Visita del Yo Cuántico al Niño Herido
Una vez localizado ese o esos momentos especiales, (pues podremos provocar dicho encuentro en cuantas ocasiones nos resulten de utilidad), localizaremos un momento en particular donde, de niños, entre los tres y los doce años, estuvimos inmersos en un “nudo existencial” donde nuestro sentimiento de abandono, frustración, incomprensión o tristeza nos inundaba por completo.
Con una proyección de nuestra conciencia a esa otra realidad, tomamos contacto y revivimos la situación desde la posición del niño, sumergiéndonos en ese momento que vamos a revivir, permitiendo aparezcan detalles de esa imagen…
Supongamos que estamos solos en nuestra habitación a los siete años de edad, llorando desconsoladamente sentados en la cama:
Podemos entrar y salir de la frecuencia del niño a voluntad, percibiéndonos ahora desde el interior del niño, ahora como
espectadores de la situación, efectuando por momentos ese ejercicio clásico de disociación, donde el observador ya está presente y operativo en el desarrollo de toda la función.
Vamos a realizar una “visita cuántica” a este niño desde nuestra realidad actual, teniendo en cuenta nuestra imagen de ahora, con todo nuestro bagaje de aprendizaje puesto al servició del niño de cinco o siete años, que solo conoce su
conciencia limitada y suscrita a ese momento existencial.
Somos el “Yo Cuántico del niño que vive en su futuro y convive con él en otra realidad paralela” y vamos a presentarnos ante él para tener un contacto de doble dirección:
El niño que vive en su realidad paralela que estamos siendo a la vez todo el tiempo, conocerá a su yo desdoblado de otra realidad paralela que igualmente está siendo él, todo el tiempo; “en su futuro”, y el hombre o la mujer de treinta o cuarenta años, que vive en su realidad paralela de los treinta o los cuarenta, se encontrará con su niño herido proyectándose a esa otra realidad, (la del niño de siete años) en un “no-espacio/notiempo” (donde conviven todas las realidades paralelas a la vez), conscientes por fin de nuestras verdaderas capacidades de auto- conocimiento, re-encuentro y lógica transformación.
Con una proyección de nuestra mente, ocupamos el cuerpo de aquel niño angustiado y perdido, reviviendo esas emociones que nos inundan por completo, tomando consciencia del lugar donde nos encontramos y permitiendo nos lleguen detalles de cuanto nos rodea…
Ante el niño, aparece alguien dirigiéndose a él mientras recaba toda su atención, pudiendo oscilar en ese momento entre ambos, siendo conscientes del niño a la vez que de nosotros mismos frente al niño, percibiendo a ese niño que todavía somos justo ahí, enfrente de nosotros en este decisivo punto de inflexión.
Vamos ahora a consolarlo de una manera que nadie, salvo nosotros por ser él, podría hacerlo.
Vamos a darle algunas pinceladas sobre lo que le queda por vivir, lo mucho que recorrerá en su vida y lo seguro que puede estar a través de este encuentro, ya que si hemos podido acceder hasta él, para darle esta información, es seguro también que nuestro nivel evolutivo (su potencial nivel evolutivo) ha conseguido llegar a descubrir, que puede viajar en el tiempo, para encontrarse consigo mismo e intercambiar impresiones en este momento trascendental.
Vivimos la sensación del niño, contemplándose a sí mismo “de mayor” con asombro y fascinación, sabiéndose extrañamente relacionado con ese Ser que ahora le habla y se muestra ante él:
«Mírame, yo soy tú, que vengo de tu futuro».
«Tienes mucho por recorrer y vas a vivir grandes experiencias: A partir de este momento podrás contar con mi soporte y guía para toda la vida, sabiendo que siempre te acompañaré y estaré presente para ayudarte en todo momento».
Esto, es justo lo que se está produciendo ya que estamos haciendo los duelos del coyuntural, interviniendo en los momentos más relevantes de nuestra infancia y por lo tanto suponen “sanar al niño potencialmente en todas sus facetas”, y cuánticamente equivale a acompañar al niño a tiempo total, en ese no espacio/ no-tiempo que habita de forma paralela a nuestra percepción.
De lo que se trata es de “abrazarnos virtualmente en nuestra totalidad”, siendo conscientes del proceso que estamos viviendo y contando desde aquí, además, con nuestro Yo Desdoblado que igualmente nos asiste en el resto de posibilidades que nos deparan, antes, y después de este punto de inflexión.
