LA HIPNOSIS Y LOS NIVELES DE LA CONCIENCIA
Otra manera de comprender los niveles de conciencia es a través de la hipnosis.
Una persona puede tener una conciencia crítica confusa y con el tiempo desciende al momento en el que tenía cuatro años. Puede hablar refiriéndose a cuando era muy pequeña y recordar cada detalle de su clase del jardín de niños, y otras experiencias que algunas veces son casi imposibles de recordar. Cuando
la persona tiene un alto nivel de conciencia, después de acceder al primero o segundo nivel, la memoria de la niña queda positivamente intacta.
No es de sorprender que uno sea incapaz de sentir dolor y que incluso pueda someterse a una cirugía mientras está hipnotizado. Cuando la conciencia del
nivel superior se hace a un lado por medio de la hipnosis, entonces ya no se aprecia el dolor. Es por ello que necesitamos usar plenamente nuestra conciencia, para experimentar de forma total la experiencia del dolor y regresar a sentirlo como en el pasado. La hipnosis, como la neurosis, puede hacer que una persona no se percate del dolor. Éste es un ejemplo de una mente dividida. Yo veo a la hipnosis como una “minineurosis” porque se basa en hacer que alguien no esté plenamente consciente. En la neurosis se requiere de más tiempo, pero en ambos casos, la “figura de autoridad” está desviando a la persona de su estado natural de sentir. Ambos necesitan un estado de dependencia de la figura de autoridad, sólo que el problema es que no puedes usar una minineurosis para curar una neurosis de verdad. Puedes mejorar inconscientemente, ésa es una contradicción de palabras: la enfermedad se debe a la inconciencia.
Este tipo de división de la conciencia se hace evidente de muchas maneras.
Por ejemplo, alguien puede desear el sexo en su mente, pero su cuerpo no va a cooperar. Alguien quiere dejar de comer mucho, pero las fuerzas interiores lo
obligan a seguir atiborrándose.
La hipnosis demuestra que el proceso interno puede ser prepotente con la realidad externa. Solemos responder a nuestro programa interno en lugar de
responder a lo que está enfrente de nuestros ojos. En la hipnosis, la mente cree que un piquete en la piel es el toque de una pluma, aun cuando la persona esté
mirando el alfiler.
Podemos ver cómo comienzan los sistemas de creencias: con pensamientos que ya no están anclados en los sentimientos. La mente de nivel superior puede programarse para creer en la irrealidad. La fórmula es: yo creo en cualquier cosa mientras que no me conduzca de nuevo a mí mismo.
Cuando una persona está hipnotizada, puede pasar por una experiencia en la que le dirán que no la podrá recordar, y ¡no la recuerda! Una sugestión mental puede cancelar un recuerdo, así de frágil es la memoria. El dolor también le dice a la memoria que se mantenga en calma, que no se entrometa ni haga ruido. En ambos casos es la llamada “mente consciente” la que olvida, no la “mente en el nivel inferior”. Tan pronto como descendemos en el nivel inferior, encontramos ahí a la memoria en pleno florecimiento. Cuando nuestros pacientes están más indefensos, también se encuentran con una memoria almacenada y oculta.
LA MENTE Y LAS COMPUERTAS “DEFECTUOSAS”
Casi siempre las compuertas defectuosas están implicadas en lo que solía llamarse un “quiebre nervioso” (ahora sabemos a qué se refiere este término).
Los nervios no se quiebran, pero las defensas sí lo hacen cuando el sistema de compuertas se rompe a causa de las drogas. O más a menudo, porque la vida se ha tornado muy pesada y la persona se puede volver loca (porque está empleando su ahora avasallado córtex para manejar las crisis del dolor temprano). Este dolor no se comprende fácilmente, intenta comprenderlo pero no llega a ser suficiente, porque es un dolor que ya no es coherente, es irracional y le lleva a imaginarse lo que no está frente a él. Realmente él, como persona, sí está ahí, pero no puede ser visto; sólo percibe recuerdos estremecedores. La persona no sabe el origen de ellos, pero se sabe en peligro y se enfoca hacia lo externo. El doctor suele no reconocer las fuentes del dolor y se enfoca al comportamiento, tratando de disuadir a la persona de su ideación, mientras tanto, la persona y el doctor están tratando de encontrar el sentido de algo que ya tiene sentido, pues una vez que la fuente oculta se hace evidente, el sistema humano se torna eminentemente racional para cada efecto, sin importar lo bizarro que sea, existe una causa específica.
