponsable y víctima».
Los resentires en forma de información codificada expresados a nuestro padre, están directamente relacionados con los que él mismo resintió con respecto a sus propios padres: Con respecto a su mujer, sus abuelos, sus jefes…
Es por eso esperable y natural que, comenzando por lo conscientemente conocido, acabemos pronunciando palabras del todo ignoradas por nosotros, o bien “percibiendo información” hasta ese momento igualmente ignorada del todo por nuestro consciente.
Desde la neutralidad de un «maestro de ceremonias» y aceptando ese preciado contenido en información, se trata ahora de estar atentos a esos códigos que pueden ir apareciendo, ya que es justo lo que estamos necesitando.
Vamos a abrir ahora un canal de información para liberar la rabia contenida.
(Recordamos que mientras leemos este libro estamos “acondicionando el terreno”; preparándonos para hacer nuestro ritual posteriormente en un acto sagrado en la intimidad).
Resultará normal que la imaginación «vuele», mientras tanto, y se vaya manifestando “cuánticamente” información como adelanto durante la lectura de este libro.
Como analogía metafórica, es como si accediésemos al «registro akáshico de nuestro clan».
Somos ahora el artífice a través del cual, cediendo nuestro vehículo emocional, vamos a liberar esas rabias encriptadas que ni siquiera consideramos nuestras, pues insistimos en que forman parte de una información muy reservada en nuestro inconsciente.
Nos estamos desenvolviendo en un “espacio a-temporal”, donde las sincronías comenzarán a producirse a través de nuestra intención de neutralidad y aceptación.
Partimos de las improntas conocidas por nosotros y gritamos, física o mentalmente, aquellos silencios antiguos que ahora cobran vida al ser pronunciados.
Aprovechamos para decirle a este señor que tenemos delante, (ahora estamos siendo “directores de orquesta”), todo lo que su hijo o hija, padre, madre o esposa jamás le dijo:
“Fuiste un desaprensivo o un dictador”.
“Jamás supiste amar ni a tu mujer ni a tus hijos”.
“Obligaste a tu hija o hijo (nosotros en este caso), a tal o cual cosa”.
“Arruinaste la infancia de fulanito” (ponemos ahí nuestro nombre). Etc.
Se trata de expresar, liberar y soltar lo que aparece a través de este canal abierto que hemos creado y, cada cual, habrá de emplear sus propios recursos para la mejor consecución de este fin.
«Aquí vale todo».
En ocasiones, podrán manifestarse resistencias para entablar una dinámica real de comunicación con este inconsciente resentido.
«Imaginariamente» y si los resentimientos son importantes, podemos comenzar entonces por abofetear o golpear, para ayudarnos a expresar este contenido, haciendo uso de cualquier medida que nos resulte útil, o eficaz, o necesaria en cada momento.
Nuestra necesidad y la imaginación al poder.
No importa lo que hagamos en esta parte de los resentires con cada ancestro, todo es correcto si cumple su cometido.
Es lo que necesitamos ahora para llegar a agradecer después, a esta persona, como si de «aquel que nos entregó el billete perdido del tren» se tratase.
Ese es el punto al que tendremos que llegar y para eso es imprescindible emplearse a fondo, antes, en esta parte del ritual.
Para el inconsciente ya se están produciendo cambios de potencial, puesto que jamás se expresó determinada pulsión, residuo o rencor.
Para este inconsciente todo se está re-escribiendo aquí y ahora.
Continuamos, desde nuestra posición, sacando a la luz en su presencia hasta el último detalle de nuestros “peores recuerdos”, (siempre en forma no-implicada en primera persona), insistimos; si tú eres Miguel y estás haciendo estos duelos, la fórmula es, “le hiciste a Miguel”, tu hijo.
Utilizando nuestro vehículo emocional como canal, nos dedicamos de forma exhaustiva en esta parte a liberar, expresar, gritar en nuestra imaginación; ¡Golpear!
Podemos gritar imaginaria o físicamente; dependiendo de las posibilidades y preferencias de cada cual.
Ha de ser un “vómito emocional” donde el resultado concuerde con esa conocida y vieja sensación que aparece cuando “se canta a alguien las cuarenta” y dice después que «se ha quedado a gusto».
Todos los resortes de culpabilidad devengados de la idea de parecer irrespetuosos con respecto a nuestros padres, en este ejercicio, solo sirven para neutralizar nuestra mejor posibilidad.
