Duelos de Relación
Duelos Coyunturales
Ni los quarks, ni los aniones ni los cationes.
Ni los protones, ni los electrones.
Ni los neutrones.
Ni por lo tanto los átomos, existen,
sin la presencia del observador.
Sin la existencia del observador…
Sin la mirada del observador.
Si los átomos representan «el ladrillo que
confecciona aquello que denominamos “materia” »,
y por lo tanto conforman el escenario de aquello
que llamamos realidad…
Y esos átomos ni siquiera existen sin nuestra presencia…
—Es nuestra presencia lo que crea la realidad—,
y sin nuestra presencia por lo tanto la realidad «no existe».
¿Qué crea entonces la realidad?
—Nuestra presencia crea la realidad—.
La mecánica cuántica tradicional en absoluto define ni incluye en ninguno de sus postulados el concepto «inconsciente», (salvo alusiones sin vincular sobre materia oscura, agujeros de gusano o “ADN basura”), mientras la descodificación cuántica aúna e incorpora, «también», el comportamiento de la onda de información como pieza indisoluble e inherente de nuestro inconsciente.
Si decimos que “el inconsciente crea nuestra realidad” (cuestión que hemos comprobado con creces y redoblada intensidad a lo largo de nuestras vidas), podemos asegurar entonces que esos patrones de interferencia que aparecen cuando son observados, se encuentran irremediablemente mediatizados por nuestro inconsciente.
La pregunta es:
¿Quién determina tanto la existencia como las diferencias, entre los comportamientos de los protones en estado de partícula, aún en una situación donde solo existen ondas o patrones de interferencia?
La respuesta recae en el observador, ya que vuelve a ser el mismo observador quien «determina la existencia de esos patrones de interferencia». (Aunque de este pequeño detalle por el momento parecen no percatarse la mayoría de los físicos que realizan los experimentos).
¿Existía quizá ese campo de interferencias «antes» de que fuese observado, tal y como se asegura en muchos círculos de la intelectualidad mecanicista más especializada?
Según las características más elementales que definen al inconsciente, o mejor dicho, —que definen «nuestro Universo Inconsciente»—, resultará del todo imposible esta aseveración, ya que el concepto «antes», (donde el tiempo no es un factor), carece por lo tanto de cualquier relevancia.
Tendremos que entender entonces que las diferencias entre los comportamientos de «la onda» como forma de patrones de interferencia, o la partícula como forma de materia; observador y observado, solo pueden ser, salvando las diferencias temporales, la misma cosa, y que coexisten como testigos mutuos de su “Unificada e inseparable presencia y manifestación».
En este tercer y último bloque de los duelos, podremos permitirnos revisar, cuantos momentos o circunstancias pudieron dejar una huella indeleble en nuestro inconsciente.
Haremos una especial mención a la particularidad cuántica con la que ahora contamos, (a través del conocimiento y la experimentación), de las características de las partículas subatómicas que nos conforman: Esas que tanto se pretende diferenciar de lo que supone el funcionamiento de nuestra realidad corpuscular, en un perseverante intento conceptual de separar lo pequeño de lo grande; —lo intangible de lo físico—, como si la dualidad onda-partícula fuese un “cuento de hadas”.
Las distancias que separan los aparentes comportamientos entre la onda y la partícula, son reconciliadas una y otra vez en cuanto quitamos de la ecuación el concepto “línea temporal”, apareciendo entonces —como una constante—, el mismo tipo de respuestas en cuanto a la construcción de la realidad se refiere, cuando de física cuántica hablamos, desde un paradigma dogmatizado y sin tener en cuenta la «realidad corpusculada» como parte inherente de esa misma mecánica, pues todo concepto matérico, temporal o ilusoriamente concebido desde la separación, de la misma física cuántica también deviene.
Independientemente de habernos separado por completo de nuestras capacidades primordiales:
«Somos cuántica en acción, veinticuatro horas al día de cada día».
Es ahora, cuando podemos atribuirnos con normalidad las características propias del pensamiento y la imaginación, en un Universo que solo responde a ondas de información; (realidades paralelas y alternativas todas), pues afectan al despliegue de lo físico y lo matérico, como si de un campo plástico y radicalmente unificado se tratase.
Si por carecer por completo de una verdadera cualidad temporal, nuestros recuerdos no son exactamente lo que creímos que eran, se descubren entonces como un potencial que convive en “nuestro ahora”, y solo tendremos que convocarlo para comprobar «cómo puede ser revisado y modelado a voluntad», ya que en nuestro imperecedero presente con nosotros convive, y en ninguna otra parte se encuentra que no sea en nuestra mente programada, aquí y ahora.
Volviendo al tema de los «Universos o Realidades Paralelas», (que de alguna forma tanto nos conforman a nivel de información, como respondemos a esa información sin ser conscientes de este factor); podremos imaginar una serie de autopistas de la información, coexistentes todas en una constante atemporal, y el efecto al que llamamos “tiempo” aparece cuando saltamos de una realidad a otra: de una secuencia de la realidad a otra; de un conjunto de fotogramas a otro; de un fotograma a otro fotograma.
Estamos hablando de secuencias de información presumiblemente «grabadas», que generan una realidad que a su vez se manifiesta en forma de «historia» donde la información emocional resulta ser el cianotipo, a través del cual, esa realidad puede ser de alguna forma observada: Cuyo reflejo se construye a través de un entorno perceptible, inmerso a su vez en un paradigma donde su expresión se reproduce en forma de colores, sonidos, olores, texturas o sabores.
Nos estamos refiriendo a la dimensión específica que llamamos “tercera dimensión”, donde se manifiestan los colapsos de ondas o pulsos electromagnéticos que crean lo que llamamos realidad, y nos estamos refiriendo a «solo una pequeña parte del umbral donde existimos», en realidad.
Si tenemos en cuenta el resto de los umbrales; psíquicos, mentales o astrales, o dicho de forma más general: «aquellos que ahora conviven en nosotros en forma de onda de información», pueden ser afectados en tanto en cuanto en ellos nos proyectamos, como los seres multi-dimensionales que solo podemos ser, en este caso de forma consciente a través de la comprensión de este ritual.
