LAS NECESIDADES EMOCIONALES DEL NIÑO EN DESARROLLO
A medida que el niño se desarrolla, se le debe permitir ser él mismo; esto significa que vaya creciendo a su ritmo. Debe caminar y hablar cuando sea apropiado para él y no cuando su padre necesite tener un hijo brillante y adelantado en su desarrollo. El niño no puede sentirse amado cuando se le obliga a aprender antes de su tiempo y no a su ritmo.
Conforme pasa el tiempo y más allá de sus necesidades físicas, el niño tiene un nuevo conjunto de necesidades emocionales. No sólo entonces requiere que lo toquen, esto continuará durante el resto de su vida. Se le debe permitir expresar sus sentimientos: estar enojado, ser negativo, decir ¡no! y no tener que obedecer instantáneamente cuando se le da una orden. En suma, sus sentimientos se deben respetar. Es necesario brindarle afecto, pero también dejarle expresar sus sentimientos mientras se le acaricia, se le besa sin que alguien lo haga a un lado.
Un buen nacimiento basado en muchas expresiones físicas de afecto conducirá hacia adelante al niño, en lo que se refiere a la posibilidad de evitar el dolor y de que logre desarrollarse como un niño normal, porque las necesidades emocionales de un niño deben reunir ciertas condiciones: que sin temor de ser desaprobado, sea capaz de hablar con sus padres acerca de lo que siente. Dejar que diga “tengo miedo” sin que sienta vergüenza o temor de que lo castiguen por sus sentimientos, pues cuando no se le permite mostrarlos, aprende a no expresarse, a guardarse todo lo que siente, hasta que pierde el camino y deja de saber lo que realmente siente y quiere.
El niño es muy sensible a su entorno, no se necesita mucho para alterar sus tendencias naturales, aprende aun antes de que sepa hablar. Aprende que no puede trepar al regazo de su padre o abrazarse de las piernas de su madre cuando desea hacerlo. Basta una ligera reprimenda que le impida hacer lo que quiere hacer (expresar sus sentimientos de apego) para desviar sus actitudes naturales.
Pronto aprenderá que debe renunciar a los cariños físicos como requisito para obtener la aprobación de sus padres. Aprenderá que no puede recibir amor cuando él quiere, sino cuando sus padres se lo permitan. También aprenderá a no pedir lo que quiere.
Si su padre necesita sentirse importante o inteligente, es el niño quien debe hacer algo para que lo logre. Un padre que necesita o cree saberlo todo, no puede tolerar que su pequeño lo rete. El chico tiene que aprender que sólo puede hablar a su padre cuando éste expresa la necesidad de que le hablen. Los niños aprenden instintivamente que lo que quieren conseguir en la vida tiene una respuesta automática.
La madre depresiva convierte a su hijo en alguien que debe levantarle el ánimo. Si no logra hacerla sonreír y verla feliz, el niño, sin ningún otro marco de referencia y para quien sus padres son “todo su mundo”, piensa que es su culpa y lucha para convertir a sus padres en lo que sus propios padres no han logrado ser: seres humanos amorosos. El niño lucha por hacerles sentirse importantes, queridos, respetados, atractivos, inteligentes: lo que sea que ellos necesiten.
Si el padre nunca pudo tener amigos en su infancia, entonces su propio hijo deberá ser su amigo. Un niño necesita no sólo lo obvio: un techo, alimentación adecuada y cuidados médicos; requiere también tener ciertas rutinas y un medio ambiente tranquilo. Obviamente, dos padres que pelean todo el tiempo afectan la gratificación de esas necesidades.
Querer a un niño no es solamente alimentarlo, comprarle ropa y proporcionarle un hogar —cosa que muchos padres piensan que es todo lo que necesitan para criar a su hijo—. Lo que realmente deben hacer es dar al niño el sentimiento de que él o ella son queridos, adorados y aceptados tal como son.
