Las Cinco Profundidades de la Terapia
1ª profundidad: INTELIGENCIA + RESENTIR
Es la toma de conciencia emocional: comprensión en la emoción de la relación de causa a efecto entre el síntoma y el evento.
2ª profundidad: EL VACIADO EMOCIONAL
Expresar totalmente, vaciar la emoción primaria.
3ª profundidad: LA APORTACIÓN DE RECURSOS
Cuando expresar la emoción no cambia nada, tenemos que encontrar la necesidad no satisfecha y así aportar el recurso, en particular cuando se trata de una necesidad estructurante.
4ª profundidad: ACCIÓN SOBRE LAS CREENCIAS
Porque lo que es un problema no es el evento en sí, sino el sentido que le hemos dado y que ha producido creencias limitantes.
5ª profundidad: TRANSFORMAR EL PASADO cambiando el CONTEXTO
Porque el pasado no existe en sí mismo: establecemos una confusión entre el pasado y la memoria. Esa memoria es un acto del presente y que actúa sobre una representación del pasado.
Herramientas utilizadas: reimprinting, transgeneracional, reparentalización, yacente, etc…
La Tríada CUERPO-PSIQUISMO-CEREBRO
Siempre debe considerarse junta. Todo acontecimiento actúa sobre mi cuerpo, mi parte emocional y mi cerebro.
DEFINICIÓN DE LA TRIPOLARIDAD
Hamer se dio cuenta de que, cuando se produce un choc que genera un conflicto, hay un resentir en el nivel del cuerpo, pero asimismo una manifestación en el nivel del cerebro, que incluso se puede percibir en un escáner cerebral.
Dicho con más precisión, la manera de resentir ese choc determinará el área del cerebro que se verá afectada, y también el órgano dañado. Así pues, hay coherencia entre las localizaciones a nivel del cerebro, los resentires y los órganos.
Cuerpo, psiquismo y cerebro forman una unidad.
Funcionan juntos para asegurar la vida y el bienestar del individuo.
DEFINICIÓN DE CADA ELEMENTO
El CUERPO => Concreto
Cada órgano, cada célula del cuerpo tiene un papel ordenado por el cerebro para el funcionamiento del organismo al completo.
> Si una célula no funciona con normalidad, el cuerpo se manifiesta enviando una señal inconsciente al cerebro.
EL PSIQUISMO => Abstracto, realidad emocional
Es la sede:
– De nuestros pensamientos, de nuestras emociones, de nuestros sueños, de nuestras intenciones…
– Del sentido dado
> Para influir, le da una señal consciente o inconsciente al cerebro.
EL CEREBRO => Interfaz entre ambos
Tomando en cuenta todas esas informaciones, activa la zona cerebral que propondrá la adaptación celular mejor adaptada al resentir.
El cerebro hace, pues, de interfaz entre el mundo exterior y el mundo interior.
Del Conflicto a la Enfermedad
Acontecimiento > sentido dado > resentir > estimulación de neuronas > células orgánicas
UN EJEMPLO
Evento conflictual ———————————————- PÉRDIDA DEL EMPLEO
Manera posible de vivir el evento —————————-DESVALORIZACIÓN ————- PÉRDIDA DE TERRITORIO —————–MIEDO A LA CARENCIA
Localización cerebral del choc emocional —————–Médula del cerebro —————–Córtex temporal derecho ————————Tronco cerebral
Órgano afectado————————————————– Huesos ————————– Arterias coronarias —————————— Hígado
Síntomas ————————————————————- Descalcificación Sarcoma———–Ulceración de las ——————————-Tumor
coronarias Infarto
Filogénesis y Ontogénesis
DEFINICIÓN:
– La filogénesis es el desarrollo de las especies en el transcurso de la evolución.
– La ontogénesis es el desarrollo de un individuo desde la fecundación hasta la edad adulta.
La vida animal en la tierra empezó con la aparición de organismos unicelulares. Estos organismos, ya muy complejos en comparación con los que les habían precedido (bacterias primitivas, bacterias fotótrofas, células vegetales) se mantienen, no obstante, en un funcionamiento muy arcaico que constituye la primera etapa de la vida: respirar, alimentarse y eliminar los desechos, y todo ello para REPRODUCIRSE. Se diría, en efecto, que la Vida no tiene más fines que perpetuarse, que ese programa contenido en el ADN nuclear de cada célula debe renovarse, directa o indirectamente.
Según toda verosimilitud, esta primera célula animal nace de una matriz energética cálida y húmeda. Después la Vida inventa, seguramente mediante el juego de las mutaciones, la reproducción sexuada: se distinguen dos polaridades, dos polaridades irresistiblemente atractivas una para la otra, dado que una contiene aquello que la otra necesita para reproducirse y viceversa.
