La Terapia Primal veinte años después
Hace algunos años escuché algo que iba a cambiar el curso de mi vida profesional y la vida de mis pacientes. Lo que escuché era un grito extraño, que
brotaba de las profundidades de un hombre joven que yacía en el piso durante una sesión de terapia. Yo pude compararlo con aquello que uno podía escuchar en una persona que estaba a punto de ser asesinada (The Primal Scream, 1970.)
El grito que describí hace cuarenta años es el producto de algunas heridas inconscientes, universales e intangibles que la mayoría de nosotros portamos y
que nunca parecen sanar. Mi profecía indudablemente fue certera. Cambió mi vida y la vida de miles de pacientes. Ese grito me condujo a la búsqueda de sus orígenes y eso, a la vez, me ha llevado hacia las profundidades del inconsciente, inspirando a personas de treinta países a venir a mi terapia y con ello me han proporcionado una perspectiva mucho más amplia de la humanidad. Yo creo que el descubrimiento del dolor que subyace en ese grito es muy importante en el
terreno de la psicología porque, finalmente, para los seres humanos significa el término de su sufrimiento. Significa que hay un medio para salir del pantano en
el que muchos de nosotros nos hemos sumergido cada día de nuestra vida.
Después de varias décadas de buscar e investigar, luego de tratar con miles de pacientes que sufrían aflicciones psicológicas y fisiológicas inimaginables,
hemos llegado a construir una terapia —precisa y predecible— que reduce la cantidad de tiempo que uno pasa en tratamiento y elimina todas las iniciativas
desperdiciadas: es una terapia que durante más de treinta años ha estado sujeta a múltiples investigaciones hechas por científicos independientes, y todo lo que
hemos descubierto es consistente. La terapia primal es capaz de reducir o de eliminar una gran cantidad de padecimientos en un periodo relativamente corto,
con resultados duraderos. Produce seres humanos sensibles que pueden experimentar cada aspecto de sí mismos, cuyo cerebro no está dividido en
compartimentos especializados, para que un área no pueda conocer lo que otra parte está experimentando. Se trata de personas cuyos cuerpos no pueden ser
extraños para sus mentes.
Una persona que puede sentir, es capaz de entender lo que yace dentro de ella y ya no necesita decepcionarse de sí misma. La autodecepción es una
condición sine qua non de la neurosis, que nos exige que nos mintamos a nosotros mismos. “Pretender ser verdaderos” es casi una moción neurótica.
Este libro no trata solamente de la psicoterapia, trata de la condición humana.
Habla acerca de cómo detectar la neurosis y cómo podemos saber lo que es normal. Trata sobre el llanto y el papel que desempeña en la salud de cada uno
de nosotros. Nos permite comprender el por qué de la ansiedad y la represión, y de lo que éstas realmente significan. Se refiere a la desesperación y a la
esperanza, y al grito silencioso conocido como “enfermedad”. Habla de la malignidad de la desesperanza, de la depresión enfermiza, de los sueños
destrozados y de las rupturas en nuestras relaciones. Concierne a la naturaleza del amor y, finalmente, se refiere a la inteligencia real, y no al hecho de
considerarse una persona cultivada, educada y erudita. Trata acerca de la posibilidad de ser capaz de amar y de dar, de sobrevivir y llevar una vida
inteligente, una que no es autodestructiva ni lastima a los demás. ¿Qué tan lista tiene que ser una persona para saber que un niño que llora debe ser tomado en
brazos y calmado?
Los dolores que encontramos que yacen bajo ese grito que yo escuché hace tanto tiempo, son lo que he llamado dolores primales; derivan de cualquier
experiencia temprana en la vida —de una cirugía, del abuso físico, o del simple descuido—. El elemento central de estos dolores viene de la falta de amor. La
clave es que al surgir, ese grito contiene más dolor que aquel que puede integrarse con el tiempo, haciendo necesario reprimir una buena parte de él y
almacenarlo para una futura referencia. Los dolores primales surgen no solamente de esa falta de amor, sino también de esos momentos de epifanía o de las escenas en las que un niño se da cuenta de que no es amado y que no lo será.
