EL PASADO ES LA CLAVE DE LA SUPERVIVENCIA
¿Por qué almacenamos el pasado? Porque en él se ubican las claves de nuestra futura supervivencia. Los recuerdos se almacenan hasta que puedan elevarse a la superficie para resolverlos e integrarlos. No se trata de una situación como cuando nos ocurre un trauma en el que los recuerdos hacen su daño y luego se
retiran. Para nada, permanecen en el sistema para que nos podamos relacionar con ellos cuando seamos más viejos y más fuertes. Algo parecido debió ocurrir
durante el largo proceso de la evolución humana. Nada se pierde jamás en la evolución; al contrario, sólo se suprime y almacena. Así, tenemos la capacidad
de tener cola, pero el código genético se ha alterado. Si ella nos pudiera ser útil, se desarrollarían algún día técnicas de ingeniería genética, a tal punto, que
podríamos programar ¡tener cola de nuevo!
Las endorfinas se liberan independientemente de la naturaleza del estrés, sea físico o psicológico. El sistema simplemente dice “el dolor es el dolor” y nos
permite estar inconscientes. Ése es nuestro legado genético, significa que podemos ignorar, negar, etc., y no percatarnos, mientras estamos viviendo nuestra vida cotidiana, de una gran cantidad de traumas. Las endorfinas son el origen del inconsciente y también, en parte, las responsables de nuestra actual civilización. Sin represión, la mayoría de nosotros sufriríamos tanto que es probable que la civilización hubiera progresado. Sin embargo, con el beneficio
de la represión podemos seguir produciendo y trabajando, aunque estemos golpeados por el dolor; de hecho, a menudo el dolor es lo que nos hace producir.
Generalmente no sabemos que estamos en estado de dolor; sólo experimentamos su energía y su impulso.
La neurosis es el regalo de las endorfinas, son una bendición o una maldición. Convierten nuestros cuerpos en un misterio, a nuestro comportamiento en un enigma y a nuestros síntomas, en otro enigma. Nos salvan y luego nos exigen que les paguemos con nuestra vida: ése es su legado.
DOLOR, REPRESIÓN Y LAS ENDORFINAS EN LA ENFERMEDAD
En 1984, en el Congreso Nacional de Endocrinología en Canadá, Ksunashima indicó que la inhibición de endorfinas era útil en la terapia del cáncer. Después
de recibir implantes de cáncer, se inyectaba a los ratones con cierta clase de endorfinas. El resultado fue que las inyecciones promovían el crecimiento del cáncer, algo que era sin duda extraño. Los calmantes químicos promueven las enfermedades. Podemos decir que represión es igual a enfermedad, y recordamos que cuando se les inyectaba a los ratones Naloxona, sus sufrimientos así como su supervivencia aumentaban considerablemente. Muchos estudios han
llegado a esta misma conclusión. En esencia, el sufrimiento activo aumenta la supervivencia, mientras que la represión la disminuye. De ese modo, dolor más
represión es igual a enfermedad, mientras que la ansiedad sin represión puede significar supervivencia.
No es solamente el dolor el que nos hace vulnerables a la enfermedad: es el dolor más la represión. Se hizo un estudio con ratas cuyas colas recibían piquetes
constantemente; estas ratas se hicieron comelonas y no es de sorprender que sus endorfinas aumentaron al principio; sin embargo, cuando se les inyectó
Naloxona, primero actuaron como si sufrieran dolor y después se retiraron, sacudiéndose como perros mojados. Finalmente el síntoma de comer demasiado
se detuvo, y la Naloxona lo echó a andar en reversa, sin embargo, la Naloxona nunca interfirió con el dolor real; interfirió sólo con los neurotransmisores que
remediaban ese dolor.
Las investigaciones actuales indican que cualquier cosa reduce el dolor, ya sea tranquilizantes, anestésicos o calmantes endógenos, también hacen más lento
el sistema inmunológico. Hasta una sola inyección de morfina compromete al supresor natural de la respuesta celular. Los supresores naturales de las células
son las células en el sistema inmunológico, que matan a los antígenos invasores portadores de la enfermedad. Cuando a la morfina se le evita trabajar con la
aplicación de otros químicos, los destructores naturales de la actividad celular se disparan. Este aspecto de la represión es muy importante, de ahí que varíe de
acuerdo con el grado de represión. La represión opera en el cerebro tanto como en las células diminutas que nadan en nuestro sistema circulatorio. Un dolor
profundo es igual a una profunda represión y eso significa la posibilidad de que el cáncer prospere: la analgesia, los tranquilizantes o cualquier calmante
químicamente inducido, hacen descender de forma simultánea al dolor y al sistema inmune, los cuales trabajan en conjunto. Lo que le afecta a uno le afecta
al otro.
