Arquetipo Materno – Duelo con la Madre
Al ser la madre para el inconsciente la “portadora oficial responsable” de la mayor parte de la información que nos conforma, la carga principal de los resentires se centrará en la línea materna, siendo la contraparte paterna un reflejo extendido y equivalente de esta.
Tenemos en cuenta aquí el proyecto sentido constituido por la etapa del embarazo, donde nuestra madre nos llevó en el vientre durante nueve meses, contando con nueve meses de antelación, y extendiendo este periodo de trasmisión de información hasta pasada nuestra niñez. «Con creces».
Aparecerán resentires vinculados con esta etapa que conforma el proyecto sentido, que habremos de activar a través de ese estado donde la información “fluye”, ofreciéndonos sensaciones propias de este periodo.
Si sabemos que nuestra madre tuvo un embarazo complicado, donde “se obsesionó desde sus patrones más reincidentes”, extraeremos los resentires específicos relativos a este periodo de su vida, pues aquí encontraremos mucho de aquella mochila que cargamos potencialmente durante nuestra vida. (Al menos hasta este momento).
Tendremos que tener en cuenta las situaciones programadas en las que, el inconsciente del clan a través de nuestra madre, nos pre-determinó como hijo o hija con una función específica tipo “hijo-tóxico, o niño muleta, o niño soporteemocional, o marido de sustitución, o cuidador de por vida, o encargado con cualquier otra misión reconocida en cualquiera de sus formas”…
O persona frustrada, repudiada, víctima, “santa o mártir”, postergada, abandonada, desterrada, castrada; limitada o fracasada…
Imaginemos a una mujer embarazada que odia inconscientemente a los hombres, por abusos en el transgeneracional o maltratos reincidentes, dispuesta a dar a luz a un hijo varón, con toda esa información activa, ahora enfocada desde el inconsciente hacia el hombre-niño que ha de venir; representante oficial del arquetipo grabado en la familia como «aquello que maltrata o menosprecia»; Lo más natural en estos casos, es que el inconsciente materno tienda a “castrar al niño que trae”, precisamente con ese sentido: «Reparar», re-convirtiendo al varón que maltrata en energía femenina predominante, anulando así su masculinidad.
Imaginemos ahora a una mujer embarazada cuya programación incluye la férrea creencia de que “todas las mujeres sufren”, o “solo puedo traer varones”,
¡Dispuesta a dar a luz a una niña!
La niña que porta esta información desde su nacimiento basculará a masculino para ser valorada o aceptada por la madre, o bien vivirá una existencia con una fuerte tendencia a la frustración en todo cuanto emprenda.
En los casos donde nazca una niña en un ambiente programado, donde el arquetipo masculino está considerado tendenciosamente abusivo, violento o perjudicial para la estabilidad familiar, la niña que viene podrá ser “lanzada inconscientemente hacia la búsqueda de compañía sexual para relacionarse exclusivamente con mujeres”, asegurando así el mejor funcionamiento de su situación existencial “con respecto a la familia” y siendo impulsada inconscientemente a masculinizarse, ya que desde el inconsciente su solución existencial estará regida por la clave “desde lo femenino estoy en grave peligro frente al hombre”.
En casos de orfandad o abandono desde la infancia por parte de la madre, el duelo se habrá de resolver, antes que nada, con la figura materna que tuvimos por omisión (madre biológica), teniendo en cuenta los datos o ausencia de datos sobre esta figura.
En este caso, si carecemos de imagen o representación física consciente, estará representada a través de una “energía imaginaria” que simbolice a nuestra madre.
Solo después haremos, también, el duelo correspondiente con aquella madre de sustitución (si la hay), que tuvimos como referencia o sentimos que pudo haber hecho de alguna manera esta función, bien sea nuestra abuela, nuestro hermana o la pareja de nuestro padre.
Resentires con La Madre
Estamos de lleno inmersos en trance y comenzamos con las “palabras gruesas obligatorias” cuya función consiste en recabar la información que irá fluyendo en esta fase inicial, del duelo con nuestro arquetipo materno.
