Duelos con los Abuelos
Volvemos a remarcar los 4 pasos que estamos repitiendo en este ritual:
Resentires
Agradecimientos y reconocimientos
Corte del vínculo emocional
Abrazo y despedida
Desaparecen de nuestra vista las dos sillas correspondientes a nuestros padres y aparecen cuatro sillas ante nosotros:
Una por cada uno de los abuelos.
Van apareciendo estos abuelos y ya están tomando posición, o bien se manifiestan sentados cada uno en su lugar, comenzando por el abuelo paterno a la izquierda (frente a nosotros), seguido de la abuela paterna, abuelo y abuela materna a continuación y hacia nuestra derecha por ese orden.
Hemos ya efectuado el primer triángulo y más intenso, —padre, madre y yo—, donde se concentran de forma más cercana aquellos conflictos o desequilibrios que nos acompañaron durante nuestra vida. A través de este proceso y sobre todo en la fase de los resentires, conforme vamos avanzando y profundizando en los ancestros de nuestro clan, podremos encontrar cada vez una información más detallada, de aquello que estuvo oculto bajo el velo de los silencios y los secretos donde, por pudor o por vergüenza, fueron gestándose a través de lo que llamamos “nuestro pasado transgeneracional”.
Es en la franja de los abuelos y los bisabuelos donde encontraremos nuestros verdaderos “agentes a reparar”, pues recordemos que reparamos a las dos siguientes generaciones anteriores a nuestros padres, y no especialmente a nuestros padres.
En principio y a no ser que exista una gran diferencia de edad, reparamos «junto a nuestros padres» de manera que, padres e hijos, adoptan distintas disposiciones dentro de lo que acaba por manifestarse como “dos caras de la misma moneda”.
Para que estos duelos tengan verdadero sentido, es imprescindible conocer cuáles son los abuelos de los que somos dobles, ya que han sido a estos a los que hemos estado reparando, a veces en una enorme medida.
Si bien desde nuestro proyecto sentido y a través de la madre nos llegó la impronta de ese periodo y fue lo que condicionó gran parte de nuestra situación: psíquica, sintomatológica y estructural-emocional, otras cuestiones provienen directamente de nuestros abuelos a reparar.
Aquí hay que tener en cuenta a los Herederos Universales, —abuelos cuya fecha de defunción coincide en fecha de dobles con nuestra fecha de nacimiento, durante o después de nuestro nacimiento—, pues la
Herencia Universal significa dos cosas:
1.- Que portamos su herencia a niveles “positivos”, tanto en lo relativo a dones y capacidades que llamamos “innatas”, dícese de la facilidad para dibujar, pintar, cantar o escribir (incluyendo nuestras inclinaciones, gustos y tendencias que estarán muy a menudo motivadas por esta energía), como aquellos principios éticos que nos hacen sentir orgullosos, como aquellas facilidades para resolver problemas, o actitudes beneficiosas que ya logró recabar, durante su vida, aquel ancestro que ahora nos dona su mejor bagaje.
2.- La Herencia Universal significa también que estamos de muchas formas “obligados” a realizar lo que no-hicieron y a hacer realidad sus «sueños-versus frustraciones», y aquí cabe todo:
Desde nuestras tendencias sexuales hasta la urgencia de separarnos de relaciones repetitivas, vivir determinadas experiencias como construir una gran casa; viajar, saldar cuentas pendientes y ese largo etcétera, que ha conformado una gran parte
de las derrotas y devenires de nuestros impulsos y los sucesos de nuestra existencia.
Como analogía metafórica, diremos que las herencias del transgeneracional son como todas las herencias: Si heredas una casa te llega con paredes y tejado, incluyendo el estado de las paredes y el tejado.
Te llega con su terreno y con sus cañerías, su instalación eléctrica, sus baldosas y su mobiliario.
Si las cañerías están mal, habrá que repararlas o renovarlas. Si la instalación eléctrica está obsoleta habrá de ser renovada: Si el suelo está en mal estado, hay que quitarlo y poner uno nuevo.
También podremos renunciar a la herencia, venderla directamente como “suelo aprovechable” o tirarlo todo y hacer una casa nueva.
Cada uno decide, en función de aquellos beneficios o perjuicios que encuentre con esa herencia emocional que le llega, (cargada además con el resto de energías que acompaña cada ingrediente de este “cóctel de información”), «para lo bueno y para lo malo», donde se heredarán también los miedos encriptados, los programas de carencia o las necesidades frustradas de cualquier cosa que quedó escondida bajo “siete llaves”: tan postergada como guardada entre “asuntos pendientes” para las siguientes generaciones.
Mucha gente no encuentra grandes ventajas en todo esto y prefiere cortar con la herencia al completo.
Otros toman conciencia de su utilidad, aceptando aquellas enseñanzas o aprendizajes que nos llegan por “implementación cuántica” y que nos hacen quizá ser pacientes, tolerantes, buenos oradores, simpáticos o capaces de mantener la calma en la tempestad.
Sea como fuere, en el acto del corte de vínculo emocional liberamos la parte que se entiende como innecesaria para nuestra vida, agradeciendo después las mejores intenciones como de costumbre.
Y como de costumbre, volvemos a insistir en lo más importante:
Es la integración a través de la aceptación lo que obrará milagros en nuestra vida, pues ya seremos nosotros los que, de muchas
formas, tendremos esa capacidad de “elegir”, en tanto en cuanto nuestro albedrío consciente, nuestra intención y nuestra «coesencia recuperada» nos dará las claves para dilucidar las mejores opciones.
Siempre resultará un tanto inmaduro pensar que por hacer un corte nos libraremos de algo, ya que lo creado, creado está, y las inercias continuarán más allá de nuestras primeras impresiones.
Este ritual nos ayuda a tomar consciencia de nuestras decisiones a nivel interior, a cambio de reaccionar de forma automática como resortes emocionales, sin ningún tipo de registro consciente sobre nuestra percepción o nuestras acciones.