Cuando un padre trabaja duro, ignorando a la familia, porque tiene que trabajar para ellos, quizá ha logrado darles todo, menos lo que es esencial para los niños: amor
El niño necesita que sus padres lo comprendan como la persona que es, esto significa que sus faltas y sus aciertos deben ser reconocidos honestamente. Si tiene deficiencias en el aprendizaje, los padres deben aceptarlo y no tratar de presionarlo para que les devuelva una buena imagen de ellos mismos. Significa que los deseos, intereses y elecciones del niño deben respetarse.
Un niño frágil no va a ser el gran jugador de futbol que quiere el padre. La niña no puede ser el niño que el padre deseaba tener. Amar significa escuchar al niño y no apresurarlo a que diga lo que tenga que decir. Tiene que ver con apoyarlo en lo que él quiere hacer en su vida y comprender sus temores y aprehensiones, sus corajes y sus berrinches. Significa no suprimir todo esto a favor de “las apariencias”. Significa concederle tiempo para escuchar sus quejas, temores y esperanzas.
LA IMPORTANCIA DE LA LIBERTAD
Un niño necesita libertad, no sólo de expresión, sino de movimiento. Se le debe permitir explorar y curiosear, sin detenerlo constantemente. A menudo los padres tratan al niño como si lo llevaran amarrado, pues controlan todos sus movimientos. El niño se siente perseguido y, en consecuencia, comienza a reprimirse a sí mismo, con lo cual pierde su curiosidad natural. Pierde su entusiasmo y espontaneidad. Más tarde, cuando él o ella sean mayores, cuando sea tiempo de reaccionar… serán muy infelices en su vida sexual.
Un niño debe poder decir sin dudar “abrázame mamá”, sin sentir que su madre lo puede hacer a un lado, rechazándolo porque no puede tolerar su cercanía. El niño no sabe que ella tiene problemas con la expresión de su afectividad —de la que también a ella se le privó— y se imagina que algo está mal en él. Entonces se instalan en él los sentimientos de baja autoestima y de no ser digno de amor. Los padres tienen que interesarse genuinamente en el niño, y no distraerse con su propia falta de plenitud.
EL LIBRE FLUJO DEL AMOR
La interacción entre los padres y el niño fluye naturalmente siempre que exista hacia el niño un amor y unos intereses genuinos (como el otro ser humano que es). Entonces el niño puede decir lo que le venga a su cabeza, y en lugar de ignorarlo, se deben comprender y respetar sus ideas. Necesita que se le escuche porque quiere expresarse, no necesita escuchar de su madre o de su padre las frases comunes: “¡No me molestes! ¿No ves que estoy ocupado?”
Lo dicho sólo es cierto si la comunicación fluye de alguien que quiere y ama a su hijo y que no está sufriendo por sus propias necesidades insatisfechas, porque éstas siempre fluyen hacia los hijos. Cuando una gran parte del comportamiento de los padres es “pretendido” o “simulado”, los niños lo perciben, pues no es fácil engañarlos. Desde el nacimiento son muy sensibles y perciben cualquier contradicción en las actitudes de sus padres.
Parece banal decir que los niños son seres humanos que requieren lo que todos necesitamos. Pero hay muchos padres que le dicen a sus hijos que los aman, sin demostrarles que es verdad. Imagínense diciéndole a su novio o novia, esposa o marido, que los aman sin jamás demostrar ese sentimiento. Sería difícil esperar que ellos te amen o que tú los ames, pues no media una caricia o una mirada de ternura. Realmente es difícil engañarnos en este terreno.
Cuando hay amor tenemos el antídoto clave contra la neurosis, porque la ausencia de amor es el ingrediente esencial para que prospere la neurosis. Estas pequeñas sutilezas son las responsables de la enfermedad emocional. Un padre en extremo estado de tensión puede abrazar a su hijo, pero éste se sentirá incómodo porque es inevitable distinguir muy claramente el abrazo de un padre o de una madre que están en calma, relajados y amorosos.
Esto es fácil de comprender cuando hacemos la analogía con una relación sexual entre adultos. Obviamente, cuando uno de los miembros de la pareja sufre de una gran tensión y está a punto de quebrarse, vivimos la peor experiencia.
