LOS CINCO ESTADOS DEL SISTEMA NERVIOSO AUTÓNOMO
La Bioconducta:
La interacción de la conducta y los procesos biológicos Al contrario de lo que sucedía con el viejo modelo del SNA, que se enfocaba exclusivamente en la regulación del funcionamiento de los órganos viscerales, el nuevo modelo incluye tres vías neurales distintas, como se ha descrito con anterioridad, y relaciona cada una de ellas con un estado emocional que guía nuestra conducta. Además de estos tres estados, tenemos dos estados híbridos, en cada uno de los cuales se combinan dos de los circuitos individuales. Esto significa que nuestro sistema nervioso autónomo está vinculado con cinco estados en total. Uno de los estados híbridos respalda la experiencia de la intimidad: el vago dorsal está ocupado en reducir nuestra actividad física, al mismo tiempo que el vago ventral permite un sentimiento de seguridad al encontrarnos con otra persona. Esto se analiza con más detalle a continuación. El segundo estado híbrido se expresa como una competencia amigable. Podemos luchar con mucha fuerza para vencer en el deporte o en los juegos, pero esto se presenta en el marco de una seguridad y unas normas que han sido aceptadas con antelación por todos los competidores. En este estado híbrido, la respuesta de lucha o huida derivada de la activación de la cadena espinal simpática se combina con la sensación de seguridad asociada con la actividad de la rama ventral del nervio vago.
Los halcones tienen una vista extremadamente aguda y pueden detectar el más mínimo movimiento, incluso el de la respiración normal de un ratón. Cuando un halcón vuela en círculos sobre un campo, podrá ver cualquier ratón que intente huir y bajará en picado y lo agarrará con sus afiladas garras. Por eso el roedor, en lugar de adoptar la estrategia de defensa de la huida, se queda paralizado. Reduce su actividad vital y retiene la respiración hasta que el halcón se ha ido y ha pasado el peligro. Sin embargo, si la ralentización es demasiado repentina o demasiado extrema, puede dar como resultado que el ratón muera de miedo, literalmente. Un 10 % de los ratones mueren por este apagado que llevan a cabo como respuesta al peligro que supone un ave de rapiña o una serpiente. La teoría polivagal describe cómo un aumento de la actividad de la rama dorsal del nervio vago es una estrategia defensiva que causa un estado fisiológico de shock o apagado con el fin de ayudarnos a hacer frente a acontecimientos traumáticos o a situaciones de peligro extremo o destrucción inminente, tanto reales como imaginarios, por medio de un colapso y una desconexión repentinos. Renunciar o fingir la muerte puede salvarnos la vida; con la inmovilidad puede ser que evitemos ser detectados por un depredador o un enemigo. Desde un punto de vista fisiológico, la inmovilización también es una forma de conservar la energía. Sin embargo, el hecho de mantenernos permanentemente en un estado vagal dorsal cuando ya no hay ninguna amenaza o peligro nos quita claridad mental, reduce nuestra productividad y nos desprovee de la alegría de vivir hasta que podemos regresar a un estado de participación social. En nuestra cultura, nos preocupamos de los problemas derivados del estrés. Desgraciadamente, hemos ignorado en gran medida otro peligro para nuestra salud: la activación crónica del circuito vagal dorsal. Un problema muy extendido. Cuando la actividad vagal dorsal es menos extrema pero persistente, la res- puesta emocional que induce se caracteriza por sentimientos depresivos. En el habla cotidiana muchas personas dicen que sufren «depresión» o describen su humor y su conducta como «deprimidos», sin que ningún psiquiatra psicólogo se lo haya diagnosticado. En este libro prefiero utilizar las denominaciones sentimientos depresivos y conducta depresiva o actividad de la rama dorsal deel nervio vago y evitar, por lo general, el término depresión, que es un diagnóstico médico o psico- lógico. Las personas con un diagnóstico de depresión, o que se encuentran en un estado deprimido, normalmente pierden interés en actividades que antes les resultaban agradables. Comen en exceso, experimentan pérdida del apetito o sufren problemas digestivos. Tienen menos energía y se vuelven inactivas, introvertidas, apáticas, desvalidas y asociales. Se pueden sentir tristes, ansiosas, vacías, desesperanzadas, inútiles, culpables, irritables, avergonzadas o inquietas. Pueden experimentar letargo y falta de energía, y no hay ninguna actividad que las motive. Pueden tener problemas para concentrarse, recordar detalles o tomar decisiones, y a menudo están atormentadas por los achaques de la fibromialgia. Tal vez consideren incluso la posibilidad del suicidio, intentar llevarlo a cabo o ejecutarlo. Todo esto pueden ser síntomas de la actividad de la rama dorsal del nervio vago. La literatura médica se ha enfocado generalmente en la fisiología del estrés crónico y ha prestado menos atención a la fisiología subyacente a la depresión crónica. Pero cuando las personas vienen a mi clínica con un diagnóstico de depresión emitido por un psicólogo o psiquiatra, o cuando manifiestan una conducta depresiva, encuentro que su problema habitualmente está acompañado por un estado de activación de la rama dorsal del nervio vago. Si la transición a un estado dorsal es consecuencia de un aumento súbito de la actividad de la rama dorsal, el acontecimiento se puede describir como un shock o un trauma y su efecto, como una desconexión. Cuando una persona se enfrenta a una situación peligrosa o a la posibilidad de morir de forma inminente, la reacción natural es disociarse del propio cuerpo, del aquí y ahora; cerrarse física, emocional y mentalmente y, quizá, incluso desmayarse. En el mejor de los casos, cuando el peligro ha pasado, deberíamos salir de este estado y volver al de participación social. Deberíamos «recobrar el sentido». Sin embargo, algunas personas se quedan bloqueadas en algún nivel del estado de in- movilización con miedo. En este caso, hay que sospechar que el circuito vagal dor- sal está activado de forma permanente.
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