¿Existe mejor invención para diversificar la expresión de esta Vida? ¿Para darle cada vez más capacidades?
Es así como el ser humano comienza su Vida, en un medio energético cálido y húmedo: un espermatozoide irresistiblemente atraído por un óvulo se reorganiza íntimamente con él hasta formar un huevo, es decir, la fusión de las dos polaridades complementarias, la fusión de dos ADN, la fusión de dos programas. ¡De esta fusión nacerá un individuo cuyo capital genético único, contenido en su ADN, será el resultado de un proceso de mezcla que habrá ofrecido 242 (2 elevado a 42) posibilidades!
En el transcurso de la evolución –no obstante, estamos todavía en la época precámbrica– los seres unicelulares se organizarán en colonias. A través de mutaciones, en cientos de miles de años, esta colonia se convertirá en un organismo pluricelular. O sea, que cada una de las células hasta entonces indiferenciadas se irán organizando en tejidos y especializándose en una función particular, con el fin de adaptarse y perpetuar la especie. Habrá así seres primitivos, pero ya altamente especializados, provistos de un tubo digestivo, de un aparato respiratorio rudimentario (seguimos aún en el agua) y de un envoltorio protector. Este envoltorio, que podrá adoptar todo tipo de apariencias, representa la segunda gran etapa: PROTEGERSE en un medio muchas veces extremadamente hostil.
El estudio embriológico del ser humano nos cuenta la misma historia, con una diferencia: una se desarrolla en, por lo menos, dos mil millones de años; la otra, en unos cuantos días. En efecto, el huevo se va a dividir, por mitosis, en 2 células, luego 4, luego 8, luego 16 y finalmente 32 células. En cuatro días tenemos un conjunto de células, todas idénticas, llamado mórula. La mórula se ahueca entonces, formando una cavidad, y constituye la blástula. En ese momento es cuando tiene lugar la primera gran etapa de diferenciación: las células del «exterior» y las del «interior» se diferencian y se organizan en dos hojas distintas, destinadas a dar nacimiento, una, a los principales tejidos del embrión y, la otra, a una especie de anexo que envolverá y protegerá el amnios.
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Llega la era primaria con la aparición de los primeros vertebrados. ¡Hasta este momento, hablábamos de animales invertebrados, ya que el único tejido que, eventualmente, podía darles solidez era su envoltorio protector cuando se convertía en un caparazón! Los vertebrados sí que están provistos de una estructura interna que les da cierta rigidez y una posibilidad real de moverse. Aunque, como es el caso de los peces, esa estructura interna a la que llamamos corda dista mucho de tener la complejidad de nuestra columna vertebral, no por eso deja de ser su antepasada. La aparición de esta estructura interna que permite MOVERSE para buscarse uno mismo el alimento o escapar de los predadores constituye la tercera gran etapa de la evolución.
Hasta la mitad de la era primaria, estos vertebrados permanecen exclusivamente en el medio acuático, porque ese medio les aporta todos los recursos indispensables.
Es el caso, igualmente, de nuestro embrión, que se desarrolla en el líquido amniótico, el cual le aporta asimismo todos los recursos indispensables… y los necesita, porque se van a producir extraordinarias transformaciones: llega la fase de la gastrulación, en la que aparecen los tres principales tipos de tejido del embrión, con el endodermo, el mesodermo y el ectodermo. Se dibuja entonces la línea primitiva en la que se va a esbozar la corda dorsal (¡pues sí! como los peces), que se convertirá en columna vertebral. En esta fase, andamos más o menos por el día 21, ¡y durante unos 260 días ese embrión no dejará en ningún momento de desarrollarse para por fin salir del agua!
En la mitad de la era primaria, la Tierra no ofrece mucha seguridad: cuando estaba prácticamente recubierta de agua, empieza a tener climas peculiares, erupciones volcánicas tremendas, temblores terroríficos. Luego entramos en la era secundaria, emergen continentes, y los animales marinos, tal vez atraídos por ese alimento verdeante y azucarado que propone la tierra, empiezan a salir del agua. Se llaman anfibios y luego reptiles. Su sistema nervioso se complejiza, del estado de cadenas nerviosas y de «lóbulos» se convierte en un cerebro, a veces voluminoso; reducido, no obstante, a lo que sería el equivalente de nuestro tronco cerebral. Con la aparición de las aves se desarrollará el cerebelo, y con la de los mamíferos ese cerebro poseerá un tronco cerebral, un cerebelo, una médula o sustancia blanca y un córtex, rudimentario en los mamíferos primitivos, y que se complejiza considerablemente con la aparición de los primates. Entramos entonces en la era terciaria. El desarrollo del córtex corresponde a la cuarta gran etapa de la evolución que no dejará de ir adquiriendo cada vez más prestaciones con la evolución del ser humano: permite RELACIONARSE Y COMUNICARSE con nuestros semejantes.