Cuando se trata de recordar nuestro pasado, como seres humanos, solo podremos recrear «secuencias aisladas», con la particularidad de que, la mayor parte de las veces, las secuencias se encontraran desconectadas de un hilo conductor. Es decir, podemos recordar el momento en que nos dimos nuestro primer beso, (independientemente de hacerlo a través de una «nebulosa de información», donde el recuerdo se mostrará a veces esquivo y otras dubitativo), y es muy probable que de ninguna manera recordemos cómo llegamos hasta allí, y por supuesto resultará del todo imposible recordar lo que hicimos el día anterior, y mucho menos qué estábamos haciendo un día después.
Estas secuencias, responden a una construcción de la mente cuyo argumento principal es «estrictamente emocional», y si cambia nuestra información emocional, «el recuerdo», (que solo estaba sujeto a esa información), también cambia. O al menos, habrá cambiado con seguridad nuestra percepción sobre el mismo.
Duelos de Relación
Ninguna posibilidad de tener la pareja anhelada,
en ninguno de los casos, mientras perseveren
los programas de reparación.
Solo existen posibilidades de continuar la trama,
donde quedó el último capítulo representado
por la relación anterior.
Las posibilidades que el universo nos ofrezca,
vendrán trampeadas para hacernos creer que,
la nueva opción, será diferente en relación
a lo «hasta ahora conocido».
Esto siempre estará magistralmente disimulado
y al principio completamente escondido,
edulcorado o embellecido, y “con el tiempo”
—que no existe—, saldrá a relucir el principal
motivo reparador que utilizó la fuerza trampeada
que ahora os unirá.
A estas alturas de los duelos de este libro, teniendo en cuenta el recorrido “casi obligado” con respecto a la identificación y aceptación —en la medida de lo posible del transgeneracional que nos corresponde—, hablar de relaciones supone hablar de «relaciones con la mitad inconsciente de nosotros mismos» desde una situación creada por el inconsciente, y pasar a ser conscientes del sentido reparador, «maestro y enriquecedor», (al menos en cuanto al despliegue de información que cada una de estas relaciones ha expresado o expresa desde nuestro inconsciente), será crucial a la hora de hacer lo máximo posible efectivos
estos duelos.
Si en el fondo de cualquier relación, comenzando por las relaciones con nuestros familiares y allegados más cercanos, solo estamos manteniendo relaciones con nosotros mismos, será fácil imaginar la importancia que puede llegar a tener disponernos a armonizarnos con nosotros (en nosotros), a través de estos duelos, (en este caso con la relación), donde cualquier lastre o resentir acarreado continúa operando como si de un desencuentro interior constante se tratase: completamente activo en el centro mismo de aquello que somos «más allá de la ilusión de la separación».
Si nuestro inconsciente se encuentra codificado, y su despliegue en información conforma un conjunto de experiencias, de alguna forma «grabadas en aquello a lo que llamamos pasado», se trata de hacer un recorrido para detenernos en cada una de esas relaciones; tormentosas, denigrantes o frustradas, ahora de forma específica y pormenorizada.
Cada una de nuestras relaciones ha supuesto un encuentro fundamental, con alguna parte importante concerniente a nuestro transgeneracional, de modo que una vez más nos estamos encontrando con «características del árbol a reparar».
De forma predeterminada, nos hemos visto impelidos a recrear situaciones inconscientes en conflicto, y hemos vivido relaciones simbólicas (para el inconsciente equivalentes a relaciones reales) con el equivalente literal de nuestro padre o nuestra madre; relaciones con la abuela haciendo el papel del abuelo esposo y al contrario, y una variada carta extensible a repeticiones, necesidades de compensar o expresar frustraciones, resentimientos y todo tipo de episodios generadores de la máxima: «repetimos, repetimos, repetimos».
Lo que hayamos desplegado hasta ahora durante nuestra vida en cada repetición; comprendido o integrado, ha supuesto el logro de solucionar unos u otros aspectos, de aquel maremágnum de información, que quedó sin respuesta o pasó a formar parte de la sombra de nuestro clan, impulsando en este caso la posibilidad de “pasar a pelar otra capa de la cebolla”, o bien repetir relaciones de encuentro con nuestro padre o nuestra madre, tres, cinco, o diez veces; cada una de esas interacciones sacando a relucir “más de lo mismo”; o novedosos episodios donde, nuestra dedicación al completo, ha consistido en desarrollar encuentros de cualquier índole con nuestro inconsciente.
Los esfuerzos que hemos hecho por “llevarnos bien en nuestra relación”, han sido esfuerzos por reconciliar asperezas y rechazos; deudas y resentimientos con nuestra madre, nuestro padre y, más allá, con situaciones de vidas enteras de duración, relacionadas con los vínculos matrimoniales de nuestros abuelos y bisabuelos: Entrando en esta categoría lo más arraigado de nuestra programación.
Por encontrar en nuestro cónyuge aquellos aspectos que añoramos o suplimos desde el compuesto paterno o materno, quizá hemos tenido tan solo una relación y llevamos mucho tiempo implicados en la misma.
Posiblemente estemos viviendo una relación colapsada, que mantiene su fuerza de unión en principios de reposición, supervivencia o sostén emocional; miedo a la soledad, costumbre o dependencia.
Sea como fuere, cada cual habrá de detenerse para relacionar esta vez nuestros programas ligados al transgeneracional, y así comprender el sentido último de cualquier suceso con respecto a nuestras relaciones; el vínculo que nos une y las razones inconscientes que han dominado «nuestra historia amorosa».
Esta vez los duelos incluyen cambios fundamentales con respecto al sistema utilizado en el duelo habitual hasta el momento, adaptada esta fase a las necesidades más apropiadas para nuestra experiencia coyuntural:
En este caso los recuerdos de las experiencias en pareja que hemos tenido en vida, desde que tuvimos consciencia de nuestro personaje.
Hemos terminado los duelos con los hijos, continuamos en trance, hacemos unas respiraciones y, con la intención de reencontrarnos con esas relaciones que forman parte activa de nuestra experiencia, dejamos volar nuestra mente haciendo un recorrido “experimental” en sentido inverso a nuestra línea temporal habitual.