Recordamos los pasos anteriores para aplicarlos en nuestra dedicación con este arquetipo.
Extraemos los resentires acumulados en forma de palabras lo más “codificadas” que podamos encontrar, haciendo brotar lo más escondido de nuestro iconograma léxico particular.
En muchos de los casos, podremos expresar “rabias, iras u odios” en forma de “literales guantazos imaginarios” (hasta quedar exhaustos), para llegar a sentirnos liberados de las cargas reprimidas de la forma más efectiva posible.
Insistimos una vez más en la importancia de la expresión de estas emociones reprimidas, pues siempre sustentan muchas de las limitaciones y repeticiones de nuestras vidas, así como gran parte de la sintomatología de tipo transgeneracional, sin que hayamos tenido la más mínima noción de su causa hasta el momento, teniendo en cuenta, además, que estamos sacando los resentires,
—ya no vinculados expresamente como propios—, sino incluyendo los que nuestra madre tuvo con respecto a su propia madre, con respecto a su padre, con su marido, etc.
Nos explayamos con los resentires tanto como lo haremos después con los agradecimientos.
Para que nos pueda servir de referente, citamos algunos ejemplos reales de duelos realizados por otras personas con antelación, quedando transcritos los resentires extraídos con respecto a la madre de forma literal a continuación:
Caso 1.- (España). «”Hijo castrado” por su madre y marido de reposición».
Varón, funcionario que vive con su madre, incapaz de abandonar el territorio materno y codificado con la prohibición de emprender
cualquier tipo de relación sentimental, (fuera de ese núcleo madre-hijo).
Resentires contra la madre:
—«Manipuladora, agresiva, rencorosa, rabiosa, desvalorizada, arrogante, soberbia, víctima, sufrida, zorra, asquerosa, pusilánime,
dictadora, perra, vampira, desgraciada, puta, cornuda, madre ausente, pérfida, dominante, superficial, malnacida, ambiciosa, codiciosa y exigente».
Caso 2.– (Colombia). Gemelas. «Conflicto de separación» La madre separó a las niñas del padre, manteniendo después una
relación furtiva con otro hombre, mientras utilizaba a las gemelas como cómplices de un engaño sostenido durante la infancia de ambas.
—Abusadas de pequeñas mientras su madre no les creyó—.
Resentires contra la madre:
(Gemela 1).
—«Grosera, puta, tragona, alegona, malgeniada, egoísta, autoritaria, interesada, chismosa, envidiosa, zorra, mentirosa, hipócrita, altanera, bipolar, sobreprotectora, controladora, manipuladora, aprovechadora, cerda, sumisa, tacaña, infiel, lambona, envidiosa, chantajista, desvalorizada y egocéntrica».
(Gemela 2).
—«Puta, egoísta, insensible, sobreprotectora, descuidada, caprichosa, morbosa, mentirosa, superficial, hipócrita, falsa, fría, irresponsable, calculadora, impulsiva, temerosa, cobarde, orgullosa, obstinada, rencorosa, sorda y falsa».
Caso 3.– (España). «Madre diagnosticada bipolar».
La madre tortura psicológicamente a los hijos y emite continuas señales de perversión sexual.
Resentires contra la madre:
—«Loca, maniaca, depresiva, eufórica, obsesiva, madre ausente, perversa, manipuladora, maquiavélica, envidiosa, mentirosa, agresiva, fría, calculadora, distante, arrogante, desequilibrada, psicópata, malvada, trastornada, impulsiva, tenaz, chalada»…
Estamos de lleno sumergidos en trance y permitimos que broten las palabras como agua que fluye por un río.
Lo decimos todo «de dentro hacia fuera», de forma neutral, como mediadores de esta representación:
!Recordemos! —estamos siendo los terapeutas del clan— y usamos siempre la segunda persona en este caso, disociándonos así de la carga en primera persona.
Estamos siendo ahora «El Observador de todo cuanto sucede».