Surgen cuando por un breve y olvidado momento, el niño se estremece al comprender que él no puede ser lo que es, ni va a saberse amado en algún
momento ni en situaciones en que padecerá de una idéntica y monumental desesperanza. Su decisión será luchar con todo su corazón para ser lo que sus
padres quieren que sea y hacer a un lado el dolor, o más bien, colocarlo automáticamente lejos de sí, gracias a nuestro milagroso sistema de represión.
Esa represión efectivamente produce dos “yo” en guerra uno con el otro. El yo real, con sus necesidades y con su dolor a cuestas, y el yo irreal, que está
fuera de contacto con el otro yo (el real) y que incluso es capaz de relacionarse con el mundo exterior. La función del yo irreal consiste en mantener al yo real
oculto, sin mostrar su cara. Su rol es lograr que el cuerpo actúe, a pesar del torbellino que está sucediendo en su interior. El mejor modo de lograrlo, según
parece, es que el yo irreal permanezca ignorando su propia historia. Por eso pienso que la mayoría de los neuróticos son seres ahistóricos, porque el dolor les
ha robado su pasado.
La fuente principal de este dolor es una necesidad que fue prolongada e insatisfecha desde la vida más temprana. En determinado momento clave, las
necesidades insatisfechas de amor, abrigo y protección se convierten en dolor, lo que a su vez reclama la represión. Después de esa división, el yo irreal continúa
actuando con base en sus necesidades. A este proceso lo llamo “la actuación simbólica”, pues el yo irreal trata de obtener satisfacción mediante vías
simbólicas. Ésta es la esencia de la neurosis. Los viejos pacientes permanecen reprimidos y representan roles que casi siempre son irreales y meramente
simbólicos.
Hemos encontrado un camino para revertir este proceso, haciendo que los pacientes regresen y revivan la escena original y sobrecogedora, sintiéndola
poco a poco en el tiempo, hasta que finalmente el proceso se resuelva afuera del sistema. Los pacientes pueden poner en reversa el proceso neurótico
evolucionario, y son capaces, en efecto, de revertir una historia que puede regresar hasta su nacimiento. Hemos encontrado que es posible montar en el vehículo del sentimiento hacia el pasado, a través de los años, hasta aquellas estaciones traumáticas que encontramos en el camino, en donde nuestro
desarrollo quedó retardado.
Cuando los individuos hacen esto, hay cambios predecibles que podemos medir a través de los años. La función cerebral y la estructura del cerebro cambian, la presión sanguínea y el ritmo de los latidos del corazón caen, y hay cambios en numerosas hormonas, y algo aún más importante, nuestras investigaciones recientes indican que hay un cambio significativo en el sistema inmune de quienes reviven su dolor, hecho que tiene importantes implicaciones
en el tratamiento de enfermedades catastróficas, como el cáncer.
Sabemos ya mucho sobre el dolor y lo duradero que puede ser, aun entre aquellos que nunca podrían creer que existiera dolor en ellos. También hay algo
más que sabemos acerca del proceso de represión, de cómo trabaja y dónde. La ciencia ha avanzado mucho en los pasados treinta años y también la terapia
primal. Por eso somos capaces de ver los recientes descubrimientos en el campo de la ciencia del cerebro, la inmunología, el dolor, la represión, las endorfinas, el
llanto y el cáncer, y cómo se relacionan con nuestro trabajo. Lo que solía ser una hipótesis, ahora ya es un hecho reconocido. Lo que era un supuesto, en la
actualidad es demostrable. Lo que era más bien una teoría general, hoy es una estructura detallada que nos permite tratar y predecir, con cierta precisión, el
curso de la terapia en nuestros pacientes.
Significa que, para muchos, hay un modo de salir del dolor y de la neurosis, de las migrañas, úlceras, colitis, fobias y relaciones que se rompen constantemente. Significa que la neurosis y su tratamiento son entidades mensurables, cuyo progreso puede cuantificarse. Que la psicoterapia ahora puede traerse al ámbito de un método estrictamente científico. En la actualidad ya ha dejado de ser un arte. Las técnicas están ahí, irrespectivamente del terapeuta, para alterar la enfermedad mental.