Se trata de ofrecer a ese niño un recurso vital; un mensaje tranquilizador y de “asistencia presencial” conscientes de nuestra capacidad de transformar la realidad.
Podemos hablarle a ese niño como mejor fluya la información en ese momento, utilizando nuestro propio vocabulario y empleando este acercamiento de la forma que mejor se adapte a los requerimientos del niño, pues nadie mejor que nosotros conoce su necesidad.
Lo abrazamos, transmitiéndole ese sentimiento de Amor Incondicional, apoyo y seguridad; sintiendo cómo le transmitimos esa información, desde nuestro plexo solar, en forma de una potente fuente de luz dorada y pura que le irradiamos con claridad, ahora trasladando nuestra conciencia a la posición del niño, que ya está recibiendo esa energía y puede sentirla como una bendición sanadora, mientras la integra en ese momento.
En este ejercicio, como excepción, no efectuaremos corte alguno de vínculo de ningún tipo. Simplemente nos despediremos del niño con la sensación de la constancia de este encuentro; sintiéndonos desde el niño completamente reconfortados con este encuentro.
Recapitulemos esta fase de los duelos desde el principio:
1.- Nos relajamos y dejamos “caer nuestra mente” en sentido retrospectivo «hacia el pasado» visualizando rápidamente las imágenes que se suceden en sentido inverso a la línea temporal, dispuestos a ser guiados por nuestro inconsciente para que nos sitúe en el primer recuerdo donde nos sentimos desvalorizados.
2.- Una vez situados en ese punto de inflexión, vamos reviviendo uno a uno los momentos que se vayan presentando de forma cronológica, desde el primero hasta el último.
3.- Operamos de forma similar a los duelos anteriores, con la diferencia en la fase primera de los resentires, pues ahora vamos a cambiar los potenciales de la situación, aplicando por completo nuestra conciencia actual a cambio de la conciencia del niño y siendo el propio niño testigo presencial de todo cuanto acontece; «sintiendo todo cuanto acontece».
Agradecemos, eso sí, cortamos el vínculo emocional a la manera ya conocida con la dedicación apropiada, damos abrazos y nos despedimos.
4.- Escogemos uno o varios momentos propicios para realizar “la visita al niño herido”, (o contacto del Yo Cuántico del niño), presentándonos ante él desde su futuro (nosotros, desde nuestro presente).
5.- Continuamos nuestro recorrido cronológico particular revisando cuantos momentos aparezcan susceptibles de armonizar, transformando esos potenciales que forman parte de nuestra vida coyuntural.
6.- Llegamos hasta los últimos episodios de nuestra vida, dejando el último para convocar un encuentro con nuestro Yo Cuántico que se nos presentará asimismo desde “nuestro futuro”, (cuestión que veremos a continuación).
Con respecto a la posibilidad de revivir situaciones de forma completamente diferente “como si estas no hubiesen sucedido”, tal cual podrían ser situaciones de abuso, tengamos muy en cuenta que estaremos utilizando una falsa pretensión, basada en una necesidad de “borrar”, sin atender realmente (atender-nos realmente) a la situación desde su sentido principal, pues cada momento descubierto o recordado forma parte de algo con pleno sentido, siendo imprescindible el cambio de potencial desde “su cualidad original”.
Mientras continuamos avanzando en estos momentos cruciales, veremos que seremos perfectamente capaces de operar, pues nuestra conciencia actual nos servirá a la perfección para actuar en puesto del niño de tres o diez años, o en puesto del chico de dieciocho si hemos pasado ya la veintena en la actualidad, y en puesto de cuando tuvimos treinta si tenemos ahora cuarenta o más. Puede ser que nuestra situación a resolver sea tan cercana en el tiempo, que todavía no hayamos desarrollado la suficiente perspectiva como para abordar con solvencia el asunto, y es ahí donde podemos convocar a nuestro Yo Cuántico “del futuro” con el fin de permitirle operar en puesto de nosotros mismos, siendo nosotros mismos, desdoblados, los que actuaremos desde una conciencia superior.
Supongamos que estamos llegando al final de nuestro recorrido y nos encontramos en un punto de inflexión que hemos vivido hace tan solo unos meses, y supongamos que carecemos de los recursos actualizados para solventar la situación.