«Has sido una extorsionadora con tus hijos» (o tu hijo/hija); con tu marido, con tus padres, con tu hija o hijo… (nombre real, refiriéndonos en segunda persona a nosotros mismos).
Recordamos, «tu hija (ponemos aquí nuestro nombre) “te odia”, (en vez de “te odio”)».
Continuamos en neutro, permitiendo que fluya la información…
Atentos teniendo en cuenta que pueden comenzar a salir frases, palabras o calificativos cuya procedencia nos resulta por completo ajena a nosotros. Esas frases podrán darnos claves precisas sobre situaciones e informaciones completamente desconocidas hasta el momento.
Comenzamos por nuestro umbral consciente y vamos dando “rienda suelta” a todo lo contenido y lo no-dicho, en forma de palabras especialmente «malsonantes».
Partimos de las improntas en principio conocidas por nosotros y gritamos, (literal o imaginariamente), aquellos silencios antiguos que ahora cobran vida al ser pronunciados.
Aprovechamos para decirle a esta mujer que tenemos enfrente, (desde nuestra posición de “maestros de ceremonia”), todo lo que su hijo o hija, padre, madre o esposa jamás le dijo; vaciando la trastienda de los secretos guardados y liberando la rabia contenida procedente de los rincones más oscuros.
Recordemos que en este ritual vale lo que sirva, y podemos ritualizar la extracción de la ira o el odio en forma de bofetones imaginarios, «o lo que surja», (si fuese necesario), teniendo en cuenta esta necesidad como premisa
imprescindible para lograr después un equilibrio consciente.
«Nuevamente la imaginación y nuestra necesidad más primaria al poder».
Recordemos que para el inconsciente ya se están produciendo cambios de potencial, y estamos —expresando y liberando resentires del clan—, tanto nuestros como de los demás, porque todo es la misma “esfera de conciencia emocional”.
Recordemos que para este inconsciente todo se está re-escribiendo «aquí y ahora».
Continuamos, desde nuestra posición, sacando a la luz en su presencia hasta el último detalle de nuestros “peores recuerdos”, (siempre en forma no-implicada en primera persona): Insistimos; si tú eres María y estás haciendo estos duelos, la fórmula es, “le hiciste a María”, tu hija, o fuiste una madre fría con tu hija María, tu marido, tus hijos, etc.
Nos dedicamos en esta parte de forma exhaustiva, a través de nuestro vehículo emocional, a liberar, expresar, gritar en nuestra imaginación; ¡Golpear!
Gritamos imaginaria o literalmente; dependiendo de las posibilidades y preferencias de cada cual…
Ha de ser un “vómito emocional” donde el resultado concuerde con esa vieja sensación que alguien tiene cuando “canta a alguien las cuarenta” y siente que «se ha quedado a gusto».
Insistimos: Todos los resortes de culpabilidad devengados de la idea de parecer irrespetuosos con respecto a nuestros madre, en este ejercicio, solo sirven para neutralizar nuestra mejor posibilidad.
Estamos haciendo un ejercicio para el inconsciente muy especifico.
Es un ritual para la mente inconsciente y lo que hagamos aquí tiene un fin estrictamente liberador, muy por encima de aquellos preceptos sobre lo que es correcto o incorrecto.
Somos en estos momentos “el maestro de ceremonias” o “el terapeuta del clan”, y estamos inmersos en una dedicación al margen de nuestra moral conocida hasta el momento.
Continuamos con nuestra madre hasta terminar esta fase.
Posiblemente aquí habremos podido recabar información «privilegiada», que nos ayudará a comprender mejor a nuestra madre y a los demás, dependiendo de cada caso en particular.
Terminamos esta parte del ejercicio más reflexivos, detallando aquellos aspectos que nos guardamos hasta ahora por recelo, vergüenza ajena o consideración, explicando nuestras frustraciones y cargas con respecto a esta figura materna:
(Fuiste con tu hijo o hija, le hiciste, no fuiste, no le hiciste o no cumpliste con tu hijo o hijos, con tu marido, etc.)