Entre los abuelos encontraremos a abuelos «simplemente dobles», cuya fecha de nacimiento coincide con la nuestra sin concordancia en la fecha de defunción, (ya que solo consideraremos Herederos Universales cuando la fecha de defunción coincida con nuestro nacimiento en fecha coincidente de dobles).
Por último, prestaremos especial atención a los yacientes, que son aquellos ancestros que fallecieron en fecha de doble, —da igual si por nacimiento o defunción—, «antes de nuestro nacimiento». De manera que en principio a un abuelo yaciente no lo hemos podido conocer.
Al margen de esta regla general, podremos considerar energía dentro del rango de esta categoría a cualquier familiar, doble nuestro, cuyo fallecimiento haya dejado un duelo sin cerrar.
En mayor o menos medida, esta energía de “yaciente o posesión” puede estar presente en otros muchos supuestos, vinculados con familiares fallecidos —y no solo en casos donde no conocimos personalmente al fallecido—, aunque en estos duelos nos vamos a centrar en el yaciente típico, precisamente por desconocido, ya que con familiares conocidos el proceso de este ritual producirá efectos directos con su sola realización.
En los casos que nos ocupan, —tratándose de abuelos dobles fallecidos con anterioridad a nuestro nacimiento—, contaremos con descubrir una energía de tipo “fantasma” en nosotros, y la podremos considerar en estos casos de “primera categoría”, pues hablamos de un yaciente en segunda generación, línea de los abuelos. Esta energía podrá estar muy activa en nuestro campo de información emocional, determinando en gran medida muchas de nuestras sensaciones vitales.
Somos herederos de aquellos abuelos dobles fallecidos durante o después de nuestra fecha de nacimiento coincidente con su fecha de defunción.
Seremos dobles cuando nuestro nacimiento coincida exclusivamente en fechas de nacimiento de abuelos.
Cargaremos el fantasma de ese abuelo cuando su fallecimiento se produjo en fecha de dobles (da igual si por nacimiento o defunción) antes de nuestra fecha de nacimiento.
En este breve repaso sobre las herencias universales, —ya explicadas en el libro
1 de la DQ—, recordemos que nuestros padres también entrarán en esta categoría “de Herencia”, siempre y cuando fallezcan en fecha de doble con nuestra fecha de nacimiento, aunque su impronta podrá ser algo más leve — según los casos— en relación a un abuelo del cual somos herederos.
Dicho esto y teniendo en cuenta de forma muy especial a los posibles yacientes, comenzaremos por nuestro abuelo paterno, que se encuentra sentado en el extremo de la izquierda y nos centraremos en la primera y ya conocida fase de los resentires, especialmente dirigidos a su persona, usando el mismo tipo de lenguaje antes mencionado y tirando de ese “hilo metafórico-conductor”, (completamente en neutro), a través del cual podremos recabar información hasta ahora del todo desconocida.
No importa si a este abuelo lo conocimos o no; no importa si la relación estuvo carente de roces o elementos que reseñar; estamos expresando ahora los resentires que nuestro padre tuvo sobre su padre y éste último sobre el suyo; sobre su madre, su mujer o cualquiera de sus hijos.
Esos resentires conviven por igual, residualmente y a nivel celular, dentro de cada uno de nosotros.
Una vez extraída y expresada esta información en forma de resentires, tirando del hilo de lo conocido y continuando por lo desconocido, prestando especial atención a las palabras que brotan a través de nosotros y culminando esta primera fase, podremos pasar a la segunda fase de los agradecimientos.
Aquí nos volcamos con igual intensidad, y agradecemos a esta «persona-abueloenergía » aquello que nos corresponde desde la primera persona. Continuamos con agradecimientos más genéricos y terminamos con los “nombramientos oficiales” (ya típicos de este ritual), donde en nuestro nombre y en el nombre del clan lo reconocemos y agradecemos, como si de una sentencia última se
tratase: Sintiendo cada verbalización y a la manera de un nombramiento clásico de los antiguos caballeros, con nuestra mano sobre su hombro.
Nos alejamos lo suficiente como para visualizar con cierta perspectiva el vínculo emocional, y nos disponemos a realizar esta tercera fase que corresponde al uso de nuestras “tijeras cuánticas”, (especialmente diseñadas y preparadas para este fin), para cortar el simbólico enlace de energía de información emocional que nos une.
Pronunciamos las palabras ya conocidas para este momento mientras cortamos:
Te libero de mí porque te amo y me libero de ti porque me amo.
La mejor manera de recordar esta frase es usarla «con sentido». Lo primero a recordar es siempre “te libero”, (yo a ti), y la razón es porque te amo. “Te libero a ti porque te amo a ti”. La frase siguiente es igual aunque invertida, y cae por su propio peso: “Y me libero de ti”, (yo de ti), pues si “me libero”, es porque me amo.
Cortamos ese enlace energético con decisión mientras pronunciamos este “sortilegio sanador” y nos deleitamos contemplando cómo, poco a poco, se desvanece ese filamento de energía ante nosotros.
Ha llegado el momento del abrazo y aquí tendremos que tener en cuenta si este abuelo falleció o continúa en el mundo de los vivos, pues esto marcará la diferencia entre enviarlo hacia la luz o despedirnos sin más, como si de cualquier situación cotidiana se tratase.
En alguna ocasión la persona implicada se olvidó, y quiso llevar a la luz a un ancestro todavía vivo, con la consiguiente resistencia extrema que, como es natural, se produce esperablemente en estos casos.
Muy atentos a esto porque de llevar a la luz a alguien vivo, tendremos que repetir este duelo lo antes posible para cambiar ese potencial, sellando de nuevo su presencia con un abrazo y despidiéndonos con normalidad.
No entraremos a especular sobre los posibles resultados devengados de semejante situación, pues recordemos que para el inconsciente nada existe ajeno a nosotros.
Es por eso que este ritual entraña en sí mismo muchos de los atributos tradicionalmente atribuidos a la magia, o los conjuros de toda la vida, entendiendo ahora este precepto de una forma científica y propia de nuestra facultades naturales, disponiendo las atribuciones de la magia tradicional a nuestro servicio, con plena consciencia de lo que estamos haciendo.