Durante un colapso nervioso la persona desciende al nivel bajo de conciencia. Si ella pudiera saberlo, se aliviaría su tensión y estaría menos desajustada. Si su obsesión y sus ansiedades son extremadamente misteriosas, entonces se asusta todavía más. Llorará todo el tiempo, no por temor a volverse loca, sino porque al final está en contacto con su yo lastimado y sufriente —el yo que necesita llorar—. Los psicóticos a menudo son más sensitivos y capaces de percatación; perciben a la gente porque están indefensos. Por eso, si juntamos al neurótico y al intelectual no podemos darnos cuenta de lo que la persona enloquecida puede ver. El neurótico quiere probar y saber por qué él no puede sentir. Esto explica lo que una revista científica afirmó recientemente: que no existen pruebas de recuerdos del dolor temprano, esperando encontrar un valor numérico que les muestre que el dolor puede recordarse, lo cual no es necesario, porque cada ser humano que sufre, lo puede demostrar.
Algunas veces, lo que está sucediendo en el nivel inferior de la mente es tan poderoso, que constantemente se traslada al nivel superior. Empleamos mucho
tiempo en soñar despiertos y a veces lo hacemos cuando conducimos un automóvil y, sin darnos cuenta, llegamos a nuestro destino. Estábamos inmersos en otro mundo; mientras, la mente pensante y directiva estaba de manera figurativa en el asiento de atrás. El psicótico simplemente vive en su ensoñación sin la suficiente objetividad como para poder diferenciar la realidad de la fantasía. De este modo, tenemos un fenómeno: el de una ruptura mental (de tercera línea) y una ruptura a través de los hechos impresos en el nivel inferior.
Hemos aprendido que los procesos de integración no se pueden apresurar; debemos estar abiertos para aceptar las verdades dolorosas. No son la clase de verdades que uno no puede confesar —son las verdades más fuertes—, son confesiones del cuerpo, las expresa el cuerpo, y tienen una valencia de un dolor
que está más allá de poder ser simulado voluntariamente. Éstas son las verdades tan fuertes que obligan a la mente superior cortical a buscar ideas mágicas o
místicas. La irrealidad es la religión de la persona bloqueada, o, ¿se puede hacer algo más?
CONCIENCIA VERSUS PERCATACIÓN
Hay dos vías básicas para quedar inconsciente. La primera es la de haber experimentado sucesos poderosos antes de tener un córtex desarrollado y, en general, borroso, porque en él no encontramos palabras o conceptos que nos apoyen. En segundo lugar, está la posibilidad de recordar sucesos que ocurrieron
más tarde y que son muy fuertes para sentirlos, así que permanecen reprimidos fuera de la conciencia.
Hay un modo en el que podemos volvernos inconscientes: tiene que ver con la experiencia temprana en la vida, cuando recibimos una serie de golpes psicológicos que no se pudieron integrar en el cerebro. Supongamos que nuestros padres se están divorciando y uno de ellos está dejando el hogar. Para el niño, el recuerdo de tal evento permanece muy oculto, pues significa que ese niño nunca más estará con sus dos padres. Entonces todo el dolor y sus respectivos recuerdos se hacen inconscientes. La persona atraviesa por algo parecido a un “estado de coma” por el resto de su vida, sin darse cuenta de ello.
Está tan inconsciente como si alguien le hubiera dado un golpe en la cabeza.
Enormes partes de él mismo quedan inaccesibles, no puede aprender nada de su historia pasada porque está enterrada en sus archivos mentales. Repetirá los mismos patrones una y otra vez, porque es inconsciente de lo que le ha causado el sufrimiento.
Más tarde, es posible ayudar a alguien para que se percate de aquellos sucesos, como sucede en la terapia convencional. Pero no es fácil hacer consciente a alguien aunque se percate de “algo”. Sólo la experiencia del dolor puede producir la conciencia. En los neuróticos, es un estado que llega desde
dentro, nunca desde afuera.
La conciencia es un estado que llega solo, nunca en compañía. Podemos hacer que una persona se percate de algo, pero la conciencia no puede hacerlo.
Podemos jugar, manipular y alterar la percatación, pero no a la conciencia.
