LA CONCIENCIA Y LAS TRES MENTES PRINCIPALES
La supervivencia, el sentimiento y el pensamiento funcionan en tres niveles de conciencia diferentes. Existe, de manera muy clara, un sistema de compuertas
que se las arregla para mantener a estos tres niveles funcionando de forma distinta, pero conectada entre sí. Estas tres mentes y tres niveles de conciencia
han evolucionado a lo largo de la historia de la humanidad. La mente sobreviviente es la primera, le sigue la mente sensible y luego está la mente pensante. El desarrollo de un niño recapitula esta evolución.
Inicialmente, los hechos que ocurren en el momento en que nuestro sistema nervioso está bien organizado (alrededor del tercer mes de gestación y hasta los seis meses de la vida) están registrados en el sistema nervioso del cerebro bajo, al que yo llamo de primera línea. Los eventos que suceden después del sexto
mes quedan impresos en la segunda línea o nivel emocional, en donde hay una elaboración emocional del dolor. En la tercera línea o tercer nivel hay una elaboración consciente del dolor. Empieza en la preadolescencia y continúa en formación más allá de los veinte años, con el desarrollo del más alto nivel del tejido nervioso: la corteza cerebral. Cada nivel tiene su propio sistema represivo, por eso es posible estar alejados de los impulsos y necesidades más primitivos.
El dolor impreso y su memoria en la primera línea son los menos accesibles.
Por tanto, más tarde serán los menos creíbles porque es muy difícil regresar a ellos y comprenderlos; no hay algún lenguaje que nos ayude a comprenderlos, y
lo que complica más el problema es que hay un nivel que sólo se puede alcanzar en los términos de la mente de la primera línea.
Más adelante, a medida que el niño se desarrolla empieza a relacionarse con un mundo más amplio que el de su relación con el pecho de la madre y la cuna.
En este punto, el sistema límbico predomina en las respuestas del bebé hacia el medio ambiente. El infante puede ahora desarrollar apegos emocionales con sus padres y otras personas y es capaz de experimentar algo más que la incomodidad física y sentir que algo duele, ahora puede sentir sufrimiento emocional.
Finalmente, como en el caso de la evolución de las especies humanas, el tercer nivel de la mente, o nivel del pensamiento (cognición), llega a predominar
a la edad de doce años.
En la adolescencia todos poseemos tres niveles completos de conciencia que corresponden a las tres mentes principales. Éstas funcionan como sigue:
– El primer nivel es el visceral-sensorio, maneja las sensaciones y vincula los impulsos con los estados corporales. Este nivel comprende la mente sobreviviente.
– El segundo nivel es el afectivo-expresivo mediador de los complejos procesos involucrados en la creación y expresión de los sentimientos y emociones. Es el nivel de la mente sensible.
– El tercer nivel es el familiar cognitivo, o nivel pensante. Proporciona o facilita la discriminación, la comprensión y los significados relacionados con los estados sentimentales. Éste es el nivel de la mente pensante.
Cada nivel contribuye con su parte para experimentar el dolor. En el primero hay una ligera sensación de dolor; en el segundo hay una elaboración emocional del dolor, y en el tercero está el reconocimiento consciente del dolor.
Normalmente en los tres niveles de conciencia existe un sentimiento o una actitud hacia alguna persona, objeto o actividad; los tres se interconectan o trabajan en armonía, pero cuando el sentimiento en un niño pequeño parece exclamar “¡Es que no les gusto¡”, la interconexión se rompe, se fragmenta y hay bloqueo.
Como cada nivel tiene su sistema represivo, es posible quedar aislado de los impulsos y necesidades más primitivos; por ejemplo, nos olvidamos de comer o no podemos dormir, entonces es posible que ya estemos desconectados de las emociones y llegamos a no saber lo que necesitamos o lo que sentimos. También es posible estar desconectado del pensamiento, de modo que tenemos pensamientos, ideas y conceptos que están completamente disociados de lo que está sucediendo “abajo”. El ejecutivo de una empresa que piensa que es “lo máximo”, está tan desconectado de su propia realidad física que necesitaría enfrentarse a un paro o ataque cardiaco para entender el verdadero mensaje que pasa por su mente.