Estamos haciendo un ejercicio para el inconsciente muy específico.
Es un ritual para la mente inconsciente y lo que hagamos aquí tiene un fin liberador, muy por encima de aquellos preceptos sobre lo que es correcto o incorrecto.
Somos en esos momentos “el maestro de ceremonias” o “el terapeuta del clan”, y estamos inmersos en una dedicación al margen de nuestra moral conocida hasta el momento.
Continuamos con nuestro padre hasta terminar esta fase…
Aquí habremos podido recabar información «privilegiada» (o no), dependiendo de cada caso en particular.
Terminamos esta parte del ejercicio de un modo mas reflexivo, detallando aquellos aspectos que nos guardamos por recelo, vergüenza ajena o consideración, explicando nuestras frustraciones y cargas con respecto a esta figura paterna, (fuiste con tu hijo, le hiciste, no fuiste, no cumpliste con tu hijo o hijos, con tu mujer, etc.)
Detallamos momentos específicos que nos vienen a la memoria: Todo aquello que nos gustaría «sacar de nuestro cerrado corazón».
Una vez vaciadas las rabias, odios, ascos o iras encubiertas, tanto nuestras como aquellas que “aparezcan” a través de nuestro vehículo emocional, (lo más importante es haberle dado salida a todo, mientras hemos fluido en esa “danza expresiva de la información”), hacemos una breve pausa con un par de respiraciones profundas…
Nos relajamos y ya podemos comenzar con la siguiente y segunda fase.
Agradecimientos y Re-conocimientos con el Padre
Ha llegado el momento de agradecer y esta vez lo vamos a hacer en primera
persona.
Podemos aquí investirnos del personaje —hijo o hija—, para agradecer en
nuestro nombre propio a nuestra figura paterna (quizás por primera vez en
nuestra vida) por su dedicación, mejores intenciones, implicaciones,
aportaciones, maestría, etc.
Cuando expresamos los resentires lo hacemos disociados y en segunda persona,
porque creamos así un puente en nuestro inconsciente donde nuestra implicación emocional se potencia neutra y sanadora. Es un recurso, una manera de enviar un mensaje donde nosotros, ya estamos actuando desde el «punto de observación».
Cuando agradecemos, lo hacemos en primera persona porque este efecto, sentimiento o actitud, es lo que buscamos para que se haga lo más real posible; ya vinculado en forma de ritual con “todo lo que somos”.
Tengamos muy en cuenta que cada cual hizo lo que pudo dentro de sus limitaciones, su programación y su inconsciencia radical.
Muy a pesar de nuestras consideraciones más nefastas, en las profundidades, cada acto presencial o dedicación, surgió de la entrega de esta persona a la causa de la procreación y la portación de la vida a este plano de existencia.
Muy a menudo el padre sobrevivió en una vorágine de emociones copiadas de su relación con sus propios padres; su niñez, la educación recibida y los lastres globales del transgeneracional…
Cada pequeño gesto sin embargo, es de agradecer. Todos sus sufrimientos fueron esfuerzos para con los hijos, su mujer y su
situación existencial.
En los ” peores casos”, nuestro padre nos muestra las necesidades propias, pues siempre habitaron en nosotros antes y después de nuestra percepción sobre esta figura.
Cuanta más dureza en la expresión, mayor maestría y aprendizaje en cuanto a la información que necesitamos para comprender y armonizar, precisamente por representar nuestro “padre-espejo” nuestra versión más urgente.
Sin entender esto en profundidad, nada de lo que hagamos en estos duelos servirá, puesto que si continuamos pensando que alguien (comenzando por nuestro padre) tiene o tuvo la responsabilidad que solo a nosotros corresponde,
jamás saldremos del atolladero.
Continuar pensando que nuestro padre o nuestra madre pudieron llegar a hacerlo mejor, desde nuestra visión victimizada y trampeada de la realidad. supone uno de los delirios más surrealistas e ilusorios que podamos llegar a concebir,
Tengamos muy claro este punto de inflexión, pues la realidad cuántica funciona justo del revés:
No hemos venido aquí a sanar las cuestiones y lastres de nuestro clan, sino a sanar nuestras cuestiones y lastres expresados a través de nuestro clan.