El asesino número uno en el mundo actual no es el cáncer ni la enfermedad cardiaca: es la represión. El peligro real es la inconsciencia, y la neurosis es el
asesino oculto. En mis varias décadas de práctica, me he ido convenciendo cada vez más y más de este hecho. La represión —un ocultamiento clandestino,
furtivo, una fuerza intangible— nos golpea hasta llegar al fondo y lo hace de variadas maneras y además disfrazadas —cáncer, diabetes, colitis—, nunca la
vemos al desnudo, tal como es. Ésa es su naturaleza diabólica, compleja, recóndita. Es ampliamente reconocida y, sin embargo, es negada porque su
principal mecanismo es esconder la verdad. La negación es la consecuencia inevitable de su estructura.
Casi no hay ninguna enfermedad mental o física sin represión. Una manera de conocer la verdad de esta afirmación es poner en reversa la enfermedad,
conducir a los pacientes hacia su dolor y levantar la cubierta de la represión. Más adelante veremos cómo, en nuestras investigaciones, muchas enfermedades se
pueden poner en reversa, inyectando químicos que detienen los procesos represivos. La tarea de la represión puede reconocerse en la alta presión
sanguínea cuando, por ejemplo, regresamos a los pacientes a su dolor temprano y dicha presión se eleva de forma importante; cuando terminan de revivir su
dolor, la presión sanguínea cae significativamente.
A la larga, lo que se ha reprimido son las necesidades y los sentimientos. Por eso es que al sentir un dolor temprano, estamos debilitamiento la represión, lo
que permite a algunas personas sentir de nuevo. Eso nos devuelve el significado y finalmente nos permite experimentar alegría, belleza y coloración en la vida.
Significa unificar el sí mismo y convertirlo en algo orgánico, integrado y total.
En este libro aprendemos por qué los sentimientos son lo principal, pues ponen un final no solamente a los síntomas, sino también a la lucha por la satisfacción
simbólica. El yo real surge y la búsqueda de uno mismo cesa. El yo real se ha encontrado adentro del dolor.
Los principios relativos al dolor primal y a la terapia primal no han cambiado en más de veinte años. Todo lo demás sí ha cambiado. Pienso que lo que ha
cambiado más es la posibilidad de predecir el tratamiento. Al principio no teníamos suficiente experiencia con una amplia variedad de pacientes para saber
qué iba a suceder, excepto de una manera muy general, cuando atacábamos el dolor. Ahora no sólo sabemos qué va a pasar, sino en qué nivel de conciencia
está operando el paciente. Esto nos permite saber qué esperar en las siguientes sesiones. Los niveles de conciencia que primero descubrí hace algunos años, han sido verificados por un gran número de investigadores científicos. Esto es algo que seguimos viendo todo el tiempo: tres niveles discretos de conciencia que
determinan la clase de síntomas que tendrá la persona y el tipo de comportamiento que podemos esperar. Veremos algo más en el capítulo dedicado a la mente, acerca de estos niveles y cómo trabajan.
Ahora los pacientes se dirigen más profundamente hacia el inconsciente de lo que antes solían hacerlo, y hoy conocemos mucho más sobre el inconsciente y
qué tan peligroso o tan amistoso puede ser. Sabemos qué dolores tempranos son más peligrosos al sentirlos y cuáles no. Sabemos cómo encauzar a los pacientes
hacia áreas en donde no se sientan avasallados. Actualmente nuestras técnicas están años luz adelante de lo que estaban hace unas décadas. La nueva
información sobre las endorfinas nos ha clarificado muchos temas relacionados con el dolor, y espero que también lo hagan con los lectores de este libro.
Cuando comencé a utilizar este método, me decían que era imposible que una persona reviviera su nacimiento, porque el sistema nervioso no estaba
suficientemente maduro en ese tiempo para registrar algunos recuerdos útiles.
Durante muchos años yo descarté el tema de evento del nacimiento, debido a esa falsa información. Ahora sabemos que el trauma del nacimiento en realidad está
codificado y almacenado en el sistema nervioso. Toda una serie de establecimientos dedicados a la “Industria de Renacimientos” ha crecido en torno a mis descubrimientos, lo que ha conducido a un numeroso grupo a la clase más peligrosa de charlatanería.