Detallamos momentos específicos que nos vienen a la memoria:
—Todo aquello que nos gustaría «sacar de nuestro cerrado corazón»—.
Una vez vaciadas las rabias, odios, ascos o iras encubiertas, tanto nuestras como aquellas que “aparezcan” a través de nuestro vehículo , (lo más importante es conectar lo máximo posible con la rabia o la ira, ya en forma de energía emocional en estado puro), y mientras fluimos en esa “danza expresiva de la información”, hacemos una breve pausa con algunas respiraciones profundas…
Agradecimientos y Re-conocimientos con La Madre
Ha llegado el momento de agradecer y esta vez lo vamos a hacer en primera persona.
Recordemos que, cuando expresamos los resentires lo hacemos disociados y en segunda persona, pues creamos así un puente en nuestro inconsciente donde nuestra implicación emocional se potencia neutra y sanadora.
Actuamos así desde el «punto de observación».
En los agradecimientos podemos investirnos por un momento del acostumbrado personaje —hijo o hija— para agradecer en nuestro nombre propio, (quizás por primera vez en nuestra vida) a nuestra figura materna representativa por toda su dedicación, mejores intenciones, aportaciones, maestría, etc.
Cada acto presencial suyo o dedicación fue la entrega de esa persona a la causa de la procreación, y estuvo regido por una entrega siempre amorosa, ya que el amor no distingue entre diferentes formas de dedicación.
Se dedica y se entrega lo que se tiene, lo que se puede o lo que se necesita para sobrevivir.
—Cada pequeño gesto es de agradecer—.
Todos sus sufrimientos fueron esfuerzos para con los hijos, su relación o relaciones en función de su programada situación existencial.
«Dadas las situaciones socioculturales y educacionales que nos preceden, toda su actuación al completo fue básicamente regida desde el inconsciente.
Por lo tanto no hubo ningún tipo de responsabilidad real, ni conciencia real, ni posibilidad de elegir nada que no fuese vivir un guión preestablecido».
En los peores casos, siempre, nuestra madre nos muestra las necesidades propias, ya que si continuamos pensando que alguien, comenzando por nuestra madre, tiene o tuvo la responsabilidad que solo a nosotros corresponde, jamás saldremos del atolladero.
Muchos creen que por culpa o causa de su madre se hicieron fríos, crueles, desgraciados, ansiosos, desvalorizados, cobardes o violentos.
Cuando es justo lo contrario:
“Por causa de nuestra frialdad atemporal, crueldad, desgracia, ansiedad, desvalorización, cobardía o violencia generamos la madre que tuvimos”.
—Ya que ahora somos los creadores absolutos de nuestra realidad—
Recordemos especialmente que la realidad cuántica funciona justo al contrario de lo que nos enseñaron:
No hemos venido aquí a sanar las cuestiones y lastres de nuestro clan, sino a sanar nuestras cuestiones y lastres que expresamos a través de la construcción «de lo que conocemos por nuestro clan».
«Las conductas, lagunas, faltas y errores de nuestra madre, solo evidencian la parte de nosotros que habremos de transformar, tardemos lo que tardemos en tomar consciencia de este hecho».
Cuando hablamos de “hijos no deseados” (por la madre), en casos donde el embarazo fue “no planificado o inesperado”, o bien nunca existió una vocación ni preparación materna real —propiamente dicha—, (cuestión de lo más habitual), tengamos en cuenta al inconsciente materno que si, provoca este embarazo. Por lo tanto existe un hecho fehaciente e irrevocable, y es que fuimos realmente deseados, seguro, por el inconsciente materno para empezar, el paterno para continuar, el del clan para redondear y la vida misma a través de todos estos agentes para culminar.
De modo que solo podremos hablar de hijos “no deseados” —conscientemente—, siendo esta parte consciente, además, la parte
representativa de un insignificante 5%, (como máximo), de las razones que esconde la vida para traernos a este mundo.