Se produce ahora otra fase importante: la neurulación. Estructurará el sistema nervioso a partir del ectodermo. Al mismo tiempo, la corda dorsal se verá rodeada de estructuras óseas que formarán las vértebras, mientras que los tejidos vecinos edificarán, poco a poco, las masas musculares, los huesos y la sangre.
El embrión pasa entonces a ser un feto, respira con la ayuda de unas «branquias», recibe alimento cuando lo pide por la intermediación de la placenta, está bien protegido en su bolsa amniótica y ya se comunica intensamente con su madre, que no obstante sigue siendo una parte de él mismo. Continúa desarrollándose, cada una de sus células se especializa cada vez más; él empieza a moverse en su medio acuoso, pero llega un momento en el que ese espacio realmente ya se le queda pequeño. Llega un momento en el que tal vez siente deseos de saborear las sustancias azucaradas de la Tierra. Pero, a imitación de los animales del secundario, el hecho de que salga del agua, en un clima a veces apocalíptico, no quiere decir que su desarrollo se haya completado.
Un acontecimiento crucial marca el final de la era secundaria y el paso a la era terciaria: la desaparición de los dinosaurios (caída de un meteorito muy grande para unos, enorme erupción volcánica para otros…). Esto se acompaña de un trastocamiento climático decisivo, y tanto la flora como la fauna van a experimentar profundísimas modificaciones. Al haber desaparecido
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los dinosaurios y la mayoría de los demás reptiles grandes, ha quedado libre el campo para el desarrollo de los mamíferos. Las especies se diversifican y la familia de los primates (de la que forma parte el Hombre) se vuelve floreciente. En ciertas especies, el volumen craneano se acrecienta de manera espectacular. Algunas optarán por la vida arborícola y de ellas nacerán los monos actuales. Otras se orientan hacia la marcha bípeda, y durante la última parte de la era terciaria aparecen los Australopitecos, ancestros de los futuros Homínidos.
Además de las constataciones anatómicas de que la estructura de la pelvis y la posición del orificio occipital –que marca la implantación del cráneo en las vértebras– los emparentan con el hombre, los descubrimientos arqueológicos ponen en evidencia la existencia de una
«industria» que atestigua en ellos una utilización diferente del cerebro. Y, en efecto, el córtex no dejará de desarrollarse hasta hoy. ¿Cómo se efectúa este desarrollo? El córtex o materia gris está formado por neuronas dispuestas en capas corticales sucesivas, y el conjunto está sostenido por células gliales. Las neuronas están conectadas entre sí por sinapsis, y hoy sabemos que la malla sináptica formada de este modo, de extraordinaria flexibilidad plástica, representa el registro de inscripción de la experiencia. Se considera que esta plasticidad es la que está en la base de los mecanismos de la memoria y del aprendizaje.
Cuando el lactante sale de la bolsa de las aguas, cuando nace, ya posee un córtex bien elaborado, fruto de su actividad intrauterina presente, pero también de la lenta evolución de las especies, inscrita genéticamente en su «programa». Así, las grandes líneas de la arquitectura neuronal y conexional del córtex cerebral se instalan antes del nacimiento. No obstante, la formación de las sinapsis dista mucho de estar acabada, y cerca del 50% de las sinapsis del adulto se forman después del nacimiento. ¡En torno al nacimiento, se instalan dos millones de sinapsis por minuto! Después estas alcanzan una meseta, pero no dejan de reorganizarse, en función de las experiencias vividas, hasta la muerte.
Por otra parte, la mayoría de las funciones –entre otras: digestiva, inmunitaria y motora– no estarán totalmente operativas antes de los tres años, o incluso más.
El niño no adquirirá su verticalidad hasta haber explorado su entorno a cuatro patas, igual que la mayoría de los mamíferos.
¡Todo aprendizaje le exigirá diferentes etapas, a veces incluso lo que podrían parecer fracasos! Tomas de dirección, luego cambios de rumbo… Al igual que la imagen que nos deja la historia de esta larga evolución de la Vida.
El hombre pasará igualmente su vida volviendo a revisar su pasado: la adolescencia para poner un poco de orden en sus sinapsis, que han sido testigos de la experiencia de su infancia, con el fin de adquirir su madurez sobre buenas bases… Y, si no es suficiente, la Vida, a cada instante, le ofrecerá la confrontación con la dificultad aún no superada.