También se ha encontrado que las ratas que pelean, tienen más pequeños tumores de virus inducidos que las que no pelearon; mientras más espontáneo y
agresivo sea el ratón, es menor su propensión al cáncer. Un ser humano espontáneo y agresivo puede tener un ataque cardíaco, pero es posible que no
contraiga cáncer.
La manera como vivimos nuestra vida refleja nuestras tendencias fisiológicas básicas. La investigación indica que alguien que es reprimido y orientado hacia
su interior, es más probable que adquiera las enfermedades que le destruyan; en cambio, una persona que viva con una gran intensidad es más propicia a tener
enfermedades cardiacas o un paro cardiaco. Consecuentemente las fórmulas pueden ser: dolor + represión = enfermedad; dolor + sufrimiento = sobrevivencia. Aquí está implicado que el sufrimiento activo, si no es curativo, al menos alivia la ansiedad aguda y el dolor, sentidos o experimentados directamente, los cuales, por tanto, parecen ser preventivos de una enfermedad catastrófica.
¿Por qué sería así? ¿Por qué sentirnos ansiosos nos puede ayudar a sobrevivir? ¿Por qué? Por una razón, el cuerpo está en armonía bajo tales circunstancias. Cuando uno está dolido y siente, está operando, por tanto, con una realidad consistente. Una persona que está dolorida, pero continua funcionando como si el dolor no hubiera existido, obviamente no está en armonía. En su interior está sucediendo una guerra con una parte del sistema que, a su vez, lucha contra ella.
Contrario a nuestras creencias anteriores, sentir dolor a largo plazo es adaptativo, y no sentir dolor es no adaptativo. Permítanme insistir en que el dolor es adaptativo cuando uno es niño, pero se convierte en no adaptativo con el paso del tiempo. Aquí hay otro ejemplo de nuestra dialéctica: lo que nos salva en la vida temprana —la represión— eventualmente es lo que nos mata después.
Así que, cuando nos preguntamos si una persona puede morir por falta de amor, la respuesta es sí. Una gran cantidad de severidad y falta de afecto en la vida
temprana crean un gran dolor y, más tarde, su represión. El dolor es la razón de ser de la represión y es revivida por el dolor.
Antes mencioné el uso de la Naloxona como un medio para bloquear la represión; hay un modo químico y gratuito de llegar al mismo resultado: haga que la persona sienta (por ejemplo, que reexperimente) e integre su dolor. La terapia primal, en mi opinión, disminuirá la cantidad requerida de endorfinas y, por tanto, la represión. En cambio, la neurosis —que es como una inyección continua de morfina— hace que la terapia primal sea como una fuerte cantidad
de Naloxona inyectada. Ayuda a sobrevivir porque facilita la represión de una manera natural, tratando con el elemento que provocó la represión y colocó en el
primer lugar al dolor
Los Niveles de Conciencia y la Naturaleza de la Mente
Hemos visto que la enfermedad puede resultar de un patrón de necesidades insatisfechas, dolor, represión y con el desarrollo en la mente de una categoría
especial de memoria a la que llamo “impresos” o “huellas”. En los capítulos anteriores, en numerosas ocasiones me he referido a algo llamado “mente”. La
mente es la estructura o el marco en donde tiene lugar toda actividad. Con el fin de profundizar en nuestra comprensión sobre lo que es la enfermedad, y para
construir los cimientos para comprender cómo la terapia primal puede conducir a la salud, es importante echar una mirada más profunda a lo que queremos significar cuando hablamos de la “mente”.
Desde hace siglos la mente ha sido un lugar misterioso poblado por oscuros demonios que amenazaban la vida cotidiana. En nuestros sueños eran como una plaga, pues llegaban a ser muy extraños y en ocasiones nos sacaban de control.
Para algunas personas la mente es sacrosanta y no se debe interferir en ella.
Quienes piensan así toman una actitud de “dejen dormir a los perros”. No están convencidos de que sus comportamientos, síntomas, sueños y ambiciones están
iluminados por determinadas fuerzas profundas en nuestro interior. Ésa no es solamente la actitud del hombre común, es también la convicción de algunas
escuelas de psicoterapia, como el behaviorismo, que prefiere reservar su enfoque en el comportamiento, excluido todo lo demás. Sin embargo, la mera noción de
mente inconsciente está en el espíritu y en parte de la conciencia colectiva de nuestro tiempo.
Durante cientos de años, el problema de la mente ha significado un reto para los filósofos y los científicos. El lugar donde está la mente es otro problema que
nos confunde: ¿es lo mismo que cerebro? Está montada sobre del cerebro y, ¿la mente puede funcionar sin un cerebro? Si fuera algo separado del cerebro,
entonces, ¿qué es lo que la hace funcionar?
Hay personas que se han pasado su vida tratando de contestar estas preguntas. Para ellos la mente es algo que explorar y eventualmente conquistar.