La vida nos deseó, seguro, por encima de todas las cosas.
Nuestra madre cumplió, —también por encima de todas las cosas—, y si conectamos con este axioma fundamental, podremos conectar también con la vida, en su plenitud, al margen de las apariencias locales que solo sirvieron para ayudarnos, precisamente, a establecer un tipo de vínculo con nuestra existencia que incluye a nuestra madre como “parte de esa vida misma”, que a su vez
manifestó su deseo de que estuviésemos aquí, “por encima de todas las cosas”.
Sobre el concepto de “hijos no amados” podríamos establecer idéntica correspondencia, teniendo en cuenta que ese Amor Superior del que hablamos, también se manifiesta “por encima de todas las cosas”.
Quizá, podremos encontrar entonces un nuevo sentido a esa conocida referencia aislada e inconclusa:“Ama a Dios por encima de todas las cosas”, cuya premisa nos lleva a su extensión “ama a tu prójimo como a ti mismo”.
Pues si intercambiamos “Dios”, por “La Vida”, ya obtendremos un resultado más cercano y entendible, quedando la frase de la siguiente manera:
“Ama La Vida por encima de todas las cosas”.
Porque si una cosa es segura es que estamos vivos, y por lo tanto somos “representantes oficiales” de esa Vida que se manifiesta, siempre, a través de cada uno de nosotros.
Llegaremos al punto de comprender, que “en el peor de los casos” nuestra madre cumplió, a la perfección, por el simple hecho de portarnos en su vientre durante 9 meses.
Del resto, ya se encargó la vida, pues de lo contrario no estaríamos leyendo estas líneas.
Aquellos que piensan que nada tienen que agradecer a su madre por sentirse abandonados por la misma desde su infancia, están viviendo bajo la ilusión de la separación con la Vida Misma que les trajo a este mundo, pues la madre simboliza la vida en este mundo y, si estamos aquí, es porque esa «Madre—
Vida» cumplió a la perfección con su función, en relación a las necesidades superiores de equilibrio que se manifiestan, precisas, con respecto a la idea del arquetipo materno; «nuestro y solo nuestro», con todas sus expresiones en forma de “vacío” o “ausencia” que demandan un esfuerzo, —equivalentemente superior—, sin otro sentido que dignificar reconociendo a la madre ausente, en nosotros, con una presencia consciente sobre este hecho.
Nos explayamos agradeciendo…
Comenzamos esta vez en primera persona, agradeciendo aquellas dedicaciones que sentimos de forma consciente, aprovechando para agradecer como nunca lo hemos hecho y pronunciando frases que jamás fueron pronunciadas, ya que los resentires inconscientes evitaron tradicionalmente llegar a este punto.
Agradecemos todo lo que vivimos en primera persona, conscientes de hacer un repaso dedicado y general.
«¡María! (ponemos ahí el nombre de nuestra madre), agradezco tu vida y tu maestría. Gracias por traerme al mundo. Agradezco el sentido de tu vida entera: Tus mejores intenciones; aquel momento en que me diste tu cariño y lo sentí con fuerza».
Continuamos agradeciendo a nuestra figura materna aquellas cuestiones más genéricas, que engloban su mejor intención y su implicación vital; sus sufrimientos con sus labores, frustraciones o dedicaciones; su aguante y su entrega para con nosotros y para con los demás…
Tus esfuerzos para conmigo y las noches sin dormir…
Tus cuidados, tu dedicación y tu entrega.
Estos agradecimientos habrán de ser exhaustivos, buscando o aceptando aquellas informaciones que nos lleguen dignas de mención, fluyendo con el momento desde la neutralidad.
Si hemos sido huérfanos de madre, agradecemos a “esa energía” su mejor intención, reconociendo su ausencia con un nuevo sentido desde esta nueva información.
Tenemos muy en cuenta que todas las ausencias tienen «el fin», de ser emocionalmente compensadas a través de nosotros.
