Hace unas cuantas décadas, los médicos empezaron a diagnosticar algunos problemas de salud como psicosomáticos , término que significa que la mente causa problemas en el cuerpo. Sin embargo, pocos psiquiatras y psicólogos han investigado el caso contrario: ¿existe algo que se pueda considerar un problema somatopsicológico, en el que se vea que es la fisiología la que afecta a la mente? La palabra psicología viene del griego antiguo y significa ‘estudio de la mente’. Hoy en día, definir un problema como «psicológico» habitualmente significa que el psicólogo o el psiquiatra primero busca la solución en la mente o las emociones de los clientes, utilizando muy a menudo una terapia de tipo verbal. En esta definición tradicional, más antigua, no se hablaba del cuerpo. Cuando Freud concibió el psicoanálisis para ayudar con los problemas psicológicos, su modo de tratamiento era cien por cien verbal. Dejaba que sus pacientes hablaran sin interrumpirlos, y él parecía escucharlos. No había diálogo; ni siquiera había contacto visual ni los miraba a la cara. La gente permanecía en tratamiento psicoanalítico durante años; a veces asistían a las sesiones varias veces por semana. Antes de recibir formación como psiquiatra, hay que ser médico. Luego esa persona sigue su propio proceso de psicoanálisis, que puede durar varios años. Hubo un momento en que había muy pocos psiquiatras preparados, y la mayor parte de la gente no podía permitirse el tratamiento. Los psicólogos crearon un nuevo marco, distinto del marco del psicoanálisis clásico. Los psicólogos clínicos se preparan durante un periodo de pocos años en un programa universitario. Para ayudar a sus pacientes a mejorar sus estados emocionales y cambiar su conducta, se basan en varios modelos de la psique humana y establecen un diálogo con ellos utilizando varios planteamientos verbales. En general buscan soluciones para problemas específicos. Aunque no es tan costoso como años de psicoanálisis, el tratamiento psicológico sigue siendo caro y re- quiere el tiempo de un profesional preparado para una situación concreta. Algunos terapeutas ofrecen terapia de grupo, que es incluso menos cara, ya que varios pacientes comparten el coste de una sesión. Sin embargo, ese proceso es más aleatorio, ya que todos los participantes, tengan o no formación, pueden dar su opinión sobre el caso. Actualmente, cada vez nos alejamos más de estas modalidades y nos basamos sobre todo en los medicamentos con receta para cambiar nuestras conductas y estados emocionales. Después de un tiempo inicial de consulta profesional para escoger el fármaco y la dosis, los pacientes pueden pasar largos periodos tomando sus remedios sin necesidad de volver a ver al profesional de la salud. A pesar del hecho de que los medicamentos con receta pueden ser caros, son rentables en comparación con los procesos terapéuticos individuales con psicólogos o psiquiatras. Sin embargo, habida cuenta de que cada vez más personas están tomando estos medicamentos, este tipo de tratamientos implican un gasto creciente para el individuo así como para las compañías de seguros y para las economías nacionales. La psiquiatría y la psicología empezaron poniendo el énfasis exclusivamente sobre la mente, y a causa de la gran disponibilidad y el uso extendido de los fármacos podríamos estar dejando de lado algo que puede ayudar con los problemas de salud que este tipo de tratamientos intentan solucionar. Quizá haya algo disponible que no sea costoso y no tenga efectos secundarios negativos. En este capítulo nos fijaremos en el cuerpo para buscar soluciones alternativas y complementarias a los problemas de salud psicológicos y mentales. Investigaremos la posibilidad de regular nuestro propio sistema nervioso, nuestro estado emocional y nuestra conducta. Exploraremos cómo los ejercicios de autoayuda y las técnicas manuales pueden ser perfectamente seguros y eficaces para conseguir cambios positivos. A partir de mi experiencia clínica de los últimos doce años, creo que con una comprensión efectiva del funcionamiento de la teoría polivagal muchos podemos ayudarnos a nosotros mismos a tratar directamente nuestro propio sistema nervioso autónomo. Podríamos estar en condiciones de superar lo que con anterioridad se consideró que eran problemas psicológicos y psiquiátricos no tratables.