Acompañaremos hacia la tronera de luz (o hacia el ascensor, globo aerostático etc.), tanto a los fallecidos, (teniendo en cuenta que esto supone la trascendencia ritual definitiva de aquellos fallecimientos encriptados), como por supuesto y muy importante a «nuestros yacientes», caso de conocerlos de forma efectiva.
Con los yacientes dedicaremos una especial atención en todo el proceso comenzando desde los resentires, continuando por los agradecimientos, cortando el vínculo emocional, y llegando a este punto crucial, —el acompañamiento de estas almas hacia la tronera de luz— donde formalizaremos el “exorcismo científico” que nos ayudará a que esta energía quede por fin “consciente y potencialmente finiquitada de por vida”. Y atentos al término “potencialmente finiquitada”, pues volvemos a la máxima teniendo en cuenta que «no por hacer un acto ritual conseguiremos que las cosas desaparezcan “por arte de magia”».
En sucesiones de nuestra vida cotidiana, después, tendremos que poner conciencia en cada situación donde identifiquemos esta energía y, poco a poco, será nuestra conciencia la que “irá ganando terreno”, hasta imperar de forma definitiva en nuestro espectro de energía emocional.
Cuando hablamos de “exorcismos” solo nos podemos referir al empleo de un acto ritual en casos de “posesión”, (fantasma o yaciente), ya ampliamente explicado este compuesto en el libro anterior, (Introducción y
Transgeneracional), que forma parte de la iniciación del proceso en el que nos encontramos.
Tradicionalmente, todos hemos oído hablar de los exorcismos practicados a través de la iglesia, en casos valorados como de “posesión”, mientras se identificaban las distintas opciones dentro del rango relegado a lo “satánico y lo demoniaco”, haciendo referencia inequívoca, sin embargo, con o sin conocimiento de causa, a un evento propio del transgeneracional,
correspondiente a muertes complicadas o duelos sin resolver, dentro de la propia familia.
Es bien sabido que, a costa del miedo inyectado a través de todo tipo de demonios y figuras arquetípicas, se ha conseguido de forma muy efectiva concentrar nuestra sombra en el «nombre del mal» o en algo ajeno y temible hasta el punto de dominar la vida de aquellos que, sirviendo como carnaza y pila a la vez, han conformado una masa temerosa y víctima, también a la vez, de un
paradigma completamente alienado y sumido en la más profunda de las ignorancias.
«A través de este sistema temeroso relativo a “agentes del mal”, se han podido dirigir y sugestionar a millones de almas durante generaciones».
Además, cualquier “exorcismo” perpetrado por un “artífice empoderado y salvador a la vez”, (el sacerdote legitimado), siempre es algo que “nos hacen” «desde fuera» estando nuestra conciencia por lo tanto completamente anulada, sumisa de cuantos virtuales “trucos de magia” serán atribuidos a agentes tan externos como “el mal”, o el “mismísimo satanás”, manifestándose en muchos casos proveedores por igual, tanto de grandes causas como de numerosos efectos.
Si somos nosotros, en un “acto superior de conciencia”, los que nos reencontramos con nosotros mismos a través de este ritual, por vez primera estaremos tomando atribuciones propias, desde la intención consciente y el conocimiento responsable.
Pasamos a continuación a hacer el duelo con la abuela paterna, una vez terminado el ritual correspondiente al ancestro anterior, «padre de nuestro padre en este caso».
Volvemos a insistir en la toma de conciencia preliminar sobre nuestra asociación inconsciente con esta persona: si es Doble, Heredera Universal , o nos encontramos en línea de Posesión. (Yaciente) con respecto a ella.
Si nos encontramos en línea de doble con esta abuela, (bien sea por fecha, parecido o rasgos comunes que nos relacionen de forma evidente), tengamos en cuenta que estaremos frente a «una de las representaciones más directamente vinculadas con nuestra necesidad de reparación»; figura por lo tanto en que recaen muchas de las repetitivas o sufrientes experiencias vitales, de las cuales hemos sido partícipes actores hasta el momento.
Visualizamos a esta abuela permitiendo nos lleguen detalles de su imagen y, caso de no haberla conocido, pondremos una energía indeterminada sabiendo que se trata de quien se trata.
Y comenzamos por los resentires, como ya viene siendo habitual, “tirando de nuevo del hilo metafórico” que abre las puertas de nuestro inconsciente. Continuamos con el protocolo hasta terminar esta fase al completo.
Pasamos a los agradecimientos terminando por los nombramientos que ya conocemos, descritos con anterioridad.
Corte del vínculo emocional siguiendo el sistema habitual.
Abrazo y despedida sin más, suponiendo que se encuentre esta abuela viva, o acompañamiento hacia la luz si está fallecida, teniendo en cuenta la especial implicación y atención caso de ser motivo de posesión. (Yaciente).
Continuamos con el abuelo materno siguiendo idéntico protocolo:
Resentires, agradecimientos, corte de vínculo emocional, abrazo y despedida.
(Usamos el recurso de la luz en los casos de fallecimiento prestando especial atención y dedicación a los yacientes conocidos).
Acabamos esta “sección conformada por nuestros abuelos”, con la persona coincidente situada en la última silla de la derecha; «nuestra abuela materna».
Hacemos el protocolo habitual, teniendo en cuenta las implicaciones emocionales especiales, estaremos atentos a los secretos y muy conscientes de estar haciendo el duelo con la madre de nuestra propia madre, (posible agente inconsciente especialmente reparador representativo durante nuestra vida) y línea directa de la información que, sin lugar a dudas, en cualquiera de los casos nos llega a través de nuestra propia madre.
Duelos con los bisabuelos
Estamos ya encontrándonos con la cuarta y última generación desde nuestra posición, representando los bisabuelos la tercera sin contar con nosotros.
(Padres-Abuelos-Bisabuelos).
Tenemos tres generaciones antes que nosotros a tener en cuenta, suponiendo esto un fractal completo de la información, que de alguna forma se concentra en estas generaciones, siendo nosotros virtualmente la primera tanda del siguiente fractal, (la cuarta generación) pues engloba y acaba por recoger la información de las anteriores.
