LAS ENDORFINAS: SUPRESORES NATURALES DEL DOLOR
¿Cómo es que el dolor bloqueado se mantiene reprimido y a la expectativa? La respuesta a esta pregunta descansa en la existencia de una sustancia natural,
producida por el cuerpo, destinada al control y manejo del dolor.
Sabemos que el dolor está bloqueado tanto por el sistema eléctrico como por una contraparte química, y que actúan juntos. Cuando se coloca un electrodo en
la parte baja del cerebro de los gatos, por ejemplo, en una estructura conocida como periacueducto gris, la estimulación eléctrica calma la sensación de dolor.
Ese bloqueo puede revertirse inyectando un químico que “da la vuelta” a la producción original de una sustancia parecida a la morfina, causada por la
estimulación eléctrica en el tallo superior del cerebro. La cantidad de esa sustancia producida es equivalente con la cantidad del dolor.
Esta sustancia parecida a la morfina ha sido aislada mediante el descubrimiento de un químico producido naturalmente, idéntico en su estructura molecular a la morfina. Se llama endomorfina o endorfina. El dolor es bloqueado y administrado por estas endorfinas y otras moléculas inhibitorias (me concentraré en las endorfinas). Hay una numerosa familia de endorfinas, cada una con diferente función. A través de su acción, la represión del dolor se puede
sostener por un tiempo considerable.
El descubrimiento de las endorfinas data de los primeros años de la década de los ochenta, y constituye uno de los más extraordinarios desarrollos en la
investigación científica en Estados Unidos. En realidad, antes de que se identificaran las moléculas de las endorfinas se descubrieron sus receptores.
Hanz Kosterlitz y John Huges hicieron los primeros descubrimientos en Escocia, relacionados con los receptores opiáceos en el cerebro. En 1973 Solomon Snyder y su colega Candace Pert revelaron el primer eslabón en la cadena: el cuerpo posee una vasta estructura de receptores a los que se pueden conectar las drogas
relacionadas con la morfina. Estos receptores son la causa de que tales drogas nos puedan afectar. Sin ellos, las drogas se eliminarían por el sistema sin
conectarse y sin causar daños.
Lo que está implicado en este descubrimiento es que el cuerpo humano está dotado de receptores que tienen la tarea específica de recibir y ligar drogas del tipo de la morfina. El cuerpo debe producir sus propias sustancias (endógenas) parecidas a la morfina. De hecho, la morfina y la heroína tienen efecto sólo porque su estructura molecular se parece a la estructura molecular de esos opiáceos producidos internamente.
Las endorfinas son producidas por todo el cerebro, pero particularmente en esas áreas encargadas del procesamiento y el almacenamiento del dolor. La
importancia de este hecho es que el dolor no sólo requiere la producción de su opuesto, de su “antagonista”, sino que lo hace en su propio hogar (por así
decirlo). Cuando el dolor es masivo, los sitios receptores de las endorfinas pueden proliferar para acomodarse a la carga acumulada. No obstante, a largo plazo el estrés puede emplear nuestro abasto de endorfinas, sin importar qué tan bien las produzcamos.
LAS ENDORFINAS: LLAVES Y CERRADURAS EN EL BLOQUEO DEL DOLOR
Entre las células nerviosas hay un espacio donde tienen lugar las sinapsis. En esas sinapsis se secretan toda clase de químicos y hormonas cerebrales
conocidas como neurotransmisores. Ellos impiden o estimulan las señales de dolor. Ciertos químicos, como las endorfinas, impiden el paso de las señales de
dolor y ayudan a producir analgesia. La información reciente indica que los transmisores inhibitorios o represivos pueden funcionar de manera global, dirigiéndose hacia donde son necesarios y no solamente a través de sinapsis específicas.
Su acción nos hace inconscientes al dolor. Cuando ayudamos a los pacientes a llegar a los niveles más bajos de la conciencia, sienten inmediatamente el
dolor. El cuerpo siempre está consciente del dolor y grita su mensaje, pero este mensaje no puede atravesar la barrera neural y, en lugar de hacerlo, aumenta el nivel de la hormona del estrés, eleva la temperatura y causa un gran aumento en la cantidad de células cerebrales en funcionamiento, todas ellas acompañando el
bloqueo.
Las endorfinas solamente mandan mensajes de restricción e inhibición en las vías que están entre las células nerviosas, no pueden hacer desaparecer el dolor
en el sistema.
Después de haber visto a mis pacientes quebrándose ante el recuerdo de los dolores vividos en su infancia temprana, entiendo la producción de las endorfinas. Durante un largo periodo evolutivo, esta clase de dolor causó la creación de sustancias muy potentes contra el dolor, sustancias que indican que nada en el sistema humano existe sin alguna razón.
