EL DOLOR BLOQUEADO Y LA MEMORIA EN LA TERAPIA PRIMAL
Lo que hemos observado en la terapia primal permite apoyar la teoría de las compuertas que bloquean el dolor. Los pacientes que están reviviendo una
secuencia de su nacimiento, mostrarán de nuevo las marcas del fórceps en su frente. ¿Dónde estaban esas marcas durante esos años intermedios? Estaban
almacenadas, bloqueadas en la memoria, como recuerdos que nunca fueron eliminados. Por ejemplo, ¿qué pasa con esos ruidosos llantos del bebé, con esos
sonidos del bebé de un año, los cuales un paciente de cuarenta años produce involuntariamente durante una sesión en la que está reviviendo traumas
tempranos en su vida? Son “traumas bloqueados” que resurgen para ser liberados. Cuando se bloquea una cantidad masiva de energía primal, se produce
una igual cantidad de tensión corporal. Cuando los pacientes logran revivir su dolor, los niveles de tensión se reducen radicalmente. Los estudios electromiográficos indican que hay una actividad eléctrica muy reducida en la musculatura.
Los choques emocionales no son diferentes de la terapia de choque. Por ejemplo, cuando una madre perdió a su hermano en un accidente, fue internada
en un hospital mental. Un niño tuvo un choque cuando se le envió a un hogar sustituto a una edad temprana, o cuando ha sufrido incesto. Estas experiencias
inundan el cerebro con una sobrecarga de impulsos eléctricos que producen un cierre muy brusco. Estamos hablando de una información con una gran sobrecarga. A las compuertas de bloqueo no les preocupa el contenido, lo que cuenta es la fuerza del trauma. Cuando el nivel del trauma, por ejemplo en un
incesto, es lo demasiado grande, las compuertas se cierran bloqueando bruscamente su contenido. Desafortunadamente, cuando las compuertas en el cerebro se cierran contra el dolor, también ponen un alto en nuestra historia. No volveremos a recordar el trauma ni las necesidades y los sentimientos que lo acompañaban, quedaremos despojados exactamente de la clase de recuerdos que necesitamos para resolver los efectos infortunados y discapacitantes de esos viejos traumas. Nunca podemos reprimir impunemente: siempre hay un precio que pagar.
EL BLOQUEO Y LA REPRESIÓN DEL DOLOR: EL CUADRO CLÍNICO
El grado de bloqueo de la represión depende de la cantidad de dolor. El dolor masivo durante el nacimiento puede causar la clase de represión de la que hemos
hablado. Será necesaria una gran cantidad de energía para mantener ese dolor por siempre oculto y en su lugar. La cantidad de energía es continua y mensurable. Primero, porque la impresión del trauma nunca desaparece.
Segundo, porque una vez que lo viven, se reviven ciertos traumas tempranos y podemos apreciar en muy pocos minutos el aumento de varios grados en la
temperatura corporal, la frecuencia cardiaca y otras medidas básicas. Tales lecturas parecen ser demostraciones inmediatas del nivel de dolor y de la cantidad de represión que ha ocurrido.
EL BLOQUEO Y LA COMUNICACIÓN INTERRUMPIDA
El bloqueo del dolor tiene como resultado el cierre de la comunicación entre un nivel de conciencia y otro, por eso muchos recuerdos permanecen inconscientes
y una parte en nuestro cerebro —la consciente y la pensante— a menudo no está en comunicación con otras partes del cerebro que contienen información
importante.
La comunicación bloqueada o reprimida queda bien demostrada en la hipnosis, la cual, empleando técnicas psicológicas, nos muestra que la experiencia del dolor y su recuerdo se puede bloquear. En la hipnosis es posible lograr un bloqueo tan profundo, que podemos colocar a una persona entre dos sillas (con la cabeza en una silla y los tobillos en la otra), y no sentirá el peso de una persona de sesenta kilos en su estómago.