De igual manera que de primera mano hemos conocido la experiencia del desdoblamiento, cuando con siete o diez años recibimos la visita de nuestro doble del futuro (“nosotros viajando hacia el pasado”), siendo nosotros entonces el Yo Cuántico del niño, ahora vamos a convocar a nuestro Yo Desdoblado que aparecerá, puntual y diligente, desde ese potencial futuro que aún desconocemos, por estar inmersos en nuestra limitada posición espacio-temporal, relativa a nuestro presente.
Este “Ser”, que ahora sabemos «ser nosotros», puede aparecer desde instancias muy superiores, si atendemos esta superioridad como equivalencia a cientos o miles de años de experiencia y transformación interior, ya que sabemos que cambiamos de cuerpo pero no de «identidad etérico-atemporal», y nuestra andadura previsiblemente no tiene fin.
Es entonces cuando, inmersos en determinada situación, podemos presenciar su actuación, a través de nosotros, para que guíe nuestras acciones de la forma más eficaz, teniendo en cuenta nuestra necesidad del momento y contando con la maestría equivalente a cientos (“o miles”) de años de experiencia.
También, antes o después y al final de nuestro recorrido, podemos hacer una “llamada especial”, situándonos en un momento más o menos reciente o bien actual, donde nos sentimos especialmente tristes, perdidos, desprotegidos, angustiados o incapaces, con el sentido de revivir la situación de forma análoga a la visita anterior del niño herido, esta vez siendo nosotros “los niños heridos”
que, de forma consciente, se van a preparar para tener una experiencia de «contacto interior multidimensional», presenciando esa figura luminosa en forma humana, (quizá parecida a nosotros), que se presentará para darnos un recurso personal, o una información crucial que estamos precisando en ese momento.
Estamos conscientes de estar viviendo una experiencia tan real, como real puede ser cualquier experiencia cotidiana de un día cualquiera de nuestra vida: Así, nos dejamos impregnar de la magnificencia de esa presencia y nos permitimos vivir esta experiencia de forma consciente, hasta el punto de sentir que hemos realizado una conexión directa con lo que conocemos como “Yo desdoblado en el tiempo”.
En esta transferencia de información, bien podemos obtener algún tipo de mensaje más o menos directo, bien una sensación o conjunto de sensaciones, bien una información emocional indeterminada, relacionada con nuestra necesidad, o simplemente un acto presencial donde nos reconocemos, en silencio, como testimonio de nuestro ilimitado potencial.
Una vez “sellado este intercambio de información”, tomaremos contacto con nuestra posición actual «tumbados en una cama», respiramos de forma consciente, vamos abriendo los ojos, moviendo progresivamente las manos, los pies, los brazos, las piernas y, poco a poco, nos vamos incorporando hasta quedar sentados unos minutos antes de levantarnos de la cama.
Con esto, habremos terminado la última parte de los duelos que conforman el argumento principal de este libro y, con esto, habremos intervenido de forma irreversible en la información encriptada de nuestro clan, la cual ha estado conformando «lo que hemos sido hasta ahora» como entidades programadas hasta el último de nuestros detalles.
Es abrazar a nuestro clan lo que equivale a abrazarnos a nosotros mismos, y es comprender a nuestro clan comprendernos a nosotros mismos, y es integrar a nuestro clan integrarnos a nosotros mismos..
En mayor o menor medida, estos duelos significarán una apertura iniciática de las puertas de nuestro inconsciente y, aunque su realización en absoluto pueda implicar una evolución por sí misma, nos prepararán de muchas formas para las siguientes fases del proceso de la DQ, ya que los duelos conforman la segunda parte de las cuatro de este proceso, significando la realización de cada una de estas fases la apertura hacia la siguiente, a la vez que la siguiente se encontrará sostenida por la anterior.
En términos de información, diremos que todo proceso entraña una progresión de las diversas “puertas” o “capas de la cebolla” que se irán descubriendo, o bien iremos accediendo en función de nuestra resistencia, permiso interno o necesidad de conocimiento y aceptación.
Consideraciones Adicionales sobre los Duelos
Previo a la realización de estos duelos, podemos efectuar una relajación donde solicitemos el permiso del inconsciente de nuestro clan, para que nos ayude durante el proceso.
Esto puede hacerse en forma de convocatoria de aquella parte de nuestro inconsciente vinculada expresamente con el clan, siendo dirigida esta petición por nosotros teniendo en cuenta que, en el fondo, «todo lo estamos imaginando», todo el tiempo, incluyendo este acto donde nuestro inconsciente familiar responderá en función de nuestras demandas.