Lo que desean es tener el control sobre la mente, por eso hay docenas de escuelas dedicadas a su estudio. En general consideran a la gente como algo que
hay que explorar y conquistar, como si se tratara de una montaña.
En general, la mente se considera como algo a lo que se le debe temer. Cada religión tiene una noción de ser humano (y por lo tanto de su inconsciente) como
algo que básicamente es malo, y que está obligado a batallar de forma constante contra sus impulsos. La noción más común es creer que tenemos que mantener a
la bestia bajo control, pues de no lograrlo, enloqueceríamos. En casi cada corriente de la psicoterapia dinámica se extiende esa idea religiosa de la mente, insertándola en el ámbito de la psicología, que considera a la mente como algo básicamente malo, en el sentido de que estamos acosados por demonios que, por cierto, no tienen que exorcizarse, sino comprenderse y controlarse. Es tiempo de decir las cosas tal como son. Necesitamos saber lo que es la mente, lo que hay dentro de ella y cómo trabaja, tanto en la enfermedad como en la salud
LA MENTE ESTÁ EN EL CUERPO
Permítanme comenzar con una propuesta: la mente no está solamente en el cerebro. El cerebro procesa la información de cualquier parte del cuerpo y cada
célula de nuestro cuerpo siempre está procesando información. Las células en el sistema inmunológico, por ejemplo, almacenan información muy antigua,
reconocen a los enemigos y preparan al sistema para alistarse al combate; recuerdan cuando ese mismo enemigo estaba presente en el pasado y ordenan a
las células clonarse a sí mismas para la lucha. ¿Entonces la mente es el sistema inmunológico? La mente inmunológica lo es. El sistema inmunológico es una
mente que tiene memoria, que reconoce y que maneja ciertas capacidades; tiene su propio lenguaje: no en palabras pero efectivamente puede comunicar. El
hecho de que no hable con una sintaxis verbal, no significa que no comunique.
Puede informar a las células naturalmente destructoras acerca de un ataque al cuerpo y urgirlas a combatir. Entonces estas células se multiplican y entran en
lucha contra las células cancerosas.
El sistema inmunológico también comunica al cerebro acerca de sus actividades. Al hipotálamo le informa de lo que estimula y pone en acción a otros procesos cerebrales. Podemos decir que es el “centro de mando” donde se ubica la mente inmune, no en el cerebro, sino en los linfocitos, células blancas de la sangre que producen anticuerpos para luchar contra la enfermedad, pues el sistema inmunológico sólo es uno de los sistemas que procesan la información que eventualmente llega al cerebro, desde el cual coordina y pone en acción otros procesos cerebrales. Podemos decir que no habría una mente sin todos esos tributarios.
Mientras igualemos al pensamiento y a la actividad verbal con el concepto de “la mente”, perderemos el camino. La actividad verbal es un producto de la mente reciente, la cual fue la última en evolucionar en la especie humana, es algo que ha llegado después de la mente más primitiva. Hubo un prolongado salto evolutivo entre la mente que nos ayuda a sobrevivir y la mente que razona o usa la lógica. La mente verbal nos permite decir lo que está en nuestra mente, pero no en “nuestras mentes”. Podemos separar a la mente verbal de los más bajos niveles de organización y no tener la más mínima noción de lo que está sucediendo en el nivel más bajo.
LA MENTE SOBREVIVIENTE, LA MENTE SENSIBLE Y LA MENTE PENSANTE
Existen tres mentes principales y diferentes. La mente de la sobrevivencia es la que nos mantiene respirando y con una presión sanguínea constante. La mente
sensible genera y procesa las emociones o los sentimientos. La mente verbal, lógica y pensante emplea el lenguaje y resuelve problemas. Cada una de ellas, aunque está interconectada en el cerebro, es una entidad separada y tiene diferentes funciones. El daño a la mente lógica y verbal puede no afectar a la mente sensible, de manera que una persona se puede expresar con emoción, aun después de haber sufrido alguna clase de daño cerebral, y sin embargo, sin saber por qué puede decir: “¡Mierda¡, odio todo esto”, pero no puede decir qué es lo que odia, o por qué. Los humanos podemos procesar las emociones sin usar la
sección del cerebro llamada córtex o mente pensante.
Cuando ambas mentes —pensante y sensible— han sufrido un daño, por ejemplo en un accidente de automóvil, la mente encargada de la supervivencia continúa dando órdenes para respirar, mantener los latidos del corazón y la presión sanguínea. Podemos llegar a una “muerte cerebral” y todavía estar vivos, y con una cierta clase de fuerza rudimentaria. Aun en la cirugía, cuando estamos anestesiados, hay evidencias de que los bajos niveles de conciencia están procesando el dolor y que responden a lo que los cirujanos están diciendo