Haciendo a un lado los componentes sexuales, los principios que atañen al amor hacia un niño son los mismos: un pleno cuidado del niño, atención física, tiempo suficiente, ausencia de distracciones; por unos momentos, tratar al niño como si fuera el centro de nuestro universo. Todo eso lo hace plenamente feliz
CUANDO LAS NECESIDADES NO SE SATISFACEN
El niño sufre cuando sus necesidades quedan insatisfechas, desafortunadamente no sólo sufre durante un instante, sino por el resto de su vida. Hay necesidades que sólo pueden satisfacerse en un momento dado y no en otro. Un bebé requiere la inmediata cercanía con su madre: sí, apenas nacer, las primeras horas son críticas. Cuando no hay suficiente contacto con el niño, el daño quedará grabado para siempre y no hay nada que más tarde pueda hacer el niño o el adulto para desaparecer esa privación inicial.
De nada servirá que el padre o la madre se disculpen por lo que no hicieron, la herida quedará viva y nunca se perdonará. No se puede borrar una necesidad con una disculpa, porque el daño ya ha sido almacenado en el gran dispositivo del dolor. El padre divorciado que casi no ve a su hijo no puede esperar a que, pasados los años y decida buscarlo, será bien recibido. Existe una enorme carga de dolor que el niño se debe quitar antes, pues no es cuestión de solamente perdonar. Sentir significa regresar y experimentar las necesidades exactas del niño. Debe sentir el dolor de la escena tal como sucedió. Tiene que sentir los resentimientos más tempranos, la necesidad de que lo escuchen y de que no lo critiquen, de que los acompañe en sus viajes, sintiéndose parte de ellos, saber que les pertenece a sus padres, lo que significa experimentar todo sobre uno mismo, o sentir el dolor provocado por la privación inicial.
LA REALIDAD DE LA NECESIDAD
Lo que estoy exponiendo no son sólo ideas. Hemos visto esas necesidades expresadas realmente en episodios de plena agonía, sufrida por pacientes a los que les hizo falta amor. Aunque algunas necesidades son irreales, nunca he visto en mis pacientes —estando acostados en el piso de mi clínica— que brote en ellos una necesidad real de prestigio o de fama, excepto cuando se trata de necesidades que están sustituyendo a otras que fueron reales.
Las necesidades que he expuesto son el resultado de mis observaciones, descubiertas en los ruegos de seres humanos que, en la terapia, entran en contacto con su niñez e infancia. Estas necesidades nunca son metafóricas o conceptuales, son necesidades biológicas reales que cuando se sienten, la biología de la que brotan cambia toda la situación a nivel celular, incluidas las células nerviosas del cerebro. Cuando en la abreacción o catarsis se atraviesa por las emociones y sentimientos, esa experiencia no afectará esos cambios. Los cambios básicos deben comprender siempre necesidades básicas, porque su
satisfacción estabiliza al sistema.
¿Y qué pasa con la pobreza? ¿Acaso no es una necesidad básica un entorno apropiado? Sí y no. El amor siempre es una prioridad para evitar la neurosis, pero cuando se vive en circunstancias abyectas, con toda seguridad afectará el desarrollo. Es menester tener ropa, un hogar, ciertas comodidades que otros tienen; pero cuando en la terapia un paciente yace en el suelo, y expone su necesidad, es raro que llore por la falta de comodidad material. Vivir en barrios pobres sólo hace sentirse inferior a una persona cuando están ausentes otros factores emocionales. Siempre creí que la pobreza era otro factor, pero es el paciente quien decide si es un factor en la enfermedad.
En la terapia primal no sugerimos necesidades a los pacientes. En un principio no sabemos exactamente dónde están esas necesidades. Los pacientes las sienten y es en ese sentir donde y cuando se revelan las necesidades.