«Las conductas, lagunas, faltas y errores de nuestros padres, solo evidencian la parte de nosotros que habremos de transformar,
tardemos lo que tardemos en tomar consciencia de este hecho».
La única función contenida en el acto de extraer y expresar los resentires con antelación, consiste en llegar al punto de encontrar, en nosotros, esa afinidad con aquel sentimiento de “estar agradecidos”, donde la necesidad de perdonar carece ya de todo sentido.
Es muy posible que nuestro “desarrollo espiritual” a base de conectar con “el amor incondicional”, el perdón y cosas por el estilo, (como recetas propias de cocina fácil tan arraigadas desde la nueva era), nos hayan conformado en la creencia de “determinada elevación del espíritu”, mientras sin embargo y generalmente representan “meras capas de pintura sobre un fondo viscoso”; más
propias de un apaño transitorio que de una verdadera transformación interior.
Los Agradecimientos han de ser tan dedicados y explayados como la expresión de los resentires.
«Es el momento de encontrar, en nosotros, aquellos “motivos personales” que ahora podemos expresar, como nunca antes lo hemos hecho».
Es necesario en este punto resaltar que, debido a la tradicional forma de concebir socialmente nuestra realidad, en un porcentaje exhaustivo de los casos —nadie ha sabido agradecer—, ni ha tomado consciencia plena de «hasta qué punto realmente podemos estar agradecidos».
Agradecemos a nuestro padre encontrando esas “razones del corazón”, partiendo de nuestros recuerdos conscientes y “tirando de ese metafórico hilo conductor” que nos podrá llevar a situaciones quizá olvidadas: (Un momento estelar también para tomar conciencia y valorar las pequeñas acciones).
Si hemos sido huérfanos de padre, agradecemos su mejor intención a “esa energía” y reconocemos su ausencia con toda su carga en información.
Quizás su ausencia nos ayudó de muchas formas, pues a veces la persona “elige retirarse” para brillar mejor por su ausencia que «por lo que siente que podría aportar con su presencia».
Tengamos muy en cuenta, en definitiva, que todas las ausencias contienen «el fin», de ser emocionalmente compensadas a través de nosotros:
«Esa es la lección que nos ofrecen».
Si no llegamos al punto, por ejemplo, de agradecer en toda su intensidad a la función paterna en caso de tocamientos, maltratos o abusos de la infancia, es porque todavía estamos polarizados, viviendo solo la contracara de una sola moneda.
Teniendo en cuenta el paradigma “terapéutico tradicional”, basado en la dualidad de los extremos, resultará imposible en una vida llegar a integrar o superar casos de abusos de la infancia. Sin embargo, si comprendemos nuestra función desde un “origen unificado”, llegará a resultar “fácil”, según se mire.
En consulta la persona “abusada” toma consciencia de que es “ella” también la parte abusadora.
Mártir y perpetrador (víctima y victimario) han de reconocerse como “iguales”. ya que —resulta del todo imposible salir del la víctima desde la víctima—:
De lo pasivo desde la pasividad; del que recibe desde el acto de recibir.
Esto aparece solo con profundizar un poco en las primeras capas superficiales, ya que el compuesto está en ambas partes con la misma intensidad.
Parafraseando al tan conocido refrán (como la mayor parte de las veces ignorado), «lo que está sucediendo es que estamos viendo solo “la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”».
Teniendo esto en cuenta llegaremos a comprobar que «se hace fácil, lo difícil».
Al final, siempre se trata de llegar a “a-sumirse a uno mismo”. Desde nuestra posición en solo uno de los extremos de la dualidad, resultará del todo imposible asumir esa realidad, ya que la persona se encuentra polarizada, viviendo la parte de “santa”, “víctima”, “pobrecita que abusaron de mí”, etc.
Y esto es solo la contraparte de la cara de la moneda formada por la víctima y el victimario; la moneda dual donde salga cara, o saga cruz, continúa siendo la misma.
Y ninguna de las caras son reales.
Y ambas caras son reales a la vez.
Tan reales son los extremos como ilusorios.
—Fundamental comprender esto—.
Así, se “sanan” las cosas.
Así, «se sanan todas las cosas».