En realidad le harán falta unos veinte años para llegar a la madurez llamada «neuronal», la edad adulta, veinte años de aprendizaje a veces coloreados con éxtasis, a veces con lágrimas, con alegría, con amargura… con todas las variantes posibles de las emociones que irá aprendiendo en su cuerpo para que su cerebro las codifique, las clasifique y las reconozca.
Durante esos veinte años, tendrá que perder la ilusión de su omnipotencia. ¿Será un guiño de compasión hacia la absoluta y definitiva desaparición de los dinosaurios…? Enormes, todopoderosos, pero que tuvieron que borrarse por la imposibilidad de existir en un entorno incompatible con su monstruosidad.
Pero ¿por qué es tan importante poner de manifiesto esta analogía para la mirada de la Descodificación Biológica?
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Hemos visto que la Vida, a lo largo de esos cientos de miles de años, se ha organizado en torno a cuatro grandes etapas sucesivas, con el objetivo de asegurar la supervivencia de la especie, o sea, del individuo:
• Asegurar las funciones vitales del organismo, a saber: respirar, alimentarse y eliminar los desechos, y reproducirse.
• Protegerse de las probables agresiones del entorno.
• Desplazarse y servirse de la propia potencia muscular, e incluso confrontarla.
• Mantenerse de pie, fabricar herramientas y comunicarse con sus semejantes teniendo conciencia de tener una Identidad.
Si el tiempo transcurrido desde el inicio del Precámbrico hasta nuestros días se redujera a un año, la primera etapa se situaría hacia el mes de mayo, la segunda hacia el mes de junio, la tercera en octubre y la cuarta etapa aparecería tardísimo, ¡en la velada del 31 de diciembre! Constatamos que las dos primeras etapas se suceden «relativamente» cerca, estando ambas en el primer «semestre», en tiempos extremadamente arcaicos. Mientras que las dos últimas siguen más o menos el mismo modelo, en tiempos «modernos».
No obstante, ¿qué sabemos realmente de la duración de esta última etapa basada en el desarrollo de nuestro córtex? ¿Seguiremos optimizando indefinidamente nuestras sinapsis?
¿Vamos a pasar a otra etapa?
Pero volvamos a estas cuatro grandes etapas cuya memoria vehiculamos y experimentamos nosotros, los seres humanos, desde nuestra concepción. ¿Cuál es la expresión biológica de esta memoria?
Cada una de estas etapas, si no se puede realizar o si puede realizarse pero con dificultad, constituirá una gran familia de conflictos:
• Los conflictos relativos a las funciones vitales.
• Los conflictos relativos a la protección.
• Los conflictos relativos a la motricidad, como elemento de la acción (gestos y desplazamiento) y como elemento de la potencia, o sea, de la valía.
• Los conflictos relativos a la relación con los demás, con el entorno (territorio) y con uno mismo (identidad).
Delante de un conflicto, sea el que sea, la Vida que nos anima, y que tiene vocación de perpetuarse, inventará una solución biológica de adaptación, igual que lo ha hecho siempre en el transcurso de la evolución de las especies. Las enfermedades dan testimonio de los conflictos ligados a esa adaptación.
Se ha puesto de manifiesto la existencia de focos de actividad en el cerebro (Focos de Hamer o Dianas) cuando se declara una enfermedad.
Estos focos se distribuyen en cuatro partes bien definidas:
1. el tronco cerebral
2. el cerebelo
3. la médula o sustancia blanca
4. el córtex.
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En conclusión, no podemos sino constatar la evidente analogía cronológica de la aparición de estos diferentes desarrollos del cerebro con las cuatro grandes etapas de la evolución… y, por consiguiente, con las cuatro grandes familias de conflictos. Y, refiriéndose a la ontogénesis, constatamos igualmente:
• Que las Dianas (o focos de Hamer) situadas en el tronco cerebral corresponden a órganos cuyo origen embriológico es el endodermo.
• Que las situadas en el cerebelo y en la médula (sustancia blanca) tienen por origen el mesodermo. Los órganos nacidos del mesodermo tienen dos características: o bien están cercanos física y biológicamente a los órganos arcaicos de supervivencia
–regidos por el sistema neurovegetativo, al que protegen–, y el Dr Hamer los vincula al mesodermo llamado «antiguo», o bien están próximos a los órganos ligados a la vida consciente y voluntaria, regidos por el sistema nervioso cerebroespinal, y están vinculados con el mesodermo llamado «nuevo».
• Que las situadas en el córtex tienen por origen el ectodermo.
Todo este material pertenece a la autoría del Profesor Christian Fléche