Al modo en que rebobinamos una antigua cinta de vídeo, donde las imágenes pasan rápidamente ante nosotros a gran velocidad hacia el inicio de la película, dejamos “caer nuestra mente” mientras se despliegan ante nosotros imágenes recientes de nuestras últimas vivencias, en sentido retrospectivo, (siempre hacia atrás), y vamos percibiendo escenas de nuestra relación en curso (si la hay) sin detenernos y “volando hacia la relación anterior” donde podremos recabar secuencias y sensaciones de la misma; rápidamente, continúa rebobinando esa cinta en nuestra moviola mental-virtual-particular, hasta posicionarnos en esa primera relación, grabada en nuestra historia personal, susceptible de ser ahora revisada con fines de re-actualización y equilibrio consciente.
Puede ser una “relación” de los doce, quince o veinte años; puede ser un encuentro traumático de tipo sexual, donde nos sentimos despreciados o desvalorizados, o puede ser cualquier tipo de experiencia enmarcada en aquellos inicios de la pubertad, donde las dudas y las desvalorizaciones dominaban gran parte de la situación.
Puede ser una situación donde se expresó un cargo de conciencia de carácter residual, siendo nosotros los que resentimos de alguna manera por provocar algún daño con nuestro rechazo, desprecio o desconsideración.
En general, vamos a priorizar las relaciones de convivencia que pudieron suponer una implicación intensa para nuestra vida consciente, y es ahí donde vamos a centrar especialmente nuestra atención. No sin antes tener en cuenta aquella primera experiencia, pues de muchas formas pudo contener, en su expresión, los patrones básicos que después se repetirán, como un fractal, en el resto de las relaciones que vivimos con posterioridad.
Nuestra primera experiencia como relación, a menudo conlleva las claves originarias de nuestra programación más primaria con respecto al arquetipo contrario: Si en nuestra primera relación “nos dejaron”, es muy posible que en todas las relaciones “nos dejen”. Por descontado, este fenómeno vendrá precedido por toda una compleja programación, “guardada bajo la alfombra”, que sostendrá y generará la trama vital que expresaremos desde esa “inercia original codificada”.
Nos detenemos en esa primera situación, quizá de la pubertad, y rápidamente aparecen detalles correspondientes a la imagen de ese momento que, de alguna forma, “se manifiesta ante nosotros”, como un episodio representativo que aúna y engloba la relación, o el periodo al completo de esa relación en particular, con ese chico o chica de “aquel entonces” que vamos por un momento a actualizar, como si lo estuviésemos viviendo de nuevo en este instante, ya que la realidad es que «ese momento», convive con nosotros a tiempo total «ahora», de forma paralela y conteniendo en todo su esplendor su información emocional original, más que posiblemente 100% operativa en nuestro inconsciente.
Tenemos ahora quince o diecisiete años; nos encontramos con ese “novio o novia” de nuevo delante de nosotros, y nos dejamos influenciar por los detalles de esta imagen: Quizá nos lleguen detalles nítidos sombre la ropa, los colores y las texturas de nuestro interlocutor. Quizá percibamos con claridad el tono de su voz…
Nos sumimos en ese momento que está ocurriendo «ahora» —en nuestra presencia— (en nuestro presente), y nos permitimos imbuirnos de los sonidos que nos rodean; el rumor producido por el viento en las hojas de los árboles cercanos, la algarabía de voces de personas alrededor: Quizá el ruido del mar; el eco de los coches que circulan en la lejanía, los olores del ambiente donde nos encontramos…
Contemplamos virtualmente de forma visual los detalles del lugar donde nos encontramos, sintiéndonos otra vez allí; Inmersos en la situación y reviviendo el momento aceptando su información al completo.
Tomamos conciencia en la medida de lo asumible de la ropa que llevamos, de la temperatura; la humedad del aire…
Nos disponemos a revivir el desenlace de la situación con una notable diferencia:
Somos ahora nosotros, desde nuestra versión actualizada, los que vamos a operar en aquel chico o chica de quince o diecisiete años.
Y esta vez, a diferencia de los duelos anteriores propuestos hasta el momento, pronunciaremos los resentires en primera persona.
Resentires:
Pondremos nuestra conciencia actual a operar en aquel momento representativo de esa historia que aún pervive dentro de nosotros, en este momento donde nos podremos explayar con los resentires hacia esa persona, (esta vez en primera persona) aprovechando para extraer ese “lastre encapsulado”; ese profundo fondo oscuro que ahora vamos a liberar mientras nos expresamos, “con total impunidad”, haciendo uso de nuestro mejor repertorio para desahogarnos como jamás lo hemos hecho.
Caso de ser nosotros los afectados por sentirnos de alguna forma culpables, o aparezcan cargos de conciencia con respecto a nuestro comportamiento para con esa persona, “a modo de disculpa”, explicaremos el profundo respeto que de
alguna forma inconsciente “siempre estuvo” y podremos explicar y argumentar, «desde nuestra posición cuántica donde somos a la vez lo que fuimos y lo que somos ahora», lo inconscientes e irresponsables que pudimos llegar a ser,
añadiendo las causas que consideremos más oportunas en función de nuestra experiencia y conocimiento actual sobre nosotros mismos.
Este será el caso de excepción intercambiado por la primera fase habitual de los resentires, (ya sobradamente conocida por nosotros a estas alturas de la lectura de este libro).
Una vez finalizada esta fase inicial de resentires, donde igualmente podremos emplear cuantos recursos nos sirvan para desahogarnos, pasaremos a la fase de agradecimientos, teniendo muy en cuenta que, nuestra capacidad de agradecer, dependerá de la implicación y comprensión de los fundamentos que justificaban nuestro resentimiento.
Agradecemos de forma pormenorizada la implicación de aquella persona con respecto a nosotros, en cualquier caso y circunstancia, pues nos dedicó su energía y tiempo en respuesta a nuestra necesidad maestra de aprendizaje.
Atentos al Corte del Vínculo Emocional, pues será de máxima importancia para el inconsciente su resolución visual, imaginaria y emocional de este acto ritual simbólico, representante a la vez de la disolución, suelta e integración de aquella energía, ya completamente transformada y actualizada, mientras visualizamos el vínculo energético que todavía nos une con esa persona.