Para aclarar definitivamente el significado del término “victimario”, citemos la definición “oficial” que versa en la biblioteca pública de internet, Wikipedia:
“El Victimario es aquella persona que le inflige un daño o perjuicio a otra en un momento determinado (quien pasa a ser, por oposición, la Víctima de la acción). Si bien este término puede ser usado para referirse a cualquier persona responsable de cometer un delito, está generalmente relacionado con los conceptos de proceso de paz, en donde es utilizado frecuentemente en forma plural, para referirse a los actores armados de un país, bajo un régimen dictatorial o democrático o en un conflicto armado interno, que han cometido crímenes terroristas, crímenes de Guerra o crímenes de Lesa Humanidad. También se utiliza en casos de feminicidio”.1
Parece ser que la propia definición oficial ya hace referencia expresa en su acepción principal a esta dualidad, continuando por considerar a los soldados terroristas “actores” y especificando su uso cuando de dos bandos implicados por intereses comunes se trata. Como pueden ser los opositores políticos internos de un país o las desavenencias entre lateralidades humanas.
Más allá de todo esto, mientras la posición mental de la víctima continúe afincada en ese platillo de la balanza, continuará siendo víctima de por vida, pues en su empeño de castigar a los demás o “hacer justicia” pretendiendo erradicar a los perpetradores de la faz de la tierra, se encuentra su propia condena.
Donde jamás se hará justicia, ya que si estamos comprendiendo que solo hablamos de extremos de una polaridad, para la Ley Universal Unificada todo está siendo «certeramente justo», en una medida tan precisa como difícil de valorar a primera vista.
La víctima ya era victimario y el victimario víctima a modo generacional, y tendrá que “vérselas y entendérselas” durante toda su vida con ese potencial.
No podrá cambiar su pasado pretendiendo borrar su desazón, ni cambiarán aquellos que gozan infligiendo algún daño, ni podrá variar un solo ápice de su visión (pasada y proyectiva a la vez) de aquellos recuerdos que le persiguen por más esfuerzos de erradicarlos que haga.
De nada servirá un solo minuto de odio enfocado al exterior, ni de culpa, ni de flagelación, ni de rechazo por la suciedad que nos invade el alma desde nuestros más profundos adentros.
Hasta que nos responsabilicemos de la moneda al completo, pasaremos nuestra vida “enfermos”, en una contienda constante donde la incomprensión, la frustración, la culpa y los resentimientos internos, dominarán por completo nuestro psiquismo y por lo tanto nuestro sentido existencial.
A cambio de esto, podemos comenzar a responsabilizarnos de nosotros mismos sabiendo que, si una persona es “víctima”, es seguro a su vez también abusadora y es imposible que esto resulte de cualquier otra manera, ya que lo que se resiente en un polo está activo en el contrario con igual intensidad. Sin embargo, como cita Bert Hellinger en sus Constelaciones Familiares, «la víctima continúa siéndolo porque le interesa perseverar en su papel, reprimiendo la parte de perpetrador que igualmente vive a través de ella».
Si la víctima acciona por una vez, toma contacto con su rabia reprimida de manera más que suficiente como para ponerse a la altura de su más perverso verdugo y, teniendo en cuenta que el tiempo es ilusorio para el inconsciente, eso es lo único que ha existido siempre, antes y después de cada cambio de posición, seamos ahora víctimas o verdugos.
«Lo que resientes enfrente, rechazas y percibes con desprecio como una viscosa suciedad, es la parte de ti que no aceptas; de eso estamos hablando todo el tiempo».
Sin tener pre-clara esta información, seguramente la realización de estos duelos en absoluto conseguirá que salgamos de tan arcaico potencial, y mucho menos acercarnos siquiera a la posibilidad de una transformación consciente, aunque podrá suponer un «punto de inflexión crucial» por revivir nuestra situación existencial con una perspectiva “nueva”, viéndonos a nosotros mismos desde una posición más cercana a nosotros mismos.
Además, —de hecho y en el mejor de los casos— para que algo de todo esto se asiente de forma real, deberíamos contar con un año natural al menos tras el impulso inicial de la cuarentena.
Es una historia que carga información de miles de años:
¡Ni pensar en cambiarlo en unos días!
Los duelos suponen un punto de inflexión y un cambio “potencial de potencial”, que después habrá de irse macerando desde nuestra implicación e intención a través del espacio-tiempo.