Tengamos en cuenta de forma especialmente relevante aquí, que nuestros ancestros necesitan “sanar”, tanto como nosotros.
De forma adicional y posteriormente a estos duelos, conforme nuestro requerimiento interior lo necesite y teniendo en cuenta la “apertura cuántica” que acabamos de producir «en nosotros», escribir una carta sobre nuestras sensaciones con respecto a nuestro padre, nuestra madre o dirigida al familiar con el que tengamos un nudo emocional activo, aún por cerrar, puede suponer un refuerzo de cuanto en estos duelos hayamos logrado recabar, para cerrar asuntos que quedaron a medias tras estas sesiones, o como forma alternativa de recabar información.
Escribir una o varias cartas de carácter emocional, dirigidas a familiares muy vinculados para quemarlas después, una vez realizado los duelos de este ritual, puede ayudarnos a cerrar cuestiones de nuestro proceso.
Las cartas utilizadas como un medio para realizar un duelo profundo y efectivo, como ritual único, en la mayoría de las ocasiones representarán un intento o marcarán una intención, y aunque el acto de escribir represente en sí mismo una forma especial de conectar con nuestro inconsciente, este se tornará especialmente significativo como recurso adicional, en los casos donde los duelos cuánticos se presenten con resistencias.
Recordemos que la cuarentena queda activada de forma inmediata en la realización de la fase inicial «duelos con los ancestros» y será normal hacer las siguientes fases de los duelos en plena cuarentena, siendo este un espacio-temporal perfectamente apropiado para la consecutiva realización de los mismos.
Suponiendo casos de fuerte resistencia y gran resentimiento vinculados con situaciones de violaciones o abusos, (por ejemplo), la efectividad de la realización de duelos en estos casos, (como en el resto), quedará vinculada y por lo tanto dependiente a nuestro estado actual de conciencia.
Este estado de conciencia responderá de forma directa al nivel de profundidad en cuanto a nuestra comprensión de cada situación vivida, en función de una programación, y será más que posible que tengamos que recorrer diferentes fases, en nuestro proceso vital, antes de llegar a una situación real de agradecimiento.
Es por eso que los duelos muchas veces se presentan como la apertura de una puerta, antes cerrada, así como el ritual que desencadenará todo tipo de circunstancias y movimientos internos que, potencialmente, descubrirán esa parte del inconsciente de muchas formas sellada hasta ese momento.
Nada, absolutamente nada de lo que hagamos, supondrá un acto terminal por sanador en sí mismo. Ninguna técnica por sí misma; ningún intento de recreación o contacto con otra realidad paralela será definitivo, «ni mágico» — salvo nuestra experiencia interior relacionada con un proceso donde el conocimiento profundo de nuestra verdadera situación, será la gran clave de toda la cuestión—.
Así, si hemos comprendido nuestra implicación con el «Todo de la Creación», vivida a través de una serie de eventos que han conformado «aquello a lo que llamamos “nuestra historia y la historia del transgeneracional”», los duelos servirán como un ritual para que todo sea representado de forma que, para nuestro inconsciente, cualquier potencial pueda posicionarse en Coesencia con
nuestra situación interior.
Si después de realizar un transgeneracional, o tras el estudio del libro primero de la DQ, hemos conseguido introducirnos en los recovecos que argumentan el sentido de nuestras vidas, hacer estos duelos cerrará ciclos en algún sentido, abrirá otros en otro, despertará intuiciones según los casos, recibiremos información crucial, o desencadenaremos eventos en nuestras circunstancias vitales relacionados con nuestra «más relevante necesidad de transformación».
En todos los casos, de una u otra forma supondrán un punto de inflexión trascendental en nuestro proceso, y por lo tanto en nuestras vidas.
La Integración Consciente del Plan Familiar Inconsciente
“La oveja negra del clan” siempre es la incomprendida, denostada y puesta en tela de juicio de forma que se forja un precedente conceptual sobre la misma.
Además, es el paria o la paria de la familia; “la que no sienta la cabeza”, generalmente considerada irresponsable e inmadura.
Su dilema existencial; la inestable persona, el loco de turno que solo sabe perder el tiempo, quienes desaprovechan su vida, los que siempre están dando tumbos…
A su vez, sirven como chivo expiatorio de toda la familia, pudiendo erigirse el resto como “los cuerdos”; los socialmente integrados; trabajadores responsables o estudiosos en su mayoría; ímprobos, inteligentes e intachables de “conducta ejemplar”: Ahorradores, planificadores, bien estructurados y fieles cumplidores de su rol social.