Las endorfinas y sus receptores actúan como llaves y cerraduras. Las endorfinas son las llaves que se ajustan a las cerraduras (que son los receptores
en las paredes de las células), entonces la pared de la célula se abre para dejar entrar a las endorfinas. Este proceso completo es el medio por el cual la información en una parte del cuerpo se transmite a otras partes. Por eso las endorfinas y sus receptores se conocen como “sustancias informacionales”.
En la adicción a la heroína, esta droga ocupa el lugar de las endorfinas en los sitios donde se conectan, y también puede causar la construcción de más receptores para que acepten mayores dosis de droga, produciendo en este caso la adicción, ya que existen más receptores reclamando llenarse. De ese modo, cuando el adicto trata de dejar la droga, experimenta el síndrome de abstinencia y entonces el dolor se hace cada vez más agudo. Cuando los recuerdos dolorosos
son tan masivos, nuestra producción interna de endorfinas no puede abastecer lo suficiente para aplacarlos, la persona necesita algo externo para sostener el
sistema de las endorfinas. Los tranquilizantes y los calmantes a menudo se suman para llenar la brecha.
Con base en mis observaciones, la gente que ha tenido una infancia horrenda o nacimiento traumático son candidatos para la adicción, porque a pesar de su
poder, los calmantes naturales (las endorfinas) no pueden hacer el trabajo.
Una persona que tiene los espasmos de un severo dolor producido por un ataque cardiaco, recibe una inyección de morfina y repentinamente se siente
confortado. Cuando la morfina pierde su fuerza, el paciente sufre otra vez el dolor. Del mismo modo, mediante la producción de endorfinas nos sentimos más
cómodos y fuera de contacto con lo que nos lastimaba. Cuando eso sucede, dejamos de sentir. A diferencia de la inyección de morfina en el mencionado
paciente cardiaco, tenemos algo que se suma a un constante ingreso de endorfinas para coincidir con el dolor .
Las endorfinas tienen secretos para desbloquear las causas de muchas enfermedades. Se puede decir de ellas que actúan en nuestro sistema como un
barómetro de la enfermedad, porque sus niveles indican la cantidad de dolor que estamos soportando. A causa de esta relación íntima, con frecuencia el principio de la enfermedad se acompaña de altos niveles de endorfinas. Una vez que la represión se presenta, no sólo dejamos de sentir, su existencia nos impide saber que nosotros somos quienes estamos reprimidos. Cuando la represión alcanza un nivel crítico llamado “depresión”, sentimos sus efectos, porque nuestra represión
alcanza un nivel crítico.
Lo interesante acerca de la represión es que pone límites a los sentimientos —y casi todo mundo vive de sentimientos—. Esto sucede porque sentimos una
alta represión limitante, la cual todos experimentamos, y entonces nos damos cuenta de que es importante eliminar toda la represión que hemos tenido, porque
quienes sufren mayor represión tienen los límites más estrechos para sus sentimientos. Como todavía no tienen otro marco de referencia, pueden considerarse a sí mismos como “gente sensible”. Aunque pueden sentir a un nivel de 4, en la escala de 10, solamente cuando sentimos nuestro miedo se
revela plenamente la escala del sentimiento.
Hemos visto que las endorfinas se pueden captar fácilmente con la estimulación de electrodos en ciertas partes del cerebro bajo. También es posible estimularlas con agujas de acupuntura y, de manera importante, con los propios pensamientos que evocan esperanza y alguna creencia. Se ha encontrado, por ejemplo, que si a un paciente dental se le ha dicho que se le da determinado calmante, cuando en realidad se le dio un placebo, sentirá menos dolor y producirá un aumento de endorfinas. También pensar en algo que nos puede hacer sentir mejor tendrá esos efectos.
¿POR QUÉ EXISTEN LAS ENDORFINAS?
¿Por qué hay receptores en el cerebro?, particularmente algunos que están para percibir. ¿Un derivado de la amapola? En efecto, en la evolución de las plantas a
organismos más altamente evolucionados, nunca perdemos nuestros orígenes.
Utilizamos elementos de nuestra larga historia evolutiva que nos han ayudado a sobrevivir. Las endorfinas se encuentran en las formas más simples de animales, aun en los gusanos y, todavía más asombroso, también son producidos por células microscópicas: ¡protozoarios!, que son la cuna de la evolución.
Por eso no es de admirar que las endorfinas tengan una historia que se remonta a las plantas. Nuestros sistemas parecen tener algún aparato que hace
las veces de un escáner histórico en nuestro pasado evolutivo, que puede constituir una ayuda. Hasta el semen humano contiene opiáceos. Parece que cualquier orificio del cuerpo es un medio para descargar algunos de los estresores que existen en el sistema humano. Casi cualquier fluido en el cuerpo (incluyendo las lágrimas) contiene evidencias de sustancias calmantes.