Son tres generaciones anteriores a la nuestra las que nos interesan y no cuatro, ni cinco.
En las tribus indígenas originarias, sin embargo, cada uno de los miembros constituyentes de un clan simbolizaban la tribu al completo, de ahí que antiguas culturas como los Hopi contaban con siete o más generaciones.
En la biblia vienen estipuladas cuatro, coincidiendo con nuestra versión actual desde la psicogenealogía.
En realidad, toda la información está en nosotros, ahora.
«En esta generación».
Aquellas generaciones anteriores que superen a los bisabuelos, de alguna forma se han “renovado o reiniciado” pues o bien cierta parte se reparó, o bien se encuentra entre las cuatro generaciones que contamos para el transgeneracional, incluyendo la nuestra.
Este principio universal de transmisión y cierre de ciclos se va repitiendo cada cuatro generaciones, conteniendo en nuestra etapa la información en curso necesaria para nuestro mejor conocimiento.
Aquí, “en esta tanda de los bisabuelos”, ya hemos hecho desaparecer las cuatro sillas vacías que quedaron después de los abuelos y vamos a poner Ocho sillas:
Una por cada uno de los bisabuelos.
Imaginemos ahora, por un momento, que aún siguiésemos hacia atrás en el tiempo y tuviésemos que vérnoslas con nuestros tatarabuelos, ¡encontrándonos entonces con sendas dieciséis sillas frente a nosotros!
Y en la quinta generación anterior a nosotros contaríamos con treinta y dos sillas, y en la sexta generación con sesenta y cuatro…
De no ser por el constante “reset” que el árbol provoca con la información que se despliega englobando a tres generaciones, (cuatro con la nuestra), habríamos de contar con los tatarabuelos y estaríamos hablando de reparar las vicisitudes y enclaves vitales nada más y nada menos que de ¡dieciséis avatares con toda la carga de sus experiencias vividas; sufridas o frustradas!
Según el diccionario de la RAE en su acepción 6, se estipula que una generación engloba un «conjunto de personas que por haber nacido en fechas próximas y recibido educación e influjos culturales y sociales semejantes, se comportan de manera afín o comparable en algunos sentidos», y se entiende, por aproximación, que este cambio generacional ocurre cada treinta y cinco años.
Teniendo en cuenta que cada treinta y cinco años se sucede una generación, y continuando con el hilo de nuestros ancestros, (que se multiplican por dos en cada generación), tendremos que en el año 1000 (por poner una cifra de referencia histórica), cualquiera de los habitantes del planeta sería ancestro directo de sangre nuestro.
Es decir, todos los que poblaron la tierra en el año 1000 eran presumiblemente ancestros directos nuestros, sin posibilidad matemática de excepción:
Presumiblemente incluyendo a esquimales, chinos, japoneses o senegaleses…
Esto sería así por repercusión fractal de las líneas que nos preceden, teniendo en cuenta la multiplicación en progresión geométrica “hacia el pasado” de los mismos.
Si nuestros tatarabuelos eran 16 en la 5ª generación, y vamos doblando el número en cada generación de forma retrospectiva, teniendo en cuenta que la anterior generación serían 32 y la siguiente anterior 64; la siguiente más inmediata 128 y así sucesivamente hasta encontrarnos con que, en el año 1000, la cifra resultante de ancestros (nuestros y solo nuestros) superaría con creces a la población mundial de aquella época.
Es por eso que, cuando se dice que los humanos somos “una gran familia” resulta mucho más literal de lo que nos pudimos imaginar en primera instancia.
Sobre todo si tenemos en cuenta el factor no-tiempo que rige la realidad más allá de las apariencias.
Dicho esto, nos vamos a centrar ahora en esa 4ª generación que a nosotros corresponde, por línea directa y como la última posibilidad de reparación manifiesta a través de nosotros, proveniente de nuestra familia.
Cuando nos sabemos dobles de algún bisabuelo, estamos en “fase terminal” con respecto a la reparación transgeneracional, y todo aquello que reste desde aquel umbral de experiencia será «especialmente comprimido» a través de nosotros.
Muchas de las frases, pensamientos o sentencias que repetimos, las dicen «ellos», —todavía —, a través de nosotros sin nuestro conocimiento de causa, creyendo ser nosotros los que hablamos cuando en realidad se está «expresando un difunto».
Muchas de nuestras sensaciones con respecto a la vida y la muerte.
Muchas de nuestras pretensiones, deseos, frustraciones, obsesiones, requerimientos y “maldiciones”.
En esta generación, de entre los bisabuelos aparecerán la mayoría de yacientes que nos corresponden, (sepamos o no sus fechas de nacimiento o defunción), por lo que ya podemos contar con seguridad con este tipo de energías en esta generación.
(Por eso aseguramos que «todos portamos yacientes», en mayor o menor medida).
Una vez convocados, irán apareciendo estos ancestros en forma de energía ante nosotros y se irán disponiendo, cada uno según el orden pre-establecido de izquierda a derecha, de pié frente a nosotros y delante de su silla correspondiente.
No importa si los conocimos o no y si tuvimos alguna referencia sobre ellos.
Es posible que ignoremos cualquier tipo de datos conscientes sobre sus vidas, sus dedicaciones o intenciones; sus rasgos físicos o sus dolencias; sus sueños o sus frustraciones.
Nada de eso importa a estas alturas del ritual.
Se trata de que aparezca la información que necesitamos y estamos en trance profundo en ese momento.
Ya hemos hecho los duelos con los abuelos y la información quiere “salir a la luz”.
—Necesita salir a la luz—
Cada bisabuelo puede representar una “energía propia”, y podemos partir de antiguas fotos o versiones simbólicas sobre los mismos, reducto de informaciones familiares o historias conservadas por el clan.
En cualquier caso, la neutralidad y la ausencia de pretensiones crearán el entorno más despejado, para que puedan mostrarse aquellos aspectos que son realmente los que nos interesan.
En principio, ni siquiera tiene porqué aparecer una representación física de los mismos, sino una energía indeterminada que nos aporte “datos emocionales” sobre los mismos.