Podemos percatarnos de otros, de la manera más perceptiva (aparentemente consciente), como un medio de autoprotección, pero es un arma que está enraizada en una defensa del yo, que no tiene caso con la conciencia. La conciencia es dura y sólida como una roca. No puede forzarse, cerciorarse o exhortarse; es una realidad orgánica y, por tanto, la “percatación” está desvinculada de la conciencia. La percatación consciente es lo real.
Ninguna cantidad de percatación puede producir lo que vemos en la terapia: a una persona reviviendo sucesos en torno a su nacimiento y perdiendo el control
de un cerebro primordial que se mueve como una salamandra durante más de una hora. Lo que surge después de esta clase de experiencia, es una nueva calidad de conciencia.
PENETRANDO EN LA MENTE INCONSCIENTE
Existen criterios que permiten determinar qué tan profunda es la inconsciencia: la habilidad para responder a los estímulos es la clave. A menor fuerza del
estímulo requerido, mayor conciencia de la persona. Si la persona puede sentir un piquete, está consciente de ella. Si no es capaz de responder a un dolor profundo, es más inconsciente. En el ámbito de lo psicológico, es la verdad. Una persona que ya no puede responder al dolor, ya sea en sí misma o en otras personas, es inconsciente de algún modo. Se necesitará mucho más para lograr que esa persona responda a lo que sea. La fuerza necesaria del estímulo para levantarla de su sopor inconsciente tendrá que ser enorme. No puede ver el sufrimiento en su hijo o en su esposo porque es inconsciente: por eso algunas
personas que parecen percatarse de los hechos, permanecen totalmente inconscientes. Recuerdo a una paciente que solía dejar solo a su hijo pequeño, mientras asistía a un seminario de percatación o de toma de conciencia. No podía ver nada de lo que le estaba sucediendo al niño.
Con una vida emocional inconsciente no podemos percibir ni comprender, y somos víctimas incapaces de usar las experiencias anteriores para comprender el
presente. Alguien que nunca ha tenido una madre, continúa proyectando su pasado en las mujeres de su presente y es incapaz de ver sus defectos y errores.
Necesita una realidad predominante, suficiente y juiciosa. Pero, sin acceso al sentimiento, la persona toma decisiones y hace elecciones estúpidas.
Uno tiene que preguntarse ¿dónde está la persona real en todo esto? Ella es la que sufre, la que siente dolor. Su naturaleza ha hecho algo especial: pretender
que su cerebro temprano pertenece a alguien más. Existen dos mundos separados en donde el cerebro temprano pertenece a alguien más, dado que el cerebro
superior no puede jamás reconocer el dolor que está experimentando en su cuerpo.
Los pensadores de la nueva época hablan mucho sobre la conciencia y la mente superiores. Creen que se debe trascender hacia niveles superiores de la
mente, desconocidos para los mortales ordinarios. Ellos realizan rituales para elevar esos niveles de conciencia, pero generalmente el único modo de elevarse
a un nivel más alto de conciencia es descendiendo a los niveles más bajos. Ésa es la verdad dialéctica de la mente.
Es paradójico. Aquellos que declaran haber alcanzado un estado de placidez y de calma cósmica, vienen a nuestro laboratorio de investigación, en donde
encontramos una mente que se está elevando una milla por minuto y un cuerpo en estado de pánico. Billones de neuronas están ocupadas en el trabajo de
represión. Si funciona, la persona cree que está en calma o que ha logrado el nirvana. El trabajo de la represión es deseable, pero no hay nada tan infinito como la autodecepción. Éste es el gran regalo de nuestra civilización avanzada.
Aquellos que permanecen en el pensamiento mágico quieren creer en una mente especial que es cósmica, divina. Pero no hay nada de eso. Lo que algunos
parecen querer es ascender a un estado de paz y felicidad. Es entonces cuando uno desciende, pero al hacerlo consigue que el inconsciente se torne consciente y
con eso encontramos la paz y la calma. No hay mayor armonía interna, sólo significa el fin de la inexplicable tensión, las mentes por fin se unifican, si ya no
tienes dolor es que ya estás en el nivel más alto de conciencia posible. Es lo único que hay.
EL PROCESO DE SOÑAR DORMIDO Y LOS NIVELES DE LA MENTE
El proceso de los sueños que tenemos mientras dormimos es un testimonio elocuente de la existencia de los tres niveles de conciencia. La historia que elaboramos para nosotros en el sueño es una manera de mantenernos alejados de la autodecepción. Después de todo, en esta historia no hay público: somos los actores y el público. Mantenernos dormidos y sanos es una necesidad biológica.