EL DOLOR: ORGANIZADOR DE LA MENTE
Históricamente, en cientos de años de evolución humana, el dolor es el que ha dado a la mente su carácter, mediante sus tres niveles estructurales. El cerebro ha evolucionado de acuerdo con los retos y la adversidad. El dolor ha dictado la estructura de la conciencia, porque el dolor no sólo era una experiencia ordinaria, el dolor aparecía como amenaza a la existencia. La habilidad de sentir dolor era clave para la supervivencia, tanto biológica como psicológica. La desaparición de la habilidad de sentir dolor significa un constante peligro: ser destruido por algo que no se puede sentir y, por tanto, evitar.
Una de las raíces de los problemas en psicología es que se ha estudiado la conciencia y el dolor como elementos independientes uno del otro, pero nadie los ha enfocado como uno en función del otro. Desde un punto de vista evolutivo, el dolor parece ser el factor central que organiza la conciencia en su estructura presente. Yo creo que esto es ontológicamente cierto, y también creo en significar al dolor como el principio organizador de nuestra propia conciencia, en cada uno de nosotros, desde el embrión hasta la vida adulta.
Cuando el dolor permanece bloqueado y reprimido, como en el sueño, se sientan las bases para impedir la comunicación entre los niveles de conciencia.
Si podemos reconocer el dolor con una plena conciencia, nos liberamos hacia un nuevo sistema de conciencia que admite la posibilidad de percatarnos de un simple dolor específico u otro.
Hay evidencias que indican que el sistema nervioso central superior, que en este contexto es “el tercer nivel de la conciencia”, ejerce una poderosa influencia supresora de la experiencia del dolor. Esa tendencia supresora significa que en el tercer nivel las ideas pueden controlar la información sensorial y lo que se puede
experimentar.
Cuando el tercer nivel queda bloqueado, como en el sueño, los recuerdos codificados en el inconsciente regresan con una fuerza alarmante en nuestras pesadillas. Ellas representan los sentimientos precisos de un trauma de nacimiento que pueden ascender mediante la imagen o el sentimiento de ser estrellado, sofocado o estrangulado. No estamos discutiendo sobre el inconsciente, aunque éste sea un término conveniente, sino que estamos hablando de otro nivel de conciencia al que tenemos acceso. No hay una conciencia biológica, sólo hay niveles de conciencia que se convierten en inconscientes cuando se les bloquea. No hay nada misterioso en esto. Las sensaciones de una pesadilla pueden introducirse durante el sueño en los niveles más altos de conciencia y, desafortunadamente, todo el tiempo están ahí, esperando una conexión para liberarse.
LA MENTE Y LOS TRES NIVELES DE CONCIENCIA
Los tres niveles de conciencia trabajan al mismo tiempo y se constituyen como “mente”. Cada nivel tiene una función separada y un sistema bioquímico diferente. El sistema de sentimientos, colocado en el segundo nivel, está dotado de endorfinas, que son receptores que actúan para contener el dolor. Hacia abajo, en el primer nivel (visceral), es donde se imprimen los dolores profundos, en una estructura conocida como locus coeruleus, en ese proceso encontramos una pesada concentración de la hormona del estrés llamada noradrenalina, que ayuda a mediar el terror.
A estos niveles de conciencia los llamo (desde el más bajo hasta el más alto) “niveles de primera, segunda y tercera línea”. Cuando se hace el diagnóstico de
un paciente y de su estatus, nuestros conocimientos de los niveles de conciencia nos permiten hacer una afirmación simultánea acerca del cerebro fisiológico y la
estructura conceptual a la que llamamos “mente”. Cierta clase de pesadillas o preocupaciones, por ejemplo, nos informan sobre la clase de material que está ascendiendo en nuestros pacientes al nivel superior, y podemos descubrir qué tan reprimidos están (por sus defensas) y qué sentimiento esperar a continuación. La ausencia de pesadillas también puede ser una clave para el diagnóstico.
Lo que llamamos “mente” se desarrolla en el recién nacido en etapas, de la misma manera que el cerebro se desarrolla en esferas concéntricas conocidas como neuropils. Las funciones de primera línea comprenden la línea media anatómica, gástrica, respiratoria, y las funciones de la vejiga y los intestinos. La primera línea involucra a la respiración, las funciones gástricas y otras. Estas funciones están controladas por la porción interna del cerebro que está prácticamente en plena función antes y durante el nacimiento. Estamos hablando de un “nivel visceral de conciencia”. El segundo nivel, o componente emocional de la mente, está centrado en el sistema límbico y funciona muy pronto después del nacimiento. Sin embargo, será hasta más tarde, cuando el cerebro cortical,
pensante y simbólico, será plenamente funcional, algunos años después del nacimiento. Mientras tanto, los traumas serán manejados por los neuropils
inferiores. Por eso el recién nacido desarrollará cólicos, porque no tiene la capacidad de actuar místicamente, necesita un cerebro más desarrollado para eso. Cuando finalmente lo logre, el cólico se podrá transformar en misticismo.