Pasamos un imaginario “escaner virtual” sobre ellos y estamos atentos a la vibración emocional que de cada uno se desprende.
Atentos al tipo de sensación que provoca en nosotros.
Sabemos muy bien quien es cada uno de ellos y a quien representa ya que están por orden, de izquierda a derecha. De manera que el primero de la izquierda será
el padre del padre de nuestro padre, la siguiente figura representa a la madre del padre de nuestro padre…
Después, el padre de la madre de nuestro padre seguido de la madre del padre de nuestro padre y sucesivamente, según el orden establecido, de izquierda a derecha quedarían así:
1.- Padre de nuestro abuelo paterno.
2.- Madre de nuestro abuelo paterno.
3.- Padre de nuestra abuela paterna.
4.- Madre de nuestra abuela paterna.
5.- Padre de nuestro abuelo materno.
6.- Madre de nuestro abuelo materno.
7.- Padre de nuestra abuela materna.
8.- Madre de nuestra abuela materna.
Además, se han dado casos donde aparecen figuras o añadidos adicionales representativos de antiguas trifulcas que han quedado sin resolver.
Tal y cómo ha sido relatado por experiencias en consulta, es habitual que entre los bisabuelos puedan aparecer personajes de lo más imprevisto; desde la aparición de un «mal llamado “indio”» típico de las conocidas películas de vaqueros; Sioux, Apache o Cheyenne, con sus correspondientes coloridas plumas en la cabeza y un hacha bien dispuesta en su mano, sentado en mitad de los ancestros de un varón del país vasco (España) que jamás salió de su territorio y con ancestros conocidos vascos hasta la cuarta generación; sin ningún tipo de vínculo aparente con “las Américas”.
A veces, el psiquismo de cada cual evoca, expresa o convoca arquetipos simbólicos que por razones desconocidas se dan cita en este encuentro virtual, especialmente en esta 4ª generación conformada por los bisabuelos.
Aquellas entidades fantasma vinculadas con la familia, metafórica o realmente, que de una u otra forma han dejado un reducto de información lo suficientemente relevante para el inconsciente del clan, pueden aparecer en forma iconográfica o imaginariamente literal, presentándose para ser también “liberadas”, en esta especie de “fiesta de fin de curso” que para estas energías
supone este ritual.
Si pensamos en términos duales, podemos imaginar dichas energías —un tanto hastiadas de su situación—, aún apegadas por los residuos de maleficios, hechizos o conjuros de los unos sobre los otros, clamando algún tipo de atención, desde una mente consciente capaz de zanjar el asunto, “finiquitando cargas”, que solo necesitan una alternativa psíquica con respecto a su necesidad de resolución. (Necesidad de expresión).
En esta fase de los bisabuelos y según la experiencia de diferentes casos, recabados a través de las sesiones propias de la DQ, han aparecido dispares situaciones dignas de reseñar: Desde el caso relatado con antelación, hasta una mujer vestida de la época de Maria Antonieta, (sentada entre los bisabuelos), siendo tratada con el rigor sistémico que estamos usando para este ritual:
Resentires, agradecimientos, corte del vínculo emocional, despedida y acompañamiento hacia la luz.
Las inesperadas situaciones que puedan aparecer en estos duelos, se han resuelto por parte de las personas implicadas de una forma tan intuitiva como especialmente resolutiva, pues estando en situación “normal de trance”, todo son
“soluciones magistrales” que surgen sobre la marcha…
«Como si cada caso contuviese en sí mismo las claves fundamentales para su mejor resolución».
Sobre estos duelos, hemos de resaltar que mucho de lo aprendido (y por lo tanto expuesto en este libro) proviene de la práctica y los aportes recabados desde una intensa y dilatada experiencia en consulta; testimonios de cientos de personas que han realizado este proceso de la DQ, con duelos incluidos.
Aprovechamos la ocasión para agradecer su experiencia y sus valiosos aportes, pues han enriquecido con sus nutridos ejemplos un tema tan tabú como desconocido hasta este momento.
Otras veces, en la realización de los duelos de esta última generación, se ha presentado un grueso y expectante grupo de personas detrás de los bisabuelos, “atisbando desde la penumbra”, —De aproximadamente cien personas—.
Al preguntar sobre cómo se resolvió semejante situación, la persona que hace los duelos nos relata que, cuando terminó el ritual con los bisabuelos, les agradeció a todos su presencia, hizo con ellos un corte de vínculo general, y con una
actitud respetuosa los envió a todos hacia la luz.
Vemos como todo son soluciones desde nuestra actitud de neutralidad, ya conectados con la “inteligencia del clan”, que ahora son reunificadas para ayudarnos, de forma maestra, en conjunción con la certeza de ser nosotros los “directores únicos de esta representación”.
Comenzamos por el primero de los bisabuelos, teniendo en cuenta que en esta línea se encontrarán la mayoría de nuestros ancestros difuntos, «antes de nuestro nacimiento», y por lo tanto aquí encontraremos energías propias de “la posesión” (fantasma o yaciente).
Tendremos en cuenta historias conocidas o por conocer, de aquellos reductos de información conservados en el clan sobre hombres mujeriegos, posibles pérdidas de territorio por derroches o mala gestión de los bienes familiares; infidelidades, prostitución, dramas, muertes en guerra, fallecimientos inesperados o situaciones análogas, que dejaron un gran lastre para los demás: Suicidios, asesinatos, enfermedad, celos, abandonos…
Extraemos los resentires si los hay, teniendo en cuenta que en estas “alturas del transgeneracional” estos resentires pueden ser débiles en su expresión y en otros casos inexistentes, ya que los hemos ido depurando con antelación en las fases de los abuelos, especialmente con nuestros padres, pues representan el frente más intenso por cercano para nuestro psiquismo.
Dejamos fluir las expresiones que aparezcan a través de nosotros, (si las hay), expresando aquello que podrá ofrecernos datos quizá tan valiosos como precisos, sobre secretos o situaciones completamente desconocidas conscientemente por nosotros.