El sueño nos permite tener el descanso que necesitamos y procesa y refleja la estructura y la función del cerebro, los cuales no cambian durante el sueño. El
mismo proceso está trabajando día y noche. Durante la noche se hace más claro, de modo que encontramos en forma evidente y mensurable a las tres mentes.
Cada una difiere de las ondas mentales producidas. El sueño profundo emplea grandes insumos de serotonina, la cual es químicamente inhibidora. Las largas y profundas ondas cerebrales reflejan una honda depresión en acción y, finalmente, cuando los químicos se han agotado, nos movemos hacia niveles más altos de
conciencia y de sueño: a menor represión, más conciencia.
Nuestros ciclos de sueño reflejan las tres mentes. Cuando nos vamos a dormir descendemos al siguiente nivel de conciencia, que es el nivel del sentir.
Luego vamos a un nivel de conciencia más profundo (el de la función visceral).
Después regresamos al nivel del sueño o, sensible, para despertar plenamente (en el nivel del pensamiento).
Este ciclo parece reflejar el origen de cada nivel del cerebro, tal como ha evolucionado con el tiempo, recapitulando cada día nuestra historia filogenética o evolutiva. Este ciclo también refleja el origen del desarrollo del cerebro en nuestro propio tiempo personal. Todos los días despertamos de la inconciencia hacia la plena conciencia, de la misma manera que primero desarrollamos un cerebro primitivo que al final floreció años después del nacimiento, en un neocórtex plenamente desarrollado.
No hay un gran misterio en la supervivencia de las mentes emocional y pensante. Cuando las personas tienen acceso hacia abajo, en lo profundo, observamos a simple vista lo que está ahí y lo que parecen ser nada menos que los recuerdos impresos en un largo y oculto pasado. El resultado de esa operación no es el Id, no es un deseo o una agresión desencadenadas, no es la necesidad de un significado, no hay entidades místicas: solamente hay un cerebro material con recuerdos impresos en el pasado. El llamado “inconsciente” queda desnudo, para que todos vean la mayor parte de él, ya no es un misterio para la persona implicada. “Todo lo de él” es comprensible —las motivaciones profundas, los sueños y pesadillas, los síntomas, las relaciones—, todo lo que importa. Mientras la represión exista, podemos imputarle al inconsciente toda clase de cualidades.
DORMIR, SUEÑOS Y PESADILLAS: CÓMO SER NEURÓTICO EN TU SUEÑO
Cuando cae la noche, el cerebro no cambia de estructura y los niveles de conciencia no se disuelven durante el sueño. Descendemos a los bajos niveles de
la conciencia durante el sueño, de la misma manera como cuando descendemos durante una sesión primal. Los patrones del sueño, los sueños y las pesadillas
son equivalentes a ciertos comportamientos durante el día. La única diferencia es que se hacen en un relativo estado de inconsciencia. Dado que el neurótico es
ampliamente inconsciente, hay entonces muy poca diferencia.
Literalmente, hay cientos de libros sobre el sueño y el dormir, así como una gran cantidad de investigación. Para nuestros propósitos es suficiente saber que
existe algo llamado sueño REM, el cual tiene una peculiar firma cerebral y otro nivel de profundidad del sueño que también tiene otra firma. Las ondas cerebrales más largas y lentas indican profundos niveles de represión. Se trata de los dos niveles básicos de sueño que se alternan durante el sueño nocturno.
Ambos niveles corresponden claramente al primer y segundo nivel de conciencia, al que acabo de referirme: al nivel emocional de segunda línea, el cual tiene lugar en el soñar dormido; es también donde se fabrican las imágenes no verbales. Con frecuencia, las personas que tienen acceso a ese nivel son soñadoras, artistas, personas que sufren: o todo en conjunto. El acceso a la experiencia de las imágenes y al dolor y, al mismo tiempo, el hablar del artista que sufre, es redundante; a menos que ese artista sea real y sea él mismo.