LA ENFERMEDAD Y LA CONCIENCIA DE PRIMERA LÍNEA
El acceso a la conciencia de primera línea es una de las principales contribuciones de la terapia primal, porque significa que por primera vez podemos identificar las fuentes profundas, tanto de la enfermedad mental como física.
Cuando un trauma ocurre muy temprano en la vida, el cerebro visceral se hace cargo de él: bombea más ácidos, acelera el ritmo cardiaco, aumenta la presión sanguínea y eleva la temperatura corporal. La mente visceral es la única que está equipada para hacerse cargo de los traumas tempranos
EL DOLOR Y LOS NIVELES DE LA CONCIENCIA
Un bebé al que recién nacido no se le coloca cerca de su madre sufre en la primera línea. Las reacciones a este trauma dependerán del sistema nervioso más desarrollado hasta entonces; en el nivel visceral habrá cólicos, vómitos y dificultades respiratorias. Un niño de cinco años, al que constantemente se le hace sentir avergonzado o culpable, sufre en el nivel emocional. Esta vez el dolor no será solamente procesado en sus vísceras, sino también en los centros emocionales más desarrollados de su cerebro; ahora el niño tiene lo necesario para “actuar” su dolor en la escuela con sus compañeros. Ya puede descargar la energía del dolor (algo que un recién nacido no puede hacer). El neonato sufre internamente, porque no tiene otra salida.
En el nivel emocional llora y suspira y produce imágenes en sus sueños, con el fin de contener y circunscribir el dolor. El córtex y la mente pensante se involucran, tratando de explicar lo inexplicable, pues ahora hay una rerrepresentación del trauma temprano en este nivel y con ello hay tentativas para encontrar el sentido de ese dolor. Sin un pleno acceso a su fuente, el córtex hace solamente lo que puede, llevando la lógica hasta lo irracional. Las reacciones paranoicas no son más que tentativas de enfocar, sin tener la información histórica adecuada. Un distante e inaccesible dolor interno (a menudo compuesto de severas condiciones de vida), es lo que hace que la ideación parezca tan extraña. El córtex, como un cómplice incapaz, proyecta esos dolores hacia el exterior: “Se están riendo de mí, a mis espaldas”. “Están ahí afuera para lastimarme”. “Si solamente pudiera saber quiénes son ‘ellos’”.
La memoria está codificada de manera diferente en cada nivel de conciencia; ésa es la razón por la que un paciente que está reviviendo un momento de su nacimiento, no encuentra las palabras necesarias, no tiene el llanto del bebé, ni la libertad de sus movimientos. Lo que es asombroso de estos recuerdos, es que aparecen absolutamente puros y sin tocar por la experiencia. Llegan a la conciencia como si estuvieran envueltos en un velo, pues sólo la memoria contiene todos los detalles en torno al trauma —ninguna parte de ella cambia—.
El antiguo medio ambiente está impreso de tal modo que obliga al sistema a recrearlo y entonces resurge en el presente; primero para encajar con la experiencia pasada y, segundo, para que la persona pueda resolver el trauma temprano (al menos simbólicamente).
Una mujer que tenía impreso el trauma de un padre débil y sin recursos para protegerla, encontrará en su vida a otro hombre débil y luchará para hacerlo más fuerte —ésa no será más que una tentativa simbólica—, para producir un padre real y protector.
Podemos ver esas huellas tempranas cuando se manifiestan, por ejemplo, en la migraña: el trauma temprano a menudo se generó a partir de una falta de oxígeno durante el nacimiento, hecho que originalmente creó una reacción de vasoconstricción, seguida por una dilatación masiva y la subsecuente experiencia insoportable. En el adulto, el conflicto puede despertar la respuesta de migraña, la que no pudo percibir específicamente en la memoria temprana porque estaba oculta por el síntoma inicial interior. El ataque de la migraña es entonces el ataque biológico por la supervivencia y retención del oxígeno. Uno de los tratamientos de la migraña es precisamente el oxígeno.
Ningún nivel de conciencia puede hacer el trabajo de otro nivel. No hay ninguna comprensión cerebral que en el mundo pueda cambiar la memoria
impresa en un parto muy difícil.