Continuamos agradeciendo a nuestra figura paterna aquellas cuestiones más genéricas, que engloban su implicación vital y su mejor intención; sus sufrimientos con los trabajos, su aguante y su entrega; sus dedicaciones para con nosotros, para con su mujer, para con la familia…
En casos de separaciones matrimoniales se agradecen sus decisiones, sus implicaciones, sus dudas y sufrimientos así como su función de padre —hasta donde pudo llegar—, pues siempre y como ley universal, cada cual hizo lo que supo hasta el límite de sus posibilidades.
Nos explayamos agradeciendo...
Agrademos ahora como nunca lo hemos hecho pues somos conscientes, desde la observación, de la “película al completo”, vista desde un estado trascendido de neutralidad y comprensión superior de las cosas. —Esa ha de ser la actitud—.
Repetimos, comenzamos en primera persona:
«Fulano de tal, agradezco la dedicación de tu vida entera: Tus mejores intenciones; aquel momento donde me ayudaste, me enseñaste o me regalaste tu atención»…
Estos agradecimientos habrán de ser exhaustivos, buscando o aceptando aquellas informaciones que nos lleguen dignas de mención, y fluyendo con el momento desde la neutralidad.
Culminamos los agradecimientos con un ritual imaginario ahora agradeciendo en nuestro nombre y en el del clan, completamente investidos de “maestros de ceremonias”, mientras nos acercamos apoyando nuestra mano en su hombro (puede ser nuestra mano izquierda o la derecha, el hombro izquierdo o el derecho de la persona a reconocer, o ambos a la vez con ambas manos). Poco importa aquí la forma y, lo idóneo, es que todo «surja» de la manera más espontánea.
Cuando en la edad media alguien era nombrado caballero, la ceremonia ritual era tan potente que el recién “bautizado”, (aun no creyendo conscientemente su nueva designación), inconscientemente “se levantaba siendo Caballero”.
De ahí la importancia de los rituales utilizados en todo tipo de logias y organizaciones; El bautismo, la comunión, y aquellos actos a través de los cuales se invisten de atributos, poderes o rasgos inconscientes al iniciado.
Usaremos esa fuerza ceremonial en estos duelos para reforzar y culminar con los agradecimientos, nombrando a nuestros ancestros “simbólicos caballeros del clan”, y emplearemos ahora este anclaje ceremonial en “nuestro propio beneficio”.
Pronunciando las frases:
«En mi nombre y en el nombre del clan, quedas agradecido y reconocido desde este momento».
O bien, «El clan a través de mí, agradece y reconoce en aceptación y plenitud tu participación desde este momento».
O bien, «Yo ……………. en mi nombre y en el nombre del clan, agradezco y reconozco tu vida al completo desde este momento».
Insistimos en el eslogan «la imaginación al poder», y nos permitimos crear nuestra frase prototipo para este ritual, de modo que todo puede funcionar si así lo sentimos mientras lo creamos:
“Por el poder que me otorgo en nombre del universo, yo, fulano de tal, te reconozco en nombre del clan.”
“En este ritual y a partir de ahora, yo, en nombre de nuestro clan, me otorgo la facultad de reconocerte y agradecerte”…
Etc.
Corte del Vínculo Emocional con El Padre
Una vez que terminamos de agradecer y re-conocer en esta ceremonia imaginaria, (recordamos que estamos en trance y el inconsciente se encuentra “grabando” todo cuanto estamos produciendo), pasamos a la siguiente y tercera fase del ritual, donde cortamos simbólicamente el cordón emocional de información que nos mantuvo inconscientemente enlazados con nuestro padre, —personaje o persona que representa nuestro arquetipo paterno—.
Aclaremos que para el inconsciente unificado nada se corta realmente, ya que todo revertirá de vuelta por formar parte integral de aquello que “verdaderamente somos”, de modo que el acto ritual de corte será empleado como un gesto, meramente simbólico, significando una ayuda y un paso fundamental para representar, de manera virtual, los cambios que se han producido en la fase anterior. (Tengamos en cuenta que el lenguaje que maneja el inconsciente es 100% ritualista; simbólico y metafórico).
Un lazo de energía virtual aparece ante nosotros, claro y nítido, uniéndonos con aquel personaje que representó nuestro papel de padre.
Este enlace puede aparecer en forma de “cordón de energía lumínica” y puede adquirir cualquier color en el momento de su manifestación. Puede ser blanco, azul, verdoso, grisáceo o ennegrecido: Pueden ser hilos difusos de luz, pueden ser cuerdas de energía densa o incluso de textura solidificada…
Puede representar una energía neutra, o bien cargada de aquellos lastres que pesan sobre nosotros como un cargante estigma, arcaico y olvidado.