EL SURGIMIENTO DE LAS NECESIDADES SUSTITUTAS
Cuando las necesidades no se satisfacen o cuando se hace de forma secundaria, requieren ocupar ese lugar primordial. Por ejemplo, cuando un padre neurótico trata a su hijo neuróticamente, crea en él nuevas necesidades que no están construidas sobre una base biológica, sino en una derivativa. Un padre que cree que debe dominar a su hijo, logra hacer de él un niño pasivo y débil y le crea una necesidad que podrá hacerse evidente en la vida adulta: la de dominar a su compañera, o dependiendo de las circunstancias, de buscar durante el resto de su vida, y encontrar, a una mujer dominadora para casarse con ella. Uno se casa con una mujer controladora con el fin de actuar de forma dependiente. Un niño que fue rechazado o ignorado, puede crecer con la necesidad de ser famoso, necesidad que, por supuesto, no es de origen biológico.
Por ejemplo, la llamada necesidad de autoestima no es básica. Un niño que se siente deseado y amado no pasa su vida adulta tratando de inflar su ego o sentirse importante, sólo porque cuando era bebé, él fue importante para las personas que contaban: sus padres. El no ser importante para ellos, el no ser amados, nos hace sentir poco o nada atractivos, de modo que “no ser importante para ellos” significa tener una baja autoestima.
Si no ser amado implica no sentirse atractivo, el sentimiento de “no soy atractivo para ellos” hará una fuerte presión en la lucha posterior en la vida, tratando de atraer a todos, sin tener cuenta si son o no importantes en su vida. La necesidad neurótica de ser confirmado constantemente por una buena apariencia, surge cuando uno no se siente bien consigo mismo. En cualquier sentido, el niño basa su valía en el amor de sus padres. Sentirse amado le permite a él o a ella basar su valor en ese amor.
En el tratamiento de la autoestima no se intenta que la persona se sienta valiosa empleando ejercicios que “inflen” su ego. Se hace lo opuesto: el tratamiento se basa en permitir que cada quien experimente el sentimiento devastador de no ser querido o deseado. Eso nos permite ver que la raíz de la inhabilidad para amar está en los problemas de los padres y no se debe a una “falla” inherente al niño. Éste sólo puede aceptarse cuando deja de luchar contra la constante necesidad de reafirmación y logra sentir en profundidad la falta de amor de la que fue objeto.
LAS NECESIDADES SUSTITUTAS SE CONVIERTEN EN NEURÓTICAS
Un padre neurótico crea necesidades neuróticas en su niño. Un niño que no es tomado en cuenta porque sus padres están desvitalizados, crece como un adulto que tiene la necesidad de lograr una respuesta emocional en los otros. Requiere una reacción al sentimiento que expresa: “Mírenme, sepan que estoy vivo, dense cuenta de que existo”.
Más tarde, cuando sea adulto, el niño que no recibió una respuesta acerca de su valor o se le hizo sentir “insignificante”, tratará de actuar dramáticamente para convertirse en “La estrella”; o puede hablar de manera compulsiva intentando ser el centro de atención; exagera y dramatiza para provocar una respuesta en los demás. Cuando una persona así va al psicólogo, algunas veces el diagnóstico es que sufre de un “narcisismo primario”. Estas cosas no tienen que ser tan complicadas, lo que necesita es una cierta atención que le permita sentirse “él mismo”. La situación no se resuelve con sentirse en plenitud sólo por un día.
Si fuera así, esa plenitud de un día podría cambiar sus propios sentimientos. Por esa razón, los actores de cine que suelen recibir cierta —o a veces una exagerada — adulación, nunca se sentirían como seres humanos que carecen de valor alguno; sin embargo, las altas expectativas que les dedica el público crean una gran oposición entre lo que “deben ser” para los demás y lo que realmente quieren ser para sí mismos.