de altos niveles de hormonas del estrés, rubor, dificultades en el habla y transpiración de las palmas de las manos, las plantas de los pies y las axilas. La ansiedad es parecida al miedo en cuanto a las manifestaciones físicas. Sin embargo, puede no presentarse necesariamente como respuesta a una situación real. Algo puede recordarnos un acontecimiento del pasado, o podemos proyectar nuestra imaginación a algo que podría pasar en el futuro. En cualquiera de los casos, la amenaza no está presente ahora; a pesar de ello, el estado emocional es real, y existe en el cuerpo en tiempo presente. Cuando nos hallamos en un estado de ansiedad, no conseguimos sacarnos las preocupaciones de la cabeza. Si otra persona nos dice que no hay de qué preocuparse, esto no nos tranquiliza; a veces puede trastornarnos incluso más. Es posible que respondamos: «¿Me estás diciendo que lo que siento no es real?». Los ataques de pánico son experiencias breves de intenso terror y aprensión. Surgen de manera brusca y habitualmente alcanzan su punto máximo en menos de diez minutos, aunque las sensaciones desagradables pueden seguir durante varias horas. A veces su causa concreta no es evidente. En otros casos, podemos determinar que se desencadenó por factores generales como el estrés, el miedo o incluso el ejercicio excesivo. Cuando experimenta un ataque de pánico, la gente manifiesta señales de miedo reconocibles. Los síntomas físicos incluyen temblores, agitación, confusión, mareos, náuseas y dificultades para respirar. El aspecto que se presenta es de agotamiento, la piel está pálida y aumenta la transpiración en las palmas de las manos, las plantas de los pies y las axilas. Y el sudor tiene un olor característico. Los perros y otros mamíferos responden inmediatamente a los olores corporales que surgen de distintos estados emocionales. Los humanos también reaccionamos instintivamente al olor del miedo de otra persona, aunque quizá no seamos conscientes de ello. Mucha gente intenta disimular las señales olfativas del miedo y de la ansiedad utilizando perfumes, desodorantes o polvos para los pies. Sin embargo, es difícil disimular una mano fría y húmeda y un apretón de manos flácido cuando se saluda a alguien. A veces, los ataques de ansiedad y de pánico se pueden tratar de manera efectiva con ejercicios o técnicas manuales que nos ayudan a salir de un estado del sis- tema nervioso simpático o de activación vagal dorsal y nos llevan a entrar en un estado de participación social. A veces hablamos de «la gota que colmó el vaso». Si una persona con ansiedad lleva a cabo el ejercicio básico de manera regular, podrá reducir al mínimo la frecuencia e intensidad de los ataques de pánico o de ansiedad y, en algunos casos, incluso podrá impedir esos ataques. Hacer el ejercicio con regularidad es como reducir la cantidad de agua del vaso, de manera que pueda contener muchas más gotas sin desbordarse. También es importante ser consciente de que la ansiedad puede ser un efecto secundario de un medicamento o indicar un problema de abuso de una sustancia, ya que los fármacos y las drogas alteran el estado del sistema nervioso autónomo.
Ansiedad y ataques de pánico: estudio de un caso Tuve una clienta que estaba preocupada por la ansiedad y los ataques de pánico, que le impedían materializar su deseo de tener un bebé. También sentía un dolor en el lado derecho del abdomen. La ansiedad había empezado quince años antes, cuando tenía dieciocho y se sometió a una operación de extracción de la válvula ileocecal. Los problemas causados por esta válvula pueden ser debilitantes, y a menudo se presentan junto con colitis, dolor abdominal, dolor en la ingle, abotargamiento, olor corporal desagradable, gases, distensión del vientre y problemas respiratorios como el asma y la EPOC. La válvula ileocecal controla el flujo del quimo desde el intestino delgado al intestino grueso. El quimo es la masa espesa y semifluida compuesta por alimentos digeridos parcialmente y secreciones que se forma en el estómago y en el intestino delgado durante la digestión. Normalmente, la válvula está cerrada la mayor parte del tiempo, y se abre solo durante breves lapsos para permitir el paso del quimo. Cuando este llega al intestino grueso, el exceso de agua se absorbe en el cuerpo, y la fibra que queda y otros desechos se comprimen, se conforman como heces y se eliminan. Los problemas surgen cuando la válvula ileocecal no se abre correctamente. También hay problemas si permanece abierta demasiado tiempo, permitiendo así que el quimo del intestino delgado pase al intestino grueso sin control o que retroceda desde el intestino grueso hacia el delgado. Además de los síntomas de ansiedad, esta paciente tenía ocasionalmente episodios cortos de dolor intenso en el lado derecho del abdomen (donde se halla la válvula ileocecal o, como en su caso, donde había estado antes de ser operada). Su médico se tomó bastante en serio sus dolores físicos y quiso asegurarse de que la operación había ido bien. Le hicieron varias resonancias magnéticas y dos exploraciones laparoscópicas, pero todo parecía estar bien, y no pudieron encontrar nada que justificara su dolor. Cuando le pregunté por qué la habían operado, me dijo que había sido a causa del dolor. Pero años después de la operación seguía teniendo dolor en la misma zona. A pesar de su dolor y sufrimiento psicológicos, el médico no mostró ningún interés por sus síntomas de ansiedad, aun cuando estos habían aparecido poco tiempo después de la intervención quirúrgica. Y ningún médico había evaluado nunca el funcionamiento de su sistema nervioso autónomo. La rama dorsal del nervio vago inerva la mayor parte de los órganos digestivos, incluidos el intestino delgado, la válvula ileocecal, el colon ascendente y el colon transverso. Recibe información sensorial por parte de los órganos mismos y ejerce un control motor sobre sus funciones. Lo primero que hice en mi tratamiento fue valorar el estado de su sistema nervioso mirando dentro de su garganta mientras ella decía «ah-ah-ah». La úvula se desviaba hacia un lado, lo cual indicaba una disfunción de la rama faríngea del
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