La mente sensible no puede resolver un problema de geometría, y la mente cortical no puede, por ningún acto de voluntad, precisar los orígenes de una idea
extraña. No podemos recordar voluntariamente un sentimiento por el hecho de que cada nivel tiene su propio sistema de memoria, y el dolor tiene que sentirse en su propia modalidad. El sistema inmunológico recuerda durante décadas un ataque de virus; en cambio, la corteza cerebral lo recuerda con las palabras y las figuras específicas.
La aparición de marcas de nacimiento, cuando los pacientes reviven este trauma, es un ejemplo del nivel específico de la memoria. Las marcas del fórceps aparecerán en la frente o en cualquier otra parte, donde originalmente dejaron su huella. La presión aplicada en ciertos sitios, por ejemplo, en aquellos donde un niño fue severamente lastimado, pueden despertar el recuerdo del evento con todo su significado doloroso y provocar las heridas que lo acompañaron. Es casi como la mancha en la espalda: “recordará” y evocará cuando el estímulo se presente.
Entonces el recuerdo se recupera de diferentes modos; algunos no tienen nada que ver con los pensamientos, escenas, o descripciones verbales. Tenemos recuerdos de olores que sólo son despertados por otros olores, recuerdos de emociones sentidas y recuerdos de tablas de aritmética que no tenían ningún contenido emocional.
El neurofisiólogo Roger Sherry, del Laboratorio Cold Spring Harbor, en Nueva York, ha descubierto que cada fibra nerviosa tiene un código único, que dice a dónde ir y dónde crecer. Cada fibra de un axón de célula nerviosa tiene una afinidad que está codificada químicamente para coincidir con una célula. El detalle crucial es que, aun cuando los nervios sean cortados, crecerán de nuevo con el mismo patrón, uno que no cambia como resultado de la experiencia. Esto es lo que puede suceder cuando los circuitos se desconectan por el dolor y la represión. Pasan toda la vida esperando el momento en que puedan engancharse, aunque de alguna manera, intuitivamente, sienten que si se hace de forma prematura, tal enganche puede ser peligroso.
LA CONCIENCIA Y EL FUNCIONAMIENTO DEL CEREBRO
Una persona bien equilibrada tiene una mente bien balanceada, dispone de un acceso fluido a sus niveles bajos y tiene una inteligencia que está al servicio de
los sentimientos y de los instintos. Esto le permite reaccionar de forma instintiva a situaciones y a tomar decisiones apropiadas. Los jugadores de futbol tienen
esta capacidad. Instintivamente saben hacia dónde correr en el campo; sus acciones no son parte de un pensamiento deliberado, su mente baja trabaja y
dirige al cuerpo sin mucha interferencia de la mente lógica y reflexiva. Hay personas que ni siquiera pueden moverse en esa forma instintiva, no son capaces
de bailar o hacer cosas que deberían hacer instintivamente porque “viven en su cabeza”, se han instalado en su mente cortical y le han permitido que se encargue
de todo. Sin embargo, fallan al reaccionar, basándose en sus sentimientos, pues están cerrados para ellos. Solamente reaccionan ante ellos mediante un proceso
cortical acelerado que pesa y equilibra las alternativas. Si les preguntas ¿cómo te sientes?, no están seguros de qué contestar. Empiezan a eliminar ciertos factores
negativos y deciden si se sienten bien o mal, expresando una decisión, no un sentimiento.
¿El inconsciente es lo mismo que un cerebro en función? ¿Son idénticos? La total Gestalt de un cerebro en acción es una cualidad diferente del cerebro.
Nosotros como seres humanos somos más que la suma de nuestras partes y también lo es la conciencia. La mente es, sobre todo, el cerebro completo en
acción. La mente no es idéntica al cerebro, sino una cualidad que surge de él. La mente está hecha de células nerviosas, pero no puede reducirse a ellas, por tanto
es capaz de interactuar con el cerebro para cambiar su funcionamiento y, eventualmente, su estructura.
En consecuencia, las condiciones de la vida hacen la diferencia: las ratas criadas en un medio estimulante, desde temprano en sus vidas, tienen un córtex
diferente al de las ratas no estimuladas; sus cerebros cambian ante las condiciones que alteran la mente en todos los niveles y parecen hacer la
diferencia en cualquier estructura física. De forma similar, algunos estudios sobre las ondas cerebrales muestran que los cerebros de mis pacientes cambiaron
en función y estructura cuando lograron tener acceso al funcionamiento del nivel bajo. La relación de los dos hemisferios cambió, así como varios cuadrantes del
cerebro. ¿Qué podemos pensar de esto? La conciencia cambia las funciones cerebrales. El hecho de revivir eventos estremecedores tempranos cambia la manera como opera el cerebro.