Cortamos, con nuestra tijeras simbólicas, ese residuo significativo que podemos presenciar en forma de energía lumínica, pronunciando la conocida frase: “Te libero de mí porque te amo y me libero de ti porque me amo”, o bien con un
sencillo y sentido “te libero de mi”, contemplando cómo se disuelven los restos ya inconexos; laxos y sin asidero emocional, en el éter del lugar donde nos encontramos.
Abrazo y Despedida, sellando el encuentro a través de un abrazo incondicional con esa persona y, mientras nos deleitamos con la nueva sensación que ahora nos inunda, nos despedimos sin otro particular.
Hacemos unas respiraciones y nos disponemos a seguir la línea temporal hacia adelante, deteniéndonos ahora en la relación que verdaderamente sentimos «nos marcó», o en una de las primeras relaciones consideradas relevantes para nuestra
vida.
Tengamos en cuenta que pondremos especial atención a aquellas relaciones de convivencia, matrimoniales o de larga duración, donde la implicación existencial y emocional fue determinante para nuestra experiencia.
Tengamos en cuenta, también, que una relación de tres meses nos pudo marcar de una forma muy especial, superior en cuanto a su impronta que una relación de largos años de duración, incluso de toda una vida.
Especialmente en las relaciones de larga duración, sin embargo, podremos encontrar todo tipo de “profundos resentires con nuestros ex”, máxime teniendo en cuenta situaciones de malos tratos vinculadas o no con alcoholismo,
infidelidades, irresponsabilidad familiar, abandono de hijos y, en general, cualquier especie de etiquetado que pueda ser «sintetizado a través del concepto», —mal entendido— de “relación tóxica o tortuosa”, pues no es tóxica en sí misma ninguna relación, sino la expresión de nuestros programas en la sombra «a través de la relación», que por lógica elemental se verán
especialmente intensificados —desde nuestra toxicidad particular—, tanto en el desarrollo como en el resultado de cualquier tipo de relación que establezcamos.
Solo podremos hablar entonces de «relaciones inconscientes», pues se han estado produciendo desde una programación para nosotros “irracional”, donde nos hemos visto imperiosamente sumergidos, no por designio divino ni por casualidad, (o cualquier suerte de infortunio), sino por expresión matemática de lo contenido en nuestra sombra.
Por descontado, completamente inconscientes de esa sombra nosotros hasta el momento:
De lo contrario, determinado tipo de relación jamás se hubiese producido, o bien hubiésemos aplicado «nuestro verdadero raciocinio», ya en función de las tomas de conciencia que nos predisponen a entablar un «contacto real con nosotros mismos».
Lejos de la pretensión de efectuar estos duelos, con la sabiduría superior que nos otorgaría la ausencia de la necesidad de la resolución de los mismos, baste decir, que al menos nuestra predisposición habrá de estar “teóricamente invadida por este conocimiento”, (en atención a los preceptos ya explicados en el libro 1 de la DQ), donde nos adentramos en los principios de unicidad e inseparabilidad del “Ser Uno”, (con todo lo que eso implica), considerando estos principios de forma unificada e igualmente inseparable de las Leyes del Inconsciente, relativas todas a la creación de la realidad que nos invade, hasta ahora sin la preparación ni las nociones básicas sobre su inmutabilidad y radicalidad: Este “refresco y actualización” de las improntas grabadas en nuestro inconsciente, sobre tal o cual relación de pareja, por tortuosa que fuere o pudiese parecer, potencialmente nos preparará para hacer después una dedicación más profunda; detallada en el libro 3 de la DQ, enfocada a nuestros sistemas de creencias en relación a su importancia con respecto a la «creación de la realidad», que hasta ahora hemos expresado y percibido a la vez, derivados estos resultados de los sistemas de percepción inconscientes que hemos utilizado, y continuaremos utilizando como personas (personajes), en mayor o menor medida a lo largo de nuestro periplo existencial, con o sin conexión consciente de este hecho.
Continuamos accediendo a los momentos cruciales marcados por cada relación de forma consecutiva, recorriendo ahora de vuelta en la línea temporal de “atrás hacia adelante”, cada vez más cerca de nuestro momento actual, prestando especial atención a aquellas relaciones donde existen residuos, o grandes dosis emocionales de resentimientos “bajo la alfombra”.
El sistema empleado será el mismo para todas ellas.
Repasemos:
Nos sumimos en un momento especialmente representativo, escogido por nuestro inconsciente, que simbolice y contenga en sí mismo la totalidad de aquella historia del pasado, permitiendo nos lleguen detalles de las imágenes de esa persona; la situación circunstancial que nos envuelve en ese momento, los detalles propios del lugar… Prestando especial atención a los detalles: sonidos, colores, olores y características del ambiente en que nos encontramos proyectados, mientras nos disponemos a soltar, en forma de improperios para romper el hielo, todo aquello que necesitamos expresar en este momento estelar que hemos dispuesto para nosotros.
Usamos cuantos recursos fluyan en la fase del resentir, permitiéndonos actuar “con total impunidad”, dejando a un lado las limitaciones acostumbradas de nuestros sistemas tradicionales de corrección educacional, y expresando cada uno de los sentimientos que ahora afloran ante esta persona: «en primera persona», de forma imaginaria exagerando nuestros gestos y teatralizando la situación, para ayudarnos a recabar la información que necesita ser expresada.
Lo agradecemos después «absolutamente todo», centrándonos de forma muy especial en recabar cuantos motivos podamos descubrir sean “dignos de agradecer”, tanto en las relaciones de la juventud como en los duelos con relaciones recientes o en curso.
Nos explayamos en esta fase con todos los recursos que tengamos a nuestro alcance.
Una vez liberada la rabia y el odio con aquellos supuestos “maltratadores de antaño”, este será el momento estelar donde podremos comprender la entrega, la dedicación y el esmero de nuestro ex-compañero o compañero habitual como
maestro de vida, teniendo muy en cuenta nuestra necesidad evolutiva, y la completa ausencia de casualidades con respecto a lo que nos tocó, o en caso de una relación actual, lo que nos está tocando vivir en estos momentos.
