EL BLOQUEO COMO BASE DE LA NEUROSIS
El sistema de compuertas que bloquea el dolor nos permite sentir de una manera y actuar de otra; hace posible entrar en contradicción con nosotros mismos. Nos
permite recordar las tablas de multiplicar que aprendimos en la escuela a los seis años, sin tener ningún recuerdo de las emociones que teníamos en ese tiempo. La explicación nos dice que primero cerramos el dolor, y luego cerramos las asociaciones que el dolor puede hacer surgir, hasta que llegamos a bloquear
todos los recuerdos en torno a esa experiencia: lugares, tiempos, escenas, etc.
Cuando sufrimos una conmoción, como sucede en un accidente de auto, generalmente hay amnesia, lo mismo sucede con los choques emocionales
tempranos. La manera como nacemos nos deja en un estado de choque justamente después de nacer, por eso no es de sorprender que muy poca gente sea capaz de recordar su nacimiento.
Las compuertas del dolor son los agentes de la autodecepción. Una persona está firmemente segura de que está relajada y, sin embargo, su rabia reprimida está elevando su presión sanguínea. No reconoce la relación entre su presión sanguínea y sus sentimientos. Si alguien le preguntara: “¿Qué es lo que te tiene tensa?” No sabría qué responder, porque el bloqueo ha sellado su conciencia.
Hay otras clases de daño cerebral en las que la persona puede estar sufriendo y tener la siguiente actitud: “Yo sé que me duele, pero no me molesta”. Su apreciación del dolor y su conexión con el sufrimiento ha quedado interrumpida.
En la Antigüedad, cuando los cirujanos hacían lobotomías frontales (separando el córtex frontal de los centros emocionales) pasaba lo mismo: la persona tenía dolor, pero parecía no importarle.
La coherencia en una persona normal se mantiene a través de la integración fluida entre todos sus niveles de conciencia. El neurótico, en cambio, mantiene su coherencia o su incoherencia mediante lo opuesto: posee un sistema en el que las compuertas del dolor funcionan bien y pueden mantener ocultos sus recuerdos dolorosos, pues sin la acción de esos bloqueos, no habría posibilidad de avanzar por la vida. Estaría todo el tiempo atrapado en un dolor extremo. De modo que las compuertas permiten a un paciente llegar a nosotros quejándose de su migraña y asegurarnos que tuvo una infancia muy feliz, sólo para descubrir, después de un año y cien primales, algunos episodios donde revivía el trauma temprano, demostrando que su vida no era tan feliz.
El precio de la represión siempre se acompaña de una disminución de la conciencia. La neurosis es simplemente la extinción del proceso natural de
eliminar cantidades sobrecogedoras de información (cantidades que suelen bombardearnos a todos) con el propósito de proteger al organismo de una sobrecarga. Parece que el dolor es pandémico. La finalidad de cualquier terapia consiste en reducirlo a niveles aceptables dentro del sistema. En mi opinión, llegar a estar libre del dolor en un 100%, tomando en cuenta la sociedad en la que vivimos, sólo es posible en teoría.
LA EVOLUCIÓN DEL BLOQUEO
El sistema de bloqueo se desarrolla proporcionalmente con la total evolución del cerebro. Un niño o un feto pueden reprimir. Se ha medido la percepción de
sonidos muy fuertes que los fetos hacen en el útero; pero la represión se logra con el sistema nervioso primitivo. Solamente años después, él o ella van a tener
los medios para bloquear en el nivel cerebral más alto: usar ideas para bloquear sentimientos, racionalizar para que no duela, y negar la realidad que está frente a
ellos.
El desarrollo del cerebro no solamente permite las emociones, admite también el dolor emocional. En cada uno y en todos los dolores existe un mecanismo para su opuesto: la represión. Antes de que un niño pueda usar sus ideas para bloquear el dolor, es capaz de actuar contra sus sentimientos. Para negar su necesidad de ser bebé, puede actuar como un macho independiente. Esa negación no es más que un maquillaje emocional y —hablando de maquillajes— esos niños que ocultan una buena parte de su realidad, quizá harán lo mismo cuando mucho más tarde se confronten con la realidad externa. Su primer impulso será negar y ocultar una buena parte de lo que les está pasando internamente.
Las compuertas del dolor preservan nuestra realidad interna en su forma más pura, ellas se las arreglan para proteger los sentimientos, intentan ser benevolentes. El problema es que al volvernos insensibles con nosotros mismos, nos hacemos insensibles hacia los demás. No vemos su dolor, no podemos empatizar o sentir “por ellos”, no somos capaces de percibir lo que deberíamos percibir y no nos es posible captar lo obvio. Más adelante, en la vida, una persona que está severamente bloqueada o reprimida puede sufrir una enfermedad autoinmune, como la artritis, en la cual son atacados: la persona real, sus células y tejidos, como si ella fuera un extraño o una alienígena. Nos volvemos alérgicos a nosotros mismos.