Si hemos sido criados por una madre de sustitución, bien sea la abuela, una tía, una madrastra, la vecina o una amiga de la familia, tengamos en cuenta el sentimiento de abandono que se suele proyectar hacia esta figura de reposición, generalmente poco valorada en cuanto a su implicación con respecto a nosotros, precisamente por representar “la ausencia” de la madre biológica.
Aprovechamos para agradecer a esta figura (ya que ha sido nuestra madre funcional y por lo tanto para nuestro inconsciente nuestra madre real), con todo el peso del re-conocimiento y la capacidad de valorar que tenemos ahora.
Culminamos los agradecimientos con el arquetipo materno, sea quien sea, con un ritual imaginario ahora agradeciendo en nuestro nombre y en el del clan, completamente investidos de “maestros de ceremonias”, mientras nos acercamos apoyando nuestra mano en su hombro.
Pronunciando las frases:
«En mi nombre y en el nombre del clan, quedas agradecida y reconocida».
O bien, «El clan a través de mi, agradece y reconoce en aceptación y plenitud tu participación desde este momento».
O bien, «Yo, (ponemos aquí nuestro nombre) en mi nombre y en el nombre del clan, agradezco y reconozco tu vida al completo»…
«En el nombre del Clan tu vida entera es reconocida y agradecida desde este momento».
Insistimos en el eslogan «la imaginación al poder», y nos permitimos crear nuestra frase prototipo para este ritual, de modo que todo puede servir si así lo
sentimos mientras lo creamos:
“Por el poder que me otorgo en nombre del universo”…
“En este ritual y a partir de ahora, yo, ……………”… Etc.
Ya que llegar al punto de agradecer es lo más importante, (pues recordemos que
los resentires de la fase anterior solo habrán de servir para llegar a completar de
la forma más sentida esta parte del ritual), podemos pasar a la siguiente fase.
Corte del Vínculo Emocional con La Madre
Una vez terminamos de agradecer y re-conocer en esta ceremonia imaginaria,
(recordamos que estamos en trance y el inconsciente se encuentra “grabando”
todo cuanto estamos produciendo), pasamos a la siguiente y tercera fase del
ritual, donde cortamos simbólicamente el lazo emocional que nos une, por
exceso o por defecto, con aquella persona que cumplió con creces su función.
Recordamos que este enlace puede aparecer en forma de cordón de energía
lumínica, simbolizando esta vez el cordón umbilical, y puede adquirir cualquier
forma o color en el momento de su manifestación. Es muy posible que veamos
un “auténtico cordón umbilical”, y puede representar una energía neutra, o bien estar cargado de aquellos lastres que pesan sobre nosotros (pesaban), como un cargante estigma arcaico y enquistado.
Recordamos que puede aparecer una gruesa cuerda, una cadena o un denso vínculo similar a la consistencia del tronco de un árbol.
En principio y teniendo en cuenta el cordón de energía, utilizamos las tijeras personales que ya tenemos preparadas a nuestro lado.
Nos disponemos a cortar ahora este enlace que vemos cómo nos une, nos vincula “nos ata”, desde nuestro plexo solar al de la persona representativa que tenemos en frente, en este caso nuestra figura materna.
Ponemos las tijeras en posición de corte:
Puede que las tijeras “tiemblen”…
Tenemos en cuenta que estamos cortando aquellos reductos de información que portan una carga pesada de devociones para con la madre; obligaciones, resentires o culpas; encargos, lastres o antiguas percepciones erróneas sobre la realidad.
Cortamos con solvencia y decisión el vínculo emocional usando las tijeras cuánticas mientras pronunciamos al tiempo la frase:
«Te libero de mí porque te amo y me libero de ti porque me amo».
Respiramos profundamente tomando consciencia del momento que estamos viviendo.
Lo hacemos de forma solemne, teniendo muy en cuenta el carácter de la frase y su significado. —Sintiendo su significado—.
Vemos cómo la parte del lazo virtual que nos une con esta persona, desde nuestro punto de corte, se acaba por desprender y comienza a flotar en ese éter del ambiente donde nos encontramos.