Posiblemente sin las ovejas negras quedarían un tanto perdidos al faltarles esa referencia fundamental, pues a la vez les dota de cierto sentido a sus vidas, si no del todo basadas en ese contraste necesario, sí como soporte para sostenerse en una posición de superioridad moral; económica, intelectual, espiritual, religiosa, cultural o ideológica; perfectamente adecuada a lo que se espera de “la corrección de una vida bien encauzada”, (en cualquiera de sus formas).
Invariable e inconscientemente resentidos sin embargo, casi siempre por motivos difíciles de valorar, cavadores por lo tanto de su propia tumba, muchas veces preparada decenas de años con minuciosa anticipación.
Es la oveja negra también la encargada de exponer las miserias del clan, pues con el tiempo conformarán la titularidad de esa parte de la historia de la debacle familiar, siendo en principio los peor parados de este proceso, incluso durante décadas.
Esas ovejas negras, capaces de afrontar los más duros envites de la sombra familiar, forjados a fuego lento en largas horas de soledad, incomprensión e inevitable abandono, son ahora los que habrán de asumir, también, la salvación del resto, mientras se empoderan conscientes de la inefable programación que, antes o después, habrán de asumir como propia para que ésta tenga alguna oportunidad de ser transformada.
Surge la sombra a borbotones en esta era donde colapsan todos los tiempos y, los locos de antaño: los inadaptados, los parias y los desterrados, hoy se erigen como los portadores de una información capaz de transformar todo alrededor: Padres y madres adoptivos de los demás; conocedores de aquella cualidad de trascenderse a uno mismo, en una aventura sin vuelta atrás, donde el patito feo se convierte en cisne y la oveja negra en la luz que brilla, constante e inalterable por encima de la tormenta.
Muchas personas preguntan cómo desarraigarse de los ancestros para vivir su propia vida, siendo paradójica y precisamente los que más desarraigados están, pues cuanto más desarraigo inconsciente más necesidad de vincularse prevalece, y más tensión domina la psique de los implicados.
Es en realidad desde la integración del clan, desde donde podemos comenzar a funcionar como “Seres Plenos”, y esto muchas veces supondrá un gran ejercicio de revisión interior en la que, los cambios de posición con respecto a esto, no siempre coincidirán con las expectativas que se esperan de una familia funcional al uso. Es decir, si la familia funcional incluye que toda su fuerza esté
predestinada a que un miembro del clan (nosotros) cargue con determinada asignación para que el resto “prospere”; cuando este toma conciencia de la situación y comienza a cambiar su antiguo “designio escondido”, es de esperar que el resto de la familia se vea “salpicada”, de forma que los tradicionales repartos en las funciones familiares, sufran inevitables cambios de adaptación a
corto, medio y largo plazo.
Estamos proyectando nuestra realidad y decimos que «cuando cambiamos nosotros, todo cambia», y esto incluye que “los demás” (hablando especialmente de los miembros de nuestro clan) se vean de alguna forma obligados a readaptarse, «cuánticamente hablando», a los cambios de aquel a través del cual, la vida, estaba de muchas formas tan condicionada como justificada.
Si hemos sido el paria de la familia durante toda nuestra vida, (posiblemente sin tener conciencia siquiera de este hecho), variar un solo ápice nuestra posición, contribuirá a que se produzca un reparto en la morfología de la información familiar, ya que la necesidad de canalizar determinados compuestos programados continuará activa, con la diferencia de que, ahora, el delegado oficial, —paria de la familia—, ha declinado semejante función, para pasar a dedicarse a sus “asuntos propios”, al margen de esta potente designación familiar inconsciente o bien contando con ella, haciendo su parte y formando parte a su vez de la «transformación familiar inevitable» que deviene de transformarnos nosotros, ya que todo se encuentra estrechamente vinculado más allá de nuestra ilusión de la separación.
Pongamos un ejemplo esquemático y básico sobre esto: Supongamos que de entre dos hermanos, uno próspero y de vida estructurada y otro lacrado con todo tipo de inconveniencias vitales, el último realiza un proceso de revisión de su árbol, establece parámetros que lo ayudan a comprender su programación, y hace duelos en relación a todo cuanto esto implica.
«Es muy posible que ahora el hermano “perfecto” se vea forzado a revisar los pilares en los cuales su vida se encontraba fundamentada».