Esta parte del ritual que comprende los duelos de la relación, veremos que resulta equivalente a los duelos con los ancestros: Resentires, Agradecimientos,
Corte del Vínculo Emocional, Abrazo y despedida.
Si se trata de una pareja fallecida, en la fase de los agradecimientos haremos un especial acompañamiento hacia la fuente de luz, siguiendo los pasos ya ampliamente detallados con antelación.
Cuando lleguemos a nuestra pareja actual, caso de mantener una relación en curso, y cualquiera que sea la situación de esta relación, hacemos el duelo con esa persona siguiendo el protocolo habitual.
Si tenemos una relación de amistad con “derecho a sexo” y sin aparente compromiso ¡Atención a las trampas de la película del consciente! ya que para el inconsciente esa persona es tan relevante para el inconsciente biológico como nuestra más comprometida relación matrimonial.
Siempre en función de cada caso en particular, y cuando de hacer el duelo con una pareja en curso se trate, estos duelos podrán suponer cambios en la relación, tan inmediatos como exponenciales y proyectivos en el tiempo.
Como recurso adicional, cuando la relación se encuentre activa y pretendamos preservar nuestra unión de forma específica o determinada, para el momento del corte de vínculo emocional podremos generar dos enlaces energéticos diferenciados .
Uno para los elementos considerados “tóxicos” que intuitivamente veremos representados a través del enlace habitual, si bien podrán manifestar una energía densa y oscura, y otro delgado y adicional, «intocado enlace de energía que podremos visualizar como un delgado hilo de luz plateada y pura», como símbolo de nuestra unión, que dejaremos consecuentemente sin cortar hasta el momento de la despedida.
Este recurso adicional en absoluto puede considerarse de carácter imprescindible y sirva tan solo para posibles reticencias, donde cortar el enlace único pueda generar una “equívoca sensación de ruptura”, ya que el corte de vínculo emocional solo aligerará de cargas nuestra relación, pues en todos los casos se refiere a aquellos enlaces; «representación simbólica de los resentimientos o apegos compulsivos que permanecen operativos bajo las sombras».
La verdadera unión de una relación se forja día a día, basando sus principios en valoraciones y aceptaciones mutuas, donde la comunicación y la responsabilidad de nuestros estados interiores representan la piedra angular de la misma.
Solo podemos “crecer interiormente a través de una relación”, y esto es algo cuya tendencia resulta inevitable, pues cuanto más pesar, resistencia y deterioro de la misma, más nos «aprieta nuestro inconsciente para hacernos cargo de nosotros mismos», a través de la misma.
A partir de este momento la relación solo podrá ser considerada “un tesoro de crecimiento e información”, sea cual sea la intensidad y el tipo de enlace que nos vincule con la misma en todo momento.
En casos donde pretendamos forjar o forzar, —consciente o inconscientemente —, un enlace con características vinculantes más allá del natural desarrollo de nuestra relación, tengamos en cuenta que incurriremos en la ratificación ritualista de un amarre, donde solo una máscara del ego desde su “pretensión enfermiza particular” estará dominando la situación y, por descontado, repercutirá de forma equivalentemente antagónica en los resultados, como sucede invariablemente en todos los casos.
«Toda pretensión de fijar una alianza forzada terminará por manifestarse con una fuerza igual y equivalente en sentido contrario».
El egregor de la relación
Para acabar este apartado merece hacer mención especial, al agente extra con el que de alguna forma tendremos que contar, cuando de relaciones de pareja se trate.
En términos muy generales diremos que un egregor es una «entidad de información emocional independiente», creada desde el alimento emocional recurrente entre dos o más personas.
Tendremos en cuenta que, como entidad, contiene “vida propia y consciencia de sí misma” ya que de nuestra energía de conciencia se nutre, en ella habita y solo de ella depende.
Este egregor se crea y se mantiene por repercusión del enlace emocional, que se genera en una relación entre dos personas especialmente vinculadas y, al margen de lo extenso que podría resultar este apartado, baste decir que toda relación cuenta con uno; equivalente a un hijo emocional de la misma y conformado por la mezcla de las energías yin y yang, que inevitablemente tenderán a recrear una “unidad energética en la sombra”.
En casos de rupturas de relación, el alejamiento de los cuerpos físicos y la separación situacional, en absoluto asegura una separación en el umbral emocional o psíquico, teniendo en cuenta que habitamos en distintos umbrales
de la conciencia, y la mayor parte de la actividad vital que desplegamos se encuentra en esos umbrales no-físicos, que tanto forman parte de nosotros como formamos parte, siendo creadores titulares de los mismos.
El egregor de la relación es generado por los enlaces emocionales derivados de una potente implicación, tanto a niveles afectivos, como derivados del resto de las facetas que el inconsciente entenderá como propias, con idéntica valoración e intensidad vincular: Dícese de las broncas, los repudios, los odios mutuos y resentimientos en general, así como los enlaces energéticos creados por la práctica sexual, y ese largo etcétera de gestos, inclinaciones y atenciones que se producen en el normal desarrollo de la convivencia, en cualquier relación, y continuará vivo y demandante de alimento energético durante tanto tiempo como perdure la implicación, y los enlaces inconscientes entre dos personas.
Esto argumenta en más de un modo las inexplicables temporadas añadidas que, independientemente de las intenciones de cada cual, dominan la psique de los separados, sin llegar a comprender la procedencia de esos “enganches inexplicables”, que van mucho más allá de lo razonable, en cuanto a tiempo e intensidad, no solo de lo previsible sino de lo deseable en la mayoría de los casos.
Realizar un duelo virtual con este egregor en casos de ruptura, teniéndolo en cuenta como un «hijo energético y “parásito residual” de la relación», intensificará el nivel de conciencia con respecto a la extensión emocional con la que debemos contar, más allá de nuestra habitual percepción limitada sobre nosotros mismos.
Este duelo puede realizarse como si del duelo con un aborto o yaciente se tratase, visualizando a esta entidad como una gran esfera de energía , desde la que penderán sendos dos enlaces: Uno bien arraigado a nosotros y otro equivalente enlazado con la persona de nuestra relación anterior.