Los sueños desarrollan muchas funciones en la economía psíquica, generalmente son el resultado de la información común, que a menudo arrastra las impresiones pasadas. Si los sentimientos enterrados son suficientemente fuertes, no será necesario un evento disparador; durante el día surgirán por sí mismos, en un proceso de motivación interna. Es lo mismo durante el despertar, si los sentimientos internos son suficientemente fuertes, pueden producir ansiedad y un comportamiento neurótico, sin que haya un estímulo especial. De otra forma, un acontecimiento relativamente menor puede activarlos de nuevo. A la larga, los sueños tienen que ver con necesidades y sentimientos enterrados.
Dado que los niveles de conciencia descienden, o se ponen a dormir, tenemos acceso a los niveles inferiores. La cuestión es cómo tener acceso y no sentir el
impacto directo de los traumas tempranos y poder dormir y tener el descanso requerido: el ingreso al sueño. El sueño está diseñado para representar una
imagen simbólica, una historia en torno a un sentimiento o convertir al sentimiento en algo irreconocible. Por otra parte, el dolor puede dispararse — desenmascararse— y nos podríamos despertar y confrontarnos con nuestra realidad interna. Los sueños son solamente simbólicos, a causa de la represión de
la realidad. Su función es mantenernos irreales, de modo que tienen una doble función: proteger el sueño y mantener vigente nuestra neurosis mientras estamos
dormidos.
El sueño es responsable de disolver la energía del sentimiento, en la historia y en sus imágenes. Es como una forma de camuflaje. Solemos decir “¡Chispas!,
ese sueño me puso nervioso y deprimido”. Nos equivocamos, debimos decir: “¡Chispas¡, ese sentimiento de nerviosismo y de represión me obligó a soñar una
historia muy deprimente”. Si estuviéramos conscientes durante el día, podríamos decir: “¡Chispas, mi sentimiento de soledad me hace creer en los alienígenas
dentro de los ovnis!
En segundo lugar, el sueño es una tentativa de hacer racionales y coherentes los sentimientos a los que necesariamente tenemos acceso cuando descendemos
a los niveles de conciencia durante el sueño. El sueño tiene otra función más: hace lo que hicimos durante el día, eso es lo que nos vemos forzados a hacer cada día. Y también es recrear lo que está impreso en el presente, con la finalidad de ponerlo en orden y tratar de resolverlo y sanar. La historia en el sueño es el análogo simbólico del sentimiento real; representa la situación temprana que emerge hacia la conciencia para conectarse, integrarse y sanar. Es
triste, pero por fortuna se apaga con el sistema de compuertas. Este bloqueo nos evita reconocer el sentimiento y su contexto, permitiéndonos formar símbolos en torno a ellos. Los símbolos surgen antes de que hayamos tenido que reconocer el sentimiento. Es el “verdadero creyente” que ha adoptado sistemas de creencias:
mantras y rituales especiales para no sentir sus propias necesidades y su agonía.
Es el “verdadero creyente” que ama los análisis de los análisis de los sueños. En esencia, se trata de lo mismo en todas las neurosis: bloquean y recanalizan.
La actuación neurótica se deriva de esas necesidades y sentimientos, cuando ambos son muy fuertes y muy profundos, se mezclan con los sentimientos de la
segunda línea. La fábrica de imágenes no es suficiente para darle al sueño una estructura coherente. A veces nos despertamos de un mal sueño sintiendo en forma muy parecida a los sentimientos que tuvimos en una situación anterior: miedo, disgusto, coraje, confusión, etc. En el estado del sueño la temperatura
corporal se eleva, exactamente como le sucede a nuestros pacientes cuando los ponemos en contacto en el nivel del sueño (en la segunda línea), que es la señal
que nos indica el trabajo que está haciendo el cuerpo cuando trata de ocuparse del dolor, o cuando está haciendo su tarea de represión.
Las pesadillas son el ataque nocturno de ansiedad, y en verdad los concomitantes fisiológicos de una pesadilla son exactamente los de la ansiedad: sudor, palpitaciones, sentimientos de miedo y terror, temblores, etc.
Generalmente no nos despertamos gritando porque la mayor parte de las veces el trauma ocurrió antes de la capacidad de gritar. En la pesadilla abrimos la boca
para gritar pero no sale el sonido; si realmente gritamos, el terror es algo más parecido a lo que sucedió después de los seis meses de edad.