Este tipo de afectaciones familiares derivadas de los cambios que puedan llegar a producirse desde «uno solo de los miembro del clan», resultarán del todo imprevisibles para el resto en cuanto a intensidad, derivaciones, tiempos y repartos de los cambios en la información que «desde sí mismo se hayan producido a nivel particular».
Lo más habitual es que se acelere la expresión de la sombra del clan, a la vez que se abran puertas desde el inconsciente que faciliten la comprensión, —desde cada cual—, sirviendo estos cambios en la comprensión como detonante, a nivel personal, en relación con los movimientos interiores que, inevitables, se producen en este proceso de acercamiento a la realidad..
Repasemos:
Cuando es madre la persona implicada y como resultado de estos duelos, es seguro que los hijos (independientemente de su edad) se verán afectados de manera especialmente directa, ya que podremos considerar la existencia de un «cordón umbilical virtual» que en la mayoría de ocasiones permanece activo.
En situaciones donde los hijos son infantes todavía, contaremos con una especial velocidad en la repercusión de los cambios provocados por la madre, teniendo en cuenta que, si son menores de tres años, manifestarán cambios relacionados “cuánticamente al instante”.
Cuando un varón con hijos realiza el proceso, aún teniendo en cuenta que somos creadores de nuestra realidad, habremos de contar con las diversas capas que la información “tendrá de atravesar”, hasta llegar a ellos, (sus hijos) teniendo en cuenta el prioritario vínculo materno, pues dominará el espectro de información de los hijos por encima de todas las cosas.
Posiblemente los cambios producidos en el hombre con respecto a su descendencia, puedan ser potencial y especialmente “proyectivos en el tiempo”, quedando estos relegados a la información materna como prioridad, en un porcentaje tan difícil de valorar como previsiblemente enorme, en atención a la importancia y representatividad de la madre como arquetipo, y canal principal de la transferencia de la información en el clan.
La matemática que utiliza el inconsciente en cualquiera de sus fórmulas, se presenta con unos niveles de complejidad y sutileza tal, que resultará del todo imposible aventurar previsiones desde la psique humana con respecto a esto:
Suponiendo en el más tecnológico de los casos el uso de supercomputadoras de apoyo, aún nos faltaría profundizar en las teorías del “aparente caos” que el universo todavía supone para nosotros.
Esto quiere decir, que la pretensión de establecer valores efectivos, para anticiparnos o medir las derivas evolutivas de la programación inconsciente, resultarán del todo falaces y por lo tanto equivalentemente ineficaces.
Es por eso que, campos como la intuición, la “percepción extrasensorial”, (retransmisión cuántica de la información), lo que tradicionalmente se conoce como “corazonadas”, y el resto de señales que sintetizan el lenguaje del inconsciente, serán las opciones más apropiadas para establecer un entendimiento de «nivel superior», mucho más realista que todos los cálculos y especulaciones que pretendamos desde nuestra limitadísima y tradicional forma de valorar la realidad.
Cuando son los hijos los que realizan un proceso vincular con su programación, en relación a los padres y cómo estos podrán verse afectados, habremos de valorar la lógica disposición de la línea temporal, donde la información se transmite a través de las conocidas «generaciones», funcionando estas de forma superpuesta la una con respecto a la otra, y siendo los hijos los portadores «herederos» de lo que entendemos por “información anterior”, de modo que habremos de contar, siguiendo ésta lógica temporal «igualmente programada», con un fenómeno cuántico donde la información tendrá que revertir el espacio tiempo, hasta llegar a afectar a una generación anterior : —Nuestros padres
—. Cuestión que invierte de muchas formas el ciclo asumido como “natural”, (dentro de esta dinámica transgeneracional), y por lo tanto resultará previsible considerar un “factor tiempo-espacio adicional”, de manera que resultará un tanto ilusorio pretender, a corto plazo, cambios visibles en nuestros padres por el hecho de haber realizado cambios interiores, nosotros.
Paralelamente y en todos los casos, si una rama solitaria (la “oveja negra”) se desprende de su información asignada y programada por el clan, —sin ningún tipo de proceso consciente de integración por parte del resto de la familia—, aún menos podrán esperarse cambios sustanciales, (quizá interpretados como “favorables”), en el resto del clan, contando en estos casos sin embargo con un efecto potencial en el tiempo de carácter, ahora sí, irreversible.