De esta esfera tendremos en cuenta su información, confeccionada de la mezcla de energías polarizadas que, a través del tiempo, fueron forjándose como una entidad ya independiente de nuestras sensaciones conscientes.
A esta entidad-energía la reconoceremos como legítimo reducto de nuestra última unión, y agradeciendo su mejor intención, procederemos a cortar los vínculos energéticos activos, que nos mantienen unidos más allá de lo visible, (ahora perfectamente visibles para nosotros), tanto el nuestro como el de la “expareja” en cuestión.
Con idéntica devoción que en ocasiones anteriores, pronunciaremos la frase “te libero de mí porque te amo y me libero de ti porque me amo” , simbolizando nuestro agradecimiento y nuestra mejor intención, con respecto a esa entidad cargada de energías y de recuerdos, —creación de nuestra propia experiencia—, que ahora podremos reconocer como algo tan real y tan vivo como nosotros mismos.
A continuación nos quedaremos a contemplar, cómo esta esfera, al quedar privada de los enlaces que le sirvieron de alimento y sostén, se va disolviendo poco a poco en el éter del espacio virtual donde nos encontramos.
En atención a la necesidad resultante de nuestra sensación y experiencia, este duelo podremos repetirlo cuantas veces consideremos apropiadas para ayudarnos en nuestro proceso.
Así mismo, resultará de máxima relevancia el intencionado proceso consciente que nos acercará a nosotros mismos, teniendo en cuenta la fuerza remanente de los apegos programados y la natural persistencia de estos enlaces, cuando de energías emocionales residuales se trate.
Duelos Coyunturales
Solo podrás entrar en contacto con lo ilimitado,
lo infinito, invaluable, preciado, imprescindible
y capaz que eres en realidad,
cuando reconozcas
lo impresionante de tu limitación.
«Cuando comprendas lo profundo de tu desvalorización»
Los duelos del coyuntural están diseñados para tratar las desvalorizaciones proyectivas y lo que comúnmente conocemos por “traumas”, acumulados en nuestra vida en momentos específicos a través de nuestro recorrido existencial.
Aclaremos, que el término «trauma» proviene de un vocablo y concepto griego que significa, literalmente, «herida».
Los momentos de desvalorización que hemos vivido desde nuestra infancia no han sido precisamente ni casuales ni gratuitos: Han sido los intentos automáticos generados desde el inconsciente transgeracional, que se han ido re-produciendo en función de una desvalorización pre-establecida.
Esta des-valorización, teniendo en cuenta la ilusión que simboliza nuestro pasado desplegado en una línea temporal, se entenderá como un alejamiento esencial de nuestro impugnable valor —como seres universales completos—, y aunque estemos hablando de un potencial «exclusivamente nuestro», perteneciente a una constante atemporal, (pues codificado se encuentra y presente en nuestras etapas evolutivas relativas a la infancia, la pubertad, la juventud etc.) habremos de recorrer la misma “ilusoria línea temporal” pues será la única manera de intervenir y cambiar esos potenciales.
Aclaremos del todo, que hablamos de programación “relativa al pasado”, como una forma de entender los potenciales pertenecientes al “no-tiempo”, ya que solo hacemos referencia a la Ley Universal de Atemporalidad, ya desplegada a
través de una ilusoria línea espacio-temporal.
Atendiendo pues a esta línea temporal, como registro fundamental donde podremos encontrar nuestra información limitante, si en nuestra realidad hemos experimentado secuencias donde nos hemos visto diezmados en nuestra autoestima, o hemos generado expresiones circunstanciales donde hemos vivido determinada situación, dolosa o traumática para nuestra psique, solo ha supuesto
una repetición, quizá diferente en la forma, de aquella información encriptada que ahora se despliega ante nosotros desde su función más primaria. Es decir, cada momento vivido ha sido la expresión de una información codificada que, a través del inconsciente generacional, se ha “servido de nosotros para ser expresada”.
¿Acaso podemos pensar que la historia de la infancia de cada cual, se debe a causas fortuitas o aleatorias, y de repente un niño se vuelve pegador y otro víctima, o existen niños extrovertidos y tímidos por cuestiones del azar, producto de la suerte o la fatalidad, o procedente de un “sorteo sin propósito ni finalidad”?
No-hemos vivido situaciones donde hemos herido o hemos sido heridos:
Hemos sido los vehículos extrasensoriales a través de los cuales una necesidad de herir o una herida se ha expresado dotando de argumento a una historia.
Por otra parte, este fenómeno se encuentra al margen de la intención de cualquier tipo de registro que, por sí mismo trate de solucionar antiguos problemas de nuestros ancestros, sino que responde a un patrón completamente automatizado por el inconsciente, y ese inconsciente, como onda de información, se manifestará en forma de partícula, teniendo en cuenta su cualidad en la dualidad.
Seremos nosotros entonces los que, «desde nuestro umbral consciente», podremos aceptar la responsabilidad de transformar esa impronta programada para que, «cuando determinado potencial se represente en la materia», previamente se haya intercambiado esa cualidad desde su causa y, como en todos los casos, estamos hablando de causas que se encuentran operativas en forma de onda de información a tiempo permanente.
En esta fase de los duelos del Coyuntural, por lo tanto, operaremos de forma diferente a los duelos hasta ahora descritos con antelación:
La fase de los resentires contendrá una peculiaridad específica y esta consistirá en una variación con respecto a la fórmula anterior, tanto en la intención como en la forma.
Aquí vamos a tratar «desvalorizaciones y traumas», especialmente aquellos que por ausencia de gestión propia, en atención a nuestra «lógicamente limitada capacidad de respuesta», pudieron dejar en nuestro espectro de conciencia lo que literariamente conocemos como una “huella indeleble”, (teniendo en cuenta que nada se puede borrar y todo puede ser transformado), y que dicha huella ha estado formando parte activa de nuestro inconsciente, actuando de forma operativa y completamente alternativa a nuestra experiencia; interfiriendo con su presencia en muchas de las ocasiones cotidianas, donde nuestra reacción aparecerá condicionada o bien determinando otras situaciones, igualmente correspondientes a nuestras experiencias comunes de un día cualquiera de nuestras vidas.