Efectivamente, en la actualidad sabemos mucho acerca de qué tan temprano los sucesos experimentados en la vida quedan impresos en nosotros, los
analizaré en detalle, porque ese primer medio ambiente y el efecto de sucesos tempranos nunca nos abandona: permanecen incrustados para siempre en el
sistema. Por fortuna hemos perfeccionado un método para alterar esas huellas, impresos que dislocan seriamente el funcionamiento de muchos sistemas de
órganos.
Tras haber visto toda clase de desviaciones sexuales imaginables, ahora soy capaz de discutir sobre lo que yace detrás de la disfunción sexual. Veremos que algunos profundos problemas sexuales a menudo son depredadores de la educación sexual, pues sólo deseducan y la resolución de esos problemas viene
de tratar con experiencias muy tempranas que no tienen nada que ver con el sexo. Eso no quiere decir que la mala educación sexual no contribuye, pero
existen otras fuerzas que nunca han sido consideradas y que juegan una parte significativa.
Casi cada trabajo sobre el estrés analiza el tema en términos del presente: estrés marital, laboral, etc. Lo que analizo aquí es un estrés que está impreso, que
nunca nos abandona y que constantemente nos pone bajo una enorme presión.
Sin importar qué tan tranquilo pueda ser el medio ambiente en el que vivimos, esta clase de estrés desencadena su caos. Nos matará mucho antes de tiempo, por
lo que es muy importante comprenderlo. Esto es particularmente cierto porque pocos de nosotros advertimos su existencia, y su poder es una fuerza tal que
escapa de nuestro conocimiento, precisamente a causa de la represión.
En suma, los cuatro principios básicos que he delineado en el trabajo original son:
El dolor está en el centro de la enfermedad mental y física. Se trata del dolor que viene del trauma y de las necesidades no satisfechas.
Existen tres niveles distintos de conciencia que se relacionan con el dolor.
Los traumas tempranos dejan una huella permanente en el sistema, la neurosis y la enfermedad física.
Es posible revivir esos recuerdos impresos y resolver la neurosis y la enfermedad física.
Este libro trata sobre lo que ha pasado a estos descubrimientos originales.
Algunas veces me expreso en las palabras de mis pacientes, otras, en las mías propias. Ya lo he dicho antes: la neurosis es una enfermedad del sentimiento. El sentimiento es el problema actual. Una y otra vez encontramos a personas que no pueden sentir y que se les dificulta conseguir mucho de la vida, y creen que la
existencia es toda gris y aburrida. Para ellos es así porque el dolor reprimido los mantiene en busca de la magia o de un sistema de creencias que
automáticamente transformará su vida en algo significativo. Lo más que puedo ofrecer es transformar a alguien en sí mismo, no creo que haya algo más que eso
para lograrlo en esta vida. No hay nada más sanador, ni preventivo de las enfermedades, que el sentimiento.
Las siguientes páginas nos llevarán a un viaje al inconsciente …investigaremos esos pasajes subterráneos que nos conducen fuera de la oscuridad, hacia el bienestar y la salud. Sabemos que hay un camino para comprender y prevenir la enfermedad. Nuestra aproximación es un punto de partida radicalmente distinto de la terapia convencional de los “no más de una hora de cincuenta minutos”. Los sentimientos son los que determinan qué tan larga será la terapia, ya no están bajo el poder del doctor y en sus manos. Ahora se trata de un paciente que siente, que siempre sabe más de sí mismo que el doctor y de lo que es terapéuticamente mejor para él. No surgirán más insigths(descubrimientos, reconocimientos o percataciones) dominados por hombres sabios. Surgirán en el paciente “que es quien siente”.
Estamos conscientes de que la neurosis no la causa la falta de insights (descubrimientos, percataciones y “darse cuenta” que vienen del interior) y
tampoco se resuelve inculcándolos. Nuestra aproximación no está dirigida a reforzar las defensas o construir un “ego”. Más bien, la terapia implica penetrar
en las defensas. A menudo nos confundimos: consideramos que un fuerte sistema defensivo es algo normal; al contrario, un sistema de defensas muy fuerte significa una neurosis potente bien ocultada, pero presente.