Las pesadillas ocurren cuando estamos terminando un sueño profundo (con una profunda represión). Cuando el dolor de primera línea es enorme y el bloqueo no funciona, hay una repentina ruptura en la experiencia que ha quedado impresa, con todas sus sensaciones: ahogo, sofoco, terror de ser aplastados, estrangulados y asfixiados. Lo que esto significa es que el dolor ha usado toda la serotonina (y otros químicos represores) durante el sueño, pero la represión efectiva de asuntos de la conciencia abastece aquello que comúnmente es lo que nos mantiene dormidos y reposados. El resultado es que los dolores más profundos salen a la superficie abruptamente y acaban reunidos en torno a la segunda línea.
El siguiente es un ejemplo de una pesadilla (provocada) sobre el nacimiento: Estoy parado en la “cola” de una tienda tratando de escapar de algún peligro muy vago. De pronto, un empleado se acerca y me arresta y me envía a una prisión porque traté de escapar.
Me sentencian a muerte. Mi celda es tan pequeña que me siento aplastado y estrellado.
Encuentro un agujero para escaparme, pero cuando trato de salir ¡me quedo atorado! El agujero es muy estrecho y no me puedo mover, sé que van a capturarme y que voy a morir. Despierto con un terror absoluto.
Es crucial comprender que las pesadillas son expresiones de defensa.
¿Contra qué? contra la muerte. Literalmente, el personaje en la pesadilla es el mismo que la persona que está a punto de revivir su nacimiento o algún otro trauma de vida o la muerte: sus signos vitales actúan como una tentativa para reprimir el dolor: los latidos de su corazón y su presión sanguínea son desordenadamente altos. Si se le permitiera continuar durante un largo periodo, su cuerpo estaría en un gran riesgo. De modo que la persona se despierta para calmarse y hacer más lentas las funciones que lo podrían haber matado. Por tanto, podemos considerar a los sueños como defensas contra las pesadillas. Y a las pesadillas, como defensas contra la muerte.
Paradójicamente, nos despertamos de una pesadilla como si permaneciéramos inconscientes, reconociendo la diferencia entre la conciencia y la inconsciencia. Cuando despertamos estamos conscientes de nuestro entorno, aunque con la finalidad de permanecer inconscientes de nosotros mismos. Una vez que despertamos y reconocemos la “realidad” del cuarto y encendemos la luz, podemos sentirnos seguros, de modo que ya no tenemos que enfrentarnos directamente al dolor. Otras veces, cuando estamos despiertos, nos quedamos inconscientes, por ejemplo, nos desmayamos para no permanecer conscientes de lo inconsciente. Despierto o dormido, el sistema hace lo que tiene que hacer despierto o dormido, para asegurarse de que permaneceremos neuróticos e inconscientes (de nuestras huellas de memoria). Los sueños son la estrategia del sistema para asegurar la neurosis. De otra manera estaríamos conscientes y enteros. Sin sueños (lo que significaría estar sin salidas neuróticas) nunca descansaríamos y todo el tiempo estaríamos inundados de dolor.
Una manera de comprobar esta teoría es observando el progreso de nuestros pacientes vis-à-vis con sus sueños. En cuanto ya tienen sentimientos profundos,
ya no tienen pesadillas, pero a medida que los sentimientos están en marcha en la primera línea, las pesadillas aumentan y son los heraldos que indican que un
dolor muy serio se dirige a la conciencia.
La historia y las imágenes del sueño son la extensión lógica y simbólica de lo que queda impreso. Si alguien tiene miedo de su padre, soñará todo el tiempo
con nazis amenazadores, asaltantes o policías, y se sentirá tan impotente contra los nazis como lo estuvo contra su padre. El sueño representa todo esto, uno no
puede escapar, se nos castiga sin razón alguna, nuestras armas se rompen, etc.
Un paciente soñaba constantemente que perdía cosas, no podía encontrar su cartera, su coche, su casa y su ropa. Tenía el sentimiento de una gran pérdida: la
de su madre, que murió muy temprano en su vida. La misma madre a la que nunca pudo mirar plenamente.
Durante la terapia mostraba los mismos sentimientos: “He perdido algo. ¿Cuál es el sentimiento? “Me siento perdido”. “Soy un niño pequeño”. “Perdí a
mi mami”. ¡Mami! ¡Regresa Mamá!” Ahora el sueño simbólico se ha transformado en el sentimiento real. Esto, por supuesto, sucede en un lapso de dos horas y no en unos cuantos minutos. De modo que, en la terapia, el símbolo se ha transformado en el sentimiento, mientras que al principio de la neurosis el sentimiento era transformando en símbolo. Por eso digo que la terapia primal es una neurosis en reversa. Mientras más alta es la vivencia del sentimiento impreso, mayor es la probabilidad de que veamos un tema recurrente en el sueño o en una pesadilla.