Independientemente de los resentires que cada una de estas energías pueda inspirarnos, a modo particular, lo más importante en esta franja es la fase de reconocimientos y agradecimientos.
«Esa parte ritual donde los vamos a nombrar, uno a uno, virtualmente
“caballeros de la familia” y “representantes oficiales de la necesidad y los valores de nuestro clan”».
Atentos a los yacientes, pues tendremos una sensación muy especial con éstos, pudiendo identificar de primera mano aquellos ancestros que, siendo enviados hacia la luz, con especial esmero y dedicación, podrán continuar en “solvencia y libertad” su camino hacia otras posibilidades, desvinculadas ya de nuestro campo emocional.
Extraemos y expresamos los resentires (si los hay) con el bisabuelo paterno.
Agradecemos y reconocemos con las frases propuestas ya conocidas.
Cortamos el vínculo emocional con nuestras “tijeras cuánticas especiales”. Nos detenemos a contemplar cómo se disuelve el enlace virtual de energía mientras se convierte en “polvo de estrellas”, o simplemente se desvanece ante nosotros…
Abrazo receptivo a cada uno de ellos y acompañamiento hacia la luz, «de forma especialmente entrañable y dedicada a aquellos susceptibles de ser yacientes nuestros», conocidos o descubiertos sobre la marcha en este ritual: Siendo conscientes de lo efímero de aquellos arcaicos lastres, que ahora sabemos disueltos a través de la solvencia interior, la comprensión superior de sus vivencias y la Conciencia Activa que, en ese momento, podremos descubrir en «la certeza de nuestras acciones con respecto a nuestro universo emocional interior».
Desde la experiencia de estos bisabuelos nuestros, que hasta ahora estaban ocupando un gran “espacio inconsciente de nuestro interior”, teniendo en cuenta que su información ha estado formando parte también de la nuestra sin posibilidad de separación, (ya que todos “somos el clan en estas cuatro generaciones”), podemos imaginar, por un momento y «poniéndonos en su lugar», cuál sería su sorpresa y sensación si, de repente, algún descendiente venido de un lejano futuro se presenta ante nosotros diciendo:
«Yo, bisnieto tuyo, hijo o hija del hijo de tu hija tercera, me presento ante ti para poner en tu conocimiento el fruto de la preciada labor y la dedicación de toda tu vida».
«Gracias a tu experiencia y tu dedicación, has propiciado y conseguido generar a través de ti, una conciencia capaz de viajar desde el futuro para reconocerte, valorarte y agradecer tu existencia al completo».
«Gracias a tu existencia yo, tu bisnieto, he llegado a comprender el conocimiento superior que me dota de esta capacidad de conectar contigo, a través del tiempo, solo para comunicarte en mi nombre y en el nombre del clan, que eres agradecido y reconocido desde este momento».
Esto es justo lo que se está produciendo en realidad, ya que hemos trascendido los avatares ilusorios de nuestros devenires matriciales de tercera dimensión.
Aquellos que han estado imperando en la medida en que nuestra realidad, estuvo sesgada «tan solo», desde y a través de un enfoque cognitivo cerrado y limitado hasta lo ridículo, pues estamos hablando del empleo más natural y accesible de nuestras facultades, también elementales:
Cuánticas, e irrefutables:
«El tiempo es una mera ilusión de los sentidos».
El Entrelazamiento Cuántico es la propiedad en que se fundamenta el mundo físico y la materia.
Somos seres eminentemente cuánticos de la A a la Z: Desde nuestro nacimiento hasta la muerte y más allá, antes y después; coparticipes de nuestra vida y nuestra creación donde todos los tiempos son uno y en donde los personajes se funden y se confunden, en una danza extrasensorial que se realiza en una constante atemporal.
Con o sin nuestro conocimiento.
Acabamos de terminar la fase de duelos que engloba a nuestros ancestros, y para la normal realización de este bloque, (conformado por nuestros padres, abuelos y bisabuelos), dadas las repeticiones sistemáticas que vamos a realizar, con cada personaje representativo de los que nos preceden, serán necesarias al menos tres horas de dedicación.
Algunas personas necesitarán cuatro horas o más, otras invertirán tres horas solo con sus padres y habrán de dividir los duelos en distintas sesiones y otras, en dos horas y media habrán terminado el bloque completo. Todo depende de los requerimientos, las necesidades y la implicación de cada cual.
Esta es la fase más extensa a la vez que determinante, pues de éstas generaciones depende la mayor parte de la información que nos ocupa y ha estado dirigiendo nuestra vida desde la sombra.
Consideraciones Especiales
Desde el momento en que terminamos la fase de los ancestros entramos automáticamente en cuarentena.
Recordemos que la cuarentena comprende un periodo aproximado de cuarenta días naturales, cuánticamente hablando equivalentes al ciclo de un año natural.
Los duelos subsiguientes representados por los abortos, los hijos, las relaciones y nuestra vida coyuntural, podrán ser realizados dentro del periodo de la cuarentena, dejando unos días de margen entre unos y otros, pudiendo oscilar según la necesidad o las circunstancias puntuales de cada cual.
Los recursos están a nuestro servicio.
No existe un tiempo “recomendable”: Cada proceso es único y solo nosotros somos los responsables de organizar nuestros espacios en función de nuestras necesidades.
En general, se recomienda un periodo de descanso y adaptación entre sesiones de duelo, siendo estos periodos necesarios a la vez que nos marcarán las cadencias más apropiadas para cada uno de nosotros.
Una vez realizada esta primera parte del ritual —Duelos con los Ancestros— (ya que se trata del bloque más intenso), se recomienda descanso y máxima tranquilidad, como si de una fase de convalecencia se tratase, propicia también
para repasar, durante esos días, partes de esta fase del duelo que pudieron quedar a falta de resolución.
Después de los duelos de los ancestros será normal sentirnos agotados.
Necesitaremos descansar al menos durante cuarenta y ocho horas, como mínimo, previsibles para recuperarnos energéticamente y, aunque cada persona muestra una sintomatología colateral muy diferente, el cansancio y el sueño suelen los síntomas más comunes.