Independientemente de derivarse estas improntas de asuntos del transgeneracional, somos profundamente inconscientes de hasta qué punto estas improntas pueden llegar a cohabitar con nosotros a tiempo total, dirigiendo de insospechadas maneras nuestras respuestas condicionadas:
Disparando nuestro carácter y conformando nuestra personalidad.
Son las historias grabadas que representan nuestra desvalorización, con toda la carga ancestral de su necesidad última de expresión.
Asimismo en esta sección, nos encontraremos con el famoso “niño interior herido” que habita de igual manera en cada uno de nosotros.
El encuentro con el niño interior herido representa una “visita cuántica” de nuestro “yo desdoblado en el espacio tiempo”, y representa un momento crucial que nos preparará, a su vez, a efectos cuánticos para recibir información de cuantos posibles potenciales “futuros” puedan ser actualizados en nuestra vida a través de aquello que podemos entender como “nuestro yo”, o “nuestros yoes” desdoblados en el espacio-tiempo.
En atención a los indicios, cada vez más evidentes sobre lo que está ocurriendo en realidad, cada una de estas situaciones vividas conviven con nosotros en una realidad -paralela.
Aquí y ahora, ese niño de siete años está teniendo esa experiencia en este mismo instante, en otro “canal espacio temporal” donde todas las realidades conviven en ese «no-espacio/no-tiempo» al cual hemos pertenecido y continuamos perteneciendo, a pesar de la sensación de separación que deviene de nuestro volcado en «solo uno de cuantos potenciales habitamos a la vez».
Comenzaremos esta sección partiendo de nuestra posición primaria, (cómodamente sentados en una cama) bien como continuación del duelo anterior, bien en otro apartado que podremos realizar de forma especial para tratar nuestros asuntos coyunturales.
Respiramos, hacemos la relajación introductoria acostumbrada y, siguiendo idéntico sistema que en ocasiones anteriores, dejamos “caer nuestra mente” en un sentido retrospectivo, mientras permitimos se sucedan imágenes en esa moviola que ahora rebobina al modo de la cinta expuesta con antelación: Hacia atrás.
Hacia nuestro pasado, vemos esas secuencias sin detenernos y observamos ese viaje que comienza desde nuestra posición actual; rápidamente se suceden imágenes que simbolizan el transcurso del último año, nuestra situación anterior… Continúan sucediendo esas imágenes mientras vuelan los momentos grabados en nuestra imaginación; aparecen imágenes de nuestra relación anterior, de la anterior, de nuestros últimos trabajos, la juventud, la pubertad…
Continuamos “hacia atrás” en ese viaje retrospectivo observando aquellos flashes de la infancia y nos situamos en aquel momento perdido que somos capaces ahora de recordar: Justo en la primera situación donde nos sentimos desvalorizados, sin los recursos apropiados para solventar esa experiencia de los tres o los cuatro años, cuando con nuestros vecinos vivimos aquel momento crucial, o cuando de niños fuimos golpeados, vejados o maltratados por cualquier elemento colateral: sean nuestro tío, nuestro hermano o nuestro primo.
A pesar de haber hecho duelos con los hermanos, podremos incluirlos también en esta fase de los duelos, a modo de confrontar situaciones puntuales que de alguna manera grabaron determinada impronta en nuestro inconsciente.
Aquí nos enfocaremos en “agentes coyunturales”, —propiamente dichos—, de modo que aquellos que han formado las líneas ancestrales hasta el momento; nuestros padres, abuelos y bisabuelos, quedarán excluidos en la medida de lo posible en esta representación.
Tampoco incluiremos eventos relativos a las relaciones de pareja, pues ya hemos realizado estos duelos en una sección especial.
Contaremos pues con primos, tíos, vecinos, compañeros del cole, amigos de la infancia, profesores, compañeros de trabajo, jefes, etc.
Una vez nos encontramos en esa situación inicial, (pongamos con cuatro años de edad), nos disponemos a revivir la situación con un elemento fundamental diferencial:
«Esta vez vamos a ser nosotros, con nuestra conciencia actual de los veinte, los treinta o los sesenta años los que vamos a estar operativos en esa situación de la infancia, mientras de alguna manera “ocupamos” el cuerpo del niño que está anclado en ese instante atemporal.
Con esta intención, vamos a cambiar el potencial aplicando nuestra conciencia y «poniendo las cosas definitivamente en su sitio», actuando desde el niño de cuatro, seis o diez años con nuestra conciencia actual, teniendo en cuenta nuestro bagaje, experiencia y conciencia recabada a través de todos nuestros años de experiencia.
Si nuestro momento de desvalorización, por ejemplo, se dio con otros chicos donde nos sentimos víctimas de abusos, menosprecios o humillación, reviviremos la situación esta vez cambiando todos los potenciales:
Diremos todo aquello que no-dijimos en aquel entonces y callamos por inexperiencia y ausencia de resolución. Nos defenderemos repartiendo tortas a diestro y siniestro si ésta fuese nuestra necesidad; le pararemos los pies a aquella profesora o profesor que nos dejó en evidencia delante de toda la clase, «explicándole cuantas razones se nos ocurran expresar ahora con respecto a la situación», increpando de forma directa y sin contemplaciones a la persona en cuestión: «¡Esta no es forma de tratar a un niño! ¡Lo que le ocurre a usted es que es una reprimida rabiosa que paga sus carencias con los niños! ¡Es gorda y fea, se siente repulsiva y solo lamenta que nadie la quiera porque es usted incapaz de amar a nadie!… Etc.
Aportaremos cuantos recursos léxicos o imaginarios necesitemos, para salir de ese momento crucial con el potencial completamente transformado, pasando de quedar apocados, apagados e indefensos a sentirnos «revalorizados», habiendo
puesto a esos niños o esa persona “por fin en su lugar”.