Cuando el dolor es mucho y la contención es difícil, el cerebro se sobrecarga con el esfuerzo que hace para contener su propia fuerza. Por eso debe concertar
las más bizarras historias en el sueño, para así mantener a raya al sufrimiento más angustiante: “Entonces los cocodrilos salen del agua y persiguen a la persona, hasta en los restaurantes”. El gran terror en nuestra infancia es la incapacidad para escapar de una familia disfuncional, porque en esa historia todos salen heridos. El cerebro hace durante el sueño lo que hace en el día contra la misma fuerza: desarrolla ideaciones bizarras o psicóticas.
La historia de los sueños no es diferente de una perversión sexual o de una fobia. Es un modo de circunscribir y contener un sentimiento. El sueño y el ritual son condensaciones de experiencias tempranas, pero de relativamente pocas necesidades y sentimientos. Ellas son los síntomas y la representación de todo nuestro pasado. Cuando un exhibicionista hace su escena, a menudo informa que parecía estar en un estado de “coma” durante ese episodio, pero en realidad él está actuando un sueño, sin ningún control de su conciencia y deficiente en el nivel inhibitorio superior de la misma, exactamente como si estuviera dormido,
de modo que está operando en un nivel bajo de conciencia.
En un caso que menciono más adelante, el sentimiento de un exhibicionista era: “¿Qué tengo que hacer para que tú muestres algún sentimiento?” Su ritual
era un símbolo sucinto de toda su vida a lado de una madre que nunca mostraba alguna emoción. Fuera como fuera, de niño necesitaba una realidad: conocer el
impacto de lo que él decía, sentía o hacía. Como nunca había estado consciente de su sentimiento, revivía muy poco de él y continuaba actuándolo. El sueño es la actuación nocturna.
Como el símbolo es el disparador del sentimiento (para el paciente, el hecho de perder algo significaba la pérdida de su madre), nos enfrentamos racionalmente a la circunstancia de que no puede haber símbolos universales aplicables a todo. El símbolo sólo es específico para el sentimiento de cada individuo, por tanto, el análisis de sueños es inútil en estos casos. No hay símbolos que tengan un gran significado que el analista pueda adivinar. La única manera de encontrar el sentido de un sueño es experimentando los sentimientos dentro de él. Por esto hacemos que nuestros pacientes revivan el sueño como si estuviera sucediendo en la actualidad y los instamos a que se dejen llevar por el sentimiento, el cual inevitablemente los lleva de regreso a la situación original; sólo entonces podemos encontrar el sentido de toda la experiencia.
Comprender tus sentimientos nunca va a cambiar tu vida, todos los libros que dicen que pueden hacerlo, se contradicen. El hecho de comprender los símbolos de los sentimientos es casi inútil, pero no tan inútil como comprender tus sentimientos y pensar que eso te hará cambiar: la única alternativa es sentirlos.
No hay nada mágico en los sueños, en general son historias que nosotros hacemos circular para producir el sentido que sale de nuestro inconsciente. Los sentimientos impresos e inconscientes siempre tienen sentido, cuando están en su contexto. Tenemos un paciente que revive su sueño, siente su sueño en el contexto original y llega a la resolución. Esto es un gran alivio para los terapeutas freudianos, junguianos y otros, quienes ya no tienen que llegar al inconsciente para calcular lo que está sucediendo en sus pacientes. Y para éstos debe ser una gran liberación, pues no tienen que seguir hablando de sus sueños ad nauseam. En lugar de ello, deben hablar de su vida real y de los problemas que requieren ayuda. Freud llamaba a los sueños “El camino real hacia el inconsciente”, y toda una escuela de analistas de los sueños surgieron como clavadistas hacia la profundidad del inconsciente, tratando de fantasear con lo que existía ahí en los pacientes. Lo que no tomaron en cuenta fue que, a pesar del hecho de que dormir y soñar ocurren en un nivel inconsciente (un nivel de conciencia al cual
normalmente no tenemos acceso durante el día), el sistema de compuertas nunca duerme, y es responsable de que los sentimientos reales surjan en forma
enmascarada, algo no diferente de cuando los sentimientos están enmascarados durante el día.