LA MEDICIÓN DE LA FUERZA DE LAS COMPUERTAS DEL DOLOR
Cada aspecto del sistema de compuertas del dolor parece que tiene una tolerancia específica, de modo que por compuerta de primera línea nos referimos a la represión de eventos ocurridos antes, durante o en torno al momento del nacimiento (esto incluye hechos acaecidos meses después del nacimiento). Imaginemos que las compuertas de primera línea tienen, por ejemplo, una capacidad de 10; otras compuertas, localizadas en el cerebro medio, un poco más alto, tendrán una capacidad de 5 o 6. Un trauma como el incesto puede avasallar a la compuerta con una valencia de 7 u 8. También podría suceder que, por la acumulación de los dolores en el tiempo, el sistema de compuertas del dolor termine debilitándose; es entonces cuando necesitamos drogas para impulsar la acción del bloqueo. La manera como podemos apreciar el colapso de las compuertas del dolor es advirtiendo los estados de total ansiedad en las psicosis, en el autismo infantil o en las enfermedades severas.
Se logra al disminuir la actividad integradora cortical, liberando de ese modo los dolores establecidos en las partes bajas y tempranas del sistema nervioso.
También lo vemos en algunos de nuestros pacientes que tienen un sistema de bloqueo muy frágil, que se debe a la composición del dolor a través de toda su
infancia. Por ejemplo, alguien que tuvo una de las peores experiencias de nacimiento, seguidas del rechazo a lo largo de toda su infancia, es la clase de
persona que llega a nosotros inundada y avasallada por sus sentimientos, y que posteriormente no puede identificarlos por separado. Llegará a la terapia con
sentimientos en los que mezcla su infancia con toda clase de traumas en su nacimiento. Esta confusa mezcla evita que la persona pueda integrar algún
sentimiento. En este nivel se requiere utilizar tranquilizantes o supresores del dolor, para empujar hacia abajo la pesada valencia del dolor y reforzar las
compuertas, para que la persona pueda integrar cada uno de sus sentimientos en su conciencia.
En los exámenes que hacemos sobre las ondas cerebrales podemos medir la represión o el sistema de bloqueo. Una persona reprimida, en posición de descanso, tiene un patrón típico de ondas cerebrales y, si no es abiertamente ansioso, tiene un eje (en el electroencefalograma, EEG) de 20-40 microvoltios a
11-15 ciclos por segundo. Este bajo voltaje es ligeramente rápido. Una persona menos reprimida, que muestra de forma abierta su ansiedad (la manifestación de su dolor) tiene un voltaje más alto de 50-150 microvoltios, en 10-13 ciclos por segundo. Cuando ha logrado liberar su dolor, el paciente puede llegar a 20
microvolts (de ondas alfa) y a 7-10 ciclos por segundo.
Aquellas personas que sufren activamente a menudo tienen un EEG de 150- 250 microvolts, y cuando estos pacientes reviven dolores primarios (mientras
están conectados a la máquina EEG), pueden subir más alto. Así es como hemos podido ver en pleno funcionamiento la clara evidencia del dolor y del sistema de
bloqueo. Vemos lo que pasa cuando la persona presenta una sobrecarga. El alto voltaje representa el surgimiento de un dolor profundo y temprano. El córtex está haciendo lo que puede para manejarlo, pero tiene que trabajar tiempo extra. La amplitud de la onda cerebral aumenta de forma significativa y también la
temperatura corporal. Ambos datos indican que se ha hecho un gran trabajo para someter al dolor intruso. A medida que el dolor se acerca a la conciencia, el
cerebro parece llegar a un elevado estado de excitación y considera al sentimiento que experimenta como su enemigo. ¿Por qué algo que forma una parte muy importante de nosotros mismos puede considerarse como un enemigo? Esto es algo que exploramos más adelante; veremos cómo incorporamos esas fuertes experiencias extrañas para que no nos hagan daño.
En el minuto en el que el paciente cae en el sentimiento real, todos los índices biológicos caen. La importancia de esto es que tenemos los medios para observar el bloqueo de sentimientos en acción, lo podemos ver cuando se extralimita y cuando trabaja bien, en pacientes que no sienten nada y que se quejan de que la vida no les ofrece gran cosa.
Contrariamente a la vieja noción que sostiene que no usamos mucho de nuestra capacidad cerebral, el neurótico siempre está empleando intensamente su cerebro al servicio de la represión.
EL DOLOR Y EL CEREBRO SUPERIOR
El dolor puede ser una de las primeras razones para el desarrollo del cerebro pensante. La adversidad “exige” un cerebro superior que pueda manejar las
experiencias abrumadoras. De la misma manera que nos dirigimos a nuestro córtex y a sus pensamientos, para contener el dolor que empieza a surgir, las
células del cerebro bajo parecen emigrar hacia arriba y evolucionar, para formar un córtex que haga frente a la adversidad.
Se ha encontrado que el recuerdo más simple abarca áreas muy amplias en el cerebro: zonas con millones de células nerviosas. Cuando hay un gran
almacenamiento de recuerdos dolorosos, podemos imaginar los millones de células que están trabajando. Parece que no hay nada que presione más al
cerebro y a su sistema de bloqueos, que el dolor: aunque aparentemente no hay nada que active al cerebro, ahí está el sistema de bloqueo, al igual que el sistema
del dolor.