En situaciones donde la comunicación de la familia se encuentra permeable y activa, hasta el punto en que dos o más implicados, proceden al unísono con procesos relativos a la información familiar, se multiplicará exponencialmente el efecto de sus acciones, así como en el resto de supuestos donde las interacciones de los unos hacen posible la participación de los otros.
Integrar a la familia supone comprender la información transgeneracional, dentro de un marco donde hemos sido peones condicionados por la cultura, la sociedad, y el miedo biológico inconsciente al rechazo irremediable del clan.
Devolver a tus padres o abuelos “lo que no te pertenece y es «suyo»”, (como en muchas ocasiones se pretende desde la ingenuidad), supondrá perseverar de forma inevitable en la rueda de la separación, donde trataremos de desvincularnos inconscientemente de la información del clan «que somos», en una suerte de pretensión de “truco de magia” donde habremos forzado, en un nuevo giro del destino, la predestinación del potencial espacio-temporal que nos demostrará, poco después, que todo aquello que tratamos de devolver nos será devuelto, y que el universo no es algo donde “puedan hacerse devoluciones”, ni rebajas, de aquello que forma parte y formará, de la información holística que con certeza y por Ley Universal nos corresponde.
Tratar de devolver a otros “lo que no-es tuyo”, resultará del todo imposible ya que jamás estarás separado de nada, ni de nadie, pues todo «en nuestra propia mente habita» y por lo tanto, tan solo podremos esconderlo en un profundo y oscuro rincón, manteniendo la sombra y la no-inclusión de «nuestro Ser Real» «fuera de nuestra aparente visión», habida cuenta de que lo escondido para no ser visto no implica hacerlo desaparecer.
Si la energía solo se puede transformar y somos «Uno con el Todo», mucho más unidos nos encontramos por cercanía al «todo que conforma la información del clan», y mucho más urgente resultará comprender que solo desde la integración las cosas pueden ser transformadas. Aunque eso incluya un cambio de posición interior «consciente», lo suficientemente clarificador como dificultoso en ocasiones de asumir para el resto de la familia.
Muchas veces, “mantenernos en una posición de coherencia interior”, significará comprender que “los demás” habrán de vivir su “propio proceso” con sus resistencias hacia nosotros incluidas, a través del tiempo, en una dinámica donde la succión de energía remanente, de la distancia generada entre los duelos que hemos hecho y, “los demás”, habrá de transitar su propio recorrido al margen de nuestras pretensiones.
La integración del clan a través de la comprensión de los cambios de información dentro del mismo que, —de forma inevitable estamos implementando desde un ejercicio interior—, incluirá los cambios en la disposición de los demás con respecto a nosotros, y esto, es un factor que habrá de tenerse presumiblemente en seria consideración.
La integración del clan, por otro lado, no puede darse desde unos principios donde presuponemos unas variables asumibles, o desde unas expectativas preconcebidas arbitrariamente por nosotros, sino desde una posición interior de «comprensión superior», donde la aceptación y la entrega a nosotros mismos, — por encima de todo lo demás—, será la clave de «cuantas aceleraciones en el tiempo habrán de ser manifiestas en lo externo», en un proceso donde la identificación de nuestras máscaras pretenciosas, —y su progresiva intervención a través del conocimiento profundo de lo que está sucediendo—, facilitará tanto nuestro proceso como el proceso inevitable del resto de la familia.
Representando en última instancia idéntico proceso
Últimas consideraciones
Estos duelos son «para toda la vida».
No solo por los resultados inmediatos de los mismos y su proyección a corto, medio y largo plazo, sino porque su técnica está conceptuada para reproducirlos en sucesivas ocasiones, cada vez que los podamos necesitar.
Después de cualquier interacción personal donde nos hemos sentido «suficientemente revueltos interiormente», bien sea con cualquier familiar, la pareja, un compañero de trabajo; un hermano o un amigo, tendremos la opción de dirigirnos, —a la mayor brevedad temporal posible—, a un espacio con la suficiente intimidad como para hacer un duelo puntual con esa persona.
Estos duelos funcionarán en adelante a «modo coyuntural», suponiendo una sublimada ayuda en nuestro proceso, pues conseguiremos alinear nuestro umbral emocional «a tiempo real», cada vez que nos sintamos “tocados”, evitando de muchas formas trifulcas, contiendas y situaciones que de otra manera podrían generar o perpetuar conflictos mayores, solo devengados de nuestra distancia con nosotros mismos y su correspondiente proyección al exterior.