Puede aparecer una gruesa cuerda, una cadena de metal o un denso vínculo similar al tronco de un árbol.
En principio y teniendo en cuenta el cordón de energía, utilizamos las tijeras personales (que ya tenemos preparadas a nuestro lado, encima de una mesita imaginaria que sirve como soporte), mientras sentimos su tacto o su firmeza, comprobamos cómo se adaptan como un guante a nuestra mano…
Estas son nuestras “tijeras cuánticas especiales de corte del vínculo emocional”, y pueden ser como nos las imaginemos, “aparezcan” o ambas cosas a la vez: Pequeñas o enormes, blancas o doradas, plateadas, azules o nacaradas; confeccionadas de energía lumínica, de plasma o láser; livianas o pesadas, cortas, gruesas, estilizadas o de un metro de longitud.
Nos disponemos a cortar (entiéndase como transformar ) ahora ese enlace que vemos cómo nos une, nos vincula o “nos ata”, desde nuestro plexo solar, al de la persona representativa que tenemos en frente.
Ponemos las tijeras en posición de corte…
Esto puede resultar un momento intenso y puede que las tijeras “tiemblen”.
Tenemos en cuenta que estamos cortando aquellos reductos de información que portan una carga pesada de devociones familiares, obligaciones, resentimientos y culpas ancestrales.
Cortamos con solvencia y decisión el Vínculo Emocional con las tijeras cuánticas, mientras pronunciamos al tiempo la frase:
«Te libero de mí porque te amo y me libero de ti porque me amo».
«Esta será la única frase a memorizar a la hora de realizar el ritual».
En caso de que nos cueste trabajo memorizar o en el momento del corte dudemos, bastará con un simple “te libero de mí”.
Esta frase la pronunciamos masticando cada letra, de forma solemne y tomando plena conciencia de su significado:
—Sintiendo su significado—.
«Ha de ser como cuando el párroco pronuncia las palabras en un bautizo, el apoderado declara los términos de un contrato; el juez sentencia una unión matrimonial: El rey nombra a un caballero»…
Vemos cómo la parte del lazo virtual desde nuestro punto de corte se acaba por desprender y comienza a flotar en ese éter del ambiente donde nos encontramos…
Contemplamos como el fragmento de enlace restante que sale de nuestro plexo solar, flota ahora sin ningún tipo de conexión…
Podemos, con nuestras propias manos, ayudar a desprenderse la parte ligada al Ser que tenemos enfrente, pues ahora se suelta con solo tocarla.
Podemos hacer lo propio con nuestro fragmento restante, visualizando cómo se desprende de nosotros mientras lo soltamos de nuestros dedos en ese espacio vacío…
Nos dedicamos a observar el efecto de disolución de aquellos restos flotantes, mientras se van desdibujando ante nosotros hasta que, lentamente, poco a poco desaparecen de nuestra vista por completo.
Es recomendable emplear el tiempo necesario en esta dedicación de observación, después de cada corte, pues nuestro inconsciente “necesita” ese soporte visual para grabar el nuevo potencial.
Según numerosas experiencias, hemos recabado distintos informes desde la práctica de la realización de estos duelos, y las posibilidades pueden ser muy variadas:
En ocasiones, la persona implicada tuvo que ingeniárselas para cortar una gruesa cadena de hierro, intercambiando las tijeras propuestas por una “sierra laser de corte”, o bien una potente y enorme motosierra especial para metales.
Otras veces y en puesto de las tijeras la persona prefirió utilizar una “espada laser”, al modo de las conocidas espadas lumínicas de los jedáis de la película “La Guerra de las Galaxias”.
Otras veces se usaron catanas o espadas de cualquier tipo…
Cada situación requirió su “propia fórmula” según las necesidades resultantes de los duelos personalizados de cada cual.
Lo importante es proyectar un argumento expresado a nuestra forma particular, recordando la máxima de creatividad y soluciones magistrales que, nuestro propio inconsciente, nos irá brindando a cada momento para la mejor resolución de este episodio.
«Soltar a alguien desde la consciencia equivale a integrarlo».