Recapitulando: existe una serie de dolores que dislocan el sistema y producen una neurosis. Eso es todo lo que hay, una neurosis que opera en diferentes niveles de conciencia y se manifiesta de muchas maneras.
En realidad lo que existe es una estrategia primaria de defensa: la represión que se acompaña de una multitud de síntomas que surgen de la propia defensa.
Hasta ahora, la tendencia en la psicoterapia ha consistido en concentrarse en todas esas variedades de defensas, enfocándose hacia muchas formas de neurosis, en lugar de buscar las fuerzas que la generan. Esto sucede en la medicina y en la psicología. Tratamos las compulsiones y las fobias, las migrañas y las úlceras como entidades que requieren diferentes especialistas, sin tomar conciencia de que la fuente de todas esas neurosis puede ser la misma.
La razón de que exista una defensa es porque los procesos fisiológicos de la represión se ponen en marcha para contener cualquier dolor, independientemente
de su origen. Cuando los dolores son masivos y continuos, y la represión es igual a la tarea que tiene a su cargo, existe una represión global con muy pocas
oportunidades para echar a andar una mejor intervención. Pero más a menudo existe alguna represión en la parte superior del cerebro, vinculada a sentimientos
que están dirigidos hacia la percatación consciente. Lo que una persona hace con esa vinculación entre los dos niveles es emplear defensas secundarias. Esto es lo que los freudianos llaman “mecanismos de defensa primarios”: negación, proyección, formación reactiva, etcétera.
Pero los modos de defensa son tan diversos como las personas; algunos se defienden racionalizando en otro nivel, con ideas, filosofías y sistemas de creencias. Otros lo hacen mediante una actividad incesante que mantiene a raya a los sentimientos. Hay algunos más que hablan mucho tiempo sin detenerse.
La función de las defensas secundarias es superar la pasividad con el fin de eliminar la represión, pues manejan aspectos tanto cualitativos como cuantitativos. Los aspectos cualitativos significan que un sentimiento preciso impulsa un comportamiento que usualmente se canaliza en la esperanza y en la evitación del dolor. El factor cuantitativo comprende la energía impulsada por un suceso traumático, el cual queda impreso y reprimido. La fuerza del trauma o la cantidad de privación cuantitativa determina la fuerza de la defensa. La vemos en los casos en que la persona no puede dejar de hablar y constantemente descarga, haciéndose escuchar por los demás. Los aspectos cualitativos podrían estar en los sentimientos de una persona a la que nadie escuchó, o en la que nadie estaba interesado. Por tanto, la persona se rinde ante la situación y dedica todo su tiempo solamente a escuchar a los demás. La fuerza de la defensa también puede encontrarse en el volumen de la voz y en la velocidad con la que esa persona habla.
En la terapia solemos hablar todo el tiempo sobre los sentimientos. De modo que tenemos una defensa: la represión, pero también defensas secundarias, que
son los diferentes modos que cada uno de nosotros emplea para evitar el dolor y satisfacer sus necesidades insatisfechas, al mismo tiempo que ocultamos o
liberamos la energía de nuestros sentimientos.
Es cierto que algunos usamos mecanismos de negación o de proyección, pero la verdad es que siempre, en cada caso, empleamos la negación del sentimiento
real. Todas las personas que sienten dolor suelen negarlo o lo están negando. La biología no da otra alternativa. No es necesario memorizar todos los mecanismos
de defensa enlistados en la literatura freudiana, las defensas secundarias son ilimitadas. Yo tuve una paciente que apretaba fuertemente sus puños justo antes
de un sentimiento. Insistirle en cómo lo hacía, le permitió de inmediato reconocer sus viejos sentimientos.
La neurosis se refiere realmente a personas que tratan de resolver su dolor y de encontrar la manera de conseguir algo que parezca amor. Ésta es la forma más
natural de actuar en las empresas humanas. El hecho de que nos escondamos de nuestro dolor no significa que no exista, porque lo que en realidad hacemos es escondernos de nosotros mismos. ¿No es esto paradójico? Constantemente estamos eludiendo aquello que nos puede liberar. Es frecuente que podamos ser objetivos acerca de cualquier persona, pero nunca sobre nosotros mismos. El “sí mismo” suele estar escondido, sabemos muy poco de él. El sentimiento
reprimido se despliega en nuestro comportamiento. Es el pasado que constantemente aparece en el presente; por esa razón, el neurótico confunde
muchas veces el pasado con el presente. El dolor de no saberse amado permanece en el inconsciente, mientras estamos tratando de sentirnos amados.
El dolor es una bendición, porque cuando lo sentimos pone en marcha la fuerza de la sanación, no debemos tratarlo como algo detestable. Aunque parezca una amenaza, es una fuerza benevolente que espera, hasta que seamos lo suficientemente mayores o fuertes para sentirlo