Vemos como el fragmento de enlace restante que sale de nuestro plexo solar flota ahora sin conexión.
Con nuestras propias manos, podemos ayudar a desprenderse la parte ligada al Ser que tenemos enfrente, pues ahora se suelta con solo tocarla.
Podemos hacer lo propio con nuestro fragmento restante, visualizando cómo se desprende mientras lo soltamos de nuestros dedos en ese espacio vacío…
Nos dedicamos a observar el efecto de disolución de aquellos restos flotantes mientras se desvanecen ante nosotros y, lentamente, poco a poco desaparecen de nuestra vista hasta diluirse en el éter por completo.
Recordemos la importancia de esta dedicación de observación, después de cada corte, pues nuestro inconsciente “necesita” ese soporte visual para grabar el nuevo potencial.
Todo esto es una manera de sellar, en forma ritual, los pasos que hemos realizado con antelación.
Una vez disuelto este lazo virtual, sentimos el vacío representativo de nuestro acto de “desprendimiento sagrado”, considerando resueltos y finiquitados los enlaces que nos vinculaban con esa persona.
Esta es la manera de ritualizar un acercamiento a la trascendencia con nuestro arquetipo materno, dando por saldadas las desavenencias que solo vivieron en nuestro interior.
Abrazo y Despedida con La Madre
Tras cortar el vínculo emocional, damos un abrazo conciliador a esta persona, ya re-convertida en forma de energía emocional armonizada, aceptando al pleno el desempeño de su función, en un encuentro donde podremos calibrar nuestra nueva sensación de neutralidad o ausencia de cargas.
Quizás un abrazo donde sellamos y transmitimos aquellos sentimientos por fin conscientemente equilibrados, sanados o depurados a través de nuestra intención y nuestro re-conocimiento.
Quizás el primer abrazo sincero que damos a nuestra madre…
Quizás el primer abrazo verdaderamente “sanado” que damos a nuestro madre.
Nos despedimos viendo cómo se aleja su figura con normalidad, hasta perderse en ese “espacio cuántico” donde nos encontramos.
En caso de estar nuestra madre fallecida, (y solo en caso de estar fallecida), después del abrazo convocaremos la típica y ya conocida “tronera de luz” descrita con antelación, que aparecerá justo detrás de aquella figura materna, a unos metros de nosotros.
A cierta distancia de la luz y acercándonos a ella, vamos acompañando a este “ser” que acabamos de soltar (nuestra figura materna), como si se tratase de la energía de una niña pérdida de tres años, que solo necesita que le enseñen el “camino de vuelta a casa”.
La acompañamos, le brindamos nuestra mano, da igual su representación, tamaño e imagen que adquiera en ese momento crucial.
Le hablamos, acompañándola con frases del tipo:
«Este es el momento en el que puedes marchar tranquila».
«Todo está resuelto y equilibrado»….
«Mira, te están esperando».
«La Vida continúa».
«Hay mucho que hacer en el otro lado»…
Podemos apreciar cómo seres resplandecientes, quizá translúcidos; antiguos familiares atemporales re-convertidos en puros seres de luz; la esperan para acogerla y sostenerla “en el otro lado”.
Nos esperamos a que nuestra “niña-madre-energía” se adentre en ese gran foco de luz (o ascensor interdimensional), mientras contemplamos cómo es acogida por esos seres atemporales, mientras la abrazan y la reciben, celebrando el
encuentro.
Nos despedimos en la distancia y seguimos contemplando cómo seres, y luz, (foco o ascensor), se van desdibujando o elevando ante nosotros hasta desaparecer por completo.
Este será el momento donde habremos reinstaurado, ritualmente hablando, esa energía materna que siempre estuvo en nosotros y continuará formando parte de nosotros, a partir de ahora con este principio de integración revisado, actualizado y desentramado desde nuestro inconsciente, potencialmente dispuesto a ser integrado a través de la línea temporal, que ya solo puede colaborar en adelante con nuestro proceso.