Como consecuencia de lo que estoy diciendo, en la terapia no puede haber algo como “trabajo de los sueños” o el interminable “análisis de los sueños”, porque sería lo mismo que el interminable análisis de nuestro comportamiento neurótico, con la esperanza de que comprenderlo permitirá desaparecer a los sentimientos, acción imposible porque solamente estamos manipulando símbolos. El trabajo con los sueños consiste en elaborar opciones para mejorar, sin tener que hacer realmente nada. Lo que se pretende es “actuar” otra representación simbólica, la cual prefieren las personas que son excesivamente dadas a simbolizar. Los neuróticos a menudo escogen vías neuróticas, tratando de aliviarse.
También es cierto que no todos y cada uno de los sueños tienen un contenido primal o un significado profundo, pero cuando los sueños son significativos,
siempre tienen un contenido primal. Las pesadillas no son más que el transitar de sensaciones muy viejas, remotas y profundas. Y digo “sensaciones” más que sentimientos por que los sentimientos tienen mucho más relación con los sueños.
El material de primera línea —traumas anteriores—, durante y cerca del nacimiento, sucede antes de que el cerebro sensible esté plenamente desarrollado. Una aclaración interesante a este respecto es que cuando un paciente revive una experiencia de vida y muerte —en torno a su nacimiento—, en ese momento no hay una mirada de terror. No obstante, cuando llega a un nivel más alto, se siente aterrorizado con cosas que le sucedieron cuando tenía cinco años. Observamos el gran miedo en su cara a medida que sus sentimientos se acercan a la percatación. En cambio, el aspecto emocional de la experiencia del nacimiento no está plenamente desarrollado, vemos el terror en el rostro de nuestras pacientes cada vez que reviven la experiencia de un incesto, pero cuando descienden al nacimiento, el aspecto psicológico del terror no está presente, aunque el cuerpo parezca estar en un frenesí.
En ocasiones, en nuestra terapia —cuando hay un brusco surgimiento del material profundo— el paciente hace afirmaciones muy breves, idénticas a las
que una persona se refiere después de una pesadilla, por ejemplo dice: “Me estoy disolviendo, me siento atrapado. No puedo respirar”. “Lo que haces me está
destruyendo” “Estoy en blanco, no me puedo mover”. “Me estoy volviendo loco”. “Siento una terrible ansiedad”. “La fatalidad está al acecho”. “Estoy totalmente confundida”, etc. En algunas ocasiones la situación conduce a un cambio paranoide: “Me quieren atrapar” “Están ahí para volverme loco”, etc.
Les explicamos inmediatamente que cuando hay una ruptura en la estructura de defensas, ciertos sentimientos están por surgir; y les ayudamos a los pacientes a
sentirlos; si son demasiados, se prescribe algún medicamento. Si sabemos cuáles son los sentimientos, le decimos al paciente cualquier cosa que aclare lo que dice y le dé seguridad.
La razón de esas afirmaciones es que se hacen para alguien que está en la víspera de algún quiebre (en el inconsciente), y por eso son escuetas. La segunda
línea no tiene la fuerza suficiente para mitigar o hacer aceptables los sentimientos o sensaciones y convertirlas en algo diferente, de modo que hacen una gran erupción. Si esos sentimientos le ocurren a una persona que no está en tratamiento, es que le está sucediendo un quiebre psicótico, y ella no tiene idea de qué le está pasando. ¿Qué sentimientos le están surgiendo? o, ¿es que los sentimientos existen y están aumentando? Su estructura de defensas se puede estar cuarteando debido a una circunstancia actual o extrema (un divorcio, la pérdida del trabajo, la muerte de un familiar) y de pronto la persona entra en contacto con un nivel profundo de conciencia que había estado dormido dentro de ella, durante mucho tiempo.
Mientras más sesiones de terapia tenga el paciente, dejará de soñar de manera simbólica porque el inconsciente se está haciendo consciente, y los dos
llegan a fusionarse. Eso se demuestra en los sueños. Generalmente la persona es ella misma. Habla de cosas reales y todavía se las arregla para dormir bien o mantenerse despierta. Eso se debe a que se le ha removido la pesada carga del valor de los sentimientos que llevaba consigo, de manera que podemos ser reales en el nivel inconsciente o en el consciente. Estar conscientes de lo inconsciente borra efectivamente lo inconsciente, con su papel de una fuerza muy importante que nos dirige y nos motiva.