LA MENTE CONTRA EL CUERPO
El problema mente-cuerpo ya es muy viejo. Algunos piensan que somos criaturas del cerebro físico, que poseemos funciones parecidas a las de la computadora, que ofrecen sólo la ilusión de libertad de elección. Creen que este cerebro dicta su vida, para ellos no hay “mente”. Ésa es una filosofía muy vieja, adoptada por la Escuela Behaviorista de Psicoterapia. No hay ni una mención de la mente. Desde su punto de vista, marcan y desmarcan comportamientos basados en la recompensa o en el castigo. Según ellos, no somos más que una máquina que responde mecánicamente a los estímulos, como lo hacían los perros de Pavlov.
Por otro lado, están los místicos que creen que la mente es una cualidad especial que no depende del cerebro físico. Para ellos hay una entidad etérea (el alma) que trasciende la materia física y que llega de otros planos o realidades, ellos creen que la mente está habitada por cualidades mágicas y una conciencia especial, que tiene casi los atributos de un dios. No fluye desde el cerebro, sino que viene de alguna otra parte, a menudo dada por Dios.
LA NATURALEZA DE LA MENTE
¿Acaso la mente comienza como una tabla rasa sobre la que se va a imprimir todo lo que sucede en nuestra vida? ¿O realmente tiene cualidades especiales? El debate ha sido confuso, porque hasta muy recientemente no se sabía que lo que sucede en el vientre da forma al cerebro y a sus funciones, y deja una impresión duradera en él. Solía asumirse que al llegar al nacimiento el cerebro era una “tabla rasa” lista para aceptar nuevos estímulos, cualquier cosa que precediera al
nacimiento se le imputaba a la genética.
Sabemos que el factor más crucial en el desarrollo psicológico y fisiológico es el conjunto de esos eventos clave durante los nueve meses de gestación. Es cuando un trauma experimentado por la madre puede alterar el sistema cerebral, la hormona lo equilibra y la anatomía del bebé está en un estado psicológico. He citado una gran cantidad de investigaciones en mi libro Imprints (1983), allí indico cómo el estrés en las madres altera la neurofisiología de la criatura en gestación.
Intervienen también factores genéticos; después de todo, heredamos el color del cabello y la estructura física de nuestros padres y abuelos, ¿por qué podríamos esperar que la naturaleza dejara de darnos estas características? El cerebro contiene una historia completa: las habilidades para desarrollar un arte parecen tener bases genéticas, de modo que el cerebro no está en blanco, sino que posee ciertas tendencias que son producidas o suprimidas, dependiendo de las circunstancias de nuestra vida. Una familia artística va a cultivar en el niño su capacidad para la imaginería, el hecho de que el niño esté rodeado de trabajos artísticos puede dar forma a su elección profesional; es imposible determinar qué fue predominante: fue obra de la naturaleza o de la crianza.
Observando a mis pacientes he podido llegar a ciertas conclusiones acerca de la mente. Cuando la mente es frágil, ingenua y fresca, los hechos impresos en ella tienen un efecto que nunca podrá ser duplicado, excepto en circunstancias increíbles. Por eso los eventos prenatales transferidos de la madre al feto son tan
importantes. También por eso el trauma de nacimiento es tan importante. Hemos podido medir los signos vitales y las ondas cerebrales de los pacientes, mientras
están reviviendo su trauma de nacimiento, y sabemos cuán estremecedora es la valencia del trauma. También hemos notado cambios en la personalidad de pacientes que han pasado meses reviviendo esos traumas. Podemos ver qué tan dañinas han sido esas impresiones. Si al revivirlas la personalidad se llega a normalizar, se puede asumir que el impacto original también deformaba considerablemente el desarrollo de la personalidad. Después de todo, estamos tratando con la misma impresión, solamente que en reversa, notando los cambios hormonales y los patrones de crecimiento y, a partir de entonces, podemos decir que estos traumas afectan toda la fisiología.
El nivel inferior sobre el que se imprimen los traumas —según sean más determinantes los comportamientos y los síntomas—, cuando se imprimen sobre una mente infantil, generalmente son de la más alta valencia y crean las más amplias y disparatadas reacciones. Los pacientes que han bajado hacia esos niveles de conciencia, después de años de terapia, finalmente llegan a entrar en contacto con las impresiones (huellas) hechas durante el nacimiento o después de él.