Abrazo y Despedida con El Padre
Tras cortar el vínculo emocional y terminado el proceso completo hasta su completa desaparición, damos un abrazo a esta persona, ya re-convertida en forma de energía emocional integrada, atendiendo al desempeño de “una función sagrada”, y nos despedimos viendo cómo se aleja hasta perderse en ese “espacio cuántico” donde nos encontramos.
Ese abrazo ha de ser fundamentalmente un acto ritual “conciliador”, de carácter “neutral”.
Quizá el primer abrazo verdaderamente “sanado” que damos a nuestro padre.
Quizá un abrazo donde sellamos y transmitimos aquellos sentimientos por fin conscientemente equilibrados, armonizados; aliviados o depurados a través de nuestra intención y nuestro re-conocimiento.
En caso de estar nuestro padre fallecido, después del abrazo convocamos la típica “tronera de luz” que aparecerá justo detrás de nuestra figura paterna, a unos metros de nosotros.
Esta luz vertical, que “baja desde las alturas conectando con el suelo”, es simplemente una vía de acceso a “otras dimensiones existenciales” y representa el paso a otro Estado de la Conciencia.
La hemos visto en películas como “Ghost”, aunque ahí no se inventaron nada, ya que este arquetipo se encuentra de muchas formas arraigado en el inconsciente colectivo.
Es por eso que en cuanto convocamos ese “foco de luz”, aparece con presteza y rotunda claridad.
A cierta distancia de la luz y acercándonos a ella, vamos acompañando a este “ser” que acabamos de soltar (la figura paterna), como si de la energía de un niño perdido de tres años se tratase, pues tan solo necesita que le enseñen “el camino de vuelta a casa”.
En realidad y teniendo en cuenta la pureza resultante de la descarga de toxicidad y resto de “entelequias adicionales” que otorgamos a esa figura transitoria, lo que queda es exactamente eso:
—«La energía pura de un niño perdido de 3 años»—.
Lo acompañamos… Quizá cogiendo su mano sin importar su aspecto o la exactitud de su representación; su tamaño o la imagen que adquiera en este momento crucial
Le hablamos con frases del tipo:
«Ahora puedes marchar tranquilo».
«Todo está resuelto y saldado».
«Mira, te están esperando».
«La Vida continúa».
«Hay mucho que hacer en el otro lado»…
Enfocamos nuestra mirada hacia esa “fuente de luz”, pudiendo apreciar como seres resplandecientes, quizá translúcidos; antiguos familiares atemporales reconvertidos en puras formas de luz; “seres trascendidos vibrando en amor incondicional”, lo esperan para acogerlo y sostenerlo “en el otro lado”.
Al igual que nuestra llegada a este mundo estuvo precedida y auspiciada por nuestro clan, contando con una “madre íntimamente receptora” y el resto de circunstancias que nos precedieron para acogernos. (Independientemente de nuestra subjetiva valoración sobre este hecho).
Si algo es seguro, es que si estamos leyendo estas líneas una madre receptora nos sostuvo alrededor de nueve meses en su propio vientre.
Cualquier cambio dimensional sucedería de idéntica manera en cuanto a nivel de receptividad, teniendo en cuenta de forma especial, ahora, el benefactor cambio de potencial que acabamos de producir, crear, recrear o manifestar en la constante atemporal.
Vamos acompañando a ese “niño-energía” hacia esa “fuente de luz”, donde visualizamos a esas entidades benefactoras que van apareciendo para acogerlo.
Pronunciamos frases del tipo “ahora puedes marchar tranquilo, te están esperando”, etc.
Nos esperamos a que nuestro “niño-padre-energía” se adentre en ese gran foco de luz, mientras contemplamos cómo es acogido por esos seres trascendidos, mientras lo abrazan, celebrando el encuentro.
Buscamos un momento para despedirnos en la distancia y continuamos contemplando como, seres y luz, se van desdibujando ante nosotros hasta desaparecer por completo.
Ese será el momento donde habremos integrado, ritualmente hablando, esa energía paterna que siempre estuvo en nosotros y formó parte de nosotros.
Esto supone hacer un Duelo Real una vez comprendidos, re-ajustados y resueltos aquellos aspectos inconscientes que medraban en nuestro interior.
Para aquellos (que los hay) que tengan resistencias con respecto a la tronera de luz, por creer que forma parte de una «trampa arcóntica para redirigir las almas de nuevo al plano físico», entiéndase que este ejercicio se encuentra completamente al margen de cualquier función relacionada, ya que estamos usando un arquetipo y símbolo ritual para otro fin, que nada tiene que ver con trampas ni hechizos; salvo nuestro propio sentido de integración para con nosotros mismos.