La contradicción es que un neurótico fuerte oculta muy bien su situación y a menudo parece altamente funcional en su sociedad, hasta que tiene un problema en sus coronarias a la edad de cincuenta y siete años, aunque parezca estar “bien”. Las fuerzas ocultas se han tomado su tiempo para hacer el daño.
Aquellos que se despojan a sí mismos de su carga de dolor temprano, también producen bien y eficientemente, pero en algún momento ya no están inclinados a
vivir esa vida de trabajo, que ya no es sólo una descarga de tensión. Eso es algo positivo, el neurótico produce y se mantiene ocupado para evitar que su pasado
se introduzca en el presente. La tarea a favor de la salud consiste más bien en sumergirnos en nuestra propia historia, en lugar de huir de ella, viajando a la
fuente de nuestros problemas en lugar de pasar toda la vida acudiendo a paliativos
La terapia primal difiere de otras terapias en el sentido de que no estamos en el negocio de fortalecer las defensas para que la gente pueda funcionar. Vemos
las defensas como anormales, como una señal de patología. Lo que no quiere decir que no sirvan para alguna función, sí lo hacen, y son más importantes
cuando el dolor temprano es tan estremecedor que amenaza la integridad del sistema. Sin embargo, son una atalaya contra el yo real, y precisamente nosotros
luchamos para hacer a la gente real, no para que esté de acuerdo con nuestros prejuicios sino de acuerdo con la realidad que reside dentro de cada uno de
nosotros. Las lágrimas son las que ayudan a disolver los límites del inconsciente.
Por eso creemos que una terapia sin lágrimas y una neurosis sin sentimientos, en realidad, nunca pueden ser efectivas.
Conocemos lo que yace en el inconsciente, pues hemos estado en sus antípodas, hemos visto que no está poblado por fuerzas del Id (ello), por
demonios o poderes misteriosos en las sombras. En realidad no existe nada místico al respecto. El inconsciente es el depósito, ni más ni menos, de los
pesados traumas de nuestras vidas. Nuestro trabajo es hacer al inconsciente, consciente. Después de eso queda muy poco que hacer, ya no necesitamos un
escenario especial ni un diagnóstico esotérico, ni categorías para describir a las personas que simplemente no fueron amadas, que consiguieron muy poco en sus
vidas y que sufrieron. Es mejor describir cómo ese sufrimiento llegó a presentarse, qué necesidades básicas se debieron satisfacer y, sobre todo,
queremos aprender cómo aliviar el sufrimiento. El resto para mí, resulta ajeno.
Nos toma una buena cantidad de tiempo resolver la neurosis. Fue depositada con aumentos regulares durante años y no será deshecha con unos cuantos
seminarios mágicos o por conferencias de un fin de semana. Nos deslizamos en la neurosis sin un suspiro y desarrollamos síntomas que parecen misteriosos, sin
que parezca que ha sucedido algo dramático, pero de pronto, nos enfermamos y nos percatamos de que fuimos afectados por nuestra propia realidad. Nuestro dolor finalmente se hizo palpable y nuestra autodecepción muy grande.
Porque la terapia primal cambió mi vida y la vida de miles de personas, yo espero que aprender sobre ella hará una diferencia en la vida de quienes lean este
libro. Mientras los científicos ponderan las últimas pruebas de una u otra causa de enfermedades, hay muchas personas que en cada uno de los días de su vida
sufren agonías secretas. La investigación es necesaria para los científicos, pero es un lujo para la humanidad que sufre y que no puede esperar las últimas
pruebas estadísticas. Para ellos la espera puede convertirse en una enfermedad fatal. No tenemos por qué esperar para sentir. Contamos con los medios para
ayudar a la gente a convertirse en seres humanos sensibles. Nuestros sentimientos han tenido que esperar mucho tiempo su oportunidad. Démosle nosotros ese regalo.
ARTHUR JANOV