EL TRASTORNO DE ESTRÉS POSTRAUMÁTICO
El trastorno de estrés postraumático (TEPT), a veces llamado síndrome de estrés postraumático, se ha convertido en un diagnóstico común. Con las guerras de Irak y Afganistán nos hemos vuelto cada vez más conscientes del enorme número de veteranos afectados por este trastorno.
El trauma y el sistema nervioso autónomo En condiciones ideales, si tenemos un sistema nervioso autónomo resiliente, volvemos a un estado de participación social después de que haya transcurrido un tiempo desde el acontecimiento traumático. Desgraciadamente, muchas personas no vuelven atrás. Todos experimentamos acontecimientos que son intensos, horrorosos y angustiosos, pero reaccionamos de manera diferente ante ellos. Algunos son capa- ces de superarlos rápidamente, volver a un estado de equilibrio y participación social, y seguir adelante con sus vidas. A otros lo sucedido les cambia la vida, y los efectos pueden ser de larga duración, agotadores e incluso incapacitantes. Las consecuencias negativas pueden prolongarse incluso durante el resto de su vida. Si alguien está bloqueado en un estado de actividad simpática espinal, es acertado decir que padece estrés postraumático. Sin embargo, después de un trauma, no todo el mundo se queda en un estado de estrés crónico. Mucha gente en realidad permanece en un estado de actividad vagal dorsal con conducta depresiva, y describir su problema como estrés postraumático no es exacto, da lugar a confusión y desemboca en tratamientos ineficaces. Sería más adecuado hablar de dos resultados diferentes después de un trauma: un estado crónico, postraumático, de activación simpática espinal (la respuesta de estrés de lucha o huida) o un estado postraumático de actividad vagal dorsal (de retraimiento o cierre) crónica.
A veces una persona con TEPT oscila entre estos dos estados. Ambos impiden un estado de participación social. El problema con el que se encontraban muchos soldados que regresaban a casa con un diagnóstico de estrés postraumático era que a menudo quienes los trataban no habían encontrado un tratamiento efectivo. Tristemente, muchos hombres y mujeres que han servido a su país en combate acaban aislados socialmente, y un número alarmante de ellos terminan suicidándose. Considero que el uso de la expresión trastorno de estrés postraumático no es suficientemente específico y que a menudo da lugar a confusión. La etiqueta estrés postraumático describe una reacción física y emocional permanente ante un acontecimiento que sucedió en algún momento en el pasado. No dice nada sobre la naturaleza de los problemas que se derivan actualmente de aquel trauma; solo reconoce que algo traumático sucedió y que las repercusiones son permanentes. Muchos pacientes que vienen a mi clínica con un diagnóstico de TEPT no tienen el sistema nervioso estresado (a través de la activación de la cadena simpática espinal) sino que en realidad se encuentran en un estado vagal dorsal crónico. No están movilizados para la lucha o la huida, sino inmovilizados en el miedo, la apa- tía y la desesperanza. Por consiguiente, intentar tratarlos como si estuvieran estresados puede ser confuso y contraproducente. Tenemos una imagen más clara y más útil si distinguimos entre el estrés pos- traumático y el cierre postraumático. La conducta y los síntomas del paciente
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