Un padre que cría a su hijo sin calidez, cuando sea adulto puede crearle la necesidad de involucrarse con personas frías, o heladas, pues adquiere un temor —instilado en él— y una nueva necesidad: la de no acercarse demasiado a los otros; o vivir una pseudoindependencia que afirma: “No necesito de nadie más, soy muy feliz con mi soledad”. Adquiere esa necesidad de estar solo, porque estar con otros le acarrea dolor (principalmente con sus padres y aun con sus hijos). Ninguna persona normal goza de estar sola todo el tiempo.
Siempre que en la infancia alguien se ha visto privado de atención y amor, crecerá con la confusión entre el amor y la necesidad. Tiende a “caer en el enamoramiento” hacia alguien que cree que podrá llenar aquellas necesidades.
La mujer que ha sido infantilizada, se enamorará de alguien que se haga cargo de ella: un hombre controlador, para poder seguir siendo la bebé que sus padres hicieron de ella. El hombre cuyos padres parecían carentes de emociones y que suprimían sus sentimientos y su calidez, no buscará una pareja cálida, sino alguien muy reservada, como lo fueron sus padres.
La mujer que sintió que nunca tuvo un padre se enamorará de un hombre y lo convertirá en lo que ella necesita, esperando que ese hombre sea todo lo que su padre no fue. No verá al hombre por lo que él realmente es, del mismo modo que jamás vio a sus padres como eran en realidad. Ésa es una receta segura para el divorcio.
¿Acaso ella necesita aprender a tener diferentes expectativas? ¡Para nada!
Sus expectativas son reales, el problema es que requiere sentir esas necesidades en su contexto, en términos de la persona real, de la persona que ella quiere —a su padre—. Sólo entonces podrá percatarse de que requiere reconocer sus necesidades reales. Sin importar qué tan inteligentes somos, nunca vemos más allá de nuestras necesidades. Jamás podremos llegar a ser más sabios que nuestras necesidades que han permanecido ignoradas, y tampoco podremos llegar a ser más perceptivos de lo que permitan nuestras necesidades. Las necesidades no sentidas en diversas áreas muy relevantes de nuestra vida nos convierten en tontos. No percibimos realistamente a una persona porque nuestras necesidades insatisfechas se imponen de inmediato a nuestra realidad. Siempre reconocemos primero nuestras necesidades, y es así porque ellas son nuestra realidad primaria: todo lo demás es secundario.
LA RESOLUCIÓN DE LAS NECESIDADES NEURÓTICAS
La necesidad básica del neurótico es la resolución. Debe resolver sus necesidades tempranas para no quedar empantanado en ellas, si no logra resolverlas viendo “hacia el pasado”, tendrá exactamente las mismas necesidades que tenía a los cinco años, y también cuando las tenga a los cincuenta años ¡y con la misma fuerza! Una vez que sienta las viejas necesidades, nada de lo que suceda en su vida posterior podrá debilitar esa fuerza, siquiera un poco. Cuando la persona pueda regresar a su infancia y experimentar nuevamente su vida pasada, los símbolos derivativos —como la necesidad de poder, prestigio y fama — se desvanecerán. En tanto permanezcan en una persona sus necesidades simbólicas, la energía vital, a la que Freud llamaba “libido”, será canalizada hacia ellas. La persona buscará el poder porque cuando era pequeña o joven no tenía poder sobre ella misma, ni lo tendrá en el sexo, porque la energía que debía dirigirse hacia las relaciones ahora se desvía en la persecución de los símbolos.
Recuerden: primero está la necesidad y luego “la necesidad de…” Sin importar para qué es esa necesidad de sexo, dinero, poder, creencias, etc. Es la primera y la más primaria y pura necesidad. Todo esto siempre es triste, es una lástima el desperdicio o la pérdida del tiempo y de la energía empleados en “vivir”. Cuando alguien puede discutir sus necesidades simbólicas y comienza a sentir sus verdaderas necesidades, a menudo hay una tristeza avasalladora, una tristeza por la pérdida de la energía y el tiempo, un desperdicio de la vida. Es una tristeza derivada de la resignación: “Nunca voy a agradarles, sin importar lo que llegue a hacer”. Entonces el impulso y el sueño se terminan. Es el momento de bajar a la vida real.