Ocasionalmente puede aparecer lo que llamamos “sintomatología refleja” derivada de aquellos puntos que se han estado tratando y, lógicamente, podrá ocasionar cualquier tipo de reflejo pasajero como muestra residual a través de nuestro vehículo físico.
En cuanto a este tipo de sintomatología habremos de señalar que puede resultar del todo imprevisible, pues cada cual es un mundo y podrá “somatizar” de forma muy personal: Desde sensaciones de extraño vacío hasta impresiones de levedad, pasando por todo tipo de expresiones como la aparición repentina de granos en el rostro (desapareciendo en un tiempo acelerado), molestias físicas fugaces de cualquier índole, llagas en la boca…
En situaciones comunes independientes de estos duelos, si los síntomas físicos aparecen en la fase de resolución de un conflicto, o bien cuando el conflicto «ya se ha solucionado», entenderemos como natural que a través de nuestro umbral físico puedan aparecer brotes, o evidencias, relacionadas con conflictos que durante los duelos «se han resuelto o fluctúan en fase de resolución».
Atendiendo a los preceptos de las cinco leyes biológicas comprobadas por el Dr. Ryke Geerd Hamer, y teniendo en cuenta que muchos lectores serán conocedores de algunos o muchos de los preceptos de la Nueva Medicina Germánica, será interesante señalar, en este punto, que las posibles sintomatologías resultantes de esos duelos funcionarán de forma parcial, o completamente alternativa a estas leyes biológicas, teniendo en cuenta que estamos saltando o puenteando, muchos de los sistemas naturales biológicos que se activan en el normal devenir de nuestras vidas programadas, y dirigidas por lo tanto por un inconsciente radical.
Si «La descodificación cuántica comienza en el umbral donde la biología se empieza a desdibujar», es precisamente por este aditivo hasta ahora en desuso que supone la implementación de «La Conciencia», a través de nuestra
intención consciente en la constancia de lo que somos, más allá de un sistema de programas basados en estrictos registros de procreación y supervivencia.
Estas expresiones sintomatologías pasajeras se han dado en personas donde, por ejemplo, su impronta estaba dominada por la vergüenza transgeneracional, (apareciendo durante una tarde granos en el rostro), o la ausencia de comunicación (distintos tipos de afecciones de garganta que pudieron durar unos minutos, unas horas o unos días), etc.
En casos donde se efectúan estos duelos bajo el padecimiento de síntomas reincidentes o enfermedades crónicas, como puede ser una psoriasis sostenida por veinte años, o un estado prolongado durante tres, cinco o diez años de dolores articulares; reumatoides, lesiones musculares, enfermedades tipificadas “graves” desde la medicina convencional, como el cáncer, el sida o cualquier déficit inmunitario; «hipertensión crónica, colesterol, disfunción renal, diabetes, hepatitis, tiroides etc.», como respuesta inequívoca a la máxima típica de la descodificación, es esperable que se presenten cuadros variables de aumentos significativos o bajadas drásticas en nuestros valores habituales, ya que entenderemos que hemos “removido los pilares emocionales que sustentan cualquier cuadro sintomatológico con base en el transgeneracional”.
En estos casos, resultará habitual transitar por una etapa sucesiva donde la sintomatología aparece y desaparece, se intensifica y decrece en fases más o menos caóticas; señales todas de movimientos fundamentales y, por lo tanto, señales evidentes del desenlace de ese “nudo temporal” que ha estado sosteniendo y expresando “aquello que le llamamos enfermedad”, dolencias crónicas o estados “alterados de salud”, en cualquiera de sus formas.
Otras veces un síntoma leve cronificado y presente durante años simplemente desaparece sin otro particular.
Otras, el síntoma habitual presenta una notable mejoría en una progresión descendente hasta desaparecer por completo.
Sin embargo, en absoluto estos duelos por sí mismos pueden ser considerados una panacea en casos de enfermedad, pues tengamos en cuenta que será el grado y la implicación de la persona afectada la que determinará las variables en el resultado, así como los enlaces inconscientes con patrones de comportamiento (programados por el transgeneracional), que habrán de ser localizados y dirimidos a través del resto del proceso de la DQ.
Muchos de los síntomas y los compendios estructurales de información emocional que determinan y argumentan cualquier enfermedad, pueden ser removidos sin embargo ya en la terapia anterior del transgeneracional, (aplicada desde la versión de la DQ), y encuentran su camino hacia la reversión en esa primera fase: Otras veces la terapia o el estudio exhaustivo del árbol genealógico, (fundamental antes de realizar estos duelos bien por motivos de consulta, o por medios autodidactas tras el estudio de nuestra situación a través del libro 1 de la DQ), puede representar el primer movimiento que encontrará un desenlace a través de estos duelos.
En general, la información desplegada en este libro así como su práctica y comprensión, nos prepara para introducirnos de forma efectiva en la tercera fase, donde se tratarán los sistemas de creencias y las programaciones coyunturales, «que igualmente dependen del transgeneracional», pues continuarán rigiendo nuestra proyección, nuestras pulsiones y nuestras circunstancias. Ahora accesibles y “a flor de piel” por efecto del resultado de la práctica de este ritual.
Esta programación la podremos conocer entonces de forma específica y pormenorizada para continuar con una labor donde, nuestra dedicación a través de nuestra intención, junto al acercamiento de las Leyes que regulan nuestro inconsciente, y la comprensión de los resortes y sistemas que crean la realidad, propiciarán los escenarios que de muchas formas se adecuarán a los cambios interiores en los que estamos interviniendo.
Estos duelos removerán los cimientos de cualquier estado sintomatológico cuyo trasfondo tenga un carácter “transgeneracional”.
Importante señalar que, desde la cognitiva de la Descodificación Cuántica no existen tales enfermedades crónicas o graves, sino conflictos sostenidos a través del tiempo o situaciones fuertemente resistidas por encontramos separados de la realidad, dependientes hasta entonces por lo tanto nuestras emociones de un sistema completamente en conflicto con las Leyes Universales más elementales.