En cualquiera de los casos, lo único que “revierte al físico con tintes de reparación”, es precisamente aquellos resentimientos e incomprensiones en forma de energía emocional —ya organizados como programas—, que habrán de ser dirimidos y confrontados a través de una vida cualquiera, de cualquier “personaje o persona”, (con nombre y apellidos), que se verá inmerso en una historia que llamamos “Vida en la Tierra”, y así será el medio o “útil creativo” a través del cual la conciencia tendrá de nuevo la oportunidad de manifestarse para auto-encontrarse; viviendo un bucle repetitivo o bien ejerciendo el inviolable albedrio para intervenir, haciendo
justo lo que estamos haciendo ahora.
Llegar a pensar que nos libraremos de nuestro designio inexorable por el simple hecho de temer nuestro compromiso supra-dimensional (esta vez en forma de arconte), equivale a pretender “liberarse de nuestra sombra esquivando a los malos”.
O liberarse de una enfermedad expulsando al demonio que la provoca.
Caso de ser esta paranoia extrema, hasta el punto de impedir la mejor resolución de esta parte del ritual, puede canjearse la fuente de luz por un globo aerostático o un transparente ascensor, reproduciendo la escena de manera análoga y teniendo en cuenta que la importancia radica en nuestra implicación emocional, siendo la forma o los símbolos usados de carácter accesorio.
Así mismo y continuando con la máxima de «la imaginación al poder», cada cual puede diseñar su escenario y vehículos de transición de la manera que mejor se adapte a su paradigma particular.
Nada existe ajeno a nosotros, por lo tanto, pensar que existen unos arcontes que nos engañarán a la primera ocasión, equivale a ceder nuestra capacidad y albedrío de forma definitiva a una parte de nosotros separada de la realidad.
Tan efectivo ha resultado el símbolo de la tronera de luz en estos duelos, que se han dado situaciones en las que, cuando se invitó a dirigirse hacia la luz a un yaciente directo del operante, (en este caso una abuela que murió acuchillada), “se empeñó en volver a enterrarse bajo su tumba”, con el consiguiente mensaje que, insistente, enviaba a la persona receptora de su información, (en este caso no demasiado resuelta desde su función de “maestra de ceremonias” razón por la que fue imprescindible repetir este duelo”), donde dejaba constancia de su intención de volver a “echar tierra encima” para mantener enterrada bajo la sombra su compuesto al completo, tratando así con este recurso de continuar su propia impronta desde una sombra del todo operativa.
(Vemos aquí como el acto del enterramiento, en sí mismo, [en contraposición de la cremación, más cercana a la transmutación que simboliza la tronera de luz] entraña ese ritual donde “tapamos con lápida”, “enterramos bajo tierra” tanto la información como los lastres dejados por la persona en cuestión).
Repasemos brevemente los pasos que hemos detallado volviendo al esquema principal:
1.- Resentires
2.- Agradecimientos y reconocimientos
3.- Corte del vínculo emocional
4.- Abrazo y despedida
Estos cuatro pasos son los que vamos a utilizar como un sistema para nuestros ancestros, comenzando por nuestros padres, ya que ostentan el triángulo más cercano y, en consecuencia, representan el nudo donde se comprimen y potencian los resentires ancestrales más activos vinculados a nosotros.
La mayor parte de las veces, esta fase será previsiblemente la más intensa, descendiendo porcentualmente la fuerza de lo contenido conforme vayamos avanzando, pasando posteriormente a la anterior generación, los abuelos, y terminando por los bisabuelos, donde podremos encontrar información de índole variable, ya más atenuada en función de lo experimentado con antelación.
En otras ocasiones, sin embargo, la máxima tensión se ha reproducido en los duelos con los abuelos, cuando estos son dobles de gran intensidad y en esa línea se encuentra el grueso de la toxicidad, que de alguna forma “nos corresponde”, o bien correspondemos a ella con especial relevancia.
Una vez finiquitado el proceso con nuestro padre, veremos que queda nuestra madre sentada en una silla frente a nosotros y a la derecha, esperando para comenzar con ella siguiendo el protocolo anterior encabezado por los resentires.