El ejemplo de la hipnosis es importante porque demuestra que ciertos factores psicológicos, aun ideas muy simples, pueden alterar la química cerebral y producir un bloqueo muy profundo, como para dejar solamente una parte muy primitiva del organismo en actividad. El bloqueo no sólo puede separar las ideas de los sentimientos, también es capaz de suprimir los sentimientos de tal modo, que lo que único que permanece en funciones es el cerebro primitivo que opera,
en suma, en tres niveles de conciencia.
La memoria inconsciente puede guiar en el primer nivel una gran variedad de acciones coordinadas. Tenemos, por ejemplo, al sonámbulo que mientras está
bien dormido va a la cocina y se sirve un alimento, y al mismo tiempo desarrolla funciones muy complejas sin la activación de la conciencia en su nivel superior.
También están aquellos que tienen ataques epilépticos y se las arreglan para manejar un coche, elegir las calles y atender a las señales de regreso. Pero
después no tienen recuerdo alguno de lo ocurrido. Un nivel de conciencia estaba bloqueado, mientras el otro funcionaba de forma correcta.
Clínicamente este bloqueo es aparente de muchas maneras. Una paciente que fue víctima de incesto, no descubrió ese hecho sino hasta después de dos años de
estar en terapia primal. Empezó a hablar consigo misma en la calle y sentía que estaba perdiendo la conciencia. Llegó a la terapia sin saber si algo estaba mal.
Durante muchas semanas estuvo reviviendo aspectos de un incesto, hasta que un día se enfrentó conscientemente a la más horrible agonía. Hasta los fragmentos
del recuerdo estaban bloqueados, de modo que al principio sólo podía recordar los aspectos más inocuos del incesto. En sus primales iniciales, revivir el dolor reprimido se limitaba a los temores a la oscuridad que vivió cuando era niña, después pudo captar el ruido de los pasos bajando la escalera, luego una sombra en el cuarto; posteriormente tenía la sensación de algo muy grande y agudo en sus piernas y, por último, meses después, gritaba: ¡Es Papá! La potencia del
bloqueo tiene una relación directa con la cantidad de dolor: el sistema sólo permitirá, poco a poco, más tomas de conciencia, cada vez que haya un
acercamiento. Esto nos explica que se permite experimentar sólo lo indispensable, lo que se puede integrar y nada más.
Fisiológicamente sabemos algo del bloqueo y de cómo funciona. Existen varios estudios sobre las células nerviosas que muestran que, cuando hay una
sobrecarga de entrada, ciertas células asociadas permanecen en “silencio”, es decir, no pueden responder. Éste es otro modo de demostrar cómo la sobrecarga
produce un cierre o bloqueo inmediato; por ejemplo, cuando en una planta nuclear hay una falla en algún sistema, éste hace funcionar las campanas y las alarmas. Si esto sucede en el sistema humano, no pasa nada semejante, al menos no algo fácil de advertir, pero debajo de la superficie hay un constante fluir de
actividad que sucede en el momento en que las hormonas se derraman en el sistema: el calor del cuerpo aumenta, las células blancas avanzan y retroceden agitadamente, y las células del cerebro buscan apoyos al servicio de la represión.
¡Al fin!, la alarma queda en silencio: no hay nadie que la escuche. La alarma resuena y grita toda nuestra vida, detrás de la compuerta primal. De nuevo, la
alarma resuena y grita todos aquellos acontecimientos dolorosos de nuestra vida que estaban ocultos por el bloqueo primal.
Cualquier cosa que se haga artificialmente en ese momento para romper las barreras de comunicación dentro del cerebro (resultantes del bloqueo) es
peligrosa, porque una vez que se ha roto la secuencia del proceso puede poner al descubierto un gran dolor desordenado. Las drogas, o una mala terapia, suelen
llegar a esta misma situación: a la posibilidad de inundar el córtex, o cerebro pensante, con un dolor que no se puede integrar. De ahí que el bloqueo tiene una
razón de ser muy importante: existe y funciona nada menos que para la supervivencia.