Se tipifican enfermedades “graves”, aquellas para las cuales la medicina tradicional no encuentra o desconoce una forma efectiva de tratar su sintomatología, representando una amenaza para la vida del paciente médico convencional.
Estos duelos son apropiados y compatibles durante el embarazo con aquellas gestantes que se encuentren al tiempo en proceso de revisión transgeneracional, dispuestas a equilibrar su mundo emocional a través de este proceso.
Recordemos que el bebé quedará “exento de cargas” en función de la responsabilidad que asuma su madre sobre sí misma y sobre los programas que transporta; bien en forma de negaciones o de creencias sobre ella misma y sobre la realidad.
Teniendo en cuenta que el niño portará durante su vida la sombra de la madre, vinculada con la sombra del transgeneracional de la madre, (formando esto un todo indisoluble hablando en términos de información), todo lo que la madre resuelva en sí misma sobre sí misma y su transgeneracional, será efectivo en diferentes grados e intensidades en relación al “futuro del niño que ha de venir”.
Volviendo a situaciones generales, en casos de gran inestabilidad psíquica o emocional, —tradicionalmente diagnosticados dentro del “campo de la enfermedad mental”— (con cuadros típicos donde se incluye medicación psiquiátrica), será recomendable abstenerse de hacer estos duelos, al menos hasta recabar un mínimo de estabilidad interna en relación a nuestro estado natural, ya que la medicación inhibe nuestro contacto interior, a veces de forma considerable y otras en enorme medida.
(De ahí la eficacia de este tipo de medicación cuando de mantenernos desconectados se trata).
Es normal en estas situaciones que la sombra contenida encuentre una vía de expresión sin precedentes y, las paranoias, alucinaciones y tendencias obsesivas podrán incluso aumentar de forma considerable; tanto en frecuencia como en intensidad. Esto, que puede suponer el principio activo en que se basa la expresión de la sombra residual, (y que de muchas formas formaría parte de un proceso natural de transformación), puede resultar en ocasiones insostenible sin una guía apropiada y la asistencia adecuada.
Resulta por eso recomendable y en ocasiones imprescindible el acompañamiento y la orientación especializada para la realización de estos duelos.
Las condiciones de consumo diario de marihuana, serán tenidas en cuenta en diferente categoría que los supuestos planteados en el párrafo anterior, pues aunque la situación pueda resultar análoga y suponiendo la ausencia de brotes psicóticos recientes, (a veces comunes en casos de consumo intensivo de marihuana), el efecto de la planta tenderá a mitigar determinados aspectos de estos duelos, a la vez que potenciará otros, siempre en función del estado de conciencia de la persona en cuestión.
Contamos sin embargo con diferencias respecto a la implicación conseguida en función de los “efectos protectores de la marihuana”, haciendo constar por otro lado que la planta tiene un «egregor propio» y por lo tanto puede actuar como si de una larva psíquica en sí misma se tratase.
La marihuana, al igual que las benzodiacepinas, sirve para rebajar los umbrales de conexión con nuestros sistemas de alerta consciente, (nos aísla), y por lo tanto provoca una disminución y alejamiento sustancial con respecto a nuestros conflictos interiores, sean cuales sean. Esta es la principal razón por la que su éxito como “tranquilizante” en cierto modo queda asegurado.
Su función, en definitiva, consiste básicamente en separar, creando un adormecimiento de nuestras conexiones neuronales con nuestro inconsciente «y en consecuencia con nuestros programas inconscientes». Es decir, su función principal consiste en mantener adormecidas nuestras capacidades de profundizar en el inconsciente.
Muchos consumidores tendrán la sensación contraria, sin embargo, precisamente porque la planta suple o modela éstas capacidades, produciendo un efecto placebo donde la imaginación y la ensoñación toman el relevo de la Verdadera Conciencia. Tanto es así, que artistas de todos los tiempos han atribuido a la planta cualidades especiales de “conexión con algún tipo de fuente de inspiración” cuando la realidad es algo diferente, pues si bien han podido desarrollarse en actividades artísticas con cualquier resultado, ha sido precisamente gracias a la función “aislante” de la planta, sumiendo a la conciencia en un “espacio uterino” o “mundo alternativo”, donde la protección—separación de nuestra situación vital—programada: la angustia existencial, las resistencias a la sociedad; la precariedad económica o la frustración sexual o amorosa, quedan relegadas a un suficiente segundo plano, consecuentemente aletargado como para permitirnos componer, pintar, escribir, y dar salida de muchas formas a esa parte del inconsciente que necesita un medio de expresión.
Según esto, no es que la marihuana sea una planta especialmente inspiradora, es que nos aísla lo suficiente como para poder “estar inspirados”, cosa que ocurriría de forma natural una vez aireadas las cargas y los lastres emocionales que lo impiden.
En casos donde la sintomatología se muestra especialmente activa o sintamos de alguna manera que la sesión nos “removió en profundidad”, quedando fases por cerrar, repetir estos duelos resultará recomendable por resolutivo, ya que en muchas ocasiones esta “segunda o tercera vuelta” facilitará el cierre general de las cuestiones que han sido afectadas en profundidad.
Incluso hacerlos por tercera vez, haciendo alusión especial al conocido dicho “a la tercera va la vencida”.
En general, una vez pasada la cuarentena y a lo largo del tiempo, el sistema, técnica o recurso propuesto en estos duelos podrá ser utilizarlo en cada ocasión puntual, donde por situaciones cotidianas susceptibles de revisión nos encontremos airados o desvalorizados, incluyendo eventuales conflictos directos con familiares y ancestros, que podrán ser tratados «a modo coyuntural», como si de un vecino o un conocido se tratase.
Cada vez que tengamos un conflicto con alguien, y antes de incidir en conductas y reacciones que solo representarán “dar rienda suelta a nuestra frustración”, (incurriendo en excesos que pueden representar un conflicto adicional con los
demás), estos duelos se manifiestan como un recurso maestro a la hora de ayudarnos en nuestro proceso vital.
«Llegará un momento de nuestra vida en que nos parezca que ya no son
necesarios y aún mucho después, podrá llegar un momento en que los
necesitemos»