«La técnica» una vez conocida y puesta en práctica siguiendo los pasos aprendidos en este libro, será la misma para situaciones locales que requieran una “herramienta válida” para armonizarnos en cualquier momento.
Estos duelos podrán hacerse en adelante casi en cualquier ocasión, pues solo se requiere el uso de la imaginación para su realización, pudiendo hacerse “duelos exprés” (según los casos), o bien emplear unos minutos de nuestro tiempo para equilibrar, de forma consciente, la última “molesta interacción” que tuvimos con nuestro padre, nuestra madre o un hermano, siguiendo el desarrollo conocido según los pasos: «Resentires, Agradecimientos, Corte de Vínculo Emocional, Abrazo y despedida».
Los duelos efectuados con los padres siguiendo el protocolo de este libro, han sido concebidos como duelos arquetípicos, relativos a las funciones materno paterna, que han simbolizado nuestros nudos más representativos con respecto a nosotros. Y los duelos que necesitemos hacer en lo sucesivo con nuestros padres, con los hijos o con la pareja, podrán ser tratados como si de cualquier agente colateral se tratase: dícese un vecino o un compañero de trabajo.
En lo sucesivo y como es de esperar, podremos vivir situaciones especialmente “dolosas” a través de nuestra trayectoria vital, así como determinadas situaciones ocasionales, devengadas de conflictos personales de fuerte intensidad, y es entonces cuando los duelos se mostrarán de especial utilidad, pudiendo hacerse un duelo puntual con un evento o una persona, susceptible de ser repetido varias veces.
En realidad, durante una temporada indeterminada podremos hacer uso de estos duelos a discreción, teniendo en cuenta que cada avance en relación a nuestro registro emocional interior, supondrá un «salto cuántico» fundamental, para nuestro proceso de adaptación hacia el mejor entendimiento con nosotros mismos.
Si nos descubrimos en situaciones vitales muy persistentes y arraigadas, sintiendo grandes dosis de rechazo con respecto al arquetipo materno o paterno, la insistencia en un duelo diario con esa “persona representativa” durante un ciclo temporal específico, (que puede oscilar entre una semana o un mes), conseguirá ir “haciendo mella” en nuestro sistema defensivo, hasta llegar al punto en que los resentimientos disminuyan de forma sustancial, apareciendo espacios donde, por fin, podamos comenzar a agradecer a esa persona con soltura.
Muy a pesar de usar una cognitiva avanzada en cuanto a la idea de nuestra vinculación con el todo, y teniendo muy en cuenta que para nuestro inconsciente universal «el otro siempre responde a una proyección de nuestra situación interior», podremos encontrarnos en disposiciones donde la necesidad de expresar nuestra «rabia activa» será determinante, así como la posibilidad de elevar nuestro sistema de comprensiones, hasta el punto de «ritualizar», a cambio, un acto de verdadero agradecimiento.
Durante la cuarentena que se activa tras la inmediata realización de la primera fase “duelos con los ancestros”, podremos aprovechar para emplearnos a fondo en labores propias de «aceptación superior», de cuantos agentes en el exterior puedan resultar afectados por efecto de estos duelos.
Recordemos la importancia de secundar este periodo de cuarentena, desde la implicación que determinará nuestra intención consciente, conocedores ya de las necesidades de reconfiguración celular que, a efectos de intercambio de información, se irán produciendo de forma especial durante el transcurso de la cuarentena.
Y más allá.
—Cada vez más cerca de nosotros mismos—
Cuando fallece un familiar o allegado muy vinculado emocionalmente a nosotros, tendremos que aceptar una parte de nosotros que con esa persona también muere, aunque de nada nos servirá aceptar esa parte que muere sin aceptar, al mismo tiempo, la resurrección de esa parte que resucita también a través de nosotros.
«Su resurrección, a través de nosotros».
De modo que solo podremos Vivir, para dignificar a la persona que continuará viviendo a través de nuestra existencia.
Rindiendo así el tributo que esa persona más necesita…
El tributo que tú, necesitas.
¡Vive!
¡Y esa persona vivirá!
Y tú vivirás…
Porque ambos sois la vida pues sois lo mismo.
La vida nos insta a vivir permanentemente, aún a pesar de continuar percibiéndonos en términos de separación:
—Solo hay vida—
Vivir.
Esa es la lección que la partida de un ser querido nos ofrece.