Recordemos que estamos reviviendo el momento en toda su intensidad, imbuidos de aquel ambiente del lugar, siendo conscientes de los colores, olores, sonidos y detalles que nos rodean…
Lo que estamos haciendo es «viajar a esa realidad paralela y operar en ella», en ese potencial alternativo que convive con nosotros a tiempo total, y que hasta ahora teníamos en estado de abandono o, mejor dicho, completamente operativo como una información donde las cosas están así, como están, antes de ser nosotros conscientes de nuestras capacidades multidimensionales y nuestra cualidad de desplazarnos en nuestro espacio A-temporal, conociendo la inseparabilidad del inconsciente y su incapacidad de diferenciar entre un recuerdo y una situación real.
Es por eso que, una vez lo hemos comprendido, se hace necesario este recorrido a través de la línea temporal, desde el primer momento que podamos recabar hasta nuestra situación actual, uno por uno, revisando cada situación donde nos pudimos sentir menospreciados; incapaces de resolver nuestra experiencia o “traumatizados”, pues veremos que también podremos acceder a cuantos momentos frustrados perviven de forma constante en nuestro inconsciente.
Resulta imprescindible una vez más el uso de palabras gruesas en este ritual; palabras «mal sonantes», groseras y consideradas tradicionalmente improcedentes por la sociedad, revelándose en ese instante como los «términos maestros más apropiados».
Volvamos a tener muy en cuenta que estos términos responden a aquellas “claves”, que nos ayudarán a conectar con nuestro inconsciente de forma fulminante, debido a su codificación específica y a los enlaces que desde su articulación se conectan con la rabia, la ira, el odio o el asco, pues son ahora de imprescindible utilidad.
Una vez hemos revivido y confrontado esta primera parte donde remodelamos la realidad, “poniendo las cosas en su sitio”, nos disponemos a agradecer a esos niños, primos, tutores, profesores o vecinos, su función maestra para con nosotros, comprendiendo que todo tuvo un sentido revelador desde nuestra experiencia y sabiéndonos conocedores de la no-separabilidad (nuestra fusión con el todo), conscientes de ser nosotros en este momento los que hemos creado determinada realidad, desde nuestros umbrales inconscientes, con esa necesidad de auto-armonización de aquellos patrones, «grabados desde el
transgeneracional», que se fueron manifestando en nuestra primera infancia, juventud, y más allá hasta nuestro potencial actual.
Agradecemos con la sensación de ser capaces de hacerlo por primera vez (ya que hemos cambiado el potencial original donde nos sentíamos indefensos y por lo tanto pletóricos de rabia acumulada), cortamos con nuestras tijeras cuánticas personales el vínculo emocional que nos une con la persona o personas involucradas , visualizando cómo se desvanece en ese ambiente donde
mentalmente nos encontramos proyectados, damos abrazos dedicados y nos despedimos, pasando directamente al consiguiente momento donde nuestra psique nos catapulte, dispuestos a operar en el siguiente potencial.
Vamos reviviendo momentos desde los tres a los cinco años, pasando por aquella situación de los siete, los diez, los catorce, los diecisiete o los veinte…
La primera impresión de muchas personas es que, si tuviésemos que revisar cada momento donde nos sentimos desvalorizados ¡no acabaríamos nunca! mas sin embargo serán momentos cruciales, representativos de otros análogos donde repetimos vivencias similares, posiblemente borrados en nuestra memoria o con gran necesidad de revisión.
La mayoría, paralelamente, los hemos ido confrontando y reparando por pura necesidad a modo consciente en nuestras vidas, de manera que los que vamos a “tratar” oscilarán en un número aproximado comprendido entre ocho, diez o doce momentos cruciales, como máximo.
Continuamos en esa línea que ahora estamos reviviendo siguiendo la línea temporal esta vez, «de pasado a futuro», haciendo unas respiraciones entre cada potencial, y permitiendo que sea el inconsciente quien nos guíe, con esa intención original de re-encontrarnos con esos puntos de inflexión donde se fueron manifestando nuestros programas de desvalorización.
Si en alguna ocasión aparecen situaciones muy enquistadas con alguno de nuestros padres, las atenderemos por igual, aunque trataremos de enfocarnos siempre en situaciones coyunturales, teniendo en cuenta que ya hicimos los duelos generales más intensos con la línea parental.
Este tipo de duelos con los padres los podremos hacer igualmente más adelante de forma ocasional, conforme aparezca sobre la marcha esa necesidad, y podrán ser tratados «a modo coyuntural», teniendo en cuenta ya a papá o a mamá como si fuesen un
compañero de clase, un primo o un vecino.
Al final de este libro veremos cómo utilizar estos duelos más allá de estas sesiones generales, revisando su especial trascendencia y efectividad para ayudarnos a gestionar nuestro mundo emocional «sobre la marcha».
En esta fase de los duelos trataremos cuantos momentos perviven en esa “cripta emocional”, en la que encontraremos lo que genéricamente conocemos como «traumas de la infancia».
Para poner ejemplos generales sobre esto, imaginemos que a los tres o los cinco años de edad, vivimos una situación que nos impactó emocionalmente de forma intensa e inesperada, como sorprender a nuestros padres haciendo sexo o al contrario, en situaciones consideradas “sucias”, o siendo repudiada nuestra inocente sexualidad infantil con reprimendas o acciones desproporcionadas, o en situaciones vinculadas con el abuso, la vivencia de algún accidente grave familiar, etc.
Con estas secuencias procederemos al modo habitual, reviviendo la situación desde el niño con la presencia consciente del adulto, utilizando nuestra conciencia actual, permitiendo que nos lleguen detalles de la imagen, las personas que nos rodean, los sonidos del entorno, las voces, colores y rasgos propios de aquel ambiente donde ahora nos proyectamos…
Estos momentos son especialmente propicios para atender al «niño herido», así como otros donde nos sentimos desolados por estar sumidos en nuestra más rotunda sensación de soledad; «llorando en nuestra habitación con grandes sensaciones de desprotección o abandono».
En cualquiera de los casos, siempre y cuando no exista en ese momento una interacción con los demás, (caso que resolveremos remodelando la historia haciendo cambios drásticos de potencial como se ha explicado con antelación), podremos usar la visita de nuestro “Yo Cuántico proveniente del futuro”, en este caso “encarnando nosotros ese papel” desde nuestra conciencia del ahora.